-Canto Primero-
EL CREADOR
La nada negra y profunda
que en la nada residía,
se erigió en creadora,
y de la nada creó
un mundo de fantasía.
Cuando el mundo hubo formado
se dio cuenta consternando
lo mucho que se aburría.
Dio vueltas y más vueltas
a su numen creador
y decidió diligente
inventar, a su semejanza,
un espécimen viviente
De poco sirvió remedio
a la nada creadora
si sola o en compañía
el tedio la ensombrecía.
Contempló su obra acabada;
y al mirar y remirarla
advirtió que algo faltaba.
Al ente recién formado
le extrajo una costilla,
y manipulándola a modo
le dio formas audaces
con curvas y redondeces
prominentes y salaces,
augurio de tropelías.
Un soplo bien soplado
les insufló alma y vida.
Y de la nada nació
¡un mundo de maravilla!
*
* *
Nada, que por nada nada es,
gracias creación portentosa
pasó a nombrarse otra cosa,
y desde antiguo a lo moderno
el nada es: ¡el Dios Eterno!
-Canto Segundo-
EL PARAÍSO
De la bola incandescente
que giraba sin descanso
se desprendió un pedazo
que, en gravedad prendido,
cursó elíptico camino
a su derredor uncido.
Poco a poco, sin desmayo,
con el voltear constante
aquel pedazo llameante
redondeó sus contornos.
Y cuando apagado y frío
Dios lo creyó oportuno
le instauró un paraíso:
¡el paraíso terrenal!,
poblado: de árboles,
plantas y flores
de diferentes colores;
pájaros y trinos;
la fauna animal
de especies distintas;
embriagadores olores.
¡Todo tan perfecto,
tan perfecto y plácido,
que da gloria el verlo
sentirlo y morarlo!
El Dios Eterno dispuso
que aquellos primates
que en el mundo puso
dueños absolutos
del paraíso terrenal,
aceptaran a cambio,
en contrapartida,
no ser disolutos,
y comer manzana
de árbol que entraña
optar, de modo liberal,
entre el bien y el mal.
-Canto Tercero-
LA MUJER
Virgen, pura, casta
mujer ensoñada
pasea descalza;
mira admirada
tanta belleza
que le embelesa.
Por la alameda
vaga ensimismada;
contempla curiosa
árboles y plantas;
coge, extasiada,
rosa esplendorosa
y entusiasmada
la besa mimosa.
Detiene, dudando,
ante un manzano.
¡Recuerda promesa!
¡Se aferra a la duda!
Hasta que serpiente
que sube reptando,
mira y seduce
a comer manzana,
¡qué sabe de sobras
prohibió la Nada!
Con fruición la muerde.
¡Milagro se hace!
Al mundo exhibió
su cuerpo desnudo
perfecto de formas,
sublime, jocundo.
¡Tan bello estaba,
que hasta Salomón
lo cantó y alaba!
-Canto Cuarto-
EL HOMBRE
Aburrido y soso,
sin nada que distraiga,
hombre divaga caviloso
por aquél paraíso
que muestra dispendioso
todo lo más hermoso
que un dios supo crear.
Hombre, ensimismado,
no encuentra más placer
que seguir a la mujer.
Cuando ésta le ofrece
la manzana para comer,
sin voluntad de resistir
le hinca diente, sumiso,
¡a sabiendas qué, de fijo,
con ello Dios va a sufrir!
A contar ese mordisco
cambió su manera de ser
de modo tan inaudito,
que no llega a comprender.
Antes, nada importaba;
ahora no puede vencer
el deseo que súbito,
imperioso y contumaz,
asalta sin continencia
en poseer, para gozar,
cuerpo de aquella mujer.
Voz del Eterno, repite:
¡Ganarás el pan con sudor!
¡Procrearás la especie!
¡Fruto, que a los dos compite,
parirá mujer con dolor!'
El hombre, alucinado,
se contempla con sorpresa.
Distingue, de su pareja,
tan marcadas diferencias,
que, aun siendo semejantes,
casi nada asemejan.
Busca, en su compañera,
músculos que le distinguen,
fuerza que le embravece,
pene lacio, ridículo,
que se torna, cuando crece,
majestuoso báculo,
pectoral plano, sin tetas,
y hasta el cutis y piel,
mientras la suya es pilosa
la de ella cantan los poetas
ser pétalos, nácar y miel.
-Canto Quinto-
ABERRACIÓN
¡Oh, Dios nacido de la nada!
¿Que efluvios ruines, vengativos,
inmisericordes y cruentos
han surgido de aquella nada,
-¡inexistente al no ser nada!-
y qué poderes taumatúrgicos
los han aflorado en planeta
que se destinó a paraíso!
¡Oh, Dios!
¿De qué designio maldito
surgió el invento inaudito:
nacer para acabar en morir,
y, mientras en el mundo vives,
enfermedad y fea vejez sufrir?
¡Oh, Dios!
¿Qué poderes telúricos
convierten a su sólo influjo:
bondad, en maldad sin paliativos;
virtudes, en horrendos pecados;
alegrías, en pérfidas penas;
en odio, cariños y amores?
¿No es bastante y suficiente
crear miserias y sinsabores,
enfermedades, odios, dolores,
qué, además, hay que sazonarlo
todo con sentimiento del miedo?
Miedo, que lo mismo en racional
que en terrorífico animal,
sin necesidad de invocarlo
en toda acción está presente,
¡hasta en la mismísima muerte!
¡Oh, Nada!
¿Es venganza o cruel maldad?
¿De no ser eso, que os movía
para tan insensata porfía?
Hacer sufrir hasta la saciedad
sin causa o justificación
por capricho o cruel liviandad,
decid, si no es, ¡¡gran aberración!!
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