Tanta desolación
nevando
sobre la emocionante calavera del hombre,
tanta amenaza
torturando
con sus bíceps laboriosos y oscuros,
tanta mentira
obstaculizando
el caminar bovino de la historia,
tanta guerra
empujando conciencias a su origen selvático
donde no conocieron más que el miedo y el hambre
-dos fracasos entonces, dos fracasos ahora-,
tanto reojo, tanta pesadilla diurna,
tanta infamia ensuciando con vómitos de fuerza
al cráneo liberal del hombre,
tanto anticipo funerario
inyectado en las sienes meditativas
como un residuo liquido de horror,
tanto odio eyaculando lápidas,
tanta diarrea de asesinatos,
tanta infección, tanto desprecio
ensordecen la melodía y agrietan al descanso,
enmudecen al sol sonoro, carcomen la noche solemne,
ciegan las calles, astillan las ciudades,
sofocan las naciones y quieren refutar al mundo;
en cuanto al hombre y la mujer,
los retuercen, los desfiguran, los recubren de caries,
los contaminan de desastre,
los ensucian, los pisan, los ultrajan.
Aplaudida, llorada, amada sea
la ofendida pareja de mi siglo
que con dificultad y obstinación mellizas
se coge de las manos sobreviviendo épicamente,
tratando de soltar el quebrado sentido de la tierra
por debajo del tiempo epilepsíaco, la ruina y el crimen.
Amado sea tan machacado e inmortal desafío.
Se desangraba el universo
Tu ausencia es una cosa que pesa como plomo
Tu ausencia es una cosa dura como metal
Tu ausencia es un enorme barranco al que me asomo
sin tacto sordo ciego igual que un mineral
Tu ausencia es un olor que abrasa mi nariz
Un ruido monstruoso que se cuelga en mi oreja
Un animal sin límites que es todo cicatriz
y que lame mi vida y me la deja vieja
Tu ausencia, esa cosita que no tiene ni abuelo
ni apellido ni forma ni rodilla ni pelo
es sin embargo un bulto majestuoso y profundo
Tu ausencia es una rara prestidigitación
que está vaciando a pausas mi lleno corazón
y que está abarrotando de vaciedad el mundo.
"Las rubáiyátas de Horacio Martín" 1978[/b
Madrigal
Palabra, dulce y triste persona pequeñita,
dulce y triste querida vieja, yo te acaricio,
anciano como tú, con la lengua marchita,
y con vejez y amor aclamo nuestro vicio.
Palabra, me acompañas, me das la mano, eres
maroma en la cintura cada vez que me hundo;
cuando te llamo veo que vienes, que me quieres,
que intentas construirme un mundo en este mundo.
Hormiguita, me sirvo de ti para vivir;
sin ti, mi vida yo no sé lo que sería,
algo como un sonido que no se puede oír
o una caja de fósforos requemada y vacía.
Eres una cerilla para mí, como ésa
que enciendo por la noche y con la luz que vierte
alcanzo a ir a la cama viendo un poco, como ésa;
sin ti, sería tan duro llegar hasta la muerte.
Pero te tengo, y cruzo contigo el dormitorio
desde la puerta niña hasta la cama anciana;
y, así, tiene algo de pálpito mi puro velatorio
y mi noche algo tiene de tarde y de mañana.
Gracias sean para ti, gracias sean, mi hormiga,
ahora que a la mitad de la alcoba va el río.
Después, el mar; tú y yo ahogando la fatiga,
alcanzando abrazados la fama del vacío.
El vino a solas, la memoria ardiendo
Sombra, qué tarde llegas y te vas qué temprano.
Te has sentado en mis sillas, perfumando mi pieza.
Llovían mis propios años sobre mi pelo cano.
Discretamente heme revolcado en tristeza.
Sagrada es la inocencia con su olor a verano,
y con su olor a mundo sagrada es la belleza.
Vienen toros de nieve lamiéndome la mano;
y el Tiempo, en la ventana aplasta su cabeza.
Delicada catástrofe; desgracia taciturna.
La escasa fe maltrecha que queda se embadurna
en interrogaciones sin futuro ni afán.
Y me he quedado solo, sin sombra, mortecino,
rebuscando calor en mi aterido vino.
La vida nos engaña, las cosas se nos van.
Y eres como un pretexto
Y eres como un pretexto para que yo medite
y yo soy un pretexto de pena que te infieres,
y en medio esa tristeza de hombres y de mujeres
que es casi todo cuanto la vida nos permite;
pero tú y yo sabemos que cuando el mar se irrite,
de toda esta comedia poblada de alfileres
quedará la leyenda pequeña de dos seres
que se amaron, aunque ello jamás nos resucite;
ahora estamos logrando la imperfección, mañana
seremos el perfecto sollozo planetario,
el no ser y el no amar y el no temer, hermana;
vivir es componer una música muerta,
pero llevarle flores, rezarle así, a diario,
quizá equivalga a oírla, como si fuera cierta.
Lo fugitivo
Mi recién conocida Loba
no nos pidamos groseras garantías.
Que dure un día un año un mes
es lateral en el amor
que se acabe es su precio
que duela luego es su victoria
Seamos servidores del amor
y jamás sus contables
cierto que viene para irse
como nosotros
como nosotros...
Ayer en fondo
Son canas infantiles.
Recuerdos de la infancia.
Por ese tiempo aquel
tu figurilla blanca.
(Te imagino allí, breve,
al corro, con palabras
medias. Puras.
-El tiempo.
El tiempo, el tiempo, hermana.)
Eras. Fuiste. Has sido.
Nostalgia de nostalgia.
¡Y estas fotografías
que todo me lo aclaran!
Mirándolas estamos.
Te pregunto. Me hablas.
Mi pregunta es un eco;
tu respuesta una cana:
parece que respondes
como si preguntaras.
Eras. Fuiste. Has sido.
Me duele un poco tanta
inocencia. Me duele
más que la mía tu infancia.
Ayer en fondo. Sueña.
Parece una cantata.
¡Música de una niña
mirándome, lejana!
Y, en marco, ¡los paisajes
aquellos que te guardan!
Estamos juntos viendo
arqueologías cuadradas,
testamentos pequeños,
lejanías, cantatas.
Cartoncitos.
Nos lloran.
Los ancianos del alma.
Ayer en fondo. Nunca,
nunca será mañana.
Los paisajes aquellos,
¡tu figurilla blanca!
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