Aires de Libertad

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ingrid zetterberg, Lluvia Abril


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    Julia Uceda (1925-2024)

    Pedro Casas Serra
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    Julia Uceda (1925-2024) Empty Julia Uceda (1925-2024)

    Mensaje por Pedro Casas Serra Miér 07 Jun 2023, 04:12

    .


    Julia Uceda (Sevilla, España, 22 de octubre de 1925-Ferrol, 21 de julio de 2014 ) es una profesora y poetisa española. Ganó el Premio Nacional de Poesía 2003 por el libro En el viento, hacia el mar. Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes (2021).

    Trayectoria

    Se licenció en Filosofía y Letras en la Universidad Hispalense, dónde también obtuvo un Doctorado, con una tesis sobre el poeta José Luis Hidalgo.​

    En 1959 publicó su primer libro Mariposa en cenizas en la revista Alcaraván de Arcos de la Frontera. Su participación en los círculos sevillanos de poesía está ampliamente atestiguada. Dirigió junto a Manuel Mantero y Ángel Benito la revista Rocío.​

    Así mismo dirigió un homenaje a Juan Ramón Jiménez en el Club La Rábida de Estudios hispanoamericanos en 1958 y otro a Antonio Machado en la Universidad de Sevilla en 1959. También participó en los dos actos generacionales de los jóvenes poetas sevillanos. Por un lado, fue incluida en la nómina de poetas de la Antología de poetas jóvenes sevillanos realizada por María de Los Reyes Fuentes en el número 159 de la revista Lírica Hispana de Caracas en 1956 y, por otro, participó en el recital del Ateneo de Sevilla del 1 de junio de 1957 que se presentaba, recordando a la Generación del 27, como el acto de presentación de la generación sevillana del cincuenta y tantos. En este acto, participó junto a Aquilino duque, María de Los Reyes Fuentes, Manuel García-Viñó, Pío Gómez Nisa, Manuel Mantero y José María Requena.​

    En 1961 obtuvo el accésit al premio Adonais con el poemario Extraña Juventud,​ cercano a la estética social imperante en aquellos años. Sin embargo, a partir de su tercer poemario, Sin mucha esperanza (1966), comienza un nuevo rumbo estético marcado por la incorporación del pensamiento grecolatino. Estos tres poemarios constituyen la primera etapa de la autora.

    Tras recibir una oferta de la Michigan State University marchó a Estados Unidos. Allí escribió Poemas de Cherry Lane (1968), que marcó el comienzo de una segunda etapa influenciada por la psicología analítica. A él le siguieron Campanas en Sansueña, En elogio de la locura y Viejas voces secretas de la noche. En ellos, impera la reconciliación del sujeto poético con el pasado franquista.​

    Hasta 1970, Uceda permaneció en Míchigan, pero en ese año volvió a España, primero a Oviedo y después a Albacete. Sin embargo, Uceda decidió volver a Estados Unidos aunque se marchó de nuevo. En 1974, Uceda se instaló en Irlanda donde trabajó como profesora en el Dublin College hasta 1976.​

    Se estableció en Galicia en el año 1976 y allí escribió sus cuatro últimos poemarios, Del camino de humo, Zona desconocida, Hablando con un haya y Escritos en la corteza de los árboles. Sus poemas nos conducen a la reflexión sobre el origen y a la búsqueda en el presente de la herencia del pasado remoto.​

    Falleció en Ferrol el 21 de julio de 2024.

    Su obra ha sido traducida a varios idiomas como el portugués, inglés, chino y hebreo.​

    Reconocimientos

    Ha sido nombrada Hija Adoptiva de la ciudad de Ferrol​ e Hija Predilecta de Andalucía en 2005.​ En Sevilla han dado su nombre a una biblioteca pública.​

    Es miembro de la Real Academia Sevillana de las Buenas Letras.​

    Ha ganado, entre otros:

       Accésit del Premio Adonáis de poesía (1961) con el poemario Extraña juventud.​
       El Premio Nacional de Poesía de España (2003), por la publicación de En el viento, hacia el mar (antología de sus obras completas).​
       El Premio de la Crítica de Poesía Castellana (2006).​
       Premio Andaluz de la Letras "Luis de Góngora y Argote" en 2016.​
       Autora del año en Andalucía 2017. Fue designada por «la fuerza individual y la voz clara» de su poesía como representante de la Generación del 50 en el exilio.​
       Premio Internacional de Poesía García Lorca-Ciudad de Granada en 2019.​
       En 2021 recibió la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, otorgada por el Consejo de Ministros del Gobierno de España.

    (Sacado de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] )


    *


    Algunos poemas de Julia Uceda:


    De Mariposa en cenizas (1959):


    EL ENCUENTRO

    Llegué bajo el sol vivo de días inmortales
    con retazos de bosques en mis dientes sin huellas.
    de bosques virginales,
    de milagrosos bosques,
    y los brazos cargados con mil tallos de brisas.
    de brisas no tocadas,
    de cristalinas brisas,
    para aplastar mis labios al borde de tu frente,
    alto cristal iluminado y grave.

    Me vibraste como una campanada
    que me inundó, que resonó en lo íntimo,
    en los recodos últimos de mis cuevas salvajes
    y me envolvió en una inmensa ola
    que me dejó en tus brazos, por primera vez viva.

    Y pasaron los siglos.
    Y al separar mis labios de tu cristal herido
    tú tenías mis bosques y mis brisas



    RAÍCES

    Si ya soy una vela estremecida
    colmada por tu viento. Si has llegado
    al último escalón. Si me has tomado
    por la raíz más honda y más henchida.

    Si yo soy ya tu colmo y tu medida
    y estás dentro de mí, secreto, hallado.
    Si ya sobre la frente me has soplado
    para hacerme vivir, ciega y ardida,

    antes de irte rompe mis raíces.
    Quiero que las arranques, que las trices
    al alba con tu mano firme y fuerte.

    De no hincarse en tu tierra poderosa
    no quiere mi raíz ninguna cosa
    si no es andar y andar hacia la muerte.



    PAISAJE

    La tristeza, de nuevo,
    ha clavado sus manos
    en mis hombros ligeros.

    De mis dedos huían mariposas azules,
    grises, malvas, moradas,
    de cobres, de hierros,
    -cada vez más oscuras, cada vez más pesadas-
    y llenaban el suelo de pequeños cadáveres.

    Y súbitamente tú, sobre pequeñas muertes,
    surgiste, insospechado,
    rasgando el horizonte,
    dilatándolo
    con la sonrisa azil de tus paisajes.



    EN TI LA LUZ

    En ti la luz y el viento desatados.
    En ti simiente, amor, oquedad, ala,
    hermosura, ojos míos, voces, manos
    para explicar, para tomar el mundo.

    En ti el sueño, el trasueño, transparentes
    -mundos de agua, algas y corolas.
    Hombros y espalda en que apoyar los labios.
    Dedos en dedos rotos por ausencias.

    Si ti el miedo, la cripta y el vinagre
    manando del oído, del costado.
    Lo desacorde, lo mortal, lo roto,
    lo que se arrastra, lo que se contrae.

    El tú frente al sin ti. Mi cuerpo espada,
    ancha hoja lunar, desnudo vidrio,
    nieve encendida, amor, con tu palabra,
    rama que te florece entre los dedos.

    Sangre que te responde acorde y llena.
    Pulso y labios unísonos. Espumas
    rompiéndose en los párpados heridos.
    Las mismas lunas y las mismas albas.



    SONETO DEL AMOR Y DE LA MUERTE

    Yo quisiera morir sólo un momento
    para ver lo que soy en tu memoria,
    conocer tu versión de nuestra historia
    y saber en qué piedra me sustento.

    Sólo el paso levísimo de un cuento.
    Tan sólo contemplar la trayectoria
    desde mi muerte a ti. Y qué victoria
    detener tu tormenta. Tu tormento.

    Morirme de verdad nunca podría.
    Si perdiera la voz la robaría :
    con mi piel, con mis puños, con mis huellas

    a gritos me llamaras, te llamara
    y al borde de la muerte te esperara
    para subir contigo a las estrellas.



    LOS ESPEJOS

    Pude no haber nacido.
    ¿Quién me robó del sueño?
    Me sacaron un día
    de otoño del misterio.
    Breves llamas de oro
    llovían sobre el suelo.
    Sujeta a este horizonte
    infinito de espejos.
    Siempre palpan mis manos
    las paredes del hielo.



    NO LE PIDO A LOS SERES PERDÓN POR MI EXISTENCIA

    No le pido0 a los seres perdón por mi existencia.
    La levanto y la empuño como a un viento domado.
    Antes que ser un árbol, antes que inexistencia,
    este calor de establo de mi pecho pisado.

    Existir sobre todo. Adoro la presencia
    de la luz que la sombra quisiera haber cegado,
    el rumor de mi sangre, la dulce incontinencia
    del labio que otra carne quisiera sepultado.

    Yo no pido disculpas por mi ser sin medida,
    por mi ser oceánico, por mis ansias de vida,
    por la vida caliente que se quema en las horas.

    Y seguiré viviendo aunque madres horrendas
    clamen sobre los montes, rasguen rostros y vendas
    y suelten sobre el mundo tijeras destructoras.




    De Extraña juventud (1962):


    EL ACUSADO

    Está en el centro de la luz. Frío quirófano,
    la tierra huye bajo él, que cae sin destino,
    mientras cien focos buscan sus más puros secretos
    y los puños se alzan contra su sien de arena.
    Manos, índices, puños, golpes, pasos, palabras
    —dónde una rosa para asir la vida—.
    Manos, círculos, voces, ruedas, botas, aceros.
    Y ni el llanto de un niño. ni una lágrima a punto.
    índices como agujas le señalan el cuerpo:
    de qué tiene la culpa. le señalan los ojos:
    qué mirada es culpable. le señalan la frente:
    creó un dios. le señalan lo más limpio del pecho,
    abren todos sus sueños y señalan al fondo.
    le señalan los dientes, le señalan la lengua,
    con ira le señalan los asaltados miembros,
    arrancan mariposas del terror de su vientre,
    escupen en la histórica contextura del labio
    y le indican su sitio: una soga pendiente.
    Oye una voz unánime: «Es dios quien te lo manda».
    Y ni el llanto de un niño. ni una lágrima a punto.



    LA CAÍDA

    Para Manuel Mantero

    Hay que ir demoliendo
    poco a poco la sombra
    que vemos. Que nos dieron.
    Que nos dijeron: «eres».
    Hay que apretar las sienes
    entre los dedos. Hay
    que asentir a ese punto
    —comienzo, duda o hueco—
    que yace dentro.
    ...........................Y es preciso
    que en una noche todo arda
    —el «eres», el «seremos»—
    y un terror polvoriento
    nos muestre su estructura.
    Es urgente bajarse
    de los dioses. Tomar
    el fuego entre las manos.
    Destruir esos «yo» que nos presentan
    una hilera de sombras agotadas.
    Y dejarse caer sobre el principio
    de la vida. O del sueño.
    Ser solamente vida
    presente. Sin recuerdo
    de ayer ni de mañana.



    DIÁSPORA

    Si supiera qué indican cuando me indican...
    Quién puede asegurarme que no soy sólo un nombre,
    quién puede hallarme, cierta, en los contornos
    maltrechos de mi sombra.
    Quién puede colocarme de pie sobre la tierra
    y quitarme después, y que en el viento
    permanezca mi orilla irreparable.
    Qué dedo me bordea la boca, no el hastío.
    no sé si son palabras o sueños lo que llevo,
    ni quién es ese pájaro que oscuramente huye
    cuando amanece. ni qué recuerdo,
    ni qué es lo que todos me dicen que recuerde.
    una mano aburrida me ha dejado en el suelo
    —en camino de luces detectoras de alas;
    arcillas fugitivas por los cielos vacíos—,
    encadenada a un ansia de palabras prohibidas,
    de palabras que esperan la señal para el grito
    que devuelva los cuerpos a sus almas errantes.
    Es como si entre todos estuvieran ocultas
    y viviéramos una consigna de silencio,
    solos y peregrinos entre aguas y nieblas,
    con las resecas sienes atravesando sombras,
    esperando, esperando... Huyendo de los largos
    reflectores que arrancan a dios de su silencio.



    VED A UN HOMBRE

    Una esperanza se ha ido del mundo,
    una soledad ha comenzado para cada
    hombre libre.

    A. C.

    Ved a este hombre.
    La sombra de su cuerpo cubre todo el camino
    y oscuros pájaros sin voz,
    sin música, se estrellan, hojas solitarias,
    a sus plantas. Lutos que giran
    muy cerca de sus ojos arruinados,
    de su mirada antigua que lucha contra el musgo
    por seguir contemplando más belleza.
    En su fondo se alzan
    gestos purificados a través de los tiempos.
    Mirad. No espanta
    su postura de herido en pie, ahuyentando
    los violentos plurales en acecho.
    Pasa la cinta presurosa
    de muchos que sonríen con labios estrenados,
    agitando la ropa que, en serie, echaron fuera
    de algún laboratorio, o sus gestos de eslogan
    —todos iguales. Como en un espejo—.
    Y le dicen adiós con muecas, apretándose
    las caderas impuras.
    No, no. No espanta.
    Dan deseos
    de caer de rodillas,
    de acariciar sus pies casi raíces
    y su inocente sangre
    antes que cualquier bota lo derribe.



    UN SEGURO APELLIDO

    El mundo es de los otros.
    Se hizo para ellos y ellos lo poseen.
    Cantan y se apacientan
    dulcemente contentos.
    Tienen mitos y dioses,
    tienen hogar y hermanos
    y un seguro apellido
    y una calle con nombre.
    Pueden tenerlo todo.
    Todo pueden quitarnos:
    hasta el silencio breve
    que madura los versos;
    hasta el Dios que se asoma
    temblando en nuestro fondo
    (ese Dios al que obligan
    a ser inteligente).
    Guardan en el bolsillo
    su entrada para el Cielo
    —un lugar elegante,
    de «gente conocida»—,
    mientras otros estamos
    de pie, haciendo cola.
    Mientras nos empujamos,
    mudos, ante la puerta.
    Y hemos perdido todo,
    y estamos como ciegos
    frente a los luminosos
    que anuncian la película.
    Nadie nos mira nunca,
    pero nos da vergüenza.



    EN LA ORILLA

    Alguien dijo: Partir.
    Partir... Partir...
    Huir del polvo y de las alas,
    de las arañas, de los látigos,
    de las palabras, de los puños.
    Huir entre algodones
    sin oír los alambres ni los huesos.
    Descender,
    descender entre alas de aceite
    -oh, los cuerpos de goma-,
    apartando las uñas y los soplos.
    Pasar. No estar. (¿En dónde
    podría estar?) No estar.
    No estar.

    Se hundieron archipiélagos de estrellas.
    Se helaron las hogueras en los montes.
    Extensos vientos amarillos
    arrancaron la flor definitiva.

    ¿Existió alguna vez la flor?
    Esto fue siempre un desierto
    de  tormenta y ceniza.
    Una mano extendiéndose sobre el mundo.
    El viento, un viento de tierras desiertas,
    de continentes desolados,
    que silbó entre los muertos,
    la llenaba de polvo y de papeles.
    (Los dedos fueron tibiamente blancos.
    Después se le quedaron como pájaros yertos).
    Y nadie dijo: "Basta".

    Se quedó sobre la llanura. (Dónde
    podría estar). Alambres retorcidos,
    frío metal -el alma huyó- arrancado,
    dispuesto para fuego, viento o lluvia.

    Luego, un ser de otro tiempo,
    cargó aquello en su carro
    y se perdió por un camino.



    LA TRAMPA

    Julia Uceda, qué has hecho de tu sombra.
    Mujer sin huella, cuerpo
    sin apellido,
    denominas al humo, a las lluvias y al viento.
    a todo lo que pase y se borre y se pierda.

    Has buscado una voz por donde había
    viejos mitos desiertos.
    Has adorado dioses derribados
    en hondos agujeros,
    y ahora todas las aguas de la tierra
    lloran desde los montes por tu cuerpo
    donde muere la muerte. Y donde muere
    la vida al mismo tiempo.
    Mujer con los brazos mojados
    en el antiguo corazón de un cuento,
    con las espaldas frente al todo
    y las pupilas derribando miedos,
    las viejas madres-muertes harán rondas
    para que pudra tu secreto,
    y escuches en los muros de tu vientre
    un golpear de pétalos y huesos
    y graves caracoles masculinos
    en las tardes de invierno.
    te rozarán la frente largas dudas
    como ásperas lenguas de perro.
    Escupirán inviernos en tu llama
    porque has jugado con su fuego
    y mostrarán de ti, cuando te vayas,
    un helado cerebro.


    Última edición por Pedro Casas Serra el Lun 12 Ago 2024, 14:58, editado 2 veces


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    Mensaje por cecilia gargantini Miér 07 Jun 2023, 14:44

    Gracias Pedro!!!!!!!!!!!! Qué fuerza tienen estas poesías!!!!!!!!!!
    Fue un placer llegar a ellas.

    Besossssssss y graciasssssssss nuevamente
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    Mensaje por Pedro Casas Serra Miér 07 Jun 2023, 17:44

    Muchas gracias, Cecilia, por tu interés.

    Un abrazo.
    Pedro


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    Mensaje por Pedro Casas Serra Jue 08 Jun 2023, 15:02

    .


    De Sin mucha esperanza (1966):


    LA EXTRAÑA

    La fatiga e'sedersi senza farse notare.
    Cesare Pavese, Il vino triste.

    Me levanté sin que se dieran cuenta
    y salí sin hacerme notar.
    Había estado todo el día
    entre ellos, intentando
    hacerme oír,
    procurando decirles
    lo que me habían encargado.
    Pero el recado que me dieron
    no era preciso. El humo,
    la música, el ruido de las risas
    y de los besos -estallaban
    como las rosas en el aire-,
    eran más fuertes que mi voz. Cansada
    de mi trabajo inútil,
    me levanté,
    abrí la puerta
    y salí del hermoso lugar.
    Desde la calle
    miré por la ventana: nadie había
    advertido mi ausencia.
    Caminé. Volví el rostro:
    ninguno me seguía.



    DIÁLOGO

    Aquí estoy
    —murmuró—. Vengo a traerle
    su libertad.
    Sobre la mesa estaba
    doblada con cuidado, limpia,
    recién salvada. alzó
    su rostro hacia el jardín:
    dulces barcos de humo
    marchaban hacia el mar.

    El mar... ningún camino
    podría conducirla. todo era
    una espiral interminable.

    Él dijo:
    Te amaba... te he amado... Ella
    —tenía vueltos al jardín los ojos—
    oyó: Yo temo. Y sonreía
    a los barcos que eran catedrales,
    y luego montes y después rebaños
    y al fin ya nada: sólo
    una gran pesadumbre.

    ¿Qué temes? —dijo. Y su voz venía
    del país de las sombras— Oh, no,
    no temas nada
    . Y él: No dije
    «temo», sino te amo
    . Parecía
    sorprendida. Miró
    la libertad: sobre la mesa
    ya no estaba. Recordó: Te amo...

    Alguien, una vez, dijo eso,
    pero quién, cuándo, dónde...
    no pudo
    recordarlo. Él esperaba su respuesta
    y entonces, con dulzura,
    se abrió la blusa y le mostró la muerte.



    HAY UN ROSTRO DETRÁS DE LA SOMBRA

    Señor, si eres, yo sé cómo no eres.
    Si juzgas, yo sé cómo no juzgas.
    Si amas, yo sé cómo no amas.
    Y no sé nada más. Y nada más deseo
    saber: no siento
    necesidad de ir a parte alguna.
    Veo la muerte en los caminos.
    Y algo peor: el vacío y el polvo…

    No sé si para alguien
    es útil este mundo
    al que pude amar tanto.
    (Pobre gloria Tu gloria si lo hiciste
    para ella.) Debes de sentir náuseas
    profundas de ese vaho
    que sube hasta Tus círculos.
    ¿Reconoces Tu obra? ¿Firmarías
    Tus palabras: esas
    que dicen que Tú has dicho?

    Quieren que imaginemos
    a un Felipe II entre papeles,
    organizando, dispensando
    órdenes y más órdenes…
    Rodeado de negros secretarios
    que guardan tus secretos
    celosamente —¡cuán celosamente!—;
    alzando cárceles, corriendo
    cerrojos,
    frunciendo el ceño, dando,
    indolente,
    Tu mano al beso del vasallo.
    Para ese Dios burócrata
    no merece la pena
    el dolor de este mundo.

    ......................................Y sin embargo
    de nada sirve lo que yo sospeche:
    ellos dicen que hablan por Tu boca.



    DEFINICIÓN

    Hormiga: insecto
    himenóptero. Su cuerpo
    se estrecha por dos veces:
    unión de la cabeza con el tórax,
    de éste y abdomen.
    Antenas acodadas, patas largas.
    Viven en sociedad,
    con sus soldados y sus basureros,
    machos, hembras y agrícolas obreras
    organizadas hitlerianamente.

    El niño mira sorprendido
    en las veredas pardas,
    la hilera decidida,
    el idioma que late en las antenas,
    suponiendo el cansancio,
    el temor a los dioses,
    a las leyes no escritas
    y a los ciegos destinos.

    El niño mira a las hormigas
    y las ve detenerse
    y proseguir. Y no se explica.
    El niño, el hombre, se levanta
    irritado, ignorado por el mundo
    que transcurre a sus pies, y bruscamente
    rompe la hilera que supone un cosmos
    que se esparce, deshecho, sin motivo.
    Después se va, olvidándolo,
    a buscar la merienda y los deberes.

    Hombre: animal solitario
    que vive en sociedad.
    Extremidades, tronco
    doblado poco a poco por el tiempo.
    Tiene leyes, idiomas y ciudades.
    Con frecuencia
    extermina a otros hombres.
    Cree poseer un alma,
    pero no sabe dónde
    ni por qué ha de morirse.
    Machos, hembras y obreros
    también privados de las alas.
    Se dice que no existen
    variedades notables entre ellos,
    pero vemos que algunos
    huyen de la manada y se destierran
    con gritos de dolor que no se oyen.

    ¿Dónde está el niño que nos mira
    y piensa: «De qué extraña
    manera se comportan…»
    y va a pisarnos y a correr riendo
    a buscar su merienda y sus deberes?



    UNA PATRIA SE VE DESDE LA CUMBRE

    Lo que os voy a decir es como un grito.
    Y es urgente esta forma entrecortada
    —para que oigáis los golpes
    de un corazón oculto—
    porque responde a una pregunta
    que no sé si me han hecho.

    No puedo precisar en dónde
    comenzó todo: hace edades o siglos
    (siglos o edades
    de irrompibles silencios).
    Para mí sobrevino
    en un lugar inesperado:
    París, mil novecientos
    cincuenta y nueve. La frontera
    me había desnudado de la firme
    protección de la patria
    y sus conceptos nunca comprobados.
    Ya no tenía
    visillos de humo
    para mis ojos: Carlos V
    murió efectivamente; Don Quijote
    era un libro
    hermoso. Yo vivía, por fin,
    no en el pasado, no
    sobre el colchón de plumas
    amargas, sino
    en París mil novecientos
    cincuenta y nueve.
    Ardían
    mis ojos nuevos, arrasados
    de un aire de otro mundo.
    Inesperadamente había
    encontrado mi tiempo.

    Allí, en París, vi
    por primera vez al enemigo
    de Don Quijote,
    de toda la cultura
    occidental. No hablaba
    como en el cine
    de mi país.
    ...................Su voz
    me recordaba aquellas voces
    que levantaron Grecia.
    Su rostro, rudo,
    puro, de campesino cordobés
    y su viejo uniforme (había
    olvidado decir que la película
    narraba una sencilla historia
    rural,
    de la última guerra),
    velaban por completo
    sus oscuros propósitos
    contra mí —contra el espíritu
    occidental y sus valores
    eternos…—. Sólo
    supe la historia de un soldado,
    de su hogar entre campos
    de trigo —¿Ucrania? ¿Andalucía?—,
    de su madre, arropada en lutos
    y viuda como
    las mujeres de Lorca.
    ......................................Si me hubiese
    tapado los oídos; si la lengua,
    extraña, melodiosa,
    se hubiera dejado oír, aquella dulce
    historia, aquel
    paisaje, los soldados,
    rotos, alegres,
    habrían sido
    los de la patria; aquellas
    estaciones, el trayecto
    desde Sevilla a Córdoba,
    no de Ucrania, no
    de donde fuesen.
    .............................Y aquel amor
    entre dos seres casi niños,
    habría merecido
    un 1 a la censura.
    ..................................No podía
    a través de la húmeda cortina
    de mis ojos, adivinar
    los oscuros propósitos
    contra mí.
    ..................Entonces supe
    que no era libre;
    que nunca nadie
    había sido libre.

    ............................Si yo fuera
    filósofo extraería
    consecuencias, tal vez heterodoxas,
    sobre el dolor del mundo, sobre
    cierto pecado del mundo y algo
    no sólo del país que vi desde la cumbre,
    sino del hombre contra el hombre.
    Probablemente haría
    un estudio científico
    de ciertos individuos
    borrachos de poder.
    ...................................Y es posible que entonces
    hubiésemos llegado
    a la raíz del pacto de silencio
    entre los siglos.
    ..........................Puede
    que entonces comprendiéramos
    que la manzana sigue y sigue
    rodando sobre
    nuestras cabezas erguidas de
    miembros de la cultura
    occidental.
    ...................Pero eso
    tal vez no es cosa mía. Os cuento
    en forma de poema, un poco
    entrecortadamente para
    que oigáis los golpes
    de un corazón oculto,
    esto que sobrevino
    contra mí
    en un lugar inesperado:
    París mil novecientos
    cincuenta y nueve. Era
    mirar desde la cumbre
    una imposible patria.




    De Poemas de Cherry Lane (1968):


    NADA SE OYE

    The abandoned ruins of the dreams I left behind.
    (De una canción popular inglesa).

    ¿Estuve sola
    a través de los tiempos y los grupos
    dorados del otoño, a través de la sombra
    del árbol en el agua
    inquieta o dura, y más y más allá?

    ¿Fui o fuimos hablando entre la niebla
    que fingía triunfantes
    contornos a mi lado: un rostro puro
    muy extraño en su noche, con los signos
    de un idioma remoto en su frente, en su boca?

    ¿Yo le hablaba a la niebla y a la sombra
    o es que alguien me oía?

    ¿Oía alguien?

    La respuesta, ¿era una voz o el viento?
    Era una voz ¿o el agua
    salvaje de ese río cruel y poderoso
    que el amor no conoce?

    Nada se oye.
    En la casa vacía, las preguntas -los pájaros-
    se estrellan, silenciosas, contra el muro
    y una muy tierna gota de sangre sustituye
    a la huella del ala en el cemento.
    Un instante fue el roce y destruidas
    una a una se ocultan.

    El silencio, ¿no es mucho para cada criatura?
    La eternidad es sólo un peligro invisible
    porque las roncas voces de la montaña claman
    por los cuerpos perdidos que hablaron a las sombras.

    Nada se oye.
    Pero entonces, ¿me oía?

    El silencio es como una eternidad sin fondo,
    sin principio: una espalda
    a la vida, a los hombres.

    Para después no quiero contestación ninguna.
    Es aquí donde tuve la urgencia de saberlo.

    Oh sí, ya nada se oye.

    Pero entonces, ¿me oía?



    LA ÚLTIMA CENA
    (MUJER DE PAJA)

    Recordar
    no es volver a vivir. Sólo es mirar a otros,
    los que fuimos
    a través de una calle o tal vez cerca
    del cielo. O en torno de una mesa.
    No en torno: frente a frente
    como los enemigos. O tan lejanos como
    las aceras, las casas, los andenes,
    las líneas férreas,
    los árboles sin ramas
    para abrazarse.

    Fue una mesa tan sólo, Charlie, muy pequeña,
    pero tan honda,
    tan oscura dentro,
    que yo desde mi orilla, él en la suya,
    gritábamos inútiles palabras
    -o silencios inútiles-
    porque no oía yo y él no me oía.

    Qué hermoso era el cristal
    -las frescas cúpulas
    del vino- y las candelas
    tenues para el amor, para las manos
    unidas por encima
    del mantel, de los panes
    exóticos salvados
    de la voracidad por el dolor.

    Nosotros, Charlie, dentro de la cúpula
    flotando, como esferas, encerrados
    entre palabras con envés, mordidas
    como tristes monedas sin esfinge.

    No fueron sólo treinta
    dineros. Era un largo
    horizonte de cobres que no tintineaban
    porque sólo más tarde pude saber que un cuerpo
    fue vendido... (Qué cuerpo
    me pregunto yo, Charlie).

    Recordar
    no es volver a vivir.
    No lo es en este caso: no se puede
    ya volver a vivir sin otro cuerpo
    —¿cuál?, sigo preguntando—
    que fue vendido, que no está y no vuelve
    porque no quedan ángeles de fuego
    y no hace falta vigilar la tumba.

    Mirando hacia detrás,
    la ciudad es un monstruo solitario
    en el que el mar -mi mar- agita sus pañuelos
    de adiós para los cuerpos subastados
    cada día sin que ellos,
    por supuesto, lo sepan.

    Y en el sombrío corazón de acero,
    sobre la mesa eternamente
    vacía
    (es un camino
    de mesas con sus blancos
    manteles empañados
    de luna)
    los dos vasos
    con el hielo inocente reflejando
    una ausencia infinita.



    METAMORFOSIS

    Se ha reducido su tamaño. ahora
    es más y más pequeña
    y más oscura. ahora es sólo
    una sombrita en la pared,
    allá en lo alto, donde están los nidos
    desalquilados del invierno:
    es sombra en la pared para el sol último.

    Solía tener alas
    y las vi alguna vez llegarse hasta una frente.
    Su sonrisa
    era como las otras y quedaba
    también iluminando cuando ya era de noche:
    tenía su manera de quedarse
    cuando ya se había ido hacía mucho tiempo
    por el reloj.

    ¿Qué ocurriría
    para hacerse de pronto como el leve
    residuo de una luz?

    Nadie es culpable —dijo
    la última vez—. Alguien creerá que pudo
    —y dio su última sonrisa—: era
    mi viento personal que me esperaba
    para soplar sobre la luz que quise
    llegar a ser, y transformarme
    en sombra, aquí en el muro,
    para el último sol.


    Y después de un silencio: Yo ya no necesito
    estas alas antiguas.





    De Campanas en Sansueña (1977)


    PROFUNDO MAR AZUL

    I

    Adivinando entre mi sueño el alba
    del gato mal dormido, enfermo,
    en el cuarto de abajo y de allá atrás,
    mojado aunque no llueva,
    y en esta tierra en la que nadie se me ha muerto,
    oigo el dolor de la materia que se deshace,
    de mis padres y madres lejanos,
    que eran y no son, pero son y no se reconocen,
    y quisiera pasar mi mano, humana todavía,
    por su tristeza de ser que se transforma
    en las cunas inmensas de los estratos.
    A esa hora del alba en que adivino
    al gato mal dormido, enfermo,
    comprendo por qué sus manos detenidas
    ya no se mueven y despejan la niebla;
    por qué sus líneas se deshacen y no queda nada
    que acariciar. En esa hora fría
    en la que el día que viene es un teatro vacío
    en el que los pasos resuenan.
    Y para que todo comience más tarde
    me doy media vuelta en la cama contando los años
    en que alguien llevaba mi mano escribiendo la eme
    con la a...: que su vida
    sea una abeja de mármol
    que en cien años no dirá nada a nadie.

    ..............Dentro del teatro vacío
    —a la hora del gato mal dormido en el cuarto de atrás—,
    sé que empezaron a morirse
    cuando los pies se les quedaron de cualquier manera
    y cesaron de llorar para siempre. Pero no fueron muertos
    sino profundamente dormidos
    hasta que mi memoria llamó muerte a su sueño.
    En ese instante
    en que doy media vuelta en la cama,
    y no voy a dormir pero tampoco a despertar,
    porque son dolorosos los sueños
    que se deshacen en olvido
    dejando un rastro negro o humo
    y muerte, un poco ya, temprano,
    es cuando podría tomar posesión de la isla
    sobre la que las cabezas dormidas no muestran
    sino la dulce inclinación del cuello
    reluciente en la luna.
    a esa hora
    podría regresar de las aguas de Donaghadee
    o de la pálida bahía de Galway,
    cruzando la niebla
    de los borrachos que se han hecho dólmenes entre los dólmenes,
    o los sueños de las niñas de mil novecientos
    que en Halfpenny Bridge
    muestran en su mirada los líquenes
    de la locura más dulce. Porque bajo la noche
    todos se mueven con la misma ternura
    y la vieja Irlanda no es una bruja de matriz desecada
    que se quita las pulgas sentada en la isla del toro.

    ..............Nada puede su diente sobre mi sueño
    que se hace en otras sombras; nada sobre mis pasos
    por la escena vacía
    que cruza un gato del color de la gracia
    y cientos de pájaros que van hacia el oeste
    y regresan
    y oleadas de hojas doradas —la ceniza
    del verano—, o la boca,
    en la que el tiempo olvidó la voz del niño,
    que agita sus aspas irreparables en todos los vientos,
    o mariposas que vienen a morir en las alfombras.

    ..............A veces pienso que no ha ocurrido
    —no sé: ¿cómo ha ocurrido?—;
    que en aquel octubre lejano no hubo días
    y todo es un espacio único cruzado
    por estrellas errantes, entre mil y mil siglos,
    que siguen sucediéndose. Quito el hueco
    de mi sombra en el aire: nada se hunde. ¿Estuve
    alguna vez allí, entre ellos, sus manos,
    sus amores, sus amplias
    seguridades con pólizas? no quisiera
    recordar, pero el tiempo
    es sombra con cuchillo al volver una esquina.

    II

    Yo tuve veinte años, pero no me di cuenta.
    Y ahora no los recuerdo.
    La luz que va creciendo en mí
    dice
    que no soy más que todo lo que gira
    en ella;
    no más que esta lechuga que está sobre la mesa,
    nutrida con mis manos que ayudaron el ciclo
    que los dioses protegen. Su verde perfección,
    el secreto puño de aguas apretado
    las olas tenues del corazón, o violentas,
    que no puedo despegar sin ternura,
    son el mensaje de una tragedia que nadie representa y yo veo
    pensando en que esta noche he dado media vuelta en la cama
    porque este cuerpo empieza a molestarme
    como un abrigo estrecho
    que hay que quitarse para estar más cómoda.

    III

    Yo tuve veinte años, pero no lo sabía.
    Y ahora no los recuerdo,
    aunque quisiera tenerlos aquí, en mi mano,
    exentos ya de mí,
    como se tienen una llave o un libro
    y se miran.
    Quisiera ver, a un tiempo, su luz y su sombra,
    y no sólo su ausencia; no sólo
    su ignorancia de la muerte;
    no sus fragmentos perdidos;
    no su introito a las sombras.
    ..............Pero están solos vagando al otro lado del muro,
    girando en un viento incesante,
    en la extensa memoria en que primero habló el odio
    revestido, como siempre, de la cándida ropa del amor traicionado.
    Y ante las dos esfinges,
    el punto de partida y el deseo
    de no volver a vivirlos —jamás, jamás, jamás—,
    pero de recordarlos
    como podría recordarse una mano amputada
    que fue hermosa y que quizá fue hermosa,
    ¿hacia dónde dirigir la mirada?

    IV

    Nunca el origen
    perdido en la llanura donde primero fue el odio.
    Nunca más el paisaje salado y polvoriento
    donde puedo encontrar mi imagen sentada en una piedra
    —sombra que fue otras sombras—
    contemplando todavía las dos esfinges
    —la del amor vestido de odio;
    la del odio vestido con la cándida ropa del amor traicionado—,
    tratando, todavía, de reconocer la luz
    tras de las viejas máscaras cambiantes.
    Porque si pongo mi pie en la orilla del uno de noviembre
    hoy, mañana y ayer serán, en aire, pOLVO.



    EL TIEMPO ME RECUERDA

    Recordar no es siempre regresar a lo que ha sido.
    En la memoria hay algas que arrastran extrañas maravillas;
    objetos que no nos pertenecen o que nunca flotaron.
    La luz que recorre los abismos
    ilumina años anteriores a mí, que no he vivido
    pero recuerdo como ocurrido ayer.
    Hacia mil novecientos
    paseé por un parque que está en París -estaba-
    envuelto por la bruma.
    Mi traje tenía el mismo color de la niebla.
    La luz era la misma de hoy
    -setenta años después-
    cuando la breve tormenta ha pasado
    y a través de los cristales veo pasar la gente,
    desde esta ventana tan cerca de las nubes.
    En mis ojos parece llover
    un tiempo que no es mío.



    EPITAFIO PARA UN DESCONOCIDO

    Es posible que la voz de un poeta llegue más lejos que tu casta de sombras.
    Si es así,
    salvaré tu memoria y las generaciones futuras podrán maldecirte,
    a ti, hijo de madre virtuosa y padre no tanto
    aunque quién sabe,
    pues murió, rechazándote, dicen, entre los hombres.
    ..............Tú no vienes del agua pura que salta de mujer en mujer
    sino del perro que se oculta, can oscuro,
    donde la luz no llega —¿dije perro?:
    los símbolos perdidos se ocultan en palabras.
    Yacen en otras tumbas—.
    ..............Has nacido de ti, viejo desde niño,
    impuro desde niño,
    muerto —y transmitiendo muerte— desde niño.
    Eres la esquina en que tropieza el niño y muere como un pájaro.
    ..............Jugarías con banderas destrozadas en todas las guerras,
    sucias por la sangre mohosa, con olor a cripta,
    de los vencidos anónimos
    a quienes, sin embargo, alguien lloró: no a ti.
    ..............Balas inútiles, cascotes, trozos de mantas
    podridas por las lluvias de los siglos,
    capotes de otros tiempos, de otras y de todas las guerras,
    cenizas frías de ciudades arrasadas, vendas
    y muletas, salas de cuartel
    urgentemente abandonadas, juguetes —ratones,
    astronautas, pájaros infaustos, muñequitas...—
    con los muelles saltados, cortinas
    que todavía flotan en un aire que ya no es nuestro,
    árboles que no se sabe si son de ayer
    o de nunca, y trenes, muchos trenes
    —con cristales mordidos—
    que no llegaron a ninguna parte,
    se juntan y hacen una montaña terrible
    n la que estás, desamparado y solo,
    haciéndote una vieja en marcha atrás de hombre.
    ..............Nadie puede bajarte de ahí, señoreando
    donde la lluvia es baba y mucho frío.
    nunca diré tu nombre
    mas si llega
    mi voz más lejos que tu mano
    lo sabrán cuando sepan
    que hubo un reino de sombras.


    LIBERTAD DE LA LUZ

    Alguna vez he de volverme
    y mirar hacia atrás. No sé
    si habré de dirigir mis ojos hacia arriba
    o hacia abajo, pero tú, a quien no escribí un poema de amor
    y di más que el amor, comprenderás
    (¿He dicho que no creo en el amor
    sino en la luz? amor... He visto demasiado
    esas palabras: conteniendo la vida,
    engalanando la muerte, arrastrada por lechos,
    desvaneciéndose en los idiomas —love,
    liebe, amore... amore mío
    , amor: sonidos,
    confusión de sonidos que ocultan
    algo. Luz: tan sólo en ella creo).
    ..............Nadie es su voluntad: es su destino.
    Ni es sólo su presente: es el pasado
    y el futuro también —un peligroso borde
    donde, no siempre ciegos, caminamos—.
    Inevitable despeñarse
    mas tal vez no terrible. La luz sólo
    puede liberar a las sombras,
    derretir sus cadenas,
    dar a las aguas transparencia y vida,
    aire al espacio clausurado.
    Y el presente de ayer
    no es ya más una soledad sin sentido
    en que se puede llamar amor a las sombras.
    Porque ¿puede ser una garra el amor?
    ¿Puede ser un desierto el amor? ¿Puede ser
    una alta muralla?
    ¿Podría haber sido, yo sola, el amor y el amante
    viendo otro cuerpo donde nada había?
    No sé: ¿cómo saber quién fui, quién, ellos, fueron,
    sin luz?
    ..............Yo, a mí misma,
    regresaré por esa luz —semilla de una luz ahora—
    restaurando los rostros mordidos por el tiempo,
    ordenando la casa que me habita
    —puesto el mirto en los vasos
    en honor de las sombras ancestrales—,
    porque no hay que renunciar a la pena,
    ni al testimonio de los escombros,
    sino a la destrucción.
    .....................................Porque ser o no ser destruida,
    sólo depende de mí: de que mi mano
    tape la luz o la deje pasar
    por el pequeño espacio que entre mis ojos vive,
    hasta el fondo infinito,
    y me incluya en su círculo.
    En ese día inacabable
    en el que los vocabularios se fundan en la luz,
    y sea suficiente mirar,
    ¿para qué llamar nada a nada?


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    Julia Uceda (1925-2024) Empty Re: Julia Uceda (1925-2024)

    Mensaje por Pedro Casas Serra Vie 09 Jun 2023, 03:33

    .


    De Viejas voces secretas de la noche (1981):


    ORDEN DEL SUEÑO

    Cuando entré a despedirme de los ámbitos
    a los que ya rendí mi adiós, mas no mi olvido,
    la amada sombra estaba recortándose,
    cual negativo de una antigua foto,
    sobre lechosa luz de día que declina:
    oscura luz o sombra iluminada,
    símbolo, pudo ser, de una terrible
    desdicha.
    ..................Mi sorprendida mano,
    que hallarse sola se creía,
    puso luz en la estancia, no en la sombra,
    ni en el enigma que el tiempo me acercaba
    para borrar, con cada beso sabio,
    un dolor.
    ................Ya pasados, recordarlos no puedo.
    Se me fueron sus nombres y ocasiones.
    Sólo hablan en mí sus voces confundidas.
    Y ni eso, a veces: un viento que se aleja
    entre golpes de mar, nieve que cae.
    ...........................................A través de los sueños
    se abre paso el olvido, y los rencores
    decaen, lentamente, como otoño ante el invierno.
    La noche y sus preciosas criaturas
    limpias de su pasado miserable;
    salvadas de ellas mismas, de mí misma,
    de pie sobre otra tierra: un paraíso.




    De Del camino del humo (1994):


    LA CASA

    Dentro de la casa no hay polvo
    ni las ventanas están mordidas por el largo olvido,
    aunque te preguntas qué hacen ahí esas hojillas verdes
    que alguien fue poniendo entre las junturas
    y las acaracoladas rejas que vencieron al moho.

    .................Sabes que dentro de la casa es hace muchos años
    y que hay luz: se derrama desde una lágrima sonora. los peldaños
    de mármol, el cristal, el suave olor y las ondas
    doradas de aquella visitante, ocupan su lugar, su tiempo, su sentido. Aromas
    de plátanos maduros, la calle —lejanas y amarillas
    tierras, nombres de pájaros...—. Entonces
    quién estaría naciendo, quién muriendo,
    quién doblaría las esquinas, qué pregones,
    cómo y quién vendría de camino y con qué mensaje
    para ir tejiendo la sábana de vida —¿podría
    haber sido otra vida si otra lanzadera...?— que ensombreció la casa
    ..............................Ha manchado la niña
    ..............................la falda a mi mujer... color ciruela, el traje.
    ..............................Mujer de rubias ondas,
    ..............................ahogándola en la mancha que se extiende,
    ..............................en su forma ilusoria por los años: «nuestro oro
    ..............................no es el oro común. tú, sin embargo,
    ..............................has demandado al verde...».
    y la apagó dejándola en la acera
    sola, ignorada por las otras que la sostienen
    aunque la han desdeñado.
    ..............................Te preguntas de dónde
    llegaría el olvido a morder sus cristales,
    entreabrir las ventanas para siempre, forzar
    las puertas que yo no me llevé —¿quién
    las abrió o cerró: la mano última?—, poner
    .................................temblor en los cuadros torcidos,
    ..............................en los vidrios de la ciudad
    ..............................sobre el pez...
    briznas de musgo y jaramago y un cuajarón de sombra coronándola
    en el brillante azul de la mañana.

    desde la lágrima de luz, y desde el nido
    de la memoria van hacia ti sonidos,
    roces, voces, ir y venir que alcanzas
    desde esta orilla. tus dedos
    rozan tus dedos. Y la casa durmiente, cuya luz
    sólo tú reconoces en tu olvido,
    parece más secreta en la ruidosa calle.



    INCLUSIONES EN UN ZAFIRO VIOLETA

    Quizá en el territorio del zafiro
    los puedas encontrar.
    ....................................Se reconocen en la lejanía
    de haber sido, sin ser jamás ni voz ni tiempo
    sino sólo recuerdo que, como ciega, palpas
    en la incierta pared de la memoria.
    ....................................Siempre jóvenes son,
    aunque las hojas de todos los otoños unidos
    ....................................intentan acercárseles.
    Pero nunca los tocan. Los años, con respeto, se arrodillan
    en los umbrales del zafiro, que es urna y universo.
    ....................................Tal vez la muerte, un día,
    suprimirá el espacio en que dialogan
    las sombras fieles de quienes nunca fuimos.

    También, entonces, tú habrás muerto.



    PROFUNDO COMO LOS RÍOS

    My soul has grown deep like the rivers.
    Langston Hughes

    Rostro negro de soledad,
    en tu sudor toco la nieve que se abrió en el aire.
    Regresan las agujas de hielo bajo el sol,
    y me encuentro, al perderme, en el lino cuajado
    o en el deshielo súbito
    de otra mañana:
    aquella en que el narciso despertaba
    a su esplendor efímero.
    Amado rostro negro de soledad, tocarte desearía;
    recoger en mi uña el destello de ese sudor
    como si recogiera, uno a uno, los días que te envolvieron
    y hablaba corno tú.
    Y, sobre todo, me rebelaba con esperanza.
                             Tu casa está sobre el jaspe y el zafiro,
                             sobre la calcedonia y la esmeralda,
                             y sobre las otras siete fundamentales
                             sin exceptuar la amatista.
                             Los vientos, por ti, se han detenido en
                                                       sus cuatro lugares.
                                                             De soledad
                             están pobladas tus calles. Y de lejanía
                             oculta tras doseles de arena.
    En las noches de estruendo y orgía,
    copas volcadas y cruces llameantes,
    has ocultado tu corazón bajo una gardenia
    y la armonía, desde tus manos,
                             —Si yo volviera, ¿adónde volvería?—
    ha embriagado las sombras.
                             Si yo volviera,
    dibujaría en la pared de mi prisión
    nombres fugaces, las palabras
    de una antigua canción, un teléfono viejo
    con el cable cortado sobre el pecho
    de una mañana, un libro sin abrir,
    el blanco sobre el verde
    y un ave del Camino de las Ocas.
    También lo que traías, rostro negro de soledad




    Poemas no editados en libro:


    RECUERDO PERFECTAMENTE ESOS DÍAS...

    Mi infancia son recuerdos de calles de Sevilla,
    de quietas barreduelas, de patios muy callados,
    de luces que se cruzan con siglos y futuros
    donde el tiempo navega sin destino ni pausa.

    Mi infancia tiene pájaros muertos sobre una colcha,
    albercas de un verdor negro y acristalado,
    caracolas que trepan por un muro y regresan
    y las toco con dedos que ya no son los mismos.

    Llega, por muchas calles, un olor a romero,
    y un aire que me abriga como un seno lejano
    que recordar no puedo, las sombras de otras casas,
    ruidos familiares: los pasos de la muerte.

    Ella iba y venía por inviernos perdidos
    acodada en las cunas, esperando en los templos.
    No comprendo que un día se fuera a alguna parte
    dejando su trabajo para algún otro día.

    En las casas partidas por el rayo
    queda una sombra fresca de velas descorridas
    y lo que no recuerdo me hace señas lejanas
    hasta que resuciten cuando doble una esquina



    VITRINA

    Para Eduardo y María del Carmen,
    que conocieron a las últimas.


    Las niñas ya se han ido
    cada una a su propia anciana,
    zagalejos de espuma,
    botitas de caña.

    Las niñas ya se han muerto
    -cada una vivió su propia anciana-,
    y en la alacena dejaron
    las lunas blancas.

    Se olvidaron las niñas
    de todas sus palabras
    y de todos los príncipes
    con que valsaban.

    Se dejaron las niñas
    agujas ensartadas,
    y en aquellos estrados
    por donde pasaban,

    las luces, encendidas,
    las tazas, empezadas,
    y el aire menudito
    que las espabilaba.

    Las niñas que se fueron
    se llevaron las llaves de sus casas,
    y parece que vienen por otras galerías
    a recoger las cosas olvidadas.

    Pero no hay ya quien las espere
    porque son otras manos, más lejanas,
    las que alisaban sus encajes
    y trenzaban sus trenzas apagadas.

    Si sus voces se oyeran por los sueños
    ya no hay quien sepa a qué sonaban;
    si algún rostro aparece en otro rostro
    ya no lo reconoce la mirada.

    Por calles sin memoria,
    cuadernos amarillos y sábanas de holanda,
    las que iban a ser ya fueron y pasaron
    hilvanando sus sombras a sombras que llegaban.



    DECÍA HIELO

    ¿Qué dijo?
    ¿Qué decía? Palabras, eso sí,
    palabras eran, pero ¿qué palabras?
    Caían sobre una mesa. Y había luz.
    Una luz muy oscura.
    Ahora las manos se agrietaron
    buscando los sonidos, revolviendo
    agujeros, bolsillos falsos, nidos
    abandonados, hojitas de musgo
    y hojas secas: todo lo quieto. Sacude
    los recursos para encubrir, por si cayeran,
    las palabras, al suelo, con un sonido comprensible.
    ................................................Pregunta
    a los árboles del más allá, de vez en cuando,
    si se acuerda, al llanto de los helechos y a la nuez
    en que la luz, copo de fe, se encierra.
    ................................................Porque asegura
    que las oyó y eran como rastrojos, nudos
    de alambre, manzanas podridas y un rostro
    volcando todo eso, echando todo eso, tan frío,
    en la nuca inocente. Y helaba la dulzura.
    ¿Dónde se han escondido? ¿Desde dónde
    la miran, las palabras, agazapadas, riéndose
    de que no las encuentre, tan torpe?
    Que se muera buscándolas, dirán.
    Tal vez al otro lado…


    JULIA UCEDA, En el viento, hacia el mar (1959-2002), Fundación José Manuel Lara, 2002.


    Última edición por Pedro Casas Serra el Lun 12 Ago 2024, 15:10, editado 1 vez


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    Mensaje por cecilia gargantini Vie 09 Jun 2023, 14:36

    .Tal vez la muerte, un día,
    suprimirá el espacio en que dialogan
    las sombras fieles de quienes nunca fuimos.

    También, entonces, tú habrás muerto.

    Gracias Pedro, por agregar más textos!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
    Sigo insistiendo en la fuerza de sus versos. más allá de la belleza por supuesto.
    Besosssssssssssss
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    Mensaje por Pedro Casas Serra Mar 20 Jun 2023, 07:38

    Agradezco mucho tu interés, Cecilia.

    Un abrazo.
    Pedro


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    Mensaje por Pedro Casas Serra Miér 13 Mar 2024, 06:46

    .



    Cuatro poemas más de Julia Uceda:


    De Extraña juventud:


    EL SECRETO

    Os alejáis de nuevo -libros, papeles, líneas
    de lo real-; huís bajo el ruido
    circundante. Me volvéis a las sombras
    de nuevo. A lo perdido
    entre voces y manos de niños,
    bajo el roto aspirar de las estrellas.
    Bajo su jadear de polvo casi eterno.
    Mis ojos no son míos si miro
    mi habitación, mi ropa abandonada,
    el papel en que escribo lo que sé;
    lo que aprendí a zarpazos de silencio.
    No me conozco en mí, ni me conozco
    cuando me llaman: Julia.
    Julia... ¿Quién eres? Dónde
    estás, por qué túnel
    has huido. Por dónde
    muelen tus pasos la desierta sombra.
    Qué conoce tu frente,
    qué tu mirar de olvido por la yerba.



    SÉ QUE ME ROBAN ALGO

    Y todo este quedar sobre las playas,
    para morirse un día.
    Dicen que allí...
    Pero respondo que vivo ahora.
    Que es sobre esta tierra donde estoy,
    en donde me conozco,
    en donde estoy muriendo
    un poco más a cada instante.
    Sobre esta tierra que me roban,
    sobre estos prados que me huelen
    a muerte inhabitada.
    Que debe ser aquí, en donde somos.
    Que este vivir para la muerte
    no es vivir humano. Nadie me hará  creerlo.
    Alguien me debe algo
    que no estará en la muerte
    y duerme sobre el pecho
    estrellado del mundo.
    Sé que en alguna parte
    alguien me quiere débil
    para domar mi sangre.
    Para robarme esta
    vida que exijo ahora,
    para hacer de mí un cuerpo mortificado
    y dulce
    escondiéndome sombras
    por detrás de la muerte.
    Sé que me roban algo
    y no sé quién, ni dónde.



    RESPUESTA A LAS BRUJAS

    Comadres de mi pueblo,
    brujas de cara, nidos de susurros,
    echad agua bendita
    en mi almohada. Sueño
    que cada hueso mío reverdece
    y se pone derecho y en su sitio
    -con los ojos muy bien abiertos sueño,
    oscuras brujas mías-,
    junto a otro cuerpo que me da sentido,
    y que algo como un soplo
    -Dios no se enfada, brujas,
    pero rezad por mí; por tanta dicha,
    me sube de los pies a la cabeza
    quebrando mi cintura
    en un nudo de llanto que no es llanto.
    Hay algo que se para en no sé dónde,
    tal vez en un paisaje.




    De Poemas de Cherry Lane:


    BROADWAY, UNA NOCHE

    Aquella noche, Charlie,
    qué sueño tan raro... O tal vez no era un sueño.
    La vida juega con sus planos
    sin saber que medimos
    el tiempo, que hemos dado
    un orden. O lo sabe
    y se burla. Lo tira por lo alto
    y los naipes resbalan
    de lo azul a la tierra...

    Al compás de una música que nadie
    oyó jamás, danzaba: trozo
    de papel en el viento.
    Sin peso, sin medida, sin tiempo, en el espacio
    infinito, danzaba... ¿O no danzaba y eran
    el cielo y la ciudad quienes seguían
    la extraña música en su giro?
    ¿Qué luces, cuáles eran
    las estrellas, las calles luminosas
    -un río de cristal ardiente, Charlie-,
    huyendo en todas direcciones,
    o los ojos profundos, enigmáticos,
    que eternamente parpadean?

    ¿Era Marte -oh, ya sé que no podría
    ser- esa gota roja,arriba
    -o abajo- quien lloraba
    sangre o era Broaday gritando
    sus misterios, sus secas
    muertes desconocidas?

    Sobre un río de trenes o bisontes,
    sobre un rumor de selvas dominadas
    por cristal y cemento; sobre cráneos
    y tótem; sobre el níquel,
    sobre el mármol, de Paros, yo danzaba,
    cruzaba por la extensa música del ardiente
    templo.

    ...............Abajo y muy lejana
    Notre Dame giraba su pañuelo
    y Burgos y León me despedían:
    sus piedras húmedas lloraban
    -o no lloraban y era que la luna
    les prestaba su brillo para el acto-
    y en sus sepulcros olvidados huesos
    se hundían más y más...

    Qué extraño sueño, Charlie... Los tejados
    se poblaban de flores que venían
    desde el mar y brotaban
    de sus vientres de púrpura y acero
    leves cuerpos que al punto
    se entretejían por las escaleras
    -perdidos ya, perdidos sin remedio-,
    de hierro, por las firmes
    tuberías del mundo.

    ¿A dónde irían, Charlie? Pueden ellos,
    sin sueños medievales, sin mis dioses
    y mitos, sentir miedo? ¿Y qué clase
    de miedos? La serpiente
    no es la misma... Giraba,
    yo giraba... Entendía
    el orden.

    .................A mil metros
    sobre el nivel del mar las caracolas
    de metal, los pianos,
    los oboes imponían
    su ley, su fuerza inmensa
    sobre el cristal y el níquel,
    sobre León y Burgos, sobre mí... Se agitaba
    la ciudad como un pecho
    que respira.

    .....................A mil metros
    sobre el mar -sobre Grecia-
    los oboes, los violines, los tibios saxofones
    entonaban su himno de agonía.
    Mil metros por encima del mar, del Coliseo
    una pálida Roma
    agitaba su mano, dulce mano
    extranjera en la noche, despidiéndome
    en su profundo y desdeñoso sueño.

    Mil metros... A mil metros
    sobre el nivel del mar el rubio líquido
    de los delgados clarinetes, las ortigas
    ardientes del tambor,
    los oboes, los violines, las roncas y agrias voces
    rompían, desgarraban
    las noches amplias como rosas
    oscuras con su himno
    de agonía y de gloria
    -¡cuántas muertes dentro!-
    en sacrificio sobre el ara inmensa
    de la ciudad:  garganta
    que profería un grito luminoso
    cuajado de pequeñas
    gargantas
    esclavizadas o glorificadas
    como Orfeo en su éxtasis.

    Porque, Charlie, ¿quién podría decírlo?

    Y yo danzaba
    sin detenerme nunca: trozo
    de papel en el viento.
    Un papel donde alguien, distraído,
    escribió algo y lo borró una lluvia.


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    Mensaje por Pedro Casas Serra Vie 25 Oct 2024, 05:25

    .


    Otros poemas de Julia Uceda:


    De Mariposas en cenizas, 1959:


    ÚLTIMO DÍA

    Y por el mar corrí pidiendo: ¡Vida!
    Torcidas tempestades me cercaban
    las desnudas espaldas. Eran crines
    de lluvia, de clamores geológicos.

    Qué ancho eco la tierra fría y rota
    sobre una larga noche de gemidos.
    Qué adánicos temblores en las hojas,
    qué sudor por los montes sin estrellas.

    Iba escupiendo: ¡Vida! por la sangre
    batían como alas esas sombras
    de la casa del sueño abandonada.

    Lenguas amargas entonaban himnos.
    Y yo -mujer- abrí mis brazos ciegos
    y sepulté mi llanto por la arena.


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    Mensaje por Pedro Casas Serra Sáb 26 Oct 2024, 05:56

    .


    NO LE PIDO A LOS SERES PERDÓN POR MI EXISTENCIA...

    No le pido a los seres perdón por mi existencia.
    La levanto y la empuño como a un viento domado.
    Antes que ser un árbol, antes que inexistencia,
    este calor de establo de mi pecho pisado.

    Existir sobre todo. Adoro la presencia
    de la luz que la sombra quisiera haber cegado,
    el rumor de mi sangre, la dulce incontinencia
    del labio que otra carne quisiera sepultado.

    Yo no pido disculpas por mi ser sin medida,
    por mi ser oceánico, por mis ansias de vida,
    por la vida caliente que se quema en las horas.

    Y seguiré viviendo aunque madres horrendas
    clamen sobre los montes, rasguen rostros y vendas
    y suelten sobre el mundo tijeras destructoras.




    De Extraña juventud, 1962:


    EXTRAÑA JUVENTUD

    Hundir las manos en el agua
    del tiempo. Ir al fondo
    mismo del futuro que pasa. 
    Descender por sonidos
    que antes nadie escuchara,
    sabiendo que no existen
    la vida y la esperanza. 
    Deshacer el ovillo
    dentro del alma
    desnudando a los mitos
    con un golpe de luz en la mirada.
    Vivir, por vivir hoy,
    no por vivir mañana.
    Estar siempre en la punta
    de polvo de la espada.
    Beber despacio el tiempo
    —el nuestro y nuestra nada—. 
    Acariciar de noche
    las estrellas mojadas.
    Y de día esos labios
    en que el dolor se para
    indicando que hay algo
    extraño que no pasa.


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    Mensaje por Pedro Casas Serra Dom 27 Oct 2024, 06:42

    .


    De Poemas de Cherry Lane, 1968:


    ROSAS DEL SUR

    Las rosas del sur tienen una lágrima
    a punto de caer. Charlie, las rosas...
    Y ese vals demasiado
    cursi tal vez. las rosas, Charlie,
    de Europa, que no has visto.

    Cuando yo digo «rosas
    del sur», en Alabama
    piensas tal vez... En los violentos
    ramos de rosas rojas, negras...
    O en Pasadena... O quizá en esa rosa
    perdida por tu infancia, que alguien trajo
    y puso en una copa ya olvidada,
    al lado de una Biblia dominical. Y hueles
    a maderas antiguas.

    Cuando yo digo «rosas
    del sur» hay un revuelo
    de tenues faldas por jaspeados mármoles,
    un violín en la niebla, un Archiduque
    en Austria: en una Europa
    de antes del catorce...
    (una Europa perdida, un Schönbrunn muerto),
    sepultada en un ritmo
    violento de cañones y metralla.

    Después Apollinaire con su cabeza
    de algodón: herido por los siglos
    de los siglos en todos los retratos.

    Todas han muerto, Charlie.
    Pero los valses quedan. Y Strauss.
    Ahora, nosotros
    somos vivos, reales.

    Yo, viva y verdadera, oigo contigo
    esas «rosas del sur». De cualquier sur, amigo.

    Sé que estoy viva
    porque el espejo dice mi manera
    de pintarme los labios,
    de ordenar mi cabello.

    Y escuchando esas rosas, esos valses
    —todos brillantes, todos agitados
    como suaves alientos,
    muertos también, tras de los abanicos—
    esperé que llamase
    a mi puerta... al teléfono.
    .........................................Toda la tarde, como
    .........................................si no hubiese distancias
    .........................................ni palabras de hierro.

    Ahora,
    muy lentamente,
    retardando el momento,
    desordeno mi pelo y lo cepillo
    pensando no sé qué, en otra cosa;
    desprendo mis pendientes
    y el rouge para dormir.

    Los valses, Charlie,
    hacen que vea en el espejo
    las extrañas visitas de una casa en que alguien
    espera, el grito
    de un pájaro, el presente
    de algún aniversario.
    Mas ¿de qué aniversario?

    No sé, Charlie... Los valses...
    Toda esa Europa muerta me hizo
    pensar que había una lágrima
    a punto de caer desde las rosas
    del sur... Y que yo estaba
    viva —vivir es esperar— y que ninguna
    lágrima iba a caer sobre mi hombro.
    Pero ha caído...

    Si otra vez digo «rosas
    del sur» serán de Pasadena.
    Si «olas», del Pacífico...
    «Emperador», serpientes emplumadas
    de Moctezuma... de Schönbrunn...
    el gran teocalli con olor a sangre
    y a metralla también. Y también muertos.

    Porque todos han muerto, Charlie,
    y sólo quedan valses y ruinas.
    Las ruinas de piedra y las de carne.
    Siempre serán la misma
    rosa la de Alabama y la de Austria.


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    Mensaje por Pedro Casas Serra Lun 28 Oct 2024, 04:51

    .


    De Viejas voces secretas de la noche, 1981:


    VIEJAS VOCES SECRETAS DE LA NOCHE

    II

    La noche es ahora oscuridad
    y caminar por los cuartos que ilumina la luna.
    ....................................................................No temer
    las lentas sombras de los árboles
    sobre bultos de muebles apagados;
    oír, tratar de oír, de sorprender, mejor, las voces
    que parecen de fuera y son de dentro.
    la noche es andar y andar, conjurando, tejiendo
    —no para darles vida, sino digno reposo—,
    todo lo que olvidé olvidándolo. Memoria:
    el espejo infinito sin azogue.
    ¿cómo se han apagado tantas luces eternas?
    «Eternas», yo decía. Sí, eternas.
    Pero apagadas. lumbres apagadas.
    la noche es caminar
    buscando ángulos de luz.
    caminar, escuchar, esperar... lo sorprendente
    es que la historia es vieja.

    III

    Ya no sé si la noche
    lo es también para mí, como tampoco
    sé quién me dice: «dilo».
    Y lo digo —escribo— y ahí está: mirándome en sus letras;
    dejándose mirar y que pregunte: «¿Qué quiere decir esto?»
    ..........Siento como una presencia en la oscuridad.
    una presencia que no toco aunque mis dedos
    casi la rozan. no como a una seda
    sino como a un amarillo profundo
    sobre el que un rey y una reina se amasen.
    Y hay un río —me lo dice la noche—,
    que corrió sobre piedras
    y lavó sangres y armaduras, bocas de caballos
    sedientos; un río de amor
    cuyo sonido me llega de muy lejos
    y al que no quiero regresar. Pero corre
    por mi apagado corazón, como la voz que dice:
    ...........................................................................En la sala está la dama
    ...........................................................................namorando su cojín...
    Mas la dama se va por un camino de rosales en sombra
    —se oyen surtidores, cruzan aromas, murmuran dueñas—
    y bajo la luz de hoy recojo del pasado
    un almadraque, con unicornio en su raso podrido,
    sobre el que un rey y una reina se amaron.


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    Julia Uceda (1925-2024) Empty Re: Julia Uceda (1925-2024)

    Mensaje por Pedro Casas Serra Miér 30 Oct 2024, 07:25

    .


    De Del camino de humo, 1994:


    EL SILENCIO

    Recordando un rostro femenino
    de Oswaldo Guayasamín

    Hay un vacío en el que no se oyen las zapatillas.
    Y otro aún más profundo: el que disuelve a nuestras manos,

    Y nuestro cuerpo. Y sólo flotan unos ojos
    que no lo parecen. 
    .................................Aunque daría lo mismo
    porque ya no pensamos con palabras
    que todo lo confunden.
    .....................................Además
    ¿para qué edificar un templo de un grito?

    Un grito que no suena en la expansión de las constelaciones.
    Un grito que no oye el pastor de planetas.
    Un grito que se llena, como un cubo, de huecos.
    Un templo que visitan arenas y huracanes.
    La boca ha gritado, ¿de qué huerto ha venido? 
    ¿En qué lejana flor se hará otra vez silencio,
    historia no aprendida, transcurso sin preguntas?
    ...........................................................¿En qué agua de otro tiempo
    se pulió la mandíbula y su origen?.
    ...........................................................¿En qué apagado sol
    se removió su cero antes del cero?

    Gritar: tan sólo un accidente, 
    una arruga en el aire.
    ...........................................................Y un destrozo,
    un harapo de algo; un desgarrón superfluo
    desde el violento, desde el distraído
    que empuja, pisa y habla alto. No grita.
    ...........................................................Alto, sólo, habla.
    Se oye su voz pavorreal.
    Y el grito se desenrosca desde su sima profunda:
    un poquito de aire que, primero, tropieza 
    con la esquina rosada del pulmón
    en su escape garganta arriba. Luego ulula, asalta
    la pared que contiene su infinitud,
    su encadenada desmesura,
    arañando su cárcel, resuelto en templo,
    en ecos, en frío crisopacio que se aleja,
    en el tiempo, de la boca: su nido.

    Y nada alrededor. 
    ...........................................................La boca mueve
    sus alas sin sonido, sin sentido,
    entre el agua y el huerto,
    entre hueso temprano y légamo futuro,
    entre el cero y el cero.
    Entre el cero y su carga.


    JULIA UCEDA, En voz alta. Las poetas de las generaciones de los 50 y los 70, Hiperión, 2007.


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