Por primera vez en su vida Carlitos toma contacto con la muerte. Su tío abuelo don Federico ha pasado a mejor vida, según van repitiendo las personas que vienen a dar el pésame.
Carlitos no llega a comprender, que siendo que su tío abuelo a partir de ahora gozará de una vida mejor, su madre llore con tan gran desconsuelo, cuando, por el contrario, piensa él, debería estar la mar de contenta.
La verdad es que Carlitos está hecho un verdadero lío. Ve como al muerto lo ponen en una caja en la que no puede ni mover un dedo por lo estrecha. Luego tapan la caja de forma que no podrá ver la luz ni respirar. A continuación lo sitúan frente a un Altar en el que un cura celebra la misa de funeral. Y de ahí al cementerio, en donde lo entierran en un nicho que apenas da cabida a la caja.
Y la mente de Carlitos no deja de cavilar que el camino para alcanzar la vida mejor es harto triste y deprimente y se rompe la cabeza pensando como hará su tío abuelo para salir de la caja y romper el muro que lo encierra, para llegar a ese mundo feliz.
Embargado en sus pensamientos, de vuelta del cementerio Carlitos pregunta a su padre en que consiste la muerte. El padre sorprendido de la pregunta no sabe que contestar a Carlitos para evitarle que su explicación le produzca un trauma. Al fin opta por la contestación más sencilla:
-La muerte, Carlitos, no es más que el fin de la vida. Todo ser viviente sabe que tiene el tiempo de vida tasado. Que nace y acaba indefectiblemente por morir. Yo, tu madre, tu mismo llegará un momento en que moriremos e iremos a reunirnos con tu tío abuelo.
-Y en ese mundo mejor al que iremos, ¿también tendré que ir a la escuela?
-Supongo que no, pero es una pregunta a la que no puedo contestar, porque, que yo sepa, hasta el presente nadie ha vuelto de él.
La conversación con su padre deja a Carlitos con un sinfín de interrogantes, pero con la convicción absoluta de que la vida en este mundo se acaba para él.
Al reintegrarse al colegio, doña Remedios, después de darle el pésame, le dice si ha estudiado la lección y Carlitos convencido y con decisión le contesta:
-No, doña Remedios; si tengo que morir y pasar a una vida mejor, para que tengo que molestarme en estudiar.
Carlitos no llega a comprender, que siendo que su tío abuelo a partir de ahora gozará de una vida mejor, su madre llore con tan gran desconsuelo, cuando, por el contrario, piensa él, debería estar la mar de contenta.
La verdad es que Carlitos está hecho un verdadero lío. Ve como al muerto lo ponen en una caja en la que no puede ni mover un dedo por lo estrecha. Luego tapan la caja de forma que no podrá ver la luz ni respirar. A continuación lo sitúan frente a un Altar en el que un cura celebra la misa de funeral. Y de ahí al cementerio, en donde lo entierran en un nicho que apenas da cabida a la caja.
Y la mente de Carlitos no deja de cavilar que el camino para alcanzar la vida mejor es harto triste y deprimente y se rompe la cabeza pensando como hará su tío abuelo para salir de la caja y romper el muro que lo encierra, para llegar a ese mundo feliz.
Embargado en sus pensamientos, de vuelta del cementerio Carlitos pregunta a su padre en que consiste la muerte. El padre sorprendido de la pregunta no sabe que contestar a Carlitos para evitarle que su explicación le produzca un trauma. Al fin opta por la contestación más sencilla:
-La muerte, Carlitos, no es más que el fin de la vida. Todo ser viviente sabe que tiene el tiempo de vida tasado. Que nace y acaba indefectiblemente por morir. Yo, tu madre, tu mismo llegará un momento en que moriremos e iremos a reunirnos con tu tío abuelo.
-Y en ese mundo mejor al que iremos, ¿también tendré que ir a la escuela?
-Supongo que no, pero es una pregunta a la que no puedo contestar, porque, que yo sepa, hasta el presente nadie ha vuelto de él.
La conversación con su padre deja a Carlitos con un sinfín de interrogantes, pero con la convicción absoluta de que la vida en este mundo se acaba para él.
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-No, doña Remedios; si tengo que morir y pasar a una vida mejor, para que tengo que molestarme en estudiar.
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