“Lásló Krasznahorkai, el poeta imprescindible”, por Fernando García (La Vanguardia, 06-01-2019)
La suya fue una charla delicatessen. El motivo no era otro que el interés de la editorial Acantilado de traerlo a Madrid después de 17 años publicando sus obras. Y Lásló Krasznahorskai llegó a la Residencia de Estudiantes, se sentó junto al piano de García Lorca y habló de prosa y poesía, de Hungría y del mundo, de filosofía y de la vida… En cada respuesta le costaba poner punto y aparte, como en su escritura de frases concatenadas sin fin. Gracias a las numerosas convocatorias culturales del día, la afluencia fue de petit comité y la conversación adquirió el tono íntimo de las buenas entrevistas. Con respuestas de lujo.
A nuestra inevitable pregunta sobre su visión del presente y el porvenir de la cultura en Europa desde el punto de vista de un escritor húngaro, por tanto sufridor directo del Gobierno liderado por el ultra y xenófobo Viktor Orbán, el escrito dijo: “Casi podríamos decir que Europa carece de porvenir, así que justamente ha llegado la hora de hablar de futuro”. Porque es en momentos de desesperanza cuando tiene sentido hablar de esperanza, adujo.
El autor de novelas como Tango satánico y Melancolía de la resistencia, ambas llevadas al cine por su compatriota Béla Tarr, aclaró que su visión no es deprimente sino realista, “pero no en el sentido decimonónico del término sino en el de que esta realidad tan loca supera toda fantasía”. De forma que si alguien tratara de describir el mundo real al cien por cien le diríamos que se está pasando, afirmó. “Ocurren cosas que Gabriel García Márquez tenía que inventarse”. Y la realidad “necesita ser filtrada por un poeta” para que no resulte del todo terrible. “Hablo de los horrores que, por efecto de una suerte de gravitación falsa, predominan en nuestra actualidad”, precisó.
El novelista y guionista recordó cuando, hace algún tiempo, “la gente compraba La Vanguardia, El País y el ABC y lo primero que miraba era la sección de Deportes y el pronóstico del tiempo”, temáticas que a su juicio se han vuelto “surreales”. Y añadió: “Para mí, futuro significa que los lectores abran el diario por la sección de Cultura”.
Krasznahorkai se mostró especialmente pesimista, o realista sin poesía, cuando habló de Hungría y puso las expectativas del pasado en contraste con las tristezas del presente. “¿Qué queda de aquellas ilusiones nuestras sobre la construcción de la democracia?”, se preguntó. Para contestarse: “Queda la posibilidad de ir de compras a Viena libremente y, en el mejor de los casos, de tener una casa, un coche y un par de pasajes a Canarias”. Antes de 1989, año de la caída del muro de Berlín, los húngaros pensaban que más allá de sus fronteras “había un mundo libre con el aire lleno del encanto de la libertad”. Pero enseguida llegó “el despertar”. Y luego la pesadilla de Orbán.
Pero el problema, para el también autor de Al norte la montaña, al sur el lago, al oeste el camino, al este el río, no son los dirigentes como el propio Orbán, el polaco Jaroslaw Kaczynski, el brasileño Jair Bolsonaro o el estadounidense Donald Trump: “Lo que debe preocuparnos son los 2,5 millones de húngaros que, objeto de una brutal manipulación, empujan hacia esa falta de futuro en mi país, y lo mismo puede decirse de los que apoyan a Kaczynski, Trump y otros así”. Pues esos ciudadanos “no son peores personas que el resto” y hay que pensar cómo se entiende sus problemas si se derrota a los dirigentes que les engañaron. Cosa en la que sin embargo él no confía porque “el mal es siempre más fuerte”.
Sobre la información y los medios, Krasznahorkai incidió en la errónea y generalizada tendencia a pensar que lo que sale en ellos es el mundo real, cuando lo cierto es que “hemos perdido el contacto con la realidad”. En este punto, el escritor preguntó a los periodistas cuándo era la última vez que habían visto una puesta de sol completa y si se habían puesto a comprobar que el agua de un arroyo no es nunca la misma. “Es absurdo que no tengamos experiencias directas”, lamentó. Aunque para eso están los artistas: “Para decir lo importante que es meter el pie en el arroyo”, redondeó.
En cuanto a la literatura, Krasznahorkai rechazó hablar de técnica porque esta “no se puede separar de la propia producción” y él jamás se la plantea. Además, su prosa se fundamenta “en el uso del lenguaje poético”, señaló. De paso, criticó el método de razonamiento analítico. Porque este “parte de un malentendido de siglos” por el cual un concepto o un hecho se despiezan en distintas partes que se analizan “como si fuera posible estudiarlas de manera separada y luego juntarlas para comprender el todo”. Un “pecado” que procede de la filosofía pura de los griegos, que según él sabían que estaban haciendo trampa “pero no lo decían”.
El novelista se refirió también al talento, que para él no es suficiente por sí solo si su poseedor no se dota de un buen bagaje cultural y vital. Pero además “se necesitan grandes fracasos, frustraciones y derrotas” para hacer “una primera obra seria”. En la fase inicial, al escritor o artista le conviene “el menor éxito posible”. Pues “los premios y el éxito solo perjudican” al creador en vías de maduración.
Todo lo cual parece de sentido común, pero no de común aplicación.
Fernando García.
(No he encontrado en internet poemas traducidos al castellano de Lásló Krasznahorka.)
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