EL VACÍO DE UNA SIESTA VESPERTINA.
Hoy salté al vacío de mi grito;
dejé mi cuerpo dormido entre las piedras,
miré la tierra polvorienta del olvido
cubriendo mis zapatos negros,
pensé en ayer, pero no recuerdo nada hoy,
mi mente es fruto muerto sin saudades,
y solo pienso en comer una barra de chocolate,
pero muerdo la rama de un árbol caído
que me tiende sus manos en son de paz,
y me acuesto a dormir una siesta vespertina
mientras me acaricia una libélula que cree soy su flor;
y me saca la sangre de mis venas,
cual murciélago feroz saciando sed;
es tan confusa la tarde sin sol de mediodía;
pienso estar vivo, pero siento que no lo estoy,
soy nadie bajo la sombra de ese árbol que no es árbol,
es un muro blanco que se pone rojo al caer el sol.
Siento haber hipotecado mi sentir.
Es que hoy caí al vacío de la nada,
lo irreal de lo real de la vida pasajera sin destino.
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