Aires de Libertad

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    Fernando Charry Lara (1920-2004)

    Pedro Casas Serra
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    Fernando Charry Lara (1920-2004) Empty Fernando Charry Lara (1920-2004)

    Mensaje por Pedro Casas Serra Miér 14 Sep 2022, 04:55

    .


    Fernando Charry Lara (Fue un poeta colombiano nacido en Bogotá en 1920 y fallecido en Washington en 2004). Llevó una vida discreta y sencilla, como maestro y abogado. Fue director de la Radio difusora Nacional de Colombia y director de extensión cultural en la Universidad Nacional de Colombia. Su obra se caracterizó por la brevedad, la lucidez crítica y la intensidad expresiva. Fundó con Mario Rivero y Aurelio Arturo la revista Golpe de Dados en 1972, publicación clave en la historia de la poesía colombiana. También colaboró con revistas de España, México, Argentina, Chile, Venezuela. En estas publicaciones y ensayos desarrolló una reconocida, rigurosa y precisa labor crítica. Sus poemas aparecen agrupados en diversas antologías nacionales y de Hispanoamérica. Hizo parte de la llamada Generación Mito, agrupada alrededor de la revista homónima y el poeta Jorge Gaitán Durán. También se le clasificó en el grupo de "Cántico" o "Encuadernarlas" en su juventud. De su obra escribió en su momento el crítico Andrés Holguín: "Charry crea una poesía voluntariamente opaca, de vagas resonancias, de íntimos ecos emocionales. Su mundo está habitado de fantasmas, por borrosas figuras, perdidos aromas. Poesía esencialmente nocturna, jamás a plena luz, siempre en penumbra: es una exploración de la noche y el sueño. Poesía contenida, pura, auténtica, emanada de un temperamento hondamente sensible pero al mismo tiempo, realista y sencillo." (Revista "Aleph", Manizales. Pág. 33. número 97)

    (Sacado de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] )


    *


    Cinco poemas de Fernando Charry Lara, de su obra Nocturnos y otros sueños, 1949:


    BLANCA TACITURNA

    Qué día de silencio enamorado
    vive en mi gesto vago y en mi frente.
    Qué día de nostalgia suavemente
    solloza amor al corazón cansado.

    Alta, dulce, distante, se ha callado
    tu nombre en mi voz fiel, pero presente
    su turbia luz mi soledad lo siente
    en todo lo que existe y ha soñado.

    En la tarde vagando, voluptuoso
    de horizontes sin fin, la lejanía
    me envuelve en tu recuerdo silencioso.

    Claros cabellos, cuerpo, ojos lejanos,
    pálidos hombros. Oh, si en este día
    tuviera yo tu mano entre mis manos.



    OLVIDO

    Los días que uno tras otro son la vida...
    Aurelio Arturo

    La trémula sombra ya te cubre.
    Sólo existe el olvido,
    Desnudo,
    Frío corazón deshabitado.

    Y ya nada son en ti las horas
    Las taciturnas horas que son tu vida.
    Ni siquiera como ceniza
    Oculta que trajeran
    Los transparentes
    Silencios de un recuerdo.

    Nada. Ni el crepúsculo te envuelve,
    Ni la tarde te llena de viajes,
    Ni la noche conmueve tu obstinada
    Nostalgia del amor, cuando
    Una tácita doncella surge de la sombra.

    Oh corazón, cielo deshabitado de los sueños.



    EL VERSO LLEGA DE LA NOCHE

    En la ciudad de bruma la fiesta
    de las noches es un bosque
    de cabelleras oscuras y de estrellas.

    Turbándome con sus pálidos dedos de rocío
    como entre los amantes sorpresivas palabras,
    su silencio enloquece las plazas solitarias,
    las calles, los ámbitos callados
    por donde pasa el aire misterioso de siempre.

    Es el rumor, las alas
    como ala anochecer la sombra
    de una cabellera en las manos.
    Es el rumor vagando entre vientos,
    entre lúgubres vientos
    en que sollozan luces
    y espejos de la ciudad nocturna.

    Es el rumor, las sílabas
    que nacen y llevan una canción
    al corazón que sueña,
    una canción, las sílabas
    creciendo en medio de la niebla
    o tal flor desnuda bajo la lluvia.
    (Nunca hemos amado tanto, nadie
    sabrá decir que hemos amado tanto
    en una noche.
    En nuestro corazón resuenan los horizontes
    y resuena también la vecindad de la tierra.)

    El verso silencioso fue en la noche,
    el verso claro fue el instinto
    bajo ruda corteza o piel amarga.
    El verso, palabras ceñían los cuerpos
    delgados de las mujeres,
    sus claros cuerpos bajo la luna
    suspendidos en la música,
    sílabas ceñían sus cuerpos
    como voces ardientes, como llamas.

    En un árbol de lluvia que gime al viento
    sus canciones,
    sube la sangre en río sollozando ligera
    y soporto encendida la tristeza de un grito
    largamente tendido en medio de la noche.

    De la noche sedienta, de la innúmera noche,
    de la noche que guarda
    los deseos como sombras,
    de las dolorosas, mudas sombras amadas,
    sombras de los deseos
    sombras de un antiguo amargo silencio.
    Amargo, sí, errante silencio en que no queda
    sino el poema en la noche,
    como recuerdo herido por el filo de un beso.



    COMO LA OLA

    Con llegada de espuma hasta la playa triste,
    oscura ola de esplendor lunar extendido,
    tú cruzas, tú cruzas
    con remoto ardor despertando mi beso
    en el mar delirante de la noche.

    En fuga siempre, llena de reflejos,
    reconstruyendo a solas lo amargo y lo distante,
    o recostada un poco a la luz de los crepúsculos,
    así mejor dibujo la melancolía de su retrato:
    junto al piano, a la ventana
    de irrespirables sueños, a la música de súbito callada,
    esperando una voz que llega como el eco a las zonas
    desiertas.

    Nocturna entonces,
    como la piel,
    como lo profundo de los besos,
    como la noche de los árboles,
    como el amor sería junto a su cabellera.

    Luego, sin sonido,
    espuma silenciosa tras la sombra,
    entre el rumor apagado de los pasos,
    desnuda huyes, pálida ola,
    no se te reconoce.



    LLEGAR EN SILENCIO

    Despierto en la noche lleno de palabras
    como envuelta entre las llamas de la música
    se levanta una casa en la distancia.
    Un perfume hay, un valle de silencio,
    un lento roce o beso se aproximan, callando,
    si llega el delirio, el fulgor solitario del insomnio.

    Quiero entonces una silenciosa figura humana,
    quiero un rostro hasta mí llegar, quedarse lento,
    quiero unas manos, un pecho, unos devoradores labios,
    todo lo que un nocturno cuerpo nos entrega.

    Hasta mi habitación podría llegar
    con un paso de ola o lenta nave,
    prolongado el deseo, espina de las noches.

    Extendería entre los terciopelos húmedos de los besos
    sus cálidos brazos,
    hasta no ser sino un cuerpo
    abandonado calladamente sobre otro.

    Hasta morir así, hasta juntar los labios, los pasos
    que con los pasos míos
    recorren, como también el viento de la noche,
    desiertos corredores donde se oye
    llorar el escondido amor entre las sombras.




    Diez poemas de Fernando Charry Lara, de su obra Los adioses, 1963:


    A LA POESÍA

    Al soñar tu imagen,
    bajo la luna sombría, el adolescente
    de entonces hallaba
    el desierto y la sed de su pecho.

    Remoto fuego de resplandor helado,
    llama donde palidece la agonía,
    entre glaciales nubes enemigas
    te imaginaba y era
    como se sueña a la muerte mientras se vive.
    Todo siendo, sin embargo, tan íntimo.
    Apenas una habitación,
    apenas el roce de un ala o un amor que atravesase noches,
    con pausado vuelo lánguido,
    con solamente el ruido, el resbalar
    de la lluvia sobre dormidos hombros adorados.

    Sí, dime de dónde llegabas, sueño o fantasma,
    hasta mi propia sombra, dulce, tenaz, al lado.
    Así asomas ahora,
    silenciosa,
    tal entre los recuerdos
    el cuerpo amado avanza
    y al despertar, a la orilla del lecho,
    entre olvido y años,
    al entreabrir los ojos a su deslumbramiento,
    hoy es sólo
    la gracia melancólica que huye,
    invisible hermosura de otro tiempo.

    No existe sino un día, un solo día,
    existe un único día inextinguible,
    lento taladro sin fin royendo sombras:
    No soy aquel ni el otro,
    y ayer ni ahora soy como soñaba.

    Qué turbadora memoria recobrarte,
    adorar de nuevo tu voracidad,
    repasar la mano por tu cabellera en desorden,
    brazo que ciñe una cintura en la oscuridad silenciosa.
    Ser otra vez tú misma,
    salobre respuesta casi sin palabras,
    surgida de la noche
    con tristes sonidos, rocas, lamentos arrancados del mar.

    Tú sola, lunar y solar astro fugitivo,
    contemplas perder al hombre su batalla.
    Mas tú sola, secreta amante,
    puedes compensarle su derrota con tu delirio.
    Míralo por la tierra vagar a través de su tiniebla:
    crúzalo con la espada de tu relámpago,
    condúcelo a tu estación nocturna,
    enajénalo con tu amor y tu desdén.
    Y luego, en tu desnudez eterna,
    abandóname tu cuerpo
    y haz que sienta tibio tu labio cerca de mi beso,
    para que otra vez, despierto entre los hombres,
    te recuerde.



    JARDÍN NOCTURNO

    La mancha del cielo azul, sombras de árboles, sombras de nubes,
    y alrededor muros, ruinas, piedras que en el silencio
    son frío, si la mano, si el pensamiento las roza.

    De noche, retraído y apasionado,
    contemplar desde allí lo lejano.
    Olvidado de sí, hambriento del mundo,
    vagar entre luces, ciudades, veranos. Mas luego como
    cuando uno, sin saberlo,
    extiende por mares su corazón
    y regresa al solo sitio en que sueña:
    ...................................................ha pasado
    el tiempo, y sin embargo
    está el fulgor lunar sobre la vida. Así ilumina,
    así entristece viril
    al hombre la soledad de su delirio.



    FANTASMA

    Esbelta sombra dulce, sombra que lenta te entregas,
    cuerpo en forma de cielo y sueño, reposas en el aire,
    rompes el silencio con el corazón a borbotones,
    pero me dejas en suspenso, extraña.
    sólo palpitación, sólo deseo,
    hallazgo imprevisto de mi destino ignorado.

    Como distancia enlunada y desierta,
    así de soledad y palidez te imagino, así
    te construye mi pensamiento, me llegas, te amo.
    Lo impenetrable de mi ser creas a tu imagen misma,
    mas sólo existes
    en el temblor y fascinación ante tu llamarada oscura,
    en esta nube en desvelo o cárcel solitaria de mi frente,
    y en el recuerdo también
    de aquel salón con alas en que duerme el hermano muerto
    y un vuelo repentino, esas alas, esa ráfaga fría.

    Yo no sé descender sino a ti misma, viva,
    sin hallar jamás la huella bajo tus pies de otra música
    sino solamente el trote,
    la desesperación de desencadenados caballos nocturnos.

    ¿Es sólo un lamento que huye
    ese cuerpo tuyo por el que sueño y muero?
    ¿La luz que te ciñe y persigue
    es esa sombra por la que vaga desierta mi caricia?
    Sin embargo tu desnuda sombra es dulce,
    fantasma, como yo, de polvo y nostalgia,
    y si aparte de esta avidez en llamas
    fueras leve criatura al lado,
    junto a ti el aire a tu paso como ángeles serían blancas, blandas espadas,
    un diluvio, a lo lejos, un caer de invisibles, inmóviles relámpagos.

    Yo no sé, yo no sé por qué mi mano anhelante,
    por qué la obstinación de mi mano como un mar de noche y sin reposo,
    no te encuentra finalmente, o mi beso, al rozar esta sombra,
    al contemplarte a solas, oh tú creada de pensamiento mío,
    si no en el atardecer de un desdeñoso juego de espejos,
    rodeada por la música del día y soles y avenidas,
    pero de pronto la evidencia
    de no ser ni haber sido,
    de no ser silencio,
    solamente vacío.



    CIUDAD

    Por el aire se escucha el alarido, el eco, la distancia.

    Alguien con el viento cruza por las esquinas y es un instante
    su mirada como puñal que arañara la sombra.
    Desde el desvelo se oyen sus pisadas alejarse en secreto
    por la calle desierta tras un grito.

    Una mujer o nave o nube por la noche desliza como río.
    Junto al agua taciturna de los pasos
    nadie le observa el rostro, su perfil helado
    frente al silencio blanco del muro.

    (Por el mar bajo la luna su navegación no sería
    tan lenta y pálida,
    como por los andenes, ondulante,
    su clara forma en olas
    avanza y retrocede.

    Esos pasos, rozando el aire, se niegan a la tierra:
    no es el repetido cuerpo que en hoteles de media hora
    entre repentinos amantes y porteros
    su desnudo deslumbra bajo manos y manos
    y despierta soñoliento en un
    apagado movimiento
    mientras a la memoria
    acuden en desorden lamentos.

    En la oscuridad son relámpagos
    la humedad en llamas de esos ojos
    de oculta fiera sorprendida,
    y algo instantáneo brilla,
    la rebeldía del ángel súbito
    y su desaparición en la tiniebla.)

    La noche, la plaza, la desolación
    de la columna esbelta contra el tiempo.
    Entonces, un ruido agudo y subterráneo
    desgarra el silencio
    de rieles por donde coches pesados de sueño
    viajan hacia las estaciones del Infierno.

    Duermevela el reloj, su campanada el aire rasga claro.
    En el desierto de las oficinas, en patios,
    en pabellones de enronquecida luz sombría,
    el silencio con la luna crece
    y, no por jardines, se estaciona en bocinas,
    en talleres, en bares,
    en cansados salones de mujeres solas,
    hasta cuando, como con fatiga,
    la sombra se desvanece en sombra más espesa.

    Desde la fiebre en círculos de cielos rasos,
    oh triste vagabundo entre nubes de piedra,
    el sonámbulo arrastra su delirio por las aceras.
    El viento corre tras devastaciones y vacíos,
    resbala oculto tal navaja que unos dedos acarician,
    retrocede ante el sueño erguido de las torres,
    inunda desordenadamente calles como un mar en derrota.

    Siguen por avenidas sus alas, su vuelo lúgubre por suburbios:
    se ahonda la eternidad de un solo instante
    y por el aire resuena el alarido, el eco, la distancia.

    Muerte y vida avanzan
    por entre aquella oscura invasión de fantasmas.
    Los cuerpos son uniformemente silenciosos y caídos.
    Un cuerpo muere, más otro dulce y tibio cuerpo apenas duerme
    y la respiración ardiente de su piel
    estremece en el lecho al solitario,
    llegándole en aromas desde lejos, desde un bosque
    de jóvenes y nocturnas vegetaciones.



    TESTIMONIO

    Eran vísperas del crimen el empedrado,
    la tarde,
    el sol caído violentamente hacia el oeste,
    cuando, desde balcón a la plaza,
    vaías
    negros jinetes cruzar.

    Remotos, pálidos, silenciosos,
    iban
    en lento paso morado,
    en procesión de monstruos fugitivos,
    y su vacilación el sitio a donde
    llevar duelo.

    Cayendo crepúsculo a sus alrededor,
    con pisadas secas,
    con aturdimiento, entre el polvo,
    podías creerles
    sonámbulos que cruzaran con cuchillos
    su sombra.

    Los recuerdas, arroces de frío
    y de noche, caer
    sobre frágiles chozas
    entregadas
    como el desnudo de sus vírgenes,
    quebrar cuerpos, manchar de sangre muros
    y luego perderse,
    tigres sin pesadillas,
    tras el aullido del aire y los muertos.

    En todo lugar la huella solitaria:
    los harapos, el filo de sus dientes, la tiniebla.



    LLANURA DE TULUÁ

    Al borde del camino, los dos cuerpos
    uno junto del otro,
    desde lejos parecen amarse.

    Un hombre y una muchacha, delgadas
    formas cálidas
    tendidas en la hierba, devorándose.

    Estrechamente enlazando sus cinturas
    aquellos brazos jóvenes,

    se piensa:

    soñarán entregadas sus dos bocas,
    sus silencios, sus manos, sus miradas.

    Mas no hay beso, sino el viento
    sino el aire
    seco del verano sin movimiento.

    Uno junto del otro están caídos,
    muertos,
    al borde del camino, los dos cuerpos.

    Debieron ser esbeltas sus dos sombras
    de languidez
    adorándose en la tarde.

    Y debieron ser terribles sus dos rostros
    frente a las
    amenazas y relámpagos.

    Son cuerpos que son piedra, que son nada,
    son cuerpos de mentira, mutilados,

    de su suerte ignorantes, de su muerte,
    y ahora, ya de cerca contemplados,
    ocasión de voraces negras aves.



    VERSOS DEL ANOCHECER

    Cuando la nube del anochecer definitivamente se borra
    oyes girar
    leves árboles verdes por la espesura
    de hojas que son lentas respiraciones amorosas.

    El aire como vaga sucesión de montañas
    que de noche confunden con su peso
    tibias lámparas encendidas por no se sabe
    qué mano dulce resbalada en la sombra.

    Cuando a solas el anochecer te cerca
    amor a la ventana de amante solitario
    navega soñolienta la nube por la frente,
    visos de luz, brisa, presencia insistente
    que existe, ya sin cuerpo, en la memoria.

    Cuando hacia el anochecer hubieras querido
    en triste cansancio, ser otro,
    ser una nueva imagen distinta de ti mismo,
    volvería del tiempo pasado, su cielo,
    la mariposa sonámbula que viva aletea
    dentro del pecho, tuya, sin fin,
    aunque en vano, callando, la destierres.



    EL EXILIO

    El hombre entristecido mira
    caer vehemente la luz a su ventana:
    distraído contempla la distancia
    de espumas como olas, lejanías.

    Leves despiertan a su nostalgia
    los reflejos de otros días,
    y es ocio y congoja de una tarde
    por gracia de este cielo,
    que a su imagen
    es mar azul, playas doradas, islas,
    regresar desde la claridad de unas nubes
    en el desmayo ávido del instante
    hacia la antigua soledad remota.

    Mas no puede la frente melancólica
    soñar con esperanza sus recuerdos.
    Volver a la tierra perdida
    sería también deslumbramiento amargo:
    un sol ajeno se levanta
    como espada en mano enemiga
    Y su deseo es apenas
    la pasión lánguida de la adolescencia en olvido,
    un indolente jardín o una calle,
    su deseo es apenas un aire,
    si nocturno, de borrosas estrellas,
    si de fulgor o nieve,
    si de sol sangriento en el ocaso.

    Sin testigo,
    la obscuridad del rostro en los cristales,
    bajo la luz que anochece punzante a la ventana
    sus miradas entonces se obstinan,
    frías, tenaces de silencio,
    más allá,
    entre vagas nubes o mares.

    Puñal siempre en el pecho es la memoria.
    Callar consuelo ha sido.
    Mejor será
    morir secretamente a solas.



    MADRUGADA

    Ciudad de los adioses, invernal, cilo gris
    donde la hora impalpable amanece
    con un monótono color ya repetido.
    Hay quien intenta, junto a los muros
    de sus turbias esquinas silenciosas,
    descubrir la hermosura secreta por el aire
    ante la madrugada en el recuerdo
    de un día que no ha sido.

    Así, un momento, ligera, alada
    te vi en embeleso cruzar.
    Déja que la memoria reviva en llamas.
    Ahora, mientras mi mano escribe,
    o entonces, cuando
    el amanecer sobre tu imagen era
    no si de realidad o beso, sino de luz, sino de sueño.

    Si en otra lívida alborada atravesaras
    un nuevo escalofrío,
    si regresaras en otra claridad desierta,
    tú misma, cuerpo o ráfaga desnuda
    de otro espacio no mío, cálido y solar.

    Borrosas calles y llovizna oscura.
    Nada sino mi sed, mi desvelo,
    nadie sino la voz del entresueño,
    nada, final, sino
    un eterno encantamiento frío:
    terror que lentamente
    se entreabre, gesto, belleza cruel
    que pasa apenas, fugitiva, sólo al lado un instante,
    por entre los adioses,



    VIAJERO

    La extrañeza del lugar aunque
    lo imaginaba. Lo interminable del instante
    y lo áspero. Un comedor vasto como el hastío,
    Mas aquí, en reposo,
    el mudo mantel, el atardecer
    junto a la sombra
    de los recuerdos en el rostro.
    Obstinada la hora
    le encierra, solitario, y al hermano
    que llora bajo sus pensamientos.

    Un sitio siempre ajeno como el amor, un lento salón
    que a los fantasmas del viaje, en bandadas,
    aparece de súbito con lámparas y memorias.
    Conversaciones, alas, palabras apenas
    rumor en tomo. Una cucharada
    a los labios con un remordimiento
    y sobre la mesa, inmóvil, desconocida,
    la silenciosa blancura de sus manos.

    Quisiera despertar de entre los muertos
    mientras la hora sórdidamente huye.

    Lo piensa mientras a su alrededor
    la mosca del sueño, el periódico,
    el volumen ardiente de una falda,
    no importa
    qué cuerpos o miradas, la tenaz
    ola de melancolía también
    les llega,
    y en procesiones nocturnas
    los huéspedes no duermen sino avanzan
    con equipajes, entre espejos y blancos uniformes,
    sonrientes, solos, sonámbulos,
    por carrileras, a pie, enlunados,
    al subterráneo final de los trenes sin nadie.




    Dos poemas de Fernando Charry Lara, de su obra Pensamientos del amante, 1981:


    EL LAGO

    By the waters of Leman I sat down and wept

    T. S. Eliot

    Érase entre la luz de la mañana
    Alta y desierta nube de otro tiempo
    Me mirabas llegar desconocido
    Aire írio cristal pálido día

    Llovía luego un agua verde entre el paisaje
    Un agua azul y plata por el lago
    Un agua ronca con sollozo a mares
    Despedazándose rota en ventanales

    Me veías llegar desconocido me veías
    Amante que perdió su memoria el rostro amado
    Me veías ráfaga de huracanadas
    Olas de luz y viento y tempestades

    Dejabas penetrado de relámpagos
    Al extranjero corazón a oscuras

    La ciudad que rodea de verdor el lago
    Cuando a la hora última la tarde
    Dejabas tu desolación en las esquinas
    Cuerpo insinuándose al recuerdo
    Dejabas tus sedosas violetas esparcidas

    El mundo extraño apenas prodigando
    Leves fulgores perlas por el aire

    Frágil contra la sombra el muro el árbol
    La viuda cabellera de las luces
    De noche tiernas lunas
    Sobre los pavimentos y las lluvias

    Cuando eres tú y a tu lado impalpable
    Una joven cintura entredormida
    O femenino cráter insospechado ardiendo
    Ebrio de tristes pasos cuando el eco
    Por soledades vagas como espejos
    Como calles por nadie nunca recorridas
    Que hace más años tú ya presentías
    Ser el desconocido
    ..............................De súbito al encuentro

    El rugido del viento en las orillas
    Ecos de ahogados flotan sordamente en insomnio
    La oscuridad el cielo inmóvil
    Las aguas que noche y día son tu pensamiento
    Lago tal corazón desbordado
    Bajo la madrugada sollozando
    A solas su imagen tan desierta
    Un momento le creíste
    .................................palpitación o llamarada
    Como tú
    De amor y luz y tiempo ausentes
    Contemplar aún su claro pecho irisado
    Mientras la vastedad del agua amaneciendo
    Lago era entonces sin furor
    Invisible al deseo
    .........................Cuello jazmín apenas
    Solitario de silenciosa blancura
    Muslos apenas grises de nácares helados

    Alejándose entonces la presencia y el sueño
    Borrando al alba en cansancio su latir obstinado
    Llegar por fin a ti la vida en secreto
    La vida ahora que asoma entre tus labios
    Tus mudos labios volviendo a tu vida
    Aquel desconocido
    ...........................De siempre a tu encuentro
    El cuerpo el pensamiento de ti mismo
    ....................................................Aquel
    Amante que perdió su memoria el rostro amado
    Huésped del laberinto y la nada.



    PENSAMIENTOS DEL AMANTE

    Ya que la intimidad la noche la criatura
    El hombre que la sueña y al sol con sangre de la tarde
    Cuando por corredores de azulada piedra
    Los pasos que ahora esperas
    En vasto espacio enardeciendo callan

    (Es más hondo el amor que nadie nombra
    Más amarga la desdicha de un espejo
    Cuando de pronto lo empaña el lento vaho
    De una tristeza a lo lejos de alguien
    Que ignorado cruza errante el vacío)

    El arco de las cejas con un rayo
    La multitud del oro los hombros en lo blanco
    Un río subterráneo entre su pecho
    Los muslos lentamente dueños de la tierra
    La mirada que en un duelo trémula estallaba

    Vencida por el tiempo la esperanza
    Un caminar perpetuo entre la lluvia
    Una ciudad de nubes y agonías
    Contra todo y sin fin seguirte siempre
    Oh roce frío de invisible llama

    (¿Por qué retrocedías y callabas
    Te pensabas temblando como un niño
    Lamento entrecortado en tu garganta
    Devorado en la red de una tiniebla
    Entristecido por tu propio sueño?)

    Luego por yertas calles la alborada
    Trajo al azar indescifrable un rostro
    Rubio fulgor y el frágil embeleso
    De en otro paraíso hallarte vivo
    Lejos del sol occidental ensangrentado

    Mas te persiguen la sed y el pensamiento
    La ausencia te la invade sólo un cuerpo
    Ese convulso perfil del deseo volando
    Hacia nubes donde son verdes los ojos
    Donde implacables son verdes aún y sombríos

    Confusos giran grises en sucesión los días
    Pálidos de lloviznas e incertidumbres
    Cuando junto al anochecer existes
    Con penumbra de seres a tu alrededor
    Su desdeñosa sordera impenetrable

    Enrojece delira Bogotá como un incendio
    La multiplicidad de luces gentes bullicios
    Luego el aire nocturno abriendo lunas
    Y escondido en lo oculto de un afán
    Oh tú que ignorada rodeas y estrechas y amas.

    (Sólo dentro de tu corazón pasan las cosas
    Solamente oyes una ronca bocina por tu sangre
    El tiempo acumulándose en cenizas
    Vuelves a mirar las luces en el atardecer
    en la noche te adormecen otra vez mudos labios)

    Cuerpo que no camina sino
    Por constelaciones de incandescente destierro
    Trae tus pies acostumbrados a la aurora
    A pisar esta isla de nadie esta puerta
    Donde el amor golpea con fantasmas.

    (No es el sueño sino somos nosotros
    Como el destino es áspero y contrario
    La desierta esperanza sin sustento
    En duermevela fluyen días y pensamientos
    Cadáveres de sol y lluvia en la memoria)

    Tras sigilosos pasos voces ecos
    .........................................Eterna eterna ven
    Gestos callando sombra que sospecha el aire
    Pero al desvanecerse de nuevo tus huellas
    Como al final el cuerpo será noche
    Otra vez insondable tu luz fuera del tiempo


    FERNANDO CHARRY LARA, Poesía reunida, Fondo de Cultura Económica, 2005.


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