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“¿Cuándo y cómo aligerar el confinamiento de los mayores? Por José A. García Navarro (La Vanguardia, 14-05-2020)
(José A. García Navarro, Presidente de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología y director general del Consorci de Salut i Social)
De esta pandemia hemos aprendido que afecta más gravemente a los mayores, que no tenemos tratamiento preventivo ni vacuna, que hay tratamiento curativo y que quedarse en casa es seguro. Estas son las cuatro certezas que pesan sobre nuestras autoridades sanitarias a la hora de aconsejar o no la vuelta a la calle de nuestros mayores.
Pero también pesa mucho la realidad de este colectivo en sus casas: incrementan los problemas psicológicos, especialmente de presión y ansiedad, y los problemas físicos, ligados a una vida más sedentaria (obesidad, pérdida de músculo, etcétera). Y es un drama para las personas con demencia y para sus cuidadores, la mayoría de veces su propia pareja también de edad avanzada. Este balance beneficio-riesgo quita el sueño a nuestras autoridades sanitarias. Un beneficio evidente si los mayores saliesen a la calle, especialmente ahora que es primavera. Un riesgo evidente de volver a incrementar la transmisión de la enfermedad.
Estaríamos más tranquilos si dispusiésemos de un mapa de riesgos y de un mapa de protección de la población (los famosos estudios poblacionales con tests PCR y serológicos). Y también si tuviésemos datos reales instantáneos de la progresión de la enfermedad no solo en la utilización de hospitales (urgencias, ingresos, camas de UCI, etcétera), sino también en la población que está en su domicilio y en residencias de mayores.
Un terrible reto para el que toma decisiones de salud pública. Es como si tuviese que hacer un viaje sin un mapa detallado y con solo unos cuantos indicadores en el cuadro de instrumentos del vehículo. Es posible, pero tendrá que ir poco a poco y con los ojos muy abiertos.
Por eso se intuye que el desconfinamiento de los mayores cumplirá tres premisas: será progresivo, prudente y con protección.
Que sea progresivo significará salir inicialmente de forma individual si se puede (en el caso de personas con demencia y con dificultad grave de movilidad, con su cuidador) y, en ningún caso en grupo, hasta más adelante.
Que sea prudente nos obligará a que los mayores no establezcan aún contacto con los niños, que sospechamos que son un importante transmisor de la enfermedad aunque la padecen muy poco. Aún no podrán los abuelos contactar con sus nietos, tendrán que seguir cargados de paciencia. Incluso muchos territorios dictarán franjas separadas de salida a la calle para mayores y para niños.
Y habrá que salir protegidos con mascarillas, guardar las distancias de seguridad y limpiarnos las manos de forma frecuente y siempre al volver a casa. Y se intuye también que habrá que hacerlo en orden de menor a mayor riesgo. Primero los mayores sanos o con enfermedad crónica controlada (que son la mayoría), después los de más riesgo que son los que tienen muchas enfermedades crónicas avanzadas y los que viven en residencias de mayores.
Ha de ser un “desconfinamiento activo”: al salir no se debe ir al banco del parque a descansar, sino a pasear al sol. Hay que recuperar la salud ósea y muscular afectada por el confinamiento.
Y mientras los mayores van saliendo, las autoridades sanitarias seguirán vigilando con lua los indicadores de regresión de la epidemia, por si hubiese que volver atrás. Son los mayores los más afectados por esta crisis y les tenemos que asegurar que la vuelta a la normalidad saldrá bien.
José A. García Navarro (La Vanguardia, 14-05-2020)
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“¿Cuándo y cómo aligerar el confinamiento de los mayores? Por José A. García Navarro (La Vanguardia, 14-05-2020)
(José A. García Navarro, Presidente de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología y director general del Consorci de Salut i Social)
De esta pandemia hemos aprendido que afecta más gravemente a los mayores, que no tenemos tratamiento preventivo ni vacuna, que hay tratamiento curativo y que quedarse en casa es seguro. Estas son las cuatro certezas que pesan sobre nuestras autoridades sanitarias a la hora de aconsejar o no la vuelta a la calle de nuestros mayores.
Pero también pesa mucho la realidad de este colectivo en sus casas: incrementan los problemas psicológicos, especialmente de presión y ansiedad, y los problemas físicos, ligados a una vida más sedentaria (obesidad, pérdida de músculo, etcétera). Y es un drama para las personas con demencia y para sus cuidadores, la mayoría de veces su propia pareja también de edad avanzada. Este balance beneficio-riesgo quita el sueño a nuestras autoridades sanitarias. Un beneficio evidente si los mayores saliesen a la calle, especialmente ahora que es primavera. Un riesgo evidente de volver a incrementar la transmisión de la enfermedad.
Estaríamos más tranquilos si dispusiésemos de un mapa de riesgos y de un mapa de protección de la población (los famosos estudios poblacionales con tests PCR y serológicos). Y también si tuviésemos datos reales instantáneos de la progresión de la enfermedad no solo en la utilización de hospitales (urgencias, ingresos, camas de UCI, etcétera), sino también en la población que está en su domicilio y en residencias de mayores.
Un terrible reto para el que toma decisiones de salud pública. Es como si tuviese que hacer un viaje sin un mapa detallado y con solo unos cuantos indicadores en el cuadro de instrumentos del vehículo. Es posible, pero tendrá que ir poco a poco y con los ojos muy abiertos.
Por eso se intuye que el desconfinamiento de los mayores cumplirá tres premisas: será progresivo, prudente y con protección.
Que sea progresivo significará salir inicialmente de forma individual si se puede (en el caso de personas con demencia y con dificultad grave de movilidad, con su cuidador) y, en ningún caso en grupo, hasta más adelante.
Que sea prudente nos obligará a que los mayores no establezcan aún contacto con los niños, que sospechamos que son un importante transmisor de la enfermedad aunque la padecen muy poco. Aún no podrán los abuelos contactar con sus nietos, tendrán que seguir cargados de paciencia. Incluso muchos territorios dictarán franjas separadas de salida a la calle para mayores y para niños.
Y habrá que salir protegidos con mascarillas, guardar las distancias de seguridad y limpiarnos las manos de forma frecuente y siempre al volver a casa. Y se intuye también que habrá que hacerlo en orden de menor a mayor riesgo. Primero los mayores sanos o con enfermedad crónica controlada (que son la mayoría), después los de más riesgo que son los que tienen muchas enfermedades crónicas avanzadas y los que viven en residencias de mayores.
Ha de ser un “desconfinamiento activo”: al salir no se debe ir al banco del parque a descansar, sino a pasear al sol. Hay que recuperar la salud ósea y muscular afectada por el confinamiento.
Y mientras los mayores van saliendo, las autoridades sanitarias seguirán vigilando con lua los indicadores de regresión de la epidemia, por si hubiese que volver atrás. Son los mayores los más afectados por esta crisis y les tenemos que asegurar que la vuelta a la normalidad saldrá bien.
José A. García Navarro (La Vanguardia, 14-05-2020)
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