CATULO (c.85 a.C-c.57 a.C.) (ROMA CLÁSICA)

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA XXIII

A F U R I O

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¡Furio, tú que ni siervos ni arca tienes,
Ni arañas en tu hogar, chinches, ni fuego,
Sino un padre y madrastra cuyas muelas
Hasta guijarros triturar pudieron,
¡Qué afortunado con tu padre vives
Y con su esposa que parece un leño!
No maravilla; porque estáis bien todos,
Digerís bien y á nada tenéis miedo:
Ni á incendios prontos, ni á ruinas graves,
Ni á actos infames, ni á mortal veneno,
Y ni á los otros casos de peligro
A los cuales un rico se halla expuesto.
La verdad es que el frio, el sol y el hambre
Os dejaron enjutos como un cuerno,
Si algo más seco y árido no existe;
¿Y feliz no te sientes con todo esto?
Tú, sudor ya no tienes, ni saliva,
Ni moco en la nariz líquido ó seco,
Y agrega á esta limpieza algo más limpio,
Que lo tienes más pulcro que un salero,
Pues al año diez veces no más lo usas
Y de piedras parece que está lleno;
Pues si hubieras de asearte con las manos,
No te llegaras á ensuciar los dedos.
No desprecies, ¡oh Furio! estas ventajas
Que no debes tener jamás en sueños.
Cien mil sextercios de pedirnos deja
¿No vives tú feliz y satisfecho?

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA XXIV

AL JOVEN JUVENCIO

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Tú, que la flor de los Juvencios eres,
No sólo de los de hoy y los que fueron,
Mas de esos que ha de haber en lo futuro,
De Midas las riquezas, yo prefiero
Que des á quien ni siervos ni arca tiene,
A que consientas en su amor, Juvencio.
¿No es hombre bello, dices? si, sin duda;
Mas sin arca y sin siervos vive el bello;
No me hagas caso, alábalo si quieres;
No ha de tener por eso arca ni siervos.

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA XXV

A T A LO

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Más suave que el extremo de una oreja,
¡Oh tú, lascivo Talo!
Más que piel de conejo ó telaraña,
Más que pluma de ganso,
Y á la vez más rapaz que una borrasca
Cuando á un amigo encuentras descuidado,
Á mí devuelve cuanto á mí robaste:
Mi anillo, mis pañuelos y mi palio,
Que ante el público, tonto, mostrar sueles
Cual si tú los hubieses heredado.
Antes que el fuete vergonzosas huellas
Imprima en tus espaldas y costados,
Que tus uñas me suelten cuanto guardan:
Que si no, saltarás bajo mi mano
Cual débil barquichuelo á quien azota
Con furia el viento por los mares vasto

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA XXVI

A F U R IO

¡Olí Furio! vuestra quinta no está expuesta
Ni á los soplos del Austro ó los del Céfiro,
Ni á los del Bóreas cruel ó del Levante;
Mas por sextercios quince mil doscientos
Está desde hace tiempo hipotecada.
¡Oh, qué pestilencial y horrible viento!

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA XXVII

AL ESCLAVO ESCANCIADOR

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Esclavo, que Falerno añejo sirves,
Ven y escancia en mi copa el más amargo,
Cumpliendo de Postumia, que es más ebria
Que el grano de las uvas, los mandatos.
Linfas que sois la perdición del vino,
Id del austero á refrescar los vasos;
- - - - - - Beber el vino puro
- - - - - - Nos aconseja Baco.

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA XXVIII

A VERANIO Y FABULO

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Amigos de Pisón, vana cohorte,
Que tornáis sin alforjas ni dinero,
¡Oh, tú, amado Veranio, y tú, Fabulo;
¿Cómo os va? ¿con Pisón, ese avariento,
Habéis sufrido sólo frío y hambre?
¿Lo gastado fué el único provecho
Que pudisteis lograr? así gastara
Mi fortuna también, siguiendo á Memmio.
¡Oh Memmio! tú cansaste mi paciencia
Y abusaste de mí por largo tiempo!
Y semejante fuera vuestro caso:
Con no menor canalla, á lo que veo,
Hubisteis de tratar también vosotros.
¡Mañana, á amigos nobles acogeos!
¡Males, Memmio y Pisón, os den los dioses,
Que oprobio sois de Rómulo y de Remo!

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA XXIX

CONTRA CÉSAR

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¿Quién, no siendo un glotón ó algún perverso,
Ó un jugador, mirar y sufrir puede
Que cuanto hubo de rico en la Bretaña
Y en la Galia, Mamurra hoy lo posee?
Rómulo prostituido, ¿esto soportas?
¿Y que ahora soberbio y rico en bienes,
Como un blanco palomo, ó un Adonis,
Sobre todos los lechos se revuelque?
Rómulo prostituido, ¿sufres esto?
Glotón y jugador, perverso tú eres.
¡Oh, tú, emperador único! ¿qué, acaso
Fuiste á la isla lejana de Occidente,
A hacer que de Mamurra la lascivia
Millones y millones hoy nos cueste?
¡Qué liberalidad, César, la tuya!
Poco fué que Mamurra dispusiese
De su propio caudal, que era cuantioso;
Del botín que en el Ponto se le ofrece,
Y del de Iberia, que recuerda el Tajo.
¡Cual la Galia y Bretaña á ti otros temen!
¿Por qué abrigáis á este hombre? ¿patrimonios
Más ricos devorar aún pretende?
Avergüénzate, ¡oh Roma! suegro y yerno
El mundo arruinan para darle bienes.

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA XXX

A ALFENO

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¿Alfeno infiel, con tus amigos falso,
De tu amigo, inhumano, ya te apiadas?
¿Ya no me engañas, pérfido, y traicionas?
Del hombre al cielo la traición no agrada:
Mas esto olvidas é infeliz me dejas.
¿Qué hacer? decidme, ¿en quién tener confianza?
A ese amor, fiel creyéndolo, por fuerza
Tú me indujiste arrebatando mi alma;
Y hoy te retractas, y al airado viento
Das y á las nubes tus promesas vanas.
Si tú olvidas, los dioses lo recuerdan;
Te habrás de arrepentir de tu falacia.

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA XXXI

A L A P E N I N S U L A D E S I R M IO

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Perla de las penínsulas é islas,
Que ora en los lagos ó en el mar extenso
Brotar hace Neptuno, bella Sirmio,
¡Cuan alegre otra vez á ti yo vuelvo
Sin creer que de Tracia y de Bitinia
Ayer dejé los campos y hoy te veo!
¡Oh, cuánto es grato, de zozobras libre,
Deponer de la pena el grave peso,
Y á nuestro hogar volver, dulce descanso
Para encontrar en el deseado lecho!
Tras de tanto trabajo, eso ambiciono.
Salve, ¡oh Sirmio! aquí tienes á tu dueño;
Tú, alégrate también, lago de Garda.
Mi casa atruene de mi risa el eco.

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA XXXII

A I P S I T I L IA

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¡Oh mi dulce Ipsitilia! si tú me amas,
Tú, que mi encanto y mis delicias eres,
Manda que á verte vaya al mediodía.
Y esto agrega, si en verme tú consientes;
Que nada cierre para mí tu puerta,
Que no en marcharte de tu casa pienses,
Y en ella permanezcas esperando
Que mi amor yo te jure nueve veces.
Si aceptas, da tus órdenes al punto;
Que después de comer y ansiando verte
Yo mi palio y mi túnica atravieso
Ya recostado sobre el lecho muelle.

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA XXXIII

CONTRA LOS VIBENIOS

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¡Oh padre de Vibenio y tú, su hijo,
Los mejores ladrones de los baños!
El hijo es tan voraz, como en los robos
Del padre son muy hábiles las manos.
¿Por qué no os desterráis á malas tierras?
Ya del padre los hurtos se han notado
Y las caricias que prodiga el hijo,
Ya no puede vender por un ochavo.

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA XXXIV

CANTO SECULAR A DIANA

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Niñas y niños de pureza llenos,
Que á honrar á Diana consagrados fuimos,
A Diana todos elevemos cantos,
- - - - - - - - - - Niños y niñas.

Tú, de Latona descendiente ilustre,
Hija del grande, omnipotente Jove;
Tú, á quien su madre, bajo de un olivo
- - - - - - - - - - Dió á luz en Délos;

Tú, la Señora de los altos montes,
Que en las cañadas escondidas reinas;
Tú, á quien acatan los sonantes ríos,
- - - - - - - - - - Las selvas verdes;

Juno Lucina, á quien invocan todas
Las que en el parto doloroso se hallan;
Trivia [»tente, Luna cuyo brillo
- - - - - - - - - - Del sol recibes.

Tú, que del arto, veneranda diosa,
Mides la marcha con mensuales giros
Y del labriego, con variados frutos,
- - - - - - - - - - Colmas las trojes;

Con cualquier nombre que adorada seas,
Diana, recibe nuestro ardiente culto;
Dale tu apoyo á la romana gente,
- - - - - - - - - - Sele propicia.

Y aquí estoy, vuelvo a disfrutar de tu trabajo, de las odas de Catulo.
Gracias y besos.

Las ODAS DE CATULO ES DE LO MÁS GENIAL QUE HE LEÍDO ULTIMAMENTE. GRACIAS POR ESTAR AHÍ.

CAYO VALERIO CATULO

ODA

ODA XXXV

A C E C I L IO

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Dile tú, carta mía, á mi Cecilio,
Mi colega el erótico poeta,
Que del Laris la margen, y de Como
Las murallas dejando, á verme venga;
Porque yo quiero que leer me escuche
De un amigo de entrambos los poemas.
Cuando lo sepa se vendrá á Verona,
Aunque su hermosa niña lo retenga,
Y á su cuello enlazándole los brazos
Le ruegue que á su lado permanezca.
¡Ella con loco amor, por él se muere,
Si es acaso verdad lo que me cuentan!
Su pecho el fuego del amor consume
Desde aquel tiempo en que leyó el poema.
De Dindimo á la diosa consagrado,
Cuando Cecilio lo empezaba apenas!
Niña, perdono tu pasión, porque eres
Más docta tú de lo que Safo fuera,
Y su canto á la Madre de los dioses
Es en verdad de sin igual belleza.

CAYO VALERIO CATULO

ODA

ODA XXXVI

C O N T R A L O S A N A L E S D E V O L U S I O.

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Anales de Volusio, libro hediondo,
El voto cumple de la niña mía;
Porque ella ofreció á Venus y á Cupido
Que si á su amor los dos me devolvían
Y dejaba mis yambos de arrojarle,
Para ser convertidos en cenizas
De los vates peores lo selecto,
De Vulcano á las llamas echaría,
Y los Anales de Volusio, quiso
Con ese voto designar mi niña.
¡Oh, tú la diosa del cerúleo Ponto,
Tú, que en la Idalia y en el Cnido habitas,
En Amalthus y en Golgos y en Ancona,
En las rientes llanuras de la Siria
Y en Durraquio, el emporio del Adriático,
Al voto que ella te hace, sé propicia,
Si de ti lo hallas digno por su gracia!
En tanto en ir al fuego, daos prisa,
Anales de Volusio, libro hediondo,
Lleno de estupideces infinitas.

Tú, sudor ya no tienes, ni saliva,
Ni moco en la nariz líquido ó seco,
Y agrega á esta limpieza algo más limpio,
Que lo tienes más pulcro que un salero,
Pues al año diez veces no más lo usas
Y de piedras parece que está lleno;
Pues si hubieras de asearte con las manos,
No te llegaras á ensuciar los dedos.
No desprecies, ¡oh Furio! estas ventajas
Que no debes tener jamás en sueños.
Cien mil sextercios de pedirnos deja
¿No vives tú feliz y satisfecho?

Además, me divierto.
Dignas de ser leídas, así son las odas de Catulo.
Gracias, jefe y buen día.
Besos.

Gracias, Lluvia. Cátulo es digno de ser leído, reflexionando sobre lo que dice. Son pensamientos universales y sirven para todo tiempo..

Sigo.

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA XXXVII

A SUS COMPAÑEROS

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Taberna, que al pilar noveno te hallas,
De Castor y de Pólux junto al templo,
Y vosotros, que sois sus parroquianos,
¿Pensáis solos tener el privilegio
De ser hombres y amar á las mujeres?
¿Y no más para eunuco me creéis bueno?
¿Juzgáis que á arremeteros no me atreva,
Porque os sentáis allí cien ó doscientos?
Os engañáis; yo pintaré escorpiones
En la taberna, lo que sois diciendo
Porque allí se sentó la niña mía,
La que crüel huyera de mi seno,
La que yo amé, cual nadie amada fuera,
Por quien yo he de librar combates cruentos.
Todos allí gozasteis sus favores,
Los nobles por la cuna y el dinero,
Y lo que es más indigno todavía,
Los vulgares amantes callejeros,
É Ignacio, sobre todo, que usa largo,
Como todo Celtibero, el cabello,
Y que en su espesa barba y blancos dientes
Sólo hace consistir su único mérito.

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA XXXVIII

A CORNIFICIO

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Malo está, Cornificio, tu Catulo;
En verdad mucho sufre y está enfermo;
Su mal crece por días y por horas;
¿Por qué tú, á quien es fácil, á lo menos
Consuelo no le das con tus palabras?
Yo ardo en ira, ¿qué, acaso, lo merezco?
Tristes, cual de Simónides los cantos,
Mándame unas palabras de consuelo.

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA XXXIX

CONTRA IGNACIO

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Porque Ignacio los dientes tiene blancos
Se ríe eternamente;
Si un orador, de un reo en la presencia,
Al pueblo hasta las lágrimas conmueve,
Él ríe; y si alredor de ardiente pira
Una madre por su hijo llanto vierte,
También ríe; y de todo y dondequiera,
Hiciere lo que hiciere, ríe siempre.
Ni urbana es, ni elegante, á lo que creo,
La grave enfermedad que este hombre tiene.
Permite, ¡oh buen Ignacio! te lo advierta:
Aunque de Roma ciudadano fueres,
De Sabinia ó Tibur ó de la Umbría,
Negro Lanuvio, ó gordo Etrusco fueses,
Ya Transpadano, ó de un país cualquiera
Donde con agua limpianse los dientes,
No debieras reir; nada es más necio
Que á toda hora reírse neciamente.
Mas tú Celtibero eres, y en tu patria
Los dientes y la boca todos suelen
Con un sucio dentífrico enjuagarse,
Y así mientras más blancos lucir vense,
Que es mayor del dentífrico, se dice,
La cantidad que en las mañanas bebes.

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA XL

A R A V I D O

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¡Oh Ravido! ¿qué malos pensamientos
Te han podido arrojar contra mis yambos?
¿Y qué dios, para ti poco propicio,
Aun pleito te incitó tan insensato?
¿A los labios del vulgo llegar quieres?
¿Quieres á todo precio ser notado?
Lo serás; que mereces grande pena
Por estar mis amores deseando.

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA XLI

C O N T R A   L A   A M I G A   D E   F O R M I A NO

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¿Se halla esta prostituta acaso sana?
¿Diez mil sextercios demandarme ansia
Esta mujer, con su nariz disforme,
Del pródigo de Formio, la querida?
Convocad á los médicos y amigos,
Parientes, que cuidáis de aquella niña;
Sin duda no está sana; en el espejo
Nunca vió su nariz reproducida.

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA XLII

CONTRA UNA RAMERA

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Venid, endecasílabos, al punto;
Venid, cuantos seáis, que á todos quiero;
Una ramera vil de mí se burla
Y se niega á volverme (¿sufrís esto?)
Las tablas do mis versos escribiera.
Persigámosla todos, reclamemos.
La que buscáis es esa de andar torpe
Y cuya boca horrible á la de un perro
De la Galia, semeja cuando rie.
Id, rodeadla y reclamad de nuevo:
«Devuelve tú los versos, prostituta;
Prostituta, devuelve tú los versos.»
¿No haces caso? vil meretriz, ramera;
Nombre peor te daré si es que lo encuentro.
Mas todo esto no basta á avergonzarte.
De sacar, si es posible, trataremos
El rubor á la frente de esta perra.
Clamad con voz más fuerte, al mismo tiempo:
«Devuelve tú los versos, prostituta;
Prostituta, devuelve tú los versos.»
Todo es inútil, que por nada cede.
Mas de plan y de método cambiemos:
Mayor será el provecho. «Niña pura,
Virgen casta, devuelve tú los versos.» *

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA XLIII

C O N T R A    L A    A M I G A    D E L    D E    F O R M IO

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¡Salve, amiga del pródigo de Formio!
¡Ahí tú no tienes la nariz pequeña,
Ni el pie precioso, ni los ojos negros,
Ni dedos largos, ni la boca seca,
Ni lenguaje correcto y elegante.
¿Y á ti te llaman en provincia, bella?
¿Á mi Lesbia contigo la comparan?
¡Qué gentes tan insulsas como necias.

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA XLIV

A MI FUNDO

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¡Oh mi campo Sabino ó Tiburtino!
(Pues mis amigos de Tibur te llaman,
Y aquellos que á Catulo dañar quieren
Dicen que la Sabinia te reclama);
Ora Sabino ó Tiburtino seas,
¡Cuán feliz fui en tu villa suburbana,
Al expulsar la tos del pecho mío,
Que me. diera mi estómago en venganza
Porque hube de aceptar suntuosas cenas.
Pues por comer con Sextio, él me obligara
Á leer su oración contra Ancio escrita,
Pestilencial arenga envenenada.
Y allí cogí el catarro y tos frecuente
Que, hoy que en tu seno me refugio, halla
Con el reposo y pósimas de ortiga,
El remedio que tanto ambicionaba!
Ya que no castigaste mi pecado,
Sano ahora, te doy á ti las gracias;
Y si escritos de Sextio otra vez leo,
Que el catarro y la tos el frío traiga,
Y él los atrape, que á comer me invita
Para que lea sus arengas malas.

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA XLV

ACME Y SEPTIMIO

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Teniendo á Acmé, su amor, entre los brazos,
Septimio dijo así: «dulce Acmé mía,
Si á ti no te amo yo rendidamente,
Si á ti no te he de amar toda la vida,
Cual pudiéralo hacer quien más te amara,
Que en la India abrasadora ó en la Libia
Me mire, solo, expuesto á los leones
De glaucos ojos, que pavor inspiran.»
El Amor que contrario se mostrara
De Acmé y Septimio á la pasión un día,
Estornudó al oir esa promesa,
Presagio dando de futura dicha.
Acmé, inclinando entonces la cabeza,
Al besar con su boca purpurina
Los ebrios, dulces ojos de su amante,
«¡Oh Septimio! le dijo, vida mia,
Si es la llama que corre por mis venas
Más que la tuya abrasadora y viva,
Mi dueño tú serás y á ti tan solo
Habré yo de servir toda la vida.»
El Amor que contrario se mostrara
De Acmé y Septimio á la pasión un dia,
Estornudó al oir esa promesa,
Presagio dando de futura dicha.
Bajo aquel buen augurio, los dos viven
Con mutuo amor amándose á porfía;
Septimio á Acmé sólo ama y la prefiere
Al oro de Bretaña ó de la Siria,
Y de la fiel Acmé, sólo Septimio
Forma ahora el encanto y las delicias.
¿Hay seres más felices en la tierra?
¿Fué Venus para algunos más propicia?

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA XLVI

A LA LLEGADA DE LA PRIMAVERA

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El soplo alegre del Favonio calma
Del cielo equinoccial las tempestades,
Y la dulce y hermosa Primavera
Tibio calor con su hálito nos trae.
Catulo, este es el tiempo en que tú debes
De las Frigias llanuras alejarte
Y del campo fecundo de Nicea,
Para volar del Asia á las ciudades.
Ya el alma de vagar la dicha ansia;
Los pies vigor ya cobran para el viaje.
¡Adiós, amigos! que dispersos tornen
Los que juntos dejaran sus hogares.

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA XLVII

A PORCIO Y SOCRACIÓN

¡Oh Porcio y Socración! dos compañeros
De Pisón Cesonino,
Del mundo lepra, ¿pudo aquel Priapo
Á Veranio y Fabulo preferiros?
¿Vosotros celebráis en pleno día
Espléndidos banquetes exquisitos,
É invitaciones por las calles buscan
Para comer, los compañeros míos?

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA XLVIII

A J U V E N C IO

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Si nadie besar siempre me impidiera
Tus ojos dulces como miel, Juvencio,
Yo trescientos mil besos les daria;
Y jamás me creyera satisfecho,
Aunque pudieran ser más numerosos
Que las secas espigas nuestros besos.