W.H. Auden
Wystan Hugh Auden (York, Reino Unido, 1907 - Viena, 1973) Poeta, ensayista y libretista estadounidense de origen británico. Junto a Cecil Day-Lewis, Louis MacNeice y Stephen Spender, W. H. Auden representó la más rica e interesante producción de su época. En su primera etapa de abierto compromiso de izquierda, se apoyó en las innovaciones rítmicas introducidas por G.M. Hopkins para construir una poesía vigorosa de contenida emoción; tras la Segunda Guerra Mundial, Auden se refugió en un moderado anglicanismo, desde el cual retomó formas más tradicionales y las renovó radicalmente al introducirles términos psicoanalíticos, científicos, técnicos, filosóficos y religiosos. Surgió de esa mezcla una poesía coloquial y moderna a la vez, de sensibilidad compleja, de excepcional y versátil fuerza, cuya influencia ha sido enorme.
Nacido en el seno de una familia católica, manifestó una pronta atracción por la poesía. Su reputación en este campo empezó a verse reconocida a partir de 1928, en que Stephen Spender, compañero de estudios en la Universidad de Oxford, hizo una edición privada de sus poemas. Tras graduarse ese mismo año, impartió clases en distintos centros británicos, colaborando con su compañero de la infancia, Christopher Isherwood, en dramas en verso como El perro bajo la piel (1935) y La subida del F-6 (1936).
El tono profético y el contenido social de sus poemas lo convirtieron en el poeta clave de la lírica británica de la década de 1930. El convencimiento que expresan las obras de este período de que la fuerza de la palabra y la acción política podían cambiar el curso de la historia se vio trágicamente cuestionado a raíz del estallido de la guerra civil española. La derrota de la causa republicana y el avance del fascismo en Europa le obligaron a replantearse su concepción del arte: lejos de influir en el curso de la historia, aquél no era más que un producto de ésta.
A pesar de las críticas que le llegaban desde su patria por lo que se consideraba una «huida», en 1939 fijó su residencia en Estados Unidos. Allí conoció a Chester Kallman, un joven poeta con el cual compartiría el resto de su vida. Fruto de la colaboración entre ambos fueron algunos de los más perfectos libretos de ópera de la historia del género: La carrera del libertino (1951), con música de Stravinski; Elegía para jóvenes amantes (1961) y Los basáridas (1966), ambas para Henze. Su última etapa creativa estuvo marcada por su aproximación al cristianismo y su preocupación por la adecuación entre arte y verdad: La edad de la ansiedad (1947), El escudo de Aquiles (1955), En torno a la casa (1965).
POEMAS:
1. De 1927 a 1932
EL AGENTE SECRETO
Controlar los permisos, comprendió, era la llave
De este nuevo distrito, pero ¿quién la obtendría?
Así él, diestro agente, fue a caer en la trampa
Que con viejos engaños urdiera un falso guía.
En Greenhearth halló un buen enclave para un embalse
Y una central eléctrica, al que sólo faltaba
El enlace por tren. Ignoraron sus cables:
Los puentes sin hacer, pronto habría problemas.
Los sones de la calle le resultaron gratos
Después de un tiempo en el desierto. Despierto por el agua
Que se escapaba a oscuras, a menudo le había
Censurado a la noche que fuera un compañero
Ya vislumbrado en sueños. Habría tiros, por supuesto,
Para luego apartarse fácilmente quienes nunca se unieran.
W.H. Auden (Enero 1928)
(Traducción de Jordi Doce)
AHORA MÁS ALTOS
Ahora más altos, recordamos anocheceres semejantes
Mientras andamos por un jardín tranquilo
Donde el arroyo fluye sobre la grava, lejos del ventisquero.
Las noches traen nieve y un bramido insensible
Bajo los promontorios barridos por el viento,
Puesto que el Adversario hizo preguntas muy sencillas
En sendas solitarias.
Ahora alegres, no obstante, aunque no más cerca uno del otro,
vemos granjas iluminadas a lo largo del valle;
Abajo, en el molino, el ruido de martillos se detiene
Y los hombres regresan al hogar.
Los sonidos del alba traerán
Libertad para algunos, mas no esta paz
Que ningún pájaro puede contradecir: que sólo aquí discurre, pero basta
Para cuanto, amado o padecido, se cumple en esta hora.
W.H. Auden (Marzo 1928)
(Traducción de Jordi Doce)
QUE LA HISTORIA ME JUZGUE
No dejamos ningún preparativo al azar,
Hicimos acopio de firmas,
Revisamos los cálculos una y otra vez
Y asignamos las granjas.
Expedimos las órdenes al caso
En estas ocasiones:
La mayoría obedeció, como era de esperar,
Aunque también se oyeron quejas;
Por lo común, contra la práctica
De nuestro viejo derecho de pernada:
Hubo incluso un conato de insurgencia,
Muchachos nada más.
A ninguno se le ocurrió
Crear ningún disturbio grave,
Pues la vida se hacía inconcebible
Si no ganábamos.
La opinión comúnmente aceptada
Dice que no hay excusa,
Aunque a la luz de ciertas investigaciones
Muchos verían el motivo
En una forma no infrecuente de terror;
otros, aún más astutos,
Señalan la semilla de la equivocación
En el comienzo mismo del proceso.
En lo que hace a nosotros,
Nos queda al menos nuestro honor,
Y una oportunidad bastante razonable
De salvar nuestras facultades hasta el fin.
W.H. Auden (Diciembre 1928)
(Traducción de Jordi Doce)
ALGUIEN LIBRE
Observa cualquier día sus poses indiferentes, mira
Su diestro manejo de un gabán mientras
Entra en los coches, envidia del mendigo.
“Hay alguien libre”, dicen muchos, pero se equivocan.
Él no es ese conquistador que vuelve,
Ni tampoco el circunnavegador de los polos.
Sino que, confiado entre horribles caídas sobre el filo de la navaja,
Se ha enseñado a sí mismo este equilibrado subterfugio
De un solícito perfil, de un andar erguido.
La canción, la acción variada de la sangre,
Ahogaría el aviso del bosque de hierro,
Cancelaría la inercia de los enterrados.
Viajando durante el día de casa en casa,
El camino más largo para un sosiego intrínseco,
Con la fidelidad del amor y con la debilidad del amor.
W.H. Auden
(Traducción de Margarita Ardanaz)
LA PREGUNTA
Hacer la difícil pregunta es fácil
Preguntar al conocerse
Con la sencilla mirada del encuentro
A qué van éstos
Y cómo lo hacen:
Hacer la difícil pregunta es fácil,
El acto sencillo del deseo confuso.
Pero la respuesta
Es difícil y difícil de recordar:
Sobre gradas o en tierra firme
Los oídos escuchan
Las palabras del encuentro,
Los ojos miran
A las manos que ayudan
Nunca están seguros
De lo que aprenden,
De cómo están hechas estas cosas,
Y olvidar escuchar o ver
Hace fácil el olvido;
Sólo recordar el método del recuerdo,
Recordar sólo de otra forma,
Solo la mentira extrañamente excitante,
Asustados
De recordar lo que el pez ignoraba,
Cómo escapó el pájaro, o si la oveja obedeció.
Hasta que perdida la memoria
Pájaro, pez y oveja resultan fantasmales,
Y los fantasmas deben hacer de nuevo
Lo que les da dolor.
La cobardía llora
por los cielos ventosos,
La frialdad por el agua,
La obediencia por un dueño.
¿Recuperará la memoria
Las gradas o la tierra,
el rostro y el lugar del encuentro;
Vivirá el pájaro,
Nadará el pez,
Y obedecerá la oveja
A la manera ovejuna;
Puede el amor recordar
La pregunta y la respuesta,
pues el amor recobra
Lo que ha sido oscuro, y rico y cálido en conjunto?
W.H. Auden
(Traducción de Margarita Ardanaz)
LOS OBSERVADORES
Acodado en el alféizar me asomo a ver la noche:
El rostro amarillento del reloj de la iglesia, la luz verde del muelle
Llameando en honor de otro año imprudente;
Zumba el silencio en mis oídos;
Se apagaron las luces de familias vecinas.
Bajo la oscuridad todo parece inmóvil;
La gran lila, lo mismo que una conspiradora,
Se hace la muerta sobre el césped,
Y arriba, junto al asta de bandera, la Osa Mayor
Cuelga como un portento sobre Helensburgh.
Oh Señores del Límite, que trabajáis con luz y oscuridad
Disponiendo un tabú entre diestra y siniestra,
Los tranquilos gemelos influyentes
De los que emana toda propiedad,
Miradnos esta noche con indulgencia.
Nadie os ha visto: nadie puede decir, “Hace muy poco...
Aquí. Mire estas huellas... Andan cerca, al acecho”,
Pero en mis pensamientos, esta noche,
Me parecéis figuras que vi una vez en sueños,
Los robustos guardianes de una finca rural.
Los fusiles al hombro, con lluvia o cielo claro,
Apostados en puertas o altozanos,
Junto a puentes y sotos os sabemos ahí:
Vuestra insomne presencia con su eterna amenaza
Nos invita a apreciar la paz de que gozamos.
No miréis muy de cerca, no seáis muy veloces;
Nadie nos ha invitado, pero estamos enfermos,
Usando los ardides del topo, las maneras
Del pavo o el sombrío coraje de la rata,
Y sólo con un truco sabremos despistaros.
La órbita del año se adentra en el verano.
Qué importa si el hambriento visionario
Ha visto el carnaval dentro de nuestras verjas,
Vuestros cuerpos pisoteados por las calles...
Aún vuestro poder nos hace falta: empleadlo, que nadie
Abandone su mesa llevado de un impulso,
Lanzándose de pronto, insensible ante el daño,
Con peligro en un cuarto o girando salvaje-
-mente sobre los campos igual que una peonza,
Barriendo y abatiendo por entre el día insomne.
W.H. Auden (Febrero 1932)
(Traducción de Jordi Doce)
(Continuará)
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