JAROSLAV SEIFERT
BIOGRAFÍA(Sacada de: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
(Praga, 1901-1986) Poeta checo considerado uno de los más grandes poetas checos contemporáneos; obtuvo el premio Nobel en 1984. Fue activo inspirador de los principales movimientos vanguardistas checos, entre ellos el llamado "poetista". Miembro fundador, en 1921, del Partido Comunista checoslovaco, rompió con él después de viajar a la Unión Soviética en 1929, y fue fervoroso luchador contra la ocupación nazi.
Seifert participó en 1920 en la constitución del grupo Deveetsil, de fuerte influjo en la literatura checa posterior, que combinaba la adscripción a los principios de la revolución rusa y a los movimientos futurista y dadá. Con este aliento publicó su primer libro de poemas, Ciudad en lágrimas (1921), para derivar hacia una actitud estéticamente más radical y adversaria de las doctrinas soviéticas en El amor mismo (1923), obra que materializa los principios del "poetismo".
En los años siguientes, sin abandonar la colaboración con los movimientos y publicaciones socialistas, profundizó el vanguardismo de su creación poética en títulos como En las ondas (1926), El ruiseñor canta mal (1926), donde ya se percibe una visión del mundo acusadamente pesimista, y Paloma mensajera (1929). En la década de 1930, a medida que la situación política y social se degradaba, derivó hacia el clasicismo y su voz se tornó más clara y contundente.
El título que señala dicho giro es Manzana de regazo (1933), con el que el poeta dio por terminada su fase juvenil para convertirse en el gran maestro del verso musical y expresivo, que le granjearía una gran popularidad. Las manos de Venus (1936) y Primavera adiós (1937) son libros que responden a esa tendencia.
[b]POEMAS
PENDIENTES DE CORAL
Todo cuanto se nos va
y se hunde en el pasado
pierde por el camino muchas
de sus propiedades.
El mal empalidece, el pecado se olvida,
el vino se vuelve agrio
y los besos que han quedado grabados bajo el cielo
se tornan canción.
Cuando anhelaba estar en tus brazos,
inventaba versos.
Iba arriba y abajo de la habitación
y los decía ante una ventana vacía.
¡Ah, aquellos versos!
No eran muy logrados,
pero estaban llenos de deseo obsesivo
y de palabras apasionadas.
Con la mano me tapabas la boca
para hacerme callar,
y tercamente protegías
tus orejas sorprendidas,
mientras yo la punta de la lengua
dejaba extraviar en sus pliegues rosados
como en un laberinto.
A menudo dormía sobre tu corazón
y ávidamente respiraba el perfume
de piel ardiente.
Los sueños, que se acercan a escondidas
y se apoderan del dormido en la oscuridad,
tenían el color de tus ojos.
Eran azules.
Y en mi frente lentamente caían
los empañados corales de tus pendientes
como gotas de lacre.
Cuando hoy apoyo entre las manos
mi cara envejecida,
puedo bajo los dedos con precisión notar
la forma de mi propio cráneo.
Nunca había pensado antes,
ni tampoco ponía la cabeza entre las manos.
No tenía ningún motivo.
Y el terrible deseo de existir
mal sea sin alegría ni esperanza
añade sin cesar alas negras
al miedo de no existir.
Pero cuando esté muerto de verdad,
incluso del silencio de la arcilla
todavía saldrá al encuentro de tus pasos
mi amor.
Jaroslav Seifert (De "Ser poeta")
(Traducción de Pedro Casas Serra, de la versión catalana de Jaume Creus)
***
CANCIÓN EN EL INTERMEDIO
Si alguien me preguntara que es un poema,
me quedaría confuso algunos instantes.
¡Pero si lo sé muy bien!
He releído muchos poetas muertos
y de vez en cuando
sus versos me han iluminado el camino
como llama en la oscuridad.
La vida, sin embargo, no anda de puntillas,
a veces nos sacude
y pisa.
A menudo he ido a tientas detras del amor
como quien ha perdido la vista
y por las ramas de los manzanos
busca la redondez de los frutos, que anhela
su palma.
Y conozco versos
potentes como un conjuro del infierno,
que harían caer hasta las puertas del paraíso.
Los he murmurado ante ojos sorprendidos.
¡Cómo no tienen que levantar las débiles manos
que por miedo mantienen cerrados
los brazos al amor!
Si alguien, sin embargo, preguntara a mi mujer
qué es el amor,
podría ser que se echara a llorar.
Jaroslav Seifert (De "Ser poeta")
(Traducción de Pedro Casas Serra, de la versión catalana de Jaume Creus)
***
EL BOMBARDEO DE LA CIUDAD DE KRALUPY
Alerta por la noche
La guerra hacía más oscuras las noches
y más angustiosos los días.
En cada rincón colgaba una espada,
amenazaba una ametralladora
y acechaba el horror agachado.
Las pistolas eran como ratas al acecho,
ratas que tenían hambre.
Esperaba en Kralupy el tren.
Era el quinto año de guerra
y en el silencio de un anochecer de golondrinas
paseaba por la ciudad.
Los ómnibus circulaban cuando era oscuro,
cuando ya en las nubes blancas
no eran amenaza los bombarderos.
La ciudad se disponía a dormir.
Los relojes todavía no habían tocado las diez
cuando sonaron las sirenas.
Me afané a refugiar mi miedo
en el túnel bajo el viaducto.
Hacía años vivíamos cerca de allí,
en la calle del Sokol,
y siendo pequeño
me había pasado en aquel lugar
una extraña aventura.
Del túnel salía tambaleándose
el mendigo Paplhám
con su saco maloliente de suciedad.
Iba muy borracho
y alguien le tiró una piedra.
El mendigo se paró y amenazó con el puño
no tan sólo al agresor,
sino a la ciudad a su alrededor,
y al llegar a la plaza
profirió sus imprecaciones de pedigüeño:
-¡Así se hunda en sus oscuras cuevas,
y no tan sólo en las cuevas,
sino en un desespero más tenebroso todavía,
hasta el fondo de sus lágrimas!
¡Que el fuego, el fuego, el fuego, el fuego, el fuego
caiga del cielo sobre la ciudad
como alas ardientes de buitres hambrientos
sobre un reciente cadáver
y lleve a cabo su ruina!
Amén.
De estos avaros umbrales
hace tiempos que el mendigo se fue
hacia otros reinos,
pero su maldición quedó grabada
como un signo negro entre las nubes
manchadas de hollín grasiento.
El final de la alerta sonó
al cabo de unos cuántos minutos
y abandonamos el escondrijo.
La noche estaba impregnada de perfumes
y el cielo lleno de estrellas.
Las noches de mayo eran de los enamorados,
¡Dios mío!
El tren silbó en las afueras de Nelahozeves,
¡ya era la hora de marchar!
Corrí rápidamente hacia el andén.
Pero a penas sentado en el vagón
me asaltaron amargos remordimientos
por el hecho de huir de la ciudad,
que estimaba,
justo en el momento
en que el peligro la amenazaba.
El edificio de la estación, sin embargo, desaparecía ya
en la oscuridad primaveral
y el tren volaba hacia Dolany
donde todo florecía.
Nunca más
Cien casas se habían hundido
y casi mil había afectadas
por las bombas de los aviones.
No, no las conté yo personalmente.
Me abría entre recientes ruinas
y bordeaba los cráteres de las calles.
Causaban un efecto alarmante,
como puertas abiertas
a las profundidades del infierno.
Se apresuraron en sacar los escombros,
pero no fue sino al tercer día
que rompieron la puerta
de la casita de la calle Sverma
que pertenecía al señor Hrneir.
Toda la familia había muerto.
Sólo el gallo, aquel viejo camorrista
que el apóstol Pedro
no apreciaba mucho
se había salvado.
Salió poseso
por encima de los cuerpos de los muertos
y se quedó sobre un montón de escombros.
Lanzó una mirada al lugar de la desgracia
y desplegó las alas
por sacudirse el pesado polvo
de las plumas doradas.
Y yo me repetí bajito
lo que estaba escrito
con letra de horror y letra de dolor
en los rostros de la gente de Kralupy..
Y en el silencio de la muerte,
grité, levantando la voz
para la guerra lo sintiera:
¡Nunca más, guerra!
El gallo me miró fijamente
con su siniestro ojo negro
y soltó una risa aterradora.
Se reía de mí
y de mi grito inútil.
Pero, además, era un pájaro
y, por lo tanto, amigo de los aviones.
¡Canalla!
Jaroslav Seifert (De "Ser poeta")
(Traducción de Pedro Casas Serra de la versión catalana de Jaume Creus)
***
.[/b]
Última edición por Pedro Casas Serra el Miér 01 Jun 2022, 14:16, editado 1 vez
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