Aires de Libertad

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    Mensaje por Maria Lua Dom 07 Ago 2022, 09:03

    78




    Era el mes de mayo. El sofocante calor del mediodía parecía
    interminable. La tierra seca se abría de sed.
    Oí una voz que gritaba desde la otra orilla del río: “Ven, amor
    mío”.
    Cerré mi libro y abrí la ventana.
    Vi un gran búfalo, con los flancos manchados de barro, que me
    contemplaba desde la orilla con sus ojos plácidos y pacientes.
    Un chiquillo, con el agua a las rodillas, le llamaba para el baño.
    Sonreí, divertido, y el corazón se me llenó de dulzura.
    Me pregunto a menudo hasta qué punto pueden reconocerse el
    hombre y la bestia que no habla. 




    79




    A través de qué paraíso primitivo, en el amanecer de la lejana
    creación, corría el sendero donde sus corazones se encontraron.
    Aunque su parentesco haya sido olvidado tanto tiempo, no se
    han borrado las huellas de su constante unión.
    Y de pronto, en una armonía sin palabras, se despierta un
    confuso recuerdo y la bestia contempla el rostro del hombre con
    confiada ternura, y el hombre inclina sus ojos hacia la bestia con
    tierna indulgencia.
    Se diría que los dos amigos enmascarados se reconocen
    vagamente bajo el disfraz.


    Última edición por Maria Lua el Jue 13 Jun 2024, 20:47, editado 1 vez


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    y en ese vuelo y en ese sueño
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    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
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    Mensaje por Maria Lua Dom 07 Ago 2022, 09:05

    80




    Con una mirada de tus ojos, hermosa mujer, podrías apoderarte
    de todos los cantos del arpa de los poetas.
    Pero no tienes oídos para sus alabanzas; por ello vengo a
    alabarte.
    Podrías ver humilladas a tus pies las frentes más orgullosas del
    mundo.
    Pero, entre todos tus adoradores, los preferidos son los
    ignorados por la gloria; por ello te adoro.
    Con la perfección de tus brazos aumentarías el esplendor del
    rey.
    Pero los empleas para tener ordenada y limpia tu humilde casa,
    y por ello te tengo tan profundo respeto. 


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    Mensaje por Maria Lua Dom 07 Ago 2022, 15:12

    81




    Muerte, Muerte mía, ¿por qué me hablas tan bajo al oído?
    Cuando al atardecer las flores se mustian y el ganado vuelve al
    establo te acercas astutamente a mí y me susurras palabras que
    no comprendo.
    ¿Confías de este modo cortejarme y conquistarme,
    adormecerme con el opio de tus fríos besos, Muerte, Muerte
    mía?
    ¿No será nuestra boda una suntuosa ceremonia? ¿No adornarás
    con una guirnalda de flores tus rojos rizos?
    ¿No hay nadie que te preceda enarbolando tu estandarte y tus
    rojas antorchas no inflamarán la noche, Muerte, Muerte mía?
    Acércate tocando tus crótalos, en una noche sin sueño.
    Revísteme con tu mano escarlata, estrecha mi mano y llévame
    contigo.
    Que tu carroza está dispuesta ante mi puerta y que tus caballos
    relinchen de impaciencia.
    Levanta el velo y, orgullosamente, mírame cara a cara, Muerte,
    Muerte mí


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    Mensaje por Maria Lua Miér 10 Ago 2022, 18:18

    82




    Esta noche mi joven esposa y yo vamos a jugar al juego de la
    muerte.
    La noche es oscura, el cielo está lleno de nubes fantásticas y
    deliran las olas del mar.
    Hemos abandonado nuestro refugio de ensueños, y abriendo la
    gran puerta hemos salido, mi joven esposa y yo.
    Nos hemos sentado en el columpio, y el viento tempestuoso nos
    ha empujado con violencia por la espalda.
    Mi joven esposa se levanta bruscamente, aterrorizada y
    hechizada a la vez, y se aprieta temblando contra mi pecho.
    Durante mucho tiempo le hice tiernamente la corte.
    Le preparé un lecho de flores y cerré las puertas para que la luz
    demasiado viva no hiriera sus ojos.
    La besaba dulcemente en los labios y le susurraba dulces
    palabras; ella desfallecía, lánguidamente.
    Se hallaba perdida en la neblina de una inmensa y vaga
    dulzura.
    No respondía a la presión de mis manos, y mis canciones no
    podían despertarla.
    Esta noche hemos oído la llamada de la tempestad, la llamada
    de los elementos salvajes.
    Mi joven esposa se ha estremecido y, levantándose, me ha
    cogido de la mano.
    Su cabellera flota al viento, su velo ondea y su guirnalda
    tiembla sobre su pecho.
    El empujón de la muerte la ha devuelto a la vida.
    Y estamos cara a cara y corazón a corazón, mi esposa y yo. 


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    Mensaje por Maria Lua Sáb 13 Ago 2022, 09:05

    83






    Ella vivía en la ladera de la colina, junto a un maizal, cerca de la
    fuente que desciende en rientes arroyos a la sombra solemne de
    los viejos árboles. Las mujeres iban allí a llenar sus cántaros, y
    los caminantes elegían el lugar para sentarse y charlar. Allí, ella
    trabajaba y soñaba cada día, acompañada por el borboteo de la
    corriente.


    Una noche, de una cumbre perdida entre las nubes, descendió
    un forastero; sus cabellos enmarañados parecían un haz de
    serpientes. Asombrados, le preguntamos: “¿Quién eres?” Sin
    responder, se sentó junto al manantial y se puso a contemplar la
    cabaña donde ella vivía. Tuvimos miedo y volvimos a casa a
    través de la noche.


    A la mañana siguiente, cuando las mujeres acudieron a buscar
    agua, encontraron abierta la puerta de la cabaña, pero la voz de
    ella no se oía... ¿y dónde se había escondido su rostro
    sonriente?... El cántaro vacío estaba en el suelo y la lámpara se
    había apagado en un rincón. Nadie supo decir a dónde había
    huido antes de que amaneciera. También el forastero había
    desaparecido.


    En mayo el sol se hizo ardiente y la nieve se fundió; nos
    sentamos junto a la fuente, llorosos, preguntándonos: “En la
    tierra donde ahora está, ¿hay una fuente que le ofrezca su agua
    en los días cálidos?” Y pensábamos con temor: “¿Habrá siquiera
    otro país más allá de estas colinas en las que vivimos?”


    Llegó una noche de verano. Soplaba la brisa del sur y yo estaba
    sentado en su estancia abandonada, donde aún había la
    lámpara apagada, cuando de pronto las colinas se abrieron ante
    mis ojos como cortinas: “Ah, ella vuelve. ¿Cómo estás, niña?
    ¿Eres feliz? Pero dime, ¿dónde puedes refugiarte bajo este cielo
    infinito? Allí no tendrás nuestra fuente para calmar tu sed”.


    “Es el mismo cielo, dijo ella, aunque sin la barrera de las
    colinas, el mismo arroyo, crecido en río, la misma tierra,
    ensanchada en una llanura”.
    “Todo esto hay, suspiré, sólo nosotros no estamos”. Sonrió
    tristemente y dijo: “Estáis en mi corazón”. Desperté y oí el
    murmullo del arroyo y el rumor de los árboles en la noche. 


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    Mensaje por Maria Lua Lun 15 Ago 2022, 09:24

    84




    Por los verdes y amarillos arrozales resbalan las sombras de las
    nubes de otoño, que el sol persigue con rapidez.
    Las abejas se olvidan de libar la miel de las flores; ebrias de luz,
    zumban y revolotean enloquecidas.
    En las islas del río los patos alborotan alegremente sin saber por
    qué.
    Amigos míos, que nadie vuelva a casa esta mañana, que nadie
    vaya a trabajar.
    Tomemos al asalto el cielo azul, apoderémonos del espacio
    como un botín.
    La risa flotará en el aire como la espuma en el agua.
    Amigos, pasemos la mañana cantando. 


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    Rabindranath Tagore (1861-1941) - Página 15 Empty Re: Rabindranath Tagore (1861-1941)

    Mensaje por Maria Lua Lun 15 Ago 2022, 09:25

    85






    ¿Quién eres tú, lector, que dentro de cien años leerás mis
    versos?
    No puedo enviarte ni una flor de esta guirnalda de primavera,
    ni un solo rayo de oro de esa nube remota.
    Abre tus puertas y mira a lo lejos.
    En tu florido jardín recoge los perfumados recuerdos de las
    flores, hoy marchitas, de hace cien años.
    Y te deseo que sientas, en la alegría de tu corazón, la viva
    alegría que floreció una mañana de primavera, cuya voz feliz
    canta a través de cien años.


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    Rabindranath Tagore (1861-1941) - Página 15 Empty Re: Rabindranath Tagore (1861-1941)

    Mensaje por Maria Lua Sáb 27 Ago 2022, 09:05

    El cartero del rey


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    Personajes

    Madav.
    Amal: hijo adoptivo de Madav.
    Sada: niña que vende flores.
    El médico.
    El lechero.
    El guarda.
    El viejo.
    El jefe de la aldea: un fanfarrón.
    El heraldo del rey.
    El médico real.
    Chiquillos de la aldea.
    (En casa de Madav).


    Acto primero


    Escena primera


    (Madav y el médico)

    Madav.- ...¡Yo no sé qué es esto!
    Antes de venir él, todo me era lo mismo, ¡y me sentía tan
    libre! Pero ahora que ha venido, Dios sabe de dónde, su cariño
    me llena el corazón. Y estoy seguro de que mi casa no será ya
    casa si él se va... (Al médico). ¿Tú crees?...
    El médico.- Si su destino es que viva, vivirá años y años; pero,
    por lo que los libros dicen, me parece...
    Madav.- ¡Ay, cielo santo, qué...!
    El médico.- Bien claro lo dicen:
    “Humor bilioso o parálisis ajitante *, resfriado o gota, todo
    empieza lo mismo...”
    Madav.- ¡Déjame en paz con los libros, hombre! Con tanta y
    tanta cosa, no consigues sino preocuparme más. Lo que quiero
    que me digas es lo que se puede hacer...
    El médico (tomando rapé).- Pues sí; el enfermo necesita el más
    escrupuloso cuidado...
    Madav.- Eso ya lo sé yo... Pero dime qué hago...
    El médico.- Ya te lo tengo dicho:
    que de ninguna manera se le deje salir de casa.
    Madav.- ¡Pobre criatura! Tenerlo encerrado todo el día... Eso es
    demasiado...
    El médico.- Pues no hay otro remedio. Este sol de otoño y esta
    humedad pueden hacerle mucho daño, porque, como dicen los
    libros: “En ahoguidos, en desmayos, en temblor nervioso, en
    ictericia y en ojo de plomo...”
    Madav.- ¡Hombre, por Dios, déjame ya de libros!... Entonces, no
    queda otro remedio que encerrar al pobrecillo, ¿eh? ¿No se
    puede hacer otra cosa?
    El médico.- No, no; “viento y sol”...
    Madav.- Pero ¡qué me importa a mí ahora que si esto o que si lo
    otro!... Vamos a dejarnos de tonterías. Al grano. Lo que tú dices
    es muy duro para la pobre criaturita...; y como además él lo
    lleva todo con esa paciencia, y hace cuanto se le dice... ¡Me
    parte el corazón ver su cara cuando está tomando esa medicina
    que le has mandado!...
    El médico.- Pues cuantos más visajes haga, mejor. Ya lo dice el
    sabio Chiavana: “Medicina y buenos consejos; lo que menos
    gusta es lo que mejor sienta...” Sí, sí... Y me voy corriendo, que
    tengo mucho que hacer... (Sale).


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    Rabindranath Tagore (1861-1941) - Página 15 Empty Re: Rabindranath Tagore (1861-1941)

    Mensaje por Maria Lua Lun 29 Ago 2022, 08:04

    Escena segunda


    (Madav y el viejo)

    Madav.- (Al viejo, que entra).

    ...¡Bueno! Pero, ¿ahí estás tú, viejo maldito?
    El viejo.- ¡No tengas cuidado, hombre, que no te voy a morder!
    Madav.- Sí; pero es que eres el diablo; siempre les estás
    llenando de viento la cabeza a las criaturas...
    El viejo.- Tú no eres ningún niño, ni tienes niños en tu casa...
    ¿Qué más te da?
    Madav.- Es que ahora tengo un niño...
    El viejo.- ¡Un niño!... ¿De verdad?
    ¿Pues qué ha pasado?
    Madav.- Tú recordarás que mi mujer estaba siempre con el
    capricho de que recojiéramos un niño...
    El viejo.- Pero eso ya es muy antiguo; y además, que a ti no te
    hacía chispa de gracia...
    Madav.- Tienes razón. ¡Tú no sabes lo que me ha costado juntar
    este dinerillo! Y que el hijo de otro se me entrara por las
    puertas a tirarme lo que yo, con tanto sudor, había ido
    ahorrando... ¡No podía con eso!... ¡Pero este chiquillo se me ha
    metido en el corazón de una manera tan rara...!
    El viejo.- ¡Buena la hemos hecho! Y ahora se te irá todo en darle
    gusto al niño... ¡Y tan contentos de que se vaya!
    Madav.- El dinero, antes era como un vicio para mí. Trabajaba
    por avaricia. Ahora, como sé que es para este niño, que quiero
    tanto, ¡lo gano con una alegría...!

    El viejo.- Bueno, bueno; y ¿dónde encontraste ese niño?
    Madav.- Es hijo de un hombre que era hermano de leche de mi
    mujer. Su madre murió poco después de nacer él, y no hace
    mucho se quedó también sin padre...
    El viejo.- ¡Pobrecillo! Así le hago yo más falta...
    Madav.- El médico dice que no hay parte sana en su cuerpecito,
    y que no tiene esperanza de que viva.

    Dice que lo único que hay que hacer es guardarlo de este
    viento del otoño y de este sol... ¡Pero tú eres el demonio!...
    ¡Cuidado con tu manía de irte por ahí, a tus años, con los
    chiquillos!
    El viejo.- ¡Bendito Dios! ¿Conque tan malo como el viento y el
    sol del otoño, eh? ¡Pues también sé hacer que se estén los niños
    quietecitos en casa, amigo!... Esta tarde, cuando acabe el
    trabajo, me vendré por aquí a jugar con tu niño...
    (Sale).


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    Rabindranath Tagore (1861-1941) - Página 15 Empty Re: Rabindranath Tagore (1861-1941)

    Mensaje por Maria Lua Lun 29 Ago 2022, 08:06

    Escena tercera


    (Madav y Amal)

    Amal (entrando).- Tío; oye, tío...
    Madav.- Amal, hijo, ¿eres tú?
    Amal.- ¿No me dejas salir un poquito del patio?
    Madav.- No, rey de mi corazón, no salgas...
    Amal.- ¡Anda, un poquito nada más!... Voy con tita, a verla
    majar las lentejas. ¡Mira la ardilla, allí sentada con su rabo
    tieso; mira cómo coje con sus manitas las semillas y se las
    come!... ¿Voy de una carrera?
    Madav.- No, vida mía, no...
    Amal.- ¡Ojalá fuera yo una ardilla!
    ¡Iba a jugar más!... Tío, ¿por qué no me dejas ir donde yo
    quiera?
    Madav.- Porque el médico dice que no es bueno para ti, hijo.
    Amal.- ¿Y cómo lo sabe él, di?
    Madav.- ¡Qué ocurrencias tienes!

    ¿Cómo no ha de saberlo, con esos libros tan gordos que lee?
    Amal.- ¿Y en los libros lo pone todo?
    Madav.- Claro, ¿no sabes que sí?
    Amal (suspirando).- Yo qué sé...
    Como yo no leo libros...
    Madav.- Pues para que lo sepas; los hombres sabios, que lo
    saben todo, son como tú; nunca salen de casa...
    Amal.- ¿De veras? ¿Nunca?
    Madav.- Nunca. ¿Cómo quieres que salgan? Desde que se
    levantan hasta que se acuestan, están dale que le das a los
    libros, y no les queda tiempo, ni tienen ojos para otra cosa.
    Cuando tú seas mayor, serás sabio. Siempre estarás metido en
    casa, leyendo librotes. Y la jente que pase se quedará
    mirándote, y dirá: “!Lo que sabe! ¡Es una maravilla!”
    Amal.- ¡No, tío, no; por tus queridos pies; no, yo no quiero ser
    sabio; no quiero, no quiero!...

    Madav.- Pues mira, mira, mi suerte hubiera sido ser sabio...
    Amal.- A mí me gustaría más ir a muchos sitios y ver todo lo que
    hay que ver.
    Madav.- ¡Tontón, ver! ¿Y qué quieres ver? ¡Vamos! ¿Qué es eso
    que tiene tanto que ver?
    Amal.- Mira esa montaña que se divisa desde la ventana...
    ¡Algunas veces me dan unas ganas de irme corriendo por encima
    de ella!
    Madav.- ¡Eres tonto! ¿Tú crees que no hay más que ir y subirse a
    la punta de la montaña? ¿Y luego qué, vamos a ver?... ¡Tú estás
    loco, hijo! ¿No comprendes tú que si esa montaña está ahí de
    pie, como está, está para algo? Si pudiéramos ir más allá, ¿para
    qué amontonar tanto pedrote? ¿A qué habrían hecho una cosa
    tan grande? Vamos hombre..
    .
    Amal.- ¿Tú crees, tío, que la han hecho para que nadie pase?
    Pues a mí me parece que es que como la tierra no puede hablar,
    levanta las manos hasta el cielo y nos llama; y los que viven
    lejos y están sentados, solos siempre, en su ventana, la ven
    llamar... Pero será que los que son sabios...
    Madav.- ¡Te figurarás tú que los sabios no tienen que pensar
    más que en esas tonterías! ¡Tendrían que estar tan locos como
    tú!...
    Amal.- Pues oye, ayer conocí a uno que está entonces tan loco
    como yo...
    Madav.- ¡Dios santo! ¿De veras?
    ¿Quién?
    Amal.- ...Llevaba un palo de bambú al hombro, con un lío en la
    punta, y llevaba un perol en las mano, y tenía puestas unas
    botas más viejas...

    Iba, camino de los montes, por aquel prado que está allí... Y yo
    le grité: “?Dónde vas?” Él contestó: “Qué sé yo, no sé, a
    cualquier parte...” Y yo le pregunté otra vez: “?Por qué te
    vas?” Y me dijo:
    “Voy a buscar trabajo...” Tío, di, ¿tú no tienes que buscar
    trabajo?
    Madav.- ¡Claro que sí! Hay mucha jente que busca trabajo por
    ahí...
    Amal.- ¡Qué gusto! Pues yo me voy a ir también por ahí a buscar
    cosas que hacer...

    Madav.- Pon que no encuentres nada.
    ¿Entonces?
    Amal.- ¡Eso sí que sería divertido!
    Pues entonces iría más lejos todavía... Tío, yo estuve mirando
    mucho tiempo a aquel hombre que se iba, despacio, despacio,
    con sus botas viejas... Cuando llegó a ese sitio por donde el
    arroyo pasa debajo de la higuera, se puso a lavarse los pies...
    Luego, sacó de su lío una poca de harina de grama, le echaba un
    chorrito de agua, y se la comía... Luego, ató su lío y se lo cargó
    otra vez al hombro; se recojió el faldón hasta la rodilla, y pasó
    el arroyo... Ya le he dicho yo a tita que me tiene que dejar ir al
    arroyo a comerme mi harina de grama, como él...
    Madav.- ¿Y qué te ha dicho tita?
    Amal.- Me dijo: “Ponte bueno, y entonces te llevaré al
    arroyo...” Di tú, ¿cuándo voy a ponerme bueno?
    Madav.- Ya pronto, vida mía.
    Amal.- ¡Qué bien! Entonces, en cuantito esté bueno otra vez,
    me iré, ¿verdad?
    Madav.- Y ¿adónde quieres ir, di?
    Amal.- No sé. Me iré andando, andando... Pasaré muchos
    arroyos, metiéndome en el agua. Toda la jente estará dormida,
    con las puertas cerradas, porque hará ya mucho calor... Y yo
    seguiré andando, andando; y buscaré trabajo lejos, muy lejos,
    más lejos cada vez...

    Madav.- Bueno; pero creo que primero debes procurar ponerte
    bien, y después...
    Amal.- Entonces, ¿ya no vas tú a querer que yo sea sabio,
    verdad, tío?
    Madav.- ¿Y qué te gustaría ser a ti, vamos a ver?
    Amal.- Ahora no lo tengo pensado; pero ya te lo diré yo luego.
    Madav.- Y mira: no quiero que llames a ningún desconocido ni
    que te pongas a hablar con todo el que pasa, ¿sabes?
    Amal.- ¡Si a mí me gusta tanto hablar con ellos!
    Madav.- ¿Y si te robaran?
    Amal.- ¡Eso sí que me gustaría!
    Pero no; nadie me lleva nunca; todos quieren que me quede
    siempre aquí...
    Madav.- Tengo que irme a trabajar, hijo. ¿Verdad que tú no
    saldrás?
    Amal.- No, tío, no saldré pero déjame estar en este cuarto que
    da al camino... (Sale Madav).




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    Mensaje por Maria Lua Vie 02 Sep 2022, 14:32

    Escena cuarta



    (Amal y el lechero)



    El lechero (fuera).- ...¡Quesitos, quesitos, a los ricos quesitos!
    Amal.- ¡El de los quesitos, oye, el de los quesitos!
    El lechero (entrando).- ¿Me has llamado, niño? ¿Quieres
    comprarme quesitos?
    Amal.- ¿Cómo quieres que te los compre, si no tengo dinero?
    El lechero.- Entonces, niño, ¿para qué me llamas? ¡Uf! ¡Vaya una
    manera de perder el tiempo, hombre!
    Amal.- Si yo pudiera, me iría contigo...
    El lechero.- ¡Conmigo!... ¿Qué estás diciendo?
    Amal.- Sí; ¡me entra una tristeza cuando te oigo pregonar allá
    lejos, por el camino!...
    El lechero (dejando en el suelo su balancín).- Y tú, ¿qué es lo
    que haces aquí, hijo?
    Amal.- El médico me ha mandado que no salga, y aquí donde tú
    me ves estoy sentado todo el día...
    El lechero.- ¡Pobre! ¿Qué tienes?
    Amal.- No sé; como no soy sabio, no sé qué tengo. Pero di tú,
    lechero; tú, ¿de dónde eres?
    El lechero.- De mi pueblo...
    Amal.- ¿De tu pueblo? ¿Y está muy lejos de aquí tu pueblo?
    El lechero.- Mi pueblo está junto al río Shamli, al pie de los
    montes de Panchmura.
    Amal.- ¿Los montes de Panchmura has dicho? ¿El río Shamli? Sí,
    sí; yo creo que he visto una vez tu pueblo; pero no sé cuándo ha
    sido...
    El lechero.- ¿Que has visto tú mi pueblo? ¿Tú has ido hasta los
    montes de Panchmura?
    Amal.- No, yo no he ido; pero me parece que me acuerdo de
    haber visto tu pueblo... Tu pueblo está debajo de unos árboles
    muy grandes, muy viejos que hay allí, ¿no?; junto a un camino
    colorado, ¿no?
    El lechero.- Sí, sí, allí está...
    Amal.- Y en la ladera está el ganado comiendo...
    El lechero.- ¡Qué maravilloso! El ganado comiendo... Pues es
    verdad...
    Amal.- Y las mujeres, con sus saris granas, van y llenan los
    cántaros en el río, y luego vuelven con ellos en la cabeza...
    El lechero.- Así mismo. Las mujeres de mi pueblo lechero todas
    van por agua al río; pero no creas tú que tienen todas un sari
    grana que ponerse... Pues sí, no cabe duda; tú has estado
    alguna vez de paseo en el pueblo de los lecheros...
    Amal.- Te digo, lechero, que no he estado nunca allí. Pero el
    primer día que me deje el médico salir, ¿vas tú a llevarme a tu
    pueblo?
    El lechero.- Sí; me gustaría mucho que vinieras conmigo.
    Amal.- ¿Y me vas a enseñar a pregonar quesitos, y a ponerme el
    balancín en los hombros, como tú, y a andar por ese camino tan
    largo, tan largo...?
    El lechero.- Calla, calla... ¡Pues estaría bueno! ¿Y para qué ibas
    tú a vender quesitos? No, hombre; tú leerás unos libros muy
    grandes, y serás sabio...
    Amal.- ¡No, no; yo no quiero ser sabio nunca! Yo quiero ser
    como tú... Vendré con mis quesitos de un pueblo que está en un
    camino colorado, junto a un viejo baniano, y los iré vendiendo
    de choza en choza...
    Qué bien pregonas tú: “!Quesitos, quesitos, a los ricos
    quesitos!” ¿Me quieres enseñar a echar tu pregón?
    El lechero.- ¿Para qué quieres tú saber mi pregón? ¡Qué cosas
    tienes!
    Amal.- ¡Sí, enséñamelo! Me gusta tanto oírte... Yo no te puedo
    explicar lo que me pasa cuando te oigo en la vuelta de ese
    camino, entre esa hilerita de árboles...
    ¿Sabes? Lo mismo que siento cuando oigo los gritos de los
    milanos, tan altos, allá en el fin del Cielo...
    El lechero.- Bueno, bueno; anda, ten unos quesitos; ten,
    cójelos...
    Amal.- Pero si no tengo dinero...
    El lechero.- ¡Deja el dinero! ¡Me iría tan alegre si quisieras
    tomar esos quesitos!
    Amal.- ...Lechero, ¿te he entretenido mucho?
    El lechero.- No, hombre, nada. No sabes tú lo contento que me
    voy...
    Ya ves; me has enseñado a ser feliz vendiendo quesitos (Sale).


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    Mensaje por Maria Lua Vie 02 Sep 2022, 14:34

    Escena quinta


    (Amal solo)


    Amal (pregonando).- ...¡Quesitos, quesitos, a los ricos quesitos
    del pueblo de los lecheros, en el campo de los montes de
    Panchmura, junto al río Shamil! ¡Quesitos, a los buenos
    quesitos! ¡Al amanecer, las mujeres ponen en fila las vacas,
    debajo de los árboles, y las ordeñan; por la tarde, hacen
    quesitos con la leche! ¡Quesitos, quesitos, a los ricos quesitos!...
    Ya está ahí el Guarda... Ahora viene para abajo (Al Guarda).
    ¡Guarda, oye, ven a hablar un ratito conmig


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    Mensaje por Maria Lua Vie 02 Sep 2022, 14:35

    Escena sexta


    (Amal y el guarda)


    El guarda (entrando).- Pero, ¿qué escándalo es éste? ¿No me
    tienes miedo a mí?
    Amal.- ¿Yo? ¿Por qué voy a tenerte miedo?
    El guarda.- ¡A que te llevo preso!
    Amal.- ¿Adónde me llevarías, di?
    ¿Muy lejos? ¿Más allá de esos montes?
    El guarda.- Me parece que a quien voy a llevarte es al Rey.
    Amal.- ¡El Rey! Sí, sí, llévame, ¿quieres? Pero el médico no me
    deja salir... ¡Nunca puede nadie llevarme!... ¡Todo el santo día
    tengo que estar aquí sentado!
    El guarda.- ¿No te deja el médico, verdad? ¡Pobrecillo! Sí que
    estás descolorido; y ¡qué ojeras tan negras tienes, hijo mío!
    ¡Cómo te resaltan las venas en las manos tan delgaditas!
    Amal.- ¿Quieres tocar el gongo, guarda?
    El guarda.- Después, que todavía no es tiempo.
    Amal.- ¡Qué raro! Unos dicen que el tiempo no ha venido y otros
    que el tiempo ha pasado. Pero yo estoy seguro que si tocas el
    gongo será el tiempo.
    El guarda.- No, hombre; eso no puede ser; yo no puedo tocar el
    gongo sino cuando es el tiempo.
    Amal.- Sí; y ¡cómo me gusta oír el gongo! Al mediodía, cuando
    acabamos de comer, mi tío se va al trabajo, y mi tita se duerme
    leyendo su Ramayana; y el perro, con el hocico metido en su
    rabo enroscado, se echa a la sombra de la pared... Entonces tu
    gongo suena: ¡Don, don, don!...
    Di, ¿por qué tocas tu gongo?
    El guarda.- Pues lo toco para decirles a todos que el tiempo no
    se espera, sino que está siempre andando...
    Amal.- ¿Y adónde, a qué pueblo va el tiempo, di?
    El guarda.- ¡Eso sí que no lo sabe nadie!
    Amal.- Entonces será que nadie ha estado allí nunca... ¡cómo
    me gustaría a mí irme con el tiempo a ese país que nadie ha
    visto!
    El guarda.- Todos tenemos que ir allí algún día, hijo.
    Amal.- ¿Y yo también?
    El guarda.- Sí; tú también...
    Amal.- Pero como el médico no me deja salir...
    El guarda.- Quizás él mismo te lleve de la mano algún día...
    Amal.- ¡No, no lo hará, estoy seguro! ¡Tú no lo conoces! ¡Si tú
    vieras; no quiere más que tenerme aquí encerrado!
    El guarda.- Pero hay uno más grande que él, y viene, y nos abre
    la puerta...
    Amal.- Pues que venga ya por mí ese gran médico, y me saque
    de aquí, ¡que ya no puedo más!
    El guarda.- No debías decir eso, hijo...
    Amal.- Bueno, no lo digo, Aquí me estaré, donde me han
    puesto, y no me moveré ni un poquito. Pero cuando tocas tu
    gongo: Don, don, don. ¡me da una cosa!... Di, guarda...
    El guarda.- ¿Qué quieres?
    Amal.- ¿Qué hay en esa casa grande del otro lado del camino,
    que tiene arriba, volando, una bandera? Entra y sale más jente,
    más jente...
    El guarda.- ¡Ah! Es el Correo nuevo...
    Amal.- ¿El Correo nuevo? ¿Y de quién es?
    El guarda.- ¿Pues de quién ha de ser? Del Rey...
    Amal.- Y entonces, ¿vienen cartas del Rey aquí, a su Correo
    nuevo?
    El guarda.- Claro está. El día menos pensado hay una carta para
    ti.
    Amal.- ¿Para mí? Si yo soy un niño chico...
    El guarda.- Sí; pero es que el Rey también escribe cartitas a los
    niños chicos.
    Amal.- ¡Qué bien! Y ¿cuándo recibiré yo mi carta, di? ¿Quién te
    lo dijo a ti, guarda?
    El guarda.- Si no, ¿para qué iría a poner el Rey su Correo frente
    a tu ventana abierta, con su bandera amarilla volando?
    Amal.- Pero, ¿quién va a traerme la carta de mi Rey, cuando me
    escriba?
    El guarda.- El Rey tiene muchos carteros... ¿Tú no los ves cómo
    corren por ahí? Unos que llevan un redondel dorado en el
    pecho...
    Amal.- ¿Y adónde van, di?
    El guarda.- Pues a todas partes...
    Amal.- ¡Ay, qué bien! ¡Yo voy a ser cartero del Rey cuando sea
    grande!
    El guarda (riéndose).- ¡Qué ocurrencia! ¡Cartero! ¿Pero tú sabes
    lo que dices? Que llueva o que haga sol, al rico y al pobre, de
    puerta en puerta, cartas y más cartas, siempre, siempre,
    siempre... ¡Vamos! ¡Que creerás tú que eso no es trabajo!
    Amal.- ¡Ya lo creo que es! ¡Cómo me gustaría! ¿Por qué te ríes?
    ¡Si ya sé yo que tú también trabajas mucho!... Cuando, al
    mediodía, hace tanto calor, y no se oye nada, tu gongo suena:
    Don, don, don... Y algunas veces que me despierto de pronto,
    por la noche, y que se ha apagado la mariposa, oigo en la
    oscuridad tu gongo, muy despacito:
    Don, don, don...
    El guarda.- ¡Ahí viene el jefe! Me voy, que si llega a cojerme
    hablando contigo, para qué quiero más...
    Amal.- ¿El jefe? ¿Dónde?
    El guarda.- Ya está aquí, míralo.
    ¿No ves ese quitasol grande de palma, que parece que viene
    saltando?
    Ése.
    Amal.- Será que el Rey le ha dicho que sea jefe de aquí, ¿no?
    El guarda.- El Rey... ¡No!... ¡Es un tío fastidioso! ¡No le gusta
    más que molestar! Si vieras... Hace todo lo que puede por ser
    desagradable, y no hay quien lo pueda ver.
    Eso es lo que les gusta a los que son como él, jeringar a todo el
    mundo... Bueno, me voy. ¡Fuera pereza! Ya me dejaré caer por
    aquí mañana temprano y te contaré todo lo que pase por el
    pueblo... (Sale).






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    Mensaje por Maria Lua Sáb 03 Sep 2022, 15:14

    Escena séptima


    (Amal solo)


    Amal.- ¡Si yo recibiera todos los días una carta del Rey!... Las
    leería aquí en la ventana... Pero si no sé leer todavía... ¿Quién
    querría leérmelas? Quizás tita entienda la letra del Rey... Como
    lee su Ramayana... Y si no sabe nadie, entonces las tendré que
    guardar con mucho cuidadito y las leeré cuando sea mayor... Y
    ahora que me acuerdo, ¿y si el cartero no sabe quién soy? (Al
    jefe). ¡Señor jefe, señor jefe!, ¿puedo decirte una cosa?


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    Mensaje por Maria Lua Sáb 03 Sep 2022, 16:46

    Escena octava


    (Amal y el jefe)


    El jefe (entrando).- ¿Qué gritos son éstos? ¡Y en el camino!
    ¡Vaya con el monigote!
    Amal.- ¿Tú eres el jefe, verdad?
    Todo el mundo hace lo que tú dices, ¿no?
    El jefe (con satisfacción).- ¡Pues no faltaría más que no lo
    hicieran!
    Amal.- ¿Y también mandas tú en los carteros del Rey?
    El jefe.- ¡También! ¡Tendría que ver!
    Amal.- ¿Querrías decirle al cartero, que Amal es el niño que está
    sentado aquí en la ventana?
    El jefe.- ¿Y para qué?
    Amal.- Porque si viniera una carta para mí...
    El jefe.- ¡Para ti! ¿Quién va a escribirte una carta a ti?
    Amal.- Quizás me la escriba el Rey...
    El jefe (a risotadas).- ¡El Rey!
    ¡Vamos, tú estás soñando! ¡Pues no digo nada, lo que quiere el
    niño!
    ¡Claro, como que tú eres su mejor amigo, y no os habéis visto
    en tanto tiempo, el Rey no puede con el disguto, y...¡ ¡Sí,
    espera ahí sentado, que mañana tendrás la carta!
    Amal.- Señor jefe, ¿por qué me hablas así? ¿Estás enfadado
    conmigo?
    El jefe.- Contigo, ¿eh? ¡Conque el Rey!... ¡Pues no se da tono
    Madav, que digamos! ¡Claro, como ha ganado ese fortunón, ya
    no se habla más que de reyes y padishas en su casa! ¡Que yo lo
    vea y no va a ser Rey lo que le voy a dar...! Y tú, mequetrefe,
    ¡ya diré yo que te traigan la carta del Rey; ten la seguridad!
    Amal.- No, no; si te molesta, que no me la traigan.
    El jefe.- ¡Sí, hombre!, ¿por qué no?; ¡si se lo voy a decir ahora
    mismo al Rey! ¡No te apures, que no tardará la carta! ¡En cuanto
    el Rey lo sepa, te mandará un criado suyo a saber de ti! ¡No
    faltaba otra cosa!... ¡Valiente impertinencia! ¡Lo que es como el
    Rey se entere, ya le dará a Madav tono, ya!... (Sale).



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    Mensaje por Maria Lua Lun 05 Sep 2022, 08:22

    Escena novena


    (Amal y Sada)


    Amal.- ¿Quién eres tú, niña? ¡Cómo repican tus ajorcas!
    ¡Espérate un poquito!, ¿quieres? (Entra una niña).
    Niña.- ¡No puedo, no tengo tiempo, es muy tarde!
    Amal.- Ya lo sé. Pero, ¿no quieres esperarte? ¡Tampoco a mí me
    gusta quedarme aquí!
    Niña.- ¿Qué tienes, que pareces una estrella tardía de la
    mañana?
    Amal.- No sé; el médico no quiere que salga...
    Niña.- ¡Ay, pues no salgas! Debes hacer caso de lo que te diga el
    médico, porque si eres malo, se va a enfadar contigo. Ya sé yo
    que te cansará mucho estar siempre mirando por esa ventana...
    Deja que te la cierre un poquito...
    Amal.- No, no la cierres. Ésta es la única ventana que hay
    abierta...
    Todas las demás están cerradas...
    ¿Quieres decirme quién eres tú? Me parece que no te conozco...
    Niña.- Yo soy Sada.
    Amal.- ¿Sada? ¿Qué Sada?
    Sada.- Yo soy la hija de la vendedora de flores del pueblo. ¿No
    lo sabías?
    Amal.- Y tú, ¿qué haces, di?
    Sada.- ¿Yo? Yo cojo flores en mi canasto.
    Amal.- ¡Cojes flores! ¡Por eso tienes tan alegres los pies, y tus
    ajorcas cantan tan contentas cuando vas andando! ¡Quién
    pudiera irse por ahí, como tú!... Yo te cojería flores de las
    ramas más altas, que ya no se ven...
    Sada.- ¿De veras? ¿A que no sabes tú tantas cosas de las flores
    como yo?
    Amal.- Sí, tanto como tú. Sé todo lo de Champaca, el del cuento
    de hadas, y sus siete hermanos. Y si me dejaran un momentito
    siquiera, me iría corriendo al bosque aquel tan grande, y me
    perdería; y en aquel sitio en donde el colibrí que chupa la miel
    se mece en la punta de su ramita, me abriría yo como una flor
    de champaca... ¿Quieres tú ser mi hermana Parul?
    Sada.- ¡Qué tontísimo eres! ¿Cómo voy yo a ser tu hermana
    Parul, si yo soy Sada, y mi madre es Sasi, la que vende flores?
    ¡Si supieras tú las biznagas que tengo que hacer todos los
    días!... ¡Ay! ¡Que no me iba a divertir yo si pudiera estarme aquí
    sin hacer nada, como tú!
    Amal.- ¿Y qué ibas a hacer en todo el día, tan largo?
    Sada.- ¡Pues poco que iba yo a jugar con mi muñeca Beney, la
    novia, y con la gata Meni, y con...! Pero mira, es muy tarde, y
    no puedo quedarme más; que si no, me voy a volver sin una
    flor.
    Amal.- ¡Espérate otro poquito, anda, que estoy tan bien contigo!
    Sada.- ¡No seas así! Si eres bueno y te estás aquí quietecito,
    cuando vuelva yo con las flores, me pararé a hablar contigo.
    Amal.- ¿Y me vas a traer una flor?
    Sada.- ¡No puedo!... Tienen que comprarse...
    Amal.- Yo te la pagaré cuando sea grande, antes de irme a
    buscar trabajo más allá de aquel arroyo que está allí...
    Sada.- Bueno.
    Amal.- Di, ¿vas a volver, cuando hayas cojido las flores?
    Sada.- Sí, volveré.
    Amal.- ¿De veras volverás?
    Sada.- Sí, de veras.
    Amal.- ¿Te acordarás bien de mí? Yo soy Amal, acuérdate bien...
    Sada.- ¡Ya tú verás cómo me acuerdo!
    (Sale).


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    Mensaje por Maria Lua Lun 05 Sep 2022, 08:23

    Escena décima


    (Amal y unos chiquillos)


    Amal.- ¿Adónde vais, hermanos? ¡No os vayáis todos; estaos
    conmigo un poquito!
    Chiquillos (entrando).- Si vamos a jugar...
    Amal.- ¿A qué vais a jugar, hermanos?
    Chiquillos.- Vamos a jugar a los aradores.
    Primer chiquillo (con un palo).- ¡Aquí está el arado!
    Segundo chiquillo.- Y éste y yo somos la yunta de bueyes.
    Amal.- ¿Y os vais a pasar jugando todo el día?
    Chiquillos.- ¡Todo el día!
    Amal.- Y cuando oscurezca, volveréis a casa por el camino de la
    ribera, ¿no?
    Chiquillos.- Por la mismita orilla...
    Amal.- ¿Y pasaréis por aquí delante?
    Chiquillos.- ...¡Anda, vente a jugar con nosotros, vente!
    Amal.- ¡Si no me deja salir el médico!
    Chiquillos.- ¿El médico? ¿Y tú haces caso del médico? ¡Anda,
    vámonos, que es ya muy tarde; anda, vente!
    Amal.- No, no. ¿Por qué no jugáis aquí en el camino, delante de
    mi ventana, para que yo os vea?
    Chiquillos.- ¿Y a qué vamos a jugar aquí?
    Amal.- ¡Yo os daré todos mis juguetes! ¡Sí, ya está; tened mis
    juguetes! Yo no puedo jugar solo, y se están empolvando; ¿para
    qué los quiero yo?
    Chiquillos.- ¡Ay, qué juguetes tan bonitos! ¡Un barco! ¡Aquí está
    la abuela Yatai! ¡Qué cipayo tan precioso! Y ¿nos los vas a dar
    todos?
    ¿No te importa dárnoslos?
    Amal.- No, no, tenedlos; yo, ¿para qué los quiero?
    Chiquillos.- ¿No los querrás ya nunca más?
    Amal.- No, no; para vosotros. A mí no me sirven para nada.
    Chiquillos.- ¡Mira que van a reñirte!
    Amal.- No, no me riñe nadie. Pero, ¿vais a venir a jugar con
    ellos delante de mi puerta, todas las mañanas?... Cuando se
    rompan, yo os daré otros...
    Chiquillos.- Pues ¿no hemos de venir? ¡Vamos a jugar a la
    guerra!
    ¡Poned en fila estos cipayos!
    ¿Dónde habrá un fusil? Esta caña sirve... Pero, ¿ya te estás
    durmiendo?
    Amal.- Me parece que me está dando sueño... ¡Qué sé yo!
    Muchas veces me pasa. Como estoy siempre sentado, me canso;
    y luego, me duele tanto la espalda...
    Chiquillos.- ¡Pero si no es más que mediodía!... ¡No te duermas,
    hombre! Oye el gongo; ahora está dando la primera vela...
    Amal.- Sí... Don, don, don... ¡Qué sueño tengo!
    Chiquillos.- Pues entonces, mejor será que nos vayamos, y
    mañana por la mañana volveremos.
    Amal.- ¡Esperad un momento! Vosotros que estáis siempre por
    el camino, ¿no conocéis a los carteros del Rey?
    Chiquillos.- ¡Sí, ya lo creo!
    Amal.- ¿Cómo se llaman? ¿Quiénes son?
    Chiquillos.- Uno, Badal. Otro, Sarat. Otro... ¡Hay muchos!
    Amal.- ¿Y me conocerían si viniese una carta para mí?
    Chiquillos.- Claro que sí. Si pone tu nombre...
    Amal.- Cuando vengáis mañana por la mañana, ¿queréis traerme
    a uno para que sepa quién soy?
    Chiquillos.- Bueno, si tú quieres...





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    Mensaje por Maria Lua Mar 06 Sep 2022, 07:51

    Acto segundo


    Escena primera


    (Amal -”en la cama”- y Madav)


    Amal.- ¿Y tampoco me deja ya el médico sentarme en la
    ventana?
    Madav.- Ya ves que te has puesto peor de estar siempre echado
    en ella...
    Amal.- Puede que me haya puesto peor; pero mientras estoy en
    la ventana, ¡me encuentro tan bien!...
    Madav.- Eso te parece a ti; pero no, hijo. Luego, sacas la cabeza
    y te pones a hablar con todo el que pasa, como si fuera esto una
    feria; y tú, hijo, estás malo y no puedes hacer eso. ¡Mira qué
    carita tienes!
    Amal.- ...Y mi faquir, como no me verá en la ventana, se irá.
    Madav.- ¿Tu faquir? ¿Quién es tu faquir?
    Amal.- Pues mi faquir... Viene, y me cuenta cosas de todos los
    sitios donde él ha estado. ¡Unas cosas más bonitas!
    Madav.- Pero, ¿qué es lo que dices?
    Yo no conozco a ningún faquir...
    Amal.- Pues ya no tardará... ¡Anda, por tus queridos pies; dile
    que entre aquí un ratito a hablar conmigo!


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    Mensaje por Maria Lua Mar 06 Sep 2022, 07:52

    Escena segunda



    (Amal, Madav y el viejo -”que viene vestido de faquir”-)



    Amal.- ¡Míralo, ahí está! ¡Faquir, faquir, vente conmigo!
    ¡Siéntate aquí en mi cama!
    Madav.- ¡Tonto!, pero si es...
    El viejo (guiñándole un ojo a Madav).- ¡Yo soy el faquir!
    Madav (al viejo).- ¡El diablo eres! ¡Si no lo viera, no lo creería!
    Amal.- ¿Dónde has estado hoy, faquir?
    El viejo.- Pues ahora mismo vengo de la Isla de los Loros.
    Madav.- ¿La Isla de los Loros?
    El viejo (a Madav).- ¡Sí, la Isla de los Loros! ¡Qué! ¿Te crees,
    hombre, que yo soy como tú?... No tengo más que cojer mis
    pies, y me voy adonde quiero; ¡y sin costarme nada!...
    Amal (palmoteando).- ¡Qué bien!
    ¡Qué gusto debe dar eso! ¿No olvidarás que me has prometido
    llevarme en tu comitiva cuando esté bueno?
    El viejo.- Sí. ¡Y te voy a enseñar unas mantras de caminantes,
    que nada, por mares, bosques ni montañas, podrá cerrarte el
    paso!
    Madav.- Pero ¿qué enredo es éste?
    El viejo.- Amal, hijo; nada, en mares ni montañas, puede
    hacerme retroceder... Ahora, que si el médico y este tío que
    tienes se conjuran contra mí, no hay majia que me valga...
    Amal.- No; tío no se lo dirá al médico, y yo te prometo no
    moverme de la cama. Pero el primer día que me ponga bueno,
    me iré contigo; ¡y nada, en mares, ni montañas ni torrentes,
    podrá cerrarme el paso!
    Madav.- Me das pena, hijo, siempre pensando en irte...
    Amal.- Oye, faquir, ¿cómo es la Isla de los Loros?
    El viejo.- Pues es la tierra de las maravillas. Allí viven todos los
    pájaros del mundo, y no hay un hombre siquiera; y no creas tú
    que se habla allí ni se anda; sólo cantar y volar.
    Amal.- ¡Qué hermosura! ¿Y hay algún mar allí junto?
    El viejo.- ¡Claro!, la Isla está en medio del mar...
    Amal.- ¡Y habrá unos montes muy verdes!...
    El viejo.- Toda la Isla está llena de montes verdes. Y cuando va a
    ponerse el sol, y las laderas, rojas, resplandecen, los pájaros
    vuelven en bandadas, volando con sus alas verdes, a sus nidos.
    Amal.- ¿Y hay cascadas?
    El viejo.- ¡Pues no ha de haberlas!
    Todos los montes tienen su cascada; y parecen de diamantes
    derretidos.
    ¡Si tú vieras lo que juega el agua, y cómo cantan las piedras
    con ella cuando se echa al mar, saltando!
    ¡Al agua sí que no la para ningún diantre de médico!... Sigo; los
    pájaros me miraban como miran a los hombres. Ya tú ves, ¡como
    nosotros no tenemos alas!... Y no querían nada conmigo... Si no
    fuera por eso, yo te aseguro que me haría una choza entre los
    nidos y me pasaría allí mi vida contando las olas del mar.
    Amal.- ¡Ay, si yo fuese pájaro! Entonces...
    El viejo.- Pero eso ya no podría ser, Amal. A mí me han dicho
    que tú le has hablado al lechero para vender quesitos con él,
    cuando seas mayor; y como a los pájaros no les gustan los
    quesitos, me parece que te saldría mal tu negocio...
    Madav.- ¡Vamos, me vais a volver loco entre los dos! ¡No puedo
    con vosotros! ¡Me voy!
    Amal.- ...Tío, ¿vino el lechero?
    Madav.- ¿Pues querías que no viniera? Él no se romperá la
    cabeza entre los nidos de la Isla de los Loros, llevando recados a
    tu faquir favorito; pero ha dejado una lata de quesitos para ti, y
    me ha dicho que te diga que no ha podido detenerse más
    porque como se casa su sobrina, tenía que ir a Kamlipara por la
    banda de música.
    Amal.- ¡Si me iba a casar a mí con su sobrinita!
    El viejo.- ¡Dios del cielo! ¡Pues buena la hemos hecho!
    Amal.- ...Me dijo a mí que ella iba a ser mi novia chiquitita, y
    que iba a estar tan linda con sus zarcillos de perlas en las orejas
    y vestida con un preciosísimo sari grana... Y al amanecer, ella
    ordeñaría con sus propias manos la vaca negra, y me traería la
    leche calentita, toda llena de espuma, en un cantarillo nuevo,
    para que yo me la bebiera. Y cuando oscureciese, iría ella al
    establo con la lámpara, a dar una vuelta... Y luego vendría y se
    sentaría a mi lado a contarme el cuento de Champaca y sus siete
    hermanos...
    El viejo.- ¡Qué bien! La verdad es que, aunque soy un faquir,
    ¡me están dando unas tentaciones!... ¡Pero no te importe a ti
    que se case la sobrina del lechero! ¡Déjalo! ¡Lo que te sobrarán
    serán sobrinas del lechero cuando tú vayas a casarte!
    Madav.- ¡Cállate de una vez! ¡No puedo oírte con calma! (Sale).


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    Mensaje por Maria Lua Mar 06 Sep 2022, 07:53

    Escena tercera



    (Amal y el viejo)



    Amal.- Oye, faquir, ahora que se ha ido mi tío; ¿no habrá venido
    al Correo nuevo una carta del Rey para mí?
    El viejo.- La carta sé yo que ha salido ya del palacio; pero
    todavía viene de camino.
    Amal.- ¿De camino? ¿Y por dónde vendrá? ¿Vendrá por esa
    veredita que viene dando vueltas entre los árboles?; la veredita
    esa que se ve hasta lo último del campo, cuando sale el sol
    después de llover...
    El viejo.- Por ahí, por ahí viene.
    ¿Cómo lo sabías tú?
    Amal.- Sí; todo lo sé.
    El viejo.- Ya lo estoy viendo; pero, ¿cómo lo has sabido?
    Amal.- Pues no sé cómo; pero lo veo tan clarito... Me parece
    que lo he visto muchas veces en unos días que pasaron hace ya
    mucho tiempo... No sé cuánto... ¿Sabes tú cuánto?, di... ¡Si
    vieras qué bien lo veo todo! El cartero del Rey viene bajando la
    cuesta del monte, solo, con un farol en la mano izquierda y un
    saco muy grande, lleno de cartas, en la espalda... Viene
    bajando, bajando, ¡hace ya mucho tiempo!, sin descansar,
    ¡muchos días, muchas noches!, y cuando va llegando a aquel
    sitio de la montaña donde la cascada es ya el arroyo, coje por la
    orilla y sigue, sigue andando entre el centeno... Luego, entra en
    el cañaveral, por ese callejón estrecho que hay entre las cañas
    de azúcar, esas tan altas;... y no se ve...
    Luego, sale a la pradera grande, donde cantan los grillos...
    Mira, no hay nadie más que él; sólo las perdices, picoteando en
    el barro y meneando la cola... Lo siento venir más cerca, más
    cerca cada vez...
    ¡Estoy más contento!
    El viejo.- Mis ojos, hijo ven ya poco; pero me cuentas de una
    manera las cosas, que lo veo todo como cuando era niño...
    Amal.- Di, faquir, ¿conoces tú al Rey que ha puesto aquí este
    Correo?
    El viejo.- Sí, mucho; todos los días voy a pedirle mi limosna.
    Amal.- ¿Sí? Cuando yo me ponga bueno, iré también a pedirle mi
    limosna, ¿no?
    El viejo.- Tú no tendrás que pedírsela, hombre; él te la dará por
    su gusto...
    Amal.- No, no; yo iré a su portal y gritaré: ¡Viva mi Rey! Y
    bailando al son del tamboril, le pediré mi limosna. ¿No crees tú
    que estaría bien así?, di...
    El viejo.- ¡Ya lo creo; estaría magnífico! Y si fuéramos juntos,
    me tocaría a mí buena parte; pero, ¿qué le vas a pedir?
    Amal.- Le diré: “!Hazme cartero tuyo, para ir con mi farol
    repartiendo cartas de puerta en puerta!
    ¡No me tengas en casa todo el día!”
    El viejo.- Pero, vamos a ver, ¿por qué estás tú tan triste en tu
    casa?
    Amal.- ¡No, si no estoy triste! Al principio, cuando me
    encerraron aquí, ¡me parecían más largos los días!; pero desde
    que han puesto enfrente el Correo del Rey, cada vez estoy más
    contento en mi cuarto...; y luego, como sé que un día voy a
    tener una carta... ¡Sí, no me importa nada estarme aquí quieto,
    aunque esté solo!... Oye, ¿y sabré yo leer la carta del Rey?
    El viejo.- ¡Qué más te da! ¿No tienes bastante con que ponga tu
    nombre?


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    Mensaje por Maria Lua Mar 06 Sep 2022, 07:54

    Escena cuarta


    (Dichos y Madav)


    Madav (entrando).- ¡Buena la habéis hecho entre los dos!
    El viejo.- ¿Qué te pasa? ¿Qué ocurre?
    Madav.- ¡Pues que, por culpa vuestra, todo el mundo anda
    diciendo que el Rey ha puesto ahí enfrente su Correo para
    estaros escribiendo siempre a los dos!
    El viejo.- Bueno, ¿y qué?
    Madav.- Que Panchanan, el jefe, se lo ha hecho decir al Rey en
    secreto...
    El viejo.- ¿Y no sabemos todos que el Rey se entera de cuanto
    pasa?
    Madav.- Entonces ¿por qué no tienes más cuidado? ¡No debieras
    nombrar en vano al Rey! ¡Me vas a arruinar con tus cosas!
    Amal.- Faquir, faquir, ¿de veras se enfadará el Rey?
    El viejo.- ¡Qué se ha de enfadar, hombre! ¡Con un niño como tú
    y un faquir como yo!... ¡A ver si tengo que ir a decirle cuatro
    frescas!
    Amal.- ...Faquir; desde esta mañana estoy sintiendo como un
    velo por delante de los ojos... ¡Me parecen más raras las
    cosas!... No tengo ganas de hablar... Si me pudiera estar
    quieto... ¿Cuándo va a venir la carta del Rey?... Si este cuarto
    se deshiciera de pronto y...
    Si...
    El viejo (abanicando a Amal).- Seguramente vendrá hoy la carta,
    hijo mío...




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    Mensaje por Maria Lua Miér 07 Sep 2022, 22:09

    Escena quinta


    (Dichos y el médico)


    El médico (entrando) (a Amal).- ¿Cómo estás hoy?
    Amal.- Muy bien, señor médico; hoy no me duele nada.
    El médico (a Madav, aparte).- No me gusta esa sonrisa. Mala
    señal que se sienta tan bien. Chakradan dice...
    Madav.- ¡Bueno, por amor de Dios, déjame de Chakradan!; lo
    que quiero saber es cómo está hoy mi niño...
    El médico.- Me parece que tenemos para poco tiempo... Ya te lo
    dije... Aseguro que se ha vuelto a enfriar...
    Madav.- No, pues el niño no ha salido; eso te lo digo yo. Hasta
    las ventanas han estado cerradas.
    El médico.- ¡No sé qué tiene hoy el aire! ¡Había una corriente
    por la puerta principal cuando entré...!
    Lo mejor sería cerrar la puerta con llave... Creo que no te
    importará no recibir visitas en dos o tres días; y si alguien tiene
    necesidad de verte, ahí está la puerta falsa... Y esas maderas
    también debieran cerrarse... Los rayos del sol poniente no
    sirven más que para desvelar al enfermo.
    Madav.- ...Ha cerrado los ojos.
    Debe haberse dormido. ¡Qué carita tiene! ¡Ay, médico, yo me
    lo traje como si fuera mío, y después de haberle tomado este
    cariño, perderlo para siempre!...
    El médico.- ¿Quién, quién es? ¡Este jefe, que tiene que meterse
    en todo!
    ¡Valiente hombre!... Bueno, tengo que irme. (A Madav). Mejor
    será que vengas conmigo a ver si está todo bien cerrado... En
    cuanto llegue a casa, mandaré una buena dosis de esa medicina,
    a ver si así conseguimos algo... Aunque me parece...
    (Salen Madav y el Médico).


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    Mensaje por Maria Lua Jue 08 Sep 2022, 08:40

    Escena sexta


    (Amal, el viejo y el jefe)


    El jefe (entrando).- ¡Hola, mequetrefe!
    El viejo (levantándose aprisa).- ¡Calla!
    Amal.- No importa, faquir; ¡si no estaba dormido! Todo lo estoy
    oyendo... Y también unas voces muy lejanas... Mira, mi padre y
    mi madre... están sentados aquí a mi cabecera, y me están
    hablando...


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    Mensaje por Maria Lua Jue 08 Sep 2022, 08:41

    Escena séptima


    (Dichos y Madav -”que entra”-)


    El jefe.- Oye, Madav; me han dicho que te tuteas ya con
    personajes...
    Madav.- ¡No andes con bromas, jefe!
    Ya sabes que somos unos infelices...
    El jefe.- Pero tu niño está esperando una carta del Rey...
    Madav.- Déjalo en paz al pobre, que es un tontaina...
    El jefe.- No, no; ¿por qué no había de recibirla? ¿Pues dónde va
    a encontrar el Rey familia mejor?
    ¡Por algo ha puesto su Correo nuevo frente a tu casa!... (A
    Amal). ¡Tú, monigote!; aquí traigo una carta del Rey para ti...
    Amal (incorporándose con sobresalto).- ¿Dónde? ¿Es verdad?
    El jefe.- ¡Pues va a ser mentira!
    ¡Si eres su mejor amigo! ¡Mírala!
    (Mostrando un papel en blanco).
    ¡Tenla! (A carcajadas).
    Amal.- ¡No te burles de mí!...
    Faquir, di tú, ¿es verdad?
    El viejo.- Sí, hijo mío. ¡Yo que soy faquir, te digo que ésa es la
    carta del Rey!
    Amal.- ¡Pero si no veo nada! ¡Me parece que está todo tan en
    blanco!
    Señor jefe, ¿qué dice la carta?
    El jefe.- Dice el Rey: “Voy corriendo a verte. Prepárame arroz
    dorado, que la comida de palacio empieza a fastidiarme...” (A
    carcajadas).
    Madav (suplicando con las manos).- ¡Jefe, te ruego que no
    bromees más con esto!
    El viejo.- ¿Eh? ¡Que se atreva!
    Madav.- ¿También tú te has vuelto loco?...
    El viejo.- ¿Loco? ¡Pues bueno, estoy loco! Y aquí dice bien claro
    que el Rey en persona viene a ver a Amal, con el médico de la
    corte...
    Amal.- ¡Faquir, faquir, oye!... ¡La trompeta del Rey!... ¡Oye!...
    El jefe (a carcajadas).- Me parece que tendrás que perder otro
    poquito más la cabeza para oírla!...
    Amal.- Señor jefe, yo creía que tú estabas enfadado conmigo y
    que no me querías... ¿Cómo me había de figurar que fueras tú
    quien me trajera la carta del Rey? ¡Déjame que te quite el polvo
    de los pies!
    El jefe.- ...La verdad es que esta criatura tiene instinto de
    veneración. Es un poco simple, pero su corazón no es malo...
    Amal.- Creo que ya es la cuarta vela. Escucha el gongo: Don,
    don, din... Don, don, din... ¿Ha salido ya la estrella de la tarde?
    No sé qué tengo, que no veo...
    El viejo.- Es que está todo cerrado, hijo. Voy a abrir... (Llaman
    fuera).
    Madav.- ¡Llaman! ¿Quién será? ¡Qué fastidio! Llamar a estas
    horas...
    (Una voz afuera).- ¡Abrid la puerta!
    Madav.- ¿Lo has oído, jefe? ¡A ver si son ladrones!
    El jefe.- ¿Quién llama? ¡Lo pregunta Panchanan, el jefe!
    ¡Atreveos!... Ya lo estáis viendo; se acabó el ruido... ¡Que no
    puede nada la voz de Panchanan!... ¡A ver, venga ese ladrón
    valiente!
    Madav (mirando receloso por la ventana).- Sí, sí; ¿no habían de
    callar? ¡Como que han echado abajo la puerta!


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    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
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    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
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    Mensaje por Maria Lua Jue 08 Sep 2022, 08:42

    Escena octava

    (Dichos y el Heraldo del Rey)

    El Heraldo del Rey (entrando).- ¡Nuestro Rey soberano llega esta
    noche!
    El jefe.- ¡Dios santo!
    Amal.- ¡Heraldo, Heraldo!, ¿a qué hora llegará?
    El Heraldo del Rey.- En la segunda vela.
    Amal.- ¿Cuando mi amigo el guarda toque el gongo en las
    puertas del pueblo: Din, don, din... Din, don, din?...
    El Heraldo del Rey.- Sí, entonces.
    Y el Rey manda delante a su médico más sabio, para que cuide
    a su amiguito.


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    Mensaje por Maria Lua Jue 08 Sep 2022, 08:43

    Escena novena

    (Dichos y el Médico Real)

    El Médico Real (entrando).- ¿Qué es esto? ¿Por qué está todo tan
    cerrado? Abrid de par en par...
    (Toca a Amal). ¿Cómo estás tú, hijo mío?
    Amal.- Muy bien, señor médico del Rey; estoy muy bien. Ya no
    me duele nada. ...¡Ay, qué gusto da esto tan abierto y tan
    fresco!
    ¡Ahora sí que veo temblar las estrellas en la oscuridad!
    El Médico Real.- ¿Crees que podrás levantarte esta noche, a las
    velas medias, cuando llegue el Rey?
    Amal.- ¡Ya lo creo que sí! ¡Tengo unas ganas de levantarme hace
    tanto tiempo! Le voy a decir al Rey que me enseñe la estrella
    polar... Debo haberla visto muchas veces, pero no sé bien cuál
    es...
    El Médico Real.- Él te lo dirá todo. (A Madav). Adornad de flores
    el cuarto, para el Rey.
    (Señalando al Jefe). Y ése, que se vaya de aquí...
    Amal.- ¡No, déjalo, señor médico, que es amigo mío! Él fue
    quien me trajo la carta del Rey...
    El Médico Real.- Muy bien, hijo mío; si es tu amigo, que se
    quede.
    Madav (hablando al oído a Amal).- Amal, hijo, ya ves cuánto te
    quiere el Rey, que él mismo viene a verte... Pídele algo, que ya
    tú sabes lo desgraciados que somos...
    Amal.- Sí, sí, tío; no te apures tú; ya lo tengo pensado.
    Madav.- ¿Y qué le vas a pedir?
    Amal.- Le voy a pedir que me haga cartero suyo, para ir de
    puerta en puerta, por todas partes, repartiendo sus cartas...
    Madav (golpeándose la frente).- ¡Pobres de nosotros! ¿Eso le vas
    a pedir?
    Amal.- ...Tío, ¿y qué le daremos al Rey, cuando venga?
    El Heraldo del Rey.- Ha dicho que se le prepare arroz dorado...
    Amal.- ¡Arroz dorado! ¡Señor jefe, tú tenías razón! ¡Sí, tú fuiste
    el primero que lo dijo! ¡Tú lo sabías todo, todo!...
    El jefe (al Heraldo).- Si avisan a mi casa, podría el Rey...
    El Médico Real.- No es necesario... Y ahora, callad todos, que se
    está durmiendo... yo me sentaré a su cabecera... Se está
    quedando dormido... Apagad la lámpara...
    Que sólo entre el resplandor de las estrellas... Callad, que se
    ha dormido...
    Madav (al viejo).- ¿Qué haces ahí, como una estatua, con esas
    manos juntas?... ¡Estoy más nervioso!
    ...?Tú crees que es bueno todo esto? ¡Este cuarto tan oscuro!
    ...Yo no creo que le haga ningún beneficio al niño la luz de las
    estrellas...
    El viejo.- ¡Descreído, calla!


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    Mensaje por Maria Lua Jue 08 Sep 2022, 08:44

    Escena décima

    (Dichos y Sada)

    Sada (entrando).- ¡Amal!
    El Médico Real.- Está dormido.
    Sada.- Es que le traía unas flores... ¿Me dejas que se las ponga
    en sus manos?
    El Médico Real.- Sí, pónselas.
    Sada.- ¿Cuándo se despertará?
    El Médico Real.- Cuando el Rey venga y lo llame.
    Sada.- ¿Quieres decirle bajito una cosa de mi parte?
    El Médico Real.- ¿Qué quieres que le diga?
    Sada.- Dile que Sada no lo ha olvidado...






    Fin de la obra


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    Mensaje por Maria Lua Sáb 10 Sep 2022, 09:52

    El fin


    [Cuento - Texto completo.]

    Rabindranath Tagore


    Madre, ha llegado la hora de que me vaya. Me voy.

    Cuando la oscuridad palidezca y dé paso al alba solitaria, cuando desde tu lecho tenderás los brazos hacia tu hijo, yo te diré: ‘El niño ya no está’. Me voy, madre.

    Me convertiré en un leve soplo de aire y te acariciaré; cuando te bañes, seré las pequeñas ondas del agua y te cubriré incesantemente de besos.

    Cuando, en las noches de tormenta, la lluvia susurrará sobre las hojas, oirás mis murmullos desde tu lecho, y de pronto, con el relámpago, mi risa cruzará tu ventana y estallará en tu estancia.

    Si no puedes dormirte hasta muy tarde, pensando siempre en tu niño, te cantaré desde las estrellas: ‘Duerme, madre, duerme’.

    Me deslizaré a lo largo de los rayos de la luna hasta llegar a tu cama, y me echaré sobre tu pecho mientras duermas.

    Me convertiré en ensueño, y por la estrecha rendija de tus párpados descenderé hasta lo más profundo de tu reposo. Te despertarás sobresaltada y mientras mires a tu alrededor huiré en un momento, como una libélula.

    En la gran fiesta de Puja, cuando los niños de los vecinos vengan a jugar en nuestro jardín, yo me convertiré en la música de las flautas y palpitaré en tu corazón durante todo el día.

    Llegará mi tía, cargada de regalos, y te preguntará: ‘Hermana, ¿dónde está el niño?’ Y tú, madre, le contestarás dulcemente: ‘Está en las niñas de mis ojos, es
    tá en mi cuerpo, está en mi alma’.


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    Mensaje por Maria Lua Sáb 10 Sep 2022, 22:12

    El hombrecito


    [Cuento - Texto completo.]

    Rabindranath Tagore


    Soy pequeño porque soy un niño.

    Seré grande cuando sea tan viejo como mi padre.

    El maestro me dirá: ‘Vamos, es tarde, trae la pizarra y los libros’.

    Y yo le contestaré: ‘¿Pero no has visto que soy mayor como papá? No necesito más lecciones’.

    El maestro quedará sorprendido y dirá: ‘Sí, puede dejar los libros, si quiere, porque ya es un hombre’.

    Me vestiré solo y me iré a la feria, donde hay tanta gente.

    Mi tío correrá hacia mí, diciéndome: ‘Te perderás, chiquillo, deja que te acompañe’.

    Y yo le contestaré: ‘¿Pero no ves, tío, que ya soy mayor como papá? Quiero ir a la feria solo’.

    Y mi tío dirá: ‘Sí, ahora puede ir donde quiera, ya es un hombre’.

    Cuando mi madre vuelva del baño verá que estoy dándole dinero al ama, pues sé abrir la caja con la llave.

    Me dirá: ‘¿Pero qué estás haciendo, infeliz?’ Y yo le contestaré: ‘¿Pero no ves, madre, que ya soy mayor como papá y que debo pagar a mi ama?’ ‘Es verdad’, pensará mi madre, ‘puede dar dinero a quien quiera, porque ya es un hombre’.

    Mi padre volverá a casa para las vacaciones de octubre, y creyéndome todavía un niño me traerá de la ciudad zapatitos y vestiditos de seda.

    Y yo le diré: ‘Dáselos a mi hermano mayor, padre, porque yo ya soy tan grande como tú’.

    Y padre pensará: ‘Sí, puede comprarse sus vestidos él mismo, si así lo quiere, porque ya es un hombre’.


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    Mensaje por Maria Lua Sáb 10 Sep 2022, 22:14

    El marinero


    [Cuento - Texto completo.]

    Rabindranath Tagore


    La embarcación del botero Madhu está atracada en el muelle de Rangún.

    Guarda una inútil carga de yute y desde hace muchísimo tiempo permanece allí, ociosa.

    Si Madhu me prestara su barco, yo lo equiparía con cien remeros e izaría cinco, seis o incluso siete velas.

    Nunca lo llevaría a los estúpidos mercados.

    Navegaría los siete océanos y los trece ríos del país de las hadas.

    Pero tú, madre, no tienes que llorar a escondidas por mi ausencia.

    No iré al bosque como Ramachandra, que tardó catorce años en volver.

    Seré el príncipe del cuento de hadas y llenaré mi barca con todo lo que me plazca.

    Llevaré conmigo a mi amigo Ashu, y así navegaremos alegremente los siete océanos y los trece ríos del país de las hadas.

    Nos haremos a la mar al amanecer.

    Al mediodía, cuando tú te bañas en el estanque, nosotros estaremos ya en el país de un rey fabuloso.

    Cruzaremos el estrecho de Tirpuni y dejaremos tras de nosotros el desierto de Tepantar.

    Cuando volvamos, casi será de noche y te contaré todo lo que hayamos visto.

    Navegaré los siete océanos y los trece ríos del país de las hadas.






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