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El poema en prosa
El poema en prosa (llamado también poema en línea), puede usar todos los recursos poéticos exepto los versales: metro y rima. Se distingue de la prosa poética en su menor longitud y en que ésta -la prosa poética- generalmente es parte de una obra mayor de tipo narrativo. El poema en prosa tiene su justificación en la libertad creativa imperante en poesía a partir del siglo XIX. El poema en prosa puede ofrecer puntos de contacto con la minificción (llamada también minicuento).
***
Sacado de: http://es.wikipedia.org/wiki/Poema_en_prosa
La poesía en prosa es una forma de texto híbrido que no es ni relato ni poema en el sentido tradicional, lo que complica su definición. Se considera, sin embargo, que constituye una unidad. Las fuentes principales de confusión parecen ser:
1. la identificación de este género con la forma del verso libre, ver Walt Whitman;
2. la identificación de este género con el género lírico antiguo (en tanto diferente del drama y la epopeya), ver Hölderlin y Novalis;
3. la identificación de este género con la traducción o transcripción de obras del folklor o arcaicas (v.g. porciones de la Biblia, pseudo Ossian) que a los ojos del lector participan de la fuerza evocativa y pintoresco del lenguaje poético, ver Macpherson y Christian Andersen;
4. la identificación de este género con el regreso a los temas de la cotidianidad en poesía y a su léxico, ver Heine y Baudelaire.
El poema en prosa tiene su origen en la prosa poética. La prosa poética sigue empero siendo prosa, un recurso suplementario del novelista o una marca de estilo, sin conformar por ello un poema.
Origen
1. El romanticismo, la poesía y el ciclo de Ossian
En los alrededores de 1800, en pleno romanticismo, se percibe una propensión progresiva de los autores hacia la estética de lo absoluto (estética de lo sublime a partir de objetos visibles cuyas propiedades participan de la demasía, de lo infinito o sin límites). Esta tendencia vuelve a despertar el interés por la poesí como más afín a estos objetos, en abierta oposición al siglo de las luces que la consideraba un mero vehículo. Aunque la forma de los poemas se hace más libre, la constricción del verso a las reglas del ritmo y de la métrica choca algunos temperamentos. Chateaubriand, por ejemplo, prefiere escribir una epopeya en prosa poética Los mártires (1809) a aventurarse en la forma todavía rígida de la poesía.
La supuesta traducción en prosa por James Macpherson de la epopeya de Fingal, iniciada en 1761 y recopilada un año después con la anexión de nuevos versos en Las obras de Ossian, será determinante para una primera aceptación de la estética formal de este género. Se trata de una obra extremadamente popular en todo el ámbito occidental de la época, porciones de la cual serán traducidas al alemán por Goethe en Werthwe, al tiempo que es también la obra preferida de Napoleón o Walter Scott. La posibilidad abierta del poema en prosa, no tarda en ser puesta en práctica, aunque se siga respaldando en la justificación de la traducción de poemas extranjeros o antiguos, tal como Canciones malgaches de Évariste Parny (Chansons Madécasses, 1787) o La Guzla de Merimée (1827) en francés.
Poco a poco el género se concretiza y asume: Maurice de Guérin con El Centauro (escrito 1837, publicado 1840) y La bacante (publicada hasta 1862); mientras en 1838, Xavier Forneret publica una recopilación con el título significativo de Vapores, ni verso ni prosa (Vapeurs, ni vers ni prose); finalmente Jules Lefèvre-Deumier con El libro del viandante (Livre du promeneur, 1854)
2. Aloysius Bertrand
Es en este contexto que se publica en 1842, Gaspar de la noche. Fantasías a la manera de Rembrandt y de Callot, la obra póstuma de Aloysius Bertrand, fallecido el año anterior de una recaída tuberculosa en el hospital, en una época en que sólo los desposeidos se morían en el hospital (cama nº 26 de la Sala San Agustín del hospital Necker) y considerado el libro fundador del poema en prosa en Francia. Aloysius Bertrand utiliza la forma de la balada medieval para evocar escenas oníricas o fantásticas en prosa, privilegiando las impresiones al relato. Es a este autor al que se considera el verdadero iniciador del género, aunque algunos críticos del siglo XIX dieran la preferencia a Maurice de Guérin.
Baudelaire y la consagración del género
Caído en el olvido, será Baudelaire quién redescubra el libro de Bertrand, del que se inspira para su colección de Pequeños poemas en prosa, mejor conocido por su subtítulo de Spleen en París, título que pasa a consagrar el nuevo género. En la carta de 1862 a su editor Arsène Houssaye y que sirve de prefacio a la publicación póstuma de 1869, Baudelaire explica que la prosa es más apta a transcribir la sensibilidad moderna, sobre todo aquella de la ciudad, que deviene uno de los temas predilectos del poema en prosa:
"Tengo una confesión qué hacer. Y es que fue hojeando, por la veinteava vez al menos, el famoso Gaspar de la noche de Aloysius Bertrand (un libro conocido de usted, de mí y de algunos amigos, ¿no tendría el derecho a ser llamado famoso?) que me vino la idea intentar algo análogo, aplicando a la descripción de la vida moderna, o mejor dicho, de una vida moderna abstracta, el proceder que él aplicó a la pintura de la vida antigua, tan extrañamente pintoresca".
Tras sus Pequeños poemas en prosa, las recopilaciones en este género se multiplican. Mallarmé contribuye, al igual que el Rimbaud de las Iluminaciones, Tristan Corbièrfe o Charles Cros, entre otros. No cabe duda que este género preparó el terreno para la emergencia del verso libre.
La poesía en prosa es un género difícil de delimitar que se presenta con frecuencia como un relato breve, del que se distingue de inmediato por un lenguaje evocador en imágenes y sonoridades, la transmisión de impresiones fuertes y la ausencia de un personaje bien definido. No obstante, siempre hay la posibilidad de obras inclasificables, habiendo quien considera que Una estación en infierno de Rimbaud, es más un testimonio que un poema. En este sentido, a finales del segundo imperio, el conde de Lautréamont publicó los Cantos de Maldoror (1869), en dónde se mezclan auténticos poemas en prosa (que constituyen una unidad en sí mismos), fragmentos de novela, descripción de sueños y obsesiones, unificados por el personaje de Maldoror.
***
Sacado de: http://www.letraslibres.com/revista/letrillas/un-genero-monstruoso
“Un género monstruoso” por Gonzalo Valle (extracto):
El poema en prosa fue, en muchos casos, incomprendido. Rechazado como poema, marginado por su carácter libre, apuesta decididamente a un rasgo auténticamente moderno: la individualidad. Nacido del mestizaje busca, sin embargo, su autonomía e intenta construir un espacio de leyes propias donde poder situarse y desde el cual erigirse.
Tradicionalmente relacionado con el cuento, por el uso de recursos narrativos, argumentales y de personajes, no sería descabellado vincularlo también con un género en apariencia distante: el ensayo, "género centáurico", según Alfonso Reyes, es decir, también monstruoso. El ensayo intenta un puente, una vía libre entre dos orillas paralelas. Entre la ciencia y el arte (el binomio es de Reyes), el ensayo echa un puente fascinante y riesgoso. La lectura de un ensayo (de un auténtico ensayo) trae aparejada la pregunta: "¿Esto es un cuento, una monografía, un artículo, un relato?" Es decir, su lectura corre paralelamente a su pesquisa genérica. El poema en prosa comparte estas hibridaciones y quiere hacer poesía prescindiendo del verso, de cierta música del verso, e incorpora la prosa sin entregarse totalmente a lo narrativo o discursivo. Su indefinición inherente coloca al lector en el lugar de la incertidumbre, y lo obliga a prescindir de todo molde y de todo paradigma.
Por otra parte, mientras el ensayo crea para sí un nombre propio o prestado, "ensayo", el poema en prosa sólo intenta su denominación a partir de dos nombres ajenos. Sería absurdo pensar en denominaciones similares para el ensayo: ¿arte en ciencia?, ¿ciencia en arte?, ¿rigor en ritmo?, ¿arte en prosa? Según el drae la preposición en es una preposición de lugar, tiempo o modo. A saber, "Ifigenia en Áulide", "Espérame en abril" o "calamares en su tinta". Así, poema en prosa no corresponde a un nombre propio sino a una descripción, un concepto. ¿Por qué no llamarlo linterna o puñal o rizoma, o inventarle una palabra que lo nombre y singularice?
Y es que el poema en prosa parece necesitar una advertencia, un cartel que anuncie al lector: "Lo que Ud. va a leer a continuación son poemas, pero están escritos en prosa". El escritor de estos textos defiende, ante todo, la categoría prestigiosa de "poema", y enfurece cuando el lector no percibe ese tono. Primero fue reconocer al poema en [prosa su identidad como poema, pero hoy parece necesario reconocer su identidad literaria singular, su auténtica diferencia. Porque el poema en prosa se ofrece como un texto distinto, indefinido, pero su lectura se nos da bajo una orientación determinada. Por un lado se abre a lo desconocido, por otro, teme a los equívocos.
Pero nada de esto es un reproche. Todo lo contrario. Las contradicciones profundas del poema en prosa, su falta, incluso, de denominación propia, le otorgan un ámbito próximo y entrañable. Nace de la duda, pero busca su afirmación. Se arroja al mestizaje, pero clama una identidad. Esta incertidumbre se hace trágica tanto para el texto como para el autor (también para el lector), y coloca a esta forma de escritura en una posición decididamente moderna, en diálogo directo con el mundo repleto de interrogantes en que vivimos.
Casi tan moderno como la fotografía y el cine (contará con poco más de 150 años), el poema en prosa sigue buscando, más allá de los especialistas, un espacio de entendimiento y aceptación públicos, una vinculación más estrecha con sus lectores que no pase por la fatigosa exégesis de su identificación genérica, sino que sea degustado con la misma fruición del verso o del cuento. No en balde Charles Baudelaire lo consideraba la mejor forma para "ceñirse a los movimientos líricos del
alma, a las ondulaciones del ensueño, a los sobresaltos de la conciencia".
***
Otros artículos de interés sobre este tema:
“Poema en prosa vs. minificción: concepciones genéricas y críticas”, por Fredy Yezzed López (colombiano): http://148.206.107.15/biblioteca_digital/articulos/10-271-4283xaj.PDF
(continuará)
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El poema en prosa
El poema en prosa (llamado también poema en línea), puede usar todos los recursos poéticos exepto los versales: metro y rima. Se distingue de la prosa poética en su menor longitud y en que ésta -la prosa poética- generalmente es parte de una obra mayor de tipo narrativo. El poema en prosa tiene su justificación en la libertad creativa imperante en poesía a partir del siglo XIX. El poema en prosa puede ofrecer puntos de contacto con la minificción (llamada también minicuento).
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Sacado de: http://es.wikipedia.org/wiki/Poema_en_prosa
La poesía en prosa es una forma de texto híbrido que no es ni relato ni poema en el sentido tradicional, lo que complica su definición. Se considera, sin embargo, que constituye una unidad. Las fuentes principales de confusión parecen ser:
1. la identificación de este género con la forma del verso libre, ver Walt Whitman;
2. la identificación de este género con el género lírico antiguo (en tanto diferente del drama y la epopeya), ver Hölderlin y Novalis;
3. la identificación de este género con la traducción o transcripción de obras del folklor o arcaicas (v.g. porciones de la Biblia, pseudo Ossian) que a los ojos del lector participan de la fuerza evocativa y pintoresco del lenguaje poético, ver Macpherson y Christian Andersen;
4. la identificación de este género con el regreso a los temas de la cotidianidad en poesía y a su léxico, ver Heine y Baudelaire.
El poema en prosa tiene su origen en la prosa poética. La prosa poética sigue empero siendo prosa, un recurso suplementario del novelista o una marca de estilo, sin conformar por ello un poema.
Origen
1. El romanticismo, la poesía y el ciclo de Ossian
En los alrededores de 1800, en pleno romanticismo, se percibe una propensión progresiva de los autores hacia la estética de lo absoluto (estética de lo sublime a partir de objetos visibles cuyas propiedades participan de la demasía, de lo infinito o sin límites). Esta tendencia vuelve a despertar el interés por la poesí como más afín a estos objetos, en abierta oposición al siglo de las luces que la consideraba un mero vehículo. Aunque la forma de los poemas se hace más libre, la constricción del verso a las reglas del ritmo y de la métrica choca algunos temperamentos. Chateaubriand, por ejemplo, prefiere escribir una epopeya en prosa poética Los mártires (1809) a aventurarse en la forma todavía rígida de la poesía.
La supuesta traducción en prosa por James Macpherson de la epopeya de Fingal, iniciada en 1761 y recopilada un año después con la anexión de nuevos versos en Las obras de Ossian, será determinante para una primera aceptación de la estética formal de este género. Se trata de una obra extremadamente popular en todo el ámbito occidental de la época, porciones de la cual serán traducidas al alemán por Goethe en Werthwe, al tiempo que es también la obra preferida de Napoleón o Walter Scott. La posibilidad abierta del poema en prosa, no tarda en ser puesta en práctica, aunque se siga respaldando en la justificación de la traducción de poemas extranjeros o antiguos, tal como Canciones malgaches de Évariste Parny (Chansons Madécasses, 1787) o La Guzla de Merimée (1827) en francés.
Poco a poco el género se concretiza y asume: Maurice de Guérin con El Centauro (escrito 1837, publicado 1840) y La bacante (publicada hasta 1862); mientras en 1838, Xavier Forneret publica una recopilación con el título significativo de Vapores, ni verso ni prosa (Vapeurs, ni vers ni prose); finalmente Jules Lefèvre-Deumier con El libro del viandante (Livre du promeneur, 1854)
2. Aloysius Bertrand
Es en este contexto que se publica en 1842, Gaspar de la noche. Fantasías a la manera de Rembrandt y de Callot, la obra póstuma de Aloysius Bertrand, fallecido el año anterior de una recaída tuberculosa en el hospital, en una época en que sólo los desposeidos se morían en el hospital (cama nº 26 de la Sala San Agustín del hospital Necker) y considerado el libro fundador del poema en prosa en Francia. Aloysius Bertrand utiliza la forma de la balada medieval para evocar escenas oníricas o fantásticas en prosa, privilegiando las impresiones al relato. Es a este autor al que se considera el verdadero iniciador del género, aunque algunos críticos del siglo XIX dieran la preferencia a Maurice de Guérin.
Baudelaire y la consagración del género
Caído en el olvido, será Baudelaire quién redescubra el libro de Bertrand, del que se inspira para su colección de Pequeños poemas en prosa, mejor conocido por su subtítulo de Spleen en París, título que pasa a consagrar el nuevo género. En la carta de 1862 a su editor Arsène Houssaye y que sirve de prefacio a la publicación póstuma de 1869, Baudelaire explica que la prosa es más apta a transcribir la sensibilidad moderna, sobre todo aquella de la ciudad, que deviene uno de los temas predilectos del poema en prosa:
"Tengo una confesión qué hacer. Y es que fue hojeando, por la veinteava vez al menos, el famoso Gaspar de la noche de Aloysius Bertrand (un libro conocido de usted, de mí y de algunos amigos, ¿no tendría el derecho a ser llamado famoso?) que me vino la idea intentar algo análogo, aplicando a la descripción de la vida moderna, o mejor dicho, de una vida moderna abstracta, el proceder que él aplicó a la pintura de la vida antigua, tan extrañamente pintoresca".
Tras sus Pequeños poemas en prosa, las recopilaciones en este género se multiplican. Mallarmé contribuye, al igual que el Rimbaud de las Iluminaciones, Tristan Corbièrfe o Charles Cros, entre otros. No cabe duda que este género preparó el terreno para la emergencia del verso libre.
La poesía en prosa es un género difícil de delimitar que se presenta con frecuencia como un relato breve, del que se distingue de inmediato por un lenguaje evocador en imágenes y sonoridades, la transmisión de impresiones fuertes y la ausencia de un personaje bien definido. No obstante, siempre hay la posibilidad de obras inclasificables, habiendo quien considera que Una estación en infierno de Rimbaud, es más un testimonio que un poema. En este sentido, a finales del segundo imperio, el conde de Lautréamont publicó los Cantos de Maldoror (1869), en dónde se mezclan auténticos poemas en prosa (que constituyen una unidad en sí mismos), fragmentos de novela, descripción de sueños y obsesiones, unificados por el personaje de Maldoror.
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Sacado de: http://www.letraslibres.com/revista/letrillas/un-genero-monstruoso
“Un género monstruoso” por Gonzalo Valle (extracto):
El poema en prosa fue, en muchos casos, incomprendido. Rechazado como poema, marginado por su carácter libre, apuesta decididamente a un rasgo auténticamente moderno: la individualidad. Nacido del mestizaje busca, sin embargo, su autonomía e intenta construir un espacio de leyes propias donde poder situarse y desde el cual erigirse.
Tradicionalmente relacionado con el cuento, por el uso de recursos narrativos, argumentales y de personajes, no sería descabellado vincularlo también con un género en apariencia distante: el ensayo, "género centáurico", según Alfonso Reyes, es decir, también monstruoso. El ensayo intenta un puente, una vía libre entre dos orillas paralelas. Entre la ciencia y el arte (el binomio es de Reyes), el ensayo echa un puente fascinante y riesgoso. La lectura de un ensayo (de un auténtico ensayo) trae aparejada la pregunta: "¿Esto es un cuento, una monografía, un artículo, un relato?" Es decir, su lectura corre paralelamente a su pesquisa genérica. El poema en prosa comparte estas hibridaciones y quiere hacer poesía prescindiendo del verso, de cierta música del verso, e incorpora la prosa sin entregarse totalmente a lo narrativo o discursivo. Su indefinición inherente coloca al lector en el lugar de la incertidumbre, y lo obliga a prescindir de todo molde y de todo paradigma.
Por otra parte, mientras el ensayo crea para sí un nombre propio o prestado, "ensayo", el poema en prosa sólo intenta su denominación a partir de dos nombres ajenos. Sería absurdo pensar en denominaciones similares para el ensayo: ¿arte en ciencia?, ¿ciencia en arte?, ¿rigor en ritmo?, ¿arte en prosa? Según el drae la preposición en es una preposición de lugar, tiempo o modo. A saber, "Ifigenia en Áulide", "Espérame en abril" o "calamares en su tinta". Así, poema en prosa no corresponde a un nombre propio sino a una descripción, un concepto. ¿Por qué no llamarlo linterna o puñal o rizoma, o inventarle una palabra que lo nombre y singularice?
Y es que el poema en prosa parece necesitar una advertencia, un cartel que anuncie al lector: "Lo que Ud. va a leer a continuación son poemas, pero están escritos en prosa". El escritor de estos textos defiende, ante todo, la categoría prestigiosa de "poema", y enfurece cuando el lector no percibe ese tono. Primero fue reconocer al poema en [prosa su identidad como poema, pero hoy parece necesario reconocer su identidad literaria singular, su auténtica diferencia. Porque el poema en prosa se ofrece como un texto distinto, indefinido, pero su lectura se nos da bajo una orientación determinada. Por un lado se abre a lo desconocido, por otro, teme a los equívocos.
Pero nada de esto es un reproche. Todo lo contrario. Las contradicciones profundas del poema en prosa, su falta, incluso, de denominación propia, le otorgan un ámbito próximo y entrañable. Nace de la duda, pero busca su afirmación. Se arroja al mestizaje, pero clama una identidad. Esta incertidumbre se hace trágica tanto para el texto como para el autor (también para el lector), y coloca a esta forma de escritura en una posición decididamente moderna, en diálogo directo con el mundo repleto de interrogantes en que vivimos.
Casi tan moderno como la fotografía y el cine (contará con poco más de 150 años), el poema en prosa sigue buscando, más allá de los especialistas, un espacio de entendimiento y aceptación públicos, una vinculación más estrecha con sus lectores que no pase por la fatigosa exégesis de su identificación genérica, sino que sea degustado con la misma fruición del verso o del cuento. No en balde Charles Baudelaire lo consideraba la mejor forma para "ceñirse a los movimientos líricos del
alma, a las ondulaciones del ensueño, a los sobresaltos de la conciencia".
***
Otros artículos de interés sobre este tema:
“Poema en prosa vs. minificción: concepciones genéricas y críticas”, por Fredy Yezzed López (colombiano): http://148.206.107.15/biblioteca_digital/articulos/10-271-4283xaj.PDF
(continuará)
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Última edición por Pedro Casas Serra el Miér 17 Dic 2014, 05:25, editado 1 vez
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