Dicen, y estoy segura de que es cierto
que la belleza reside en los ojos de quién mira...
Me tienes lagrimeando desde ayer que leí el poema,
mi querido Ángel,
porque no te imaginas la emoción que me han causado tus versos
tanto por lo que expresan
como por el acto en sí de escribirlos,
por la generosidad de tu palabra.
¡Ojala fuera capaz en estas letras
de transmitirte tanto como tú has logrado transmitirme con las tuyas!
No te voy a negar que los ojos
han sido siempre mi mejor reclamo,
incluso ahora que ya he rebasado el medio siglo
y ya me va quedando cada vez menos que exprimir…
Sin embargo, y puedes creerlo,
más allá de los halagos puntuales,
nadie le había dedicado jamás un poema a mis ojos ¡nadie!
y mira por dónde, has tenido que venir tú,
caballero elegante donde los haya,
para - con más de cien años cumplidos -
reunir la sensibilidad suficiente para escribir estos versos.
¿Te das cuenta cómo hasta en los detalles
que parecen más insignificantes
eres una lección de vida y armonía…?
¡Ya no quedan caballeros como los de tu época!
¡Está claro!
Por eso, los poquitos que aún seguís vivos
deberíais reuniros para editar un “manual”
y dejarles el legado impreso a los que vienen detrás,
porque mucho me temo, que, de otra forma,
la inmensa mayoría no van a aprender nunca,
y hay detalles y comportamientos, que por tiempo que pase,
jamás serán obsoletos.
Gracias, mi querido Ángel,
muchísimas gracias por este detalle tan bonito para conmigo,
por tu presencia, por tu calidez y tu ternura,
y por dejarme disfrutarte un poco en ese corto espacio de tiempo
y aprender de ti.
Es verdad… me has dejado el alma llena de ternura
hasta el próximo abrazo,
porque habrá más, no lo dudes.
Mientras tanto, te sigo acurrucando en la distancia.
Mi consorte, que ya te conoce por fotos y por lo que me ha escuchado hablar de ti, estaba ayer a mi lado cuando leí el poema, y le digo:
Y cuando terminó de leerlo (él, que tiene de todo menos de poeta y que abandonó el romanticismo junto con el chupete) dice:
Y le digo: Pues a ver si aprendes, que ha tenido que venir un señor con más de cien años para escribirlo, un señor que me conoce de apenas dos días, y tú, que llevas más de media vida conmigo jamás has tenido esa ocurrencia…
Y él, que aunque es andaluz es muy “esaborío” pero tiene un humor muy negro cuando quiere, contestó:
Y tú, que presumes de sensibilidad y que eres poeta, ¿es que acaso no entiendes que yo estaba esperando para cederle la vez a Ángel porque sabía que por edad le correspondía hacerlo a él? ¡No ha sido dejadez, hija mía, sino una cuestión de respeto!
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