.
Cheran (Alaveddy, 1960) es un poeta, periodista y dramaturgo. Es autor de más de 15 libros en tamil y de tres obras de teatro en inglés. También coeditó una antología de poesía política tamil. En sus obras, trata los temas de la identidad, la etnia, el nacionalismo, la emigración y la violencia.
Trayectoria
Su padre es el conocido escritor T. Rudhramurthy (1927-1971), conocido como el Gran Poeta. Rudhramoorthy Cheran se graduó en 1984 en la Universidad de Jaffna en Biología. El mismo año, empezó a trabajar en el diario Saturday Review, conocido por su posición a favor de la independencia de los medios de comunicación y los derechos y la justicia de las minorías.
En 1987 se marchó a los Países Bajos y estudió un máster en Desarrollo Social. Volviendo a Colombo dos años más tarde, cofundó el diario tamil Sarinihar, publicado por el Movimiento por la Justicia Interracial y la Igualdad. En 1993 se le aconsejó que abandonara Sri Lanka. Debido a sus crónicas sobre el conflicto étnico y la Guerra Civil de Sri Lanka vive exiliado en Canadá desde 1993 donde se doctoró en 2000 en Sociología en la Universidad de York . Es profesor en la Universidad de Windsor.
Cheran ha recibido varios premios de literatura y derechos humanos, como el Freedom to Write Award del English PEN (2013), el premio internacional de poesía de la Universidad de Toronto (2007), el Human Rights Witness Award de Montreal (1998) y el premio nacional de Sri Lanka al mejor poemario (1994).
(Sacado de https://ca.wikipedia.org/wiki/Rudhramoorthy_Cheran )
*
Algunos poemas de Cheran:
UN SEGUNDO AMANECER
No había viento aquel día;
el propio mar estaba muerto,
sin olas.
Mientras iba caminando,
arrastrando los pies en la arena,
descubrí otro amanecer.
Esta vez en el sur.
¿Qué sucedía?
Mi ciudad estaba en llamas,
mi pueblo era derrotado;
sobre nuestra tierra,
sobre el viento que sopla en ella,
la impronta del extraño.
¿A quién estabais esperando,
con las manos enlazadas en la espalda?
El fuego ha escrito su mensaje
sobre las nubes.
¿Quién sigue esperando?
Desde las calles donde todavía brotan las brasas,
alzaos, marchad al frente.
1981
MI TIERRA
Las redes se extienden como alas sobre el vasto mar.
Arriba, la feroz respiración del viento.
Desde el mar, alargando la mirada,
y sujetando con los dedos tu flotante cabello
puedes ver la orilla,
palmeras y tejados aquí y allá.
¡Las olas, el rocío del mar
mientras la máquina ruge!
¿Cómo pudo tocar a su fin
semejante hora y media?
Después, la amplia extensión
de palmeras que alcanzan
la altura de un hombre
desde la arena impoluta.
En cuanto a la arena,
es toda motas doradas,
sembrados espejos bañados de sol.
Más allá de la arena la tierra se extiende
donde hace dos milenios
caminaban mis ancestros.
Son profundas nuestras raíces:
una huella, un milenio.
En las joyas de mujeres con los pechos desnudos
-una, quizá, en pie junto a esta orilla, insomne,
que se lamenta mientras las estrellas se dispersan
y caen al océano;
u otra, esperando que un barco
que se hunde en el horizonte
regrese a puerto sano y salvo,
o en hondas huellas enterradas en la arena
al nacer una noche, quizá, mimados por el crepúsculo,
aquí donde bailan las ramas del cocotero-
mis ancestros me dejaron un mensaje.
Cien mil hombros me sostienen
mientras proclamo en voz alta: Esta es mi tierra.
Cruzando los siete mares,
sometiendo a las altivas olas
el viento lo pregona en todas las direcciones,
Mi tierra
Mi tierra.
1981
CUANDO LO MATARON DE UN DISPARO
Cuando lo mataron de un disparo
todos se quedaron allí, observando.
Para relatar la historia más fielmente,
se quedaron
con el único fin de observar
cómo le disparaban:
los que vinieron
a prender fuego a su casa,
dos viejas damas que compraban hojas de betel
en el quiosco del pueblo,
un montón de niños
apretando piedras entre los puños,
hombres u mujeres
que ese día no fueron a trabajar.
Delante de tanto público
él murió
quedamente.
Lo que hizo no fue mucho.
No había mucho
en su casa, tampoco.
Pero
¿quén puede evitar
el saqueo de las casas tamiles?
Eso es todo lo que sucedió
aquella mañana.
Vinieron cincuenta personas
para tirar abajo su casa.
Su padre era oficial
del departamento de bosques;
tenía el arma guardada
hacía años.
Sabía utilizarla bien.
El propio Buda detendría
los disparo s a soldados cingaleses:
el gobierno lo sabía,
los ministros lo sabían
Pero él, ¿cómo iba a saberlo?
Antes de que llegasen todos
-ejército, marina y fuerza aérea-
a asediar su casa
y a disparar contra el fondo
de los penachos de humo,
antes de que sucediese todo esto,
lo que él hizo no fue mucho:
dos balas,
una disparada al aire,
la otra a la tierra.
1983
Cheran (Alaveddy, 1960) es un poeta, periodista y dramaturgo. Es autor de más de 15 libros en tamil y de tres obras de teatro en inglés. También coeditó una antología de poesía política tamil. En sus obras, trata los temas de la identidad, la etnia, el nacionalismo, la emigración y la violencia.
Trayectoria
Su padre es el conocido escritor T. Rudhramurthy (1927-1971), conocido como el Gran Poeta. Rudhramoorthy Cheran se graduó en 1984 en la Universidad de Jaffna en Biología. El mismo año, empezó a trabajar en el diario Saturday Review, conocido por su posición a favor de la independencia de los medios de comunicación y los derechos y la justicia de las minorías.
En 1987 se marchó a los Países Bajos y estudió un máster en Desarrollo Social. Volviendo a Colombo dos años más tarde, cofundó el diario tamil Sarinihar, publicado por el Movimiento por la Justicia Interracial y la Igualdad. En 1993 se le aconsejó que abandonara Sri Lanka. Debido a sus crónicas sobre el conflicto étnico y la Guerra Civil de Sri Lanka vive exiliado en Canadá desde 1993 donde se doctoró en 2000 en Sociología en la Universidad de York . Es profesor en la Universidad de Windsor.
Cheran ha recibido varios premios de literatura y derechos humanos, como el Freedom to Write Award del English PEN (2013), el premio internacional de poesía de la Universidad de Toronto (2007), el Human Rights Witness Award de Montreal (1998) y el premio nacional de Sri Lanka al mejor poemario (1994).
(Sacado de https://ca.wikipedia.org/wiki/Rudhramoorthy_Cheran )
*
Algunos poemas de Cheran:
UN SEGUNDO AMANECER
No había viento aquel día;
el propio mar estaba muerto,
sin olas.
Mientras iba caminando,
arrastrando los pies en la arena,
descubrí otro amanecer.
Esta vez en el sur.
¿Qué sucedía?
Mi ciudad estaba en llamas,
mi pueblo era derrotado;
sobre nuestra tierra,
sobre el viento que sopla en ella,
la impronta del extraño.
¿A quién estabais esperando,
con las manos enlazadas en la espalda?
El fuego ha escrito su mensaje
sobre las nubes.
¿Quién sigue esperando?
Desde las calles donde todavía brotan las brasas,
alzaos, marchad al frente.
1981
MI TIERRA
Las redes se extienden como alas sobre el vasto mar.
Arriba, la feroz respiración del viento.
Desde el mar, alargando la mirada,
y sujetando con los dedos tu flotante cabello
puedes ver la orilla,
palmeras y tejados aquí y allá.
¡Las olas, el rocío del mar
mientras la máquina ruge!
¿Cómo pudo tocar a su fin
semejante hora y media?
Después, la amplia extensión
de palmeras que alcanzan
la altura de un hombre
desde la arena impoluta.
En cuanto a la arena,
es toda motas doradas,
sembrados espejos bañados de sol.
Más allá de la arena la tierra se extiende
donde hace dos milenios
caminaban mis ancestros.
Son profundas nuestras raíces:
una huella, un milenio.
En las joyas de mujeres con los pechos desnudos
-una, quizá, en pie junto a esta orilla, insomne,
que se lamenta mientras las estrellas se dispersan
y caen al océano;
u otra, esperando que un barco
que se hunde en el horizonte
regrese a puerto sano y salvo,
o en hondas huellas enterradas en la arena
al nacer una noche, quizá, mimados por el crepúsculo,
aquí donde bailan las ramas del cocotero-
mis ancestros me dejaron un mensaje.
Cien mil hombros me sostienen
mientras proclamo en voz alta: Esta es mi tierra.
Cruzando los siete mares,
sometiendo a las altivas olas
el viento lo pregona en todas las direcciones,
Mi tierra
Mi tierra.
1981
CUANDO LO MATARON DE UN DISPARO
Cuando lo mataron de un disparo
todos se quedaron allí, observando.
Para relatar la historia más fielmente,
se quedaron
con el único fin de observar
cómo le disparaban:
los que vinieron
a prender fuego a su casa,
dos viejas damas que compraban hojas de betel
en el quiosco del pueblo,
un montón de niños
apretando piedras entre los puños,
hombres u mujeres
que ese día no fueron a trabajar.
Delante de tanto público
él murió
quedamente.
Lo que hizo no fue mucho.
No había mucho
en su casa, tampoco.
Pero
¿quén puede evitar
el saqueo de las casas tamiles?
Eso es todo lo que sucedió
aquella mañana.
Vinieron cincuenta personas
para tirar abajo su casa.
Su padre era oficial
del departamento de bosques;
tenía el arma guardada
hacía años.
Sabía utilizarla bien.
El propio Buda detendría
los disparo s a soldados cingaleses:
el gobierno lo sabía,
los ministros lo sabían
Pero él, ¿cómo iba a saberlo?
Antes de que llegasen todos
-ejército, marina y fuerza aérea-
a asediar su casa
y a disparar contra el fondo
de los penachos de humo,
antes de que sucediese todo esto,
lo que él hizo no fue mucho:
dos balas,
una disparada al aire,
la otra a la tierra.
1983
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