Poeta, novelista, cineasta, dramaturgo y ensayista italiano nacido en Bolonia en 1922. Hijo de un militar fascista y una madre profundamente católica, sus ideas siempre fueron de izquierda, llegando incluso a unirse por algún tiempo al partido comunista. A los diecisiete años se matriculó en la Universidad de Bolonia para estudiar Filosofía y Letras, y cinco años después publicó el primer libro de poemas. Una etapa muy importante de su producción literaria se produjo entre 1954 y 1966 cuando publicó "Las cenizas de Gramsci", "El ruiseñor de la Iglesia católica", "Poesía en forma de rosa", y los ensayos "Pasión e ideología", y "La religión de mi tiempo". Fue además un gran guionista y director de cine. Sus escritos sobre crítica social alcanzaron gran brillo con uno de sus últimos trabajos, "Cartas luteranas", en las que analizó la situación decadente de la sociedad italiana. Fue asesinado el 2 de noviembre de 1975 en la ciudad de Roma.:copyright:
Última edición por Maria Lua el Sáb 03 Abr 2021, 12:48, editado 1 vez
"Ser como un verso volando o un ciego soñando y en ese vuelo y en ese sueño compartir contigo sol y luna, siendo guardián en tu cielo y tren de tus ilusiones." (Hánjel)
El espíritu, la dignidad mundana, el arribismo inteligente, la elegancia, el traje a la inglesa y el chiste francés, el juicio tanto más duro cuanto más liberal, la sustitución de la razón por la piedad, la vida como apuesta para perder como señores, os han impedido saber quiénes sois: conciencias siervas de la norma y del capital.
A los críticos católicos
A menudo un poeta se acusa y se calumnia, exagera, por amor, su propio desamor, exagera, para castigarse, su propia ingenuidad, es puritano y tierno, duro y alejandrino. Es incluso demasiado agudo en los análisis de los signos de las herencias, de las supervivencias: tiene también un pudor excesivo en concederles algo a la razón y a la esperanza. Pues bien, ¡ay de él! ¡No hay un instante de vacilación: basta con mencionarlo!
"Ser como un verso volando o un ciego soñando y en ese vuelo y en ese sueño compartir contigo sol y luna, siendo guardián en tu cielo y tren de tus ilusiones." (Hánjel)
Abro a la mañana de un blanco lunes la ventana, y la calle indiferente roba entre su luz y sus rumores mi presencia infrecuente entre las hojas. Este moverme... en días totalmente fuera del tiempo que parecía consagrado a mí, sin regresos ni paradas, espacio lleno todo de mi estado, casi prolongación de la existencia mía, de mi calor, del cuerpo mío... y se ha truncado... Estoy en otro tiempo, un tiempo que dispone sus mañanas en esta calle que yo miro, ignoto, en esta gente fruto de otra historia
"Ser como un verso volando o un ciego soñando y en ese vuelo y en ese sueño compartir contigo sol y luna, siendo guardián en tu cielo y tren de tus ilusiones." (Hánjel)
Vuelvo a ti, como vuelve un emigrado a su país y lo redescubre: he hecho fortuna (en el intelecto) y soy feliz, tanto como hace tiempo lo era, destituido por norma. Una rabia negra de poesía en el pecho. Una loca vejez de jovencito. Antes tu alegría se confundía con el terror, es verdad, y ahora casi con otra alegría lívida, árida: mi pasión decepcionada. Ahora me das miedo de verdad, porque estás de verdad cerca, incluida en mi estado de rabia, de oscura hambre, de ansia casi de criatura nueva.
De "La religione del mio tempo" 1961 Versión de Delfina Muschietti
"Ser como un verso volando o un ciego soñando y en ese vuelo y en ese sueño compartir contigo sol y luna, siendo guardián en tu cielo y tren de tus ilusiones." (Hánjel)
Maria Lua, muy interesante Biografia de PIERPAOLOPASOLINI, el que tiene una extensa obra artistica, en las que destaca, Poesias, Textos Teatrales, peliculas, critica y narrativa..gracias por compartirla querida amiga...
Creo que has hecho una buena selección de poemas de Pasolini, Maria Lua, he sentido a través de ellos la pasión de un hombre que no se daba un respiro. El poeta aparece como cronista de su tiempo del que está dispuesto a denunciar su hipocresía, pero antes se castiga a sí mismo con un duro examen de conciencia. También aparece la idea de la muerte, atractiva cuando se ve de lejos como recordando a los mártires de su infancia con un protagonismo único que se abre con la última escena, cuando se acerca aparece un miedo más sencillo y real.
Angel Salas escribió:Maria Lua, muy interesante Biografia de PIERPAOLOPASOLINI, el que tiene una extensa obra artistica, en las que destaca, Poesias, Textos Teatrales, peliculas, critica y narrativa..gracias por compartirla querida amiga...
Un Abrazo Angel
Gracias, amigo Angel por tu presencia y comentario... PIERPAOLOPASOLINI fue un genio en el arte... Besos Maria Lua
"Ser como un verso volando o un ciego soñando y en ese vuelo y en ese sueño compartir contigo sol y luna, siendo guardián en tu cielo y tren de tus ilusiones." (Hánjel)
F. Enrique escribió:Creo que has hecho una buena selección de poemas de Pasolini, Maria Lua, he sentido a través de ellos la pasión de un hombre que no se daba un respiro. El poeta aparece como cronista de su tiempo del que está dispuesto a denunciar su hipocresía, pero antes se castiga a sí mismo con un duro examen de conciencia. También aparece la idea de la muerte, atractiva cuando se ve de lejos como recordando a los mártires de su infancia con un protagonismo único que se abre con la última escena, cuando se acerca aparece un miedo más sencillo y real.
Un abrazo.
Gracias, amigo F. Enrique por tu visita y comentario profundo y valioso! Voy a ver si encuentro otros poemas de Pasolini en español, vi algunos en italiano y otros en portugués... Besos Maria Lua
"Ser como un verso volando o un ciego soñando y en ese vuelo y en ese sueño compartir contigo sol y luna, siendo guardián en tu cielo y tren de tus ilusiones." (Hánjel)
"Ser como un verso volando o un ciego soñando y en ese vuelo y en ese sueño compartir contigo sol y luna, siendo guardián en tu cielo y tren de tus ilusiones." (Hánjel)
Te dejo, Maria Lua, esta traducción que hice de "Cercana a los ojos" acompañada de un breve comentario para ayudar un poco a la comprensión de la lectura.
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El descubrimiento de PierPaoloPasolini como poeta ha sido para mí muy posterior al del cineasta, y, sin duda alguna, sin negar sus méritos en esta última faceta, es el campo donde mejor supo desarrollar sus inquietudes, su búsqueda áspera, a veces agónica, y siempre sincera de su verdad como hombre. Moderno o clásico, no lo sé, rotundo y sincero siempre, en su expresión me recuerda al Cesare Pavese de ”Lavorare Stanca” (Trabajar cansa), al menos en los poemas de corta extensión y de carácter confesional y narrativo al mismo tiempo. La maldición del “oficio” del poeta es recurrente, la relación con el hombre que vive una situación y un tiempo concretos, con los que nunca se debe estar de acuerdo, es agria y sin concesiones, y las adereza levemente con la ternura de los momentos que se viven en el recuerdo, ese lugar en donde podemos llenar de significado situaciones que parecen pasar casi desapercibidas, y que añoramos cuando somos conscientes de la imposibilidad de su retorno.
“Cercana a los ojos” es un poema especialmente emotivo, escrito años después de los hechos a los que hace referencia; su hermano que duerme distendido y ausente fue fusilado por partisanos durante la Segunda Guerra Mundial. Una dolorosa contradicción en su vida a la que se irían añadiendo otras muchas, la más llamativa; la muerte violenta del propio poeta; aquellos con y por quienes luchaba acababan con la vida de aquél a quien recordaría siempre. La luz, el hermano y la madre, también el canto del grillo, quedan suspendidos en una atmósfera que nos recuerda la aparente quietud en la que viaja a veces la más conmovedora de las tragedias.
Cercana a los ojos
Cercana a los ojos y los cabellos sueltos sobre la frente, tú, pequeña luz, dispersa, enrojeces mi cuaderno. De adolescente, en tu pálida llamarada, ardía hasta la noche, y era extraño escuchar al viento y a los grillos solitarios. Entonces, en la olvidada habitación dormían mis padres, y mi hermano, inmóvil, descansaba tras un muro delgado. ¿Dónde está ahora, luz roja? No hablas, sin embargo iluminas; y suspira el grillo en el silencio de los campos. Y mi madre se peina al espejo de una manera antigua como tu luz, pensando en su hijo ya sin vida.
(Variación: Francisco Enrique León)
Última edición por F. Enrique el Mar 02 Nov 2021, 07:04, editado 1 vez
“A menudo un poeta se acusa y se calumnia, exagera, por amor, su propio desamor, exagera, para castigarse, su propia ingenuidad…” (Pasolini)
“Análisis tardío”
Sé bien, sé bien que estoy en el fondo de la fosa; que todo aquello que toco ya lo he tocado; que soy prisionero de un interés indecente; que cada convalecencia es una recaída; que las aguas están estancadas y todo tiene sabor a viejo; que también el humorismo forma parte del bloque inamovible; que no hago otra cosa que reducir lo nuevo a lo antiguo; que no intento todavía reconocer quién soy; que he perdido hasta la antigua paciencia de orfebre; que la vejez hace resaltar por impaciencia sólo las miserias; que no saldré nunca de aquí por más que sonría; que doy vueltas de un lado a otro por la tierra como una bestia enjaulada;} que de tantas cuerdas que tengo he terminado por tirar de una sola;} que me gusta embarrarme porque el barro es materia pobre y por lo tanto pura;} que adoro la luz sólo si no ofrece esperanza.
(Finales de los años sesenta) (Traducción - Hugo Beccacece)
Estoy en el olvido como un lobo enjaulado que no conoce a nadie y vaga en cuatro metros, muere en la soledad de una especie extinguida.
(Palabras a Constance – F. E. León)
Pasolini estaba entrando en la madurez cuando escribió este poema, uno de los más inspirados entre los suyos, que sobrevuela sus pensamientos como una implacable inmersión en su mundo interior en la que parece decir que todo está perdido, que no volverá a ser ese hombre que siempre se sentía joven cuando pensaba en la pobreza y su pureza, que por mucho que luche no podrá ni llorar ante el peso del desastre que supone la derrota dolorosa ante una forma de vida, ante una sociedad en las que se han perdido valores que ni siquiera están ya en el viento para que soñemos con alcanzarlos en nuestro vuelo, que los medios de comunicación han unificado en la vulgaridad, en la falta de compromiso ante la miseria de los otros. No podrá obviar la tristeza que lo va conduciendo inexorablemente hacia la tumba, ni siquiera la desesperada vitalidad de los elegidos, tan suya y entrañable, puede evitar las arrugas en sus ojos o que reaccione ante lo nuevo con el cansancio de quien piensa que ya todo lo ha visto.
“Análisis tardío” pudo ser simplemente un mal momento, a tenor de la actividad frenética que sostuvo hasta el momento mismo de su muerte. Pero es el testimonio de quien pudo pensar así en una tarde oscura, del guerrero que se hunde en un momento preciso que se le escapa la duda y la certeza es implacable, quien piensa que su voz dulce, esa misma que denunciaba los males de nuestro tiempo con palabras que traspasaban el papel y la rabia de sus enemigos, que su sonrisa ya no podrán sacarle del vacío de verse a solas con su pensamiento pidiéndole a la luz que no le ofrezca esperanza.
El mundo de Pasolini no es distinto al nuestro; los verdaderos poetas sufren la indiferencia que se le reserva a la verdad en un mundo que se siente en su elemento especulando con las apariencias. El hombre ha arrinconado la luz y la poesía como a ese animal enjaulado que no sabe rendirse. Una violencia pasiva es la huella de una modernidad que muestra sus ansias de ceguera ante las palabras escritas en el muro que muestra el declive de la moral, del sueño de la justicia.
Cuarenta y un años después de su muerte seguimos viviendo la misma contradicción, no escuchamos a aquellos que merecen nuestra admiración porque muestran el corazón en lo que dicen y podrían molestarnos al mostrarnos nuestra incapacidad para mirarnos hacia adentro, por eso les arrebatamos la paz para que sea turbio y dolorido lo que habría de ser siempre luminoso en la búsqueda del espíritu del hombre, en cambio encumbramos a voces amables que apenas dicen nada y muestran una permisividad vergonzosa con los pequeños delitos que llegan a ser monstruosos cuando rompemos los hilos de una nueva criatura, que santifican un culto desproporcionado y nocivo a la comodidad y sacrifican a los ángeles de una niñez que vuelve a un hombre que vislumbra los cincuenta años y nos habla de su prístina pobreza, de su eterna juventud.
Vicina agli occhi e ai capelli sciolti sopra la fronte, tu piccola luce, distratta arrossi le mie carte. Adolescente ardevo fino a notte col tuo smunto chiarore , ed era strano udire il vento e gl'isolati grilli. Allora, nelle stanze smemorati dormivano i parenti, e mio fratello oltre un sottile muro era disteso. Ora dove egli sia tu, rossa luce, non dici, eppure illumini; e sospira per le campagne inanimate il grillo; e mia madre si pettina allo specchio , usanza antica come la tua luce, pensando a quel suo figlio senza vita.
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Analisi tardiva (fin des années 60)
So bene, so bene che sono in fondo alla fossa;.
che tutto quello che tocco l’ho già toccato;.
che sono prigioniero di un indecente interesse;.
che ogni convalescenza è una ricaduta;.
che le acque sono stagnanti e tutto sa di vecchio;.
che anche l’umorismo fa parte del blocco inamovibile;.
che non faccio altro che ridurre all’antico il nuovo;.
che non intendo ancora riconoscere chi sono;.
che ho perso perfino l’antica pazienza di orefice;.
che la vecchiaia mette in mostra per impazienza solo le miserie;.
che non uscirò mai da qui per quanti sorrisi faccia;.
che giro su e giù per la terra come una bestia in gabbia;.
che di tante corde che ho finisco col tirarne una sola;.
che mi piace infangarmi perché il fango è materia povera e perciò pura;.
"Ser como un verso volando o un ciego soñando y en ese vuelo y en ese sueño compartir contigo sol y luna, siendo guardián en tu cielo y tren de tus ilusiones." (Hánjel)
Non popolo arabo, non popolo balcanico, non popolo antico ma nazione vivente, ma nazione europea: e cosa sei? Terra di infanti, affamati, corrotti, governanti impiegati di agrari, prefetti codini, avvocatucci unti di brillantina e i piedi sporchi, funzionari liberali carogne come gli zii bigotti, una caserma, un seminario, una spiaggia libera, un casino! Milioni di piccoli borghesi come milioni di porci pascolano sospingendosi sotto gli illesi palazzotti, tra case coloniali scrostate ormai come chiese. Proprio perché tu sei esistita, ora non esisti, proprio perché fosti cosciente, sei incosciente. E solo perché sei cattolica, non puoi pensare che il tuo male è tutto il male: colpa di ogni male. Sprofonda in questo tuo bel mare, libera il mondo.
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A mi nación
No pueblo árabe, no pueblo balcánico, no pueblo antiguo, sino nación viva, nación europea: ¿y qué eres? ¡Tierra de infantes, hambrientos, corruptos, gobernantes empleados de terratenientes, prefectos reaccionarios, abogaditos untados de gomina y los pies sucios, funcionarios liberales, canallas como los tíos beatos, un cuartel, un seminario, una playa liberada, un casino! Millones de pequeños burgueses como millones de puercos pastorean empujándose bajo las incólumes residencias, entre casas coloniales ya descascaradas como iglesias. Justamente porque has existido, ahora no existes, y porque fuiste consciente, eres inconsciente. Y porque eres católica, no puedes pensar que tu mal es todo el mal: culpa de cada mal. Húndete en tu bello mar, libera al mundo.
"Ser como un verso volando o un ciego soñando y en ese vuelo y en ese sueño compartir contigo sol y luna, siendo guardián en tu cielo y tren de tus ilusiones." (Hánjel)
La mediocridad me provoca tristeza, la vulgaridad me asusta. Podríamos poner estas espinas en los labios del poeta italiano. Él y Fassbinder pertenecen a la misma raza, son, de largo, los creadores europeos más intensos y prolíficos, ambos vivieron un idilio agónico con el arte y chocaron de una forma violenta e irresoluble contra la indefinición moral de sus respectivos países, lastrados por el recuerdo de la guerra más sangrienta que uno había provocado y el otro había secundado, y por un bienestar, que sepultaba el librepensamiento, sustentado en buena parte por la explotación de los países satélites y un rechazo irracional a la inmigración.
Creo que la elección de poemas es muy acertada, Pasolini no pudo dedicarle a la poesía todo el tiempo que necesitaba pero dejó joyas imperecederas, algunas de ellas están aquí representadas. Destacaría; Análisis tardío, Al príncipe y Abro a la mañana de un blanco lunes.
Un abrazo, Maria Lua, es una gran entrada, aunque muchos no encuentren la salida.
Gracias, F. Enrique, por tus aportes sobre ese GRAN ARTISTA que fus Pasolini.
La terrible muerte de PierPaoloPasolini — 2.11.18
Andrés Olascoaga
El director italiano PierPaoloPasolini falleció el 2 de noviembre de 1975 trágica y violentamente.
La madrugada del 2 de noviembre de 1975, elementos del Arma de Carabineros detuvieron a un joven de 17 años que transitaba a toda velocidad por las calles de Roma con un Alfa Romeo aparentemente robado. Tras el arresto se descubrió que el joven, que poco después sería reconocido como el estafador Giuseppe Pelosi, conducía el auto del afamado cineasta PierPaoloPasolini, cuyo cuerpo yacía inerte en la playa de Ostia, a 30 kilómetros de la capital italiana.
El descubrimiento del cadáver de Pasolini, una de las figuras más importantes dentro de la escena política y cultural de Italia, contaría una historia abrumadora: el realizador había sido atropellado en múltiples ocasiones por su propio coche, provocándole múltiples fracturas óseas y el entorpecimiento de sus órganos vitales. Además, el responsable de cintas como Teorema y Saló o los 120 días de Sodoma (Salo o le 120 giornate di Sodoma), había sido atacado en la zona genital, completamente destruida a golpes con una barra de metal y su cuerpo había sido quemado mientras el director aún se encontraba con vida.
Aunque PierPaoloPasolini confesó rápidamente el delito y éste fue etiquetado como un asesinato, la prensa y la sociedad italiana de mediados de los años setenta no creyeron la versión oficial. Se especulaba que Pasolini había sido asesinado por su provocador trabajo en cine, caracterizado por hacer, mediante el uso de temas tabú, una aguda crítica a los círculos ultraderechistas y conservadores que habían dirigido su país por años.
Quienes conozcan la obra de Pasolini, nacido en Bolonia el 5 de marzo de 1922, no les sorprenderá reconocer al cineasta como una de las personas menos queridas por las corrientes derechistas italianas. Sin embargo, resulta curioso que su pensamiento, radical para la época, provenía justamente de una familia tradicional y religiosa, conformada por Carlo Alberto Pasolini, un teniente del ejército italiano que se volvió relativamente popular por arrestar a Anteo Zamboni, un joven que atentó contra la vida del líder fascista Benito Mussolini y la maestra Susanna Colussi.
Su cercanía con piezas de Fiodor Dostoievski, Novalis, León Tolstoi y, especialmente, el poeta francés Arthur Rimbaud generó un notable interés por las artes y el debate político visto desde la cultura, al mismo tiempo que lo apartaron de las costumbres que sus padres le habían intentado inculcar. A los siete años, Pasolini escribió sus primeros poemas; a los 18, entró al Colegio de Literatura de la Universidad de Bolonia y a los 19 publicó por primera vez sus textos, mientras fungía como editor en jefe de la revista Il Setaccio.
Su pasión por las letras se vería interrumpida en dos ocasiones, la primera en un viaje por Alemania en donde comenzó a interesarse en el pensamiento comunista como una respuesta a la cultura política fascista italiana y la segunda por el inicio de la Segunda Guerra Mundial, que obligó al novel autor a refugiarse en Casarsa. Durante el enfrentamiento bélico, Pasolini fue tomado prisionero por la Wehrmacht alemana, pero pudo escapar de ella poco después. En su camino a la libertad, el italiano se encontró con un grupo de fanáticos del lenguaje friulano —descendiente de la familia de lenguas romance hablada en regiones al noreste de Italia—, con quienes fundaría la Academia Friulana de la Lengua.
Durante su etapa como escritor (que coincidió con su etapa política más activa), Pasolini examinó de cerca el marxismo oficial y el catolicismo, mostrándolos como “las dos iglesias” sobre las que se caminaba su país natal. Al mismo tiempo, atacaba a la cultura por contribuir a la segregación, dejando atrás a las comunidades proletarias y campesinas, que veían gran parte de su identidad perdida ante la creación de una sociedad en masa. También abordó desde la ficción dichos puntos con dramas ubicados en la posguerra y relatos cortos en los que retrataba la realidad de una comunidad golpeada por la violencia de la guerra y sus propios gobiernos.
Sin embargo, el auge que atravesaba la producción cinematográfica europea, especialmente la italiana, y la posibilidad de presentar historias que en el mundo editorial le habían atraído diversos problemas, incluyendo el ataque a la cristiandad y los sistemas políticos propios de la época, llamaron a Pasolini a interesarse en nuevo arte: el cine. En 1961, el italiano estrenó Accattone, una aproximación a la Roma marginal de mediados del siglo XX que fue reconocida por la crítica y el público.
La cinta, en la que Franco Citti (un actor que se convertiría en pieza clave dentro de la filmografía de Pasolini) interpreta a un proxeneta cuyas únicas intenciones son sobrevivir sin importarle los demás, sería el primer trabajo de una serie de proyectos que llamarían la atención de los grupos allegados al poder italiano. Un año después, el novel cineasta confirmó su mirada crítica y joven con Mamma Roma (1962), filme neorrealista donde Anna Magnani encarnaba a una prostituta que ocupa la mayoría de sus ganancias para cumplir su más grande sueño: subir de “clase” social.
Sus siguientes dos trabajos, un cortometraje que integró la cinta coral Ro.Go.Pa.G (1963) y El evangelio según San Mateo (Il Vangelo Secondo Matteo, 1964) despertaron críticas y sentimientos encontrados por parte de la comunidad católica conservadora en Italia. El primero, por tratarse de una certera sátira anticlerical acerca de un cineasta (interpretado por el actor y director estadounidense Orson Welles) que vive su propio vía crucis para llevar la historia de la crucifixión a la pantalla grande y la segunda, reconocida por L’Osservatore Romano como la mejor película sobre la vida de Jesucristo, por presentar al salvador desde su nacimiento hasta su resurrección con calidez y objetividad, a pesar de confesarse como un cineasta ateo y sin temor a provocar a las masas religiosas.
A pesar de contar en su concisa filmografía con piezas como Pajaritos y pajarracos (Uccellacci e uccellini, 1966); versiones a clásicos griegos como Edipo Rey (Edipo re, 1967) y Medea (1970); el clásico Teorema (1968) y una larga presencia como actor, los trabajos más reconocidos de Pasolini serían también los más controversiales, aquellos en los que el cineasta se establecía como un provocador dispuesto a llevar sus historias e imágenes a límites pocas veces superados por la pantalla grande.
En su llamada “Trilogía de la vida” —integrada por El Decamerón (Il Decameron, 1971), Los cuentos de Canterbury (I racconti di Canterbury, 1972) y Las mil y una noches (Il fiore delle Mille e una notte, 1974)—, el cineasta convertiría estos clásicos de la literatura en ejercicios explícitos y degradantes, llenos de imágenes técnicamente complicadas, desnudos, sexo en pantalla y humor negro. Con las primeras dos entradas en su trilogía, Pasolini conquistaría el Festival de Cine de Berlín, recibiendo el Premio del Jurado en 1971 y el Oso de Oro a la Mejor Película en 1972; por su parte, la última entrega de su saga temática ganó el Premio Especial del Jurado del Festival de Cine de Cannes en 1974.
La última película del cineasta fue el drama metafórico Saló o los 120 días de Sodoma (1975), una adaptación a la obra homónima del Marqués de Sade ambientada en la Italia fascista de 1944 en la que cuatro cuatro hombres secuestran a un grupo de jóvenes para instalarlos en una casa y hacerlos seguir una serie de juegos en donde ninguno de ellos podrá salirse de las reglas establecidas ni desobedecer. La película, descrita como atroz, sádica y apabullante, sería la primera de otra trilogía temática de Pasolini, en este caso la “Trilogía de la muerte”. Sin embargo, el plan fue interrumpido por la muerte del propio cineasta.
Para la mañana del 2 de noviembre de 1975, el cuerpo de PierPaoloPasolini ya había sido retirado de la playa donde horas antes habían terminado violentamente con su vida. Su asesino había confesado y el caso había sido cerrado ante la mirada incrédula de muchos que habían encontrado en su cine un poco de la libertad que los gobiernos anteriores les había arrebatado.
Años después, los rumores de su muerte volverían a la luz sin ofrecer certezas. Algunos dijeron que Pasolini había sido asesinado por tres hombres que durante el ataque lo habían llamado un “sucio comunista”, otros apuntaron que el cineasta había sido asesinado después de un desafortunado encuentro con un par de extorsionadores que buscaban obtener dinero a cambio de rollos de la película Saló, que habían sido robados durante el proceso de edición del filme.
Sin embargo, ninguna de estas historias pudieron ser comprobadas, engrosando solo el mito creado alrededor de PierPaoloPasolini, un cineasta activo y poderoso que no le tenía miedo a trastocar sensibilidades con su arte; un artista que con sus historias explícitas logró capturar a una sociedad violenta e hipócrita; un provocador que conquistó al cine y quizá murió en consecuencia de ello.
"Ser como un verso volando o un ciego soñando y en ese vuelo y en ese sueño compartir contigo sol y luna, siendo guardián en tu cielo y tren de tus ilusiones." (Hánjel)
"Ser como un verso volando o un ciego soñando y en ese vuelo y en ese sueño compartir contigo sol y luna, siendo guardián en tu cielo y tren de tus ilusiones." (Hánjel)
La solitudine: bisogna essere molto forti per amare la solitudine; bisogna avere buone gambe e una resistenza fuori del comune; non si deve rischiare raffreddore, influenza o mal di gola; non si devono temere rapinatori o assassini; se tocca camminare per tutto il pomeriggio o magari per tutta la sera bisogna saperlo fare senza accorgersene; da sedersi non c’è; specie d’inverno; col vento che tira sull’erba bagnata, e coi pietroni tra l’immondizia umidi e fangosi; non c’è proprio nessun conforto, su ciò non c’è dubbio, oltre a quello di avere davanti tutto un giorno e una notte senza doveri o limiti di qualsiasi genere. Il sesso è un pretesto. Per quanti siano gli incontri – e anche d’inverno, per le strade abbandonate al vento, tra le distese d’immondizia contro i palazzi lontani, essi sono molti – non sono che momenti della solitudine; più caldo e vivo è il corpo gentile che unge di seme e se ne va, più freddo e mortale è intorno il diletto deserto; è esso che riempie di gioia, come un vento miracoloso, non il sorriso innocente o la torbida prepotenza di chi poi se ne va; egli si porta dietro una giovinezza enormemente giovane; e in questo è disumano, perché non lascia tracce, o meglio, lascia una sola traccia che è sempre la stessa in tutte le stagioni. Un ragazzo ai suoi primi amori altro non è che la fecondità del mondo. È il mondo che così arriva con lui; appare e scompare, come una forma che muta. Restano intatte tutte le cose, e tu potrai percorrere mezza città, non lo ritroverai più; l’atto è compiuto, la sua ripetizione è un rito. Dunque la solitudine è ancora più grande se una folla intera attende il suo turno: cresce infatti il numero delle sparizioni – l’andarsene è fuggire – e il seguente incombe sul presente come un dovere, un sacrificio da compiere alla voglia di morte. Invecchiando, però, la stanchezza comincia a farsi sentire, specie nel momento in cui è appena passata l’ora di cena, e per te non è mutato niente; allora per un soffio non urli o piangi; e ciò sarebbe enorme se non fosse appunto solo stanchezza, e forse un po’ di fame. Enorme, perché vorrebbe dire che il tuo desiderio di solitudine non potrebbe esser più soddisfatto, e allora cosa ti aspetta, se ciò che non è considerato solitudine è la solitudine vera, quella che non puoi accettare? Non c’è cena o pranzo o soddisfazione del mondo, che valga una camminata senza fine per le strade povere, dove bisogna essere disgraziati e forti, fratelli dei cani.
"Ser como un verso volando o un ciego soñando y en ese vuelo y en ese sueño compartir contigo sol y luna, siendo guardián en tu cielo y tren de tus ilusiones." (Hánjel)
Pochi giorni prima che tu morissi, la morte aveva messo gli occhi su un tuo coetaneo: a vent’anni, tu eri studente, lui manovale, tu nobile, ricco, lui un ragazzaccio plebeo: ma gli stessi giorni hanno dorato su voi la vecchia Roma che stava tornando così nuova. Ho veduto le sue spoglie, povero Zucchetto. Girava di notte ubriaco intorno ai Mercati, e un tram che veniva da San Paolo, l’ha travolto e trascinato un pezzo pei binari tra i platani: per qualche ora restò lì, sotto le ruote: un po’ di gente si radunò intorno a guardarlo, in silenzio: era tardi, c’erano pochi passanti. Uno degli uomini che esistono perché esisti tu, un vecchio poliziotto sbracato come un guappo, a chi s’accostava troppo gridava: “Fuori dai coglioni!”. Poi venne l’automobile d’un ospedale a caricarlo: la gente se ne andò, restò qualche brandello qua e là, e la padrona di un bar notturno, più avanti, che lo conosceva, disse a un nuovo venuto che Zucchetto era andato sotto un tram, era finito. Pochi giorni dopo finivi tu: Zucchetto era uno della tua grande greggia romana ed umana, un povero ubriacone, senza famiglia e senza letto, che girava di notte, vivendo chissà come. Tu non ne sapevi niente: come non sapevi niente di altri mille e mille cristi come lui. Forse io sono feroce a chiedermi per che ragione la gente come Zucchetto fosse indegna del tuo amore. Ci sono posti infami, dove madri e bambini vivono in una polvere antica, in un fango d’altre epoche. Proprio non lontano da dove tu sei vissuto, in vista della bella cupola di San Pietro, c’è uno di questi posti, il Gelsomino… Un monte tagliato a metà da una cava, e sotto, tra una marana e una fila di nuovi palazzi, un mucchio di misere costruzioni, non case ma porcili. Bastava soltanto un tuo gesto, una tua parola, perché quei tuoi figli avessero una casa: tu non hai fatto un gesto, non hai detto una parola. Non ti si chiedeva di perdonare Marx! Un’onda immensa che si rifrange da millenni di vita ti separava da lui, dalla sua religione: ma nella tua religione non si parla di pietà? Migliaia di uomini sotto il tuo pontificato, davanti ai tuoi occhi, son vissuti in stabbi e porcili. Lo sapevi, peccare non significa fare il male: non fare il bene, questo significa peccare. Quanto bene tu potevi fare! E non l’hai fatto: non c’è stato un peccatore più grande di te.
"Ser como un verso volando o un ciego soñando y en ese vuelo y en ese sueño compartir contigo sol y luna, siendo guardián en tu cielo y tren de tus ilusiones." (Hánjel)
«…ya todo es humo, y os asombraríais si, dentro de los escombros del incendio, oyéranse reclamos de frescos niños desde los establos…» PPP
«Las hermosas banderas»
Los sueños de la mañana: cuando el sol ya reina en una madurez que conoce sólo el vendedor ambulante, el que ha caminado ya tantas horas por las calles con una barba de enfermo sobre las arrugas de su pobre juventud: cuando el sol reina en realmes de verdor caliente, en toldos cansados, en muchedumbres cuyas ropas conocen obscuramente la miseria —y centenares de tranvías han ido y venido por los rieles de las calzadas que ciñen la ciudad, indeciblemente perfumadas,
los sueños de las diez de la mañana en el durmiente solitario como un peregrino en su cubil, un desconocido cadáver —aparecen en lúcidos caracteres griegos y, en la sacralidad simple de dos o tres sílabas, plenas del blancor del sol triunfante— adivinan una realidad madurada en lo hondo, madura ya como el sol, que puede dar alegría o terror.
¿Qué cosa me dice el sueño matutino? “Con enormes y lentos oleajes de mieses azules, el mar se abate, trabajando con furor uterino, irreductible, casi feliz —porque da felicidad el constatar también el acto más atroz del destino— resquebraja tu isla, ahora reducida a pocos metros de tierra…”
¡Auxilio, que avanza la soledad!
No importa si sé que la he elegido, como un rey.
En el sueño y en mí un niño mudo se espanta, clama piedad, se afana corriendo a los refugios con una agitación
que “la virtud obliga”, pobre creatura. Lo aterra la idea de estar solo como un cadáver en lo hondo de la tierra.
¡Adiós, dignidad en el sueño, aunque sea matutino! Quien debe llorar llora, quien debe aferrarse a las faldas de ropas ajenas se aferra, y tira de ellas, y tira, para que se vuelvan esas caras color de fango y lo miren en los ojos aterrorizados y conozcan así su tragedia ¡para que comprendan lo espantoso de su estado!
La blancura del sol, sobre todo, como un fantasma que la historia aprieta sobre los párpados con el peso de mármoles barrocos o románicos…
Elegí mi soledad. Por un proceso monstruoso que quizás podría revelar sólo un sueño soñado dentro de un sueño…
Mientras tanto, estoy solo, perdido en el pasado.
(Porque el hombre sólo tiene una época en su vida).
De pronto mis amigos poetas —que comparten como yo el fiero blancor de los años Sesenta, hombres y mujeres, casi todos de mi misma edad— están allá, en el sol.
Yo siempre he carecido de ingenio para estar junto a ellos —en la sombra de una vida que se desenvuelve demasiado apegada a la desidia radical de mi alma.
La vejez, luego, ha hecho de mi madre y de mí dos máscaras que, por lo demás, nada han perdido de la ternura matutina —la antigua representación se repite en la autenticidad que sólo soñando dentro de un sueño tal vez podría llamar por su nombre.
Todo el mundo es mi cuerpo insepulto. Atolón desmenuzado por los golpes de las mieses azules del mar.
¿Qué hacer en la vigilia sino tener dignidad? Tal vez ha llegado la hora del exilio: la hora en que un antiguo habría dado realidad a la realidad y la soledad madurada a su alrededor habría tenido la forma de la soledad.
En cambio yo —como en el sueño— porfío haciéndome ilusiones, penosas, de lombriz paralizada por fuerzas incomprensibles: “¡pero no! ¡Pero no! ¡Es sólo un sueño! ¡Afuera está la realidad, en el sol triunfante, en las calzadas y los cafés vacíos, en la afonía suprema de las diez de la mañana, un día igual a todos los días, con su cruz!”
Mi amigo del mentón pontificio, mi amigo con ojos cafecitos… mis queridos amigos del Norte, aliados por afinidades electivas, dulces como la vida —están allá, en el sol.
Elsa también, con su rubio dolor; ella —corcel herido, derribado, sangrante— allá está.
Y mi madre junto a mí… pero allende todo límite de tiempo: somos dos sobrevivientes en uno. Los suspiros de ella, acá, en la cocina, sus malestares en cada sombra de noticia degradante, en toda sospecha de que vuelva a desatarse el odio de la pandilla de rapaces que se mofan bajo mi cuarto de agonizante —no son sino la naturaleza de mi soledad.
Como una mujer acompañando al rey en la hoguera o sepultada con él en una tumba que se va, como una barquilla hacia los milenios, la fe de los años Cincuenta aquí está, conmigo, un poco más allá de los límites del tiempo, también desmoronándose ante la paciencia furibunda de las azules mieses del mar.
Y… mis amores de pura sensualidad repetidos en los valles sagrados de la libídine sádica, masoquista; los pantalones con su alforja tibia donde está señalado el destino de un hombre —son actos que cumplo solamente en el mar fastuosamente revuelto.
Despacio, despacio, los millares de gestos sacros, la mano sobre la hinchazón tibia, los besos, cada vez a una boca distinta, siempre más virginal, siempre más cercana al encanto de la especie, a la norma que hace de los hijos tiernos padres, despacio, despacio han venido convirtiéndose en monumentos de piedra que por millares se agolpan en mi soledad.
Esperan que una nueva oleada de racionalidad, o un sueño soñado en un sueño, allí hable. Vuelvo a despertarme una vez más: y me visto, voy a la mesa de trabajo. La luz del sol sigue madurando, lejos andan los vendedores ambulantes; sigue agriándose la tibieza del verdor en los mercados del mundo, por las calzadas de indecible perfume, en las orillas de los mares, al pie de los volcanes. Todo mundo está en el trabajo, en su época futura.
Pero aquel algo “blanco” que en letras griegas me presentó el sueño conocedor, irrevocable sigue encima de mí —vestido, en la mesa de trabajo. Mármol, cera o cal en los párpados, en los ángulos de los ojos: el blancor del sol en el sueño, gozosamente románico, perdidamente barroco.
De ese blancor fue el sol verdadero, de ese blancor fueron los muros de las fábricas, de ese blancor fue el mismo polvo (en las tardes secas, cuando el día anterior lloviznó un poco), de ese blancor fueron los harapos de lana, las chamarritas pardas y los pantalones deshilachados de los obreros que hubieran podido ser aún camaradas: de ese blancor fue el bochorno de la nueva primavera, oprimida por el recuerdo de otras primaveras sepultadas por siglos en esos mismos pueblos y suburbios —y listas ¡oh Dios! listas para renacer en esas tapias, en esos caminos.
En esas tapias, en esos caminos, impregnados de extraño perfume, en la tibieza donde florecían, rojos, manzanos y cerezos: y su color rojo era obscuro, como hundido en un aire de caliente temporal, un rojo casi marrón, cerezas como ciruelas, manzanas como prunas, atisbando entre las brunas, intensas tramas del follaje calmo, como si la primavera no tuviera prisa y gozara en esa tibieza en que alentaba el mundo, ardiendo, en la vieja esperanza, por una esperanza nueva.
Y, por encima de todo, el flamear, el humilde y perezoso flamear de las banderas rojas. ¡Dios, las hermosas banderas de los años Cuarenta! ¡Flameando una sobre, otra, en una multitud de telas pobres, empurpuradas de un rojo verdadero transparentando la brillante miseria de los harapos de seda, de los bordados de las familias obreras —y con el fuego de las cerezas, de las manzanas, violáceo por la humedad, sanguíneo por un poco de sol que lo hería, ardiente rojo aglomerado y tembloroso en la heroica ternura de una estación inmortal!
PierPaoloPasolini
De: «Poesía en forma de rosa» – 1962 Traducción de Guillermo Fernández
Que la vejez hace resaltar por su impaciencia sólo las miserias; que no podré salir nunca de aquí por más que sonría; que doy vueltas de un lado a otro en la tierra como una bestia enjaulada; que de tantas cuerdas que tenía acabé por tirar de una sola. (PierPaoloPasolini – Análisis tardío)
Me impactó mucho un artículo que leí unos cinco años después de la muerte de Pasolini, ignorando entonces su enorme valía como poeta. Un acercamiento a éste para escribir una pequeña introducción a uno de sus poemas, años después, hizo que se me viniera de repente a la mente esa muerte violenta y absurda sobre la que entonces aún se abrían demasiadas dudas en la fecha del artículo, dado que su valentía le había granjeado la enemistad de muchos poderosos en el siempre difícil panorama socio-político italiano.
El descubrimiento de PierPaoloPasolini como poeta ha sido, para mí, muy posterior al del cineasta, y, sin duda alguna, sin negar sus méritos en esta última faceta y en otras, la poesía es el campo donde mejor supo desarrollar sus inquietudes, su búsqueda áspera, a veces agónica, y siempre sincera de su verdad como hombre, a través de su querida vitalidad desesperada .
Moderno o clásico, no lo sé, es algo que apenas tiene relevancia cuando se hace buena poesía, rotundo y sincero siempre, en su expresión me recuerda al Cesare Pavese de ”Lavorare Stanca[i]”, al menos en los poemas de corta extensión y de carácter confesional y narrativo al mismo tiempo. La maldición del “oficio” del poeta es recurrente, la relación con el hombre que vive una situación y un tiempo concretos, con los que nunca se debe estar de acuerdo, es agria y sin concesiones, y las adereza levemente con la ternura de los momentos que se viven en el recuerdo, ese lugar en donde podemos llenar de significado situaciones que parecen pasar casi desapercibidas, y que añoramos cuando somos conscientes de la imposibilidad de su retorno.
(2 de junio de 2017)
Pero por culpa también de este humano mundo nuestro que quita el pan a los pobres y la paz a los poetas. (PierPaoloPasolini – Al Príncipe)
Aunque nunca te hubieran escuchado debes proceder como si lo hubieran hecho, el poeta calla, el artista sigue hablando, ambos serán perseguidos por las dictaduras. Pero el poeta muere por los halagos o por sus ideas, o por la poesía, alcanzando la canonización con un solo milagro, la inmortalidad por un solo poema. El artista, en cambio, no sabe por lo que muere pero no quiere ser un mártir porque cree firmemente que la vida está muy por encima del arte y de la santidad[ii].
Hubiera dado la vida por aquellos a los que amaba. (PierPaoloPasolini)
Pasolini amaba la piedad como un impulso solidario, emotivo y, a ser posible, anónimo que emana de las enseñanzas de Cristo, y sentía una repulsión irreprimible hacia la caridad, no por ella misma en la que reconocía cierto valor, sino por la consecuencia exhibicionista en que suele derivar para lavar la conciencia y fortalecer la imagen de ciertos grupos humanos y la falta de tacto de éstos hacia la dignidad humana de los desfavorecidos con quienes la practican.
que me gusta embarrarme porque el barro es materia pobre y por lo tanto pura que adoro la luz sólo si no me ofrece esperanza. (PierPaoloPasolini - Análisis tardío. Traducción: Hugo de Beccacece)
Creo que, por desgracia, no hay que recordar mucho para encontrar el mundo que denunciaba Pasolini. El debilitamiento de la sociedad sagrada en Occidente no ha hecho que esta haya sido sustituida por otra con verdaderos valores humanistas. (9 de junio de 2018)
Creo que debemos conocer a Pasolini, estemos de acuerdo o no con sus posicionamientos; dio motivos sobrados para cuestionarlos, en buena parte por una inconformista tensión constante que le hacía buscar la originalidad y desechar los tópicos más aceptados; su polémico punto de vista sobre el aborto no satisfizo a nadie. Pero quienes escribimos debemos insistir en su poesía, a veces pasan largos años sin que surja un poeta de su talla. (7 de octubre de 2018)
El reconocimiento no llegará jamás y tendremos que actuar como si fuera posible el regreso de lo que nunca se fue, de lo que vive con nosotros pero nunca nos ha dejado tocar ni su carne ni sus huesos, y su cráneo descarnado deja sentir la amargura de la muerte aunque Yorick[iii] estuviera enamorado de la risa.
Ahora me das miedo de verdad, porque estás de verdad cerca, incluida en mi estado de rabia, de oscura hambre, de ansia casi de creatura nueva. (PierPaoloPasolini – Fragmento de la muerte)
Pasolini, en sus dos facetas más destacadas; la poesía y el cine, pasaba con suma facilidad de la genialidad al atropello, pero en ellas encontró lo más perdurable, yo añadiría, como su otra cumbre, la entrevista, un arte apenas reconocido e improvisado, en el que siempre buscaba la calidad estética y el compromiso, para mí incomprensible cuando lo basaba en la simple provocación del escándalo, ¿hay algo más escandaloso que decir simplemente la verdad a pequeño-burgueses que sueñan con la burguesía e imitan su decadencia? Su final, sinceramente presentido, podría haber formado parte de uno de sus guiones, sería el mártir en el que creía con el candor mortificado de un niño católico obnubilado por los brazos protectores de su madre. Probablemente nunca tuvo tiempo para escribir poesía, para corregirla o buscar la palabra exacta, el concepto adecuado, aun así dejó poemas que debiera conocer todo aquel que se asoma al mundo de los versos. Cuando empecé a conocer su obra dije, y el tiempo me ha ayudado a corroborarlo, que Pasolini partía de un lugar en el camino adonde no llegarían nunca incluso poetas de renombre. (24 de octubre de 2018)
No recuerdo en este preciso momento si fue su propio y lujoso coche el que acabó deformándolo, aplastando sus órganos y sus huesos, el instrumento póstumo del martirio, como le dije a nuestra entrañable compañera, Roxane. Cada minuto de escritura nos exige demasiado, quedará escrito lo que podrá leerse cuando pasen los años, podrán ser evaluados los errores de sintaxis, las faltas de ortografía, el desconocimiento cada vez más profundo que tenemos de nuestra alma.
El día de mi muerte
“Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, quedará solo; pero si muere dará mucho fruto.”
Juan, 12.24 (Citado por Dostoievski)
En una ciudad, Trieste o Udine, por una avenida de tilos, en primavera, cuando cambian de color las hojas… uno ha vivido, con la fuerza de un hombre joven, en el corazón del mundo, y les daba a los pocos hombres que conocía, todo. Después, por amor de los que eran jovencitos con el mechón en la frente, como él - hasta poco antes de que sobre su cabeza las estrellas cambiasen su luz – hubiera querido dar la vida por todo el mundo desconocido, él, desconocido, pequeño santo, semilla perdida en el campo. Y en cambio ha escrito poesías de santidad creyendo que así el corazón se engrandecía. los días pasaron en un trabajo que le ha arruinado la santidad del corazón: la semilla no ha muerto, y él ha quedado solo.
(Pasolini - Traducción de Delfina Muschietti – Versión de 1974)
La grandeza de Pasolini, de Lorca o Antonio Machado no puede evitar que al hablar de ellos hablemos de sus muertes y que memoricemos morosamente los detalles que las precedieron y los que las siguieron, estoy seguro de que ninguno de ellos quiso morir por sus ideas pero, sin la tierna ironía de Brassens, y muy a su pesar, es por lo que lo hicieron.
Reconozco que yo también hubiera preferido hablar de Pasolini con ropa de mercadillo y con un utilitario carente de extras que hiciera sonreír con burla a los jovencitos bellos y pretenciosos; la soledad de la muerte acoge en las mismas garras del silencio al burgués y al comunista.
(21 de septiembre de 2019)
[i] Trabajar cansa: Al menos, para mí, ha sido sorprendente escuchar en los labios de Pasolini que no le gustaba la poesía de Pavese. [ii] Rembrandt dijo que en el incendio de un museo salvaría antes un gato que el más valioso de los cuadros [iii] Yorick: Nombre del bufón del rey que divertía a Hamlet cuando era niño.
He de seguir agradeciéndote, Maria Lua, que apareciera Pasolini en tus plegarias, nos dieras la oportunidad de ver a un hombre devorado por sus contradicciones, acuciado por la tensión que, como otros críticos realistas, rechaza el sentimiento de la Italia eterna que pertenece al mundo porque no existe, lo que provoca que persigamos al mito con la seguridad terrible de que no podemos alcanzarlo; un hombre del Renacimiento es un alma inquieta que se consagra al milagro de la vida y deja testimonio a través del arte y la erudición. Pero tembién es un enemigo político implacable al que no le tiembla la mano a la hora de deshacerse de los enemigos con quienes comparte un banquete, protege a los artistas, aunque sean descarriados, pero desprecia la vida. No hay color cuando hay que elegir entre la vida y el arte.
Italia es el único régimen parlamentario europeo occidental donde el Comunismo ha jugado un papel importante, por ello mismo ha contado con varias familias y ha provocado, que tus más enconados enemigos se encontraran en tu propio bando. Expulsiones, ostracismo, descalificación pública...fueron frecuentes y provocaban que te colocaran en la picota quienes deberían haberte protegido.
Pasolini siempre fue de izquierdas, no hay más que ver la apología del candor de la pobreza en "Las mil y una noches", pero no quiso ver un Comunismo, basado en el Cristo Hombre que él había retratado mejor que nadie. Vivió intensamente los placeres de la decadencia burguesa; viajes, contactos estrechos con estrellas glamurosas, coches de alta gama y una elegía a un sueño del que no supo a despertar; "La rabia" nos habla con actualidad de la muerte de la pequeña "Marilyn". No es un buen poema, no supo despertar a Norma Jeane. Sería demasiado pedir demasiado a quien, todavía dormido, lee el periódico.
Gramsci fue un mártir, creía firmemente en lo que no puede vivir en la realidad, y puede que para siempre, en lo que otros creían siempre que perseverara su situación económica, Pasolini lo llora en cuanto represente un candor y unas ideas perdidas que solo nos sirven para navegar cuando estamos en el barco de los desfavorecidos. Este llanto articulado en tercetos encadenados (al final, se supone que se cansa y hace que prevalezca el fondo sobre la forma) es uno de los poemas más celebrados del poeta boloñés, creo que con justicia).
Hace unos días fue el aniversario de la muerte de Pasolini, Mari Lua, me sorprendí de darme cuenta de ello, no suelo saber el día en el que estamos y sentí unas ganas enormes de volver a mirar su legado. Creo que la opinión popular no es sabia, que los españoles no hemos querido aprender a ser europeos, no sentimos como nuestros a estos autores que murieron en un ayer que aún nos tiende sus brazos, y los rechazamos, les mostramos la indeferencia a la que se llega a través de la incomunicación. Una de las contradicciones de Pasolini era que, en cierta forma se volcaba en Italia, apenas dedicaba tiempo a los problemas que no afectaban a su país, aunque dudara de su existencia real, aunque afirmara que el italiano como idioma no existía, que solo lo encontraríamos en la Toscana, en la clase acomodada italiana y en los locutores de la RAI. Emborronó, desde mi punto de vista, los poemas de su primera juventud al escribirlos en friulano, tanto monosílabo no me resulta poético, no me resulta eficaz dirigir problemas de interés general a un reducido número de personas.
El llanto de la excavadora
I
Solo amar, solo conocer cuenta; no haber amado ni haber conocido. Angustia vivir un amor ya consumado. El alma deja de crecer. Y en el calor encantado de la noche que plena en las curvas del río y las amodorradas visiones de la ciudad salpicada de luces resuena aún de mil vidas, desamor, misterio y miseria de los sentidos, se me vuelven enemigas las formas del mundo que hasta ayer eran mi razón de existir. Aburrido, cansado, me recojo a través de negras plazuelas de mercados, tristes calles en torno al puerto fluvial, entre las chabolas y los almacenes mezclados con los últimos prados donde mortal es el silencio: pero más allá, en el Viale Marconi, en la estación del Trastevere, parece dulce todavía la tarde. Vuelven en sus motos ligeras a sus afueras, a sus barrios, con mono o con pantalón de trabajo, pero bien dispuestos por un festivo ardor los jóvenes con sus compañeros en el asiento de atrás, sucios, rientes. Los últimos en llegar charlan de pie en voz alta en la noche, aquí y allá, en las mesas de los locales aún iluminados y semivacíos.
Estupenda y miserable ciudad que me has enseñado cuanto alegres y feroces los hombres aprenden siendo niños, las pequeñas cosas en que la grandeza de la vida en paz se descubre, cómo caminar adustos y dispuestos entre la multitud callejera, cómo dirigirse a otro hombre sin temblar, cómo no avergonzarse de mirar el dinero contado con dedos torpes por el revisor que suda frente a las fachadas que pasan con un color eterno de verano; a defenderme, a ofender, a tener el mundo ante los ojos y no solo en el corazón, a entender que pocos conocen las pasiones que yo he vivido: que no son mis hermanos, y eso que son hermanos por tener también pasiones de hombres que alegres, inconscientes y enteros viven experiencias para mí desconocidas. Estupenda y miserable ciudad que me has hecho experimentar esa vida desconocida hasta hacerme descubrir aquello que era el mundo para cada uno. Una luna moribunda en el silencio, que ella misma alimenta, palidece entre violentos ardores; que miserablemente en la tierra cambia de vida, entre hermosas avenidas, viejas callejuelas que aun sin dar luz deslumbran y, en todo el mundo, se reflejan allá arriba, una cualquiercosa de cálidos nubarrones Es la noche más hermosa del verano. Trastevere, que huele a paja de los viejos establos, a vacías tabernas, no duerme aún. Los rincones oscuros, las paredes plácidas resuenan con rumores hechizados. Hombres y muchachos regresan a casa —bajo festones de luces abandonadas— hacia sus callejones ciegos que obstruyen oscuridad e inmundicia con ese paso blando que invadía mi alma cuando amaba verdaderamente, cuando verdaderamente quería entender. Y, como entonces, desaparecen cantando.
II
Pobre como un gato del Coliseo vivía en un arrabal todo cal y polvareda, lejos de la ciudad y del campo, apretujado día tras día en un autobús agonizante: y cada ida, cada vuelta era un calvario de sudor y ansias. Largas caminatas en la calurosa calima, largos crepúsculos frente a los papeles revueltos sobre la mesa, entre calles de barro, tapias, chabolas encaladas sin ventanas, con cortinas a modo de puertas... Pasaban el vendedor de aceitunas, el trapero, de paso desde otra barriada con la mercancía tan llena de polvo que parecía robada, y un rostro cruel de jóvenes envejecidos entre los vicios de quien tiene una madre dura y hambrienta.
Renovado por el mundo nuevo, libre —una llamarada, un hálito que no sé nombrar— a la realidad que humilde y sucia, confusa e inmensa, bullía en la meridional periferia le daba un aire de serena piedad. Un alma en mí que no era solo mía, un alma pequeña en aquel mundo ilimitado crecía, nutrida por la alegría de quien amaba aun sin ser correspondido. Y todo se iluminaba por este amor tal vez apenas de muchacho heroicamente madurado así y todo por la experiencia que nacía a los pies de la historia. Me encontraba en el centro del mundo, en aquel mundo de suburbios tristes, beduinos, de amarillentas praderas acariciadas por un viento sin paz siempre, ya viniese del cálido mar de Fiumicino o del campo, donde la ciudad se perdía entre los tugurios; en aquel mundo que tan solo podía dominar, cuadrado espectro amarillento en la amarillenta calima, perforado por mil filas iguales de ventanas con barrotes, el Penal entre viejos campos y amodorrados caseríos. Los papelajos y el polvo que ciego el vientecillo arrastraba de acá para allá, las pobres voces sin eco de mujerzuelas venidas de los montes Sabinos, del Adriático, y aquí acampadas, ya con manadas de muchachos duros y corruptibles estridentes con camisetas harapientas, con grises, desgastados pantalones cortos, los soles africanos, las lluvias alborotadas que convertían en torrentes de fango las calles, los autobuses en las últimas paradas hundidos en su rincón junto a una última franja de hierba blanca y algún ácido, ardiente vertedero... Era el centro del mundo, como era en el centro de la historia mi amor por ello: y en esta madurez que por estar naciendo era todavía amor, todo estaba a punto de volverse claro ¡era ya claro! —Aquel arrabal desnudo al viento, no romano, no meridional, no obrero, era la vida en su luz más actual: vida, y luz de la vida, repleta del caos no proletario todavía, como la quiere el áspero diario de la célula local, la última ola de la revista: hueso de la existencia cotidiana, pura, por ser demasiado cercana; absoluta, por ser demasiado miserablemente humana.
III
Y ahora vuelvo a casa, rico de aquellos años tan nuevos que nunca habría pensado que llegaría a verlos envejecer dentro en un alma ahora tan lejana de ellos como de cualquier pasado. Subo las avenidas del Gianicolo, me detengo en una encrucijada modernista, en una calle arbolada, en una astilla de muro —ya estoy en el confín de la ciudad sobre la ondulada llanura que se abre ante el mar. Y renace en mi alma —inerte y oscura como la noche abandonada a su perfume— una simiente ya demasiado madura como para ser capaz de dar fruto, en el cúmulo de una vida que se ha vuelto cansada y brutal... Aquí está Villa Pamphili, y en la luz que tranquila reverbera en los muros nuevos, la calle donde vivo. Junto a mi casa, sobre la hierba reducida a una baba oscura, una huella en las zanjas recién excavadas, en la toba —abatida toda rabia de destrucción— trepa contra ralos edificios y pedazos de cielo, inanimada, una excavadora... ¿Qué pena me invade ante estas herramientas rendidas, dispersas aquí y allá en el fango, ante ese paño rojo que pende de un caballete, en el rincón donde la noche parece más triste? ¿Por qué, ante esta apagada pintura de sangre mi conciencia resiste tan ciegamente, se esconde, casi por un obsesivo remordimiento que en el fondo por completo la aflige? ¿Por qué dentro de mí existe el mismo sentimiento de días para siempre incumplidos que hay en el muerto firmamento en que palidece esta excavadora? Me desvisto en una de las mil habitaciones en que la gente duerme en Via Fonteiana. Puedes excavar en todo, tiempo: esperanzas, pasiones. Pero no en estas formas puras de la vida. Se reduce a eso el hombre, cuando se colman la experiencia y la fe en el mundo... ¡Ah, días de Rebibbia, que creía perdidos en una luz de necesidad, y que ahora son tan libres! Junto al corazón, entonces, por los difíciles azares que habían extraviado mi camino hacia un destino humano, alcanzando ardorosamente la claridad negada, e ingenuamente el negado equilibrio —a la claridad y el equilibrio añadía también, por aquel entonces, la mente—. Y el ciego remordimiento, señal de toda mi lucha con el mundo, lo rechazaban adultas aunque inexpertas ideologías... El mundo se volvía sujeto no ya de misterio, sino de historia. Se multiplicaba por mil la alegría de conocerlo —como todo hombre, humildemente, lo conoce—. Marx o Gobetti, Gramsci o Croce estuvieron vivos en vivas experiencias. Cambió la materia de una década de oscura vocación cuando di todo lo que tenía para aclarar lo que parecía la figura ideal de una generación ideal; en cada página, en cada línea que escribía, en el exilio de Rebibbia estaban aquel fervor, aquella presunción, aquella gratitud. Nuevo en mi nueva condición de viejo trabajo y vieja miseria, los pocos amigos que venían a verme, en las mañanas o en las tardes olvidadas cerca del Penal, me vieron inmerso en una luz viva: dócil, violento revolucionario de corazón y de lengua. Un hombre florecía.
IV
Me aprieta contra su vello viejo que huele a bosque y me posa el hocico con sus colmillos de semental o errante oso con aliento a rosas en la boca: y en torno a mí la habitación es un calvero, la capa corroída de los últimos sudores juveniles danza como un velo de polen... Y de hecho camino por una carretera que avanza entre los primeros prados primaverales, marchitos bajo una luz paradisíaca... Transportado en la ola de mis pasos, esta que dejo a mis espaldas, leve y miserable, no es la periferia de Roma: «¡Viva México!» está escrito con cal o rayado en las ruinas de los templos sobre los muros bajos en las encrucijadas, decrépitos, ligeros como huesos, en los confines de un ardiente cielo sin un escalofrío. He aquí, en lo alto de una colina entre las ondulaciones, que se alternan con las nubes, de una vieja cordillera de los Apeninos, la ciudad medio vacía, aunque es la hora de la mañana en que las mujeres van a hacer la compra —o de la tarde que dora a los niños que corren con sus madres fuera del patio de la escuela—. Un gran silencio ha invadido las calles: desaparecen los adoquines un poco sueltos, viejos como el tiempo, grises como el tiempo, y dos largos listones de piedra corren a lo largo de las calles, lustrosos y apagados. Alguien, en ese silencio, se mueve: alguna vieja, algún muchacho perdido en sus juegos, donde los portales de un dulce siglo XVI se abren serenos, o una fuente con bestezuelas taraceadas en los bordes que vigila la pobre hierba en algún cruce o rincón olvidado. Se abre sobre la cima de la colina la yerma plaza del municipio, y entre casa y casa, más allá de un muro y el verde de un gran castaño, se ve el espacio del valle: pero no el valle. Un espacio que tiembla, azul celeste o apenas céreo... Pero la calle continúa más allá de aquella familiar plazuela suspendida en el cielo de los Apeninos: se interna entre casas más apiñadas, baja un poco a media ladera: y más abajo —cuando las barrocas chabolas ralean— entonces aparece el valle —y el desierto—. Unos pocos pasos más allá hacia la curva, donde la calle va ya entre desnudos pradillos empinados y rizados. A la izquierda, contra la pendiente, como si se hubiera desplomado la iglesia, se alza abarrotada de frescos, azules, rojos, un ábside, surcado por volutas a lo largo de las borradas cicatrices del derrumbe —al que solo la inmensa concha ha sobrevivido, abierta de par en par hacia el cielo—. Es allí, allende el valle, allende el desierto, donde comienza a soplar un aire ligero, desesperado, que incendia la piel de dulzura... Es como esos aromas que desde los campos de hierba mojada o de las orillas de un río soplan hacia la ciudad en los primeros días del buen tiempo: y tú no los reconoces, pero enloquecido, casi con remordimiento, intentas entender si son de un fuego encendido sobre la escarcha, o bien de uvas o nísperos perdidos en algún granero templado por el sol de la mañana magnífica. Yo grito de alegría, tan herido en el fondo de los pulmones por ese aire que como una tibieza o una luz respiro mientras contemplo el valle.
V
Basta un poco de paz para descubrir dentro del corazón la angustia, límpida como el fondo marino en un día soleado. Reconoces, sin probarlo, el mal ahí en tu lecho, pecho, muslos y pies abandonados, como un crucificado —o como Noé borracho, que sueña, ingenuamente ignorante de la alegría de sus hijos, los fuertes, los puros, que de él se burlan...—. El día está ya sobre ti, en la habitación, como un león durmiente. ¿Por qué carreteras el corazón se descubre pleno, perfecto incluso en esta mezcla de beatitud y dolor? Un poco de paz. Y en ti despierta de nuevo está la guerra, está Dios. Apenas se han relajado las pasiones, apenas se ha cerrado la fresca herida y tú ya estás gastando el alma, que parecía derrochada, en acciones de sueño que no rentan nada... Y encendido por la esperanza —que, viejo león hediondo de vodka, desde su ofendida Rusia jura Jrushchov al mundo— te das cuenta de que sueñas. Parece arder en el feliz agosto en paz toda pasión tuya, todo interior tormento tuyo, toda ingenua vergüenza tuya de no estar —en el sentimiento— en ese punto en el que el mundo se renueva. En lugar de ello, ese nuevo soplo de viento te empuja de nuevo hacia atrás, hacia donde todo viento decae: y allí, tumor que se recrea, reencuentras el viejo crisol de amor, el sentido, el terror, la alegría. E incluso en ese sopor la luz se encuentra... en esa inconsciencia de infante, de animal o ingenuo libertino está la pureza... cuanto más heroicos los furores en esa fuga, más divino es el sentimiento de ese bajo acto humano que se consuma durante el sueño matutino.
VI
En la abandonada llama del sol matutino —que arde de nuevo acariciando las obras, caldeando los marcos de las ventanas— desesperadas vibraciones arañan el silencio con su lejano sabor a leche vieja, a plazuelas vacías, a inocencia. Al menos desde las siete esa vibración crece con el sol. Pobre presencia de una docena de viejos obreros con harapos y camisetas abrasadas por el sudor cuyas voces raras, cuyas luchas contra los diseminados bloques de fango, las coladas de tierra, parecen deshacerse en ese estremecimiento. Pero entre las tenaces explosiones de la excavadora, que ciega desmembra, ciega disgrega, ciega ase, como sin objeto, un grito improviso, humano nace y a intervalos se repite tan loco de dolor que humano de pronto deja de parecerlo y se reconvierte en muerto chirrido. Después despacio renace en la luz violenta entre los edificios cegados, nuevo, igual, grito que solo el moribundo en el instante último puede proferir bajo este sol que cruel brilla todavía endulzado ya por un poco de brisa marina... Quien grita es, desgarrada por meses y años de matutinos sudores —acompañada por la muda multitud de sus canteros—, la vieja excavadora: pero, a la vez, el fresco hoyo asolado, o, en el breve confín del horizonte del siglo XX, todo el barrio... es la ciudad, arrojada a un resplandor festivo, —es el mundo—. Llora cuanto tiene fin y recomienza. Cuanto era área herbosa, espacio abierto, y se ha convertido en patio, blanco como cera, encerrado en un decoro que es rencor; cuanto era casi una vieja feria de frescos enlucidos retorcidos al sol y se ha convertido en un nuevo aislado enjambre, en un orden que es dolor apagado. Llora cuanto cambia, por más que sea para mejorar. La luz del futuro no deja ni por un instante de herirnos: es aquí donde nos quema en cada uno de nuestros actos cotidianos, con angustia incluso en la confianza que nos da la vida, en el impulso gobettiano hacia estos obreros que en silencio izan, en el barrio del otro frente humano, su andrajo rojo de esperanza.
(1956)
(No pude conseguir el nombre del traductor. Le muestro mis respetos)
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