No hacía ni dos días que doña Remedios les había hablado de la savia, cuando a casa de Carlitos llegó, desde los Estados Unidos, como huésped la señora Sincler, una pariente lejana de su mamá.
Doña Remedios les explicó en clase que la savia era un líquido más o menos denso, compuesto de agua y sales minerales, que circula por los vasos conductores de las plantas, y según ese alimento proceda de las raíces o de las hojas, podía ser ascendente o descendente.
En casa de Carlitos se había organizado un verdadero batí burrillo desde la llegada de la señora Sincler. Siempre la casa estaba llena de grandes personalidades que venían a visitarla, y, como la sala de recibo no era muy grande, al zagal, cuando no estaba en el colegio, lo enviaban a jugar a la calle para que no molestara.
Carlitos, de la mañana a la noche no paraba de escuchar a sus padres hablar de la recién llegada. Pero siempre que se referían a ella, en lugar de nombrarla por su nombre o apellido, le decían la sabia. Al parecer, según pudo colegir Carlitos de las conversaciones oídas, se trataba de una científica dedicada al estudio de una cosa muy rara, que le llamaban genoma.
Carlitos no paraba de darle vueltas en su cabeza a una cuestión que le planteaba la gordura de la pariente de su mamá, pues la señora Sincler era, además de pequeña de estatura, de un perímetro de cintura descomunal.
A tal punto llegó a intrigarle la duda que la gordura de su pariente le suscitaba, que un día, mientras comían, dirigiéndose a la señora Sincler, Carlitos le preguntó:
-Tía, y usted que es savia, ¿cómo hace para subirse por los árboles.?
Doña Remedios les explicó en clase que la savia era un líquido más o menos denso, compuesto de agua y sales minerales, que circula por los vasos conductores de las plantas, y según ese alimento proceda de las raíces o de las hojas, podía ser ascendente o descendente.
En casa de Carlitos se había organizado un verdadero batí burrillo desde la llegada de la señora Sincler. Siempre la casa estaba llena de grandes personalidades que venían a visitarla, y, como la sala de recibo no era muy grande, al zagal, cuando no estaba en el colegio, lo enviaban a jugar a la calle para que no molestara.
Carlitos, de la mañana a la noche no paraba de escuchar a sus padres hablar de la recién llegada. Pero siempre que se referían a ella, en lugar de nombrarla por su nombre o apellido, le decían la sabia. Al parecer, según pudo colegir Carlitos de las conversaciones oídas, se trataba de una científica dedicada al estudio de una cosa muy rara, que le llamaban genoma.
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