CUBA
ALBERTO SERRET
(1947-2001)
Alberto Serret. (Santiago de Cuba, 1947-San Francisco de Quito, 2000) Poeta, narrador, dramaturgo, periodista y guionista de cine, radio y televisión, artista plástico. Autor de más de veinticinco libros -que incluyen novelas, cuentos, poesía, y literatura para niños- publicados en Cuba, Estados Unidos, Colombia y Ecuador -entre ellos la novela El amante de Lot y el poemario El mediodía y la sombra. Textos suyos han sido traducidos al inglés, francés, alemán, ruso, portugués y mandarín, y alrededor de 30 selecciones y antologías de literatura de diversas partes del mundo recogen muestras de su obra.
Alberto Serret, un gran poeta olvidado
Publicado el 12 noviembre, 2013 por Gina Picart
Siempre me ha parecido tristísima la costumbre de recordar a los que ya no están solo en aniversarios y conmemoraciones. Serret nació en Santiago de Cuba en 1947, y murió en marzo del 2000, pero no me importa que no coincida su fecha de muerte con los días que corren, y no necesito ese pretexto para rendirle homenaje una vez más. No me basta con haberle dedicado mi novela La casa del alibi, que él me inspiró, porque los sentimientos de admiración, respeto y cariño que siempre le tuve no se me acaban, son de esas emociones que viven y mueren con las personas.
Fui a conocerlos a él y a su esposa Chely Lima, porque había leído textos suyos y supe que se habían mudado a dos cuadras de mi casa, en el reparto La Asunción. Eran poetas, dramaturgos, escritores de fantasía y ciencia ficción, guionistas exitosos que había escrito para la televisión y realizado el libreto para Violente, la primera y hasta ahora creo que única ópera rock escrita y puesta en escena en Cuba, y formaban parte del memorable grupo de cuatro autores, junto con Daína Chaviano y Antonio Orlando Rodríguez, que constituyeron la segunda generación de autores de ciencia ficción en la isla y formaron la escuela del género, de la que descienden todos los escritores que hasta hoy escriben sobre el futuro en este país. La mejor Aventura que se ha visto en la TV nacional fue Shiralad, y seguiré afirmando eso a pesar de todas las opiniones negativas de quienes no tienen un juicio estético sólido ni una sensibilidad cultivada.
La nuestra fue una amistad extraña, hecha muchas veces de silencio y reticencias. Ellos no se prodigaban y no formaban parte de esa farándula que tan fácilmente se deja deslumbrar por la fama, que la tuvieron, y mucha, mientras vivieron en Cuba. Se habían refugiado en un mundo interior donde muy pocos elegidos conseguían acceso, y vivían trabajando cada día largas jornadas, siempre dedicados a la creación, siempre desarrollando nuevos proyectos, ajenos al mundanal ruido, desapegados, serios, introspectivos. Yo los visitaba en su apartamento, que Chely sabía decorar con gracia y elegancia, y conversábamos, pero curiosamente, nuestras pláticas no solían ser de literatura sino sobre magia, cine y cosas de la vida. De literatura hablábamos poco, en realidad.
Alberto murió en Quito, Ecuador, a la salida de una emisora de radio, donde tenía un espacio. Cayó fulminado por un infarto masivo, él, que siempre fue tan robusto y vigoroso, a quien llamaban El León, por su melena de cabello rizado y áspero, su perfil aguileño de moro, como él mismo se calificaba, y aquellos ojos de fuego, con aquella mirada fortísima que hacía difícil que el interlocutor pudiera devolvérsela fijamente. Para mí fue un maestro, un amigo y un gran consejero que me enseño a comprender mejor el mundo, y nunca fui la misma después de haber conocido a esta pareja singularísima.
He sostenido discusiones muy enconadas con personas que quieren borrar a Alberto Serret de un plumazo de la historia de la literatura cubana, con el falaz y muy malintencionado argumento de que no fue un creador de calidad. En esta ocasión no quiero ser yo quien le defienda. Voy a reproducir aquí fragmentos del prólogo que el poeta Roberto Manzano escribió para el poemario de Alberto titulado El mediodía y la sombra, que el mismo Alberto dejó preparado antes de su muerte y su esposa Chelo hizo llegar a Manzano a través de mí. La casa editorial habanera Letras Cubanas lo publicó en su colección Poesía, acto que agradecemos todos los que podemos comprender el valor de Serret, pero que no dejo de considerar un reconocimiento extremadamente tardío a uno de los mejores poetas que ha habido en Cuba en los últimos cincuenta años, y del que la crítica nuestra, como siempre, no se ha ocupado, mientras gasta ríos de tinta y pixeles en promover figuras sin más valor que el de haber sabido crearse buenos “socios”.
[…] ya tenía el extraordinario oído y la vigorosa capacidad asociativa de que su obra hace gala, y añadía muchas de las audacias de actitud lírica que se convertirían en su rostro definitivo […] Conocía al dedillo las figuras cimeras del siglo XIX cubano, y Heredia, Milanés y Martí le atraían sobremanera por sus apasionadas maestrías discursivas […] Y tenía muy bien asimilado el vanguardismo europeo y latinoamericano, que es en gran parte responsable de esos violentos escorzos asociativos que pueden saltar a la recepción sensible de sus versos. Y de la poesía finisecular francesa así como de la beat generation, en particular, a través de Allen Ginsberg, así como de su propia ancestralidad libanesa, poseía el amor por los límites, la fascinación del abismo que tantas áreas de inquietud y desasosiego psicológico pueden generar en muchas de sus líneas o piezas. Pero era un don suyo, inalienable, que lo caracterizaba […] el dominio que ejercía sobre el verso pautado, más bien en los sonetos que en las décimas, aunque dentro de esta última estructura creó series inolvidables […] Su práctica con el habla, desde sus primeras asunciones coloquialistas, su oído absolutamente métrico y su riqueza léxica le proporcionaban la suficiente capacidad elocutiva para representar con fluida plasticidad su universo interior. […] Fue un espíritu inquieto y creador permanente, y en muchas direcciones. Además de la poesía, que fue su gran avenida estética, también desplegó con éxito una amplia labor narrativa […] aún por estudiar y valorar adecuadamente., y en la ciencia ficción, en la que penetró con limpidez compositiva en ángulos sorprendentes de la condición humana, creó ambientes de transparencia y credibilidad, con mucha joya poética dispersa. Sus piezas de ciencia ficción, o sus relatos parapsicológicos entroncan magníficamente con el sustrato de nuestra tradición narrativa general […] También incursionó, con notables éxitos, en las sagas imaginativas que tanto gustan a los adolescentes, dentro de los espacios televisivos más asediados. Y construyó mundos de una coherencia imaginal espléndida, y una secreta poesía ofrecida a través de la intelección de los sucesos y personajes […] Su versatilidad nunca implicó renuncias al gran camino de su sensibilidad y su talento, la poesía, sino que se acercó desde esta a múltiples avatares expresivos […] En ocasiones, observo con dolor cómo trayectorias poéticas que merecen ser recordadas, o al menos valoradas para saber qué incorporaron definitivamente al caudal de la creación nacional, se marchan en la sombra del descuido que los ha rodeado, o de los prejuicios que no permiten mirarles la virtud que poseyeron, o de los intereses estéticos en pugna que los deslegitiman sin poseer ni un ápice de las facultades que ellos gozaron y dejaron manifiesto para el encuentro con la autenticidad humana desde el arte […] Alberto Serret sigue siendo […] uno e los poetas más significativos de una década que hay todavía que descubrir como aventura de la imaginación cubana.
Yo no puedo proclamar con mejores palabras y pensamientos que Roberto Manzano la grandeza poética de Alberto Serret. Por eso dejo a los lectores estas declaraciones de un hombre, Manzano, a quienes todos reconocen su brillante inteligencia, al mismo tiempo que su humildad, su desinterés y su límpida condición humana.
Alberto Serret obtuvo el premio La Edad de Oro de poesía para niños en 1979, y el Premio de la Crítica en 1988. Entre sus libros publicados figuran los poemarios Figuras soñadas, cantadas, Jaula abierta, Cordeles de humo y En plena desnudez, y los libros de cuento Espacio abierto, en colaboración con Chely Lima, Un día de otro planeta, Consultorio terrícola, Escritos para Osmany, Los asesinos las prefieren rubias y Cuento para un ojo perdido.
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