ANTONIO ARNAO (1828-1889)

ANTONIO ARNAO


“GOTAS DE ROCÍO”
(madrigales)




MÚSICA LEJANA

Inefables sonidos,
Como de alegre música lejana,
Por el aire esparcidos,
Llegan á tus oidos
Con el viento sutil de la mañana.
¿Son de canoras aves
Que al sol primaveral trinan suaves?
¡Oh madre venturosa!
Esos rumores en tu mente fijos
Que te parecen música armoniosa
Y de gozo te engríen,
Son las gárrulas voces de tus hijos
Que juegan y que cantan y que ríen.

ANTONIO ARNAO


“GOTAS DE ROCÍO”
(madrigales)




VIDA FALSA

Tu dicha no me engaña:
Placer ilimitado
Parece como esclavo a tu servicio;
La risa te acompaña;
Ni jamás has llorado,
Ni entiendes lo que vale el sacrificio.
El mundo ves propicio,
Y, exento de dolores,
Encuentras por doquier senda de flores.
Cuantos dones acopia la fortuna
Otros tantos recibes;
Mas no te envidio de manera alguna:
Tú gozas, es verdad, pero no vives.

ANTONIO ARNAO


“GOTAS DE ROCÍO”
(madrigales)



COMO EL CIELO

Es muy triste la tarde:
Velóse el sol que en los espacios arde;
La tormenta escondida
Entre nubes se encierra,
Y en lágrimas de fuego convertida
Se ve la lluvia salpicar la tierra.
Esa lluvia pesada y silenciosa,
Ese cielo anublado
¡Oh madre cariñosa!
Recuerdan a mi pecho contristado
Las lágrimas de fuego que bajaban
Del anublado cielo de tus ojos
Cuando, del llanto rojos,
Al hijo de tu amor muerto lloraban.

ANTONIO ARNAO


“GOTAS DE ROCÍO”
(madrigales)


. LAURA.

Donosa cual ninguna,
Ninfa gentil del baile en los saraos,
Parece su mirar rayo de luna
De negra noche tras el denso caos.
¿Habla? Su dulce acento
Recuerda la armonía
Con que gime en los árboles el viento.
¿Canta? Su voz suave
Las almas extasía
Más melodiosa que el trinar del ave.
Donde ostenta sus gracias inocentes
Logra la justa palma:
¿No la conoces, no? Por eso sientes
Helado el corazón y en paz el alma.

ANTONIO ARNAO


“GOTAS DE ROCÍO”
(madrigales)



NUEVO PROMETEO

Aherrojado a la roca
Por su impotencia y su soberbia loca,
Envejecidas fábulas extrañas,
Pintan a Prometeo,
Víctima triste de su audaz deseo,
Y rasgándole un buitre las entrañas.
Aquel desventurado
Símbolo fue del hombre que en mal hora
Dentro del corazón atormentado
Por aciaga pasión devoradora,
Y en arcano profundo
Desconocido al mundo,
Sin esperanza de victoria lidia
Con el mudo tormento de la envidia.

ANTONIO ARNAO


“GOTAS DE ROCÍO”
(madrigales)




DOS AMORES

¡Cómo envidian mi suerte
Los que decir te escuchan que me adoras,
Mientras yo no consigo comprenderte!
En tus palabras creo,
Pero las pruebas de tu fe no veo,
Y sin poder apellidarte ingrata
Ni infiel a mi cariño, a todas horas
Tu amor, que es vida de mi ser, me mata.
Dirás que desvarío
Cuando lo juzgo nieve junto al mió;
Mas mi dicha ilusoria
Patentizan mis penas:
Yo vivo, cuando más, en tu memoria;
Tú vives en la sangre de mis venas.

ANTONIO ARNAO


“GOTAS DE ROCÍO”
(madrigales)



LEY DEL SABER.

El sabio que a la ciencia
Codiciados tesoros arrebata,
Galardón de la humana inteligencia;
El bardo que dilata
Su noble fantasía
Por la región de perdurable día;
El artista inspirado
Que reproduce la beldad viviente
Sobre mármol o lienzo inanimado,
Fecundizan el numen de su mente
Si al cielo rinden gratitud piadosa;
Mas el que, ajeno a la humildad modesta
Que vago hechizo presta,
De soberbia satánica rebosa,
Es, cuando necio de valer presume,
Ramo gentil de flores sin perfume.

ANTONIO ARNAO


“GOTAS DE ROCÍO”
(madrigales)


CIEGO Y SORDO


El hombre cuyos ojos
Cubrió desde el nacer opaco velo,
No lleva con estériles enojos
Turbado el corazón y en desconsuelo;
Mas el que nunca por el muerto oído
Sintió pasar el mágico sonido
De la palabra humana,
Lucha triste y se afana
Con oculto dolor desconocido.
Es que en su mal profundo
Sólo no puede aquél, sin luz del día,
Ver la belleza material del mundo
Que los ojos aplace,
Mas éste ve su espíritu sin vía
Que al mundo del espíritu le enlace.

ANTONIO ARNAO


“GOTAS DE ROCÍO”
(madrigales)


CUADRO SIN VIDA.

Pláceme contemplar el bosque ameno,
La esfera azul, el valle florecido,
Y el vasto mar sereno,
Y el arroyo entre hierbas escondido.
En cuadro apetecido
Todo lo tengo aquí: por dondequiera
Con grato asombro veo,
Bajo la luz que vierte lisonjera
Graciosa primavera,
Galas que sobrepujan al deseo.
Pero ¿por qué perturba mi alegría
Profundo anhelo que traidor me asalta?
¡Oh dulce amada mía!
Donde faltas, mi bien, todo me falta.

ANTONIO ARNAO


“GOTAS DE ROCÍO”
(madrigales)



GUTIERRE DE CETINA.

Hablar con unos ojos,
Rindiéndose al poder de su belleza
Entre amantes enojos;
Mostrarles melancólica terneza
Con palabras de fuego
Que son cual dardos de cariño ciego;
Embelesar el alma de la hermosa,
Su esquivez desarmando,
Y vencer en contienda rigurosa
Con dulce madrigal de acento blando
Que a la piedad inclina...
¿Quién lo consigue sin rival?—Cetina.

ANTONIO ARNAO


“GOTAS DE ROCÍO”
(madrigales)


AL FIN DE LA JORNADA.

¿No ves al jadeante peregrino
Que cuando el fin de su jornada advierte
Descansa lacio al margen del camino,
En donde absorto piensa
Si por benigna suerte
Lograrán sus afanes recompensa?
Pues en igual estado
Que el pobre caminante,
De mis arduas empresas fatigado,
Reposo breve-instante;
Codiciando saber si afortunado,
De ti, lector amigo,
Palma de triunfo en galardón consigo.


fin de los madrigales

ANTONIO ARNAO


“GOTAS DE ROCÍO”
(madrigales)




ÚNICO RECUERDO

Como rayo de sol resplandeciente
Del cristal a través límpido pasa
Sin dejar tras de sí rastro ni huella,
Tal el amor ardiente,
Rayo fugaz, el corazón abrasa
De versátil doncella.
Las amarguras que liviana infunde
Con duro pecho esquivo,
Su olvido fácil entre sombras hunde,
Y en la quimeras que su mente fragua
Signos parecen sobre el haz del agua.
Mas cual recuerdo vivo
Grabado en su memoria
Hay una ofrenda que jamás olvida:
La que fue, para dicha transitoria,
Primera flor a su beldad rendida.

Ahora sí, ahora es el fin de los madrigales. Me quedaba por exponer el último y he aquí.
Gracias

ANTONIO ARNAO



"HIMNOS Y QUEJAS"



AL EXGMO. SEÑOR
DON MANUEL LOPEZ DE SANTAELLA,
Comisario general de la Santa Cruzada.




LA GRATITUD.
Victoriam et honorem acquiret
qui dat munera: animam autem
aufert accipientium.
………………………..LlB. PROB.


¿No ves, señor, la palma?
que sucumbe'al furor del ronco viento?
Así lloraba el alma
con hondo desaliento
bajo el rigor de bárbaro tormento.

Los bienes que ofrecía
mi juvenil edad al goce ajena
no eran dulce alegría,
ni paz de encanto llena;
desamparo tan solo, estéril pena.

Entonces que en mi pecho
clavaba el infortunio áspero diente,
y en mi dolor deshecho
se apagaba en la mente
de la esperanza el rayo refulgente ;

tú con próvida mano
el negro cáliz a romper viniste
de mi dolor tirano ;
tú para el alma triste
iris de paz y de esperanza fuiste.

Por eso cuando inflama
la tierra, el mar, y la celeste cumbre
la aurora en viva llama;
con santa dulcedumbre,
y envuelta en rayos de divina lumbre,

la gratitud desciende
cual ángel del Señor al pecho mió;
y en el fuego que enciende
vertiendo almo rocío,
me enseña a bendecir tu nombre pió.

Y qué! Solo mi acento
en pago á tu bondad ha de ensalzarte ?
Oye el clamor del viento :
ve cual en toda parte
brota sacro laurel para premiarte.

Escucha la voz santa
de gratitud y de entusiasmo llena
que al cielo te levanta:
ella en tu gloria suena
en la orilla del Tibor y del Sena.

Ora el que remontando
su pensamiento a Grecia esclarecida,
y el cincel manejando ,
con alma de fe henchida,
en el mármol infunde aliento y vida;

ora el que con divino
pincel, aspira a la gloriosa alteza
del claro sol de Urbino,
y su augusta belleza
arrebata a la gran naturaleza;

ya el vate que inspirado
ciñe en verde laurel arpa sonora;
ya el que levanta osado
con llama engendradora
el sacro templo donde á Dios se adora;


con entusiasmo ardiente,
y arrebatados de inmortal ternura,
preparan a tu frente
corona excelsa y pura
que no marchitará la muerte dura.


¿ Que gloria mas sublime
ni laurel mas augusto el hombre alcanza
que al mísero que gime
ser puerto de bonanza,
iris grato de paz, so) de esperanza ?

Ni el ínclito guerrero
que en el campo de muerte se corona
blandiendo crudo acero,
ni el sabio a quien pregona
clarin de fama desde zona a zona;

ni el que impone sus leyes
a los sumisos pueblos con espanto
en trono de cien reyes,
viven en fama tanto
como del dulce bien el nombre santo.

Por eso tú que fuiste
numen al genio en soledad perdido,
ángel de luz al triste,
tu nombre esclarecido
salvarás de la noche del olvido.

Y pues mi ruda lira
solo consagro al bien , astro del hombre,
yo al fuego que me inspira
dilataré tu nombre
para que al mundo con su brillo asombre

Y acatará tu gloria
la ciega envidia que a tus pies contemplo;
y eterna tu memoria,
do bondad vivo ejemplo,
aquí en mi corazón tendrá su templo.

Marzo 1851

ANTONIO ARNAO



"HIMNOS Y QUEJAS"



Introducción

Si peregrinos en el triste suelo
cruzando vamos por difícil senda
sin ver la dulce paz, hija del cielo,
de la dicha del hombre única prenda;
¿no habrá un rayo de luz y de consuelo
que a los abismos del dolor descienda?
¿Ningún alivio el corazón recibe
en este valle en que penando vive?

Sí: Dios lo manda!—Como el sol fulgente
su disco alzando a coronar la altura
arrebata vencidas a occidente
las negras sombras de la noche oscura,
así en el alma del mortal doliente
que amarga copa resignado apura
nítido rayo desde el cielo lanza
la viva luz del sol de la esperanza.

Ella al mortal que con valor camina
hace ver a sus claros resplandores
en llano inmenso de punzante espina
angosta senda de lozanas flores:
ventura, paz, consolación divina
vierte pródiga en él, si en los dolores
besando con amor la diestra santa
al alto cielo su oración levanta.

Yo que también por mi desdicha atado
al lazo duro de mortal cadena,
en vez de rico floreciente prado
cruzo la soledad de abrojos llena;
por conseguir alivio a mi cuidado,
para calmar mi rigorosa pena,
al cielo miro en inmortal deseo
y en él la luz de mi esperanza veo.

Cuando al cruzar las puertas de la vida
hallé una tierra fértil y lozana,
encontré la ventura apetecida;
quise cogerla y se deshizo vana.
Al feliz desengaño el alma herida
despertó a la verdad, luz soberana :
sentí calmarse su dolor deshecho
y la esperanza renació en mi pecho.

Tendí los ojos y do quier miraron
del Hacedor las maravillas santas;
y ya erizadas cumbres encontraron,
negros abismos, ásperas gargantas;
ya fértiles llanuras columbraron
de mieses, aguas, árboles y plantas,
a lo lejos el mar en ronco estruendo,
y el rojo sol en el cénit luciendo.

Y en dulce voz y música sonora
unieron arpa y corazón su canto,
bendiciendo la mano bienhechora
que hace brotar o enjuga nuestro llanto:
ya tierna voz del que ferviente adora,
ya de temor sublime o gozo santo,
los himnos en que el arpa prorrumpía
eran pedazos ay 1 del alma mía.

Himnos de gloria al que celeste impera
tras el espacio azul que cubre el mundo;
himnos de asombro al que en veloz carrera
hace tronar la nube en son profundo;
himnos de amor al que en la tierra entera
derrama con el sol calor fecundo,
y al que ensalza la humilde florecilla,
y al que en la lumbre de la aurora brilla.

Lleno de gozo y de inocencia pura
corrí a los brazos del mortal mi hermano,
mas respondió a mi cándida ternura
con ceño adusto o con rencor insano.
Ni amor sencillo, ni amistad segura
quiso pagar su corazón tirano;
y comprendí aunque tarde que la tierra
no es el lugar donde el amor se encierra.

Entonces sin querer el labio mio
en hondas quejas prorrumpió doliente;
quejas amargas que el dolor impío
me arrancaba del alma aun inocente;
mas presto descendió blando rocío
a refrescar mi corazón ardiente;
y la queja mortal de mi amargura
tornóse al fin lamento de ternura.

Así entre el santo amor que inspira el cielo
y las vanas pasiones de la tierra,
ya mirándola estrella del consuelo,
ya del dolor en la enconada guerra,
siguiendo siempre el rutilante vuelo
de la verdad, que nuestro bien encierra ,
sin pretender inmarcesible palma
en el arpa del vate cantó el alma.

Si por dicha mi canto dolorido
que ternura, y amor, y fe, pregona,
mereciese el laurel esclarecido,
del noble vate espléndida corona;
a dicha tanta de entusiasmo henchido,
—como el alma en sus sueños ambiciona—
cifrara yo mi orgullo y mi alegría
en rendirlo a tus pies, o patria mía!

marzo—1851

ANTONIO ARNAO



"HIMNOS Y QUEJAS"



INVOCACIÓN.
Laudan* invocaba Dominum...
Da v. x v ii

Señor, tú eres la luz!—Desde la cumbre
do ardiente centelleas,
con los destellos de tu sacra lumbre
la oscurecida inmensidad sondeas.
Excelso te levantas
del orbe sobre el ámbito extendido
pobre escabel de tus augustas plantas;
y entre inmortales coros de victoria,
de tu esplendor ceñido
sol apareces de la eterna gloria.

Escúchame Señor ! Débil y ruda
en su ferviente anhelo
sube a morir mi voz, de asombro muda,
al resonar en tu encumbrado cielo.
Creador nítido rayo
de tu sagrado fuego, en mí derrama:
haz que sacuda tan mortal desmayo;
y de entusiasmo generoso hirviente,
su engendradora llama
la inspiración encenderá en mi mente.

Mira el ardiente espíritu, cual vuela
con vuelo sobrehumano,
para buscar la inspiración que anhela
a los pies de tu trono soberano.
Infunde en él aliento!
¡Solo un destello de la lumbre pura
con que brilla el excelso firmamento!
Así mi voz cuando tu gloria cante,
sin la mortal pavura
de polo a polo sonará triunfante.

Oh! siéntola brotar ! Divino ardiendo
su fuego misterioso,
con su calor el alma enardeciendo
ya la remonta en vuelo poderoso.
¡Tú bendito que enciendes
celestes rayos en la mente inquieta
cuando benigno tu mirada tiendes !
Y pues haces vibrar en himno santo
el arpa del cantor y del profeta
tuyo es mi corazón, tuyo mi canto.

HIMNOS Y QUEJAS"



INVOCACIÓN.
Laudan* invocaba Dominum...
Da v. x v ii

Señor, tú eres la luz!—Desde la cumbre
do ardiente centelleas,
con los destellos de tu sacra lumbre
la oscurecida inmensidad sondeas.
Excelso te levantas
del orbe sobre el ámbito extendido
pobre escabel de tus augustas plantas;
y entre inmortales coros de victoria,
de tu esplendor ceñido
sol apareces de la eterna gloria.

Escúchame Señor ! Débil y ruda
en su ferviente anhelo
sube a morir mi voz, de asombro muda,
al resonar en tu encumbrado cielo.
Creador nítido rayo
de tu sagrado fuego, en mí derrama:
haz que sacuda tan mortal desmayo;
y de entusiasmo generoso hirviente,
su engendradora llama
la inspiración encenderá en mi mente.

Mira el ardiente espíritu, cual vuela
con vuelo sobrehumano,
para buscar la inspiración que anhela
a los pies de tu trono soberano.
Infunde en él aliento!
¡Solo un destello de la lumbre pura
con que brilla el excelso firmamento!
Así mi voz cuando tu gloria cante,
sin la mortal pavura
de polo a polo sonará triunfante.

Oh! siéntola brotar ! Divino ardiendo
su fuego misterioso,
con su calor el alma enardeciendo
ya la remonta en vuelo poderoso.
¡Tú bendito que enciendes
celestes rayos en la mente inquieta
cuando benigno tu mirada tiendes !
Y pues haces vibrar en himno santo
el arpa del cantor y del profeta
tuyo es mi corazón, tuyo mi canto.


Este es un himno clásico y muy valorado dentro de la poesía místico religiosa. No es preciso ser creyente para valorar su calidad.

Besos.

Tú lo has dicho, calidad hay en toda su obra.
Gracias por tu compañía, necesaria siempre, amigo mío.

ANTONIO ARNAO



"HIMNOS Y QUEJAS"





OFRENDA DE LA JUVENTUD

A ti vuelan, Dios mió-,
mis dulces pensamientos;
a ti van los lamentos
que exhala el corazón.
Tiéndeme dulce y pío
tu paternal mirada;
descienda a mí sagrada
la excelsa inspiración.

En ti ve su reposo
mi pecho que te adora;
y en la vital aurora
que en él vierte su luz,
cual iris misterioso,
consuelo a sus dolores,
ve en claros resplandores
tu salvadora cruz.

El alma en santo anhelo
su amor a ti levanta,
y henchida de fe canta
tu célica bondad;
y en inmortal desvelo,
de su ternura en prenda,
dirige a ti la ofrenda
de mi temprana edad.

Tú su flaqueza miras
en sus ignotas luchas,
pero también la escuchas
si tiembla su virtud;
y entonces que le inspiras
auxilio misterioso
prorrumpe en canto hermoso
de santa gratitud.

Cual en las horas bellas
en que derrama el día
sobre la tierra umbría
su luz de rosicler,
amantes las doncellas,
puestos en ti los ojos,
van a tu altar, de hinojos
guirnaldas a ofrecer;

así en la esplendorosa
mañana de la vida
cuando a gozar convida
el mundo seductor,
el ánima gozosa
que ve en ti su ventura,
te rinde con ternura
la ofrenda de su amor.

¿No escuchas el lamento
del ave pequeñuela
que sin concierto vuela
por muda soledad ?
¿ Por qué gira en el viento
piando desolada ?
Oh Dios! por que olvidada
se mira en orfandad.

Así cuando ha perdido
tu luz consoladora
sentida el alma llora
presa de afán cruel.
Y ¿en vano a su gemido
pretende hallar consuelo?
¿Nadie al mirar su duelo
vierte reposo en él ?

Oh! si: ¿No ves trocados
en trinos de alegría
los ayes de agonía
que la avecilla dio ?
Por fin a sus amados
ver pudo en la espesura.
¿Quién dirá su ventura
cuando a su amor tornó ?

Así en bellos cantares
el alma dolorida
trueca de gozo henchida
la voz de su aflicción,
cuando tú a sus pesares
desde tu trono eterno,
le mandas dulce y tierno
feliz consolación.

Tú, luz de la esperanza
que alumbra su destino!
Sol de fulgor divino
que inflama su virtud!
Cual iris de bonanza
tu paz a mí descienda,
si admites en ofrenda
mi ciega juventud.

junio—1848.

ANTONIO ARNAO



"HIMNOS Y QUEJAS"



A LA VIRGEN

O tú, madre de Dios, tú eres tesoro
de amor celeste y de pureza santa:
te viste el sol; la luna orna tu planta;
estrellas te coronan : ¡yo te adoro!
A ti dirige el infeliz su lloro;
a ti la tierra su oración levanta ;.
espíritu inmortal tu gloria canta
en blanda voz y cántico sonoro.
Separa de tu rostro que destella
la inmaculada luz, el blanco velo:
astro de amor, abrásame con ella.
Ya el corazón rebosa de consuelo...
¡Bendígate el Señor, paloma bella!
¡Bendígate el Señor, reina del cielo!

OCTUBRE— 1846.

ANTONIO ARNAO



"HIMNOS Y QUEJAS"



EN UNA TEMPESTAD.

Señor, sobre las nubes denegridas
que entoldan el azul del firmamento
te ven triunfante mis pasmados ojos:
mi espíritu en el trueno tu voz siente
que vuelven retumbando estremecidas
las escarpadas cimas de occidente.
Tu carro refulgente
rueda veloz por la celeste cumbre,
con su fragor el universo aterra,
y al vivo lampo de su sacra lumbre
torna inmenso volcán cielos y tierra.

Cuando rebrama el fragoroso trueno
y ante el mortal como Señor te ofreces,
yo, de júbilo lleno,
te adoro estremecido
en la gigante nube en que apareces
de majestad eterna revestido.
Voy a tu templo santo
donde en blanda armonía
te eleva el pueblo fervoroso canto;
y a su voz adunando la voz mía
torno lleno de amor a confesarte,
y a renovar el fuego inextinguible
con que te adoro y siempre he de adorarte.

¡Cuán grande tú, Señor, y cuán inmenso!
Ayer brillabas en la luz dorada
con que bañó el oriente,
al despuntar, la aurora sonrosada;
hoy brillas en el lampo refulgente
que arde en las nubes y el espacio inunda:
ayer las dulces aves
te alababan en cánticos suaves;
hoy te ensalza sin fin la voz profunda
del hondo trueno que a tus pies revienta,
y que lleva rugiendo
en sus alas de fuego la tormenta.

¡Oh majestad inmensa! yo te adoro:
embriagada en tu amor el alma mía
tras tu esplendor se lanza
entre sublime y mística alegría
y henchida de temor y de esperanza;
que las ardientes lágrimas que lloro,
lágrimas son del gozo en que rebosa
viendo brillar en las preñadas nubes
de tu gloria la lumbre esplendorosa.

Aquí en tu templo, o Dios, aquí le ruega
tu pueblo enternecido,
iluminado por la luz que viertes
al cruzar el espacio denegrido:
escúchale Señor: al par que truenan
las densas nubes que tu carro ocultan,
bijas de la esperanza
por las sagradas bóvedas resuenan
sus voces, en tu gloria y alabanza;
y en fervoroso canto
donde su amor encierra,
invocándote, o Dios, tres veces santo,
prorrumpe con acento de victoria :
«¡Llenos están los cielos y la tierra,
llenos están, Señor, de vuestra gloria!»

Ese es tu pueblo, o Dios, ese que aspira
tu santo amor en tu grandeza santa,
y que con fe sublime, prosternado
tus alabanzas canta:
mírale ante tu altar, donde destella
la que en el almo cielo
coronada del sol, la luna huella;
donde brilla el consuelo
de afligidos, Señor ; donde aparece
la estrella matutina
que las penas del alma desvanece
y al suspirado puerto le avecina.

De tan fiel mediadora
siempre a sus tiernas lágrimas propicia,
que desarma al amor de su mirada
el brazo aterrador de tu justicia,
reclama intercesión consoladora
al rugir la tormenta desatada:
escúchale: despierta
del oriente lejano al raudo viento;
ante tu voz la tempestad se humille;
y esclareciendo el alto firmamento
el iris triunfador fúlgido brille.

Y así cual tu clemencia
le alejará la tempestad, y el cielo
se ostentará con nuevos resplandores,
infúndele también dulce consuelo,
en su vida de afan y de dolores:
mándale un rayo de tu amor divino,
para que al brillo de su lumbre pía
halle, ó Dios, el camino
que á paz y á gloria venturoso guía.
«Escúchale: despierta
del oriente lejano al raudo viento;
ante tu voz la tempestad se humille;
y esclareciendo el alto firmamento
el iris triunfador fúlgido brille.»

SETIEMBRE— 1848.

ANTONIO ARNAO


"HIMNOS Y QUEJAS"



MEDITACIÓN

Cruzando va por los cielos
entre celajes de nácar
la melancólica luna
del manso céfiro en alas.

Su tibia luz apacible
valle, y selva, y monte baña,
tornando arroyos y mares,
mares y arroyos de plata.

Noche de amor y silencio !
Todo duerme, todo calla:
solo suena la armonía
de las quejumbrosas auras.

Al cruzar por la floresta
o entre la verde enramada
querella sentida mueven
con blando rumor las aguas.

Los fragantes bosquecillos
sordos murmullos levantan,
que al perderse en el espacio
ya se acrecen, ya se apagan ,

como seres que susurran
incomprensibles palabras;
lamentos que doloridas
sueltan las nocturnas badas;

acordes de tierna música;
modulaciones lejanas,
que en los ensueños oímos
de ventura y de esperanza.

¿ Qué nos dicen esas notas
por el viento derramadas
que asi el corazón consuelan,
como suspenden el alma ?

¿ Por qué infunden ese anhelo
de elevar al son del arpa
a un ser ignoto y oculto
bellos himnos de alabanza ?

Misterio dulce y sublime!
Esa ternura que grata
naturaleza difunde
adormida en leda calma ;

la luna con su tristeza,
con sus querellas las auras,
las fuentes, los bosquecillos,
tan-sólo de amor nos hablan.

Pero no del amor ciego
que en el mortal ha morada,
que alumbra, quema, y espira
como fosfórica llama;
sino de un amor celeste
que ni se entibia ni apaga;
siempre vivo, siempre grato ,
luz, consuelo, paz del alma.

Oh! mirad! el que de estrellas
el azul espacio esmalta;
el que refrena los mares,
el que la tierra engalana,

el que los volcanes prende ,
el que al huracán acalla,
es el ser que misterioso
tan solo de amor nos habla.

Me gusta darme una vuelta... Francamente, es bueno.

Mi gratitud como murciano.

ANTONIO ARNAO


"HIMNOS Y QUEJAS"



ASPIRACIÓN.

Oh tú que de los tristes consuelas la amargura ,
escucha, Dios piadoso, del ánima el clamor,
y en esta de la carne tan lóbrega clausura
sienta de tus acentos el eco salvador.

Por tu divino soplo los cielos resplandecen,
por él se riza o brama la inmensurable mar,
y montes, y llanuras, bellísimos florecen,
y céfiros y arroyos murmuran sin cesar.

En esa dulce aurora de cándida alegría
que con tu luz excelsa viertes en la creación,
el alma que padece y a ti volar ansia
¿ ha de llorar atada del cuerpo en la prisión ?


Si las desdichas reinan en la existencia amarga,
y para ver tu gloria sostienes su virtud,
¿por qué, o Dios, no la libras de la penosa carga
llevándola a tu trono de amor y de salud ?
Ah! los endebles lazos desate tu clemencia
que la unen a este valle de halago engañador.
¡ Dirija ya sus alas a tu inmortal presencia !
| El mundo es su tormento; su dicha, tú Señor!

enero—1848.

ANTONIO ARNAO


"HIMNOS Y QUEJAS"



A JUDAS
(A mi amigo Don German Hernandez , con motivo de su cuadro sobre el mismo asunto.')

¿Do vas? ¿Do vas? ¿Quién mueve así tu planta
que huyes rugiendo cual león herido
de roca en roca con veloz carrera ?
¿Quién tu pecho así espanta?
¿Quien inflama ese fuego denegrido
que en tus sangrientos ojos reverbera?
¿ Cual mano ruda y fiera
te impele hacia el abismo tenebroso
que a tu llegada estremecer se siente ?
¿ Quién con sello de sangre misterioso
eterna maldición grabó en tu frente?

Vela su faz el sol : estremecida
conmuévese la tierra en ronco acento :
alza sus ondas encrespado el río :
con ruda sacudida
— 27 — quebranta el monte su áspero cimiento
y llamas brota de fulgor sombrío.
El piélago bravío
que notos y aquilones enfurecen
sañudo azota la menuda arena,
y los azules cielos se ennegrecen,
y voz inmensa de dolor resuena.

¿Qué pretendes , o Dios ! ¿El fiero instante
llegó en que torne a la espantosa nada
el ancha tierra y el tendido cielo,
y en airado semblante
quieres mostrar tu cólera sagrada
justo castigo a la maldad del suelo ?
Ah 1 no : rasgóse el velo
que mis mortales ojos encubría,
y henchido al par de horror y de ternura
de Judas miro la traición impía,
y la salud de nuestra raza impura.

Oh! desdichado apóstol: mira, mira
del monte aquel hacia la excelsa cumbre
donde se eleva el leño sacrosanto:
en él paciente espira
befado por inicua muchedumbre
aquel dulce Jesús que te amó tanto.
¡ Ve tu obra con espanto!
con ósculo infernal tú la sellaste
en su mejilla de inmortal pureza :
tú a la sañosa turba le entregaste....
¿Posible fue tan bárbara fiereza?

¿ No pudo su mirada dulce y triste
penetrar en las sombras de tu pecho ?
¡ La vil codicia te gritó insensata!
Tu torpe maldad viste,
y el precio arrojas, y en mortal despecho
su recuerdo al abismo te arrebata.
Mas ay! aun se dilata
ante tus ojos misterioso puerto :
llora por ese Dios que lías ultrajado :
¿No hay esperanza? ¿Tu piedad ha muerto?
¡Otro pecado mas a tu pecado !

Oh ¡ Cuán siniestra brilla tu mirada !
¡Ya trémula tu mano el lazo toca!
¿ Mísero, do te lanzas? ¡Vano intento!
Cayó, como pesada
peña, al abismo , desde el alta roca
con rudo choque y con fragor violento.
Medroso treme el viento
al despeñarse rápido el precito ,
y atronando los anchos horizontes
clama un acento lúgubre : « ¡ maldito ! »
por llanuras y selvas, mar y montes.


enero—1850.

ANTONIO ARNAO


"HIMNOS Y QUEJAS"


LA ADORACIÓN.

Et omnes Angeli stai '.ont in circuita troni ...et coecid erunt... et adoraverunt Dewn.
A l'O C . V II.

¿Do vá cual nube de aquilón llevada
mi alma? ¿Do camina
de rayos inmortales circundada,
de inspiración divina ?

Los tiempos cruza. Vivos resplandecen
sus ojos centellantes.
Los tiempos a su lumbre desparecen:
los siglos son instantes.

Do va? Mas ay! Detiene estremecida
su vuelo temerario.
Viendo está en sangre celestial teñida
la cumbre del Calvario.

Allí Jesús ¡Oh! Cándido cordero
que espira mansamente.
Levanta, o Dios, tu brazo justiciero!
Desata rayo ardiente!


Mas oh! ¿Que lastimera melodía
por los aires resuena ?
Quién esa dulce voz al mundo envía
de amor y piedad llena ?

El alma escucha henchida de ternura
sus místicos lamentos:
enfrena el mar su indómita bravura:
enmudecen los vientos.

O celeste visión ! Hora entre nubes
de rosa y nieve y oro,
y en cohorte de cándidos querubes,
baja divino coro.

Ángeles son! El resplandor sagrado
de su santa aureola,
sus túnicas de armiño inmaculado
fúlgido tornasola.

Ceñidos con guirnaldas aparecen
de flores inmortales:
en sus nevadas manos resplandecen
las arpas celestiales.

Ángeles son! Celeste y puro llanto
rueda por su mejilla.
Dulces prosternan ante el leño santo
la frente sin mancilla.

Ya resuenan sus cánticos divinos
sobre la tierra impura :
himnos de amor; acordes peregrinos;
lamentos de ternura.

«Señor que das tu aliento postrimero
«por redimir al hombre;
«bendito tú, dulcísimo cordero!
«Bendito, sí, tu nombre!

«El universo tu alabanza dice
«con perdurable canto.
«Solo el mortal tu nombre no bendice:
«perdónale, Dios santo!«

Mas oh dolor! El sol vela su llama ;
ruge el mar; treme el suelo.
Murió Jesús!—Perdón! su voz esclama
Perdón ! resuena el cielo.

Ah! Ya se van los ángeles cantando
cánticos de victoria,
del inmortal Espíritu ensalzando
la eterna santa gloria.

Ya traspasaron la celeste altura.
Murió su canto triste.
—«Bendito tú, que con tu sangre pura
al hombre redimiste»

marzo—1850.

ANTONIO ARNAO


"HIMNOS Y QUEJAS"


A LA ORACIÓN

Tú, solo tú del alma conturbada,
misteriosa oración eres consuelo
cuando le alcanzas del airado cielo
la quietud por que gime atribulada.
Yo aquí en mi corazón te doy morada
por alentarte cuidadoso anhelo:
O paloma de amor, tiende tu vuelo
Busca la oliva de la paz ansiada!
Renacerá con ella mi alegría:
derramarán los ojos dulce llanto:
tendré el sosiego de la edad primera.
Nunca me dejes, nunca, hermana mía
y así podré lograr tu fruto santo
que en la sublime patria nos espera.


octubre—1848.

ANTONIO ARNAO


"HIMNOS Y QUEJAS"


PEQUEÑEZ Y GRANDEZA.

Grandezas de este mundo, sois ay! bien pasajeras;
humo que raudo el viento pierde en la inmensidad :
tan solo, o Dios, tan solo son imperecederas
la gloria de tu nombre, tu excelsa majestad.

En la breñosa cumbre, o cedro, ayer te alzaste;
ayer, bajel, surcabas el mar murmurador;
pero tú ardiste, o rayo, y el árbol abrasaste :
la nave hundió en sus senos, el ponto bramador.

Mas hay una morada que eterna resplandece
tras ese firmamento que sobre el mundo está;
donde la excelsa planta de la virtud florece,
donde un sol sempiterno sus resplandores da.



Allí todo es hermoso, todo inconmensurable,
aquí todo mezquino, nacido a perecer:
¿ cómo ha de amar el alma lo bajo y deleznable
si una llama divina siente en su seno arder?

Gustó de las pasiones y halagos de la tierra:
sintió el alma un vacío que no pudo llenar;
que solo, o Dios, la gracia que tu ternura encierra
de tan oscuro valle la puede remontar.

A ti aspira: gozosa desplegará su vuelo
para la sacra cumbre, templo de eterna luz,
si en el postrer instante de este vital anhelo
recuerdas que por ella moriste ayer en la cruz.


enero.—1848

ANTONIO ARNAO


"HIMNOS Y QUEJAS"



CONSOLACIÓN.

Di, Señor : tu acento
cual grato nuncio de salud ansiada
llegó en alas del viento
al alma conturbada,
cuando exclamaste bienhechor y pío:
j «Vuelve al redil, oveja extraviada!
¡«Dame tu corazón y toma el mío!»

¿Y la llamas amante
viendo que en torpe desamor perdida
o ingrata o inconstante
de tu bondad se olvida;
viendo que ciega en loco devaneo
antepone a servirte ir anhelante
siguiendo siempre su mortal deseo ?

Mas ¡ah Señor! profundo,
inmenso es el raudal de tu dulzura
que viertes en el mundo
con próvida ternura:
y lo mismo derramas su corriente
de paz y amor, en árida llanura
que en el campo feraz y floreciente.

En la nítida aurora,
en el ardiente sol, en la preciada
lumbre, que a ocaso dora,
en la noche estrellada,
en todo dice a nuestro pecho frió
esa tu augusta voz consoladora:
«¡DAME TU CORAZÓN Y TOMA EL Mío!»

¿Y no lo rendiremos,
cual justa ofrenda, a tus divinas plantas?
¿Acaso olvidaremos
las dulces, sacrosantas
maravillas sin fin que nos obraste,
y con inmenso amor no pagaremos
el amor que en nosotros derramaste?

Ahí no: puede en la vida
de su dolor en el cruel tormento
el alma entristecida
olvidarte un momento;
pero al sentir que de tu sacra cumbre
baja una hermosa ráfaga perdida
para abismarla en tu amorosa lumbre;

comprende su flaqueza,
y desplegando el arrogante vuelo
henchida de terneza
remóntase a tu cielo;
y allí prorrumpe con acento pío
ante el supremo sol de tu grandeza:
«¡Dame tu corazón y toma el mío!»

Señor! Así lo quieres?
¿Anhelas que esa ley de tu ternura
florezca entre los seres
de nuestra raza impura,
de esta mundana raza que te olvida,
por quien clemente y dulce de amor mueres
tú que eres astro de la eterna vida?

Ah! ya lo comprendemos:
manda de ese tu amor una centella
y el alma elevaremos
inflamándola en ella;
y de la muerte en el dintel umbrío,
poniéndola a tus plantas, clamaremos:
«¡Dame tu corazón y toma el mío!»

noviembre—1848.

ANTONIO ARNAO


"HIMNOS Y QUEJAS"


EN LA CONMEMORACION DE LOS DIFUNTOS.

Sancta et salubris est cogitatio pro de» functis exorare, ut d peccatis solvantur..
Lib . Mac.

Ya por la turbia atmósfera
con vibración cristiana
resuena melancólica
la voz de la campana.
Oídla! Su eco lúgubre
clama en el corazón!
¡Cómo las dulces lágrimas
brotan en este día.,
y el alma rauda elévase
sobre la niebla fría
en los profundos éxtasis
de férvida oración!

Entremos con el ánima
ceñida de tristeza,
sin las memorias míseras
del mundo y su impureza,
bajo las santas bóvedas
del templo del Señor:
Por los que fueron, súplicas
del corazón alcemos,
y a los alados ángeles
llevarlas miraremos
al que vestido osténtase
de eterno resplandor.

¿No veis de aquesas lámparas
al brillo amortiguado
cual ora en calma mística
el pueblo prosternado
ante el inmenso túmulo
do mira con pesar?
¿No oís su acento trémulo
que en la alta nave suena
cual los rumores débiles
que allá en noche serena
suele la brisa plácida
traer del ancho mar?

O cuadro bello y mágico!
O fraternal lamento!
El ruega por los míseros
que esperan el momento
de alzarse al cielo empíreo
donde al Señor se ve:
Lloran por los que, débiles,
alguna vez faltaron,
y a la virtud angélica
ciegos abandonaron
mas que en el seno cándido
murieron de la fe.

Nuestras fervientes súplicas,
o hermanos, elevemos:
vertamos tiernas lágrimas
y un tiempo gozaremos
del fruto salutífero
que brote su oración,
cuando en las horas últimas
de este vital quebranto
rueguen por nuestras ánimas
para que en vuelo santo
suban al solio fúlgido
de eterna bendición.

Y tú, o Dios, que magnífico
te ostentas y glorioso,
mas que en el alto Líbano
el cedro mas pomposo;
tú que eres de amor célico
perenne manantial;
concede a esos espíritus
tu gran misericordia:
haz que la aurora nítida
raye, de la concordia,
en que se cumpla espléndida
la gloria universal.

Hora suprema y última ,
hija de tu clemencia;
escrita en los recónditos
arcanos de tu ciencia,
en que brillar purísima
tu gloria se ha de ver!
(Hora en que un cuerpo único
deben formar dichosos
los que padecen míseros,
los tristes y llorosos,
y los que en paz angélica
están junto a tu ser!

Entonces, Dios altísimo,
sol vivo de esperanza,
con voz de eterno júbilo,
tu gloria y alabanza
por inmortales cánticos
se oirá en la inmensidad:
«¡Gloria al cordero cándido
«que fue nuestro consuelo!
«¡Gloria á Jehová magnífico
«Señor de tierra y cielo!
«¡Gloria a su amor sin límites
«por una eternidad!»

NOVIEMBRE— 1847.

ANTONIO ARNAO


"HIMNOS Y QUEJAS"


ARMONÍA.

Pleni sunt coeli et terra majestatis gloria?
tuoel

Señor! cuando la luz de la alborada
se ostenta en el confín del horizonte,
bañando con su tinta sonrosada
la selva y la llanura dilatada,
el mar, los ríos, la pradera, el monte;

cuando después, magnífica lumbrera,
rodando el sol por la celeste cumbre,
en el inmenso espacio reverbera;
y el suelo enciende y la azulada esfera,
pálida imagen de tu excelsa lumbre;

cuando teñido de carmín y grana
arde en cárdena luz el occidente,
porque en las ondas de la mar lejana
con lento paso y pompa soberana
ya sepultara el sol su regia frente;

cuando en la calma de la noche umbría
enlutado el azul del firmamento,
triste y perdido entre la niebla fría,
con misteriosa y flébil melodía
sonidos de dolor modula el viento

en todo el alma nuestra se embriaga
de dulce amor y celestial ternura;
y encuentra dicha misteriosa y vaga:
¿qué habrá, gran Dios, que no le satisfaga
cuando cielos y tierra son tu hechura?

Y ¿qué haber puede en el inmenso mundo
Señor, que no pregone tu grandeza,
tu supremo poder y sin segundo;
que no celebre en éxtasis profundo
de tu obra santa la inmortal belleza?

Nada, o Dios santo! Con clamor divino
que vuela en triunfo desde polo
a polo excelsa voz te alaba de continuo:
todo te ensalza en coro peregrino,
todo se goza en tu alabanza solo.

Desde el ruego que místico levanta
cuando tu omnipotencia el hombre canta
cual de su Dios y dueño soberano,
hasta el grito del mísero gusano;
en tal grandeza y maravilla tanta:

por todo, Dios excelso, cuanto encierra
en sus extensos ámbitos la tierra;
en praderas, y montes, y espesuras,
y desiertos, y mares y llanuras
eres amado, mas tu voz aterra.

Si susurran las brisas del estío,
si dulces trinan las canoras aves,
si azota el mar el huracán bravío,
si despide el león rugidos graves,
si el cierzo silva, si murmura el río:

todo acento, rumor, voz, armonía
que del seno del mundo se desprenda,
ya con la luz del rutilante día,
ya en el silencio de la noche fría,
todo a ti sube en amorosa ofrenda.

¡Cuán magnífico tul ¡Cuán y cuán fuerte!
Con tu planta inmortal huellas el mundo;
a ti se humilla la implacable muerte;
y a tu voz poderosa queda inerte
el turbulento piélago profundo.

¡Cuán grande si con trueno fragoroso,
sentado sobre el carro victorioso,
cruzas el denegrido firmamento,
encendiendo la tierra, el mar, el viento,
al derramar tu lampo esplendoroso!

Si en ti la pompa y majestad es tanta
es también infinita la ternura;
que si al malvado tu justicia espanta,
ay! tu mirada celestial y santa
las heridas del alma cierra y cura.

Bendito tú sobre la tierra entera
con voces y cantares de alegría,
ensalzado, Señor, con fe sincera:
sea el alma por tu amor divina hoguera
que no apague su luz noche ni día.

Bendito tú, gran Dios, eternamente
de confín en confín, de gente en gente:
yo también con la cítara y el canto
celebraré tu nombre sacrosanto
mientras latiendo el corazón aliente.

julio—1846 •