**
¿De quién son esos besos extraviados
en la esquina de la calle del olvido?
¿Y esa mirada perdida de unos ojos tristes
sentados en la terraza de una cafetería?
¿Y esos ladrillos de silencio que dan solidez
al edificio del desdén y del desprecio?
Cuando cierro la puerta de mi casa
y salgo a mis labores, ¿qué fantasma de mí
queda aprisionado? ¿Será acaso
mi rostro en el espejo igual que aquél
que habla con pasión a los demás?
A día de hoy,
si dices te quiero
¿es un sintagma en la dura oración del amor?
¿Y esa ánima que vuela sin destino conocido
pertenecerá al hombre sin atributos
que conozco desde hace ya tantos años?
¿Cómo reconocer las que serán nuestras cenizas
si el viento las aventa
como partículas anónimas y elementales?
¿Qué quedará de nuestros nombres
salvo algún libro firmado, una lápida ajada
y, quizá, una carta con nuestras señas,
el sobre vacío y sin remitente?
Si busco una playa amable y no la hallo,
si demando una valle fértil y no lo encuentro,
si es hormigón, cemento, implacables líneas verticales,
bosques de antenas las azoteas, asfalto demente,
grúas como inmensas garzas metálicas cuanto veo,
¿podría manifestar, sin duda o error comprensible,
que he vivido una vida propia?
(Y la vida sigue como siguen esas cosas
que no tienen mucho sentido**)
**Joaquín Sabina. Donde habita el olvido
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¿De quién son esos besos extraviados
en la esquina de la calle del olvido?
¿Y esa mirada perdida de unos ojos tristes
sentados en la terraza de una cafetería?
¿Y esos ladrillos de silencio que dan solidez
al edificio del desdén y del desprecio?
Cuando cierro la puerta de mi casa
y salgo a mis labores, ¿qué fantasma de mí
queda aprisionado? ¿Será acaso
mi rostro en el espejo igual que aquél
que habla con pasión a los demás?
A día de hoy,
si dices te quiero
¿es un sintagma en la dura oración del amor?
¿Y esa ánima que vuela sin destino conocido
pertenecerá al hombre sin atributos
que conozco desde hace ya tantos años?
¿Cómo reconocer las que serán nuestras cenizas
si el viento las aventa
como partículas anónimas y elementales?
¿Qué quedará de nuestros nombres
salvo algún libro firmado, una lápida ajada
y, quizá, una carta con nuestras señas,
el sobre vacío y sin remitente?
Si busco una playa amable y no la hallo,
si demando una valle fértil y no lo encuentro,
si es hormigón, cemento, implacables líneas verticales,
bosques de antenas las azoteas, asfalto demente,
grúas como inmensas garzas metálicas cuanto veo,
¿podría manifestar, sin duda o error comprensible,
que he vivido una vida propia?
(Y la vida sigue como siguen esas cosas
que no tienen mucho sentido**)
**Joaquín Sabina. Donde habita el olvido
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