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“Lúcido Valente”, por Adolfo Sotelo Vázquez (La Vanguardia, 23-02-2019)
Bajo la dirección de Andrés Sánchez Robayna, Galaxia Gutenberg publicó los dos tomos de las Obras Completas de José Ángel Valente (1929-2000) en 2006 y 2008, respectivamente. Con posterioridad a esas fechas la obra del mejor poeta español de la segunda mitad del siglo XX ha aumentado: Diario anónimo (1959-2000), publicado en 2011 y Palais de Justice (2014) son textos de marcado carácter autobiográfico. Paralelamente el investigador Saturnino Valladares daba a luz en Retrato de grupo con figura ausente (2016) la correspondencia entre Valente y Caballero Bonald, José Agustín Goytisolo, Gil de Biedma, Barral, Claudio Rodríguez y Brines, entre otros poetas del llamado grupo de los cincuenta, del que Valente era la figura ausente. Entre tanto se publicaba con regularidad el fecundo Valente vital, coordinado por Rodríguez Fer desde la catedra Valente de la Universidad de Santiago: el primer tomo (Galicia, Madrid, Oxford) en 2012; el segundo (Ginebra, Saboya, París) en 2014; y el último (Magreb, Israel, Almería) en 2017. Una importante biografía.
Ahora acaba de ver la luz, bajo el título El ángel de la creación una amplia gavilla de conversaciones (en total 42) que nos acercan al poeta orensano, especialmente en la etapa 1980-2000, de la que proceden 36 de los textos reunidos. Han quedado excluidos los diálogos con Antoni Tàpies y con Eduardo Chillida (en compañía de Calvo Serraller) que se publicaron en Elogio del calígrafo (2002). Todos los diálogos y entrevistas que componen este tomo presentan variaciones del pensamiento de Valente, aunque creo que el capítulo más relevante del libro es la Entrevista vital (1998), pautada por Rodríguez Fer y que ha siso traducida del gallego, si bien el manuscrito inédito, titulado Notas para una entrevista (1980), es clave para la trayectoria del poeta y sobre todo para entender lo que habría de venir “de una larga espera, de un prolongado silencio. Silencio, desierto, noche”.
Los temas y motivos de los diálogos son abundantes y esenciales. Quizás las temáticas que vertebran el libro discurren por la escritura, la poesía y el pensamiento poético; la unidad entre las artes; y la experiencia personal traducida en vivencias, algunas de ellas con un poso amargo. En 1997 declara en Abc que “la escritura es mi forma de existencia. Es mi vida, mi segunda naturaleza”, sintetizando las espléndidas Notas para una entrevista (1980) donde sostiene que la palabra poética conlleva el silencio y es radicalmente aparición y radicalmente contraria a la locuacidad, lugar común de una civilización “desgastada por el despilfarro de la palabra”. De ahí que le apasione el pensamiento poético: Unamuno, Cernuda, Zambrano -”su obra es un pensar de lo poético y sobre lo poético”-. De ahí que la interpretación del poema sea una jaula, “pero él no está nunca en su interior”. El poema es una “morada” teresiana, una oscura transparencia que engendra la creación, un “misterio gozoso”, según le dice a Blanca Berasátegui (1994) con cierta ironía: A pesar de mis coqueteos con el marxismo, ya ves, quedan residuos de mi formación católica”.
Desde la convicción de que en el comienzo del poema está la música, Valente postula siempre la unidad de las artes, que expresa en diversos diálogos acerca de la pintura, la escultura y la música: Kandinsky, Klee, Tàpies, Chillida, Couperin, la segunda escuela de Viena y tantos otros. “Yo creo en la transfusión, en el influjo de las artes” decía en 1988, mientras que poco antes de fallecer le confesaba a Núria Fernández Quesada: “Creo en la intercomunicación de las artes, por eso he ido a la pintura, a la fotografía, a la música, y de las tres he recibido respuesta”.
Es difícil sintetizar las experiencias vitales que afloran en las conversaciones de Valente: sus discrepancias con Castellet y Gil de Biedma, su distancia de cualquier uniformidad de grupo (“el escritor nace cuando el grupo fenece”), su amistad y su ruptura con María Zambrano, sus ironías acerca de Guillermo Díaz Plaja como “opositor liberal” al franquismo, su sordina ante la socialdemocracia española y un largo etcétera.
El ángel de la creación. Diálogos y entrevistas (Galaxia Gutenberg) es un libro excepcional. Enseña la lucidez y la agudeza, la coherencia y la sabiduría de uno de los grandes escritores europeos de la segunda mitad del siglo XX, de un gran poeta, quien en su última nota de diario, escrita en el 2000, copió una afirmación de Roland Barthes procedente de Critique et vérité (1966): “Es escritor aquel para quien el lenguaje crea un problema, aquel que siente su profundidad, no su instrumentalidad o su belleza”.
Adolfo Sotelo Vázquez (La Vanguardia, 23-02-2019)
Tres poemas de José Ángel Valente:
AHORA, AMIGA MÍA...
Ahora, amiga mía
que una flor de papel preside el aire,
que el aire se deshace en dulces pétalos
de jadeante miel en tus rodillas,
ahora que no hablamos del otoño
ya nunca más
para no tropezar con tu mirada,
ahora que te adentras por la vida,
ligera, según dices,
desposeída al fin de prejuicios,
ideas recibidas, tiempo estéril,
incomprensibles normas y principios,
ay -ahora
que la virginidad navega todavía
como un barco vacío por oscuros telares,
por intactos desvanes y sueños sin sentido,
qué hacer en medio de la tarde,
cómo entregarse sin terror de pronto
y cómo confesar que detrás de tu lecho
odiosa la inocencia,
inservibles los claros pensamientos,
traicionan palabras aprendidas
en revistas de moda, tópicos de vanguardia,
digo, tópicos que tan libre te hacen,
aunque no de ti misma,
aunque no de tu vientre inopinado
donde súbito baja,
feroz y sofocante, el duro golpe
del corazón.
Qué tierna insensatez la de estar solos,
la del estremecimiento vergonzoso
ante la voz del hombre
Y el no estar a la altura de las propias palabras
con esfuerzo aprendidas,
pues ahora
bien sencillo sería el acto del amor
sin aquel eco
soez de sumergidas tradiciones
no expurgadas a tiempo,
ahora que la misma indiferencia
de las frases audaces y ante oídas
del loro varonil tan propicia parece,
si la conversación no fuera ya pretexto,
argumento de un miedo mal oculto
a no saber qué hacer en este trance.
Demasiado tarde vuelves
a recaer en frases y agudezas,
mientras escondes el temblor que sube,
absurdamente provinciano y burdo,
de niña de agua dulce,
desusada y antigua, hasta tus labios,
mientras repites al pic-up la misma
canción francesa que nos gusta tanto,
que nos hace sentir más al corriente,
casi no necios ni burgueses tristes.
Qué fácil fuera ahora desnudarse,
dejar caer el velo simplemente
sin el terror oscuro que te ata
a los núbiles senos,
qué fácil fuera acaso si no fuera
por la flor jadeante de papel amarillo
que preside la tarde,
por el desasosiego súbito que oprime
hasta el dolor tu tímida cintura
por la imposible confesión aciaga
de tu añeja inocencia,
por el urbano gesto
de loro aclimatado a otras regiones
con que el varón disfraza su animal procedencia,
por los pasos de alguien que se acerca,
por el timbre que suena
como un ángel guardián ( te ruboriza
sin poder evitarlo el pensamiento )
y la ocasión disuelve, mientras tú más segura
recuperas ingenio y frases hechas,
piensas que, al fin y al cabo, volverá a repetirse,
prefabricada como es, y entonces
no dudarás en entregarte,
entonces-
es decir, sin que llegue
el deseo a pasión ni la pasión a amor
ni el hálito terrible del amor
al abrasado borde de tu cuerpo.
AHORA NO TIENES, CORAZÓN, EL VUELO...
Ahora no tienes, corazón, el vuelo
que te llevaba a las más altas cumbres.
Lates, reptante, entre las hojas secas
del amarillo otoño.
¿Y hasta cuándo en la secreta larva de ti?
¿ Volverás a nacer en la mañana,
a respirar la frialdad del aire
donde hay un pájaro?
………………………... ¿Lo oyes?
Canta arriba, en las cimas,
como tú, como entonces.
Tú eres sólo latir cobijado en lo oscuro.
Al pájaro que fuiste dedicas este canto.
(El vuelo)
ANÁLISIS DEL VIENTRE
Aquel vientre era para ser observado con lupa,
pues bajo el cristal cada pequeño pliegue,
cada rugosidad se hacía
multiplicado labio.
El amor, demasiado brutal,
jamás repararía,
el petulante de la viril pasión
que el aire agota de un solo trago inútil
jamás repararía.
Mas nosotros, mi amiga, analicemos
con la frialdad habitual a la que sólo
el poema se presta
la difícil pasión de lo menos visible.
.
“Lúcido Valente”, por Adolfo Sotelo Vázquez (La Vanguardia, 23-02-2019)
Bajo la dirección de Andrés Sánchez Robayna, Galaxia Gutenberg publicó los dos tomos de las Obras Completas de José Ángel Valente (1929-2000) en 2006 y 2008, respectivamente. Con posterioridad a esas fechas la obra del mejor poeta español de la segunda mitad del siglo XX ha aumentado: Diario anónimo (1959-2000), publicado en 2011 y Palais de Justice (2014) son textos de marcado carácter autobiográfico. Paralelamente el investigador Saturnino Valladares daba a luz en Retrato de grupo con figura ausente (2016) la correspondencia entre Valente y Caballero Bonald, José Agustín Goytisolo, Gil de Biedma, Barral, Claudio Rodríguez y Brines, entre otros poetas del llamado grupo de los cincuenta, del que Valente era la figura ausente. Entre tanto se publicaba con regularidad el fecundo Valente vital, coordinado por Rodríguez Fer desde la catedra Valente de la Universidad de Santiago: el primer tomo (Galicia, Madrid, Oxford) en 2012; el segundo (Ginebra, Saboya, París) en 2014; y el último (Magreb, Israel, Almería) en 2017. Una importante biografía.
Ahora acaba de ver la luz, bajo el título El ángel de la creación una amplia gavilla de conversaciones (en total 42) que nos acercan al poeta orensano, especialmente en la etapa 1980-2000, de la que proceden 36 de los textos reunidos. Han quedado excluidos los diálogos con Antoni Tàpies y con Eduardo Chillida (en compañía de Calvo Serraller) que se publicaron en Elogio del calígrafo (2002). Todos los diálogos y entrevistas que componen este tomo presentan variaciones del pensamiento de Valente, aunque creo que el capítulo más relevante del libro es la Entrevista vital (1998), pautada por Rodríguez Fer y que ha siso traducida del gallego, si bien el manuscrito inédito, titulado Notas para una entrevista (1980), es clave para la trayectoria del poeta y sobre todo para entender lo que habría de venir “de una larga espera, de un prolongado silencio. Silencio, desierto, noche”.
Los temas y motivos de los diálogos son abundantes y esenciales. Quizás las temáticas que vertebran el libro discurren por la escritura, la poesía y el pensamiento poético; la unidad entre las artes; y la experiencia personal traducida en vivencias, algunas de ellas con un poso amargo. En 1997 declara en Abc que “la escritura es mi forma de existencia. Es mi vida, mi segunda naturaleza”, sintetizando las espléndidas Notas para una entrevista (1980) donde sostiene que la palabra poética conlleva el silencio y es radicalmente aparición y radicalmente contraria a la locuacidad, lugar común de una civilización “desgastada por el despilfarro de la palabra”. De ahí que le apasione el pensamiento poético: Unamuno, Cernuda, Zambrano -”su obra es un pensar de lo poético y sobre lo poético”-. De ahí que la interpretación del poema sea una jaula, “pero él no está nunca en su interior”. El poema es una “morada” teresiana, una oscura transparencia que engendra la creación, un “misterio gozoso”, según le dice a Blanca Berasátegui (1994) con cierta ironía: A pesar de mis coqueteos con el marxismo, ya ves, quedan residuos de mi formación católica”.
Desde la convicción de que en el comienzo del poema está la música, Valente postula siempre la unidad de las artes, que expresa en diversos diálogos acerca de la pintura, la escultura y la música: Kandinsky, Klee, Tàpies, Chillida, Couperin, la segunda escuela de Viena y tantos otros. “Yo creo en la transfusión, en el influjo de las artes” decía en 1988, mientras que poco antes de fallecer le confesaba a Núria Fernández Quesada: “Creo en la intercomunicación de las artes, por eso he ido a la pintura, a la fotografía, a la música, y de las tres he recibido respuesta”.
Es difícil sintetizar las experiencias vitales que afloran en las conversaciones de Valente: sus discrepancias con Castellet y Gil de Biedma, su distancia de cualquier uniformidad de grupo (“el escritor nace cuando el grupo fenece”), su amistad y su ruptura con María Zambrano, sus ironías acerca de Guillermo Díaz Plaja como “opositor liberal” al franquismo, su sordina ante la socialdemocracia española y un largo etcétera.
El ángel de la creación. Diálogos y entrevistas (Galaxia Gutenberg) es un libro excepcional. Enseña la lucidez y la agudeza, la coherencia y la sabiduría de uno de los grandes escritores europeos de la segunda mitad del siglo XX, de un gran poeta, quien en su última nota de diario, escrita en el 2000, copió una afirmación de Roland Barthes procedente de Critique et vérité (1966): “Es escritor aquel para quien el lenguaje crea un problema, aquel que siente su profundidad, no su instrumentalidad o su belleza”.
Adolfo Sotelo Vázquez (La Vanguardia, 23-02-2019)
Tres poemas de José Ángel Valente:
AHORA, AMIGA MÍA...
Ahora, amiga mía
que una flor de papel preside el aire,
que el aire se deshace en dulces pétalos
de jadeante miel en tus rodillas,
ahora que no hablamos del otoño
ya nunca más
para no tropezar con tu mirada,
ahora que te adentras por la vida,
ligera, según dices,
desposeída al fin de prejuicios,
ideas recibidas, tiempo estéril,
incomprensibles normas y principios,
ay -ahora
que la virginidad navega todavía
como un barco vacío por oscuros telares,
por intactos desvanes y sueños sin sentido,
qué hacer en medio de la tarde,
cómo entregarse sin terror de pronto
y cómo confesar que detrás de tu lecho
odiosa la inocencia,
inservibles los claros pensamientos,
traicionan palabras aprendidas
en revistas de moda, tópicos de vanguardia,
digo, tópicos que tan libre te hacen,
aunque no de ti misma,
aunque no de tu vientre inopinado
donde súbito baja,
feroz y sofocante, el duro golpe
del corazón.
Qué tierna insensatez la de estar solos,
la del estremecimiento vergonzoso
ante la voz del hombre
Y el no estar a la altura de las propias palabras
con esfuerzo aprendidas,
pues ahora
bien sencillo sería el acto del amor
sin aquel eco
soez de sumergidas tradiciones
no expurgadas a tiempo,
ahora que la misma indiferencia
de las frases audaces y ante oídas
del loro varonil tan propicia parece,
si la conversación no fuera ya pretexto,
argumento de un miedo mal oculto
a no saber qué hacer en este trance.
Demasiado tarde vuelves
a recaer en frases y agudezas,
mientras escondes el temblor que sube,
absurdamente provinciano y burdo,
de niña de agua dulce,
desusada y antigua, hasta tus labios,
mientras repites al pic-up la misma
canción francesa que nos gusta tanto,
que nos hace sentir más al corriente,
casi no necios ni burgueses tristes.
Qué fácil fuera ahora desnudarse,
dejar caer el velo simplemente
sin el terror oscuro que te ata
a los núbiles senos,
qué fácil fuera acaso si no fuera
por la flor jadeante de papel amarillo
que preside la tarde,
por el desasosiego súbito que oprime
hasta el dolor tu tímida cintura
por la imposible confesión aciaga
de tu añeja inocencia,
por el urbano gesto
de loro aclimatado a otras regiones
con que el varón disfraza su animal procedencia,
por los pasos de alguien que se acerca,
por el timbre que suena
como un ángel guardián ( te ruboriza
sin poder evitarlo el pensamiento )
y la ocasión disuelve, mientras tú más segura
recuperas ingenio y frases hechas,
piensas que, al fin y al cabo, volverá a repetirse,
prefabricada como es, y entonces
no dudarás en entregarte,
entonces-
es decir, sin que llegue
el deseo a pasión ni la pasión a amor
ni el hálito terrible del amor
al abrasado borde de tu cuerpo.
AHORA NO TIENES, CORAZÓN, EL VUELO...
Ahora no tienes, corazón, el vuelo
que te llevaba a las más altas cumbres.
Lates, reptante, entre las hojas secas
del amarillo otoño.
¿Y hasta cuándo en la secreta larva de ti?
¿ Volverás a nacer en la mañana,
a respirar la frialdad del aire
donde hay un pájaro?
………………………... ¿Lo oyes?
Canta arriba, en las cimas,
como tú, como entonces.
Tú eres sólo latir cobijado en lo oscuro.
Al pájaro que fuiste dedicas este canto.
(El vuelo)
ANÁLISIS DEL VIENTRE
Aquel vientre era para ser observado con lupa,
pues bajo el cristal cada pequeño pliegue,
cada rugosidad se hacía
multiplicado labio.
El amor, demasiado brutal,
jamás repararía,
el petulante de la viril pasión
que el aire agota de un solo trago inútil
jamás repararía.
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