La Despedida
Ahora bien, durante siete días y siete noches ningún hombre se acercó al jardín, y.
Almustafá permaneció a solas; con sus recuerdos y su dolor; pues aun los que habían
oído sus palabras con amor y paciencia le habían vuelto la espalda, en busca de otros
días.
Sólo Karima acudió a verlo, envuelto el rostro en silencio, como en un velo; llevaba con
ella una copa y un plato; bebida, y comida para la soledad y el hambre del profeta. Y
una vez que dispuso las viandas ante él, Karima se alejó, en silencio.
Y Almustafá volvió a estar en compañía de los blancos chopos, cerca de la reja, y
sentóse, mirando hacia el camino. Y al cabo de un rato percibió una nube de polvo que
soplaba por el camino, y que parecía dirigirse hacia él, y de la nube de polvo surgieron
los nueve discípulos del profeta, y ante ellos, conduciéndolos, iba Karima.
Y Almustafá salió al encuentro del grupo, en el camino, y ellos traspusieron la reja, y
todo estuvo bien, como si se hubiesen marchado apenas hacía una hora.
Los discípulos entraron y comieron con él, ante su mesa frugal, una vez que Karima
hubo puesto sobre la mesa el pan y el pescado, y después de escanciar hasta la última
gota de vino en las copas. Y al acabar de escanciar el vino, Karima pidió al Maestro:
Dame tu venia para ir a la ciudad a conseguir más vino, y volver a llenar las copas,
pues el vino se ha terminado.
Y comieron y bebieron, y se satisficieron. Y luego, Almustafá habló con potente voz,
profunda como el mar, y plena como la marea alta bajo la luna, y dijo:
Amigos míos y compañeros de viaje: debemos separarnos este día. Durante largo
tiempo hemos surcado los procelosos mares, y hemos subido a las más altas montañas,
y hemos luchado con las tormentas. Hemos conocido el hambre, y también nos hemos
sentado juntos en los banquetes de bodas. A menudo hemos estado desnudos, pero
también hemos llevado vestiduras dignas de un rey. Ciertamente hemos viajado a
tierras lejanas, pero ahora tenemos que separarnos. Juntos seguiréis vuestro camino, y
solo emprenderé mi ruta.
Y aunque los mares y las vastas tierras nos separen, seguiremos siendo compañeros de
viaje hacia la Montaña Santa. Pero antes de que nos marchemos por nuestros caminos
separados, os daré la cosecha y lo mejor de mi corazón:
Id por vuestro camino cantando, pero que cada canto sea breve, pues sólo los cantos
que mueren jóvenes en vuestros labios vivirán en los corazones humanos.
Decid una amable verdad en palabras breves, pero nunca digáis una fea verdad sin
palabras. Decid a la doncella cuya cabellera brilla al sol que es la hija de la mañana,
pero, si miráis al ciego, no le digáis que es uno con la noche.
Escuchad al flautista como si estuvierais escuchando las armonías de abril, pero, si oís
hablar al crítico y al buscador de faltas, sed sordos como vuestros propios huesos, y
distantes como vuestra más lejana imaginación.
Amigos míos y amados míos, en vuestro camino encontraréis a. hombres con cuernos;
dadles guirnaldas de laurel. Y a hombres con garras; dadles pétalos que les sirvan como
dedos. Y a hombres con lenguas de serpiente; dadles miel, para que les sirva de
palabras.
Sí; encontraréis a todos estos y a otros. Encontraréis al cojo que vende muletas, y al
ciego que vende espejos. Y encontraréis a los hombres ricos mendigando a las puertas
del Templo.
Al cojo, dadle vuestra agilidad; al ciego, vuestra visión; y procurad dar algo de
vosotros al mendigo rico; éste es el más necesitado de todos, pues ciertamente ningún
hombre extenderá la mano pidiendo limosna, a menos que sea pobre, aunque tenga
grandes posesiones.
Compañeros y amigos míos, os conjuro, por nuestro amor, a que seáis incontables
senderos que se crucen unos a otros en el desierto, donde transitan los leones y los
conejos, y también los lobos y las ovejas.
Y recordad esto de mí: No os enseño a dar, sino a recibir; no a negar, sino a ser
plenos; no a ceder, sino a comprender, con la sonrisa en los labios.
No os enseño el silencio, sino una canción que se dice en voz baja.
Os enseño a reconocer a vuestro ego más vasto, que contiene y abarca a todos los
hombres.
Y se levantó de la mesa. Y fue directamente al jardín, y caminó bajo la sombra de los
111 De 525 - 22 de febrero de 2006 - Obras de GIBRÁN KHALIL GIBRÁN - Recopilación
cipreses, mientras el día agonizaba. Y sus discípulos lo siguieron, a corta distancia, pues
el corazón del profeta estaba apesadumbrado, y sus lenguas se pegaron al piso de la
boca.
Sólo Karima, una vez que levantó la mesa, se llegó hasta él, y le dijo:.
Maestro, permite que prepare alimentos para mañana, y para vuestro viaje.
Y el profeta la miró con ojos que veían otros mundos, y dijo:
Hermana mía bienamada, ya está hecho, desde el principio de los tiempos. El alimento
y la bebida están preparados, para el día de mañana, así como para nuestro ayer y
para nuestro ahora.
Me marcho, pero me marcho con una verdad aun no pronunciada; esa verdad que
volverá a buscarme y a reunirme, aunque mis elementos estén dispersos en los silencios
de la eternidad; y otra vez volveré ante vosotros; a hablaros con una voz nueva, nacida
del corazón de esos silencios sin fronteras.
Y si hubiera algo de, belleza que no os hubiere declarado, entonces, una vez más seré
llamado, incluso por mi propio nombre, Almustafá, y os daré una señal, para que sepáis
que he vuelto a deciros lo que faltaba, pues Dios no me permitirá estar oculto a los
hombres, ni que su palabra yazga oculta y encubierta en el abismo del corazón humano.
Viviré más allá de la muerte, y cantaré a vuestros oídos,
incluso cuando la vasta marejada me devuelva a la inmensa profundidad del mar.
Me sentaré a vuestra mesa, aunque ya no tenga un cuerpo, e iré con vosotros al
campo, como espíritu invisible.
Llegaré a vuestros hogares y a vuestras chimeneas, como huésped no visto.
La muerte no cambia nada, sino las máscaras que cubren nuestros rostros.
El leñador seguirá siendo leñador, el labrador seguirá siendo labrador, y el que lanzó su
canto al viento también lo cantará a las Esferas que giran.
Y los discípulos del profeta estaban inmóviles como piedras, y apesadumbrados en sus
corazones, porque él había dicho: "Me marcho." Pero ningún hombre extendió la mano
para detener al maestro, ni nadie se atrevió a seguir sus pasos.
Y Almustafá salió del jardín de su madre, y sus pasas eran ligeros y silenciosos; y al
cabo de un momento, como una hoja barrida por un fuerte viento, ya estaba muy lejos
de ellos, y vieron una pálida luz que avanzaba hacia las alturas.
Y los nueve emprendieron su camino, pero la mujer permaneció todavía en pie al caer
la noche, y vio cómo la luz del día y el crepúsculo se volvían una misma cosa; y
consoló su desolación y su soledad con las palabras del :profeta: "Me marcho, pero si
me marcho con una verdad aún no pronunciada, esa misma verdad me buscará y me
reunirá, y otra vez volveré."
cont
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