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“Temor” por Remei Margarit (La Vanguardia, 21-09-2020)
Los bebés, a partir de un año, juegan a esconder las cosas y dicen que ya no están. Por ejemplo, dejan el chupete en el suelo y lo tapan con cualquier cosa y dicen: “Ya no está”, hasta que lo destapan otra vez y lo recuperan con una sonrisa. Este es un mecanismo de negación que nos acompaña toda la vida. Si una cosa o situación nos desagrada, decimos que “ya no está” como los bebés de un año y hacemos ver que aquello ha desaparecido.
Pero la vida no va así, las cosas y las situaciones se presentan como se presentan y sí que están ahí, otra cosa es que aceptemos vivirlas como se pueda, con todas sus consecuencias o que neguemos que están ahí, si no totalmente, sí en su importancia real. Este mecanismo infantil parece que tendríamos que dejarlo en el baúl de los recuerdos, aunque parece que hay parte del personal que todavía lo utiliza con frecuencia con resultados desastrosos para ellos mismos y para los demás.
Por el hecho de tener conciencia, tenemos temor, eso es indisociable, aunque una cosa es el temor por las pérdidas que podemos tener y otra muy diferente es el pánico. El pánico paraliza, el temor, en cambio, es uno de nuestros compañeros de viaje en el vivir. Se teme, por ejemplo, perder el amor cuando se está enamorado, perder el trabajo, perder la salud mientras estamos sanos, o también las personas queridas y tantas y tantas cosas. El temor, en estos casos, forma parte del hecho de vivirlas.
Y ahora nos ha tocado vivir una pandemia de un virus aciago para el que todavía no hay tratamiento ni vacuna. Y eso nos causa temor por el contagio propio y por contagiar a los demás. Pues es necesario usar las herramientas que los técnicos sanitarios nos proponen: mascarillas, guantes, distancia entre las personas, y postergar para cuando se haya encontrado un tratamiento o una vacuna las efusiones personales y las reuniones masivas. Eso es lo que hay.
El temor, pues, ahora es cosa buena porque nos conduce por el camino de la prudencia y nos salva de sufrimientos, que de este modo se pueden ahorrar. En cambio, el pánico es el todo o nada, es decir, es lo que hacen las personas que niegan la existencia del peligro y se tiran a él de cabeza; desgraciadamente los hay, negacionistas que no han sabido crearse más defensas que el bebé de un año que tapa un chupete y dice que ya no está.
Remei Margarit (La Vanguardia, 21-09-2020)
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“Temor” por Remei Margarit (La Vanguardia, 21-09-2020)
Los bebés, a partir de un año, juegan a esconder las cosas y dicen que ya no están. Por ejemplo, dejan el chupete en el suelo y lo tapan con cualquier cosa y dicen: “Ya no está”, hasta que lo destapan otra vez y lo recuperan con una sonrisa. Este es un mecanismo de negación que nos acompaña toda la vida. Si una cosa o situación nos desagrada, decimos que “ya no está” como los bebés de un año y hacemos ver que aquello ha desaparecido.
Pero la vida no va así, las cosas y las situaciones se presentan como se presentan y sí que están ahí, otra cosa es que aceptemos vivirlas como se pueda, con todas sus consecuencias o que neguemos que están ahí, si no totalmente, sí en su importancia real. Este mecanismo infantil parece que tendríamos que dejarlo en el baúl de los recuerdos, aunque parece que hay parte del personal que todavía lo utiliza con frecuencia con resultados desastrosos para ellos mismos y para los demás.
Por el hecho de tener conciencia, tenemos temor, eso es indisociable, aunque una cosa es el temor por las pérdidas que podemos tener y otra muy diferente es el pánico. El pánico paraliza, el temor, en cambio, es uno de nuestros compañeros de viaje en el vivir. Se teme, por ejemplo, perder el amor cuando se está enamorado, perder el trabajo, perder la salud mientras estamos sanos, o también las personas queridas y tantas y tantas cosas. El temor, en estos casos, forma parte del hecho de vivirlas.
Y ahora nos ha tocado vivir una pandemia de un virus aciago para el que todavía no hay tratamiento ni vacuna. Y eso nos causa temor por el contagio propio y por contagiar a los demás. Pues es necesario usar las herramientas que los técnicos sanitarios nos proponen: mascarillas, guantes, distancia entre las personas, y postergar para cuando se haya encontrado un tratamiento o una vacuna las efusiones personales y las reuniones masivas. Eso es lo que hay.
El temor, pues, ahora es cosa buena porque nos conduce por el camino de la prudencia y nos salva de sufrimientos, que de este modo se pueden ahorrar. En cambio, el pánico es el todo o nada, es decir, es lo que hacen las personas que niegan la existencia del peligro y se tiran a él de cabeza; desgraciadamente los hay, negacionistas que no han sabido crearse más defensas que el bebé de un año que tapa un chupete y dice que ya no está.
Remei Margarit (La Vanguardia, 21-09-2020)
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