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José María Micó (1961-
https://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Mar%C3%ADa_Mic%C3%B3De
La espera, 1992:
ELEGÍA
Como no te me quitas de las ganas,he vuelto a recorrer todos los charcos
ingrávidos del sueño, y has llegado
con esa mueca sucia de los aparecidos,
con la espalda rasgada con el peso
lúgubre de la tierra.
Y he vertido los ojos uno a uno
para reconstruirte como entonces,
inútil como un dios, ya sin la música
de antiguos aforismos:
"Hay que morir deprisa pero tarde".
Lo recuerdo muy bien.
Tú,
vestida para el lujo
de los abrazos jóvenes
(cuello azul, hombros tibios, piel de sábana),
abrías la ventana y te rozaban
las alas serenísimas del aire;
y en aquella hora tonta
en que tal vez doliese
atravesar la noche con los labios,
los pájaros caían en la lumbre
y el demonio reía
encaramado en rotos capiteles,
y con gritos de piedra,
también fiero y desnudo,
nos azuzaba como a miserables.
Pero siento decirte que no estamos
ya para nada y para casi nadie,que la sangre es más torpre cada día,
que este mezquino olvido que nos cubre
no se va con la furia de unos brazos limpísimos,
y que ahora,
aunque nos quede el rito y la mirada
de un infante sin rostro,
como un buey viejo se arrodilla el tiempo.
EMBLEMA
Imaginad un cuadro.
Figuraos que ahora,
con mano lenta y con pincel tirante,
puso en él una nube y un jardín,
un encañado, un sol, una ventana
y unos lejos brumosos mal cubiertos
por un escorzo, de mujer sin duda.
Admitiréis que un lecho renegrido
parece necesario,
que la mujer está mirando el tiempo,
que alguien que no se ve la está mirando,
que encima de una mesa convalecen
unas prendas recién aborrecidas.
Tras el cristal, la rosa se contiene.
El hombre que no veis suda y descansa.
No hace mucho tenía
el cuerpo sobre el lecho,
la mano en la mujer, la boca en vilo
y envilecida al cabo de las horas.
Dejó en la mesa la razón y expuso
los trajinados hombros al esfuerzo,
sin más paisaje que la compañía.
Ahora descansa y suda,
tiene la mano en la pared y mira
con familiaridad la ociosa espalda,
el lecho, la ventana, el sol, el tiempo,
la nube, el encañado... Ahora, siente
que en jardín la rosa se confía.
De
Letras para cantar, 1997:
BREVE HISTORIA DE ESPAÑA
Cuando hay que descubrir un Nuevo Mundo o hay que domar al moro, o hay que medir el cinturón de oro del Ecuador, o alzar sobre el profundo espanto del error negro que pesa sobre la Cristiandad, el pensamiento que es amor en Teresa y es claridad en Trento, cuando hay que consumar la maravilla de alguna nueva hazaña, los ángeles que están junto a su Silla, miran a Dios... y piensan en España.(José María Pemán)
Tengo en casa el
Poemade la Bestia y el Ángel,
envidia de bibliófilos:
«Zaragoza, Ediciones Jerarquía,
abril mil novecientos treinta y ocho,
Segundo Año Triunfal».
Cierta dedicatoria
del poeta a un amigo
seguramente médico
hace más raro mi ejemplar.
En la primera página, el obrero
de las Industrias Gráficas Uriarte
dispuso sabiamente,
sobre papel de precio,
unas letras doradas:
«Franco, Calvo Sotelo, José Antonio,
Sanjurjo, Mola».
Aún resulta hermoso
el brillo de esos nombres.
Con su fulgor se enciende
el recuerdo y me lleva
a los mismos parajes,
al campo sin cuidar de Pina de Ebro,
abril mil novecientos treinta y ocho:
allí un moro domado
por algún ángel español de aquellos
que miraban a Dios
segó con tiro de fusil cristiano,
no con fiera y hereje cimitarra,
los días del soldado
Francisco Gómez Cuéllar,
muerto a los treinta años
con tiempo suficiente
para mantener vivo mi linaje.
De
Camino de ronda, 1998:
CAMPOSANTO
(FRAGMENTO)
Aquí, como si fuesen algo, yacen
los huesos de los míos. Hubo un tiempo
ni siquiera lejano en que vistieron
el sueño del mil noches y una extraña
devoción por los días asignados.
Hoy descansan en paz. Son solamente
ascuas desparejadas que el recuerdo
atiza sin rencor. Doy por perdido
el sudor de sus frentes. Les consagro
unas cuantas palabras no escuchadas,
un manojo de flores pertinaces
y un régimen absurdo de visitas.
Tú, caminante, lee y considera
esta victoria pírrica de quienes,
por estar muertos, ya no son mortales.
De
Verdades y milongas, 2002:
SILBO SIN AIRE
A FischioYo nacía sin mujer
el tiempo luego
fue y me la puso al lado
se olvidó de explicarme que las cosas
como vienen se van
que él mismo se las lleva
con invariable indiferencia
con el despego con que nos raciona
el ciclo de la luz
con la apatía con que nos despliega
este mapa de sombras cotidianas
flores de un día iguales a otras flores
y a flores de otros días
que brotan de repente
como una noria quieta
igual que llega un hijo
y otro hijo y un perro
que gimen o que ladran
sin saberlo y que un día
cuando giman otros niños
y ladren otros perros
volverán a no estar
cuando todos nosotros
quiero decir tú y yo
nacidos de mujer
padres tal vez de alguna mujer nueva
que el tiempo entregará postizamente
a quien no la merezca
gimamos y ladremos
creyendo que hemos sido
bestialmente felices
y que estaremos juntos
también cuando la muerte nos separe.
JOSÉ MARÍA MICÓ
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