Si nieva es que en alguna ciudad de la otra parte del mundo
se ha advertido un prodigio
o ha ocurrido un error,
y esto es así
por mucho que los sabios hagan uso de las ciencias exactas,
por mucho que Biblia nos predique el bautismo de Noé o se nos venda
que siempre existe un nexo entre el idioma de un cisne
y la circuncisión de los molinos de viento.
Un poema maldito, por ejemplo, es un poema
dentro de otro poema
y un verso también es un error que no ha aprendido a expresarse en el lenguaje
de las aves zancudas,
un error de ermitaño paseándose a oscuras a la orilla del Támesis
y por eso supura corazones enfermos de viruela,
palabras
que expresan lo contrario a lo que intentan decir.
Siempre hay algo imprevisto que apostilla las leyes naturales,
un paisaje de música,
el olor de los árboles
o un anhelo encendido que confunde al verdugo con la víctima.
Cuando dices: estoy aquí, me siento y reconozco mi voz
lo que quieres decir es que ha surgido una sombra en el espejo
que acaso fueras tú, y cuando llamas
nadie coge el teléfono ni surge
un reloj de bolsillo entre los muebles:
No debo estar en casa, balbuceas, a lo mejor
es que hoy no he venido.
se ha advertido un prodigio
o ha ocurrido un error,
y esto es así
por mucho que los sabios hagan uso de las ciencias exactas,
por mucho que Biblia nos predique el bautismo de Noé o se nos venda
que siempre existe un nexo entre el idioma de un cisne
y la circuncisión de los molinos de viento.
Un poema maldito, por ejemplo, es un poema
dentro de otro poema
y un verso también es un error que no ha aprendido a expresarse en el lenguaje
de las aves zancudas,
un error de ermitaño paseándose a oscuras a la orilla del Támesis
y por eso supura corazones enfermos de viruela,
palabras
que expresan lo contrario a lo que intentan decir.
Siempre hay algo imprevisto que apostilla las leyes naturales,
un paisaje de música,
el olor de los árboles
o un anhelo encendido que confunde al verdugo con la víctima.
Cuando dices: estoy aquí, me siento y reconozco mi voz
lo que quieres decir es que ha surgido una sombra en el espejo
que acaso fueras tú, y cuando llamas
nadie coge el teléfono ni surge
un reloj de bolsillo entre los muebles:
No debo estar en casa, balbuceas, a lo mejor
es que hoy no he venido.
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