Aires de Libertad

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    Alfonso Canales (1923-2010)

    Pedro Casas Serra
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    Alfonso Canales (1923-2010) Empty Alfonso Canales (1923-2010)

    Mensaje por Pedro Casas Serra Miér 11 Ene 2023, 14:20

    .


    Alfonso Canales  (Málaga, 1923 – ibídem, 18 de noviembre de 2010) fue un poeta y crítico literario español.

    En la Universidad de Granada comenzó los estudios de Filosofía y Letras pero se licenció finalmente en Derecho. Inició con José Antonio Muñoz Rojas la revista Papel Azul, así como las colecciones poéticas A quien conmigo va y Arroyo de los Ángeles. Formó parte del grupo editor de Caracola, importante revista que continuó en Málaga la tradición editorial y tipográfica de Litoral.

    Fue presidente de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo y miembro correspondiente por Andalucía de la Real Academia Española y de la Real Academia de la Historia. Su biblioteca, que supera los 26 000 volúmenes, es una de las más importantes de Málaga. Junto a su archivo personal (con más de 15 000 documentos), fue declarada Bien de Interés Bibliográfico por la Junta de Andalucía (2012). Por expreso deseo de Alfonso Canales, ambos fondos se encuentran depositados en la Universidad de Málaga, que desde 2016 los aloja oficialmente en su Biblioteca de Arquitectura y Bellas Artes.

    De su obra poética se destacan: Sonetos para pocos en 1950, El candado en 1956, Port Royal en 1956, Cuenta y razón en 1962 y Tres oraciones fúnebres en 1983.

    El 2 de diciembre de 2004 es nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad de Málaga, editora de la antología Lo dicho (2005). Un año después apareció la recopilación poética Ocasión de vida, preparada por Francisco Ruiz Noguera para la colección Vandalia de la Fundación José Manuel Lara (Sevilla).

    A finales de 2006 la editorial Huerga y Fierro reeditó uno de sus libros más importantes: Aminadab (por el que en 1965 le habían concedido el Premio Nacional de Poesía), con una introducción del poeta Francisco Ruiz Soriano.

    En el año 2006 le fue concedida la Medalla de oro de la provincia de Málaga.

    ( Sacado de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] )


    *


    Algunos poemas de Alfonso Canales:


    De Sobre las horas (1950):


    OH, AQUELLOS DÍAS CLAROS

    Oh, aquellos días claros de mi niñez, aquellos
    días entre jardines, entre libros y sueños,
    a qué poco han quedado reducidos: las piedras
    brillantes al sol alto del dulce mediodía
    -¡qué amarilla se ha puesto de aquel sol la memoria!-,
    las pequeñas calizas, los cuarzos y pizarras
    polvorientas, suaves, bajo los almecinos,
    aún tienen un rescoldo de recuerdo en mis manos;
    el jazmín del estío- ¡qué fue de aquella nieve!-,
    que daba olor de fiesta a la tranquila noche,
    aún lo siento en el pecho, cuando cierro los ojos;
    y el rumor de las olas, lenta, lejanamente,
    en mi interior florece cuando llueve el silencio.
    Calor, olor, rumores: a qué poco han quedado
    reducidos los días lejanos y felices.

    A veces el sonido de una piedra, cayendo
    en una verde alberca, me hace creer que nunca
    debió formarse un hombre sobre aquel que gozaba
    sobresaltando aguas tranquilas. Y quién sabe
    si hoy, corriendo esas aguas hacia mares futuros,
    también piensan que nunca debieron de ser ríos.




    De El candado (1956):


    ENTRADA Y FLORES

    Me llegué nuevamente hasta tus paredones
    y, andando sobre ellos, hasta tu misma puerta.
    Los cipreses huían, ávidos, a las nubes;
    El balcón descolgaba su ensueño por la fronda;
    Había un arco blanco con su verja que abría
    con canto que copiaban las aves en lo verde,
    y un letrero en lo alto y después una cifra:
    mil ochocientos tantos.

    .........................................El río estaba cerca,
    seco como un aljibe sin boca, pero el agua
    cantaba largamente por el llano, vaciaba
    su canción en la alberca cuadrada, en los registros
    de los tubos de arcilla para regar los cuadros,
    en la pequeña fuente del patio, en la cascada
    con sus estalactitas cenicientas, de donde
    su temblor descolgaban los verdes culantrillos.

    Había un agua oscura, por la noria enterrada,
    y unos bambúes tercos la acusaban gritando...

    Pero, vamos por orden. Recordemos ahora
    la pendiente suave que hasta el llano subía,
    las rosadas macetas de begonias, la yedra
    desplomándose al frente sobre las grandes hojas
    de las calas.

    ......................Ahora se atropella el recuerdo,
    huye de los cipreses, se cobija a la sombra
    de los dos altos plátanos orientales, otea
    erizadas pelambres de casuarina, alcanza
    a ver cómo se cierne al viento el almecino
    y cómo los nogales crían con negra sangre
    tan blanca pulpa. Ahora ya corre libre adonde
    los jazmines se agrupan contra el muro, muy cerca
    de la campana, y entra por el portón sombrío,
    hasta el patio empedrado, y sale y se desboca
    por los montes que pueblan almendros y algarrobos,
    hasta los altos pinos fecundos, que circundan
    la encalada glorieta, hasta el banco de piedra,
    hasta la blanca rueda de molino perdida
    al pie de unos granados.

    ..........................................
    Ya estás en mí, te tengo
    conmigo, he conseguido apresarte, te advierto
    fluyendo de mis grietas en las cosas. Tú eres.
    Tú me lo impregnas todo, tú me llenas la boca
    y la garganta. Ahora el olor de tus nardos
    me ahoga, me combaten los perfumes carnales
    de las magnolias, siento las verdes chirimoyas
    brotándome en el pecho como cánceres, siento
    su tierna pulpa llena de negros coleópteros,
    y el níspero rosado, blanquísimo por dentro,
    los golpeados lirios y el gladiolo y la alba
    azucena y la rosa y la vincapervinca
    azul, siempre girando.

    .....................................Ahí está el heliotropo
    que rondan las abejas, junto a las escaleras
    de oxidados ladrillos, a cuyo borde estallan
    las macetas de hortensias. Acampan más arriba
    los dompedros. Les siguen los pacíficos rojos,
    cerca ya de la fresca vecindad de la alberca
    que ornan los bejucos, con ojos en sus hojas.
    Tiembla la celsia junto a los fieros dragones
    arracimados. Luego, la reina de la noche
    estalla en blancas voces sobre el clavel, a coro
    con dama y madreselva. Sueña sangre el fresnillo
    y gritan los chilindros, entre los arrayanes,
    mientras se aploma el aire por las adormideras,
    cuyos frutos derrochan granos oscuros. Hay
    una paz indecible que a la camelia abriga
    y un aire desgarrado junto a las mamilarias.
    Los borlones estiran sus vísceras de felpa,
    sobre el muro desbocan su ardor las buganvilias
    y, esperando unos labios, tiemblan los tulipanes.



    CIMA

    Señor, y para verte siempre subía al monte.
    Siempre estás en los mns, ns hablas en los montes,
    tu majestad levantas n los montes. Huía
    hasta la cima árida para encontrarte. Nubes
    me traspasaban; aires brotados de las olas
    del mar vecino herían mi piel, al divisarte.
    Rugías Tú, afilabas tu navaja de viento
    sobre las rocas ásperas, me hablabas de otros montes
    plomizos, rociados por la albura que amas.
    Te adoraba en las guijas, en los largos estambres
    de la flor de alcaparra, en la pizarra llena
    de menudos reflejos metálicos. Te amaba
    en el almendro visto desde arriba, dorado
    por el sol implacable del mediodía justo,
    en la música ardiente de los tábanos. No eras
    nada de cuanto arriba se veía; y estabas,
    empero, sobre todo y en todo, como la tierra
    sostiene los pinares, los luminosos árboles
    del amor, como estoy sosteniendo este canto.




    De Navidades juntas (1951-2001):


    ROMANCE DE SAN JOSÉ
    (1953)

    San José, barba de azúcar, 
    San José, vara de nardos, 
    ¿y dejas que en un pesebre 
    se diga Misa del Gallo? 
    ¿Adónde están los davides 
    con las arpas y los salmos? 
    ¿Para qué, Santo bendito, 
    aprendiste a hacer milagros? 
    Echa a la noche del día 
    y a Herodes de su palacio, 
    y en el Portal de Belén 
    pon farolillos pintados. 
    Si eres carpintero, haz 
    un lecho en un 2 X 4, 
    para que duerma María 
    con el Niño entre los brazos. 
    Para llegar hasta Dios 
    arma escaleras de sándalo. 
    Y en un palomar de oro 
    pon al Espíritu Santo.




    De Cuestiones naturales (1961):


    PREGUNTAS A MIGUEL

    (En el medio siglo de su vida,
    en los 18 años de su muerte.
    )

    Miguel, ¿pero es la muerte tan sencilla?
    ¿Es sencillo nacer, cobrar alra,
    labrar n sñ, rgr na fgura,
    y al cabo ser tan solo una semilla?

    ¿Es sencillo, Miguel, pulir la quilla
    del corazón contra la piedra dura,
    para dotar al áloe de amargura
    o urdir una flor nueva y amarilla?

    ¿No hay más que hacer, pasada la frontera,
    que bajar en la tierra dos peldaños
    y dar fruto al naranjo y a la higuera?

    ¿No sumas ya tus gozos a tus daños?
    ¿No está la voz más viva y más entera
    ahora qe cumples tus cincuenta años?



    INCIDENTE

    Yo iba pensando en pájaros. Un grito,
    nunca supe de quién. Había una casa
    por allí, y una loma, y... Algo pasa,
    me dije. El corazón, el tiempo, el pito,

    del tren; luego, un frenazo. (¿Necesito
    decir que lo que ofrezco es una escasa
    sombra de aquel suceso?) Alguien amasa
    incidentes así, con apetito

    no sé de qué. (¡Cuidado con perderse
    en consideraciones o en la espera
    de comprender!) ¡Y luego el miedo a verse

    en l caso! Allí estaba roto: era,
    ay Dios, ya para siempre sin moverse,
    un hombre como yo, como cualquiera.




    De Cuenta y razón (1962):


    RAZÓN DE AMOR

    A good love-poem... is prose
    T.S. Eliot

    Todo buen poema de amor es prosa.
    Porque estás ahí delante -siempre delante, eso sí-,
    pero confieso humildemente que no puedo encerrarte en un cauce.

    No sé cómo poner música a la música,
    cómo dar olor al jazmín,              
    color al sol que se hunde por la tarde,
    como quien dice: esto se ha acabado,              
    no esperen ustedes que salga mañana por la mañana.

    Yo no sé si me explico,
    pero es que hay cosas que no son para cantadas,
    sino para dichas llanamente, después de tomar una cerveza.

    -Está lloviendo-, apunta uno:
    y en dos palabras se encierra un terrible suceso,
    algo que hiere los tejados.
    y deja caer sobre los charcos más lágrimas
    de las que pudieran derramar los humanos ojos,
    incluso poniéndose en lo peor de las cosas.
    -Es de día-: y con ello
    entra el sol en el alma, como una aguja caliente,
    y nos sentimos seguros de que, por el momento, Dios no nos olvida.
                 
    Y así con el amor
    uno vive, viviendo.
    Uno olvida que, cada día, Dios nos pone tierra bajo los pies,
    aire sobre la boca y azul en las pupilas.
    Uno olvida que el corazón se apoya, cada día,
    como un blando sillar,
    en otro corazón.
                 
    Y cuando se cae en la cuenta de todo
    -esto no sucede a menudo-,
    resulta imposible medir un verso con los dedos
    Un gran tajo circunda a los amantes,
    y lo demás puede decirse en dos palabras.




    De Aminadab (1965):


    PESQUISA DEL DIABLO

    He rastreado en fustes y en alambres,
    he querido encontrar tu huella en los escombros
    de una mansión vencida por el tiempo,
    he poblado de palomas la torre de una iglesia,
    por ver si sorprendía entre sus alas
    el impacto del fuego.
    He cerrado los ojos fuertemente,
    de cara a la penumbra,
    en una vacía sala de conciertos,
    y con intensidad he pensado en los más abyectos crímenes,
    en los trapos más sucios de miseria,
    en la saliva turbia del odio.
    Luego, abiertos los párpados,
    he escrutado los sombríos rincones,
    atentos los oídos al crujir de los muebles,
    vivo el vello a los soplos de todas las rendijas,
    esperándote.

    He paseado a lo largo de los muelles,
    cuando al anochecer busca un descanso la lluvia,
    cuando las mercancías se aburren de estar muertas
    y una rata se atreve a buscar su sustento.
    He encendido un cigarro, provocándote
    con la llama que, aguda, embebe el rostro,
    temblorosa la mano sin defensa.
    Y te sentía entonces. Me volvía
    súbito hacia un temblor, te adivinaba,
    te veía surgiendo, creciendo, remontándote,
    grumo de lodo, aliento de la tierra.

    A veces, olvidado ya del ansia,
    solo conmigo o con el mundo, estando
    entre peso y alivio,
    como un humo levísimo, advertía
    que te enroscabas en el tiempo, haciendo
    patente tu desprecio.

    «¿Por qué sueñas?», decías. No pensabas
    que el sueño es una parte de la lucha
    que se adhiere al descanso,
    y lucha significas si aún aguarda
    el tiempo su final. O lo sabías
    y anhelabas el vuelco de este vaso
    que colma la esperanza.

    Porque no nos entiendes. Si yo araño los muros,
    si bajo cal, si bajo aire atiendo
    la señal de tu asco,
    es porque sé que eres el reverso
    de una moneda; espero
    volverte boca abajo,
    sentir el molde de tu bulto en polvo,
    tu desesperación de espaldas, verte,
    no verte estar, sentirte,
    envés de la desdicha,
    bajo el peso de Dios que fulge y oye.



    NAVEGACIÓN DE LA TRISTEZA

    Acediae Impugnationem non declinando fugiendam
    Casiano              

    Cuando en el río de soledad que, a veces, nos recorre,
    un álveo seco, piedras
    con huella de lavados imposibles,
    verano interminable de guija al sol, de insecto al sol,
    de raíz sin esperanza,
    notamos una barca por la greda,
    que avienta el polvo con los remos podridos de carcoma,
    sola bogando, hincando
    el astillado palo entre costillas
    de calcinadas reses,
    es él quien anda.

    ..............................Y ara
    acompasadamente en nuestro espanto,
    contra todos los peces,
    frente a todos los panes
    que son objeto de milagro para las extasiadas muchedumbres.
    Él, es él quien navega
    entre lo innavegable,
    forzado del hastío, entre esturiones de granito y lava.

    Él, él, quien contusiona
    la brizna
    pajiza de la caña, la hoja
    terriza de los álamos,
    desesperada del ayer que puso
    su palma al cielo.

    Entonces no hay que huir, hay que sentarse
    a ver pasar las malas horas,
    la simiente libada por arañas,
    por escorpiones y por buitres
    que intentan la corola del esparto,
    en un invierno sin nieve,
    para una miel de cieno que en lentas olas cunde.

    Entonces detened la fluxión de la arena,
    orad, decid detente,
    armaros de los prestigios
    que aportan la memoria de las flores;
    desanudad las sogas de los cuellos,
    que somos para algo,
    y evaporad la imagen del Maldito
    evocando al Señor, tres veces puro.



    De Port-Royal (1956-1968)


    X. LA CITA

    (12 del día)

    Amor, amor, amor, la savia suelta,
    el potro desbocado, amor, al campo,
    la calle, el cielo, las ventanas libres,
    las puertas libres, los océanos hondos
    y los escaparates que ofrecen cuando hay
    que ofrecer al deseo de los vivos.
    De los vivos, amor, de los que olvidan
    que un día no habrá puertas ni ventanas,
    ni potro ni raudales de la hermosura
    para estos, estos ojos, estos ojos
    donde habrá que engastar unas monedas
    -y otra bajo la lengua-, por si acaso
    al barquero le sirven o al que busque
    sueños de ayer, de hoy, bajo la tierra.
    Bajo la tierra, amor, trufas, estatuas,
    oro, cántaros, dioses
    apagados, amor, tesoros, premios
    de la ansiedad.
    ...........................Amor, dame la mano,
    no te conozco, amor, no importa, dame
    la mano, amor, no la conozco, nunca
    importa demasiado conocerse.
    Abre los ojos, no, no puedo, abre
    la boca, ¿dónde está tu risa, dónde
    se duerme tu palabra? Amor, no tengo
    más risa, más palabra: Amor.
    .........................................................Te doy,
    a cambio lo que esperas. ¿Tú lo sabes,
    tú sabes lo que espero? Amor, ¿tú tienes
    lo que espero? Es amor, amor y el mundo
    como está, como es, con estas vías
    abiertas con las cosas
    que con amor se hacen, con la gracia
    de hacer las cosas con amor, con tiempo
    para formarlas con amor, con fuerzas,
    aguas de amor para apagar el miedo.




    De Reales sitios (1970):


    CASA DE VICENTE

    A Vicente Aleixandre

    En la Alameda Hermosa,
    cauce de un meridiano cortado por el humo
    de los viejos navíos, por las jarcias dormidas,
    la lona replegada, los bocoyes de aceite
    o vino; en la Alameda
    Hermosa, con su foro
    de árboles que superan los edificios, cúmulos
    de distinto matiz, cuando aún no estaba
    sino naciente la hermosura; en la
    Alameda que luego abdicó de su nombre
    y de los almacenes
    de aljonjolí -perfume
    de los higos prensados- y del oro
    atesorado en sótanos, de ladrillo, y de sueños
    que anticipaban vivas figuras musicales;
    sobre la tierra que tomó prestada
    la ciudad a las cimas sin lustre y a las olas;
    en la Alameda Hermosa se enseñaban sus ojos.

    El portal que, a diario, volcaba o asumía
    su proyecto de joven gozador, aún se tiene,
    y encuadra el gesto irónico
    de la escalera señorial: la lengua
    con que un palomar íntimo
    saluda al torpe suelo de los hombres.
    Ahora ua están gastados los peldaños
    por una viva, interminable cola
    de seda, o por la urgencia
    de quien en vano busca
    olvidados chapines para el vals de las doce.
    Pero, al primer rellano, se remansa
    la majestad, se quiebra
    la suficiencia de su arranque, y pone
    dos caminos iguales, ofrecida
    opción.

    ...............¿Por qué regato le gustaba
    volcarse al mundo, repasar la dulce
    baranda, detenerse,
    subirse un calcetín, decir adioses?
    ¿Cuál de las dos cañadas prefería
    la riada del niño apresurado
    hacia lo por hacer?

    .....................................
    ¿Cuánta fortuna
    es ésta de la duda que confluye
    y al unísono acaba. Cada día
    paso junto a la puerta, veo sus ojos
    de iluminado colegial, contemplo
    la carga azulque inunda las aceras,
    niñez manando. Sigue
    siendo su calle ésta; ésta su casa
    y ésta su ciudad. Y los papeles
    que llevo bajo el brazo se me vuelven
    cartas de amor al aire que me viste.




    De Requiem andaluz (1972):


    NO ENCUENTRO AQUEL RETRATO...

    No encuentro aquel retrato
    lleno de flores oxidadas, teles
    desteñidas, blancuras
    creadas por la luz de un gran sol muerto,
    rodeando una suerte de fingido reposo
    puesto a secar al aire de los años
    futuros. La doncella,
    satisfecha de sí, no acariciaba
    la limpísima crin del unicornio
    amansado, mas era
    evidente que estaba detrás de la o cortina
    recogida o con gruesos cordones, al aguardo
    de su vecina vez; pronto la grama
    tendría flores suficientes, lecho
    para un rico tapiz.



    COMO TE AMO, MADRE

    Cómo te amo,
    madre: no aquí, lejano de la sombra
    que fabricas, bebiéndome los ríos
    de placer, cuando encuentro
    mi filial condición en una cueva
    madre. Cómo te hallo,
    madre, cuando reclino los oscuros
    pensamientos (tu cuello que se hincha
    por decir sin poder, tu mano torpe,
    tus pies helados, el retrato aquel,
    lleno de flores oxidadas), cómo
    te encuentro, madre, en mi vivir de hoy,
    nadando en mi gozar, madre, del día
    de hoy.





    De Épica menor (1973):


    SÍSIFO HABLA

    Me he despertado hoy
    al pie del monte, con la piedra. Casi
    no sé si existe ya, de tan apercibido
    a removerla, a levantarla a pulso,
    a forzar su subida por la falda
    pina; como si fuera
    por fin su propio peso, de tan incorporado
    a la impuesta labor, el peso mío.
    La he visto junto a mí, tersa, pulida
    con el rodar, redonda, hecha ya canto
    casi. He llegado a amarla.
    Seguro estoy de que lo sabe, y quiere
    aminorar su gravidez con untos
    erosivos, con caries,
    con interiores descomposiciones
    que la vuelvan de pluma, que la vuelvan
    de globo, de vapor, correspondiendo.
    Pienso: la he despertado. Acaso estaba
    despierta, y disimula porque quiere
    que sea yo quien la incite a la naciente
    jornada. Basta un dedo
    que toque, y se rebulle, como si redimida
    de su rocosa condición, no fuera
    instrumento penal. No nos decimos
    nada que valga. El día, como todos
    los días, tiene idéntico
    plan.

    .........¡Sí, como en el mito,
    todo se repitiera sin acabarse nunca!
    Pero subes, más ágil, más deprisa,
    sin prometer eternidades: mansa
    subes hasta la cresta
    nevada, aunque te conste
    que nada dura eternamente. Todo
    (yo, Sísifo; tú, roca)
    quedará para siempre, sin ascenso posible,
    hecho valle, aluvión, molido esfuerzo.


    DISCURSO DE CÉSAR A LAS LEGIONES

    Cuando la mano cese de agitarse, y el labio
    de probar a decir; cuando termine
    de organizar mi destrucción, y empiece
    a organizar mi olvido; cuando sea
    cosa o, menos aún, huella de un gesto
    o, menos todavía, referencia
    de una mancha muy diligentemente
    borrada; cuando acaben
    las solubles escorias, los minados
    terrones, la humareda,
    de difundirse y alejarse y verse
    sumidos en un hondo saco vacío; cuando
    nada esté como está, como no estuvo
    nunca; cuando ya nadie
    entienda nunca lo que es nunca, y siempre
    simule siempre eternedidades nuevas;
    cuando otros muerdan el engaño, herido
    el paladar, y crean a pie firme
    que están y son, etcétera; y más tarde,
    cuando ya no haya nada que creer o ninguno
    que crea; cuando no haya
    ninguno; cuando todas las funciones
    acaben, se desnuden los actores
    de disfraz y de piel, se vaya el público
    a recogerse y a dormir, se apaguen
    las luces, y las ratas
    busquen en las plateas
    algún trozo de chicle húmedo; cuando mueran
    también las ratas y los apetentes
    gusanos de las ratas y los parvos
    animales (o plantas) que devoran
    gusanos de las ratas; cuando hundan
    su estriado prestigio los fustes; cuando el brillo
    se ensombrezca, y la sombra
    se difumine; cuando
    todo se suma en largo silencio, y no haya un solo
    signo que descifrar, habré vivido.



    SONETO EN EL QUE EL POETA TOMA
    PRESTADAS LAS PALABRAS DE JOHN DONNE
    PARA DESABRIGAR INFUNDADOS TEMORES

    ¿Qué haremos en invierno, me preguntas,
    sin un mal cobertor que nos defienda
    del frío? ¿Qué participada prenda
    abrigará las desnudeces juntas ?

    No te sé contestar. Y descoyuntas,
    pura, abierta, entregada a la contienda
    del amor, ese cuerpo, a suelta rienda.
    y se me escapa el alma por las puntas.

    Aún es verano, y la calor es tanta
    que no comprendo la frialdad. Y sudo
    cuanta humedad rehuye la garganta.

    ¿Pero existe el invierno? ¿Y es tan crudo
    su rigor? Si es así, ¿qué mejor manta
    para tu desnudez, que, yo, desnudo?


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    Alfonso Canales (1923-2010) Empty Re: Alfonso Canales (1923-2010)

    Mensaje por cecilia gargantini Jue 12 Ene 2023, 15:15

    Muy merecido el Premio Nacional de Poesía!!!!!!!!!!!!!!!!

    Gracias, querido Pedro. Inmenso poeta!!!!!!!!!!

    Besossssssssssss
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    Mensaje por Pedro Casas Serra Vie 13 Ene 2023, 05:57

    Realmente tiene poemas de una belleza impresionante. Gracias por tu interés, Cecilia.

    Un abrazo.
    Pedro


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    Mensaje por Pedro Casas Serra Vie 13 Ene 2023, 06:39

    .


    De El año sabático (Fragmentos) (1976):


    XVIII

    Trabajo por decir: no detenerme a pensar demasiado lo que digo, entregarme desnudo a la palabra que se me entrega, herirla con insano amor, para que gima su secreto, insistir en la tortura de la voz con un libro de lógica en los ojos, olvidarme del libro, de los libros, de la lógica de los libros, gritar sin que me importe que el grito descoyunte los espejos.



    LXI

    Esto aprendí de Drácula: me llevo donde quiera que voy un ataúd con tierra natal. (A cada uno su suelo da una forma de vida y de muerte). Aprendí de Zavattini a guardar una vaca en el cuarto de baño, por si me llega el hambre y hay guerra por las calles de la ciudad con los comercios rotos. Aprendí de Tomás a poner dedos en todos los costados, por augustos que sean. De la tortuga de Zenón (y de Héctor) aprendí a no dejar que se me acerque el iracundo Aquiles. De Macario quise aprender la soledad. De Lewis Carroll, a penetrar en los espejos y a escrutar el revés de los retratos. Ahora sólo me falta ir aprendiendo algo de mí mismo.



    LXXII

    Sólo una cosa es cierta: que a nadie importa más que a ti, ajeno lector, esto que digo. Si no, ¿por qué te empeñas en seguir la lectura? ¿No ves que no conduce a nada? Deja, deja. Toma otros derroteros más sabios. Te equivoco. ¿No adviertes mi insegura seguridad? Me pongo a gritar, como un hombre-lobo que con las claras de la luna enloquece. Cuenta lo que has ganado hoy, calcula los granos de vida que te faltan. Yo no puedo ayudarte a ser más rico y más feliz. ¿Por qué quieres hacerme más tuyo que tú mismo?



    LXXIX

    No se regresa nunca del sueño: regresamos a él como volveos de él al antisueño. (Me permito insistir en la historia de aquel emperador que había soñado ser mariposa, y que se debatía por resolver un arduo problema. ¿Depertaba emperador de nuevo? ¿Era figuración de mariposa soñante?) Repartimos nuestro furor en mundos cuyas lindes se rompen cada día.



    CXXVIII

    No hay más verdad que amor. A pares canta la única voz posible en este suelo que sólo se sincera cuando acoge como lecho a dos sombras que se abrigan. Son frescos todos los racimos de la carne fiel, y son fúnebres los mentidores ramos todos del desenlace que sella el comentario, siempre trivial, que brota con la muerte. La enredadera de esta tarde, asida a dos troncos unánimes, tenía mucho de Dios. No existe más chispa de verdad que la que surte de dos mortales cuerpos.




    De El canto de la tierra (1977):


    9

    Contigo, madre tierra,
    tierra de promisión, tierra de nadie,
    tierra de miga, tierra de los hombres,
    tierra de pan para llevar, tierra de fuego;
    contigo, tierra virgen,
    tierra quemada, tierra santa, tierra
    de año y vez, tierra patria, tierra adentro
    iré cuando me llames, tierra baja,
    tierra del apetito
    del corazón, segura
    tierra de ruedo, tierra firme, tierra
    solar, tierra inhumana
    o mansa tierra de labor. Contigo
    iré cuando me pidas que aterrice,
    que aterrado me quede, que enterrado
    me duerma entre terrones
    tuyos, mi territorio
    soterrado y feraz, cuando tu frío
    terral asole mi terraza. Tierra,
    mi paraíso terrenal, mi cielo.



    12

    No quisiera amarte
    tanto como te amor. No quisiera
    estar tan hecho a la feliz costumbre
    de saberte mi suelo fiel, con cuyas sustancias
    me deléito,dulcísimo
    planeta, único apoyo
    que tengo. Mas no quiero traicionarte
    soñando en otros mundos
    que se dicen mejores, por el hecho
    de que algún día desharás los ojos
    con que te miro, las tempñadas puertas
    por donde entra tu rumor, tu aroma,
    la lengua con que gusto y con que hablo,
    la mano que acaricia tu verde vello húmedo.
    No quiero estar contigo pensando en otra tierra
    más bella aún, tan sólo
    porque el amor tiene su fin: sería
    otra cosa que amor, si perdurara
    libre de tiempo. Dame
    tu aliento y tu saliva; vea tus tiernos poros
    abiertos, aguardándome;
    te tome el pulso de tus horas, libre
    de miedo. Y al veneno acomodado,
    gritando la fortuna
    de estar, sobre tu monte
    de días que se acaban, levantaré una tienda
    con la tela que hay, donde, transida
    de majestad, se cubra la espera de la muerte.



    18

    ¿En qué estará pensando esta difícil
    tierra?
    ¿Es que sabe pensar, o es que pensamos
    por ella?
    Algo quiere ocultarnos bajo dura
    corteza:
    ¿flor, cataclismo, muerte
    o espera?
    Le acaricio las nubes con la vista;
    con las manos, la hierba.
    No me promete nada. Le prometo
    la vuelta
    a su duro caudal de esta mi carne
    tierna.
    Hablamos como amigos,
    como si me entendiera mi música de caña
    negra:
    ella me dice lirio,
    yo digo calavera;
    ella me dice asilo
    y yo digo cisterna.
    Un alto pino luce,
    rumorea
    (cuánta paz en el árbol
    aparentas).




    De El puerto (1979):


    EL TORO LÁZARO

    Eran de ver, sobre la fresca grama,
    los toros como insectos, devorando
    su paz. Y discutían
    entre ellos acerca del destino
    de su frenada fuerza, hilaban cuentos
    de ultimidades, toda una esbozada
    religión: habrá yerbas
    más altas y tinados
    más confortables; hembras que no busquen
    sólo dar leche a un recental; y un paso
    honroso, donde sin mancilla queden
    los ganadores.

    .........................Lázaro callaba,
    rumiando flores y prestigios. Lázaro
    casi creía ya: soñaba en verdes
    praderas apacibles, embestía
    al tiempo hecho color, monstruo por fuera,
    montón de alas dentro de su pelo.
    Supuso ser de un dios que lo mimaba
    con destino a más dulces
    dehesas: un dios próvido, de largos cuernos mansos,
    poderoso y benévolo,
    como la arremetida
    del agua o el derroche
    del aire.

    ...............Cada estío,
    divinos irrumpían los jinetes
    alborotando el pastizal. Llegaban
    de otro mundo: con gestos discernían
    al toro fiel del toro irreparable.
    Cundió el bramar de que los elegidos
    arribaban a un cielo donde todo era grano
    sin mancha, donde todo
    era mirar el sol sin deslumbrarse.
    Y aquel agosto a Lázaro
    llegó su vez. Sumiso, se adentró en el futuro
    prometedor: un largo carril, una gran caja
    de madera y un pronto
    resucitar. Paredes como nubes,
    nubes como paredes, los zaguanes
    de la esperanza invitan
    a la desilusión. Lázaro calla,
    rumia su fe, se tiende en el estiércol
    ácido, cerca de los otros cinco
    elegidos, y duerme. A media noche
    se despabila, tiene sed, no encuentra
    agua, mira la luna,
    vuelve a acostarse. Pronto
    amanece. Disputa con su hermano
    una brizna de tuera, e imagina
    que es forzoso purgar antes del júbilo.
    Las doce ya. Rebota el medio día
    contra las cales. Llegan
    mayorales que dicen palabras que no entiende.
    Lo miran y lo juzgan y lo obligan
    a entrar en largo corredor oscuro
    que acaba en una celda. Casi sabe
    rezar, pero no quiere. La moneda
    que dará por su gloria es de arrogancia
    pura. Aguarda. Detrás de un infinito
    silencio, se adivinan
    clamores y charangas celestiales.
    Le bulle la testuz. Súbitamente
    nace a una leve insinuación de brillo
    con la que se ilusiona, y un gran odre
    de desatado incendio
    lo ciega al fin.

    ..........................A tientas, se adelanta
    hasta el centro del mundo prometido;
    hay humedad, y busca
    consuelo. Ya los coros
    ensalzan su poder (no era mentira
    su tradición: seréis
    pisadores del Sol, luego felices).
    Alguien lo llama. Acude,
    y la nada del aire lo recibe en un vivo
    color de sangre. Gritan.
    Resuena un estridor, y en una colcha
    de engaño se debate,
    mientras sufre una herida. (La batalla
    es así –piensa.) Insiste;
    derriba tres caballos celestiales;
    se sabe monumento,
    eje del patio circular; respira
    hondo, y acude a un arlequín que punza
    de nuevo sus espaldas cuatro veces.
    Ahora, silencio. Otro
    arlequín (¿o es un ángel?) le despliega
    sus alas, con un nuevo
    retar. Aún quedan fuerzas: una y otra
    vez acomete vivo contra un párpado
    rojo. (Alto Señor de las Manadas,
    ¿tanto es preciso hacer?) Aplauden, sigue
    el hilo del fracaso, hasta que deja,
    vencido ya, que miren su impotencia.
    Y del párpado surge
    una pestaña de metal: en ella
    adivina su fin. Su fe se ha muerto
    después de su furor (nada perdura
    tanto como la fe). Todo es borroso
    y humillante. Tan sólo un griterío
    lo afinca en el vivir. Lázaro calla,
    y ama su destrucción.

    ........................................Pero un decreto
    de una mota de polvo, que en un palco
    asoma, lo devuelve
    a la tronera y al corral de vivos
    toros esperanzados. Le restañan
    las agresiones: como
    un buey, se presta a toda
    operación.

    ..................Y torna
    al praderío original: el único
    toro resucitado. Y le preguntan
    por las postrimerías, y lo acosan
    para que diga algo
    del otro mundo. Y Lázaro
    calla.



    LOS AÑOS

    Hermoso es morir joven
    y dejar el recuerdo de la piel no tocada
    por agravios del tiempo:
    pero lo es más haber vivido mucho
    y haber hecho que el cuerpo se fatigue
    de amor y de labor. Es muy hermoso
    incorporarse al coro con voz nueva,
    destemplar el unísono con un grito de júbilo
    para sellar los labios
    después: pero es más bello
    que los años trabajen la palabra y el canto
    fundidos, de manera que una nueva armonía
    se logre en el conjunto, desconocida antes.
    Feliz aquél que puede las causas de las cosas
    adivinar temprano,
    mas el que se retarda
    adrede, no queriendo que nada se le esconda,
    llega más lejos: día
    tras día desenvuelve
    un camino que otros ya encontrarán pisado
    y transitable.

    .......................Hermoso
    es aprender, rozar lo no sabido,
    descerrajar las puertas, rasgar túnicas, velos,
    impedir que se queden los damascos
    colgados de doradas galerías
    llenas de polvo, pero el mayor premio
    para el hombre que vive y dice y ama
    es lograr el lenguaje
    con el que los balcones, definitivamente
    abiertos, comunican
    su saber soleado a las estancias;
    sacar del negro engaño a la tiniebla,
    y a la misma penumbra de sus grises cenizas;
    en la piel de las cosas
    acomodar la luz, como quien créese
    divino y con la fuerza
    de la garganta hace que se levante un mundo
    resistente a los años.




    De Glosa (1982):


    BIRTHDAY

    Los días que tú cuentas tiene el mundo:
    pues cuando tú no estabas, ¿qué de real había?
    ¿Cómo pudo existir lo que tus ojos
    no eran capaces de crear, tus dedos
    de acostumbrar a la vital dulzura
    de su tacto? No hubo nada antes
    de ti, ni creo que haya
    nada después de que tu vida acabe.
    Ni siquiera los años que el tiempo me atribuye
    antes de tu venida fueron sino fantasmas
    de un mal sueño: más joven
    soy que tú, pues no cuenta
    para mí cuanto pude vivir sin conocerte.
    También yo soy tu obra: lo que piensas de día,
    lo que de noche ocupa tu deseo,
    eso me alza, viva
    criatura del amor, como una fuerza
    tuya que por milagro se conforma
    y alienta. Nada puede
    sucederme si dejas de tejer esta tela
    donde se van trabajando tus hilos como los míos.
    Antes de ti, después de ti, el diluvio
    de la nada disuelve
    esta mano que escribe estas palabras.



    LA CARNE

    Sobre el lino ofrecida,
    como  un manjar del tacto que veln los preceptos
    escritos, acuciante,
    exigiendo imperiosa ser gozada,
    gozar, ser satisfecha,
    satisfacer, la carne disfruta del reposo
    que al combate y al éxtasis precede.
    Con molicie su rosa condición apacienta
    los crecientes deseos
    de aquel para el que ofrece su espectáculo
    único, de quien sabe
    que en nada podrá hallar mayor apagamiento
    de su sed, pues no hay fuente que sacie como ella.
    Pero es en la sed misma donde logra la  carne
    su más viva aventura, víspera de la fiesta
    total. Ya no es la hora
    al uso, sino instantes dilatados
    por un freno que, a un tiempo, ama romperse
    y quedar. El pasado aventaja al futuro
    siempre; la incitación, a la caída.
    Se cae  lentamente,
    se ceba de demora la promesa,
    tal si lo por venir ya no pesara
    o pudiera el presente con su peso.
    Y ahí están, tentadores, esos frescos racimos.



    LA GRIETA

    En algún lado se prepara, mulle
    su terrizo jergón, abre sus labios
    secos y se dispone
    a recibirnos. Sabe que sobre ella nacimos
    y que vamos cayendo, cada vez más deprisa,
    derechamente a ella. Sabe que no es posible
    guardarlo todo, sabe
    que en la caída mucho se pierde y que tan sólo
    acogerá un residuo: cenizas de unos fuegos
    artificiales, luces
    en la festiva noche de un verano
    fugar.  Pero es solemne
    su beso para aquellos que presencian
    cómo lo da, y preciso
    es que se disimule la carroña
    venidera con ritos y con flores,
    con palabras y vida
    presentes. Y se adorna, no para el que no espera
    ya, sino para los que
    se sueñan inmortales todavía.
    De ellos quiere ser y a ellos aguarda
    con sus fúnebres ramos.




    De Momento musical (1982):


    I

    La ocasión brilla inmóvil.
    Nada se agita, salvo el mar que insiste
    mas no transcurre (y colabora al mismo
    giro con que el instante se luce aconteciendo
    sin acabar). No fuerza
    lo contemplado al pensamiento: acaso
    lo contrario suceda, penar suspenso obligue
    a la clara quietud inusitada,
    tersa, pulida lámina de hielo,
    ya casi línea, casi punto, casi
    eternizada negación. Se habita
    en la cárcel de un puro,
    transparente cristal que no se raya
    herido por el tiempo.



    VII

    ¿Y qué es el mundo y qué es creer y cuánto
    puede durar la sensación de estarse
    sin durar? ¿Qué materia,
    con qué elaboración, a qué cuidados
    sometida, logró pensarse, verse
    espejo de su espejo,
    convencida de sí, perenne, sola,
    sin origen ni dios? En ocasiones
    muy extrañas, de pronto, sin que nunca
    sepamos el porqué, sentimos algo
    que rebasa el instante del brota:
    el ayer y el mañana son fechas que señalan
    lo que está. Y el presente
    abandona la huida.




    De Tres oraciones fúnebres (1983):


    LA CAÍDA DEL  HÉROE

    No es hermosa la guerra, pero vestirse puede
    hermosamente, y sabe conducir al engaño
    con brillantes corazas al moho inasequibles
    y con rojas insignias de valor; no es hermosa,
    pero entierra a sus muertos en los campos de trigo,
    y pinta de oro viejo la sangre del que vence,
    disimulando vigas quemadas, pechos rotos,
    negros crespones, gritos no atendidos por nadie,
    niños que un día corrieron en una quieta plaza,
    polillas que se comen las enormes banderas.

    Toledo esculpe grandes escudos en sus pórticos.
    Se habla de hazañas, sueños de los adolescentes
    que acarician cinturas a la orilla del Tajo
    con el pecho inclinado a un mar de lanzas ebrias
    que al dios de Europa siguen. Salicio y Nemoroso
    añoran enrolarse, dejar ganados, fuentes
    cristalinas, ser claros, famosos caballeros
    de rocío. (Una torre, en un lugar lejano,
    jornada tras jornada, cultivada su sombra
    e incubaba el designio de la adversa luces.)

    Cuando levanta el vuelo, guerra y amor se juntan
    compatibles a veces. Detener a los turcos
    o hallarse en las empresas del sur le dan relatos
    honrosos, entre besos y caricias. Posible,
    que una herida en el brazo derecho dé motivo
    para un feliz poema de enamorados versos.
    También los labios puede que sean más afables
    después de una lanzada. En las tardes de Nápoles,
    lentamente vencidas, gozaba Garcilaso,
    entre demás solícitas, todas sus dulces prendas.

    Y en la villa de Muy vivían doce hombres
    y dos adolescentes No sabían de glorias
    militares; ganaban el pan de cada día
    con distintas destrezas, y a la noche tomaban
    el gusto de la carne, del vino y de los juegos,
    al amor de una lumbre pacífica de leñas
    cortadas por sus brazos. Y tenían sus nombres;
    para ninguna crónica, pero suyos, oídos
    de bocas de sus madres y sus files amadas.
    Y hablaban del vecino fantasma de la guerra.

    Un fantasma recorre Europa, el mundo, nadie
    le llama camarada, salvo los que querían
    sazonar con lujuria de muerte los emblemas
    de sus dinteles. Una tinta espesa de humo
    y sangre empapa campos y aldeas designadas
    por un dedo furioso y anillado. La sombra
    se acerca a Muy; al filo del horizonte crujen
    llamaradas de pánico. Se habla de los que fueron
    sacados de su broza, desanidados, lejos
    de los suyos mandados a remar a galeras.

    Las imperiales flotas necesitan de brazos
    encadenados. Golpes de timbal acompasan
    el reloj de los remos que aleja de la antigua
    libertad. Suena el cuero en espaldas desnudas,
    y hay un aire salino que a las máquinas nutre
    y embriaga los recuerdos. No, no irán a ese sitio.
    Doce hombres oscuros y dos adolescentes
    deciden que a ese sitio no irán. Cerca de Muy
    existe una alta torre que cultiva su sombra
    y observa en las estrellas un siniestro presagio.

    Allá se refugiaron, para ver si pasada
    era la guerra y toda su cohorte de hierros
    y fogatas. No puede ser ajena una torre
    al paso de la muerte. Un palaciego intenta
    subir, y en el segundo solar escucha un grito.
    Cuando lo sabe el César, despacha a algunos nobles
    caballeros, no fuese que allí los enemigos
    si hicieran fuertes. «Somos de esta tierra de Francia»
    -les responde la torre-. Pues no son de la furia
    que quemaba sus campos, no caerían en ella.

    Mordió el cañón el muro, y adosando una escala
    entró por la tronera quien tuvo más arrojo
    entre los españoles. Otros dos caballeros
    disputaron la vez de seguirle. «Suplícoos
    -le dijo a un Maldonado don Guillén de Moncada-
    que cedáis la honra». «Poca es, mas tenedla»
    -le replicó. Subía, con Guillén, Garcilaso,
    cuando desde lo alto cayó una enorme piedra
    (que otra cosa no había con la que aquellos pobres
    campesinos pudieran intentar defenderse).

    Muy mal descalabrado, el guerrero poeta
    murió a los pocos días. Dicen que fue asistido
    por el joven biznieto del Siervo de los Siervos
    de Dios, en la vecina ciudad de Nicia, atónito
    ante tanta promesa súbitamente rota,
    la soledad siguiendo, rendida a su fortuna.
    ¿Nunca hubiese salido de su regado valle
    aquél a quien las ninfas del Tajo le anunciaban
    mirto y laurel! ¿Quién puso dentro de aquella torre
    la terrible semilla de un árbol de silencio?

    «Es preciso rendirse» –dijo el que más sabía
    de cosas de la guerra. ¿Quién pondrá resistencia
    al mundo? ¿Qué cobijo puede entregar un poco
    de altura? Y las banderas arrió de su miedo,
    soga abajo. Los otros no querían: en muchas
    villas, a los rendidos mandaron a la flota
    imperial. «Yo os concedo –prometió el Poderoso-
    no ir a las galeras». Bajaron uno a uno,
    cada cual con su espanto y su esperanza. Pronto
    se vio que no eran hechos para buenos soldados.

    Mas palabra de rey es palabra de rey.
    No remaron (tampoco oyeron más las voces
    queridas, ni al trasiego del pueblo en paz tuvieron
    ocasión de volverse). Lo dicho, dicho: nunca
    irían a los mares inquietos. Y los once
    hombres (nada sabemos del otro), para ejemplo
    de pacíficos, fueron colgados de sus cuellos,
    uncidos a la muerte con gruesos nudos, perchas
    fueron para los grajos, para los buitres fueron
    alimento entregado por la feliz victoria.

    En cuanto a los dos jóvenes, perdieron sus orejas
    en castigo, no oyesen jamás aquel soneto
    que dice: ...en un desierto, do nadie atravesaba...
    ni aquel otro que a Marte se refiere, y termina
    diciendo: ...temerosa, y en llanto y en ceniza
    me deshago
    . Que ha muerto un poeta, y se siente
    herida y moribunda la creación. De otro modo
    me duelo, viendo ahora caer la gran coraza
    de aquel pastor del Tajo. Si algún día volviera,
    os digo que yo nunca sería su escudero.



    SIC TRANSIT

    La muerte se contagia como un llanto solemne
    que interpone una gasa entre el mundo y el miedo;
    o como una sardónica isa que lo perfora
    todo, y que se complace en quebrar los cristales
    o en corromper con grietas la piel de los violines.
    Es preciso vencerla con su misma artimaña,
    mirándola de frente con las cuencas vacías,
    tocándola con dedos desprovistos de carne,
    nombrándola de cerca, sin temor a su nombre,
    igual que quien vomita una espesa palabra.

    Don Miguel de Mañara la ha visto en una calle
    oscura, mientras dobla la campana del pánico
    y el disgusto carcome un sucio amor reciente.
    Su fiel apóstol fue, su sumo sacerdote.
    En los trapos más asperos y en las más amarillas
    lacras la perseguía, no dejándole anuncio
    sin mostrar. Predicaba su negro advenimiento,
    y  ponía su sello sobre pieles y joyas,
    sembrando de gusanos la oquedad de las mitras,
    y con triste saliuva la opulencia del oro.

    Encontró su verdad, el hervor del discurso
    de timbales cubiertos con los espesos paños
    de un deseo sin límites de hundirse en la tiniebla,
    si no en la luz. ¿Mas cómo, sin lenguaje, de cuerpo
    presente, su caricia de amante ensayaría?
    ¿Cómo verla en su cripta recoleta, la gota
    de agua filtrada yendo a posarse en los labios
    lívidos? Hospitales no dan razón: apenas
    hilos que cuando apuntan a tejer se deshacen
    en un fin que no es todo lo que el amor le pide.

    A Juan Valdés Leal le suplicó: "Figúrala:
    hazme mi sueño, tú que sabes; pon cabezas
    servidas en bandejas de estaño, con los cuellos
    ostentando sangrientas cañerías, inútiles
    ya. Otros armen la gloria de cielos prometidos:
    tú al tránsito te ciñas, a la estancada ría
    donde me siento ir, donde se irá mi mucha
    dignidad, en pedazos deshecha. Di que todo
    pasa, que nada importa salvo que se recuerde
    que supimos a tiempo ver nuestra podredumbre".

    Sevilla era una fiesta, un revuelo de telas
    de colores, cubriendo dorados monumentos

    paseados por largos arenales. Bullía
    la inocente canalla, lejos de los problemas
    del porvenir, uncida a un juego acre y sonoro,
    estallante de días lúdicos o geniales.
    Bajó Valdés al tártaro de la misericorid
    usual, y halló en las criptas las losas que dejaban
    paso a otros subterráneos donde nada se oye
    de la concupiscencia de abril, que danza y grkita.

    Allí la repugnante avería del tiempo,
    desembocado nunca, hervía en los despojos
    de la luz celebrada. La tierra era un residuo
    de propósitos vacuos, un almacén de empresas
    intentadas sin mérito, un aljibe de impuras
    mauinaciones. Como quien abre estores grises,
    aparta telarañas que celan el misterio
    y arraciman sus hilos quemados por la vela
    humeante, respira el hedor del subsuelo
    de un sucio paraíso minado por las sombras.




    De Ocasionales réplicas (1986):


    VITA FACTA MOMENTIS

    Hoy es el primer día del tiempo que me queda,
    y quiero celebrarlo bebiéndome contigo
    un trago de esperanza.
    ............................................Lo de de atrás ya está hecho:
    invítame al futuro, por corto que resulte.
    Pon con aire solemne, como quien inaugura,
    la primera caricia de esta pequeña torre
    de instantes que a tu lado
    aún más breves serán. Demórate en la dulce
    ceremonia del beso, no pensando en aquéllos
    que a éste se adelantaron
    sen los que nos faltan. Incluso olvida el roce
    que los labios tuvieron hace un punto. Es ahora,
    en este ahora inaprensible, cuando
    sentimos que amanece.




    De Poemas de la teja y Nuevos poemas de la teja (1998-2000):


    PREGUNTAS

    Como Job me resisto
    a haber perdido lo que amé, a que todo
    en vacío termine o en memoria
    y olvido. ¿No hay tesoros
    que guardar, sólo huellas
    de tesoros, mendaces derroteros,
    mapas de tristes islas
    en las que un viejo cofre
    vacío, descerrajado
    ríe? ¿Sólo señales
    quedan, que un agua terca
    y sucia invade lentamente y borra?
    Desnudos y llagados,
    vamos quedando pobres
    de tiempo y beberemos
    pronto nuestra poción de soledades
    en un desván de inmóviles relojes.
    ¿No sabremos que fuimos
    y que hasta el fin tuvimos la esperanza
    de sentirnos amados por un padre?



    ESTE POEMA

    Lo que una herida abierta
    diría si pudiese,
    lo que hablase una herida
    que empapara sus vendas con palabras
    de sangre viva, mal deletreadas
    con esfuerzo, el absurdo
    razonamiento de una herida, este
    poema es. No dice nada, sólo
    rezuma, frita ay, se calla y luego vuelve
    a su sólita queja, si los labios
    logran desmesurarse.
    .....................................Una herida carece
    de elocuencia, y acaba
    por resignarse a su dolor, dejando
    que el líquido dibuje, piel abajo,
    líneas de indiferente
    melancolía, líneas para que nadie entienda
    lo que quieren decir.
    ..................................Este poema
    intenta supurar una infinita
    desesperanza, y pide
    perdón al que lo lea y se contagie.



    OLAS

    Cuántos años hará que no me siento
    a ver el mar. No quise que supiera
    que mi piel no resiste ya su embate
    ni el del sol, que su arena
    no se presta a los juegos
    cansados del que espera
    su vez ante la noche. Todo el gozo
    reside en la mañana. Mi mar atesorado
    es aquél que caló en el sumidero,
    y dejó en la memoria el leve poso
    de sal con que sazona
    la desvaída imagen de un niño que corría,
    esperando aún, desde el proyecto
    a la desilusión.
    ..........................A mis espaldas
    está: no tengo huecos
    que den a él. Me cierro
    en la nostalgia y quiero pensar que ha envejecido
    su azul y su rumor, que ya no es lo que era,
    como yo no lo soy.


    _________________
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