por Albert Martínez Dom 21 Feb 2010, 06:48
Querido Maestro,
Ayer teminé un trabajo y, cansado, contrariamente a lo que es mi costumbre, cerré de golpe todas las ventanas del ordenador, sin repasarlas, señaladamente la del Facebook y ésta.
Craso error el de alterar las costumbres, cuando son sanas, pues, de no haberlo hecho, hubiera visto y leído, puede imaginar con que dedicación y emoción este bello relato de una modesta historia, la mía, o mejor dicho, la de su relación con mi familia, mucho antes del ya lejano día en que vine a este mundo que, con todas sus imperfecciones, es el mejor que conocemos, por lo que no podemos hacer otra cosa que mostrar nuestra gratitud.
Como debo -y lo hago con inmenso gusto- expresar mi gratitud a Vd.
Por titular con mi nombre y apellidos tan bello escrito.
Por recordar a mi padre, tan prematuramente desaparecido, y a mi madre, anciana, no como Vd., que a pesar de contar más años, se encuentra en perfecta forma mental y física, y a mi tío Antonio -a cuya relación con Vd. debo estar en este mundo- también desaparecido en edad temprana, a causa de cruel enfermedad, como su hermano, mi padrino, Pepe.
Por haberme apadrinado aquel lejano día de 1977, en el acto solemne de mi imposición de toga, por haberme acogido en su despacho, por haberme enseñado muchas de las pocas cosas que sé de esta noble profesión nuestra, tan denostada por algunos, en la que sigo recordando, practicando y transmitiendo, muchos de sus sabios consejos, habiendo heredado buena parte de sus costumbres entre las que se encuentra la de no tener un palmo de mesa libre de papeles, ni lograr que la altura mínima de los allí acumulados baje de los 15 centímetros.
Por haberme dado el inmenso placer, hace unos pocos meses, de recuperar nuestra relación, gracias a ese invento llamado Facebook en el que mucha gente de mi edad -ya no digamos la suya- no sabe ni entrar. Y allí le vi, joven y ágil, como siempre.
Por haber asistido al último concierto de "mi" Coral donde tuve el placer de darle este abrazo tantos años guardado, y por haberme invitado a su tertulia, a la que, en cuanto encuentre el día, tendré el sumo placer de asistir.
Y por estar ahí y ser quien es y como es. Probablemente no alcance, ni de lejos, a cumplir su edad. Pero mi mayor deseo sería que hasta el último de mis días, sea cuando sea, pudiera conservar, como Vd., esa envidiable salud física y mental, esa frescura y juventud interior, que es la que vale y cuenta, y ese entrañable sentido del humor.
Siga así, Querido Maestro,
no cambie ni por un momento,
que, cualquier cambio, aunque pequeño,
nos dejaría sin algo de su gran talento.
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