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    RICARDO CATARINEU (1868-1915)

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    Mensaje por Lluvia Abril Jue 20 Feb 2020, 01:07

    RICARDO CATARINEU
    Biografía

    Ricardo J. Catarineu nace el 9 de marzo de 1868 en Tarragona, de manera circunstancial ya que su padre, ingeniero de caminos madrileño estuvo destinado ocasionalmente en esta ciudad donde la familia residió a lo largo de unos meses.

    Ya adulto nos recordará Ricardo J., que desde bien pequeño intervenía como actor en las funciones teatrales que para los niños se organizaban en los colegios de las diversas capitales españolas por donde vivió la familia en razón de la profesión del padre.

    Principia el bachillerato en el Instituto de enseñanza media de Barcelona y, mientras realiza estudios a nivel privado de Literatura General Española, publica con quince años su primer libro de versos cursando el último curso de bachiller (Poesías, Barcelona, 1883).

    El año 1885 contaba Ricardo con diecisiete años; mientras estudia el preparatorio en la Ciudad Condal, publica Silvas otro librito de poesías, editado en Vigo (el padre, gerente de una compañía de ferrocarriles catalanes, trabajaba por estos tramos gallegos; el año 1844 el ingeniero Ricardo Catarineu inaugurará la entrada de la primera locomotora que entra en la estación de Pontevedra).

    Ricardo J., que ya ha demostrado una vocación acendrada por las letras, se decanta definitivamente por ellas contraviniendo los deseos del padre, que hubiese deseado un hijo ingeniero y no poeta. Lee y escribe nuestro joven el italiano y el francés correctamente, y se matricula en la Facultad de Filosofía y letras de Barcelona el curso 1885-86 para revalidar los cursos dedicados a Literatura realizados en centros privados.

    Asiste ya a todo tipo de eventos literarios, certámenes y tertulias poéticas con amigos afines. En 1886 Ricardo José se matricula en el primer curso de la Facultad de Derecho de Barcelona. Conoce en ella al portorriqueño José de Diego, un compañero con el que compartirá amoríos adolescentes e inquietudes literarias. De Diego escribe textualmente1 respecto de su amigo Ricardo:

    Era como un hermano mío en la vida estudiantil; juntos fundamos y escribíamos en Barcelona el periódico La Universidad que circulaba alegremente por los claustros y aulas del severo edificio de la calle de Cortes; juntos íbamos por los cafés, los paseos y los teatros; juntos componíamos nuestros primeros versos y juntos planeamos nuestras futuras vidas.


    Por aquellos tiempos acababa de salir a la calle en Barcelona el Diari Catalá, pero Ricardo no encarna en el espíritu de la Renaixença, (al contrario de lo que ocurre a un tío segundo, José Catarineu Alás, que ocupa cargos institucionales importantes dentro de este movimiento). Por el contrario, se interesa Ricardo por los autores franceses de la época, y traduce poemas sueltos de Jean Rameau, de Musset, de Leconte de Lisle, de Gautier, de Victor Hugo, de Prudhomme, de Richepin, de Guyau, de Rollinat, que enseguida publicará en revistas madrileñas.

    Destinado el padre a Madrid el año 1888, en la ciudad de Villa y Corte se establecerá ya de manera definitiva Ricardo J. Catarineu. Aquí terminará Derecho, (una carrera que nunca ejercería), y aquí, en la capital de España desarrollará Ricardo José toda su obra literaria, poética y periodística, especializada en crítica teatral.

    A principios de 1891, en plenas ínfulas parnasianas, un Ricardo José que aún no tiene los veintitrés años quiere fundar su propia revista; se supone que de alguna manera le ha de apoyar su familia en el proyecto financiero y con tales premisas se alía a un publicista, hombre inquieto y delegado de policía en Madrid, con mucho empuje y conocimiento del tema, llamado Francisco de Paula Alderete Vilches.2 Con él funda Fin de Siglo, revista periódica semanal editada en Barcelona cuyo primer número aparece el 22 de julio de 1891, y de no largo vuelo, pues con el último número, el 15, desaparece la revista en noviembre de ese mismo año 1891 (a pesar de ser cofundador, Ricardo solo publica un verso en el nº 4 con su nombre -“Rima”-). Como es costumbre en la época, no figuran los nombres de los fundadores y ni siquiera el nombre del director. Entre los colaboradores figuran a lo largo de los quince números poetas como Rafael Torromé, Manuel del Palacio, Salvador Rueda, Campoamor, Joaquín Dicenta, Vicente Barrantes, Latorre, G. Sánchez, Joaquín E. Romero, Teodoro Llorente, José Echegaray, Luis de Val y Gaspar Nuñez de Arce. En una de las cartas que Catarineu escribe por este año a su amigo “Carlitos” -Carlos Fernández Shaw- le pide justamente unos versos para publicarlos en Fin de Siglo.

    Vemos a Ricardo J. Catarineu por 1895 en la tertulia de La Pecera colaborando en la revista que lleva el mismo nombre. Con motivo de un aniversario de dicha revista Federico Balart, enfermo, delega su representación en Ricardo J. Catarineu. El joven Ricardo, tras el banquete lee el verso de su maestro, que arrancó el tan entusiasta como unánime aplauso hacia el joven lector –y al verso del maestro- por parte de los cincuenta asistentes.
    Catarineu fue íntimo amigo en Madrid, junto a otros, de los poetas bohemios Manuel Paso y de Joaquín Dicenta, a los que dedica versos. Dejemos hablar a este último sobre los compartidos tiempos de juventud con Ricardo:

    Fue Ricardo Catarineu un hermano del mocerío. Manolito Paso, él y yo componíamos una santa trinidad no tan santa como la del dogma católico.Éramos jóvenes y divertíamos la vida, sin perjuicio de pelearla y de ganarla. Quiere esto decir que, si éramos bohemios, no éramos sablistas, ni gorrones, como lo son ahora multitud de caballeretes que se llaman alumnos de Apolo, siéndolo de Guzmán de Alfarache. Nosotros, sin perjuicio de algunas trampas con los mozos de café y con los editores, dábamos trabajo por dinero. Poco dinero, claro está; pero con él atendíamos a las urgencias del vivir, y algunas veces nos hallábamos en condiciones de orgiarnos en clase de griegos relativos. En cambio, nos era buena cualquier hora para el ensueño artístico; para dibujar, con párrafos entusiastas y candorosos nuestro porvenir, nuestra áspera aunque incierta ascensión al templo de la gloria. Ninguno de los tres dudábamos entonces de que las puertas del templo se nos abrirían de par en par. ¿Quién duda de nada a los veinte años? Hasta la ingratitud se niega. Catarineu, más equilibrado que Manolo Paso y que yo, dejó poco a poco de hacer la existencia desordenada que, juntamente con nosotros vivía; pero no renunció al amor de la gloria y del arte; siguió peleando por él brava y honradamente.Menos,renunció a nuestra amistad

    Por 1899 Ricardo J. ya era muy conocido en los ambientes literarios de Madrid. Con ocasión de una crítica a la recién aparecida edición de su poemario Los forzados (que lleva aparejada una profunda queja hacia la injusticia, social y un sentimiento místico a favor de los pobres) el articulista3 escribe sobre el triunfo adquirido por Catarineu, Paso, Dicenta y otros pocos. Continúa diciendo el crítico que “si Catarineu hubiera necesitado ser conocido como literato –cuya patente tiene ya muy legítimamente adquirida desde hace años- con este libro ya lo hubiera conseguido”.

    Rozando el siglo XX, Ricardo J. Catarineu ya ha conocido a los escritores y poetas pioneros en España. “Una tarde – escribe- estuvimos Balart y yo con Clarín. Alas habló de Toute la lyre4 con un entusiasmo solo comparable a su buen gusto. ¡La cara que ponía Balart! No escucha más satisfecho cualquier hijo un elogio a su padre”.

    En cuanto a la creación literaria de Ricardo J. Catarineu podría resumirse diciendo que la misma ha quedado impresa no solo en las ediciones de sus libros y poemarios, si no también en la multitud de publicaciones periódicas (diarios, revistas etc), que en sus páginas dieron fe de la ingente cantidad de poemas, artículos y trabajos de crítica teatral salidos de su pluma. Es colaborador, entre otras muchos semanarios, de revistas que se concibieron en pequeños circuitos literarios y poéticos de empuje, en Barcelona o en Madrid, y que, por final del siglo, tuvieron distinta suerte en el recorrido de su vuelo; ahí estuvieron trabajos de Catarineu en revistas como Vida Nueva, Album Salón, Germinal, Revista Nueva, La Ilustración Artística y Vida Galante. Pero la fuerza centrífuga del Madrid literario sirvió para que un entonces muy joven Ricardo J. viese publicaciones suyas en revistas de provincias como Flores y Abejas de Guadalajara, El Graduador de Alicante, El Ferrocarril de Almería o Cultura y Tolerancia en Béjar, y sobre todo en colaboraciones esporádicas del norte de España; de estas, algunas, (diario El Litoral) editadas en Asturias – patria de su madre - otras editadas en Galicia, donde su padre trabajaba como ingeniero de ferrocarriles.

    Colaboraciones más maduras en revistas nacionales (en más de cincuenta de ellas) realizó Catarineu publicando versos, artículos o críticas teatrales. Entre las revistas españolas más conocidas que cuentan con trabajos de Ricardo J. pueden estar Germinal, La Ilustración española y Americana, La Ilustración Ibérica, La Ilustración Artística, La Gran Vía, Madrid Alegre, Vida Galante, El Domingo, Instantáneas, La Vida Literaria (dirigida por Benavente), entre otras. Fue asimismo colaborador asiduo de Madrid Cómico donde publicó muchísimos versos (1889 a 1903) y de Nuevo Mundo, donde escribió artículos de crítica teatral (1909 a 1914). También figuran muchas colaboraciones periódicas de Catarineu en Blanco y Negro e incluso, póstumamente, en múltiples números de La Esfera.

    A más de sus colaboraciones periodísticas en diarios madrileños como El Nacional (redactor fijo durante un tiempo desde 1896), destacó en Madrid su trabajo como redactor y sobre todo como crítico teatral en La Correspondencia de España, que ejerció de manera ininterrumpida desde 1896 hasta su prematura muerte en 1915.

    La Corres era en el Madrid de la época un diario de máxima tirada a través del cual Catarineu hizo famosa su columna de crítica teatral en toda España, firmada con el seudónimo "Caramanchel". Caramanchel contribuyó en Madrid con otros muy pocos críticos compañeros a que la crítica teatral, ejercida hasta entonces, de manera genérica por gacetilleros, fuese elevada a la categoría de especialidad periodística. No debe resultar desdeñable que Ricardo Baroja, citase a Caramanchel por delante de otros excelentes críticos como Saint-Aubín o Laserna. Tampoco que su hermano Pío Baroja, cuyo juicio sobre otros contemporáneos no resultaba por lo general menos incisivo que un afilado bisturí, hiciese en sus memorias una declaración que, proviniendo de él, cualquier destinatario de la misma podría calificar de éxito rotundo:

    “Ricardo Catarineu, crítico que se firmaba Caramanchel en la Correspondencia de España y que ejercía con gran solemnidad su sacerdocio periodístico"

    Además de ejercer la crítica teatral en La Correspondencia de España, fue Catarineu corresponsal desde Madrid para el diario barcelonés La Vanguardia, donde publicó periódicamente sus crónicas de actualidad teatral desde 1910 a 1915, también firmadas con el sobrenombre de Caramanchel.

    Pero también desde Madrid trabajó Ricardo J. para diarios foráneos. Así mismo escribió crónicas para diarios extranjeros, y de entre ellos fue corresponsal desde España para el más puntero entonces de América: La Prensa de Buenos Aires, diario en el que pudo demostrar su capacidad de crítico teatral, convirtiéndose Caramanchel, tras los primeros cien años de independencia argentina, en el primer crítico capaz de enlazar por vez primera dramaturgos y escenarios de uno y otro lado del Atlántico (un siglo de espaldas) a través de una columna fija - “La Semana teatral” – que, escritas desde Madrid van siendo periódicamente desgranadas por Caramanchel desde los años 1910 a 1915.

    Escribió así mismo Ricardo J. Catarineu de manera asidua en una bella revista literaria de impronta modernista, Mundial Magazine, editada en París y dirigida por Rubén Darío. En esta publicación, cuyas colaboraciones fueron muy disputadas por ingente cantidad de escritores españoles e hispanoamericanos, fue Catarineu el encargado de hacer llegar a absolutamente todos los países de habla hispana, (zona geográfica de difusión de la revista) su espacio de crítica teatral (“El teatro en España”) a lo largo de un año completo, el último que la magnífica publicación tuvo de vida, hasta agosto de 1914 incluido.

    Otras revistas extranjeras que publicaron trabajos de Catarineu fueron las bonaerenses Caras y caretas, Ilustración Iberoamericana e Ilustración Sudamericana.

    Publicaron igualmente trabajos esporádicos de Ricardo J. Catarineu algunos diarios editados al otro lado del Atlántico, (fundamentalmente El Universal o El Correo Español, de México).

    Muerte


    Ricardo J. Catarineu murió en Madrid a los cuarenta y siete años el 15 de enero de 1915 de una tuberculosis laríngea. Los medios informativos, se hacen eco de la noticia, tratando de reflejar lo que fue la poesía, la crónica de teatro o la sombra que dejó la humanidad de Catarineu, se vuelcan hacia el poeta, hacia el crítico teatral y hacia el hombre. Vivió exclusivamente de la pluma. Hubo de escribir sus crónicas hasta el último momento, mientras miraba, herido de muerte y sin fortuna alguna, a su mujer y sus seis hijos pequeños.

    Excepto aquellas publicaciones que se editaban al margen de la literatura o el arte, todos los demás medios de comunicación de Madrid acudieron a escribir sobre Ricardo J. Catarineu en los días que siguieron a su muerte. Y no solo por su significación humana, si no por lo que representó su labor literaria.

    Los diarios de tirada vespertina fueron pioneros en dar la noticia. Posteriormente las ediciones nocturnas sacaron por la mañana temprano, casi todos en primera página, la triste noticia: “Catarineu ha muerto”. Como reguero de pólvora llegó esa muerte a todos los circuitos, las peñas y los personajes del Madrid literario y periodístico del momento.

    Por supuesto que las ediciones de tales periódicos en provincias, y otros muchos que nada tenían que ver con ellos, incluso internacionales, se hicieron también eco del fallecimiento de aquel que guio la propia mano a Caramanchel.

    Al año de su fallecimiento y por vez primera en la historia del periodismo, Miguel Moya, Presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid, concede a la desamparada familia del escritor desaparecido (viuda y seis hijos), y en concepto de donación, uno de los chalets que en Carabanchel Alto ha construido una cooperativa de periodistas y cuya primera piedra colocó el Rey Alfonso XIII. En esa llamada “Colonia de la Prensa” hubo un edificio con un letrero en el que figuraron, por voluntad de todos los compañeros escritores y periodistas, las letras: ”Villa Caramanchel”. Ese chalet quedó en exclusiva para los suyos. Su obra quedó en las bibliotecas para todos los demás.

    Ciento cuarenta y siete autores, con dedicatoria y firma autógrafa destinaron cada uno de sus respectivos libros a su amigo Ricardo J. Catarineu; se guardan tales obras, con sus correspondientes letras manuscritas en las portadas, en los fondos del Monasterio - Biblioteca Valenciana de San Miguel de los Reyes.

    En esta biblioteca también se hayan ubicadas algunas obras originales de Ricardo J. Catarineu.

    Existen asimismo prólogos de Ricardo J. Catarineu editados en las obras completas de autores importantes (Eusebio Blasco, Villaespesa), ubicados en la Biblioteca Nacional de España, donde igualmente (como en otros muchos archivos y hemerotecas nacionales) se encuentran muchas publicaciones con sus trabajos, unos bien catalogados; otros, no registrados, se encuentran a veces con el seudónimo "Caramanchel" diseminados por diversas publicaciones.

    Por otra parte, muchos artículos y crónicas de crítica teatral, no existentes en España pero editados en publicaciones extranjeras están siendo recogidos por algún investigador para su pronta publicación en nuestro país. Existen evidencias de otras muchas obras escritas por Ricardo J. Catarineu, algunas de ellas destinadas al teatro y aún por localizar antes de darlas por definitivamente perdidas.

    Poesía[
    Entre cientos de referencias posibles, siempre favorables a la poesía de Ricardo J, Catarineu bastarán tres de ellas, breves y casi tomadas al azar, para sintetizar la calidad de sus versos.
    Sobre ellos escribe el periodista y escritor, preciadísimo en su tiempo, Manuel Bueno:
    “(Catarineu)...espíritu meditativo como el de Sully Prudhomme y tierno a la manera de Lamartine… Cuando advenga el reinado de las musas, advenimiento tan probable como el de Dios, esos dos poetas le reconocerán como hermano.”
    Ramiro de Maeztu escribe tras leer "Madrigales y elegías":
    “He creído oír el acento genuino del amor. He vuelto a leer, temeroso de haberme equivocado: pero no, no me he engañado. Es el amor. Es el lenguaje del amor. Todo el libro de Catarineu está escrito en este idioma.....etc."
    Y el diario Las Provincias de Valencia escribe, refiriéndose al Catarineu poeta:
    "Pero había otro aspecto en su personalidad que le hacía aún más simpático, porque ante todo Catarineu era un poeta inspiradísimo, lleno de ternura; un notable poeta y un admirable versificador.

    Clarín, tan huraño, no fue para él parco en elogios al prologar su libro Giraldillas.”

    El Crítico

    La firma de Caramanchel bajo una crónica teatral llevó implícita una garantía de seriedad y exactitud, y fue famosa en todo el Madrid de un tiempo en que decir teatro en Madrid era decir teatro en España. Si como poeta mereció portadas en algunas revistas importantes con su propia imagen dibujada por los caricaturistas en boga, también como crítico teatral la frágil figura física pero bigotuda de Caramanchel se hace acreedora a fotos y caricaturas en los diarios más importantes de Madrid.

    Fueron famosas sus campañas, escritas desde la Correspondencia de España, a favor de un Teatro Nacional, a favor de un “Teatro del Arte” o a favor de la dignificación del sainete en “La semana del Sainete”. En 1906 es uno de los firmantes del manifiesto antimilitarista, en línea con Unamuno.

    Es precisamente Miguel de Unamuno el que escribirá los siguientes renglones en una carta escrita en Salamanca en 1913 a Gilberto Beccari, escritor florentino, hispanista, y eximio traductor al italiano de Unamuno :

    "Para las cosas de teatros y cuanto usted quiera saber de nuestro movimiento dramático escriba a Ricardo J. Catarineu, Plaza de la Villa número 1 Madrid. Es el crítico que firma Caramanchel, el más serio y más leal. Le he escrito ya anunciándole que reescribiría usted. Fiese de él."

    Como se fió de él Fernando Díaz de Mendoza cuando Caramanchel presentó a este ,en 1911, a un desconocido Francisco Villaespesa , aconsejando al famosísimo actor y director de la Compañía María Guerrero escuchar de labios de su autor el texto de "El Alcázar de las perlas" cuyo estreno tan rotundo éxito obtendría.

    Entronque de Ricardo J. en la generación del 98

    Perteneció Ricardo Catarineu, de facto a lo que se llamó generación del 98. Su actitud, su amistad con los regeneracionistas, su identidad con los valores propuestos, su relación, incluso epistolar con Pérez Galdós, Unamuno o Benavente así lo demuestra. Este último, de puño y letra escribe en la anteportada de su librito “La comida de las fieras” esta dedicatoria:
    "A Ricardo J. Catarineu de su buen amigo y admirador" Firma Jacinto Benavente

    Rubén en su autobiografía reconoce su encuentro en el Madrid de fin de siglo con nuevos amigos : Benavente, Baroja, Ruiz Contreras, Maeztu, y “un grupo de jóvenes que habrían de adquirir un brillante nombre". Entre estos cita a los Machado, a Palomero a los hermanos González Blanco, a Cristóbal de Castro, a Candamo, a Villaespesa, a J. Ramón Jiménez, y también a Caramanchel, a Nilo Fabra y a Marquina.

    .


    Algunos de entre los jóvenes escritores citados y otros más, unidos en su reacción intelectual ante los eventos que sacudían a la nación en el invierno de 1900, hacen una comida en el madrileño Café Pombo y deciden hacerse una foto conjunta en casa del fotógrafo Company en enero de 1901. En esa foto figuran, entre otros, Antonio Paso, Ramiro de Maeztu, Pío Baroja, Palomero, Luis Bello, Bargiela, los hermanos Álvarez Quintero, el crítico teatral Gabaldón, Azorín, Ricardo J. Catarineu, Cristóbal de Castro, Eduardo Zamacois, Abati, Francos Rodríguez, Emilio Mario (Hijo) Jacinto Benavente, Enrique García Álvarez y así otros más, hasta completar veinticuatro nombres.

    Se podría avalar sin esfuerzo el hecho de que Catarineu, como también su íntimo amigo y circunstancial colaborador Manuel Bueno, fuese reconocido por ciertos periodistas e intelectuales de su tiempo como absolutamente integrante de esa generación a la que Azorín llamó “del 98”.

    Publican reproducciones de textos en prosa o verso de Ricardo J. Catarineu al menos veinte ediciones de Antologías, cancioneros o libros de Selección literaria, quedando al margen las ya citadas colaboraciones en diarios y revistas.

    Un columnista del diario porteño, a la muerte de Catarineu escribe desde Buenos Aires en “La Prensa”:

    “ Pertenecía Catarineu al grupo de escritores modernos comprendidos en lo que allí se llama generación del 98, núcleo intelectual surgido después del desastre y que ha contribuido desde los diversos campos de la actividad intelectual a formular la crítica histórica, social y política que ha dado a aquel país nuevas orientaciones, provocando el renacimiento –ya bien visible- de las energías de la nueva España.”
    Obras principales[

    En lo que respecta a publicaciones propia, son más de una docena los libros de versos escritos por Catarineu, entre ellos Flechazos (poesías, Madrid, 1889), Tres noches (poema), El Tibidabo (poesía, 1890), Giraldillas (versos, 1893), Los Forzados (poesías, 1899), Estrofas (1907), Madrigales y Elegías(1913)
    La pluma de Catarineu dio al teatro piezas versificadas originales (La mentira del amor, en colaboración con Manuel Bueno, La Princesa pájaro, en colaboración con Carlos Fernández Shaw, etc.) y también originales en prosa : Los fiambres, (juguete, 1897), Venalidad (drama, 1902), El Deber (con Pedro Mata, 1906), La Sombra (con P. Mata), 1911, y alguna adaptación escénica como la novela El equipaje del rey José, de Benito Pérez Galdós y de acuerdo con él; escribió libretos en verso para ópera (Yolanda musicada por Vicente Arregui, El bautizo de la muñeca con música del maestro Vicente Serrano, y otros.

    Traducciones

    Tradujo también del francés muchas obras teatrales que obtuvieron gran éxito en su representación. Tradujo a Berstein (La ráfaga y El ladrón (“Le voleur”). De François Copée tradujo Le passant (El caminante) y también El banco, y La huelga de los herreros. De Capus tradujo Mi sastre y a Victoriano Sardou, el celebrado espiritista y escritor parisiense le tradujo el sainete cómico La pista, (obra nº 55 de este escritor y traducida con tan oportuna y eficaz visión que mientras la obra se estrenaba en Madrid en 1906 también se representaba, al tiempo, y en su idioma original en el teatro parisino Varietés, donde se mantuvo mucho tiempo en cartel); de Hermann Sudermann, alemán y diez años mayor que Ricardo, tradujo El Rincón de la dicha. También del francés tradujo versos originales de Sully Prudhomme, primer premio Nobel de literatura. Tradujo así mismo versos a otros tantos poetas y escritores: Heyjelmans, Naani, Sabatino, Teófilo Gautier, (En la playa), Richepín, Leconte de Lisle...

    Del italiano tradujo Catarineu la Cena dell beffe, o “Cena de las burlas” del italiano Sem Benelli, un autor más joven que él, y tan popular en su tiempo como luego lo pudo ser Gabriele D'Annunzio. La obra, una vez traducida por Catarineu, entra a formar parte del repertorio de casi todas las compañías españolas, que a partir de entonces la representaron a lo largo de muchos años por las principales capitales de provincia. Significó la puesta en escena de "La cena de las burlas" uno de los mayores éxitos que tuvo en vida Ricardo Catarineu.

    También en italiano tradujo algún poema del eximio autor italiano Giacomo Leopardi, de tan alcurnia (era marqués) como baja estatura. Del italiano tradujo así mismo los dos tomos de una de las obras del médico, antropólogo y político milanés Pablo Mantegazza, muy en boga por entonces, titulada Los amores de los hombres.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Jue 20 Feb 2020, 01:14

    Me alegra un "montón" que traigas a este autor... Es más que interesante. Y es hora de que aceptemos que tenemos poetas más allá del SIGLO DE ORO o la GENERACIÓN DEL 27.

    Te seguiré. Prometido.


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    Mensaje por Lluvia Abril Vie 21 Feb 2020, 01:09

    Y a mí me alegra que estés cerca, así que gracias y espero hacerlo bien, al menos lo mejor posible.
    Besos.


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    Mensaje por Lluvia Abril Vie 21 Feb 2020, 01:12

    RICARDO CATARINEU


    Obra de: RICARDO J. CATARINEÜ
    LOS FORZADOS
    (POESÍAS)


    DEDICATORIA


    Sr. D. Ricarbo Blasco.

    Querido tocayo : Dèbole agradecimiento
    perpetuo por haber sido mi intercesor con
    nuestro ilustre director el señor Vizconde de
    los Asilos, del cual puede asegurarse cue, fiel
    á la tradición de su apellido, si todos los ricos
    fueran como él, no habría pobres.
    Gracias á él y á usted, no canto en estas
    coplas mis propias fatigas, sino la simpatía
    y compasión que me inspiran el desamparo è
    inmerecida desventura de los demás.
    Son instantáneas recogidas del arroyo, en
    los escasos ocios que diversas ocupaciones y
    preocupaciones me permitieron.
    No responden estas composiciones á ningu
    na idea política; y aun, si tienen cierta ten
    dencia social que las enlace, más se debe á la
    casualidad de recibir impresiones repetidas
    que á premeditado propósito mió.
    Van mis versos á las manos generosas de
    usted. Ruégole que, por desmedrados que
    aparezcan, los acoja con su bondad acostum
    brada.
    Usted sabe que podría darme por satisfe
    cho si la fortuna de estas coplas correspon
    diera á la sinceridad con que fueron escritas
    y á la buena voluntad con que las reúno para
    enviárselas.

    R. J. C.


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    RICARDO CATARINEU (1868-1915) Empty Re: RICARDO CATARINEU (1868-1915)

    Mensaje por Lluvia Abril Vie 21 Feb 2020, 01:13

    RICARDO CATARINEU


    Obra de: RICARDO J. CATARINEÜ
    LOS FORZADOS
    (POESÍAS)




    EN VEZ DE PROLOGO

    PARA LOS POBRES
    (DE VÍCTOR HUGO)


    A vosotros, los ricos, los felices,
    en vuestros festivales del invierno,
    cuando el baile os agita y os embriaga,
    y veis en torno mármoles y espejos,
    grandes arañas de brillantes luces
    y rostros animados y risueños,
    i no se os ocurre meditar á veces
    que algún mendigo, pálido y hambriento,
    á través del balcón, en el arroyo,
    párase á ver los festivales vuestros
    y á contemplar vuestras radiantes sombras
    el dorado salón embelleciendo ?
    Pensad en ese padre sin trabajo,
    y por la nieve y por la escarcha envuelto.
    Habla en voz baja. Oidle cual murmura:
    «¡Para uno nada más, cuánto dinero!
    ¡Cuántos amigos! ¡Cómo les divierte!
    ¡ Es feliz ! ¡ Ve á sus hijos sonriendo !
    ¡ Sólo con los juguetes que les sobran,
    nos sobraría el pan para los nuestros!»
    Después compara vuestra alegre fiesta
    con su mezquino hogar, siempre sin fuego;
    con sus niños, muñéndose de hambre ;
    con la madre, tendida sobre el suelo
    en un jergón de paja, y con la abuela,
    rígida por el aire del invierno,
    que la ha dejado ya bastante helada
    para entrar en el reino de los muertos.
    Dios esos grados puso en la fortuna.
    Unos se encorvan, del dolor al peso,
    y otros van al banquete de la dicha,
    donde los convidados son los menos.
    Una ley, que aparece injusta y torpe,
    ya ¡Gozad!, ya ¡Envidiad!, pasa diciendo,
    y en el alma del pobre fermentando
    va esta idea sombría en el silencio.
    ¡Ricos, por el placer adormecidos!
    ¡Que no sea ese amargo pensamiento
    el que llegue á arrancar de vuestras manos
    todos los bienes que gozáis superfluos !
    Sea la Caridad, amor del pobre
    y madre cariñosa para aquellos
    que tuvieron la suerte por madrastra,
    la que ayude y levante á los pequeños,
    la que se entregue y sacrifique entera
    y, del Dios mártir con el santo ejemplo,
    á los que lloran y padecen diga:
    «¡Tomad! ¡Esta es mi sangre; este es mi cuerpo!»
    Sea la Caridad la que arrebate
    ricos juguetes y bordados velos,
    blondas, diamantes, perlas y zafiros,
    sortijas y collares y aderezos,
    para ganar el cielo á vuestras almas,
    para llevar al infeliz consuelo,
    del pecho á vuestras dulces compañeras
    y á vuestros tiernos niños de los dedos.
    De la oración es la limosna hermana;
    dad la limosna y la oración á un tiempo.
    Cuando el viejo mendigo, de rodillas
    en el umbral de vuestro hogar cayendo,
    implora en vano que le deis socorro,
    transido por el frío del invierno;
    cuando, impasibles, á los niños pobres
    miráis en vuestra puerta recogiendo
    las migajas que os sobran de la orgía,
    i Dios aparta sus ojos de los vuestros !
    ¡Dad! Dios entonces os dará á vosotros
    hijas hermosas y varones recios,
    su dulce fruto os rendirán las viñas,
    el trigo llenará vuestros graneros,
    seréis mejores y vendrán los ángeles
    á pasar por la noche en vuestro sueño.
    ¡Dad! Y al tener que abandonar la tierra,
    por la limosna alcanzaréis el premio.
    ¡Dad!, y todos dirán: «¡Compadecía!*;
    y los pobres, que gimen en silencio
    ante vuestros espléndidos festines,
    acabarán por envidiaros menos.
    ¡Dad! Os amará el Dios que se hizo hombre,
    hasta los malos os tendrán respeto,
    veréis tranquilo vuestro hogar y todos
    os buscarán con fraternal apego,
    y al llegar vuestra hora postrimera
    vuestros pecados os serán absueltos
    ¡por generosa intercesión de un pobre,
    á quien otorgue su favor el cielo !


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    RICARDO CATARINEU (1868-1915) Empty Re: RICARDO CATARINEU (1868-1915)

    Mensaje por Lluvia Abril Sáb 22 Feb 2020, 02:37

    RICARDO CATARINEU


    Obra de: RICARDO J. CATARINEÜ
    LOS FORZADOS
    (POESÍAS)




    LA VERJA

    Cinco son. Cuatro duermen
    y el otro vela,
    y están los cinco en fila
    junto á la verja,
    puerta lujosa
    del jardín que al palacio
    cerca y adorna.
    Sobre la verja tienden
    con mano fría
    las sombras de la noche
    negra cortina,
    que no traspasa
    ni la luna, que juega
    por las murallas.
    De la verja á la esquina
    duerme una vieja,
    que allí también hay lechos
    de preferencia.
    Sueña en voz alta.
    ^¡Correspondencia! ¡Heraldo!*
    dice la anciana.
    Ronca á su lado un chulo
    que en otros tiempos
    hacía colecciones
    con los pañuelos,
    y hoy no las hace,
    porque un amigo guardia
    quedó cesante.
    Sigue un viejo, que vive
    de su trabajo,
    y, aunque es cojo unas veces
    y otras es manco,
    pasa fatigas,
    porque ambas profesiones
    están perdidas.
    Y después, en la sombra,
    juntos, muy juntos,
    cual si les pareciera
    que nunca es mucho,
    siguen dos golfos.
    Ella duerme. Él en ella
    clava los ojos.
    A ella le caen las greñas
    sobre la cara,
    como sobre el vestido
    le caen las manchas,
    ¡ y aun será un ángel
    si se quita el defecto
    de no lavarse!
    Él, pasándole el brazo
    por la cintura,
    como la madre al niño
    cuando le arrulla,
    la está mirando
    tímido, silencioso
    y embelesado.
    De su boca no salen
    dulces palabras,
    mas de sus ojos brotan
    y de su alma
    tantos amores
    (que ella tendrá que oírlos,
    por más que ronque!
    Juntas duermen las rosas
    en los rosales,
    juntas duermen las ñeras,
    juntas las aves;
    la noche viene,
    y en los rincones, juntos
    los golfos duermen...
    No le dice él las cosas,
    pero las piensa,
    y ella las oye, como
    si él las dijera.
    Risueña duerme,
    y él no alienta, por miedo
    de que despierte.
    Pero abrid esa verja
    que da al palacio,
    y á la alcoba lujosa
    guiad los pasos.
    En blando lecho
    duerme la dama; un rico
    le guarda el sueño.
    Y él no dice las cosas,
    pero las piensa,
    y ella las oye como
    si él las dijera.
    ¡Música suave,
    que en los palacios suena
    como en la calle!...
    ¡ Oh, amor, que á los palacios
    borrascas llevas
    y tálamos nupciales
    á las aceras !
    ¡Oh, amor, testigo
    del placer de los pobres
    y de los ricos ¡
    Una, del rico en brazos,
    duerme dichosa,
    y en brazos del pilluelo
    duerme la otra.
    ¡Deja que suenen!
    Y si sueñan mentiras...
    ¡que no despierten!



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    Mensaje por Lluvia Abril Sáb 22 Feb 2020, 02:39

    RICARDO CATARINEU


    Obra de: RICARDO J. CATARINEÜ
    LOS FORZADOS
    (POESÍAS)




    HIMENEO


    I

    Polcas de estirados correajes;
    ruedas de complicados engranajes;
    planchas que giran; golpes de martillos;
    del humo, bajo el techo, los encajes;
    roncas voces y rostros amarillos...
    Con sus hornos lucientes, como hogueras
    de resplandor eterno,
    y su tragín de hierros y calderas,
    la fábrica es la imagen del infierno.
    Parece allí que se oye cómo grita
    el mundo de los reprobos cautivo,
    mientras la llama sin cesar se agita
    en contorsiones de furor lascivo.
    Y el que sale de aquella gran balumba
    de sombras negras y de espectros rojos,
    como si se escapara de una tumba
    pasándose las manos por los ojos,
    después ve el humo en raudo movimiento
    abrazarse á los altos campanarios,
    romper sus olas en el mar del viento,
    volar hacia el azul del firmamento
    y perderse en los cielos solitarios.

    Al lado de la fábrica paraba
    el clarens elegante, y un obrero:
    —Es el coche del amo—murmuraba
    mientras al portalón se dirigía.
    —¿Qué vienes á buscar? — dijo al cochero,
    y éste repuso:—Busco á Juan García.—
    Cuando corrió la voz por los talleres
    interrumpieron todos sus quehaceres,
    se hicieron comentarios á porfía...
    ¡Fue tan grande el rumor, que parecía
    una conversación de dos mujeres!

    Y silencioso y sin mostrar sorpresa,
    el martillo soltando de la mano,
    Juan García se irguió con ceño adusto...
    Lleva la blusa azul, la barba espesa
    y más sucia la cara que un pantano.
    ¡Un andrajoso mocetón robusto,
    con ademán de emperador Romano!
    Mientras todos le miran con recelo,
    de un salto al coche pasa,
    entra en él como Pedro por su casa,
    cae sobre un almohadón, y exclama:—¡Al vuelol
    Se aleja el coche sin perder instante,
    y aflojando las riendas
    va el auriga pensando en el pescante:
    —¡Que el dueño de una fábrica importante
    señor de vidas y señor de haciendas,
    mande el coche á buscar á este borrico,
    bien está, pero yo no me lo explico!
    ¡Con los pobres, los ricos son muy buenos...
    cuando les hacen falta, por lo menos!




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    Mensaje por Lluvia Abril Sáb 22 Feb 2020, 02:40

    RICARDO CATARINEU


    Obra de: RICARDO J. CATARINEÜ
    LOS FORZADOS
    (POESÍAS)



    HIMENEO




    II.

    Abrió y entró... La alcoba, iluminada.
    Todo rico, lujoso y pintoresco.
    Sobre tallado velador chinesco
    pequeño embudo de cristal lucía;
    y en el lecho postrada
    á anémica mujer se distinguía,
    con los brazos y el pecho
    más blancos que las sábanas del lecho,
    y más pálido el rostro todavía.
    Al lado de la cama,
    resuelto el ademán, la faz severa,
    el doctor escuchaba de la dama
    el débil suspirar. {Voz lastimera
    la de aquella mujer, cuando gemía!
    ¿Qué le faltaba para ser hermosa?
    ¡En los ojos un rayo de alegría
    y en las mejillas un matiz de rosa!
    El padre de ella, ¡sin querer, temblaba,
    y los brazos tendiendo á Juan García:
    —Gracias—le dijo, y silencioso luego,
    con febril impaciencia contemplaba
    cómo el rostro de Juan transparentaba
    una sangre tan roja como el fuego.
    La lámpara, del techo suspendida,
    bañaba aquel rincón de la fortuna
    con luz no interrumpida,
    hermosa y triste como luz de luna...
    Después de meditar breves momentos,
    el Galeno sacó de la cartera
    su terrible riqueza de instrumentos,
    capaces de poner miedo á cualquiera,
    desplegando ese trágico aparato
    que pregona una gran carnicería
    y queda convertido al poco rato
    en leve operación de cirugía.
    Luego con ademán resuelto y fiero,
    llevando el velador junto á la cama,
    puso el brazo de nieve de la dama
    sobre el brazo de hierro del obrero;
    ató el de Juan con fuerte ligadura;
    saltó la sangre en las hinchadas venas
    y á otras venas siguió con derechura,
    más pálidas que vetas de azucenas,
    uniéndose la fuerza y la hermosura
    con un tubo de goma por cadenas.
    La mujer, cada vez más desmayada,
    en silencio al obrero sonreía,
    y el obrero, triunfante la mirada,
    con llamas de sus ojos la envolvía.
    Ella, más suave y débil que las flores;
    él, venciendo á un león en valentía:
    flotar en el ambiente parecía
    inmarcesible claridad de amores,
    que en comunión suprema les unia;
    y entre ellos el doctor, la inteligencia,
    augusto sacerdote de la ciencia,
    del lecho ante el altar, les bendecía...



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    Mensaje por Lluvia Abril Sáb 22 Feb 2020, 04:45

    RICARDO CATARINEU


    Obra de: RICARDO J. CATARINEÜ
    LOS FORZADOS
    (POESÍAS)



    HIMENEO



    III.

    Al poderoso respondió el obrero:
    —¿Lo que quiero preguntas? ¡Nada quiero!
    ¡He hecho una buena obra,
    mas no me lo agradezcas, pues me sobra
    á mí la sangre como á ti el dinero!—
    Y después, su mirada ardiente y viva
    añadir parecía de esta suerte:
    —¡Dejad que desfallezcan los de arriba,
    que abajo hay sangre generosa y fuerte! —




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    Mensaje por Lluvia Abril Sáb 22 Feb 2020, 04:47

    RICARDO CATARINEU


    Obra de: RICARDO J. CATARINEÜ
    LOS FORZADOS
    (POESÍAS)



    LOS SOLDADOS
    (A Pepe Ampuero.)


    I.
    ¡Vuelven! Los ojos sin color ni brillo,
    el paso torpe, fatigado el pecho.
    ¡Sombras macabras, carne de desecho,
    esqueletos vistiendo el rayadillo í
    Del estandarte rojo y amarillo,
    que la razón protege y el derecho,
    de la honra de la patria ;qué habéis hecho?
    ¡Cayó el león, se derrumbó el castillo!...
    Y ellos responden: «Somos inocentes.
    — ¡Comed hierbas con sal, y sed valientes!
    Tal orden se nos dio; fue satisfecha.
    No es culpa nuestra regresar sin gloria,
    si estaba por la izquierda la victoria
    y nos mandaron ir por la derecha».

    II.
    Los que os vieron partir de los hogares
    jamás olvidarán vuestra partida,
    de vuestras madres la tremenda herida,
    vuestras novias rezando en los altares.
    Despreciabais la guerra y sus azares
    ¡oh, juventud gallarda y desprendida!
    y sellabais la triste despedida
    pidiendo á la guitarra los cantares.
    Cuando volvéis enfermos y explotados,
    os recuerdan valientes y sufridos
    los que os vieron partir, pobres soldados.
    Los culpables no sois. ¡Sed bien venidos!
    No os entregasteis, fuisteis entregados.
    Sin que os vencieran, os halláis vencidos.

    III.
    Volved al campo, en que os espera ansiosa
    la amante madre, de llorar cansada.
    Ya vuestro padre apercibió la azada,
    con que labréis la tierra generosa.
    Allí, de ensueños de color de rosa
    Dios llene sin cesar vuestra jornada,
    viendo la herida nacional curada
    con santa paz y libertad hermosa...
    ¡Aleccionados vais por la experiencia !
    Os han envenenado la existencia;
    llanto de hiel vuestras mejillas baña.
    ¡Malditos de la patria y de la historia
    los que os hicieron sucumbir sin gloria,
    los Baratieri y los Bazaine de España!



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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 23 Feb 2020, 01:12

    RICARDO CATARINEU


    Obra de: RICARDO J. CATARINEÜ
    LOS FORZADOS
    (POESÍAS)




    NIDOS Y TRONOS
    (A Arturo Reyes)


    Juan de Luna era amigo del Rey. Un día,
    cuando una noche triste como ninguna
    sobre los campos verdes negra caía,
    con la regia mirada severa y fría,
    habló el Rey de esta suerte con Juan de Luna:
    —Juan, no te da la vida ningún encanto;
    no tienes otro amigo que yo; tu choza,
    con su eterno silencio, llama al espanto.
    ¿Cómo sufrir se puede y aislarse tanto,
    en un mundo que ríe, se agita y goza?
    ¿Que una mujer tu vida siembra de flores
    en el retiro obscuro que has elegido?
    Un nido es vuestra humilde choza de amores.
    (Venid! ¡Yo os daré gloria, poder, honores!
    ¿Y quién, por un palacio, no deja un nido?
    Juan respondió:—Te engañas. Mi vida es bella.
    Una mujer me adora. Yo vivo en ella;
    mis nieblas se disipan con sus reflejos,
    y es ¡oh, rey! nuestra choza como una estrella,
    que tan sólo es mezquina vista de lejos.
    Pues en las soledades de mi abandono
    encuentro á todas horas amor profundo,
    ¡con la mujer querida, nada ambiciono!
    Si unas leguas de tierra forman un trono,
    de una mujer y un hombre se formó un mundo.
    Un mundo es nuestra choza, y en ella unidos,
    van nuestros corazones por los espacios
    de los sueños azules desconocidos.
    ¡Si se desprecian nidos en los palacios,
    se desprecian palacios desde los nidos!
    Nuestra choza es un mundo; se alza severa
    en la cumbre del monte, del bosque en medio;
    la alegra con sus cantos mi compañera,
    y, á las blancas paredes poniendo asedio,
    trepa hasta la ventana la enredadera...
    Cuando del sol los rayos matutinales
    á la ventana llegan, truécase en oro
    el mundo á que dan vida mis ideales,
    y si pasa la luna por los cristales,
    sus reflejos de plata son mi tesoro.
    Entre tanto, en la calle la turba crece,
    y un ¡viva el rey! sonoro levanta el vuelo.
    Viendo la turba armada, que resplandece,
    á Juan el rey pregunta:—¿Qué te parece?—
    Y Juan responde: — ¡Estaba mirando al cielo!—
    ¡Bosque, casita blanca y enredadera!
    El que ha aprendido á amaros, todo lo esquiva.
    ¡Quién en vuestro misterio vivir pudiera!...
    ¡Desde un trono se baja por la escalera!
    «Desde un nido se sale siempre hacia arriba!


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    RICARDO CATARINEU (1868-1915) Empty Re: RICARDO CATARINEU (1868-1915)

    Mensaje por Lluvia Abril Dom 23 Feb 2020, 01:16

    RICARDO CATARINEU


    Obra de: RICARDO J. CATARINEÜ
    LOS FORZADOS
    (POESÍAS)







    LA FLORISTA

    I.
    Vedla. El tímido andar de las doncellas.
    En la cara, las rosas del verano.
    En los ojos, la luz de las estrellas.
    Una cesta de flores en la mano.
    Todo en ella es milagro de hermosura;
    el pecho, las caderas, la cintura,
    el oro que matiza los cabellos,
    y sus ojos tan llenos de ternura
    que en Dios se mira el que se mira en ellos.
    No hay orgullosa dama á quien no venza
    la primavera de sus labios rojos,
    ni pollo que no diga al ver sus ojos
    alguna flor ó alguna desvergüenza.
    Y así va por las calles Margarita
    pregonando con tono zalamero:
    —¡Un ramo de violetas, señorita!...
    — [Un clavel encarnado, caballero!
    Pues bien, yo os puedo asegurar, lectores,
    que, siendo de los ángeles mejores,
    sufrió del hambre el torcedor profundo...
    ¡Hay días en el mundo
    en que no está la gente para flores!


    II.
    Para esconderse de la vida amarga,
    por retiro ha buscado una calleja,
    que por lo estrecha y angulosa y larga
    tiene algo de la cara de una vieja.
    Y allí, alejada de la tierra, habita
    la hermosa Margarita
    un cuarto, que sería el entresuelo
    si empezara á contarse desde el cielo;
    donde parte su amor, huérfana y sola,
    entre un lecho, unas sillas de madera
    y una Virgen de cera
    que tiene por altar una consola.
    Sólo turban la paz de aquel retiro
    el pájaro que va con raudo giro
    en Margarita á contemplar su hermana,
    ó el gomoso, que, dando un gran suspiro,
    mira desde la calle á la ventana.
    Es Margarita un pájaro travieso
    que no tiene familia conocida
    y que es honrada porque goza en eso;
    y sólo ya de la niñez perdida
    recuerda la impresión, como un gran peso,
    de una mujer querida, muy querida,
    que en una noche, triste con exceso,
    la abrazó, le dio un beso,
    dijo sé buena, y se quedó dormida.
    ¡ Bien lo recuerda cuando cae de hinojos,
    ensimismada y sola,
    ante la Virgen, quieta en la consola,
    y el llanto viene á refrescar sus ojos I
    Entonces, con las flores más hermosas,
    más blancas y olorosas,
    abierta ya de par en par el alma,
    pone á la Virgen, que la mira en calma,
    nimbo y dosel de perfumadas rosas.
    Coge las otras flores en seguida,
    en el cesto las echa con cuidado
    y con ellas emprende la partida,
    que habrán de darle el pan para la vida
    como el perfume virginal le han dado.

    (cont.)


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    RICARDO CATARINEU (1868-1915) Empty Re: RICARDO CATARINEU (1868-1915)

    Mensaje por Lluvia Abril Dom 23 Feb 2020, 01:17

    RICARDO CATARINEU


    Obra de: RICARDO J. CATARINEÜ
    LOS FORZADOS
    (POESÍAS)





    (cont.)
    LA FLORISTA



    III.
    En una de esas largas noches frías
    en que es el aire un látigo de hielo,
    Margarita, con hambre de tres días,
    esperando el maná, miraba al cielo.
    Y en vano iba ofreciendo las mejores
    flores con que adornó su canastillo...
    Cuando el frío nos manda sus rigores,
    prefiere todo el mundo andar sin flores
    á sacar una mano del bolsillo.
    ¡ Ay, triste Margarita,
    que en vano con su oferta una demanda,
    que es casi una limosna, solicita I
    ¡Nadie escucha su cuita,
    y crece el hambre y el terror se agranda,
    y aun bendice, á través de sus querellas,
    al rico que levanta las paredes
    para que el pobre á quien negó mercedes
    tenga ei consuelo de apoyarse en ellas I
    Así desde la calle ve en ayunas,
    abriendo mucho los azules ojos,
    lleno el café de grupos bullangueros;
    grandes espejos de brillantes lunas,
    techos pintados y divanes rojos
    y estatuas que sostienen los mecheros.
    ¡Si ella en aquel salón entrar pudiera,
    que tiene algo de infierno y de palacio,
    y que sólo la viera
    el que sus flores á comprar viniera,
    deslizándose suave, muy despacio,
    y sin andar, sin respirar siquiera!...
    Ya con mano insegura
    va á descorrer la roja colgadura,
    cuando dice á su oído un majadero:
    — ¡Otras flores de ti son las que quiero! —
    Y oye el ultraje Margarita en calma,
    pues sabe ya, venciendo á los sentidos,
    hacer que no oiga el alma
    mil cosas que escucharon los oídos.
    Bien sé que á muchos causará extrañeza
    que pueda tener nunca hambre canina
    una mujer de angelical belleza.
    ¡Pero aun tuvo más hambre que tristeza,
    y pasó el Rubicon de una cortina!
    Y vio después, como se ven de lejos
    las casas de una aldea en la montaña,
    en confusión extraña,
    luces, matices, mármoles, espejos.
    La juventud allí no disimula,
    y mezcla la blasfemia con la gula,
    y en el placer triunfante le acompaña
    la bandada de hermosas meretrices,
    desgraciadas con cara de felices,
    que en el café cotizan los amores,
    llevando á las alegres saturnales
    carne de espumas, trajes de colores
    y risas como choque de cristales...
    Quiso hablar Margarita, y quiso en vano.
    Ya iba á tender la suplicante mano,
    cuando vino un gallego corpulento
    de blanco mandilón y frac grasicnto,
    que la miró un instante,
    después refunfuñó no sé qué cosa,
    puso luego en el hombro de la hermosa
    su mano como trompa de elefante,
    y dijo en voz resuelta y cavernosa,
    al darle un empujón:—Echa pa lante.—
    Ya trémula á partir se apercibía
    cuando un imbécil inició el siseo...
    ¡Un instante de zambra y de jaleo!
    ¡Se coreaba! :A quién? ¡No se sabía!
    Perdiendo Margarita la costumbre
    de verter por los ojos ambrosía,
    sintió un instante que le echaban lumbre.
    ¡Oh! ¡Si tuviera aquella muchedumbre
    una sola garganta, la ahogaría !
    Trémula de dolor y de sorpresa,
    de un orgullo brutal sufrió el estrago;
    cerró los ojos, se sentó á una mesa,
    pidió la carta y escuchó un halago...


    IV

    Del amplio cielo en el azul remoto
    la luna tras las nubes se ocultaba;
    por un cristal de la ventana roto
    silbando el viento en el desván entraba.
    Sólo de tarde en tarde interrumpía
    el lóbrego silencio de la noche
    el ligero rumor con que algún coche
    en la calle á lo lejos se perdía.
    Silbando el viento sin cesar seguía
    del tugurio en las sombras enlutadas,
    y de la Virgen á los pies tendía
    una alfombra de flores deshojadas !


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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 23 Feb 2020, 01:19

    RICARDO CATARINEU


    Obra de: RICARDO J. CATARINEÜ
    LOS FORZADOS
    (POESÍAS)




    Á JOAQUÍN DICENTA
    (A propósito de Juan José'.)


    Ya venciste, Joaquín. Yo te saludo.
    jQuién no se ufana al estrechar tu mano?...
    ¡Fuerte poder del Arte Soberano,
    que rompe las protestas en su escudo!
    ¿Dónde buscaste de tu drama el nudo?
    ¡En lá prosa del suelto cotidiano,
    profundo idilio con lenguaje llano,
    alma sensible bajo cuerpo rudo!
    Los diarios lo traen cada mañana:
    «Ayer Fulano, que robó un pañuelo...»
    «Ayer Fulano, que mató á Fulana...»
    En cada hogar, un drama y un anhelo;
    en cada pecho, una pasión tirana...
    ¡Y el Arte pasa, y los recoge al vuelo!






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    Mensaje por Lluvia Abril Lun 24 Feb 2020, 00:30

    RICARDO CATARINEU


    Obra de: RICARDO J. CATARINEÜ
    LOS FORZADOS
    (POESÍAS)




    ABERRACIÓN

    Hacia él la muerte venía.
    Los suyos le rodeaban
    con respeto y con amor.
    ¡Y el buen Crisipo reía!
    [Reía, mientras lloraban
    todos á su alrededor!
    ¿Cómo no sentirá espanto,
    si todo en torno le advierte
    que presto va á sucumbir,
    y cómo, sabiendo tanto,
    no ha aprendido que la muerte
    no es la hora de reír?...
    Y la vida se agotaba.
    y cada vez más aprisa
    le iba la muerte á alcanzar,
    y el filósofo exclamaba:
    —¡Si vierais! ¡Me da una risa!
    ¡No lo puedo remediar!—
    Y, cual si la muerte fuera
    para un sabio poco ó nada,
    riéndose agonizó.
    ¡Reía de tal manera
    que su última carcajada
    en la eternidad sonó!...
    ¡Desgraciada patria mía,
    impasible tras la lucha,
    cisne cantando al morir!
    ¡En las calles, qué alegría!
    ¡Y aun parece que se escucha
    al filósofo reír!
    ¡Y hay quien sueñe en que aparezca
    á remediar tus dolores
    — ¡sarcasmo de tu dolor!—
    turba de esclavos, que ofrezca
    una corona de flores
    á un tirano vencedor!




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    Mensaje por Lluvia Abril Lun 24 Feb 2020, 00:33

    RICARDO CATARINEU


    Obra de: RICARDO J. CATARINEÜ
    LOS FORZADOS
    (POESÍAS)



    EL ÁNGEL CAÍDO

    La tarde era de Junio: María, cariñosa,
    su manecita, leve como una mariposa,
    sobre mi brazo firme temblando colocó;
    hablando en el silencio discursos de miradas,
    andábamos errantes por calles apartadas,
    y al fin hacia el Retiro la suerte nos guió.
    María es una loca con dejos inocentes ;
    más negros que el basalto sus ojos transparentes;
    más rubios sus cabellos que el sol primaveral;
    dos pájaros semejan sus pies cuando los mueve,
    y un cuerpo de luz, rosas y terciopelo y nieve
    se oculta en el sencillo vestido de percal.
    Cruzamos arboledas en revoltoso giro,
    saciándonos del aire de aromas del Retiro;
    con hojarasca y polvo su pie jugueteó;
    á veces, á hurtadillas, entre risueña y loca,
    su beso, acero hirviente, clavándome en la boca,
    del alma en lo profundo su beso resonó.
    Del fiero Ángel Caído llegamos al paraje;
    prestándonos un álamo su verde cortinaje,
    miramos de los coches la interminable red;
    ocultas en la sombra, las manos se buscaban;
    las vueltas .y revueltas de coches mareaban;
    mirábamos ansiosos, mirábamos con sed.
    Yo estaba pensativo, cuando ella, con acento
    tan dulce y cadencioso como rumor de viento,
    me dijo en voz muy baja:—¿Por qué nos hizo Dios
    tan pobres, y á la vista nos pone tal derroche
    de lujo y de grandeza?... ¡Nosotros en un coche!...
    ¡Qué buena parejita seríamos los dos!
    ¿No ves? En los caballos el lujo se retrata;
    ¡Cuál lucen sus hebillas magníficas de plata,
    que hieren nuestro ojos con rayo sideral!...
    ¿No ves esas mujeres? ¡Qué joyas y qué flores!
    ¡Qué brillo, qué elegancia, qué sedas de colores!...
    ¡Y yo, que sólo tengo mi traje de percal!—
    Entonces yo repuse:—Mi celestial María,
    ¿no adviertes de aquel joven la gran melancolía?
    ¡Aquél! Es un poeta que adora á una mujer.
    Obsérvale. Su vaga mirada soñadora
    se para en el carruaje de la mujer que adora.
    Es rica; él, un bohemio... ¡Ya ves! ¡No puede ser!—
    María la mirada lanzó sobre el poeta;
    yo vi una perla en forma de lágrima indiscreta;
    sus ojos se impregnaron de dulce compasión,
    y se inclinó en mi hombro, diciéndome al oído;
    —¿Qué vale esa riqueza, si se compara al nido
    en que los dos formamos un solo corazón?—
    María: aquellos tiempos rodaron al olvido,
    y aún, al mirar la estatua del fiero Ángel Caído,
    recuerdo mi amor loco, tu loca juventud.
    Aún en su estatua el Ángel sin esperanza gime?,
    de su rabia el gesto, por lo brutal sublime,
    estática contempla la errante multitud...



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    Mensaje por Lluvia Abril Lun 24 Feb 2020, 00:35

    RICARDO CATARINEU


    Obra de: RICARDO J. CATARINEÜ
    LOS FORZADOS
    (POESÍAS)




    MARINA

    Apurando la copa de aguardiente
    y la pipa encendida requiriendo,
    al marinero joven lentamente
    el viejo pescador iba diciendo :
    —¡Oh, qué feroz desilusión la mía!
    Como hoy el peso de la edad me abruma,
    ya no puedo partir, como solía,
    á luchar con el mar y con la bruma ;
    que la noche los músculos me enfría,
    me rinden el mareo y el reuma,
    y mi mente en la nada se extravía.
    Y el mar ejerce una atracción sublime
    sobre mi pobre espíritu abatido;
    que en mi memoria sin cesar se imprime
    el tiempo que en las olas he vivido.
    El mar fue mi constante compañero;
    con él luchando valerosamente,
    pasé las horas de mi amor primero,
    mi alegre infancia, mi existencia ardiente.
    Sé que el mar es traidor, pero le quiero
    como yo sé querer, ¡inmensamente!...
    Hoy, cuando ya la tarde se refresca,
    entro en mi vieja lancha, empuño el remo,
    ni al huracán ni al oleaje temo,
    y aguardo los azares de la pesca.
    Mas mi entusiasmo noble é inaudito
    resulta solamente un sueño vano...
    ¡Ya me faltan las fuerzas! ¡Necesito
    que me lleven cogido de la mano!
    ¡Y no quiero cejar! Terco en mi intento,
    lucharé sin reposo y sin medida;
    si la furia del mar deja vencida
    al ansia que renueva mi ardimiento,
    ¡entre las olas moriré contento,
    porque no siento abandonar la vida!
    ¡ Abandonar el mar es lo que siento!—

    * * *

    Después, rumiando ideas tan traidoras,
    en la playa se puso de atalaya;
    regresaban las barcas pescadoras,
    y las vio regresar hasta la playa.
    Y mientras las miraba tristemente,
    pero con entusiasmo y con hechizo,
    ¡resbalaba una lágrima candente
    por la mejilla de color cobrizo !



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    Mensaje por Lluvia Abril Lun 24 Feb 2020, 00:38

    RICARDO CATARINEU


    Obra de: RICARDO J. CATARINEÜ
    LOS FORZADOS
    (POESÍAS)




    JUDAS

    Labios en que Dios puso la caricia
    fueron usados para hacer traiciones,
    y, cediendo al gemir de las pasiones,
    sellaron con su beso ía injusticia.
    La turba humana, á la ruindad propicia,
    siguió del Mal Apóstol las lecciones,
    y aun hoy, después de tantas convulsiones,
    es pasto la virtud de la avaricia.
    Después de dos mil años de progreso,
    aun se esconde la muerte bajo un beso
    y triunfa el interés de la inocencia;
    y son, en esta atmósfera que ahoga,
    árbol la vida, la codicia soga,
    Judas el hombre y Cristo la conciencia.



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    Mensaje por Lluvia Abril Mar 25 Feb 2020, 00:52

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    Obra de: RICARDO J. CATARINEÜ
    LOS FORZADOS
    (POESÍAS)



    KASIDA
    (A Manuel Paso.)


    —Soy Ahmet el moro; voy por el desierto
    triste y olvidado, sin tener siquiera
    ni en el suelo tumba donde caiga muerto,
    ni una humilde choza, ni una compañera.
    Tuve en otros tiempos palacios y bienes,
    collares de perlas, telas de Damasco,
    miles de odaliscas en cientos de harenes...
    Y hoy ¡ni una cabaña puesta en un peñasco!
    Tú, mi único amigo, mi noble camello,
    ¡déjame que ciña mi brazo á tu cuello!
    Yo no he de venderte por ningún tesoro;
    ven, camello mío, con Ahmet el more,—
    —¡Hermosa cristiana, que Alah te proteja!
    ¿Tú por el desierto, triste y solitaria?
    ¡Parecen tus bucles dorada madeja
    y cantan tus ojos amante plegaria!...
    ¿Puede en el destierro seguir caminando
    la que en sí confunde lo alegre y lo bello?
    ¡No, cristiana mía, tú no has de ir andando,
    mientras quede un moro que tenga un camello!
    A ti, tan hermosa como las huríes
    yo te lo regalo: ten, no desconfíes.
    No es cortés ofrenda, ni promesa vana;
    toma mi camello. ¡Llévalo, cristiana!
    Si era el noble bruto mi único tesoro,
    sea desde ahora de mi amor el sello.—
    Y después llorando, dijo Ahmet el moro:
    —¡Cuídalo, cristiana! ¡Cuídame el camello!—



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    Mensaje por Lluvia Abril Mar 25 Feb 2020, 00:53

    RICARDO CATARINEU


    Obra de: RICARDO J. CATARINEÜ
    LOS FORZADOS
    (POESÍAS)




    EL AMBIENTE


    I
    [Vendrá! ¿No ha de venir? ¡Y bien venida!
    ¡Tirasteis de la cuerda demasiado!
    Los menos á los más han amargado
    el licor generoso de la vida.
    Trueca en palacio el tigre su guarida,
    busca olvido en la sombra el pecho honrado,
    y al que es por las corrientes arrastrado
    nadie la mano de tenderle cuida.
    El mal recibe al bien con ceño adusto,
    es tonto el bueno, soñador el justo,
    tiembla la fe, profanase las artes,
    delira el fuerte, ruge el oprimido.
    ¡Qué vergüenza! ¡Qué horror! Huele á podrido;
    no en Dinamarca, sino en todas partes.

    II.
    [Vendrá! ¡No ha de venir! ¡Feliz momento!...
    Mas no á los hombres convirtiendo en fieras,
    ni de sangre manchando las aceras,
    ni ultrajando á la paz del firmamento.
    Renegará del látigo sangriento
    de las revoluciones pasajeras.
    ¡Le bastarán, para venir de veras,
    la fuerza y la razón y el pensamiento!
    Protesta universal de los de abajo,
    hará que á los amigos del trabajo
    perdón implore quien su amor repele,
    mientras las almas nobles con firmeza
    dirán:—¡No al corazón! ¡No á la cabeza!
    ¡Al capital, que es donde más les duele!—



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    Mensaje por Lluvia Abril Mar 25 Feb 2020, 00:56

    RICARDO CATARINEU


    Obra de: RICARDO J. CATARINEÜ
    LOS FORZADOS
    (POESÍAS)




    LA CRUZ DE PIEDRA

    Sucede alguna vez que en mis paseos
    suelo llegar hasta la cruz de piedra,
    que ostenta ya por únicos trofeos
    los verdes recamados de la yedra.
    Bajo tupido pabellón de ramas,
    sobre alfombra de flores
    y dominando vastos panoramas
    tiende la cruz los brazos redentores.
    ¿Quién dormirá bajo esa tierra fría,
    donde ni él sol canicular penetra?
    En vano busca la mirada mía;
    no halla un nombre, un recuerdo, ni una letra.
    Yo sé que en cada cruz de los caminos
    hay oculta una historia
    de crímenes ó amores peregrinos,
    que sueña y reconstruye mi memoria.
    ¿Acertaré los sueños é ideales,
    que ya bajo esa cruz descansan quietos?
    El tiempo borró todas las señales;
    que todos los delirios terrenales
    viven al sino de morir sujetos.
    Quien quiera huir de la mundana guerra,
    confíe los secretos á la tierra
    ¡única guardadora de secretos!

    * * *
    Tal vez, bajo esos árboles sombríos,
    en silencio el ladrón á un hombre honrado
    aguardó despiadado
    y, del puñal bajo los golpes fríos,
    besó el noble las plantas del malvado.
    O quizá una venganza de cobarde
    la mano armó del pérfido asesino,
    cuando, al morir de la tranquila tarde,
    cruzaba en paz la víctima el camino.
    O acaso dos amantes sin ventura
    buscaron juntos al morir la suerte
    de unirse en una misma sepultura
    á compartir las dichas de la muerte.
    O tal vez en el campo de batalla
    un héroe sucumbió desconocido,
    cayendo, como carne de metralla,
    en la muerte, en la noche, en el olvido.


    * * *
    ¡Quién sabe! ¿Quién descifrará la historia
    que en esa cruz de piedra, solitaria,
    ía injusticia ó las penas ó la gloria
    defiende de la anónima plegaria?
    Yo tengo amor para esa cruz severa,
    aunque su drama oculto á nadie diga.
    jSea el drama cualquiera!...
    ¡Sabe guardar secretos, y es mi amiga!
    Discreto á su silencio me acomodo,
    porque ya sé que hay trances en que el hombre
    toma horror á la vida de tal modo
    que sólo sueña con morir del todo,
    que no quisiera ni dejar su nombre...


    *
    Pájaros, que voláis por la arboleda
    y que el río saltáis de orilla á orilla;
    hacia esa cruz, donde ni el nombre queda,
    pero donde una historia oculta brilla;
    hacia esa cruz, que señalando al cielo
    viene á tender sobre el pasado un velo,
    ¡las alas dirigid! ¡Besad la yedra,
    que de la cruz engrana los retazos!
    ¡Paraos en los brazos!
    ¡Girad, cantad, sobre la cruz de piedra!




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    Mensaje por Lluvia Abril Miér 26 Feb 2020, 00:58

    RICARDO CATARINEU


    Obra de: RICARDO J. CATARINEÜ
    LOS FORZADOS
    (POESÍAS)




    EL DOLOR
    (A Félix Limendoux.)

    Dolor: á fuerza de vivir contigo,
    ya para mí tan familiar te has hecho
    como debe de ser para el mendigo
    la dura piedra que eligió por lecho.
    Buitre insaciable, bárbaro castigo,
    hundes la garra en nuestro débil pecho,
    y en toda la extensión de lo creado
    no hay nada más temido y venerado.
    ¿ Dónde un poder que iguale á tu grandeza ?
    Ni las recias murallas seculares,
    ni las rocas dechado de firmeza,
    vencedoras del tiempo y de los mares.
    La ciencia acaba donde tu obra empieza ;
    la religión te lleva á los altares;
    todo lo rindes á tu ley tirana,
    gran dictador de la progenie humana.
    De Grecia y Roma en los lejanos días,
    en las hondas tinieblas medievales,
    de París en las trágicas orgías,
    en las protestas del trabajo actuales,
    al son de tus salvajes armonías
    bañan la tierra en lluvias torrenciales,
    como una larga inundación sin pausa,
    las lágrimas vertidas por tu causa.
    Todo tus alas negras lo han rozado.
    Tuya es la almohada en que la faz reclina,
    abriendo á cuantos llegan el mercado,
    triste mujer de carne alabastrina.
    Tuyo es el campo con sudor regado,
    y el taller y la fábrica y la mina.
    Tú en la guerra brutal cantas tu endec,
    tú al labrador malogras la cosecha.
    Tú á las madres los hijos arrebatas,
    alejas del amante sus amores,
    y á las hermosas vuelves más ingratas
    con sus más desprendidos amadores.
    A tu sabor la humanidad maltratas,
    tiendes á la honradez lazos traidores,
    y entregas á la muerte destruidos
    todos los seres que nos son queridos.
    Bajas del alma á refrenar el vuelo,
    pones un torcedor en la conciencia,
    y enmudeces la risa, don del cielo
    que al hombre de los brutos diferencia.
    Del misterioso amor rasgas el velo,
    hundes la ingenuidad en la experiencia,
    y en todas partes á la paz ofendes,
    siembras el llanto y la blasfemia extiendes.
    Nadie puede librarse del combate,
    ¡Tú eres justo, oh, dolor! Con igual brío
    en su palacio atacas al magnate
    y al triste obrero en su rincón sombrío.
    Nadie en tu cárcel soñará el rescate,
    nadie osará domar tu poderío;
    todo lo quiebras por la misma altura,
    la gloria y la riqueza y la hermosura.
    ¡Tú eres justo, oh, dolor, pero tremendo!
    Rudo á veces, á veces voluptuoso,
    al placer abandonas el estruendo
    y buscas el silencio y el reposo.
    Despierta el odio tu poder horrendo,
    pero el odio te mira respetuoso;
    ¡ los siervos que lloraron sus rigores
    van al tirano á coronar de flores !
    Rendirá el hombre á su ambición osada
    las olas y los recios temporales,
    pasando en paz bajo la mar airada
    por florestas de perlas y corales.
    En la región del viento dilatada
    corrientes le darán los vendavales;
    para saltar de un mar al mar vecino,
    entre las peñas se abrirá camino.
    ¡Mas no hallará para el dolor un freno,
    ni habrá jamás quien del dolor prescinda!
    ¡No hay olas que le abismen en su seno,
    ni terremoto que sus cumbres rinda!
    ¡Ay! ¡Cada vez que al corazón sereno
    nueva enseñanza con sus golpes brinda,
    al tiempo que reciben sus lecciones

    le maldicen también los corazones !
    No hay más que dos eternas majestades,
    la Muerte y el Dolor. ¡Paso á sus iras!
    ¡Ellos son las dos únicas verdades
    en tan larga cadena de mentiras !
    Rinden á su poder pueblos y edades;
    las lágrimas arrancan de las liras;
    la muerte al hombre su camino advierte,
    le hace el dolor ambicionar la muerte.

    Ven, alma mía, hermosa compañera,
    ven de mis ojos á secar el llanto;
    más que el deseo, el corazón te espera.
    ¡Más que el deseo, que te espera tanto!...
    ¡ Gocemos, que vendrá la muerte fiera ¡
    ¡Gocemos, que aun hay horas de quebranto!
    Sin la muerte, la vida ¿ qué sería ?
    Sin el dolor ;qué fuera la alegría?




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    se acaba la diversión”.


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    Mensaje por Ma.Beatriz Vicentelo Cayo Sáb 29 Feb 2020, 18:54

    Impresionadísima con este poeta!
    Uf... mil gracias!!
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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 01 Mar 2020, 03:19

    A ti, por venir, Beatriz.
    Gracias por acompañarnos.
    Saludos cordiales.


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