JUAN DE MAIRENA
JUAN DE MAIRENA EN HORA DE ESPAÑA
( 1937 - 1938)
LIII. Sigue hablando Mairena a sus alumnos***(Sobre una filosofía cristiana).
Sobre la divinidad de Jesús he de deciros que nunca he dudado de ella. O el
Cristo fue el divino Verbo encarnado milagrosamente en las entrañas
vírgenes de María, y salido al mundo para expiar en él los pecados del
hombre, que es la versión ortodoxa, difícil de comprender, pero no exenta de
fecundidad; o fue, por el contrario, el hombre que se hace Dios, deviene Dios
para expiar en la Cruz los pecados más graves de la divinidad misma, que es
la versión heterodoxa, y no menos profunda, de mi maestro. Como veis,
ambas ponen a salvo la divinidad de Jesús. Sobre las dos habéis de meditar,
bien con el propósito de conciliarlas, salvando, no ya la divinidad, que por sí
misma se salva, sino el origen divino del Crucificado, bien si ello no fuere
posible, con el valor suficiente para eliminar una de ellas y ver en la otra el
hecho cristiano en toda su pureza.
Para mi es evidente —sigue hablando Mairena a sus alumnos— que el Cristo
trajo al mundo, entre otras cosas, un nuevo tema de reflexión, sobre el cual no
hemos meditado bastante todavía. Por esta razón, creo yo en una filosofía
cristiana del porvenir, la cual nada tiene que ver —digámoslo sin ambages—
con esas filosofías católicas, más o menos embozadamente eclesiásticas, con
que hoy, como ayer, se pretende enterrar al Cristo en Aristóteles. Se pretende,
he dicho, no que se consiga, porque el Cristo —como pensaba mi maestro—
no se deja enterrar. Nosotros partiríamos de una total jubilación de
Aristóteles, convencidos de la profunda heterogeneidad del intelectualismo
helénico, maduro en el Estagirita, con las intuiciones, o si queréis,
revelaciones del Cristo. Porque esto es para nosotros un acierto definitivo de
la crítica filosófica, sobre el cual no hay por qué volver.
Otro de los grandes enemigos del Cristo y, por ende, de una filosofía cristiana
sería, para nosotros, la Biblia, ese cajón de sastre de la sabiduría semítica.
Para ver la esencia cristiana en toda su pureza y originalidad, los mismos
Evangelios reputamos fuente de error, si antes no son limpiados de toda la
escoria mosaica que contienen.
Otrosí: ni la investigación histórica, por un lado, ni, por otro, la interpretación
de textos dogmáticos, han de aprovecharnos demasiado.
Nosotros partiríamos de una investigación de lo esencialmente cristiano en el
alma del pueblo, quiero decir en la conciencia del hombre, impregnada de
cristianismo. Porque el cristianismo ha sido una de las grandes experiencias
humanas, tan completa y de fondo que, merced a ella, el zoon politikón, de
Aristóteles, se ha convertido en un ente cristiano que viene a ser,
aproximadamente, el hombre occidental.
* * *
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