Aires de Libertad

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    Mensaje por Maria Lua Mar 05 Nov 2024, 08:08

    3

    Al amanecer, eché mi red al mar.
    Arranqué al oscuro abismo extrañas maravillas: unas brillaban
    como sonrisas, otras como lágrimas, y algunas se coloreaban
    como las mejillas de una novia.
    Cuando volví a casa, cargado con mi precioso botín, mi amada
    estaba sentada en el jardín y deshojaba, indolente, los pétalos
    de una flor.
    Dudé un instante, luego dejé a sus pies todo cuanto había
    arrancado al mar y quedé silencioso.
    Ella lo miró y dijo: “¿Qué son esas cosas tan raras? ¿Cuál es su
    utilidad?”
    Avergonzado, incliné la cabeza y pensé: obtener esto no me ha
    costado esfuerzo alguno: ni siquiera lo he comprado; no son
    regalos dignos de ella.
    Pasé la noche tirando los tesoros a la calle.
    Al día siguiente pasaron unos viajeros, los recogieron y se los
    llevaron a lejanos países.



    4


    Ay, ¿por qué han edificado mi casa junto al camino que lleva a
    la ciudad? Amarran sus barcas cargadas junto a mis árboles.
    Van y vienen y se mueven a su antojo.
    Me siento y los contemplo, y mis horas se consumen.
    No puedo echarles. Y así paso los días.
    Sus pasos suenan día y noche ante mi puerta.
    Es inútil que les diga: “No os conozco”.
    Toco a unos, siento el olor de otros; a éstos los llevo en la sangre
    de mis venas, y aquéllos pueblan mis sueños.
    No puedo echarlos. Les llamo y les digo: “Que entren en mi
    casa los que quieran. Sí, que entren”.
    Al amanecer, dobla la campana del templo. Llegan con cestos
    en las manos.
    Sus pies han enrojecido y la primera luz del alba ilumina sus
    rostros.
    No puedo echarlos. Les llamo y les digo: “Venid a mi jardín a
    coger flores, venid”.
    A mediodía se oye el gong de la verja del palacio.
    No sé por qué abandonan su trabajo y se acercan a mi seto.
    Las flores de sus cabellos palidecen y se mustian: las notas de
    sus flautas languidecen.
    No puedo echarlos. Los llamo y desdigo: “Hay sombra
    refrescante bajo mis árboles. Venid, amigos”.
    De noche, los grillos cantan en el bosque.
    ¿Quién llega lentamente hasta mi puerta, y llama en ella?
    Distingo vagamente su rostro... No pronunciamos ni una
    palabra.
    El silencio del cielo lo envuelve todo.
    No puedo echar a mi callado huésped.
    Contemplo su rostro en la noche y transcurren horas de
    ensueño.


    5


    No hallo reposo.
    Tengo sed de infinito.
    Mi alma languideciente aspira a las misteriosas lejanías.
    Gran Más Allá, ¡qué profunda es la llamada de tu flauta!
    Olvido siempre, siempre, que no tengo alas para volar, que
    estoy eternamente atado a la tierra.
    Mi alma es ardiente y huye el sueño; soy un extraño en un país
    extraño.
    Tú murmuras a mi oído una esperanza imposible.
    Mi corazón conoce tu voz como si fuera suya.
    Gran Desconocido, ¡qué profunda es la llamada de tu flauta!
    Olvido siempre, siempre, que ignoro el camino, que no poseo
    un caballo alado.
    No puedo hallar descanso; soy un extraño para mi propio
    corazón.
    En la soleada niebla de las horas lánguidas, ¡qué grandiosa
    visión de Ti aparece en el azul del cielo!
    Gran Arcano, ¡qué profunda es la llamada de tu flauta!
    Olvido siempre, siempre, que están cerradas todas las puertas
    de esta casa en la que vivo solo.





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    Rabindranath Tagore (1861-1941) - Página 34 Empty Re: Rabindranath Tagore (1861-1941)

    Mensaje por Maria Lua Vie 08 Nov 2024, 09:51

    6



    El pájaro preso vivía en una jaula, y el pájaro libre en el bosque.
    Se encontraron por azar. El pájaro libre grita: “Amor mío,
    volemos hacia el bosque”.
    El pájaro preso murmura: “Ven aquí, vivamos juntos en la
    jaula”.
    “Entre estos barrotes, ¿podré extender mis alas?” dice el pájaro
    libre. “Ay, lamenta el prisionero, yo no sabría posarme en el
    cielo”.
    “Amor mío, ven conmigo a cantar las canciones del bosque”.
    “Quédate junto a mí. Te enseñaré una música muy hermosa”.
    El pájaro del bosque replica: “No, no. No se pueden enseñar las
    canciones”.
    El pájaro enjaulado dice: “Ay, yo no conozco los cantos de los
    bosques”. Tienen sed de amor, pero no pueden volar ala con
    ala.
    Se miran a través de los barrotes de la jaula, pero su deseo es
    inútil.
    Aletean y cantan: “Acércate más, amor mío”.
    El pájaro libre grita: “No puedo, las puertas cerradas de tu jaula
    me dan miedo”.
    “Ay, dice el cautivo, mis alas no tienen fuerza, han muerto”.






    7





    Madre, el joven Príncipe pasará por aquí. ¿Cómo quieres que
    trabaje esta mañana?
    Dime cómo he de peinarme y qué vestidos debo ponerme.
    ¿Por qué me miras tan asombrada, madre?
    Sé muy bien que él no mirará mi ventana, que desaparecerá en
    un abrir y cerrar de ojos, y que sólo los sollozos de su flauta
    lejana llegarán a morir hasta mi oído.
    Pero el joven Príncipe pasará por aquí, y para esta ocasión
    quiero ponerme lo mejor que tengo.
    Madre, el joven Príncipe ha pasado por aquí y el sol de la
    mañana brillaba en su carroza.
    Me quité el velo, me arranqué el collar de rubíes y lo eché a sus
    pies.
    ¿Por qué me miras tan asombrada, madre?
    Sé muy bien que no recogió mi collar: sé que mi collar fue
    aplastado por las ruedas de su carroza, dejando una mancha
    roja en el polvo; nadie supo cuál era mi regalo ni a quién iba
    destinado.
    Pero el joven Príncipe ha pasado por aquí y he ofrecido a su
    paso el tesoro de mi corazón.







    8



    La lámpara se extinguió junto a mi cama, y al amanecer me
    desperté con los pájaros.
    Me senté ante la ventana abierta y adorné mis cabellos sueltos
    con una guirnalda de flores.
    Por entre la neblina rosada del alba vi al joven viajero que
    avanzaba por el camino.
    Traía al cuello un collar de perlas y los rayos del sol
    resplandecían en su corona. Se detuvo ante mi puerta y me
    preguntó, ávido: “¿Dónde está ella?”
    Avergonzada, no acerté a decirle: “Ella soy yo, joven viajero,
    ella soy yo.
    Caía la tarde y la lámpara no se había encendido.
    Distraídamente, yo trenzaba mis cabellos.
    El joven viajero llegó en su carroza, envuelto en el esplendor
    del sol poniente.
    Sus caballos despedían espuma y sus vestidos estaban cubiertos
    de polvo.
    Descendió ante mi puerta y me preguntó con voz cansada:
    “¿Dónde está ella?”
    Avergonzada, no acerté a decirle: “Ella soy yo, fatigado viajero,
    ella soy yo”.
    En la noche de abril arde la lámpara de mi estancia.
    Sopla dulcemente la brisa del sur.
    El escandaloso loro duerme en su jaula.
    Mi vestido tiene el color del cuello de un pavo real y mi manto
    es verde como la hierba nueva.
    Estoy sentada en el suelo, cerca de la ventana, contemplando la
    calle desierta.
    A través de la noche oscura murmuro sin cesar: “Ella soy yo,
    viajero desesperanzado,ella soy yo”.








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    Mensaje por Maria Lua Dom 10 Nov 2024, 13:33

    9



    Cuando, anochecido, voy sola a mi cita de amor, los pájaros no
    cantan, el viento no alienta y a ambos lados de la calle las casas
    están silenciosas.
    A cada paso mis pies se hacen más pesados, y me da
    vergüenza.
    Cuando, sentada en el balcón, espero oír si se acerca mi amado,
    las hojas se callan en los árboles y el agua está inmóvil en el río,
    como la espada en las rodillas del centinela dormido.
    Mi corazón, en cambio, late desordenadamente. No sé cómo
    apaciguarlo.
    Cuando mi amado llega y se sienta junto a mí, tiembla todo mi
    cuerpo, los párpados me pesan, la noche se oscurece, el viento
    apaga la lámpara y las nubes extienden un velo sobre las
    estrellas.
    Sólo la joya de mi pecho brilla y esparce su claridad; no sé cómo
    esconderla.




    10



    Mujer, deja ya tu trabajo. Atiende, el huésped ha llegado.
    ¿No oyes cómo quita suavemente la cadena que cierra la
    puerta? No hagas ruido, ni te precipites a su encuentro.
    Deja ya tu trabajo, mujer. El huésped ha venido esta noche.
    No, no es el soplo de un espíritu, mujer, nada temas.
    La luna llena brilla en la noche de abril; en el patio las sombras
    son claras; en lo alto, el cielo es luminoso.
    Cúbrete el rostro con el velo, si ha de ser así, y llévate la
    lámpara a la puerta, si tienes miedo.
    No, no es el soplo de un espíritu, mujer, nada temas.
    No le digas nada, si eres tímida; quédate al lado de la puerta,
    cuando pase.
    Si te hace preguntas puedes bajar la mirada, si quieres, en
    silencio.
    Procura que tus brazaletes no tintineen, cuando le invites a
    entrar con la lámpara en la mano.
    No le hables, si eres tímida.
    Mujer, ¿aún no terminaste tu trabajo? Atiende, el huésped ha
    llegado.
    ¿No encendiste la lámpara del establo? ¿No preparaste el cesto
    de las ofrendas para el ritual de la noche?
    ¿No has hecho todavía la señal roja de la fortuna en la raya de
    tu pelo, ni te has vestido para la noche?
    Oh mujer, ¿oyes? El huésped ha llegado.
    Deja ya tu trabajo.




    11



    Ven como estés, no te demores más.
    Si se te ha deshecho la trenza, si no es recta la raya de tu pelo, si
    las cintas de tu corpiño no están atadas, ¿qué importa?
    Ven como estés, no te demores más.
    Ven, con presteza, por la hierba.
    Si el rocío hace resbalar la correa de tu calzado, si en tus tobillos
    se entreabren las ajorcas de campanillas, si se pierden las perlas
    de tu collar, ¿qué importa?
    Ven, con presteza, por la hierba.
    ¿No ves cómo las nubes cubren el cielo? Bandadas de cigüeñas
    se levantan a lo lejos, desde la orilla, y furiosas ráfagas de
    viento se precipitan sobre el yermo.
    El ganado, inquieto, se refugia en los establos.
    ¿No ves cómo las nubes cubren el cielo? Es inútil que enciendas
    la lámpara para mirarte: vacila y el viento la apaga.
    ¿Quién puede descubrir que no has pintado tus párpados con
    hollín? Tus ojos son más oscuros que los nubarrones de la
    lluvia.
    Es inútil que enciendas la lámpara, se apaga.
    Ven como estés, no te demores más.
    ¿Qué importa que tu guirnalda no esté trenzada?
    Deja ya tu brazalete, aunque no esté cerrado.
    Las nubes oscurecen el cielo, y es tarde.
    Ven como estés, no te demores más.




    21
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    Rabindranath Tagore (1861-1941) - Página 34 Empty Re: Rabindranath Tagore (1861-1941)

    Mensaje por Maria Lua Mar 12 Nov 2024, 19:48

    12



    Si, por hacer algo, quieres llenar tu cántaro, ven, ven a mi lago.
    El agua envolverá tus pies y te murmurará su secreto.
    La sombra de la lluvia cercana se extiende sobre las dunas y las
    nubes bajas descansan en la línea azul de los árboles, como tu
    pesada cabellera sobre tus cejas.
    Conozco el ritmo de tus pasos, que resuena en mi corazón.
    Si debes llenar tu cántaro, ven, ven a mi lago.
    Si quieres permanecer sentada, perezosamente, y dejar que tu
    cántaro flote sobre el agua, ven, ven a mi lago.
    La hierba de la orilla es verde y por doquier se abren
    innumerables flores silvestres.
    Tus pensamientos emigrarán de tus ojos oscuros como los
    pájaros de sus nidos.
    Tu velo caerá a tus pies.
    Si debes permanecer ociosa, ven, ven a mi lago.
    Si, abandonando tus juegos de siempre, quieres zambullirte en
    el agua pura, ven, ven a mi lago.
    Deja en la playa tu manto azul, y el agua más azul te envolverá.
    Las olas se dulcificarán para acariciar tu cuello y susurrar a tu
    oído.
    Ven, ven a mi lago si quieres zambullirte en él.
    Si, insensata, buscas la muerte, ven, ven a mi lago. Es frío e
    insondable.
    Es sombrío como una noche sin ensueños.
    En sus abismos no cuentan las noches, y los días y los cantos
    son silencio.
    Ven, ven a mi lago si quieres sumergirte en la muerte.





    13



    Yo no pedía nada. Me quedé de pie en el lindero del bosque,
    detrás del árbol.
    Los ojos de la aurora apenas se habían entreabierto y el rocío
    estaba en el aire todavía.
    El perezoso aroma de la hierba flotaba en la neblina que
    planeaba sobre la tierra.
    Para ordeñar la vaca con tus manos tiernas y frescas como la
    mantequilla, estabas bajo el banano.
    Yo no me movía.
    No dije una palabra, sólo el pájaro cantó, escondido en la
    espesura.
    Las flores del mango caían sobre el camino del pueblo, y las
    abejas, una tras otra, acudían a zumbar a su alrededor.
    Cerca del estanque se abrió la puerta del templo de Shiva y el
    adorador inició sus cánticos.
    Tú, con la jarra en las rodillas, ordeñabas la vaca.
    Yo seguía de pie, con mi cántaro vacío.
    No me acerqué a ti.
    El día despertó con el sonido del gong del templo.
    Los rebaños levantaron el polvo del camino.
    Las mujeres volvían del río llevando en la cadera las cántaras
    rumorosas.
    Tus brazaletes tintineaban y la espuma de la leche se derramaba
    de tu jarra.
    Transcurrió la mañana, y no me acerqué a ti.





    14




    Al atardecer las ramas de los bambúes se estremecían al viento,
    y yo, no sé por qué, andaba por el camino.
    Las sombras alargadas se asían a la luz fugitiva.
    Los pájaros se habían cansado de cantar.
    Yo, no sé por qué, andaba por el camino.
    Un árbol de ramas caídas da sombra a la choza cercana al río.
    Alguien trabaja en ella. En el interior de la estancia se oye el
    tintineo de unos brazaletes.
    No sé por qué yo permanecía ante la choza.
    El camino, angosto y retorcido, cruza campos de mostaza y
    bosques de mangos.
    Pasa por el templo del pueblo y el mercado junto al río.
    Me detuve ante la choza, no sé por qué.
    Hace mucho, mucho tiempo, hubo un fresco día de marzo; la
    primavera suspiraba lánguidamente y las flores del mango
    caían en el polvo.
    El agua tumultuosa saltaba y lamía un cántaro de cobre.
    Pienso, no sé por qué, en aquel fresco día de marzo.
    Las sombras se hacen más densas, el ganado vuelve a su
    majada. Una luz gris se extiende sobre la pradera solitaria.
    En la orilla, los aldeanos esperan la llegada de la barca.
    Lentamente, vuelvo sobre mis pasos.
    No sé por qué



    24
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    Rabindranath Tagore (1861-1941) - Página 34 Empty Re: Rabindranath Tagore (1861-1941)

    Mensaje por Maria Lua Jue 14 Nov 2024, 12:46

    15



    Como corre la gacela,
    embriagada en su propio perfume,
    hacia la sombra del bosque,
    así corro yo.

    La noche es noche de mayo,
    la brisa es brisa de mediodía.

    Pierdo mi camino, yerro;
    busco aquello que no puedo encontrar;
    encuentro aquello que no busco.

    Se levanta en mi corazón la imagen de mi deseo,
    y la veo danzar ante mis ojos.
    La centelleante visión asciende.

    Intento atraparla, pero se escapa
    y me deja extraviado.
    Busco aquello que no puedo encontrar;
    encuentro aquello que no busco.





    16




    Nuestras manos se enlazan, nuestros ojos se buscan.
    Así empieza la historia de nuestros corazones.
    Es noche de marzo iluminada por la luna:
    el exquisito perfume del henna flota en el aire;
    mi flauta está abandonada en el suelo
    y no he terminado la guirnalda de flores.
    Este amor nuestro es sencillo como una canción.

    Tu velo color de azafrán embriaga mis ojos.
    La corona de jazmín que trenzas para mí
    me alegra el corazón como una alabanza.
    Jugamos a dar y a negar, a confesar y a disimular,
    entre sonrisas y timideces y dulces luchas inútiles.
    Este amor nuestro es sencillo como una canción.

    No hay ningún misterio más allá del presente,
    ni anhelo de imposibles: es puro hechizo;
    no nos aventuramos en la oscura profundidad.
    Este amor nuestro es sencillo como una canción.

    No nos extraviamos, con las palabras, en un silencio eterno,
    ni tendemos las manos hacia la nada de las esperanzas
    imposibles.
    Nos basta dar y recibir.
    No hemos exprimido las uvas del placer hasta obtener el jugo
    del dolor.
    Este amor nuestro es sencillo como una canción.







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    Mensaje por Maria Lua Vie 15 Nov 2024, 10:23

    17



    El pájaro amarillo canta en el árbol de ellos y mi corazón baila
    de alegría.
    Los dos vivimos en el mismo pueblo, y en eso consiste nuestra
    única dicha.
    Sus dos ovejas preferidas vienen a pacer a la sombra de los
    árboles de nuestro jardín.

    Si se pierden en nuestros campos de cebada, las tomo en mis
    brazos.
    Nuestro pueblo se llama Khanjana y Anjana, es el nombre del
    río.
    Todo el pueblo sabe mi nombre, y el de ella es Ranjana, solo un
    prado nos separa.
    El enjambre de abejas que habita en nuestro jardín busca la miel
    en el suyo.

    Las flores que echan al agua desde su casa flotan en el arroyo
    donde nos bañamos.
    Cestos de flores secas de kusm vienen desde su prado a nuestro
    mercado.

    Nuestro pueblo se llama Khanjana y Anjana es el nombre del
    río.
    Todo el pueblo sabe mi nombre, y el de ella es Ranjana.

    En primavera, el sendero que lleva a su casa está perfumado
    por las flores del mango.
    Cuando su lino está maduro para la cosecha, en nuestro campo
    florece el cáñamo.
    Las estrellas que sonríen en su ventana nos iluminan a nosotros
    con el mismo centelleo.

    La lluvia que llena su cisterna alegra a nuestro bosque.
    Nuestro pueblo se llama Khanjana y Anjana es el nombre del
    río.
    Todo el pueblo sabe mi nombre, y el de ella es Ranjana.





    18




    Cuando las dos hermanas van por agua, vienen hasta aquí y
    sonríen.
    Sospechan que alguien se esconde tras los árboles, siempre que
    vienen por agua.
    Las dos hermanas, cuando pasan por aquí, se hablan al oído.
    Han adivinado el secreto de aquél que se esconde tras los
    árboles siempre que vienen por agua.

    Cuando llegan aquí, sus cántaros se vuelcan súbitamente y el
    agua se derrama.
    Han descubierto que, tras los árboles, un corazón palpita
    siempre que vienen por agua.
    Cuando vienen aquí, las dos hermanas se miran y sonríen.
    Sus rápidos piececitos parecen reír. Y ello confunde a aquel que
    se esconde tras los árboles siempre que ellas vienen por agua.






    19


    Andabas por el camino que bordea el río
    con el cántaro lleno a la cadera.

    ¿Por qué, de pronto, volviste la cabeza
    y me miraste a través de tu largo velo flotante?

    Aquella mirada, escapada de la noche,
    llegó a mí como una brisa
    que, después de haber estremecido el agua,
    se pierde en las sombras de la orilla.

    Aquella mirada llegó a mí como el pájaro nocturno
    que, rápido, entra en la estancia oscura
    por una ventana abierta
    y por otra desaparece en la noche.

    Te has ocultado como una estrella tras la colina,
    y yo sigo en el camino.

    Pero, ¿por qué te detuviste un momento
    y me miraste a través del velo,
    cuando andabas por el camino que bordea el río
    con el cántaro lleno a la cadera?





    29
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    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
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    y tren de tus ilusiones."
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    Rabindranath Tagore (1861-1941) - Página 34 Empty Re: Rabindranath Tagore (1861-1941)

    Mensaje por Maria Lua Lun 18 Nov 2024, 20:21

    20



    Día tras día él llega y se va.
    Ve y dale esta flor de mi pelo, amigo.
    Si te pregunta quién se la envía
    no se lo digas,
    te lo ruego,
    pues si viene es para volverse a ir.

    Está sentado bajo un árbol,
    en el suelo.
    Prepárale un lecho
    de pétalos y hojas, amigo.

    Sus ojos están tristes
    y su mirada pesa en mi corazón.

    Nunca dice qué piensa,
    sólo viene y se va.







    21



    ¿Por qué, al amanecer, el joven viajero vino hasta mi puerta?
    Cada vez que entro y salgo lo encuentro allí, y mis ojos son
    esclavos de su rostro.
    No sé si debo hablarle o seguir callando. ¿Por qué ha venido a
    mi puerta?
    Las nubladas noches de junio son sombrías, y el azul del cielo
    otoñal es muy dulce; pasa, inquieto, el viento de mediodía en
    los días de primavera.
    Su canción siempre ofrece nuevas melodías.
    Dejo mi tarea y se me nublan los ojos. ¿Por qué escogió mi
    puerta?





    22



    Al pasar rápidamente por mi lado,
    me rozó el borde de su falda.

    Como de una isla ignorada,
    me llegó de su corazón
    una súbita y cálida brisa de primavera.

    Me acarició un aliento fugitivo,
    y se desvaneció, como se pierde en el viento,
    el pétalo arrancado a la flor.

    Cayó sobre mi corazón
    como un suspiro de su cuerpo
    y un susurro de su alma.







    23



    ¿Por qué estás ociosa, jugando con tus brazaletes?
    Llena tu cántaro, ya es hora de que entres en casa.

    ¿Por qué estás ociosa, agitando el agua con las manos,
    mientras tu mirada caprichosa se entretiene buscando si viene
    alguien por el camino?

    Llena tu cántaro, y entra en casa.

    Declina la mañana y el agua oscura se derrama.
    Las olas perezosas ríen y murmuran entre sí, jugando.

    Las nubes errantes se reúnen en el horizonte
    sobre las lejanas colinas.

    Se detienen perezosamente a contemplar tu rostro
    y se divierten sonriéndole.

    Llena tu cántaro y entra en casa.








    34
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    Rabindranath Tagore (1861-1941) - Página 34 Empty Re: Rabindranath Tagore (1861-1941)

    Mensaje por Maria Lua Mar 19 Nov 2024, 18:39


    24


    No guardes sólo para ti el secreto de tu corazón,
    amiga mía, dímelo, sólo a mí, en secreto.
    Susúrrame tu secreto,

    tú que tienes una sonrisa tan dulce;
    mis oídos no lo oirán,
    sólo mi corazón.

    La noche es profunda,
    la casa está silenciosa,
    los nidos de los pájaros
    están envueltos por el sueño.

    A través de tus lágrimas vacilantes,
    a través de tus temerosas sonrisas,
    a través de tu dulce vergüenza y tu tristeza,
    dime el secreto de tu corazón.








    25



    —Muchacho, ¿por qué tienes esta mirada enloquecida?
    —Debí de beber algún zumo de adormidera para que los ojos se
    me llenaran de esta locura.
    —!Avergüénzate, pues!
    —Hay prudentes y hay locos, previsores y despreocupados.
    Hay ojos que sonríen y ojos que lloran, y mis ojos están llenos
    de locura.
    —Muchacho, ¿por qué estás tan quieto a la sombra de este
    árbol?
    —Mi corazón pesa en mis pies y descanso a la sombra de este
    árbol.
    —!Avergüénzate, pues!
    —Unos andan por el camino, otros pasean, algunos son libres,
    otros están encadenados, y mi corazón pesa en mis pies.





    26



    —Tomaré lo que quieres darme, nada más te pido.
    —Sí, sí, ya te conozco, mendiguito, y sé que quieres cuanto
    tengo.
    —Si me dieras esta pequeña flor la llevaría sobre mi corazón.
    —¿Y si tiene espinas?
    —La tomaría también.
    —Sí, sí, ya te conozco, mendiguito, y sé que quieres cuanto
    tengo.
    —Una mirada de tus ojos amorosos endulzaría mi vida por
    toda la eternidad.
    —¿Y si mi mirada fuera cruel?
    —Guardaría su herida en mi corazón.
    —Sí, sí, ya te conozco, mendiguito, y sé que quieres cuanto
    tengo.




    27




    —Cree en el amor, aunque sea una fuente de dolor. No cierres
    tu corazón.
    —Amigo mío, tus palabras son oscuras, no puedo entenderlas.
    —El corazón se ha hecho para entregarlo con una lágrima y una
    canción, amada mía.
    —Amigo mío, tus palabras son oscuras, no puedo entenderlas.
    —La alegría es frágil como una gota de rocío y muere
    sonriendo. Pero la pena es poderosa y tenaz. Deja que un
    doloroso amor despierte en tus ojos.
    —Amigo mío, tus palabras son oscuras, no puedo entenderlas.
    —El loto prefiere florecer al sol y morir, a estar encerrado en el
    capullo durante un invierno inacabable.
    —Amigo mío, tus palabras son oscuras, no puedo entenderlas.







    38
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    Rabindranath Tagore (1861-1941) - Página 34 Empty Re: Rabindranath Tagore (1861-1941)

    Mensaje por Maria Lua Ayer a las 12:52

    28




    Tu mirada, ansiosa y triste, quiere adivinar mi pensamiento.
    También la luna quiere penetrar en el mar.
    Conoces toda mi vida, pues nada te escondí. Por ello no sabes
    nada de mí:
    Si mi vida fuera una gema, la rompería en cien pedazos y con
    ellos haría un collar que pondría en tu cuello.
    Si mi vida fuese una simple flor, pequeña y suave, la arrancaría
    del tallo para colocarla en tu pelo.
    Pero mi vida es un corazón, amada mía ¿y cuáles son sus
    límites?
    No conoces las fronteras de este reino, a pesar de reinar en él.
    Si mi corazón no fuera más que placer, florecería en una sonrisa
    feliz y lo comprenderías en un instante.
    Si no fuera más que dolor, se derramaría en claras lágrimas y
    reflejaría en silencio su secreto.
    Pero es amor, amada mía.
    Su placer y su dolor son infinitos, su miseria y su riqueza son
    eternas.
    Está tan cerca de ti como tu misma vida, pero nunca podrás
    conocerlo del todo.






    29



    Háblame, amor mío. Dime las palabras que cantabas.
    La noche es oscura, las estrellas se han perdido entre las nubes.
    El viento suspira sobre las hojas.
    Soltaré mis cabellos y mi manto azul me rodeará de noche.
    Acogeré tu cabeza en mi seno y, en la dulce soledad, hablaré
    bajo para tu corazón.
    Cerraré los ojos para escucharte, sin mirar tu rostro.
    Cuando termines tus palabras, permaneceremos silenciosos y
    quietos.
    Sólo los árboles murmurarán en las tinieblas.
    Palidecerá la noche y nacerá el día. Nos miraremos a los ojos y
    volveremos a nuestros distintos caminos.
    Háblame, amor mío. Dime las palabras que cantabas.




    30



    Tú eres la nube del crepúsculo que flota en el cielo de mis
    sueños.
    Te dibujo según los anhelos de mi amor.
    Eres mía, y habitas en mis sueños infinitos.
    Tus pies se colorean con el fulgor de mi deseo, espigadora de
    mis cantos vespertinos.
    Tus labios tienen el amargor y la dulzura de mi vino de dolor.
    Eres mía, y habitas en mis sueños infinitos.
    La sombra de mi pasión ha oscurecido tus ojos. Eres la
    alucinación de mi mirada.
    Te he prendido y envuelto en la red de mis cantos, amor mío.
    Eres mía, y habitas en mis sueños infinitos.





    31



    Mi corazón, pájaro del desierto, ha encontrado su cielo en tus
    ojos.
    Son la cuna del alba, el reino de las estrellas.
    En su abismo se hunden mis canciones.
    Déjame volar en este cielo inmenso y solitario.
    Déjame hendir sus nubes y desplegar mis alas en su sol.









    42
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