JOSÉ ZORRILLA ( 1817 - 1893 ) BVMC
38. LA NOCHE Y LA INSPIRACIÓN.
A mi amigo el artista D. Julián Romea
.
I
La noche, sobre el mundo desplomada,
Tendió en él de su sombra el ancho velo,
Porque su sueño no turbase osada
La lumbre de las lámparas del cielo.
Pero temiendo acaso que le ahogara
Con tan espesa red sombra importuna,
Antes que con pavor se desvelara
Trepó al cenit la transparente luna.
A la amarilla luz con que ilumina,
Cobíjase la sombra en los rincones;
Y reflejan su llama peregrina
Ríos, fuentes, pizarras y balcones.
Como en delirio de amoroso ensueño
De la virgen sonríe el labio amante,
La tierra desplegó su adusto ceño
Al fugitivo resplandor errante.
Duerme allá en su palacio el poderoso,
Duerme el pastor cansado en su cabaña,
Éste tranquilo, el otro receloso
Soñando avaro la fortuna extraña
Duerme al pie de sus armas el soldado,
Duerme el mendigo tras de larga vela,
Mientras por éste vela su cuidado
Y por aquél el tardo centinela.
Duerme el ave en las ramas guarecida,
Duerme la fiera en su morada impura,
Aquélla por las ráfagas mecida,
Ésta al rumor del agua que murmura.
Deslízase la brisa temerosa,
Guardan las nubes la tormenta inerme.
Todo entre sombras a la par reposa,
El viento calla, la tormenta duerme.
Tú, dulce amigo, que en la noche umbría
Al grato son del arpa melodiosa
Ensayabas cantares algún día
Bajo el balcón de tu adorada hermosa,
Déjame que hoy en soledad delire,
Y a delirar contigo me aventure,
Que en tus brazos un hora en paz respire
Y del dormido mundo en paz murmure.
Yo soy el que cantó fiestas y amores
En insensatos himnos juveniles,
Y el arpa tosca coroné de flores
Al ensayar mis cánticos pueriles.
Yo soy el que soñó gloria y laureles,
Y con la vida en mi ilusión luchando
Orlé el mundo de falsos oropeles
Allá en mi loca juventud soñando.
Ya desperté: mis fábulas soñadas,
Mis delirios de amor, perdí en el viento,
Y el viento, como ramas desgajadas,
Las apartó del tronco macilento.
Hoy no conservo de la edad primera
Más que la voz un poco enronquecida,
Y el velo de la negra cabellera
Sobre la frente sin color tendida.
Quédame de mí mismo la esperanza
Y el afán de cantar mientras aliente,
Mientras gravite en la vital balanza
La vanidad del corazón demente.
Quédame aún altivo y vigoroso
De noble inspiración el fuego santo,
Quédasme tú, poeta generoso,
Para escuchar mi desmayado canto.
Tú, que vas a las tumbas de los hombres
A buscar un disfraz y una careta
Para escudar con los difuntos nombres
Tas amargas creencias de poeta.
Tú, que al abrigo de ignoradas leyes,
Con la antifaz de un muerto, en gesto bravo
Parodias los esclavos y los reyes
Riéndote del rey y del esclavo.
Tú, que en la farsa del ocioso mundo
Preparando otra farsa al mando mismo,
Lo das a devorar su cieno inmundo
En formas de virtud y de heroísmo.
Quédasme tú, y la noche silenciosa
Con su turbio fanal, tocas azules;
La soledad del bosque religiosa
Con su manto de pinos y abedules.
Quédame el templo con su acorde coro,
Sus capillas, sus lámparas o altares,
Su santa cruz, sus incensarios de oro
Y sus gigantes góticos pilares.
Quédame el mundo sin la imbécil farsa
Que en su tablado inmenso se coloca,
Todo el teatro, en fin, sin la comparsa
Que bulle en él desenfrenada y loca.
No más la cantaré sus devaneos;
Ya se acabó mi cántico mundano,
Que me cansan sus falsos galanteos
Y el necio aplauso de su torpe mano.
Ronca la voz y seca la garganta,
Expiró mi cantar, rompí mi lira,
Sólo mi lengua mis caprichos canta,
Sólo esa farsa compasión me inspira.
Puesto que un mundo me fingí tan bello
Cuanto le encuentro descompuesto y loco,
Hoy por la turba impávido atropello
Porque le creo a mis delirios poco.
Y hoy, a la lumbre de la blanca luna
Escúchame la inspiración sublime,
Que me bulle en el ánima importuna
Y el perezoso corazón me oprime.
Porque ese cielo azul y esa ancha sombra
Que mitiga la luz que el sol enciende,
Con que la noche su palacio alfombra,
Y esa brisa fugaz que el aura hiende,
Y ese mudo y silencio pavoroso
Que regala el cansancio del oído,
Y en pabellón convierte de reposo
El mundo que a sus pies yace dormido,
Son una inspiración dulce, tranquila,
Vaga, armoniosa, en que se aduerme el alma,
En que el dudoso corazón vacila....
La que habló Calderón y agitó a Talma.
Ésa no la conocen los profanos
Ni revelarla osó ningún profeta:
¡Oh! Ven; que mientras duermen los mundanos
Yo siento en mí la inspiración inquieta.
Óyela tú, que brota solitaria
Para ti, en tu pacífico retiro,
Como amorosa y lánguida plegaria,
Como amistoso y postrimer suspiro.
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