ANTONIO ARNAO (1828-1889)

ANTONIO ARNAO


MELANCOLÍAS
rimas y cantigas



XXVIII.
BELLEZA Y VIRTUD.
( en el álbum de la excma. sra. duquesa de feria.)

Si al abrir los tristes ojos
A este valle de dolor
Al pié de mi humilde cuna
Hubierais estado vos,

Creyera al veros mi alma,
Llena de dulce ilusión,
Que eráis el hada celeste
De la dicha y del amor.

Hoy, al hallaros más bella
Que cuanto el alma soñó ,
Comprendo que sois un ángel
Que espera volar a Dios.

Dichosa vos que lleváis.,
En consorcio encantador,
Casta belleza en el rostro,
Virtud en el corazón;

Que virtud sin hermosura
Es astro sin resplandor,
¥ hermosura sin virtudes ,
Señora , cielo sin sol.

ANTONIO ARNAO


MELANCOLÍAS
rimas y cantigas


XXIX.
UNA HADA.
(EN EL ÁLBUM DE LA EXCMA. SRA. DUQUESA DE MEDINACELLI.)

Así que anuncia la aurora
Su luz alegre y serena,
Comienzo a llorar la pena
Que mi corazón devora.

Mas presto un hada invisible
Que el alma ve, no los ojos,
Viene a calmar mis enojos
Con su sonrisa apacible.

Tiene en sus manos la lira
Con que aduerme mis pesares
Al compás de los cantares
Que santa piedad le inspira.

La ciñe blanca aureola ,
Flota sobre el aura leve,
¥ su túnica de nieve
Fúlgida luz tornasola.

Al venir a consolarme
Hoy ha dicho al alma mía
Porqué llega con el día
Dulce bálsamo a brindarme.

Mas yo le dije: — «¿Quién eres?
¿Quién eres, casta doncella,
Tú que escuchas mi querella,
Tú que mi consuelo quieres?»

Viéndome de afán deshecho
Me contestó suspirando:
«Siempre estoy por ti. velando...
«Soy el ángel de tu pecho.»

— ¡Ay! Si a mi penar asistes
* Temo que tu amor me roben....
— ¡Jamás! Yo soy, ciego joven ,
La esperanza de los tristes.

ANTONIO ARNAO


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XXX.
LA VUELTA DEL PROSCRITO

«Por fin a tu seno vuelvo,'
«Oh patria del corazón;
«Vuelvo a respirar tu ambiente,
«A ver tu cielo y tu sol.
«Allí en la playa me esperan
«Los objetos de mi amor.
«Vuela, pobre nave mía,
«Hiende las aguas veloz....
«¡ Aun más veloz!»

Así llorando el proscrito
Cantaba del remo al son,
Cuando del turbio occidente
Negra tormenta avanzó.
Los aires el rayo hendía...
Bramaba rudo aquilón...
Alzóse el mar, y en sus ondas
Nave y marino tragó...
¡ Todo se hundió!

Triste en la playa entretanto
Sonaba mortal clamor....
«¡Piedad! ¡Salvadle,» decía,
« Aunque después muera yo...!»
. Pero irritadas las olas ,
Bramando con más furor,
Presto en su seno apagaron
Aquella doliente voz...
¡ Ay de los dos!

ANTONIO ARNAO


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XXII.

EL INFORTUNIO.
( A TRUEBA Y LA QUINTANA.)


Contigo a llorar vengo,... El alma mía
De ternura y dolor se oprime al verte,
Porque sabe,.infeliz, la negra historia
De tu negro infortunio. Alza los ojos ;
Ve mis abiertos brazos, que te esperan ,
Y arrójate en mi seno. Si al latido
De mi angustiado corazón, si al eco
De mi turbada voz dulce respiras,

Si esta furtiva lágrima, que baja
Quemando mi mejilla, puede un tanto
Aplacar el rigor de tus dolores,
En medio de mi afán seré dichoso.
Yo no sé tributarte en tus desdichas
Sino una triste y dolorosa ofrenda
De suspiros y lágrimas... Olvido
Mis propios infortunios, y consagro
El llanto que mitiga mis pesares
Para llorar los tuyos. ¿Oyó más puede
Hacer mi corazón sino ofrecerte
Su tesoro de lágrimas, que forman
La mitad del consuelo de mi vida?

Ha mucho que en tus ojos, donde apenas
Brilla la clara luz que en otro tiempo
Inundaba tu rostro de alegría,
Con dulce anhelo descubrió mi alma
El tormento cruel que te consume.
Entonces comprendí porqué en mi pecho
Resonaba tu voz tan amorosa,
Porqué de mi amistad el tierno lazo
Me llevaba hacia ti... ¡Don lamentable
De los que lloran tristes en la tierra!
Nuestras heridas almas, sucumbiendo
Bajo el peso de iguales desventuras,
Eran hermanas en dolor, y acordes
En amargos suspiros prorrumpían,
Como del arpa las sentidas cuerdas
Que en eco fiel unísonas responden.

Mas perdona... Del triste privilegio
De padecer y de vivir penando
Con nadie cual contigo la fortuna
Se mostrara tan pródiga. ¡Tú solo
Cifras en ti la perdurable historia
De los males del alma!...
No parece
Sino que al despuntar tu luz primera,
Genio de muerte con sus negras alas
Se cernió sobre ti, sopló en tu vida
Su aliento abrasador, y en tu camino
Tornó en cenizas las risueñas flores
Que embellecen la Senda de la infancia.
Cuando en tus tiernos años las delicias
Del hogar de tus padres cariñosos
A gustar comenzabas; cuando alegre
Las fértiles llanuras recorrías
De tu tierra natal, y en aquel campo
Y en aquellas montañas coronadas
De frondosos castaños y altos robles
Dejabas ya volar el pensamiento*
Con los primeros sueños de la vida,
Mano invisible te arrancó violenta
De tan gratos lugares — dulce asilo
De la verdad y de la paz del alma—
Y te entregó cruel al seno impuro
De esta mezquina sociedad que solo
Pagó con el escarnio tu inocencia.
Herido por el mal, buscaste amparo
En la fe del amor... ¡Vano delirio!

Como el amor no mora en la impureza
De este valle de lágrimas, tan solo
Respondió la mujer a tu ternura
Con mentira o desdén; y cuando, al cabo
De prodigar tu incienso y tus ofrendas
Ante mentidos ídolos, hallaste
Un ángel que te amara y a tus ojos
Nuncio fuera de paz y de alegría,
Surgió la muerte, y de tus dulces brazos
Le arrebató... ¡Con él fue tu esperanza .'

(cont.)

ANTONIO ARNAO


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XXII.

EL INFORTUNIO.
( A TRUEBA Y LA QUINTANA.)

(cont.)


Y la amistad, ¿qué fue para tu pecho?
¿Hallaste acaso en ella la ternura,
La santa abnegación que hace una sola
De dos almas unidas? ¡Cuántas veces
En tu pobre morada sepultado
No lloraste con lágrimas de sangre
Decepciones horrendas! ¡ Cuántas veces
No creíste morir bajó del peso
Que echaron sobre ti los desengaños.'

¡ Y la gloria, oh hermano, y esa falsa,
Y esa falsa sirena que engañosa
Te hizo cruzar los mares de la vida ,
Y en vez de conducirte a puerto amigo
Te entregó a los escollos y a la muerte!
Tú, que en el noble corazón llevabas
El impulso a lo grande, y en tu frente
La inspiración del vate arder sentías;
Tú, que en fe generosa arrebatado
Solo a lo noble y bello consagraste
Los himnos de tu lira, en justo premio,
¿Qué galardón del mundo recibiste?
¿Dónde están los laureles que gloriosa
Ciñó a tus sienes la mezquina fama?

Este eres tú... Mas ¡ay! aunque sin tregua
Te persigue implacable la desdicha ,
Aunque tu rostro pálido y marchito
Dice la herida que en el alma llevas,
Es aun más grande que las penas
todas Tu generoso corazón. Bien hayas
Tú que en medio de tantos infortunios
Sabes vencerlos y a tus pies hollarlos,
Como un guerrero a sus vencidos ata
A su carro de triunfo. Sigue, sigue
Luchando y dominando a tu enemigo.
No pretendas reposo, que en la tierra
No lo hallarás; mas si con fe combates
Y llamas en tu ayuda al que los astros
Rige a su voz, en tu agitada vida
Brotará alguna fuente de consuelo,
Como suele al cansado peregrino
En el desierto aparecer la palma.

Y ya que llevas en tu mente el numen
De Rioja y de Herrera; ya que ensalzas
Cuanto de noble y grande hay en el mundo,
Canta, que los sonidos de tu lira
Disiparán las nubes de tristezas
Que oscurecen tu mente, como el soplo
Del aura matutina aclara el cielo.
Canta ese sol que brilla en las alturas,
Canta ese mar que brama o que sonríe ,
Esas verdes campiñas, esas nubes,
Esas aves que cruzan el espacio.
Y si quieres alzarte a las regiones
En que el santo entusiasmo nunca muere,
Canta ese amor que al hombre purifica
Y a su patria inmortal fiel le dirige,
Canta esa diestra que del turbio caos
Sacó los orbes que el espacio hienden.
Canta y espera, que la suerte ingrata
Presto tal vez te mirará propicia;
Presto tal vez la fama clamorosa
Ceñirá con sus lauros tu cabeza.
¡Oh hermano ! Así mi corazón me dice,
Y nunca en vano resonó en mi pecho.
Si fuera así tu porvenir ; si el día
De tu felicidad al fin despunta,
Como lenguaje mudo y elocuente
De mi amistad , más grande que mi alma,
Por ti serán mis lágrimas de gozo,
Cual hora son de pena y de amargura.

ANTONIO ARNAO


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XXXII.

ESPERANZA.

Como en serena y dulce
Noche de estío
A refrescar las flores
Baja el rocío,
Tu llanto brilla
Y humedece las rosas
De tu mejilla.

No es tan blando el arrullo,
Ni tan doliente,
Con que al morir el día
Gime la fuente,
Cual la ternura
Que exhalas en los ayes
De tu amargura.

¿Por qué elevas al cielo
Mirada triste?
¿Buscas en él la dicha
Que ya perdiste?
¡Oh niña bella!
¡Él enjugue ese llanto
De tu querella!

Ya sé porqué suspiras
Con tanto anhelo:
Ya sé porqué llorando
Miras al cielo.
Con su victoria,
Olvidóse un ingrato
De tu memoria.

El sol muere, y el alma
Llora de pena,
Pero pronto la aurora
Torna serena.
Niña, no llores,
Aunque el sol haya muerto
De tus amores.

Ve la pálida sombra
Que ante ti gira ,
Cómo viendo tu angustia
Tierna te mira.
¡Oh niña, implora
Que tus penas aduerma
Consoladora !

— Celeste luz que infundes
En la agonía
Misterioso consuelo,
Dulce alegría;
¿Quién ¡ ay ! te alcanza?
Dime cuál es tu nombre...
— /Soy la esperanza!

ANTONIO ARNAO


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XXXIII.

LA BARCA.

¿Adónde arrebatada
Te lleva el raudo viento
Sobre las ondas de la mar airada?
Depon el loco intentó
De ver la tierra por tu mal soñada.

Tu vela está ya rota,
Débil mano te rige,
El mar sañudo tu costado azota...
¡Ay! ¿Cómo no te aflige
La negra muerte que a tus ojos flota ?

— Tras Ja gloria , alma mía,
Tu frágil nave lanzas
En las tormentas de la mar bravía...
¡Vuelve! Sus esperanzas
Tan solo te darán muerte sombría.

ANTONIO ARNAO


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XXXIV.
DIÁLOGO.


EL JOVEN.

¿Por qué, decid , buen anciano,
Dos lágrimas fugitivas
Surcando van silenciosas
Vuestra pálida mejilla?

EL ANCIANO.

Dime tú mas bien, mancebo
Que de mis penas te cuidas,
¿Por qué a tus labios asoma
Tan lisonjera sonrisa?

EL JOVEN.

Es que siento llena el alma
De misteriosa alegría.

EL ANCIANO.

¿Eso dices? Yo la siento
De mortal tristeza henchida.

EL JOVEN

¿Qué perdido bien lloráis?

EL ANCIANO

Cuanto al corazón cautiva.
¿Y es muy grande tu ventura?

EL JOVEN.

Como vuestra pena impía.


EL ANCIANO.

Humo vano es el contento,
Triste verdad la desdicha.

EL JOVEN

¡Vano temor! La esperanza
Siempre en el alma está viva;
Y si muere, como el fénix
Renace de sus cenizas.
Temed vos que sin ninguna
Llegáis al fin de la vida.

EL ANCIANO

Una tengo, ciego joven,
Piadosa, eterna , divina.
Cuando tus blondos cabellos
De su nieve el tiempo vista;
Cuando el fuego que te abrasa
Su soplo letal extinga,
Comprenderás, aunque tarde;
Cuál es la esperanza pía
Que, perdido el bien del mundo,
Hoy mi corazón abriga.

ANTONIO ARNAO


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XXXV

VISIÓN DE UN SUEÑO.

¿Quieres saber, dulce amiga
Cuál es la desdicha oculta
Porque mi pálido rostro
Dos tristes lágrimas surcan?

Ven, y sobre el pecho mió
Posando tu mano pura,
La causa de sus tristezas
A mi corazón pregunta.

Mas óyela de mi labio,
Que a su recuerdo se turba,
Mientras afligida el alma
En ti su consuelo busca.

Oye. —Ha poco bajo el peso
De las penas que me abruman
Cayó rendida mi mente
En somnolencia insegura.

¡Qué triste sueño he tenido!
Mira: a la luz que la luna
Entre celajes de gasa,
Como entre ligera bruma,

Derramaba sobre un valle
(Valle que no he visto nunca),
Vaporosa como un hada
Que el bosque en silencio cruza

y he visto la blanca sombra,
Leve, triste, taciturna,
De una virgen que vagaba
Entre la verde espesura.

En torno suyo las brisas,
Formando doliente música,
Suspiraban como un alma
Que fiero el dolor conturba.

Las verdes ramas del sauce
Que ansiando vida y frescura
Sobre el arroyo calan,
Se estremecieron confusas;

Mientras ella caminando,
Y en su desconsuelo muda,
Fué llorando a prosternarse
Ante la cruz de una tumba.

Entonces, como gemido,
No de humana criatura,
Que el espíritu percibe
Y los oídos no escuchan,

Exhaló amargo suspiro,
Ay de un alma moribunda,
Que traspasó el alma mía
Como una saeta aguda.

¡ Oh! ¡Cuál la virgen lloraba
Al pié de la sepultura,
Y el dulce nombre de madre
Invocaba con angustia!

Movido entonces mi pecho
De piedad y de ternura,
Al alto cielo por ella
Pedí con ferviente súplica.

Dió en su frente un tibio rayo
De la macilenta luna...
¡ Oh Dios! ¡ Eras tú, mi amiga!
¿Comprendes ya mi amargura?

El dolor abrió mis ojos,
¥ pensé que el alma ilusa
En sueños llorado habría
Quiméricas desventuras.

Mas ¡ ay! vi la negra gasa
Que tu noble talle enluta,
La rosa de tus mejillas
Vi descolorida y mustia...

¿Que puedo hacer, infelice,
En tu tristeza profunda,
Cuando has perdido en la tierra
Tus dichas una por una,

Sino llorar a tu lado,
Y compartir tus angustias,
¥ pedir a Dios que blanda
Su paz en tu pecho infunda?

ANTONIO ARNAO


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XXXVI

LEY DE LA VIDA


LA MADRE

¿ Por qué ya no buscas mi amante regazo?
¿Por qué te querellas con voz de dolor?
¿No anhelas mi beso? ¿Te cansa mi abrazo ?
¿Qué tiene mi amor?

LA HIJA.

No sé, madre mia, qué vaga tristeza
Me infunde del alba la luz celestial;
Mas siento mirando su dulce belleza
Un ansia mortal.

LA MADRE.

Eso es, pobre joven, que el alma en el sueño
Recobra un instante su ansiado vigor;
Mas ya que sacude su grato beleño
Despierta al dolor.
Tú dejas ahora la edad de inocencia
Y al lejos descubres dorado confín. ..
Si vas á ganarlo, tendrá tu impaciencia
Pesares sin fin.

LA HIJA.

¿Y quién, madre mía, podrá arrebatarme? '

LA MADRE.

Quimeras que ciega te lleven en pos.

LA HIJA-

No temas, que nunca podrán engañarme.

LA MADRE.

¡Sosténgale Dios!

ANTONIO ARNAO


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XXXVII.
LA HERMOSA INÉS.

Inés, la hermosa doncella
De dulce mirada triste,
La de los rizos de oro ,
La de mejillas de virgen,
La de las dulces palabras,.
• La del corazón sensible,
Tierna y pura.como un ángel,
Como tierna y pura humilde,
Inés — aunque no lo diga

Claros sus ojos lo dicen
— Lleva traspasado el pecho
De un amor inextinguible
Por un mancebo que ignora
Que muere quien por él vive;
Pues la desventura siempre
Como su sombra la sigue.

Vedla, vedla: antes que el cielo
Con el fuego del sol brille,
Al pié de la cruz del valle,
Que a lo lejos se distingue,
De sus dulces compañeras
Para siempre se despide,
Mezclando su propio llanto
Con el llanto que recibe.
— ¡ Adiós, infeliz doncella! —
¡Adiós, doncellas felices!
Y parte, y camina... Lejos
Se para; vuélvese triste;
Por última vez las mira,
Y «¡adiós!» con dolor les dice.
¡Ay! La desventura siempre
Como su sombra la sigue.

Inés es huérfana : sola
En continua muerte vive
Sin- mirar una sonrisa
Cuando alguna vez sonríe,
Sin escuchar un gemido.
Cuando , como.siempre, gime.
Ya dolorida abandona
Los deliciosos confines
Del vergel donde ha gozado
Sus ensueños infantiles.
Va a la ciudad, tras la suerte
Que su esperanza la finge;
Mas... ¿quién la-llama a lo lejos?
—Una voz que canta triste.
¡ Ay! La desventura siempre
Como su sombra la sigue.

(cont.)

ANTONIO ARNAO


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XXXVII.
LA HERMOSA INÉS.

(cont.)


II.
Ya está en la ciudad : sus ojos
El bien ansiado distinguen :
Cual nunca bello horizonte
Le aparece bonancible;
Mas ¿acaso en-las ciudades
La pura verdad reside?
Del que adoraba olvidóse,
Y ardiendo en amores vive; .
Que en otros ojos de fuego
Abrasó su alma de virgen;
Mas a su vez se olvidaron
De su amor puro y sublime ,
Y el desengaño en castigo
Hirió su pecho sensible...
¡ Ay! El infortunio siempre
Como su sombra la sigue.

Llena de amargas memorias ,
La desventurada dice:
« Llamé de amor a las puertas «
Mas no quisieron abrirse ,
«Que son para el desdichado
«Aun más que bronce inflexibles.
«Pronto, pronto a vuestro seno
«Volveré, bellos confines,
«Donde feliz he gozado
«Mis ensueños infantiles;
«Que en este vértigo impuro
«Que nunca , nunca se extingue,
«No hallé dicha cual mintieron
«Mis esperanzas felices...
«¡Ay! El infortunio siempre
«Como mi sombra me sigue.»


III.
Inés ha vuelto a su valle..
Miradla allí cuál sonríe
Sentada a la fresca sombra
De los álamos gentiles.
Allí están sus compañeras
Que con sus brazos la ciñen
Y escuchan embebecidas
Lo que en dulce voz les dice :
«No abandonéis vuestras chozas
«Donde la pureza vive,
«Que el aire de las ciudades
«Los corazones oprime.
«¡ Cuánto he llorado lejana ,
«Lejana de-estos confines!
«¡Ay ! La desventura siempre
«Como mi sombra me sigue.»

Suspira, y otro suspiro
Siente resonar la virgen...
Vuelve sus ojos... ¿Qué encuentran
Para que al suelo se inclinen?
¡ Ay! El mancebo que amaba
En sus primeros abriles,
Lleno de amor generoso
La está contemplando triste.
Trémulos como las hojas ;
«¡Inés, perdóname! » dicen;
Y arrebatados del fuego
Que arde en sus almas felices ,
Se abrazan entre suspiros
De ventura incomprensible.
¡Ah! ¡Por fin el infortunio
Se cansó de perseguirte!

ANTONIO ARNAO


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XXXVIII.
ELVIRA.

Cuando despunte en el oriente el día
Ve, Elvira, al seno de la selva umbría,
Al oír del viento el apacible son;
Y sentirás cuán triste en la espesura
Un nombre dulce con dolor murmura ,
Como lamento amargo de aflicción.

Cuando la tarde en el ocaso muera
Y de cárdena luz bañe la esfera,
Ve a la ribera del tranquilo mar;
Y a las olas, y al céfiro, y al viento
Juntos oirás con misterioso acento
Tan regalado nombre murmurar.

Cuando la noche en vuelo silencioso
Haya tendido su crespón umbroso,
Junto al abismo del torrente ve;
¥ entre su estruendo y su fragor, perdido
Gemir oirás un eco dolorido
De voz que invoca suspirada fe.

Es ¡ay!, gentil Elvira , que en la pena
Que por tu amarga ingratitud le llena
De desconsuelo y de mortal dolor,
Va un mancebo su pena lamentando;
Y bosque, mar, torrente, van contando
Tu hermoso nombre y su infeliz amor.

ANTONIO ARNAO


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XXXIX.
EL TRONCO SECO.


En desnudez estoy viendo
Las áridas mudas ramas
Que vistió la primavera
De verdes hojas galanas.

No ya por tus venas corre
Dulce y fecundante savia;
Ya se ha secado la fuente
Que a tu sombra murmuraba.

Ayer plácidas gemían
En tu follaje las auras:
Hoy en tus* ramas el cierzo
Áspero silbido lanza.

Y ¿porqué, al verte, a mis ojos
Sale una furtiva lágrima ?
¿Porqué con vaga tristeza
Mi pecho un suspiro exhala?

i Ay! Con tu aspecto sombrío
Fiel nuestra vida retratas
Cuando la ilusión ha muerto,
Cuando ha muerto la esperanza

ANTONIO ARNAO


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XL.
LAS HADAS.

Cual leves sombras enamoradas
A media noche vienen las hadas
Sobre 'las márgenes
Del lago azul.
Los ojos quieren ver su hermosura ;
Pero envidiosa la niebla oscura
Sus formas cándidas
Vela en su tul.

Dicen que bajan para consuelo
De los que lloran en triste duelo,
De los que víctimas
Son del dolor.
Venid, oh sombras, al alma mía,
Que entre tormentos de la agonía,
Deshecha en lágrimas,’
Muere de amor.

ANTONIO ARNAO


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XLI

AMOR A LA SOLEDAD

No me llames, ni pretendas
con tan bellas esperanzas
que abandone esta campiña
donde vive alegre el alma.

¿Cómo quieres que yo deje
estas vegas encantadas,
que fecundan los arroyos
que acarician ledas auras.

Que matizan bellas flores,
Verdes árboles y plantas,
Que resuenan con los trinos
De las aves solitarias,

Con la voz de los mancebos,
Y el cantar de las zagalas,
Y el murmullo de las hojas,
Y el murmullo de las aguas?

¿Tal vez quieres que abandone
Esta agreste dulce calma,
‘ Por las recias tempestades,
Por las sordas oleadas

De los pueblos donde moran
La amargura y la desgracia,
La ilusión que brinda bienes ,
El desengaño que mata ?

No : bastante el alma mía,
Por sus sueños arrastrada,
Pagó un tiempo su tributo
A tan quiméricas ansias.

Ya no busco la grandeza.
Que en la tierra impera vana :
Ya no.anhelan mis oídos
Los clamores de la fama.

Solo quiero en paz oscura
Sentir que mi vida pasa
Como arroyo solitario
Bajo la verde enramada.

Porque al fin de nuestra vida ,
La verdad, que nunca engaña,
Al llamar a nuestras puertas
Con su mano soberana ,

Mientras disipe tus sueños,
Escuchando mis plegarias,
Sembrará en ti desengaños ,
Fecundará mi esperanza.

ANTONIO ARNAO


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XLII.
CONSUELO.

¿Quien la clara luz empaña
Que en tus dulces ojos brilla?
¿Quién tu cándida mejilla
Con acerbo llanto baña?
Cese, cese la amargura
Do se anega tu alma pura,
Que a tu queja
Blando el cielo
Misteriosa luz refleja
De ventura y de consuelo

Hoy un ángel se ha dormido
Para siempre en tu regazo:
Pobre madre, hoy un pedazo
Tus entrañas han perdido.
¡ Sola , sola está tu alma !
¿ Dónde fue tu dulce calma ?
¡ Bella nube
De un momento
Que deshecha al cielo sube
Disipada por el viento!

Calma, oh madre, los dolores
Que tu espíritu devoran ;
Mira el cielo que coloran
Misteriosos resplandores.
Esa estrella peregrina,
Que tus pasos ilumina,
Viene a darte
La bonanza
Que a los míseros reparte
La benéfica esperanza.

Si hoy un ángel te ha dejado,
Subió en triunfo a la alta gloria :
Va a esperarte en su victoria
De aureola coronado.
¡Ah! no llores, madre triste:
Tú verás al que perdiste
Donde eterno
Luce el día ,
Do no muere el amor tierno,
Do no muere la alegría.

ANTONIO ARNAO


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XLIII

A MI MADRE

(en sus días)

No pienses, madre mía,
que lejos de tu amor tu amor olvido,
ni que en dulce alegría
mi pecho embebecido
es ¡ay! feliz cual a tu lado ha sido.

Desde el amargo instante
que de ti me alejé lloro mi pena:
Mi corazón amante
vive en ruda cadena,
y el alma herida y de amargura llena

Doradas ilusiones-
Ante mis ojos mágicas pasaron ,
Y en vivas emociones
Mi espíritu inflamaron ,
Y raudo tras de sí le arrebataron.

Pensé ceñir de gloria
Un lauro, madre, para ti: sediento
Corrí tras la victoria...
¿Qué halló mi pensamiento
Donde soñó la gloria y el contento?

Estériles abrojos
En vez de flores de fragancia pura;
Llanto para mis ojos ,
Y noche de amargura
De lo futuro en la tiniebla oscura.

¡ Ay ! Pronto de su sueño
El alma despertó, de angustia herida:
Dejó su loco empeño:
Hoy ya solo escondida
Quiere en humilde paz pasar su vida

Por eso amante vuela
A refugiarse en tu benigno seno
Que su dolor consuela:
Tu amor de dicha lleno
Será para su angustia iris sereno,

Mas , ah! si venturosa
Debe seguir de hoy más oculta senda,
Oh madre cariñosa ,
Sobre mí en dulce prenda
Tu dulce bendición grata descienda.

Tu dicha es mi consuelo.
Por ella, oh madre , en tan glorioso día,
Con voz de santo anhelo,
Ferviente el alma mía
Al alto cielo su oración envía.

Los ángeles hermosos
Bajen a ti cantando en nube ardiente ;
Y traigan amorosos
De Dios Omnipotente
La eterna bendición sobre tu frente.

ANTONIO ARNAO


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XLIV

IMAGEN

¿Por qué de dolor agudo
presa en otoño me siento
al ver que arrebata el viento
las hojas en soplo rudo?
¿Por qué ante un árbol desnudo
se oprimen los corazones?
--Esa vagas aflicciones
nacen de que el alma advierte
cómo el soplo de la muerte
borra las generaciones.

ANTONIO ARNAO


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XLV

ANTES, AHORA, DESPUÉS.

--Almas ¿adónde voláis?
--Donde el gozo nos convida.
--¿Vais a la muerte?
--A la vida.
--La vida! ¿Y tan presto vais?
--el gozo y la paz, en ella
esperan nuestra llegada.
--Sabéis lo que es morada
morada tan bella.

AHORA

--¿Qué buscan esos mortales
con anhelar tan ardiente?
—La paz del alma doliente,
¡Sus ensueños celestiales !
—¿Tú qué pides?
—El honor.
—¿Qué buscas tú? —
La victoria. –
¿Y tú?
—Yo anhelo la gloria.
-¿ Y tú?
—La fe del amor.
—¿Y pensáis encontrar tanto ?
—Y más.
¿Así lo creéis ?
Entonces ¿ porqué vertéis
Furtivas gotas de llanto?


DESPUÉS.

—¿ Adonde vais de esa suerte ?
—Huyendo vamos del suelo.
—¿Y a dónde voláis?
—Al cielo. —
¿Y a quién llamáis?
—A la muerte
Ella se mueve a piedad
Por el alma que suspira :
Ya hemos visto la mentira.
. ¡ Queremos ver la verdad ¡

ANTONIO ARNAO


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XLVI

EL FRUTO DE LAS PENAS.

Si la tristeza y el dolor, señora ,
Como crisol el alma purifican ,
Y la llevan al seno de la muerte
Para entrar por las puertas de la vida ;

Si el mortal que de penas agobiado
Sufre sin murmurar su suerte impía,
Recibe en otra patria la corona,
Galardón inmortal de sus desdichas ,
¿ Cómo quieres que al verte amargas quejas
Cual siempre exhale con dolor mi lira ?
¿Por ventura no sé tu amarga historia,
Pobre en placeres y en tristezas rica ?

( ¿ No estoy viendo tu cándida inocencia ,
Inmarchitable flor de aroma henchida ?
¿Y sabiendo la palma que mereces
He de llorar las penas que te agitan ?

No: tu sencillo corazón me pide
Himnos de amor, canciones peregrinas
Que publiquen tu gozo de mañana,
No tu presente angustia , oh dulce amiga.

Por eso al ver que llevas en tu frente
Esperanzas que nunca se disipan ,
Al percibir el eco misterioso
Que dice sin cesar al alma mía:

«¡ Ella feliz que sufre resignada
Y que firme esperando al cielo mira!
» Venciendo mi tristeza te saludo,
Lleno de gozo, en cantiga sencilla.

Esta es la flor que tributarte puedo
En el jardín de la amistad cogida.
En ella van tu nombre y mi ternura:
Oye mi voz , y acéptala benigna.

ANTONIO ARNAO


MELANCOLÍAS
rimas y cantigas



MEDITACIÓN.
(Á D. JOAQUIN JOSÉ CERVINO.)


Vuela , brisa de otoño ,
A reanimar mi pecho fatigado
Por el rigor del caluroso estío.
Aquí me tienes sin vigor postrado ,
Invocando tu aliento
Bajo el dosel del álamo sombrío.
Y mientras al fulgor de la mañana
Saludo tu venida en blando acento ,
Oigo sonar la cantiga amorosa
Con que tropa galana
De pájaros cantando
Te llama por los aires revolando.

La flor azul del rústico tomillo,
La verde pompa del gentil romero,
Quieren en este monte,
Con su verdor primero,
Tornar a revestir la madre tierra
Y llenar de su aroma el horizonte.
En su seno el olivo
Copioso fruto encierra,
Y murmura a tus hálitos suaves;
En tanto que a mi frente,
Sobre la parda y encumbrada roca,
Negra legión de carniceras aves
Asorda el vago ambiente
Con su ronco graznido,
Desde los senos del horrible nido.

El aura campesina
Que cariñosa mece mi cabello,
Que en los frondosos pinos juguetea
Y en los nervudos brazos de la encina
Mi espíritu recrea
Con los rumores del lejano río
Que a las plantas serpea
De la noble ciudad que me dio aliento
Mas ¡ay! que al percibir el pecho mío
Un súbito lamento,
En vivo afán mi júbilo se muda;

Sale de mis ojos lágrima ignorada,
Claro pregón de mi congoja ruda;
Y cual nube del cierzo arrebatada
Desparece en un punto la alegría
Que en esta soledad, de paz tesoro,
Mi pobre y triste corazón sentía.

¡Negra memoria! Cuando el dulce seno
De mi patria dejé, sobre su frente
El vuelo presuroso,
Al mandato de Dios Omnipotente,
El Ángel de la muerte derramaba ,
Y al funesto presagio temerosa
• Su corazón de luto se adornaba.
¡Ay! ¿Qué será de ti, flor del Segura,
Por tan recia tormenta combatida?
¿ Qué será sino cáliz de amargura
Aquel que un tiempo, henchido de perfume,
Era emblema de vida,
Hoy que enemiga suerte
En hondo abismo tu esperanza sume,
Y en luto y duelo tu beldad convierte? " •

¿Quién sabe si al tornar de mi-retiro
Encontrará mi corazón en ella
Las prendas caras que dejé entre llanto?
Tal vez mientras respiro
Esta brisa de paz, mortal querella
Arrancará a sus almas el quebranto;
Y los seres que encanto
Fueran un tiempo de mis tristes horas,
Al acento del Ángel que los llama,
Como secas espigas tembladoras
Inclinarán con lágrimas la frente,
Sin que mi noble pecho que los ama
Pueda asistir a su clamor doliente.

Señor, tú« que en el trono de los cielos
Oyes la voz del que con fe te invoca;
Tú, raudal inexhausto de consuelos
Al que sus dichas en tu amor coloca,
Mírame aquí postrado en mis dolores
Ante la cruz en que murió tu Hijo,
Pidiendo a tu clemencia ,
Grande cual tu justicia,
Que apartes ya tu enojo y tus rigores ,
* Y muestres en tu amor tu omnipotencia,
Siempre al triste y al mísero propicia.

Así, Bondad suprema, eterno amparo
De la fe y el dolor, así te llaman
Los que hoy su frente al infortunio inclinan ,
Y bendicen tus juicios y te aman.
Ya ese clamor del hombre
Que gime en las ciudades;
Ya los rumores, de misterio henchidos,
Que llenan las campestres soledades,
Por el amor movidos
Te llaman a la vez, porque clemente
Al ruego de tu Madre y Madre mía
Desarrugues el ceño de tu frente ,
Huya el dolor y torne la alegría.

Óyelos, pues, y muestra que eres Padre
Muéstrales que eres fin de su esperanza:
Y si tanto clamor y duelo tanto
A desarmar tu indignación no alcanza;
Si quieres un cruento sacrificio
Que aplaque tu rigor, ve cuál se ofrece
Mi ardiente corazón, con gozo santo ,
Porque al hombre infeliz mires propicio.
Alivia al que padece,
Y seca en mí las fuentes de la vida.
No te tardes, Señor, que en vivo anhelo'
Esta merced imploro;
Y Tú sabes qué dicha tan preciada
Al alma fuera, oh Dios a quien adoro,
Por desterrar tormento tan profundo,
Hallar tumba ignorada
En esta soledad, lejos del mundo.

ANTONIO ARNAO


MELANCOLÍAS
rimas y cantigas



XLVIII.
EL CANTO MISTERIOSO.

¿Quién me canta? ¿Qué espíritu posa
Con ternura la mano en mi lira
Que sus cuerdas, cual voz misteriosa,
Resonaron con dulce clamor?
¿Es el viento que blando suspira?
¿Es quimera tal vez de mi amor?

Al vibrar tan celeste sonido
Se mitigan y aduermen mis penas,
Y a mi pecho de afán suspendido
Blanda torna la paz que perdí;
Rompe el alma sus tristes cadenas,
Vuela, vuela muy lejos de aquí.

A la luz de la pálida luna
Que entre nubes de plata lucía
He cantado la dulce fortuna
Que otro tiempo mis pasos guió;
Pero nunca tan blanda armonía
De mi lira en raudales brotó.

Al nacer la serena mañana,
Junto al mar en su lecho adormido,
Ante el sol, que entre nubes de grana
"Se ocultaba en las ondas j canté:
Nunca, nunca tan tierno gemido ,
Tan angélico acorde escuché.

Di: ¿quién eres, oh tú, que no cesas
De entonar apacible tus cantos,
Que mi alma de gozo embelesas.
Que suspendes mi fiel corazón?
¿Sois vosotros, espíritus santos,
Que bajáis de la etérea región ?

Ah! tú has sido, celeste hermosura,
Que otro tiempo moraste en la tierra :
Ciego el hombre te huyó en su locura,
Mas yo siempre tu encanto adoré :
En tu nombre el tesoro se encierra
De la dicha , el amor y la fe.

Blanca hiendes el aura a mis ojos,
Cómo sombra de amor salvadora
Que bajaste a calmar los enojos
De mi amarga infeliz soledad...
Tú consuelas al triste que llora:
¡Yo te adoro , celeste Piedad!

ANTONIO ARNAO


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rimas y cantigas



XLIX.
EL BALLESTERO.

(Á JUAN A. BIEDMA.) *

Es la noche-; ¡ Qué reposo
Vago aduerme monte y llano !
Con murmullo misterioso
Sordo zumba el mar lejano.
Limpia y sin nube importuna
Luce el el cenit la luna.
Manso viento
Cruza por la selva umbría,.

Y a su aliento
Música apacible suena...
¡ Noche de amor y armonía"!
¡Noche azul de encantos llena!

Sobre la gótica torre
De aquel castillo sombrío,
Por cuyo pié sordo corre
En turbias ondas un río, .
Con ademan rudo y fiero
Vela un viejo ballestero :
Triste canto
Murmura con voz de queja;
Y entretanto
Sobre la férrea armadura
La blanca luna refleja
Su luz argentada y pura,

Y así canta sin cuidado:
«Jugóse, pardiez , mi suerte:
He de vivir de soldado
Hasta que venga la muerte.
A mi pobre madre anciana
Cierta ladina gitana
Lo predijo.
Mas ¿quién teme la fortuna ?
No me aflijo
Porque me declare guerra ;
Porque sin piedad alguna
Con estos grillos me aferra. »

« Ninguno en verdad se cuida .
Del oscuro ballestero:
Negra, por Dios es mi vida,
Mas en ella morir quiero.
Cuando lid-revuelta estalla,
Yo el primero a la batalla
Me adelanto:
Cierro contra esos infieles;
Y el espanto
Sembrando entre los malditos,
Los ahuyento cual lebreles
A mis flechas y mis gritos.»

« Y cuando estoy en la almena
Del castillo de mi dueño,
Con alma al temor ajena,
Yo soy quien guarda su sueño.
Si al fin mi’ suerte es traidora,
Como predijo en .mal hora
La gitana,
No en herirme se detenga
La inhumana:
Ya se puede ir preparando,
Que cuando la muerte venga
La he de recibir cantando.»

En esto con silbo agudo
Viene upa flecha lanzada
A estrellarse en choque rudo
Contra la torre almenada.
«Traición !» grita. La ballesta
Tiende... Con otra contesta'..
Y un gemido
Por la montaña responde
Comprimido...
Y las almenas, ligeros ,
Mientras la luna se esconde,
Coronan cien ballesteros.

ANTONIO ARNAO


MELANCOLÍAS
rimas y cantigas




L

DICHA PERDIDA.

Oh tú, de mi niñez casta ventura,
¿Por qué para mi mal veloz huiste ?
Del bien que me brindabas solo existe
Pálida imagen que en la mente dura.

Sueño has sido no más. Tiniebla impura
Hallé en vez de la luz que me ofreciste...
¿Quién te dará la paz , corazón triste?
¿Dónde tu dicha morará segura?

Así lloraba el alma dolorida,
Víctima injusta de enemiga suerte ,
Cuando celeste voz clamó escondida :

«¿ Por qué, mortal, no sabes conocerte ?
«Nacer para sufrir; ¡tal es la vida!
«Morir para triunfar; ¡ tal es la muerte!»

ANTONIO ARNAO


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rimas y cantigas


LI

CARIDAD.

Rigiendo tu carro de fuego vestido ,
Benéfico asciendes , oh sol celestial;
Y el orbe que en sombra se hallaba sumido
Saluda tu llama, de júbilo henchido,
Con himno inmortal.

Por ti resplandece la célica altura,
Reanima los montes su muerto verdor,
Y un mar es de fuego del mar la llanura ;
Pues ve en ti la tierra que alegre fulgura
Su esposo y su- amor.

Do quier a tu paso desparces ardiente
Tu lumbre que anima la tierra y el mar;
Y luego que bajas al turbio occidente
Las nubes comienzan en coro doliente
Tu muerte a llorar.

Mas viene la luna que en nubes de plata
Consuelo y ternura derrama do quier;
Y al ver que medrosa'tu imagen retrata,
La tierra afligida su seno dilata
Con triste placer.

Así el que sus manos al débil que llora
Benéfico tiende, cual padre de amor,
El bueno que siempre piedad atesora
‘ Es sol de consuelo , y es luz salvadora
Que ahuyenta el dolor.

—Vosotros, mortales, que holláis la alta cumbre
Do el pobre os contempla con honda ansiedad ,
Y veis en su llanto su fiel mansedumbre,
Sed soleá que viertan purísima lumbre
De santa piedad.

Si oís el acento del bien que os reclama,
Con pródiga mano del bien id en pos;
Y, en vez de un arrullo de mísera fama ,
Oiréis el acento del triste que os llama
La imagen de Dios. .

Y luego que os marque la muerte sombría
La tumba que os debe del mundo ocultar,
Cual lloran las nubes al astro del día,
Vendrán los que os pierden con honda agonía
En ella a llorar.

Será vuestro nombre del triste en el duelo
Imagen celeste de un astro de paz;
Memoria que vierta más dulce consuelo
Que vierte la luna si asoma en el cielo
Su angélica faz.

ANTONIO ARNAO


MELANCOLÍAS
rimas y cantigas


LII.
LA PASTORA Y EL PEREGRINO.

Volviendo ayer de la fuente
Una doncella cantando
Se le acercó suspirando
Un peregrino doliente:

— Guarde el cielo a la pastora.
— El guarde al buen peregrino.
— He perdido mi camino,
Y a más la sed me devora. *

Si como hermosa eres buena
Tiéndeme tu amiga mano :
Ten piedad del pobre anciano
Que a ti se acoge en su pena.

— En mi cántaro bebed
Que vos seré vuestra guía.
—Alma generosa y pía ,
Dios te pague tal merced.—

Cantar en son de querella
Óyese a un pastor en tanto ,
Y al escuchar aquel canto
Da un suspiro la doncella.

— ¿Suspiras? —
¡Triste de mil —
¿Es tu fortuna enemiga?
— ¡Ay !... Rogad porque consiga
La dulce paz que perdí.

Mi paisano está tratado magistralmente por ti.

Besos.

Tu paisano es un pedazo de poeta.
Gracias y después de este parón, sigo.

ANTONIO ARNAO


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rimas y cantigas



GLORIA DE LA TIERRA.


Donde están mis ilusiones,
Gloria de la tierra impía ?
De mi veloces huyeron
Como palomas perdidas. •
Cuando clara despuntaba,
Cual una aurora de dichas,
De mi dulce adolescencia
El alba pura y tranquila,

Vinieron y fascinaron
Con su luz el alma mía,
Que las acogió amorosa,
Prodiga de sus caricias.
Prometieronme tesoros
De ventura apetecida;
Valles de eterna verdura;
Lagos que el céfiro riza;
Y cuando tiendo la mano
Tras ellas, con ansia viva,
Los castillos de mis goces
Como el humo se disipan ;
Y en vez de prados alegres ,
En vez de apacibles brisas,
Encuentro incultos brenales,'
Piélagos que el cierzo irrita.
! La gloria! Dorado sueno,
Fantasma que nos cautiva,
Hada que ofrece coronas,
Estrella que al hombre guía...
.Por que te vi en los delirios
De mi juventud sencilla?
Por que en mi pecho encendiste
Hoguera de luz divina,
Si luego en vez de ceñirme,
Como un tiempo lo mentías,
La misteriosa corona
De laurel y siempreviva,
Con aquella misma llama
Que tu encendiste benigna
Era fuerza que tornases
Mi corazón en cenizas?
!Cuan caras costáis al alma,
Ilusiones fementidas!'
Por un momento de halago,
De amargura eternos días.
Brindáis llores, y al tocarlas
Se convierten en espinas;
Brindáis mieles, y en los labios
Se convierten en acíbar.
!Huye de mi! Tiende presto,
Tiende el ala purpurina,
Y busca otro ser dichoso
A quien coronar propicia.
Estas lagrimas de sangre,
Que ruedan por mi mejilla,
Son las que brotan del alma
por tu ingratitud herida.

Mi corazón generoso,
Que despierta en su agonía,
Recuerda el valor que un tiempo
Fue su preclara divisa.

frío y , desdenando la copa
Con que pérfida me brindas,
Juro, no mas en tus aras
Doblar débil la rodilla.
!Ojala hubiese escuchado
lo que el alma me decía;
Que tu , gloria de la tierra,
Eras humo, eras mentira...!
!Necio el que por ti anhelante
Entre tormentos se agita;
Por ti , por ti que al fin eres
De la gloria sombra fría'

Si anhelas el noble impulso
Que como escala divina
A las ínclitas acciones
Al débil mortal sublima;
El bien, el bien solamente
De espuela y faro te sirva
Para dar por tus hermanos
Hasta tu honra y tu vida.
Si por el bien solo vives,
Si al bien consagras tus días,
No buscaras recompensas
A tu afán y a tus vigilias;
Que el bien lleva la corona,
Y corona merecida,
De hacer eterno tu nombre,
De hacer eterna tu dicha.
Deja, pues, corazón, deja
Esas quimeras indignas
Que a un Edén llevar prometen,
Y al abismo precipitan.
Los que en ellas ciegos buscan
Galardón a sus fatigas,
Miren en tu afán el premio
A que enganados aspiran.