Aburrido y soso, sin nada que distraiga, hombre divaga caviloso
por aquél paraíso que muestra dispendioso todo lo más hermoso
que un dios supo crear.
Hombre, ensimismado, no encuentra más placer
que seguir a la mujer.
Cuando ésta le ofrece la manzana para comer,
sin voluntad de resistir le hinca diente, sumiso,
¡a sabiendas qué, de fijo, con ello Dios va a sufrir!
A contar ese mordisco cambió su manera de ser
de modo tan inaudito, que no llega a comprender.
Antes, nada importaba; ahora no puede vencer el deseo
que súbito, imperioso y contumaz, asalta sin continencia
en poseer, para gozar, cuerpo de aquella mujer.
Voz del Eterno, repite: ¡Ganarás el pan con sudor!
¡Procrearás la especie! ¡Fruto, que a los dos compite,
parirá mujer con dolor!
El hombre, alucinado, se contempla con sorpresa.
Distingue, de su pareja, tan marcadas diferencias,
que, aún siendo semejantes, casi nada asemejan.
Busca, en su compañera, músculos que le distinguen,
fuerza que le embravece, pene lacio, ridículo,
que se torna, cuando crece, majestuoso báculo,
pectoral plano, sin tetas, y hasta el cutis y piel,
mientras la suya es pilosa, la de ella cantan los poetas
ser pétalos, nácar y miel.
por aquél paraíso que muestra dispendioso todo lo más hermoso
que un dios supo crear.
Hombre, ensimismado, no encuentra más placer
que seguir a la mujer.
Cuando ésta le ofrece la manzana para comer,
sin voluntad de resistir le hinca diente, sumiso,
¡a sabiendas qué, de fijo, con ello Dios va a sufrir!
A contar ese mordisco cambió su manera de ser
de modo tan inaudito, que no llega a comprender.
Antes, nada importaba; ahora no puede vencer el deseo
que súbito, imperioso y contumaz, asalta sin continencia
en poseer, para gozar, cuerpo de aquella mujer.
Voz del Eterno, repite: ¡Ganarás el pan con sudor!
¡Procrearás la especie! ¡Fruto, que a los dos compite,
parirá mujer con dolor!
El hombre, alucinado, se contempla con sorpresa.
Distingue, de su pareja, tan marcadas diferencias,
que, aún siendo semejantes, casi nada asemejan.
Busca, en su compañera, músculos que le distinguen,
fuerza que le embravece, pene lacio, ridículo,
que se torna, cuando crece, majestuoso báculo,
pectoral plano, sin tetas, y hasta el cutis y piel,
mientras la suya es pilosa, la de ella cantan los poetas
ser pétalos, nácar y miel.
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