Es el típico sudaca, debe de ser mejicano o peruano, o algo así, de alguna de las viejas colonias. ¿Qué coños hará en España? Por su aspecto debe ser obrero o campesino. No hay mayor apertura democrática que en un vagón del Renfe, aquí se sienta uno junto a autóctonos como éste, negros africanos o musulmanes cafés. Se deberían quedar en sus lugares de origen, no venir a quitar empleos a españoles auténticos. Míralo, no sabe qué hacer, ese suéter debe ser de la época de la revolución de su país, seguro que es mejicano, esos son los peores, se sienten orgullosos de su mestizaje, de la sangre española que por sus venas corre desde el siglo XVI, cuando Cortés con un par de cientos de soldados castellanos conquistó como a veinte países; claro, inteligencia y estrategia españolas contra ingenuidad nativa, cambiaban lingotes de oro por un espejo o por una gallina, gilipollas tercermundistas; ¿Qué rayos irá a hacer a Toledo? ¿Se habrá ganado el premio gordo de la lotería y está haciendo Europa?, ¿qué puede entender un aborigen patarrajada como éste de la magnificencia de la arquitectura mudéjar, o de la obra de El Greco; del Alcázar o de la Catedral gótica?; estos viven en pirámides de piedra, hacen todavía sacrificios humanos y son antropófagos; basta oír su música típica: los mariachis, coño, puro escándalo, y al primer acorde gritan los mejicanos como salvajes en una orgía de sangre.
Este pinche gachupín no se ha bañado en una semana por lo menos; hiede a madres, no sé cómo no se dan cuenta, ¿no se olerán a sí mismos, o unos a otros? Por lo menos, los que llegan a México se vuelven limpios, se bañan y se afeitan como gente civilizada; se vuelven panaderos, o aboneros de ropa y se casan con mexicanas; y claro, las súbditas de la Malinche felices con sus maridos de importación aunque sean ignorantes y cerrados. Nadie puede negar que los españoles, en especial los gallegos como mi tío Gabino son más tercos que una mula; lo que debo reconocer es que los españoles que viven aquí en España son más simpáticos que los que viven en mi país; esos llevan treinta años viviendo en México y hablan como si hubieran llegado una semana antes, con ese seseo mamón; pueden tener bisnietos en México y le siguen yendo al Real Madrid, comiendo fabada y morcilla, ni siquiera aprecian un buen taco de carnitas o de barbacoa; por eso les mandamos a Hugo Sánchez, para que les enseñara a meter goles, a ver qué opina este cabrón de los cinco Pichichis que ganó; me está viendo feo, no se me vaya a subir lo insurgente y le agarre dos o tres madrazos, estos hijos de la chingada creen que estamos en el siglo XVI todavía, que somos puros indios tlaxcaltecas y que obedecemos a la Corona; cuál Corona, sus reyes nada más sirven para escenografía, el que manda aquí es el cuate ese, Zapatero, qué nombrecito.
Deberían prohibir la entrada a estos tipos, nada más contaminan el ambiente. Míralo, con sus bigotes de Cantinflas y su acento de manito, órale mano, vamos a comer tacos; está leyendo El País, ha de entender una puñeta de los asuntos de España; Si Hernán Cortés no hubiera sido tan idealista, y los inquisidores tan quisquillosos, hubieran eliminado a todos estos indios y México, y todos los países Iberoamericanos serían como Estados Unidos, pero hablando el castellano, el idioma universal que los indianos echan a perder con sus regionalismos, es increíble cómo la Real Academia de la Lengua admite que hablen así y le llamen español. Basta ver un informativo mejicano para darse cuenta lo que son; en México hay una guerra entre los narcotraficantes y la policía, que no se resuelve por la corrupción, nadie sabe quiénes son los malos y quiénes los buenos; tuvieron durante setenta años al mismo partido político con presidentes omnipotentes, una dictadura disfrazada de democracia; sueñan con ser estadounidenses, mi hermano estuvo en México y me dijo que comen comida rápida, hamburguesas, pizza, sushi, los tacos y el mole quedaron como recuerdo antropológico.
Y ustedes qué, ojetes, Franco duró más años que el PRI en México; siguen soñando con reyes y princesas, se quedaron atrapados en la edad media, por eso los vascos y los catalanes se quieren independizar, están unidos a huevo, pero ellos no se sienten españoles; basta leer su periódico para darse cuenta de que en todos lados se cuecen habas; no pueden compararse los problemas de rebeldía de México, el EZLN, con la ETA, aquí los terroristas no se conforman con hacer la guerrilla en Internet; están invadidos también por inmigrantes de todas partes, tienen tropas en Irak, son socios de Bush, por lo menos lo era Aznar, el otro presidente; no aprecian lo bien que los tratamos, si supiera este baboso cuántos españoles fueron recibidos con los brazos abiertos el siglo pasado, no me vería como si fuera un delincuente. Cuando la bota de la dictadura sometió a la República, toda una generación de científicos, artistas, políticos, filósofos, escritores fueron bienvenidos en México, como hermanos; lo bueno es que nos mandaron a lo mejorcito, no como en la conquista; durante la guerra civil se fueron a México los intelectuales que no soportaban o criticaban la dictadura; Lázaro Cárdenas recibió a todos los desterrados, y muchos de esos españoles se volvieron empresarios multimillonarios en nuestro país. Pa’ que no me estés viendo feo, gachupín de mierda.
Ése es un mito que ustedes solitos crearon. Es cierto que recibieron a los exiliados españoles de la guerra civil, pero mi abuelo —que estuvo ahí— me contó que los mexicanos trataron muy mal a los recién llegados. Les llamaban rojos o gachupines, como siempre nos han dicho, y los quince de septiembre, cuando los mexicanos celebran la independencia se tenían que esconder bajo llave, cuántas humillaciones tuvieron que pasar antes de ser aceptados, si es que ya lo son ahora; qué estará tomando este gilipollas, no puede negar la cruz de su parroquia, sacó una botella, qué es, ah tequila, claro, por eso son tan feos, porque toman esas bebidas salvajes, tequila reposado, nunca en mi vida probaría eso, mejor saco mi bota, para que el indio aprenda a tomar algo bueno, comeré un bocado de la tortilla que me dio mi esposa; coño, puñeta, este aborigen me ofrece un trago de su tequila, cómo podré decir que no, que no bebo porquerías, sin ofenderlo, después de todo tuvo la amabilidad de ofrecerme un trago.
Ésta es mi estación, coño, no puedo ni ponerme de pie; que borrachera me puse, claro, tomando tequila con tal de ser amable con el mejicano, lo que hace uno por conservar el buen nombre de España; en realidad hay que agarrarle el gusto, primero raspa un poco, pero al tercer trago empieza a entrar con facilidad; pobre, se quedó dormido, por supuesto, si se terminó la bota; está bien, para que aprenda a beber vino español, espero que despierte a tiempo, no se vaya a pasar de su estación. Después de todo es simpático el sudaca este.
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