Jesús Hilario Tundidor (Zamora, 22 de junio de 1935-Madrid, 2 de mayo de 2021)12 fue un poeta español. Consiguió el premio Adonais en 1962 por Junto a mi silencio.
Producción poética
Además de Junto a mi silencio, Tundidor escribió otras obras, entre las que destacan: Tetraedro (1978), Libro de amor para Salónica (1981), Repaso de un tiempo inmóvil (1982), Lectura de la noche (1993) y Tejedora del azar (Poemas exentos) (1995). Su última publicación, Un único día. Poesía 1960-2008 (2010), quiere ser, en palabras del autor, su obra definitiva. Las 920 páginas de los dos volúmenes que componen esta edición, recogen la selección y la reescritura de toda la obra de Tundidor como él quiere que sea leída. Cada uno de los dos volúmenes en los que está dividida la edición se corresponden con las dos etapas creativas de su autor a lo largo de su vida.
Premios y reconocimientos
Premios a libros
Adonais (1962).
Álamo (1969).
González de Lama (1972).
Esquío (1981).
Premios al reconocimiento de su obra
Premio "San Juan de Baños, 1997", como reconocimiento a su Obra Poética.Valladolid 1997".
Premio de la Academia Castellano-leonesa de Poesía 1999, por su trayectoria poética.
Premio "León Felipe, 2000", por el valor humano de su poesía en la que conviven los valores éticos y estéticos.
Premio de la Asociación Madrileña de Críticos 2006, al mejor libro de Ediciones sobre Arte al poema Fiesa sobre lo azul de J.H.T. y aguafuentes de Francisco Arjona.
Premio Castilla y León de las Letras (2013, recibido en 2014)
Muerte
Falleció el 2 de mayo del 2021 a sus 85 años de edad en Madrid, tras sufrir un deterioro de su salud en los días previos al deceso. Sus restos fueron trasladados a Zamora al Panteón de los Ilustres del Cementerio Municipal de San Atilano.
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Algunos poemas de Jesús Hilario Tundidor:
De Río oscuro (1960):
POEMA INICIAL
Aquí, tranquilamente,
voy a decirte una palabra,
la última palabra
donde quedó tu corazón antiguo...
Aquí, tranquilamente:
Dios era carne entonces
y tú lo recreabas en tu espíritu.
Ay, arrodíllate,
no volverás dos veces a ser niño.
ADIÓS LOS RÍOS QUE SE VAN
Adiós los ríos que se van,
las aguas que en canción de madre alzada
llevan hacia otra luz, hacia otros aires,
las vísperas antiguas de las zudas.
Adiós los ríos que se van, las sombras
perdidas en los árboles trenzado,
la soledad de las riberas pobres,
el hondo desaliento de los juncos.
Yo quisiera contar cómo se quedan
el ojo estrangulado de los puentes,
las ciudades que socorre el agua,
las lavanderas del amor y el hosco
pasar del aluvión en la crecida.
Pero el silencio lo contagia el río
y solo ya y sin calles,
triste amor y viejo de andadura,
he salido a la aceña, con el alba
en la frente a ras del sueño y abro el día
y digo
como un envite de la muerte eterna:
Adiós los ríos que se van, bien vayan …
De Junto a mi silencio (1963):
VIDA
Como un andar. Tal vez
igual que un súbito y lejano
parpadeo o temblor de mies madura.
Como esta tierra puesta
al sol, al aire, a la mañana.
Es nuestra vida,
Mas, ¿quién llueve, quién es el que deshace
la esperanza de junio?
Como un andar. Como una
germinación que perderá su grano
desvanecida, inútilmente, en el tiempo.
Nunca igual que los túneles,
que el viajero aquél
que toma su billete a precio fijo.
Es nuestra vida.
Nunca como las aves,
como aquellos vencejos que dan giros
en el atardecer y llevan
para anidar, para incubar su puesta,
un respaldo de sol o piedra dura.
Es nuestra vida, como
ese ventico gris de la mañana.
RETIRADA
Todos
somos un viejo ejército,
un achacoso ejército vencido,
un ejército triste sin banderas ni nombre.
Somos
la trágica milicia destrozada
del tiempo, el deshonor, la sombra
que se queda prendida sobre el agua.
…Y avanzamos así, como en un valle
las huestes derrotadas entre el polvo
y el humo de la lid en el desastre, la ceniza
misericordia, el bastión roto, el ala
rota, sin esfuerzo ni pluma.
Somos el mar bajo la noche, triste
y desamparado, hierba que se pudre
sin sol, sin lluvia, en nieve
que pudo ser eterna.
Todos
sin mando ya, sin grito,
sin posible victoria, desertores.
Somos
el trago amargo y último de un vino fermentado,
vinagre, poso y hez,
ejército de huesos y polilla
y carcoma en la piel despedazada,
ejército harapiento
que no siente el brillar de las estrellas,
perdido, acobardado, solo,
amargo, roto, errante,
¡hasta el hambre y la sed y la rapiña
se nos han muerto bajo nuestra mano!
Carnaza oliente, árido despojo
de la ruina y la muerte, águilas viejas
que en masa, en bando, en pelotón
se caen sin vuelo ya sobre las rocas.
…Y avanzamos así, sin voz ni patria,
sólo
sintiendo los latidos del pulso compañero,
la asegurada muerte del herido,
oliendo a pus hasta en los corazones,
errabundos mortales, muertos sin tierra húmeda
de esperanzas. Los pueblos
tiemblan con nuestra peste sobre el hombro.
…Y avanzamos
por los caminos de la tierra, en paz
ahogada, estiércol de palabras, ni
un solo canto puede acompañarnos,
ni una promesa o un esperar tardío,
por los caminos de la tierra, en paz.
Nada
puede sacarnos limpia la mirada,
restregar la metralla de los párpados,
hacernos ver el trigo y las colinas.
…Y avanzamos
en paz, con miedo, con
un helado miedo sobre
la grave penitencia de la vida.
EPITAFIO EN JULIO
Aquí yace
un hombre, aquí se acuesta
un sueño, con la muerte,
un hombre en bodas, júbilo
nupcial. La tierra, al cabo,
se ha puesto en pie, ha vencido
en el pecho varón.
Crecen allí, donde hubo
hálito, vida, esfuerzo,
llanto, flores hermosas.
Aquí yace un amor,
un odio, un desamparo,
una pasión, un celo,
un sufrimiento, un grito...
Aquí yace
nada, sencillamente
aquel enorme esfuerzo de una sombra.
De Las hoces y los días (1966):
LA VOZ
Viene
del aire, de la luz, del día.
Pero no hay nada en cada sueño. Sólo
una arena, una arena allá en el fondo tiembla.
Casi una playa,
levemente una playa,
dulcemente una playa donde reposa y muere.
Ella
llega del día,
del abedul, del álamo, del chopo.
Pero no hay nada en la esperanza,
apenas un esfuerzo, una cruz última,
un último sonido de pájaro en la niebla.
Y se derrumba allí, por sortilegio de la tarde, cesa.
Viene
de la piedra o el agua.
Y nadie siente su humedad, su enorme
dimensión. Trae cintas, hojas, hierbas, plantas
olorosas, Nadie la escucha, llega y sucede.
Sucede entonces, cuando
se hace lenguaje el corazón y canta.
MARÍA TERESA
Era tu corazón una alcancía,
María Teresa noble, una promesa
de agua sin cauce, de honda luz ilesa
que se te renovaba y que te ardía.
Que te quemaba, que me estremecía,
en tu corazón... Fue una sorpresa
la tarde, azul de ti, María Teresa,
yo hermosamente tu temblor sentía.
Cuánta nieve y ternura, cuánto vuelo
cayó en ceniza hacia la cruz del suelo
cuando te fuiste tú.
.................................Cuando te fuiste.
Dios anidaba en el laurel y ahora
tengo en las manos mi tristeza y llora
un pájaro cimbel lejano y triste.
De En voz baja (1969):
POÉTICA
Miro el espacio azul. Me crecen alas
de oro. Paz de oro, espuma silenciosa
viene hasta el corazón. En la espaciosa
inmensidad, en las enormes salas
del aire crece, extiende ya sus galas
el sueño. No es sueño ¿Ser? No es ser ¿Fosa
será de mi deseo? No, no hay cosa
más lejos de la muerte que estas alas.
Hálito del albor que se origina
desde un dentro de sol y permanencia
como los robles, más, como la encina.
Es un instante ¿Suficiente? Anhelo,
ya hermandad absoluta, la existencia.
Todo es un vuelo y más, es más que un vuelo.
CANTINELA PARA UN TIEMPO DESCONOCIDO
Cuando el tiempo nos haya golpeado en el pecho,
cambiado la esperanza, tornado los cabellos.
Entonces, cuando sea la vida un viejo olvido
y una tristeza ocupe todo lo que perdimos.
Sobre los días cortos, sobre los días largos,
dime tú, compañera, ¿cómo será el cansancio?
Cómo serán las horas de la noche callada
cuando frío y distancia nos deparen las sábanas.
Cómo serán las horas de la noche doncella
con los amigos cuerpos solitarios sin vela.
Cómo serán las normas de la noche dolor.
¿Cómo será la aurora, cómo será el amor?
Cuando por una extraña primavera sin pájaros,
sin corazón ni sueño, ni magia ni entusiasmo,
introvertidos, dentro de una larga memoria,
en el poso del alma nos apriete la argolla
insobornable y vieja de la melancolía,
dime tú, compañera, ¿cómo será la vida?
Cómo será la vida cuando el tiempo nos haya
arrugado el silencio, golpeado la espalda,
puesto como a los viejos cacharros inservibles,
apagados, mohosos, cenicientos y grises,
dime tú, compañera, y en el último puente
¿cómo serán los ríos subterráneos, la muerte?
De Pasiono (1972):
ANIVERSARIO
Muy río de despojos, tarde ahora
es la enmienda del hombre, patria, cauce
donde una fiel memoria de inocencia revisa
a la sangre y se tortura.
Yo no he podido más,
no puedo más, no puedo
reconciliar la antigua ribera, el hondo rastro,
la pasión más hermosa de mi vida:
mi juventud, mi tiempo, aquella
luminosa mañana
que pudo ser -no fue, no ha sido nunca-
con este viejo asombro de puente en paz sombrío.
Quién contó con la humilde
voluntad de mi infancia, quién me dijo que un día
esta hijuela, este impuro dolor descalzo fuese
mi patrimonio? Quién
pidió el torvo miedo,
la niñez desolada, la amargura, las cosas
horribles de la guerra, y la guerra, y los bajos
fondos de la injusticia?
Muchas son ya las sombras
de las espesas hojas de un bosque en treinta años,
mucho el silencio, y sola
y poderosa la verdad, y única.
Debiera hoy recibirte,
España, en alegría,
igual que si tuvieses en mi pleura cedido
todo tu aire a modo
de campanas o viento.
Y nunca fui hacia ti con más miseria,
ni tan seco ni áspero
como la tierra donde tu sonido es hermoso:
¿Fue necesaria tanta
muerte, tanta cruz, tanto
dolor? Quién te puso
tan pálida, quién clavó en las raíces
más hondas de tu estrella inmortal estremecida
cardos airados, nieblas
de largo pómulo? Ay, España, desviado
tu corazón cayó en la noche, fuimos
arrastrados con él.
Henos ya cercenada
la ronda de los sueños, áridos como arena
al sol, perdida
la fe en el hombre, el alma
de otra más alta y digna fraternidad posible.
Éramos niños. No
pedíamos escombros
sino pan y ternura.
Nos dijeron que aquello: los vendajes, la muerte,
era la patria. Nos engañaron antes
de haber sufrido. Nadie
nos dijo una verdad.
Por ello pido ahora
mi vida, mi propia vida,
no este río de aguas
malolientes, este sucio despojo, esta quimera
inválida. Sé
que es en vano, y es triste.
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