por Maria Lua Mar 06 Sep 2022, 07:52
Escena segunda
(Amal, Madav y el viejo -”que viene vestido de faquir”-)
Amal.- ¡Míralo, ahí está! ¡Faquir, faquir, vente conmigo!
¡Siéntate aquí en mi cama!
Madav.- ¡Tonto!, pero si es...
El viejo (guiñándole un ojo a Madav).- ¡Yo soy el faquir!
Madav (al viejo).- ¡El diablo eres! ¡Si no lo viera, no lo creería!
Amal.- ¿Dónde has estado hoy, faquir?
El viejo.- Pues ahora mismo vengo de la Isla de los Loros.
Madav.- ¿La Isla de los Loros?
El viejo (a Madav).- ¡Sí, la Isla de los Loros! ¡Qué! ¿Te crees,
hombre, que yo soy como tú?... No tengo más que cojer mis
pies, y me voy adonde quiero; ¡y sin costarme nada!...
Amal (palmoteando).- ¡Qué bien!
¡Qué gusto debe dar eso! ¿No olvidarás que me has prometido
llevarme en tu comitiva cuando esté bueno?
El viejo.- Sí. ¡Y te voy a enseñar unas mantras de caminantes,
que nada, por mares, bosques ni montañas, podrá cerrarte el
paso!
Madav.- Pero ¿qué enredo es éste?
El viejo.- Amal, hijo; nada, en mares ni montañas, puede
hacerme retroceder... Ahora, que si el médico y este tío que
tienes se conjuran contra mí, no hay majia que me valga...
Amal.- No; tío no se lo dirá al médico, y yo te prometo no
moverme de la cama. Pero el primer día que me ponga bueno,
me iré contigo; ¡y nada, en mares, ni montañas ni torrentes,
podrá cerrarme el paso!
Madav.- Me das pena, hijo, siempre pensando en irte...
Amal.- Oye, faquir, ¿cómo es la Isla de los Loros?
El viejo.- Pues es la tierra de las maravillas. Allí viven todos los
pájaros del mundo, y no hay un hombre siquiera; y no creas tú
que se habla allí ni se anda; sólo cantar y volar.
Amal.- ¡Qué hermosura! ¿Y hay algún mar allí junto?
El viejo.- ¡Claro!, la Isla está en medio del mar...
Amal.- ¡Y habrá unos montes muy verdes!...
El viejo.- Toda la Isla está llena de montes verdes. Y cuando va a
ponerse el sol, y las laderas, rojas, resplandecen, los pájaros
vuelven en bandadas, volando con sus alas verdes, a sus nidos.
Amal.- ¿Y hay cascadas?
El viejo.- ¡Pues no ha de haberlas!
Todos los montes tienen su cascada; y parecen de diamantes
derretidos.
¡Si tú vieras lo que juega el agua, y cómo cantan las piedras
con ella cuando se echa al mar, saltando!
¡Al agua sí que no la para ningún diantre de médico!... Sigo; los
pájaros me miraban como miran a los hombres. Ya tú ves, ¡como
nosotros no tenemos alas!... Y no querían nada conmigo... Si no
fuera por eso, yo te aseguro que me haría una choza entre los
nidos y me pasaría allí mi vida contando las olas del mar.
Amal.- ¡Ay, si yo fuese pájaro! Entonces...
El viejo.- Pero eso ya no podría ser, Amal. A mí me han dicho
que tú le has hablado al lechero para vender quesitos con él,
cuando seas mayor; y como a los pájaros no les gustan los
quesitos, me parece que te saldría mal tu negocio...
Madav.- ¡Vamos, me vais a volver loco entre los dos! ¡No puedo
con vosotros! ¡Me voy!
Amal.- ...Tío, ¿vino el lechero?
Madav.- ¿Pues querías que no viniera? Él no se romperá la
cabeza entre los nidos de la Isla de los Loros, llevando recados a
tu faquir favorito; pero ha dejado una lata de quesitos para ti, y
me ha dicho que te diga que no ha podido detenerse más
porque como se casa su sobrina, tenía que ir a Kamlipara por la
banda de música.
Amal.- ¡Si me iba a casar a mí con su sobrinita!
El viejo.- ¡Dios del cielo! ¡Pues buena la hemos hecho!
Amal.- ...Me dijo a mí que ella iba a ser mi novia chiquitita, y
que iba a estar tan linda con sus zarcillos de perlas en las orejas
y vestida con un preciosísimo sari grana... Y al amanecer, ella
ordeñaría con sus propias manos la vaca negra, y me traería la
leche calentita, toda llena de espuma, en un cantarillo nuevo,
para que yo me la bebiera. Y cuando oscureciese, iría ella al
establo con la lámpara, a dar una vuelta... Y luego vendría y se
sentaría a mi lado a contarme el cuento de Champaca y sus siete
hermanos...
El viejo.- ¡Qué bien! La verdad es que, aunque soy un faquir,
¡me están dando unas tentaciones!... ¡Pero no te importe a ti
que se case la sobrina del lechero! ¡Déjalo! ¡Lo que te sobrarán
serán sobrinas del lechero cuando tú vayas a casarte!
Madav.- ¡Cállate de una vez! ¡No puedo oírte con calma! (Sale).
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