LUIS ALBERTO AMBROGGIO
LA MUERTE DEL TIEMPO (2001)
20. HERENCIA
Hijo planetario
de mí heredas
la sangre de tus sílabas,
una explicación que te explica:
vienes desde donde yo mismo
he venido a tientas.
Acaso este tesoro contenga
algunas de las claves
del crucigrama incompleto
que configuras con tus pasos de tierra.
Como humano, hijo del universo,
eres una ola del océano infinito
que besando muchas playas
permanece uno y muchos
al mismo tiempo.
Cada raíz de tus nombres, hijo del suelo,
como todos los nombres,
conjuga tierras lejanas y oficios legendarios,
uno de ellos, por decir, a un recaudador de impuestos
en el Imperio Otomano.
Tu afán de conquista se llama Rasmusen u otro nombre
con quien, generaciones atrás, exploraste el polo sur o el
[norte.
Por otra huella te remontas hasta un prócer.
No lo conoces. Pertenece a la historia o leyenda
de un pueblo transitorio
pero a ti también te pertenece
y le pertenecerá a tus hijos y a su descendencia.
Tu estirpe es de los mares, los vientos
de los pueblos de Moisés, de Eneas y de Zeus.
Hay lenguajes y culturas que te hablan y no entiendes,
a pesar de animar cada una de tus venas:
el italiano, el árabe, el francés, el español, el inglés,
ese idioma en que has nacido,
en uno de los vuelos mágicos de tu sangre;
y este testimonio que tú puedes leer, hijo del tiempo,
tu hijo quizá ya no lo entienda
aunque le quemen los sonidos
en nostalgias o gestos inexplicables.
En esta amalgama de lenguas te procreas.
Son sonidos de lenguajes milenarios
que navegan tu sangre con nostalgia.
Si te fijas en tus manos
verás oficios de supervivencia que hoy son olvido.
Verás las vidas de muchas manos,
que cultivaron tierras antiguas y nuevas,
inventaron aquellas ilusiones que se llaman ciencias,
manos que recorrieron libros de leyes,
metafísica y letras. Esas manos que negociaron
telas, aviones y cereales
son las mismas que recogieron
desde el Drachma hasta los dólares,
las que te cuidaron con el calor de la caricia.
Fíjate en tus manos, hijo,
en sus surcos cosecharás genes increíbles.
Algún día descifrarás en un espejo de carne ajada
los rostros de antiguas raíces y semillas.
Porque en tu vida verás morir y amanecer nombres,
con lágrimas y sonrisas
y te verás en cada uno de ellos, hijo,
misteriosamente reflejado ...
La herencia es el idioma de la sangre
que guarda la memoria.
1998
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