El niño pequeño, su servidor
Enferma, 97 años, en su cama sin moverse.
PEQUEÑOS RECUERDOS. (2000)
--mi primer escrito, sin modificaciones-
“¡Mamá!
Estoy cerca de ti en este momento, ¿me escuchas?”
Oigo unas silenciosas palabras que salen de tu boca.
¡Creo que sí!
Tus ojos me lo dicen aunque tu cuerpo no pueda moverse.
“¡Mamá!
Quiero decirte lo mucho que te quiero.
¿No sientes mi boca en tu frente?”
¡Creo que sí!
Tus manos me lo dicen. Parte de ti quiere estrecharme
y no dejarme ir.
“¡Mamá!
Son muchas las cosas que quiero contarte
de los recuerdos de mi infancia.
¡Cómo ves!
Ahora están muy lejos, pero no puedo olvidarlos,
es parte de mí.
Los momentos felices que pasamos juntos
en las Navidades. De aquel regalo de santa que no llegó.
¡Fue un milagro!,
ah, como resolviste el problema
y salieron al fin,
para que pudiera jugar con mis amigos.
¡Brincaron de gusto las canicas!
Me acuerdo de mi primera bicicleta,
me impulsaste para que subiera.
¡Muchos golpes me di!
Como me dolía separarme los lunes
para ir a la ciudad, a la escuela;
no se olvida, lloraba al partir
y gritaba de gusto al regresar.
Me decías: ¡listo de nuevo!
Y no se diga como preparabas los animales de mi cacería
para mi comida.
¡Cómo me gustan tus guisos!
Oh, te acuerdas de mis mascotas
lloraba de alegría al verlas,
y me preocupaba por si algo les pasara.
¡Que sustos llevábamos!
También fuiste mi apoyo, te acuerdas que por mis
travesuras me defendías junto con mis hermanas,
de mi papá, para que no me castigara.
¡Cómo las quiero!”
“¡Mamá!
Estás dormida.
¡Bueno!
Mañana vengo y seguiremos platicando
de nuestros pequeños recuerdos.”
RECUERDOS MÍOS (2002)
Llegué a aquella casa,
de otros recuerdos míos,
de tiempos de dulce sonreír,
donde me acogía la nostalgia,
la luz, el polvo de los retratos
que alimentaban las caricias,
en un profundo ir y venir;
de la puerta de la aurora,
otra más clara, en el día,
un poco menos en la noche,
pero inmensa otra vez.
Donde mi viejita adorable
se sentaba en su sofá,
levantaba su linda mano
para acariciar mi cara
y mi renovado corazón;
donde una simple palabra suya
era una oración,
de nuevo su estrella,
era mi canción.
Llegué a aquella casa
de otros recuerdos míos,
de enormes pasillos,
tan grandes como su amor.
-ese aire exhalaba por muchos años
los cariñosos cuidados
de música encantada
y el suave murmullo
de su dulce caminar-
Los minutos y horas
de la mañana,
resplandecían, siempre, con sus pasos,
a un nuevo despertar.
Sus ojos eran mi esperanza
y mi ánimo,
la fuerza, hoy, de mi alma,
que nunca dejaré de amar;
el consejo maternal,
que arrullaba mi alma,
hoy, vive, en verdad.
Llegué a aquella casa
de otros recuerdos míos....
A mi madre (mayo 2020)
-----Francisca - 22 de mayo 2001—
Me levanté, me vestí
Salí y me extendí
Entonces morí…….. Jack Kerovac
Los árboles del cielo
acarician con su sombra
y maternales frutos
la soledad en agua viva.
-Todo el tiempo-.
Te recuerdo en mis ojos.
En esas lágrimas que ahogo en el infinito,
en el silencio, en el miedo a la espuma
de mar golpeando mi ocaso.
En mis manos y labios,
que acariciaron tu rostro
y lo besaron con amor de hijo
en señal de despedida.
En mis años,
donde la dicha existe,
gracias a la lámpara que regresa
con bellas visiones, bálsamo sobre mis llagas.
En el aire.
Estoy tallando la gloria,
la ternura en sílabas de niño eterno
con música para dominar la tristeza.
En mi corazón.
Amor girando en tu regazo de madre.
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