Creo que la denominación de violencia de género no responde a una realidad fáctica, si ella se refiere exclusivamente a la violencia que sufre la mujer. Mas bien habría que calificarla como violencia matrimonial y no de género, ya que el hombre, en determinados casos, también padece la violencia ejercida por la mujer de un modo sistemático con sus recriminaciones constantes y sin fundamento, no ya por celos, sino por comportamiento.
En lo único que difieren ambas violencias es en el modo de ejercitarlas, que mientras el hombre hace uso de la fuerza física, en la mujer es meramente psicológica, en ocasiones tan perniciosa como aquella.
Se pretende evitar la violencia física mediante la educación. Creo que no es suficiente, aunque sí necesaria. De tiempo llevo predicando, que mientras para el ejercicio de cualquier carrera u oficio se precisan de unos conocimientos previos que hay que aprender, para lo más excelso que nos depara la existencia, que es el matrimonio y la paternidad, no se requiere ninguna previa enseñanza. Y así ocurre lo que ocurre, divorcios, mal crianza de los hijos, altercados familiares, etc.etc.
Con lo fácil que sería remediar tan nefasta situación, bastaría con no permitir ningún matrimonio civil o canónico sin haber aprobado ese cursillo prematrimonial del modo de comportarse en el matrimonio y de educar a los hijos. Esto me trae a la memoria a Corderilla, que, en otro orden de cosas, no la autorizaban a casarse sin el previo reconocimiento médico de la pareja, según nos cuenta Hans Fallada en su novela "Pequeño hombre, ¿y ahora qué?"
Lo que a todas luces resulta inadmisible es que se use la fuerza física y mucho menos la muerte violenta como resolución a los problemas o disensiones matrimoniales.
En lo único que difieren ambas violencias es en el modo de ejercitarlas, que mientras el hombre hace uso de la fuerza física, en la mujer es meramente psicológica, en ocasiones tan perniciosa como aquella.
Se pretende evitar la violencia física mediante la educación. Creo que no es suficiente, aunque sí necesaria. De tiempo llevo predicando, que mientras para el ejercicio de cualquier carrera u oficio se precisan de unos conocimientos previos que hay que aprender, para lo más excelso que nos depara la existencia, que es el matrimonio y la paternidad, no se requiere ninguna previa enseñanza. Y así ocurre lo que ocurre, divorcios, mal crianza de los hijos, altercados familiares, etc.etc.
Con lo fácil que sería remediar tan nefasta situación, bastaría con no permitir ningún matrimonio civil o canónico sin haber aprobado ese cursillo prematrimonial del modo de comportarse en el matrimonio y de educar a los hijos. Esto me trae a la memoria a Corderilla, que, en otro orden de cosas, no la autorizaban a casarse sin el previo reconocimiento médico de la pareja, según nos cuenta Hans Fallada en su novela "Pequeño hombre, ¿y ahora qué?"
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