Concha Méndez.
Quisiera tener varias sonrisas de recambio
y un vasto repertorio de modos de expresarme.
O bien con la palabra, o bien con la manera,
buscar el hábil gesto que pudiera escudarme...
Y al igual que en el gesto buscar en la mentira
diferentes disfraces, bien vestir el engaño;
y poder, sin conciencia, ir haciendo a las gentes,
con sutil maniobra, la caricia del daño.
Yo quisiera ¡y no puedo! ser como son los otros,
los que pueblan el mundo y se llaman humanos:
siempre el beso en el labio, ocultando los hechos
y al final... el lavarse tan tranquilos las manos.
Los brazos que te han llevado...
Los brazos que te han llevado,
no te dejan escapar
para volver a mi lado.
Nos separa un ancho mar
de difíciles tormentas,
y náufrago has de llegar,
si es que vuelves a mi puerta,
para quererte salvar.
Brazos que te sujetaron
para alejarte de mí,
¡a mí sí que me salvaron!...
Cuando ya no sepa de ti
¡qué bien estaré en la vida!,
cuando ya no sepa de ti.
Cuando no vuelvas a verme
y mis horas sean mías
y yo vuelva a ser quien era
lejos de tu compañía:
Cuando no te vean mis ojos,
¡qué bien me sabrá la vida!
No faltará quien se alegre...
Unos, porque no me quieran,
y alguna porque me quiere...
Tan sola no me has dejado,
que estoy conmigo y me basta
-igual que siempre lo he estado...
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La poesía de Ernestina de Champourcín (Vitoria, Álava, 1905), es intimista, sí, pero no se entienda esto como una limitante del aliento poético, sino como ocasión para mirar hacia el ámbito de lo religioso desde el cuerpo en la mejor tradición hispánica de la poesía mística; es por eso que el uso que hace del vocabulario llano, al contener el asombro de lo divino en lo cotidiano, intensifica su efectividad poética.
Champourcín conoce en 1930, en la tertulia del Café Regina (a la que asistían escritores como Valle-Inclán o Max Aub) a su pareja sentimental, el poeta Juan José Domenchina, quien pronto muere en 1959. Ya concluida la Guera civil se embarca hacia México, donde da a la prensa Cárcel de los sentidos (1964) y Poemas del ser y del estar (1972); aquí trabajará como traductora en el fce y para la Revista de Occidente . En 1972 regresa a su patria, donde ya había publicado, entre otros libros, En silencio ( 1926), La voz en el tiempo (1931) y Cántico inútil (1936). Finalmente, ya con más de noventa años, publica en 1993 Del vacío y sus dones , demostrando con ello un gran aliento poético silenciado sólo por la muerte.
La oración
Ernestina de Champourcín.
Ese muro implacable, tan ciego, tan callado…
y yo a los pies del muro con mi sed y mis ansias,
yo sola, rodeada de todo lo que esquivo…
¡Qué lucha de lo inútil contra la pura esencia!
Un reflejo en el muro… una luz resbala
sobre esa cal inmóvil de un blanco impenetrable…
¡Es Tu sombra, Señor! Qué minuto de gloria.
Y después… qué silencio en qué sombras de noche.
Aquí estoy todavía… Yo sé que existe el pozo
donde dormita el agua que ofreciste a mis labios.
Yo sé que sólo falta una grieta en el muro;
la que yo podré abrir mientras espero y amo.
Dame fuerzas, Señor. Aunque transcurran siglos
me encontrarás aquí, rendida y obstinada,
soñándote y amándote mientras pasan las horas,
mientras mi sed de Ti va adelgazando el muro…
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Josefina de la Torre. Poeta nacida en Las Palmas de Gran Canaria, en 1907, que al margen de sus labores de doblaje para la Paramount, junto a Luis Buñuel desarrolló una intensa actividad novelística. Pero no será sino hasta 1968 que De la Torre publique su tercer poemario: Marzo incompleto, con el que cierra un ciclo caracterizado, entre otras cosas, por el tema amoroso abordado desde la complementación de los opuestos a la manera de Descartes: la partida y la espera, el silencio y el beso, el deseo y la permanencia, dicotomías que mantienen en tensión el axis dramático de su poesía, que, por otro lado, no promete amores ideales, sino humanos, esto es, necesitados de dolor, del sufrimiento y la promesa del encuentro.
Fue también De la Torre actriz de cine, de teatro radiofónico y de doblaje (fue la voz castellana de Marlene Dietrich), así como guionista (ganó un premio por Una herencia en París , del director mexicano Miguel de Pereira). En reconocimiento a su trayectoria, en 2002 el gobierno de Canarias le concede la Cruz de la Orden de las Islas Canarias, para poco después morir en Madrid.
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Tú en el alto balcón...
Josefina de la Torre
Tú en el alto balcón de tu silencio,
yo en la barca sin rumbo de mi daño,
los dos perdidos por igual camino,
tú esperando mi voz y yo esperando.
Esclavo tú del horizonte inútil,
encadenada yo de mi pasado.
Ni silueta de nave en tu pupila,
ni brújula y timón para mis brazos.
En pie en el alto barandal marino
tú aguardarías mi llegada en vano.
yo habría de llegar sobre la espuma
en el amanecer de un día blanco.
Pero el alto balcón de tu silencio
olvidó la señal para mi barco.
Y me perdí en la niebla de tu encuentro
–como un pájaro ciego–, por los años.
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