Su padre fue visir durante el período militarista de Ibn Abi Amir, y sirvió como gobernador de Valencia y Tudmir. Al Mansur sintió gran simpatía hacia nuestro poeta, al que colmó de regalos.
Fue jefe del grupo poético y político en el que militó Ibn Hazm en su juventud, uniéndole a éste una gran amistad durante toda su vida.
Tuvo fama de hombre disoluto, aunque dotado de extraordinario talento. Sus biógrafos nos transmiten su interés por lo burlesco y su facilidad para la comicidad satírica. Muestra de ello es una obra corta en la que desvela los trucos empleados por timadores, truhanes, adivinos profesionales y otros mendigos marginales que se aprovechaban de la credulidad de la gente. Este librito titulado “Kitab al-naranchiyyat” es un recetario de química recreativa para ilusionistas, donde explica cómo introducir huevos en botellas, encender una lámpara en el agua o arrojar un recipiente de cristal sin que se rompa. También se encuentran allí remedios populares contra la embriaguez o las plagas de animales domésticos. Parece que esta obra estaba incluida dentro de un proyecto más amplio en el que desmontaba la existencia de demonios con capacidad para actuar en el mundo de los hombres, lo que llevaría a la obra a un contenido filosófico, según los criterios de esta época. Es la primera muestra de picaresca en un autor andalusí, y sería imitada por autores posteriores como las de Al Hamadani y Al Hariri y en obras en prosa como el “Kasf al-asrar” de Al Chaubari, que trazaban retratos de los bajos fondos cuyos rasgos serían utilizados en las obras de teatro de sombras de Ibn Daniyal en los siglos XIII y XIV.
La obra de Ibn Suhayd se conserva en antologías y en su libro de teoría y crítica literaria “Risalat al-tawabi' wa-l-zawabi'” (Epístola de los genios), que a su vez es una antología de los poetas árabes anteriores a él y de sus propios poemas. Es una de las obras maestras de la literatura andalusí, tanto por su contenido como por su forma y por su particular originalidad. La anécdota argumental parte de un viaje al país imaginario donde habitan los genios que inspiran a los grandes escritores de la literatura árabe. Sobre esto, Ibn Suhayd hace un repaso a las teorías literarias y a sus gustos personales, de gran originalidad para su época. Fue compuesta hacia 1025, en plena crisis política en Al Andalus, y muestra un espíritu crítico, inconformista, que cuestiona muchas de las ideas recibidas y transmitidas por la filología de su tiempo. Así los filólogos son los peor parados, frente al criterio de los grandes poetas que, según él, conocen mejor los secretos de la escritura poética al haber tenido que resolver las grandes dificultades que exige la composición de poemas en la literatura árabe. Y todo ello a causa de que la escritura de la poesía árabe requiere resolver multitud de problemas técnicos: desde necesidades de estructura, servidumbres de la rima, rigor en la medida de los pies debido a la métrica cuantitativa y reiteración de lugares comunes sin caer en el plagio, lo que hacían de la poesía una disciplina extremadamente exigente y muy apreciada por la sociedad islámica.
La genialidad de carácter de Ibn Suhayd y sus originales opiniones sobre crítica literaria, junto con su indudable magisterio poético le hicieron ser considerado en su época como uno de los más grandes líricos y filólogos de Al Andalus, siendo un modelo para todas las generaciones posteriores. Su dominio de las aliteraciones y de los cambios de ritmo sorprendentes, que potencia el contenido extraordinariamente, le permiten lograr una perfecta adecuación armónica entre la forma y el fondo capaz de transformar en poesía el tema más trivial. Además, en su obra poética, se aprecia siempre ese soplo de vida característico de esta etapa, que podríamos considerar barroca, de la poesía árabe, e inició con ello un camino que seguirán autores posteriores como Ibn Zaydun. Este aliento de vida se observa en la pasión con que arremete contra sus críticos y enemigos o en la elegía por la ruina de la capital del califato, Córdoba.
Afirmaba Ibn Shuhayd que la buena literatura consiste en el temperamento del escritor y no en su erudición o corrección gramatical, pues para él, el mejor instrumento del escritor es su inteligencia.
Al final de su vida, escribió un poema a su amigo Ibn Hazm, en el que le rogaba que no se olvidara de escribir su elogio fúnebre.
Murió de apoplejía, en 1035, a los cuarenta y tres años, siendo enterrado en su parque de Córdoba bajo las flores.
Él mismo lo intuyó, cuando hace decir al genio del gran Al Mutanabbi en su “Epístola de los genios” tras escuchar los poemas del propio Ibn Suhayd las siguientes palabras:
«Si se prolongaran las etapas de su vida, no hay duda de que llegaría a echar por la boca perlas; pero estoy seguro de que morirá pronto, porque tiene una inteligencia como un ascua, y una voluntad que colocará sus pies sobre la frente de la luna.»
.....................................
Cuando, llena de su embriaguez, se durmió,
y se durmieron los ojos de la ronda,
me acerqué a ella tímidamente,
como el amigo que busca el contacto furtivo con disimulo.
Me arrastré hacia ella insensiblemente como el sueño;
me elevé hacia ella dulcemente como el aliento.
Besé el blanco brillante de su cuello;
apuré el rojo vivo de su boca.
Y pasé con ella deliciosamente,
hasta que sonrieron las tinieblas,
mostrando los blancos dientes de la aurora.
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