El Haiku Americano de Jack Kerouac[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] El estudio de las grandes lenguas de la cultura occidental es instrumento necesario del ejercicio humanístico. Una existencia nacional pseudoculta, como la nuestra, vegeta al margen de las obras fundamentales de nuestra civilización y al azar de las traducciones; y si -como prueba mil veces la experiencia- aun la más perfecta de éstas es insuficiente para fines superiores de estudio, la miseria actual -en número y calidad- de las versiones españolas excluye una educación humanística saneada y cabal para quien no lea más que nuestro idioma. El trabajo universitario debe estar cada vez presidido por un conocedor de los textos originales. Toda exactitud es de otro modo imposible. Y sin la exactitud de la expresión se desbandan y esfuman todas las otras.
Félix Martínez Bonati
No es de extrañar que Jean-Louis Lebris de Kerouac sea conocido en nuestro hemisferio principalmente por sus novelas (el resto de su obra ha sido escasamente traducida). Éstas conforman, para muchos, el mayor aporte literario de este escritor, pero no fue el único. A través de ellas podemos conocer con minucioso detalle lo que se ha llamado el renacimiento de San Francisco, ese grupo de poetas que creía en una nueva forma de vida, más cercana a la naturaleza, más lejana a la ecuación producción-consumo, ecuación que tan pocas respuestas concedía a los jóvenes de la patria capitalista. Ginsberg, Ferlinghetti, Burroughs son algunos de los beatniks (raíz genética de los hippies) que deambulan por sus novelas1. En Los Vaganbundos del Dharma, Kerouac da cuenta de la espontaneidad poética de los beatniks, que en fiestas interminables, hacían lecturas de poesía, improvisadas como el jazz, embriagándose con vino y algo de marihuana, y desnudándose para bailar en rondas alrededor de fogatas. Pero no todo era fiesta, los pre-hippies eran más arriesgados que los hippies. Kerouac, como un monje errante del extremo oriente, casi un mendigo, se sumerge en la naturaleza y recorre la vida como si fuese un puente, sin construir una casa sobre ella.
Esta nueva forma de vida exigía una nueva forma de escritura, más espontánea, sin caer en juegos intelectuales. Kerouac estimó que la profundidad del relato estaba dada por lo que se narra por sobre el cómo se narra. Los Vagabundos del Dharma la escribe en 1958, en apenas once días.
En esta novela no sólo encontramos relatadas las vivencias de los beatniks, y la mejor expresión de la prosa espontánea de Kerouac, sino además, en ella se desarrolla su primer acercamiento hacia el budismo.
Mucho antes que los Beatles visitaran al Maharishi, mucho antes que Osho visitara California, Kerouac, impulsado por sus lecturas de Thoreau, descubre el budismo, y los pasos que da ascendiendo una montaña son constantes metáforas hacia el encuentro del Dharma, la rueda de la verdad budista que todo hombre puede hacer consciente para eliminar su sufrimiento. Era un camino espiritual poco conocido en Occidente, una puerta que abrió a una sabiduría que hoy vemos mercantilizada en los gimnasios de Yoga y las visitas del Dalai Lama.
Kerouac profetizó una revolución de las mochilas, "miles y hasta millones de jóvenes con mochilas y subiendo a las montañas a rezar. Todos ellos lunáticos zen que andan escribiendo poemas que surgen de sus cabezas sin motivo y siendo amables y realizando actos extraños que proporcionan visiones de libertad eterna a todo el mundo y a todas las criaturas vivas".
"Vagabundos del Dharma negándose a seguir la demanda general de que trabajes para tener el privilegio de consumir toda esa mierda que en realidad no necesitas y que siempre termina en el cubo de la basura una semana después" (Kerouac 2004: 96).
* * * * *
Tras conocer el budismo e influenciado por el poeta zen Gary Snyder (Japhy Ryder en Los Vagabundos del Dharma), Kerouac descubre los haikus. En la novela sus alter egos van creando haikus espontáneamente mientras suben una montaña, y discuten si cumplen con los requisitos o no para considerarlos como tales, centrándose en aspectos temáticos, y en la sencillez del poema, pues cualquier adorno estilístico los alejaría de la sobriedad intrínseca del haiku.
Al caminar por esos parajes se pueden entender las perfectas gemas de los haikus que han escrito los poetas orientales, no se embriagaban nunca en las montañas, no se excitaban, simplemente registraban con alegría infantil lo que veían, sin artificios literarios ni expresiones delicadas (Kerouac 2004: 60).
Kerouac queda maravillado por la síntesis esencial de estos poemas, pero no se restringe a la regla de las 17 sílabas al crearlos en inglés, aunque sí respeta los tres versos2.
El haiku americano no es lo mismo que el haiku japonés. El haiku japonés está estrictamente disciplinado a las diecisiete sílabas, pero dado que la estructura del lenguaje es diferente, no creo que los haikus americanos debieran preocuparse de las sílabas porque el discurso americano es algo que se expande hasta estallar3.
Sobre todo, un haiku debe ser muy simple, y libre de todo truco poético, para hacer un pequeño cuadro y también debe ser tan aireado y gracioso como una Pastorella de Vivaldi (Kerouac 1986: 9).
Como aquellos mamíferos proboscidios, los elefantes, que poseen una trompa prensil, capaz de levantar el tronco de un árbol o un pequeño maní, Kerouac se sumerge en su escritura en dos antípodas literarias: la novela y el haiku. No deja de sorprender que un escritor que a ratos resulta excesivo en la prodigalidad de palabras que componen sus novelas, se haya encontrado a sus anchas con la síntesis minimalista de los pequeños poemas japoneses. Para Kerouac el haiku es como un destilado de la poesía. Si con sus novelas busca producir la embriaguez de una interminable borrachera, con sus haikus intenta alcanzar el sabor de un corto de whisky.
Un auténtico haiku tiene que ser tan simple como el pan y, sin embargo, hacerte ver las cosas reales (Kerouac 2004: 60).
Kerouac es un poeta zen viviendo en los suburbios y los campos de Norteamérica. Busca en sus haikus el espacio vacío que da forma al paisaje que se ve desde la montaña. La retención de un instante, del presente permanente, del siendo más que del estar o del ser. La acción del verbo escasea frente a la continuidad del gerundio. Son figuras simples que exhiben una percepción sensible de los sutiles cambios del espacio que lo rodea, de la lluvia, sus gatos, de los pájaros, de la noche. El haiku, como forma literaria del zen, que Kerouac busca meditativamente, pretende dar cuenta de las cosas tal como son, evitando la utilización de figuras literarias, hipérboles, sinécdoques o metonimias, evitando que el lector decodifique el sentido, que se muestra prístino bajo las imágenes simples de una conciencia agudizada a través de la contemplación.
Cuanto más te acercas a la auténtica materia, a la piedra y al aire y al fuego y a la madera, el mundo resulta más espiritual. Toda esa gente que se considera materialista a ultranza no sabe nada de eso. Se consideran gente práctica y tienen la cabeza llena de ideas y nociones confusas. Escucha esa ardilla (Kerouac 2004: 199).
Kerouac rehuye de la complejidad de una cultura que ha progresado a través de la sofisticación de sus postulados, que ha sometido la búsqueda de la verdad a teorías que cada vez cobran mayor distancia con el universo observado, que más que abrir las puertas del conocimiento, reproducen un sistema que oculta el comportamiento espiritual de la naturaleza. La observación atenta sobre el mundo que rodea al hombre, condensada en algunos de estos haikus, es para Kerouac la mejor manera de desentrañar los misterios de la vida humana. Apuesta a una sabiduría ancestral, a la raíz inmutable de toda la creación: su condición impermanente, la cualidad transitoria de toda existencia. Sus haikus ilustran la retención de un momento y su inevitable desaparición.
Por ello las universidades le resultan "lugares donde está una clase media sin ninguna personalidad, que normalmente encuentra su expresión más perfecta en los alrededores del campus con sus hileras de casas de gente acomodada con césped y aparatos de televisión en todas las habitaciones y todos mirando las mismas cosas y pensando lo mismo al mismo tiempo mientras los Japhys del mundo merodean por la espesura para oír la voz de esa espesura, para encontrar el éxtasis de las estrellas, para encontrar el oscuro misterio secreto del origen de esta miserable civilización sin expresión" (Kerouac 2004: 41).
La vida tradicional del hombre americano le parece a Kerouac una limitación de sus posibilidades, una enajenación de cualquier búsqueda espiritual, abandonada en la comodidad y el facilismo de una sociedad de consumo que sólo aspira al perfeccionamiento material. Por ello se aleja de la sociedad, se vuelve un bikhu oriental, rechaza la espiritualización protestante del trabajo, transformándose en un vagabundo del Dharma, un bodhisattva.
Y me prometí que iniciaría una nueva vida. Por todo el Oeste y por las montañas del Este, y también por el desierto, vagabundearé con una mochila, seguiré el camino puro (Kerouac 2004: 77).
Sólo un rasgo parece contradecir su camino espiritual... su devoción por el alcohol. Su excesiva dependencia al vino, que lo condujo a una temprana muerte, cuando sólo tenía 47 años, resulta algo incoherente con la liberación frente al apego que busca el budismo. Sin embargo, Kerouac se defiende:
La sabiduría también está en el vino, ¡maldita sea! (Kerouac 2004: 183).
________________________________________
Borracho como un búho,
escribiendo cartas
bajo la tormenta
Todo el día
usando un gorro
eso no estaba en mi cabeza
Cruzando un campo de fútbol
volviendo a casa del trabajo
el solitario hombre de negocios
Chasquea tus dedos
detén el mundo
la lluvia se acrecienta.
Anochece
demasiado oscuro para leer la página
demasiado frío.
Persiguiéndose entre ellos
mis gatos se detienen
cuando truena.
Luminoso gusano
durmiendo en esta flor -
tu luz está encendida.
Crepúsculo,
niño aplastando dientes de león
con un palo.
Amarillas flores del amanecer
pensando en
los borrachos de México
Solo, en viejos
ropajes, saboreando el vino
bajo la luna
La luna
es un
limón ciego
Antiguo antiguo mundo
- faldas apretadas
en el auto nuevo
Ah!, ¿a quién le importa?
Haré lo que quiera
liar otro porro.
El sueño de Dios
es sólo
un sueño
Escuchando a los pájaros usando
diferentes voces, perdiendo
mi perspectiva de la Historia
Bajo el sol
la mariposa aletea
como la ventana de una iglesia
Lluviosa noche,
las hojas en lo alto ondulan
bajo el cielo gris
Fuente -http://www.humanidades.uach.cl/documentos_linguisticos/document.php?id=1307
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