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    Fernando Pessoa: Libro del desasosiego

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    Mensaje por Pedro Casas Serra 14.06.21 4:15

    257


    Tener un puro caro y los ojos cerrados es ser rico.


    Como quien visita un lugar donde ha pasado la juventud, consigo, con un cigarro barato, regresar entero al lugar de mi vida en que mi costumbre era fumarlos. Y a través del sabor leve del humo todo lo pasado /me revive/.


    Otras veces será cierto dulce. Un simple bombón de chocolate me destroza a veces los nervios con el exceso de recuerdos que los estremece. ¡La infancia! Y entre mis dientes que se clavan en la masa oscura y blanda, parto y /saboreo/ mis humildes felicidades de compañero alegre del soldado de plomo, del caballero congruente con la caña casual que era mi caballo. Me suben las lágrimas a los ojos y se mezcla con el sabor a chocolate mi sabor a mi felicidad pasada, mi infancia ida, y pertenezco voluptuosamente a la suavidad de mi dolor.


    No por sencillo es menos solemne este ritual mío del paladar.


    Pero es el humo del cigarro el que más espiritualmente me reconstruye momentos pasados. Apenas roza mi conciencia de tener paladar. Por eso más [...]me evoca las horas que he muerto, más lejanas las hace presentes, más nebulosas cuando me envuelven, más etéreas cuando las materializo. Un cigarro mentolado, un puro trivial, embriagan de familiaridad algunos momentos míos. Con qué sutil plausibilidad de sabor-aroma reconstruyo los escenarios y presto otra vez las [...]de un pasado, tan siglo dieciocho siempre debido al alejamiento malicioso y cansado, tan medievales siempre debido a lo inevitablemente perdido.


    ¿1914?




    (Continuará)

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    Mensaje por Pedro Casas Serra 15.06.21 3:08

    .



    258


    Es la última muerte del Capitán Nemo. En breve, moriré también.


    Ha sido toda mi infancia pasada la que en este momento ha quedado privada de poder durar.


    (transformation of Sherlock Holmes article) should it be done?




    (Continuará)

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    Mensaje por Pedro Casas Serra 16.06.21 3:08

    .



    259


    Como hay quien trabaja por tedio, escribo a veces por no tener qué decir. El devaneo en que naturalmente se pierde quien no piensa, me pierdo yo en él por escrito, pues sé soñar en prosa. Y hay mucho sentimiento sincero, mucha emoción legítima que saco de no estar sintiendo.


    Hay momentos en que la vacuidad de sentirse vivir llega a tener el espesor de algo positivo. En los grandes hombres de acción, que son los santos, puesto que actúan con la emoción entera y no sólo con parte de ella, este sentimiento de que la vida no es nada conduce al infinito. Se enguirnaldan de noche y de astros, se ungen de silencio y de soledad. En los grandes hombres de inacción, a cuyo número humildemente pertenezco, el mismo sentimiento conduce a lo infinitesimal; se estiran las sensaciones, como elásticos, para ver los poros de su falsa continuidad floja.


    Y unos y otros, en estos momentos, aman al sueño, como el hombre vulgar que no actúa ni deja actuar, mero reflejo de la existencia genérica de la especie humana. Sueño es la fusión con Dios, el Nirvana, sea en las definiciones lo que fuese; sueño es el análisis lento de las sensaciones, sea usado como una ciencia atómica del alma, sea dormido como una música de la voluntad, anagrama lento de la monotonía.


    Escribo demorándome en las palabras, como por escaparates donde no veo, y son medio-sentidos, casi-expresiones lo que me queda, como colores de tejidos que no he visto lo que son, armonías exhibidas compuestas de no sé qué objetos. Escribo arrullándome, como una madre loca a un hijo muerto.


    Me encontré en este mundo cierto día, que no sé cuál fue, y hasta allí, desde que evidentemente nací, había vivido sin sentir. Si pregunté dónde estaba, todos me engañaron, y todos se contradecían. Si pedí que me dijesen lo que haría, todos me hablaron con falsedad, y cada uno me dijo una cosa suya. Si, de no saber, me paré en el camino, todos se pasmaron de que no siguiese hacia donde nadie sabía lo que había, o no me volviese para atrás —yo, que, despierto en la encrucijada, no sabía de dónde había venido. Vi que estaba en escena y no sabía el papel que los demás recitaban en seguida, sin saberlo tampoco. Vi que estaba vestido de paje, y no me habían dado la reina, y me culpaban de no tenerla. Vi que tenía en las manos el mensaje que entregar, y cuando les dije que el papel estaba en blanco, se rieron de mí. Y todavía no sé si se rieron porque todos los papeles estaban en blanco o porque todos los mensajes se adivinan.


    Por fin, me senté en la piedra de la encrucijada como al hogar que me ha faltado. Y empecé, a solas conmigo, a hacer barcos de papel con la mentira que me habían dado. Nadie quiso creerme, ni por mentiroso, y no tenía yo un lago con el que probar la verdad.


    Palabras ociosas, perdidas, metáforas sueltas, que una vaga angustia encadena a sombras... Vestigios de mejores horas, vividas no sé dónde en alamedas... Lámpara apagada cuyo oro brilla en la oscuridad por la memoria de la extinguida luz... Palabras dadas, no al viento, sino al suelo, dejadas ir por los dedos sin avaricia, como hojas secas que en ellos hubiesen caído de un árbol invisiblemente infinito... Nostalgia de los estanques de las quintas ajenas... Ternura de lo nunca sucedido…


    ¡Vivir! ¡Vivir! Y la sospecha al menos, de si acaso en el lecho de Prosérpina habría de dormirme bien.


    10-3-1931.




    (Continuará)

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    Mensaje por Pedro Casas Serra 17.06.21 2:39

    .



    260


    Releo en una de estas somnolencias sin sueño, en que nos entretenemos inteligentemente sin la inteligencia, algunas de las páginas que formarán, todas juntas, mi libro de impresiones sin nexo. Y de ellas me sube, como un olor de cosa conocida, una impresión desierta de monotonía. Siento que, incluso al decir que soy siempre diferente, he dicho siempre lo mismo; que soy más análogo a mí mismo que lo que querría confesar; que, a fin de cuentas, no he tenido la alegría de ganar ni la emoción de perder. Soy una ausencia de saldo de mí mismo, sin un equilibrio involuntario que me desola y debilita.


    Todo cuanto he escrito es pardo. Se diría que mi vida, incluso la mental, es un día de lluvia lenta, en que todo es desacontecimiento y penumbra, privilegio vacío y razón olvidada. Me desolo a seda rota. Me desconozco a luz y tedio.


    Mi esfuerzo humilde, de siquiera decir quién soy, de registrar, como una máquina de nervios, las impresiones mínimas de mi vida subjetiva y aguda, todo esto se me ha vaciado como un balde en el que hubiesen tropezado, y se derramó por la tierra como el agua de todo. Me he fabricado con pinturas falsas, he resultado a imperio de trampa. Mi corazón, a quien fié los grandes acontecimientos de la prosa vivida, me parece hoy, escrito en la distancia de estas páginas releídas con otra alma, una bomba de huerto de provincias, instalada por instinto y maniobrada por servicio. He naufragado sin tormenta en un mar en el que se puede estar de pie.


    Y pregunto a lo que me queda de consciente en esta serie confusa de intervalos entre cosas que no existen, de qué me ha servido llenar tantas páginas de frases en las que he creído como mías, de emociones que he sentido como pensadas, de banderas y pendones que son, al final, papeles pegados con saliva por la hija del mendigo debajo de los aleros.


    Pregunto a lo que me queda de mí a qué vienen estas páginas inútiles, consagradas a la basura y al extravío, perdidas antes de ser entre los papeles rotos del Destino.


    Pregunto y prosigo. Escribo la pregunta, la envuelvo en nuevas frases, desmadejada de nuevas emociones234. Y mañana volveré a escribir, en la secuencia de mi libro estúpido, las impresiones diarias de mi desconvencimiento con frío.


    Sigan, tales como son. Jugado el dominó, y ganado el juego, o perdido, las fichas se ponen bocabajo y el juego terminado es negro.




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    Mensaje por Pedro Casas Serra 18.06.21 4:47

    .



    261


    y los crisantemos debilitan su vida exhausta en jardines apenumbrados de encerrarlos.


    la lujuria japonesa de tener evidentemente sólo dos dimensiones.


    la existencia en colores sobre transparencias empañadas de las figuras japonesas de las tazas.


    una mesa puesta para un té discreto —mero pretexto para conversaciones completamente inútiles— ha tenido siempre para mí algo de ente e individualidad con alma. ¡Forma, como un organismo, un todo sintético! Que no es la pura suma de las partes (que lo componen).




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    Mensaje por Pedro Casas Serra 19.06.21 3:30

    .



    262


    Nunca dejo saber a mis sentimientos lo que voy a hacerles sentir... Juego con mis sensaciones como una princesa llena de tedio con sus grandes gatos prontos y crueles…


    Cierro súbitamente puertas, dentro de mí, por donde ciertas sensaciones iban a pasar para realizarse. Retiro bruscamente de su camino los objetos espirituales que les van a marcar ciertos gestos.


    Pequeñas frases sin sentido, metidas en las conversaciones que suponemos estar manteniendo, afirmaciones absurdas hechas con [...] de otras que ya no significan nada de por sí.


    Su mirada tiene algo de música tocada a bordo de un barco, en la mitad misteriosa de un río con florestas en la margen opuesta…


    No diga que es fría una noche de luna. Abomino las noches de luna... Hay quien suele realmente tocar música las noches de luna…


    Eso también es posible... Y es lamentable, claro está... Pero su mirada tiene realmente el deseo de ser nostálgica de algo... Le falta el sentimiento que expresa... Encuentro en la falsedad de su expresión una cantidad de ilusiones que he tenido…


    Crea que siento a veces lo que digo, y hasta, a pesar de ser mujer, lo que digo con la mirada…


    ¿No está siendo cruel para consigo misma? ¿Sentimos realmente lo que pensamos que estamos sintiendo? Esta conversación nuestra, por ejemplo, ¿tiene visos de realidad? No los tiene. En una novela no sería admitida.


    Con mucha razón... Yo no tengo la absoluta seguridad de estar hablando con usted, fíjese... A pesar de ser mujer, me he impuesto el deber de ser estampa de un libro de impresiones de un dibujante loco... Tengo en mí detalles exageradamente claros... Da un poco, lo sé bien, la impresión de una realidad excesiva y un poco forzada... Me parece que la única cosa digna de una mujer contemporánea es este ideal de ser una estampa. Cuando yo era niña creía ser la reina de un naipe cualquiera de una baraja antigua que había en mi casa… Encontraba ese oficio de una heráldica realmente compasiva... Pero cuando se es niño, se tienen aspiraciones morales de éstas... Sólo después, en la edad en que todas nuestras aspiraciones son inmorales, es cuando pensamos en eso en serio…


    Yo, como nunca les hablo a los niños, creo en su instinto artístico... Sabe, mientras estoy hablando, ahora mismo, estoy queriendo penetrar el íntimo sentido de esas cosas que me estaba diciendo... ¿Me perdona?


    No del todo... Nunca se debe invadir los sentimientos que los demás fingen que tienen.


    Son siempre demasiado íntimos ...Crea que me duele realmente estar haciéndole estas confidencias íntimas que, si bien todas ellas son falsas, representan verdaderos jirones de mi pobre alma... En el fondo, créame, lo que somos de más doloroso es lo que no somos realmente, y nuestras mayores tragedias suceden en la idea que nos hacemos de nosotros.


    Eso es tan verdadero... ¿Para qué decirlo? Me ha ofendido. ¿Por qué privar a nuestra conversación de su irrealidad constante? Así es casi una conversación posible, mantenida junto a una mesa de té, entre una mujer linda y un imaginador de sensaciones.


    Sí, sí... Ahora me toca a mí pedir perdón... Pero mire que yo estaba distraída y no me di cuenta en realidad de que había dicho una cosa justa...Cambiemos de asunto... ¡Qué tarde que es siempre! No vuelva a enfadarse... Mire que esta frase mía no tiene absolutamente ningún sentido…


    No me pida disculpas, no se fije en que estamos hablando... Toda buena conversación debe ser un monólogo de dos... Debemos, al final, no poder tener la seguridad de si hemos conversado realmente con alguien o si hemos imaginado totalmente la conversación... Las mejores y más íntimas conversaciones, y sobretodo las menos moralmente instintivas, son aquellas que los novelistas mantienen entre dos personajes de sus novelas... Por ejemplo…


    ¡Por el amor de Dios! Seguro que no iba a citarme un ejemplo... Eso sólo se hace en las gramáticas; no sé si recuerda que hasta nunca los leemos.


    ¿Ha leído alguna vez una gramática?


    Yo, nunca. Siempre he tenido una aversión profunda a saber cómo se dicen las cosas... Mi única simpatía, en las gramáticas, era para las excepciones y para los pleonasmos... Escapar a las reglas y decir cosas inútiles resume bien la actitud esencialmente moderna. ¿No es así como se dice?


    Absolutamente... Lo más antipático que hay en las gramáticas (¿ya se ha fijado en la deliciosa imposibilidad de que estemos hablando de este asunto?), lo más antipático que hay en las gramáticas es el verbo, los verbos... Son las palabras que dan sentido a las frases... Una frase decente debe poder tener siempre varios sentidos... ¡Los verbos! Un amigo mío que se suicidó —cada vez que mantengo una conversación un poco larga suicido a un amigo— había tratado de dedicar toda su vida a destruir los verbos…


    (¿Por qué se suicidó?)


    Espere, todavía no lo sé... Pretendía descubrir y fijar la manera de no completar las frases sin parecer hacerlo. Solía decirme que buscaba el microbio de la significación... Se suicidó, claro está, porque un día se dio cuenta de la responsabilidad enorme que iba a echarse encima. La importancia del problema acabó con su cerebro... Un revólver…


    Ah, no... Eso de ninguna manera... ¿No ve que no podía ser un revólver?…


    Un hombre de esos nunca se pega un tiro en la cabeza... Usted se entiende poco con los amigos que nunca ha tenido... Es un defecto grande, ¿sabe?... Mi mejor amiga: una chica deliciosa que yo he inventado.


    ¿Se llevan bien?


    Hasta donde es posible... Pero esa chica, no se imagina, (…)


    Las dos criaturas que estaban a la mesa de té no mantuvieron con seguridad esta conversación. Pero estaban tan arregladas y bien vestidas que era una pena que no hablasen así... Por eso he escrito esta conversación para que la hayan tenido... Sus actitudes, sus pequeños gestos, sus niñerías de miradas y sonrisas en los momentos de la conversación que ambos mantuvimos en el sentimiento de existir dijeron claramente lo que falsamente finjo que respondo... Cuando un día vayan ambos, y sin duda casados, cada uno para su lado [...] si por acaso mirasen estas páginas, crea que reconocerán lo que nunca dijeron y que no dejarán de estarme agradecidos por haber interpretado tan bien, no sólo lo que realmente son, sino lo que nunca desearon ser ni sabían que eran…


    Si me leen, crean que fue esto lo que realmente dijeron. En la conversación aparente que escucharon el uno al otro faltaban tantas cosas que (...) —faltó el perfume del momento, el aroma del té, la significación para el asunto del ramo de(...) que ella llevaba al pecho... Todo eso, que así formó parte de su conversación, se olvidan de decirlo... Pero todo esto estaba allí y lo que yo hago es, más que un trabajo literario, un trabajo de historiador. Reconstruyo completando... y eso me servirá de disculpa, con ellos, de haber estado escuchándoles tan atentamente lo que no decían y no querían decir.




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    Mensaje por Pedro Casas Serra 20.06.21 3:29

    .



    263


    [Las] sens[aciones] nacen analizadas.


    Afinamiento entre la sensación y la conciencia] de ella, no entre la sens[ación] y el «hecho».


    Regla de vida: someterse a todo servil[mente]. El matrimonio, bueno por artificial. —El artificio y lo absurdo es el signo de lo /humano/.




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    Mensaje por Pedro Casas Serra 21.06.21 2:53

    .



    264


    Cuando vivimos constantemente en lo abstracto —ya sea lo abstracto del pensamiento, ya sea lo de la sensación pensada—, no tardan, contra nuestro mismo pensamiento o deseo, en volvérsenos fantasmas las cosas de la vida real que, de acuerdo con nosotros mismos, más deberíamos sentir.


    Por más amigo, y verdaderamente amigo, que yo sea de alguien, el saber que está enfermo, o que ha muerto, no me produce más que una impresión vaga, incierta, apagada, que me avergüenzo de sentir. Sólo la visión directa del caso, su paisaje, me produciría emoción. A fuerza de vivir de imaginar, se gasta el poder de imaginar, sobre todo el de imaginar lo real. Viviendo mentalmente de lo que no existe ni puede existir, acabamos por no poder pensar en lo que puede existir.


    Me han dicho hoy que había ingresado en el hospital, para ser operado, un viejo amigo mío al que no veo hace mucho tiempo, pero al que sinceramente recuerdo siempre con lo que supongo que es nostalgia. La única sensación positiva y clara que he tenido ha sido la del fastidio que forzosamente me produciría tener que ir a visitarlo, con la alternativa irónica de, no teniendo paciencia para hacer la visita, arrepentirme de no haberla hecho.


    Nada más... De tanto andar con sombras, yo mismo me he convertido en una sombra —en lo que pienso, en lo que siento, en lo que soy. La añoranza de lo normal que nunca he sido entra pues en la substancia de mi ser. Pero es sin embargo esto, y sólo esto, lo que siento. No me da propiamente pena del amigo que va a ser operado. No me da propiamente pena de todas las personas que van a ser operadas, de todos cuantos sufren y padecen en este mundo. Siento pena, tan sólo, de no saber ser quien sintiese pena.


    Y, en un momento, estoy pensando en otra cosa, inevitablemente, debido a un impulso que no sé lo que es. Y entonces, como si estuviese delirando, se me mezcla con lo que no he llegado a sentir, con lo que he podido ser, un rumor de árboles, un ruido de agua que corre hacia los estanques, una quinta inexistente... Me esfuerzo por sentir, pero ya no sé cómo se siente. Me he vuelto la sombra de mí mismo, a la que entregase mi ser. Al contrario de aquel señor Peter Schlemil del cuentoalemán, no he vendido mi sombra al diablo, sino mi substancia. Sufro de no sufrir. ¿Vivo o finjo que vivo? ¿Duermo o estoy despierto? Una vaga brisa, que sale fresca del calor del día, me hace olvidarlo todo. Me pesan los párpados agradablemente... Siento que este mismo sol dora los campos en los que no estoy y en los que no quiero estar... De en medio de los ruidos de la ciudad sale un gran silencio... ¡Qué suave! ¡Pero qué suave, quizás, si yo pudiese sentir!


    19-6-1934.




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    Mensaje por Pedro Casas Serra 22.06.21 3:19

    .



    265


    Una de las grandes tragedias de mi vida —aunque de esas tragedias que suceden en la sombra y en el subterfugio— es la de no poder sentir nada naturalmente. Soy capaz de amar y odiar, como todos, de, como todos, desconfiar y entusiasmarme; pero ni mi amor, ni mi odio, ni mi recelo, ni mi entusiasmo son exactamente esas cosas que son. O les falta algún elemento o les sobra alguno. La verdad es que son cualquier otra cosa, y lo que siento no se ajusta a la vida.


    En los espíritus llamados calculadores —y la palabra está muy bien traída—, los sentimientos sufren la delimitación del cálculo, del escrúpulo egoísta, y parecen otros. En los espíritus llamados propiamente escrupulosos, se nota la misma dislocación de los instintos naturales. En mí se nota la misma perturbación de la conveniencia del sentimiento, pero no soy calculador, ni soy escrupuloso. No tengo disculpa para sentir mal. Por instinto, desnaturalizo los instintos. Sin querer, quiero equivocadamente.




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    Mensaje por Pedro Casas Serra 23.06.21 2:54

    .



    266


    La vida puede ser sentida como una náusea en el estómago; la existencia de la propia alma, como una molestia muscular. La desolación del espíritu, cuando se la siente agudamente, produce mareas, desde lejos, en el cuerpo, y duele por delegación.


    Soy consciente de mí en un día en que el dolor de ser consciente es, como dice el poeta,
    languidez, mareo y angustioso afán


    16-7-1930.




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    Mensaje por Pedro Casas Serra 24.06.21 4:09

    .



    267


    Pienso a veces con una satisfacción (en bisección) en la posibilidad futura de una geografía de nuestra conciencia de nosotros mismos. A mi modo de ver, el historiador futuro de nuestras propias sensaciones podrá quizás reducir a una ciencia exacta su actitud para con su conciencia de su propia alma. De momento, estamos en el principio de este arte difícil —arte todavía; química de las sensaciones en su estado alquímico por ahora. Este científico de pasado mañana sentirá un escrúpulo especial por su propia vida interior. Creará de sí mismo el instrumento de precisión para reducirla a analizada. No veo dificultad esencial en fabricar un instrumento de precisión, para uso autoanalítico, con aceros y bronces sólo del pensamiento. Me refiero a aceros y bronces realmente aceros y bronces, pero del espíritu. Y tal vez así mismo deba ser construido. Será quizás preciso concertar la idea de un instrumento de precisión, viendo materialmente esa idea, para poder proceder a un riguroso análisis íntimo. Y naturalmente será necesario reducir también el espíritu a una especie de materia real con una especie de espacio en el que existe. Depende todo esto del aguzamiento extremo de nuestras sensaciones interiores, que llevados hasta donde pueden ser, sin duda revelarán, o crearán, en nosotros un espacio real como el espacio que existe donde están las cosas de la materia, y que, además, es irreal como cosa.


    Ni siquiera sé si este espacio interior no será tan sólo una nueva dimensión del otro. Tal vez la investigación científica del futuro venga a descubrir que todo son dimensiones del mismo espacio, ni material ni espiritual por eso. En una dimensión viviremos como cuerpo; en otra viviremos como alma. Y hay quizás otras dimensiones donde vivimos otras cosas igualmente reales de nosotros. Me gusta a veces dejarme poseer por la meditación inútil del punto hasta donde esta investigación puede llevar.


    Tal vez se descubra que aquello a lo que llamamos Dios, y que tan patentemente está en otro plano que no la lógica o la realidad espacial y temporal, es un modo nuestro de existencia, una sensación de nosotros mismos en otra dimensión del ser. Esto no me parece imposible. Los sueños también serán tal vez o también otra dimensión en que vivimos, o un cruce de dos dimensiones; como un cuerpo vive en la altura, en la anchura y en la longitud, nuestro sueños, quién sabe, vivirán en lo ideal, en el yo y en el espacio. En el espacio, por su representación visible; en lo ideal, por su presentación de otro género que la de la materia; en el yo, por su íntima dimensión de nuestros. El propio Yo, el de cada uno de nosotros, es quizás una dimensión divina. Todo esto es complicado y a su tiempo, sin duda, será aclarado. Los soñadores actuales son tal vez los grandes precursores de la ciencia final del futuro. Pero eso no viene al caso.


    Hago a veces metafísica de éstas, con la atención escrupulosa y respetuosa de quien trabaja de veras y hace ciencia. Ya he dicho que hasta es posible que esté haciéndola realmente. Lo esencial es que yo no me enorgullezca mucho de esto, dado que el orgullo es perjudicial para la exacta imparcialidad de la precisión científica.




    (Continuará)

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    Mensaje por Pedro Casas Serra 25.06.21 3:04

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    268


    Las cosas más sencillas, más verdaderamente sencillas, que nada puede convertir en semi-sencillas, me las torna complicadas el vivirlas. Dar a alguien los buenos días me intimida a veces. Se me seca la voz, como si hubiese una audacia extraña en decir esas palabras en voz alta. Es una especie de pudor de existir —/¡no tiene otro nombre!/


    El análisis temperamental de nuestras sensaciones crea un modo nuevo de sentir que parece artificial a quien analiza sólo con la inteligencia, y no con la propia sensación.


    Toda la vida he sido fútil metafísicamente, serio jugando. Nada he hecho en serio, por más que quisiese. Se ha divertido conmigo, en mí, un destino/mordaz/.


    ¡Tener sensaciones de etamina, o de seda, o de brocado! ¡Tener emociones descriptibles de esta manera! ¡Tener emociones descriptibles!


    Sube por mí, en el alma, un arrepentimiento que es un Dios por todo, una pasión sorda de lágrimas por la condenación de los sueños en la carne de quienes los soñaron... Y odio sin odio a todos los poetas que han escrito versos, /a todos los idealistas que han hecho ver su ideal, a todos los que han conseguido lo que querían/.


    Vagabundeo indefinidamente por las calles tranquilas, ando hasta cansar al cuerpo de acuerdo con el alma, me duele hasta ese extremo del dolor conocido que experimenta un gozo en sentirse, una compasión maternal por sí mismo, que es musicada e indefinible.


    ¡Dormir! ¡Adormecerse! ¡Tranquilizarse! ¡Ser una conciencia abstracta de respirar sosegadamente, sin mundo, sin astros, sin alma —mar muerto de emoción que refleja una ausencia de estrellas!




    (Continuará)

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    Mensaje por Pedro Casas Serra 26.06.21 4:03

    .



    269


    ...como un náufrago ahogándose a la vista de islas maravillosas, en aquellos mismos mares dorados de violeta de los que en lechos remotos había verdaderamente soñado.


    Supongo que sea lo que llaman un decadente que haya en mí, como definición exterior de mi espíritu, esos centelleos tristes de una extrañeza postiza que incorporan en palabras inesperadas un alma ansiosa y malabar. Siento que soy así y que soy absurdo. Por eso busco, mediante una imitación de una hipótesis de los clásicos, figurar por lo menos en una matemática expresiva las sensaciones decorativas de mi alma substituida.


    A cierta altura de la cogitación escrita, ya no sé dónde tengo el centro de la atención —si en las sensaciones dispersas que procuro describir, como tapicerías desconocidas, si en las palabras con que, queriendo describir la propia descripción, me embreño, me descamino y veo otras cosas. Se forman en mí asociaciones de ideas, de imágenes, de palabras —todo lúcido y difuso—, y tanto estoy diciendo lo que siento como lo que supongo que siento; ni distingo lo que el alma sugiere de lo que las imágenes, que el alma ha dejado caer, me enfloran en el suelo, ni, incluso, si un sonido de palabra bárbara, o un ritmo de frase interpuesta, no me sacan del asunto ya confuso, de la sensación ya en vivero, y me absuelven de pensar y de decir, como grandes viajes para distraer. Y todo esto, que, si lo repito, debería producirme una sensación de futilidad, de fracaso, de sufrimiento, no consigue sino darme alas de oro. Una vez que hablo de imágenes, tal vez porque fuese a condenar el abuso de ellas, me nacen imágenes; una vez que me hiergo de mí para repudiar lo que no siento, lo estoy sintiendo ya y el propio repudio es una sensación con bordados; una vez que, perdida en fin la fe en el esfuerzo, me quiero abandonar al extravío, un término clásico, un adjetivo espacial y sobrio, me hacen de repente, como una luz solar, ver clara delante de mí la página escrita durmientemente, y las letras de mi tinta de la pluma son un mapa absurdo de signos mágicos. Y me dejo como a la pluma, y tercio la capa de reclinarme sin nexo, lejano, lejano, intermedio y súcubo, final como un náufrago ahogándose etc.




    (Continuará)

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    Mensaje por Pedro Casas Serra 27.06.21 4:03

    .



    270


    Volver puramente literaria la receptividad de los sentidos, y las emociones, cuando acaso se rebajan a aparecer; convertirlas en materia aparecida para con ella esculpir estatuas de palabras fluidas y […]




    (Continuará)

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    Mensaje por Pedro Casas Serra 28.06.21 4:19

    .



    271


    ...la acuidad dolorosa de mis sensaciones, incluso de las que sean de alegría; la alegría de la acuidad de mis sensaciones, aunque sean de tristeza.




    (Continuará)

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    Mensaje por Pedro Casas Serra 29.06.21 3:05

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    272


    Súbdito incoherente de todas las sensaciones que hieren más allá de la razón de ser de la herida, celoso de todos los de derechos de lo absurdo y de lo (…)



    (Continuará)

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    Mensaje por Pedro Casas Serra 30.06.21 3:41

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    273


    educación sentimental (¿)


    Para quien hace del sueño la vida, y del cultivo en estufa de sus sensaciones una religión y una política, para ése, el primer paso, lo que acusa en el alma que ha dado el primer paso, es el sentir las cosas mínimas extraordinaria y desmedidamente. Éste es el primer paso,' y el paso simplemente primero no es más que esto. Saber poner en el saboreo de una taza de té la voluptuosidad extremada que el hombre normal sólo puede encontrar en las grandes alegrías que proceden de la ambición súbitamente satisfecha por completo o de las añoranzas de repente desaparecidas, o bien en los actos carnales y finales del amor; poder encontrar en la visión de un ocaso o en la contemplación de un detalle decorativo esa exasperación de sentirlos que generalmente sólo puede producir, no lo que se ve o se oye, sino lo que se huele y se saborea —esa proximidad del objeto de la sensación que sólo las sensaciones carnales (el tacto, el gusto, el olfato) esculpen al llegar a la conciencia; poder convertir la visión interior, el oído del sueño— todos los sentidos supuestos y de lo supuesto —en recibidores y tangibles como sentidos vueltos hacia lo exterior: escojo éstas, y supónganse las análogas, de entre las sensaciones que el cultivador de sentirse logra, educado ya, espasmar para que den una noción concreta y próxima de lo que trato de decir.


    El llegar, sin embargo, a este grado de sensación acarrea al amante de sensaciones el correspondiente peso o gravamen físico de que correspondientemente siente, con idéntica exasperación consciente, lo que de doloroso endosa de lo exterior, y a veces también de lo interior, sobre su momento de atención. Es cuando así constata que sentir excesivamente, si a veces es gozar en exceso, otras es sufrir con prolijidad, y porque lo constata, es por lo que el soñador es llevado a dar el segundo paso en su ascensión hacia sí mismo. Dejo aparte el paso que podrá o no dar, y que, según pueda o no darlo, determinará tal o tal otra actitud, manera de marchar, en los pasos que va dando, según pueda o no aislarse por completo de la vida real (si es rico o no —redunda en eso). Porque supongo comprendido en las entrelineas de lo que narro que, según sea o no posible al soñador aislarse y darse a sí, o no sea, con menor o mayor, intensidad debe concentrarse sobre su obra de despertar morbosamente el funcionamiento de sus sensaciones de las cosas y de los sueños. Quien tiene que vivir entre los hombres, activamente y encontrándolos —y es realmente posible reducir al mínimo la intimidad que se ha de tener con ellos (la intimidad, y no el mero contacto, con gente, es lo que es perjudicial)—, tendrá que hacer helarse a su superficie de convivencia para que todo gesto fraternal y social a él dirigido resbale y no entre o no se imprima. Parece mucho esto, pero es poco. Los hombres son fáciles de alejar: basta con no aproximarnos. En fin, paso sobre este punto y vuelvo a lo que estaba explicando.


    El crear una agudeza y una complejidad inmediata a las sensaciones más simples y fatales conduce, decía, si a aumentar inmoderadamente el placer que produce sentir, también a elevar con despropósito el sufrimiento que procede de sentir. Por eso el segundo paso del soñador deberá ser el evitar el sufrimiento. No deberá evitarlo como un estoico o un epicúreo de la primera manera: desedificándose, porque así se endurecerá para el placer, lo mismo que para el dolor. Deberá, por el contrario, ir a buscar al dolor el placer, y pasar en seguida a educarse para sentir el dolor falsamente, es decir, a tener, al sentir el dolor, un placer cualquiera. Hay varios caminos hacia esa actitud. Uno es aplicarse exageradamente a analizar el dolor, habiendo preliminarmente dispuesto al espíritu, y ante el placer no analizar sino sólo sentir; es una actitud más fácil, para los superiores, claro, de lo que parece al decirla. Analizar el dolor y acostumbrarse a entregar al dolor siempre que aparece, y hasta que esto ocurra instintivamente, al análisis añade a todo dolor el placer de analizar. Una vez exagerado el poder y el instinto de analizar, su ejercicio lo absorbe pronto todo y del dolor sólo queda una materia indefinida para el análisis.


    Otro método, más sutil éste y más difícil, es acostumbrarse a encarnar al dolor en una determinada figura ideal. Crear otro Yo que sea el encargado de sufrir en nosotros, de sufrir lo que sufrimos. Crear después un sadismo interior, todo masoquista, que disfrute su sufrimiento como si fuese el de otro. Este método —cuyo aspecto primero, leído, es de imposible— no es fácil, pero está lejos de presentar dificultades para los entrenados en la mentira interior. Pero es eminentemente realizable. Y entonces, una vez conseguido esto, qué sabor a sangre y a enfermedad, qué extraño amargor de gozo lejano y decadente, visten el dolor y el sufrimiento: doler se emparenta con el inquieto y enojoso auge de los espasmos. Sufrir, el sufrir largo y lento, tiene el amarillo íntimo de la vaga felicidad de las convalecencias profundamente sentidas. Y un refinamiento consumido con desasosiego y enfermedad aproxima esa sensación compleja a la inquietud que causan los placeres con la idea de que huirán, y a la dolencia que los placeres sacan del antecansancio que nace de pensar en el cansancio que provocarán.


    Hay un tercer método para sutilizar en placeres los dolores y hacer de las dudas y de las inquietudes un blando lecho. Es el dar a las angustias y a los sufrimientos, mediante una aplicación irritada de la atención, una intensidad tan grande que, por su propio exceso, traigan el placer del exceso, así como mediante la violencia sugieran, a quien por hábito y educación del alma al placer se consagra y dedica, el placer que duele porque es mucho placer, el gozo que sabe a sangre porque ha herido. Y cuando, como en mí —refinador que soy de refinamientos falsos, arquitecto que me construyo con sensaciones sutilizadas a través de la inteligencia, de la abdicación de la vida, del análisis y del propio dolor—, los tres métodos son empleados juntamente, cuando un dolor, sentido inmediatamente, y sin demoras para la estrategia íntima, es analizado hasta la impasibilidad, situado en un Yo exterior hasta la tiranía, y enterrado en mí hasta el auge de ser dolor,entonces me siento yo verdaderamente el triunfador y el héroe. Entonces me para la vida, y el arte se arroja a mis pies.


    Todo esto constituye solamente el segundo paso que el soñador debe dar hacia su sueño.


    El tercer paso, el que conduce al umbral del Templo, ése ¿quién que no sea yo ha sabido darlo? Ése es el que cuesta porque exige aquel esfuerzo interior que es inmensamente más difícil que el esfuerzo en la vida, pero que ofrece compensaciones al alma que la vida nunca podrá ofrecer. Ese paso es, todo esto sucedido, todo esto total y conjuntamente hecho —sí, empleados los tres métodos sutiles y empleados hasta gastarlos—, pasar a la sensación inmediatamente a través de la inteligencia pura, filtrarla por el análisis superior para que se esculpa en forma literaria y adquiera volumen y relieve propio. Entonces la he fijado del todo. Entonces he convertido lo irreal en real y he ofrecido a lo inaccesible un pedestal eterno. Entonces he sido yo, dentro de mí, coronado Emperador.


    Porque no creáis que escribo para publicar, ni para escribir ni para hacer arte siquiera. Escribo porque es el fin, el refinamiento supremo, el refinamiento temperamentalmente ilógico, (...) de mi cultivo de estados de alma. Si agarro una sensación mía y la deshilo hasta poder, con ella, tejerle a la realidad interior la que llamo La Floresta de la Enajenación, o el Viaje Nunca Hecho, creed que lo hago, no para que la prosa suene lúcida y trémula, o incluso para gozar yo con la prosa —aunque también eso quiero, también ese primor final añado, como un caer bello de telón en mis escenarios soñados—, sino para que otorgue exterioridad completa a lo que es interior, para que así realice lo irrealizable, conjugue lo contradictorio y, volviendo al sueño exterior, le dé su máximo poder de puro sueño, estancador de la vida que soy, burilador de inexactitudes, paje doliente de mi alma Reina, leyéndole al crepúsculo, no los poemas que están en el libro, abierto encima de mis rodillas, de mi Vida, sino los poemas que voy construyendo y fingiendo que leo, y ella fingiendo que oye, mientras la Tarde, allá fuera no sé cómo o dónde, dulcifica sobre esta metáfora erguida dentro de mí en Realidad Absoluta la luz tenue y última de un misterioso día espiritual.




    (Continuará)

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    Mensaje por Pedro Casas Serra 01.07.21 3:24

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    274


    La leve embriaguez de la fiebre ligera, cuando un desconsuelo suave y penetrante y frío por los huesos doloridos y caliente en los ojos bajo las sienes que laten —a ese desconsuelo quiero como un esclavo a un tirano amado. Me da esa vencida pasividad trémula en la que entreveo visiones, vuelvo esquinas de ideas y entre interpolaciones de sentimientos /me desconcierto/.


    Pensar, sentir, querer, se vuelven una sola cosa confusa. Las creencias, las sensaciones, las cosas imaginadas y las reales están desordenadas, son como el contenido mezclado en el suelo de varios cajones volcados.


    ¿1915?




    (Continuará)

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    Mensaje por Pedro Casas Serra 02.07.21 3:01

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    275


    Y así soy fútil y sensible, capaz de impulsos violentos y absorbentes, malos y buenos, nobles y viles, pero nunca de un sentimiento que subsista, nunca de una emoción que continúe, y entre hasta la substancia de mi alma. Todo en mí es la tendencia a ser inmediatamente otra cosa; una impaciencia del alma consigo misma, como con un niño importuno; un desasosiego siempre creciente y siempre igual. Todo me interesa y nada me retiene. Atiendo a todo soñando siempre; fijo los mínimos gestos faciales de con quien hablo, recojo las entonaciones milimétricas de sus decires expresados; pero, al oírlo, no lo escucho, estoy pensando en otra cosa, y lo que menos he captado de la conversación ha sido la noción de lo que en ella se ha dicho, por mi parte o por parte de con quien he hablado. Así, muchas veces repito a alguien lo que ya he repetido, le pregunto de nuevo aquello a lo que ya me ha respondido; pero puedo describir, en cuatro palabras fotográficas, el semblante muscular con que ha dicho lo que no recuerdo, o la inclinación de oír con los ojos con que ha acogido la narración que no recordaba haberle hecho. Soy dos, y ambos mantienen la distancia —hermanos siameses que no están pegados.




    (Continuará)

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    Mensaje por Pedro Casas Serra 04.07.21 2:47

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    276


    Más «pensamientos».


    Día de Navidad. (Humanismo. La «realidad» de la Navidad es subjetiva. Sí, en mi ser. La emoción, como vino, ha pasado. Pero durante un momento he convivido con las esperanzas y las emociones de generaciones innumerables, con las imaginaciones muertas de todo un linaje muerto de místicos.


    ¡Navidad en mí!)




    (Continuará)

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    Mensaje por Pedro Casas Serra 05.07.21 3:06

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    277


    Los sentimientos que más duelen, las emociones que más afligen, son los que son absurdos —el ansia de cosas imposibles, precisamente porque son imposibles, la añoranza de lo que jamás ha existido, el deseo de lo que podría haber sido, la pena de no ser otro, la insatisfacción de la existencia del mundo. Todos estos medios tonos de la conciencia del alma crean en nosotros un paisaje dolorido, una eterna puesta de sol de lo que somos. El sentirnos es entonces un campo desierto al oscurecer, triste de juncos al pie de un río sin barcos, negreando claramente entre márgenes alejadas.


    No sé si estos sentimientos son una locura lenta del desconsuelo, si son reminiscencias de cualquier otro mundo en que hubiésemos estado —reminiscencias cruzadas y mezcladas, absurdas en la figura que vemos pero no en el origen si lo supiésemos. No sé si han existido otros seres que fuimos, cuya mayor plenitud sentimos hoy, en la sombra de ellos que somos, de una manera incompleta— perdida la solidez y figurándonosla nosotros mal en las dos únicas dimensiones de la sombra que vivimos.


    Sé que estos pensamientos de la emoción duelen con rabia en el alma. La imposibilidad de figurarnos una cosa a la que correspondan, la imposibilidad de encontrar algo que sustituya a aquella a la que se abrazan en una visión —todo esto pesa como una condena pronunciada no se sabe dónde, o por quién, o por qué.


    Pero lo que queda de sentir todo esto es con seguridad un disgusto de la vida y de todos sus gestos, un cansancio anticipado de los deseos y de todas sus maneras, un disgusto anónimo de todos los sentimientos. En estas horas de angustia sutil se nos vuelve imposible, hasta en sueños, ser amante, ser héroe, ser feliz. Todo esto está vacío, hasta de la idea de que existe. Todo esto está dicho en otro lenguaje, para nosotros incomprensible, meros sonidos de sílabas sin forma en el entendimiento. La vida está hueca, el alma está hueca, el mundo está hueco. Todos los dioses mueren de una muerte mayor que la muerte. Todo está más vacío que el vacío. Es todo un caos de cosas ningunas.


    Si pienso esto y miro, para ver si la realidad me mata de sed, veo casas inexpresivas, caras inexpresivas, gestos inexpresivos. Piedra, cuerpos, ideas —todo está muerto. Todos los movimientos son paradas, la misma parada todos ellos. Nada me dice nada. Nada me es conocido, no porque lo extrañe sino porque no sé lo que es. Se ha perdido el mundo. Y en el fondo de mi alma —como única realidad de este momento— hay una congoja intensa e invisible, una tristeza como el ruido de quien llora en un cuarto oscuro.


    3-9-1931.




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    Mensaje por Pedro Casas Serra 06.07.21 4:21

    .



    278


    Un hálito de música o sueño, algo que haga casi sentir, algo que haga no pensar.




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    Mensaje por Pedro Casas Serra 07.07.21 2:57

    .



    279


    ¡El peso de sentir! ¡El peso de tener que sentir!


    ¿1930?



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    Mensaje por Pedro Casas Serra 08.07.21 3:14

    .



    280


    ...la hiperacuidad no sé si de las sensaciones, si de su sola expresión, o si, más propiamente, de la inteligencia que hay entre unas y otra y forma del propósito de expresar la emoción ficticia que existe sólo para ser expresada. (Tal vez no sea más en mí que la máquina de revelar quien no soy.)




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    Mensaje por Pedro Casas Serra 09.07.21 3:20

    .



    281


    La sensación de la convalecencia, sobre todo si se ha hecho sentir/malamente/ en los nervios de la enfermedad que la ha precedido, tiene algo de alegría triste. Hay un otoño en las sensaciones y en los pensamientos o, mejor dicho, uno de esos principios de primavera que, salvo que no caen hojas, parecen, en el aire y en el cielo, el otoño.


    El cansancio sabe bien, y lo bien que sabe duele un poco. Nos sentimos un poco aparte de la vida, aunque en ella, como en el balcón de la casa de vivir. Somos contemplativos sin pensar, sentimos sin una emoción definible. La voluntad se tranquiliza, pues no hay necesidad de ella.


    Es entonces cuando ciertos recuerdos, ciertas esperanzas, ciertos vagos deseos suben lentamente la rampa de la conciencia, como caminantes vagos vistos desde lo alto del monte. Recuerdos de cosas fútiles, esperanzas de cosas que no dolió que no fuesen, deseos que no tuvieron violencia de naturaleza o de emisión, que nunca pudieron querer ser.


    Cuando el día se ajusta a estas sensaciones, como hoy, que, aunque estío,está medio nublado con azules, y un vago viento por no ser caliente es casi frío, entonces se acentúa ese estado de alma en que pensamos, sentimos, vivimos estas impresiones. No es que sean más claros los recuerdos, las esperanzas, los deseos que teníamos. Pero se siente más, y la suma incierta pesa un poco, absurdamente, en el corazón.


    Hay algo de lejano en mí en este momento. Estoy de verdad en el balcón de la vida, pero no exactamente de esta vida. Estoy por cima de ella, y viéndola desde donde la veo. Yace delante de mí, bajando en escalones y resbaladeros, como un paisaje diferente, hasta los humos que hay sobre las casas blancas de las aldeas del valle. Si cierro los ojos, continúo viendo, puesto que no veo. Si los abro, nada más veo, puesto que no veía. Soy todo yo una vaga añoranza del presente, anónima, prolija e incomprendida.


    16-7-1932.




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    Mensaje por Pedro Casas Serra 10.07.21 3:58

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    282


    En mí, ha sido siempre menor la intensidad de las sensaciones que la intensidad de la conciencia de ellas. He sufrido siempre más con la conciencia de estar sufriendo que con el sufrimiento de que tenía conciencia.


    La vida de mis emociones se mudó, desde su origen, a las salas del pensamiento, y allí he vivido siempre más ampliamente el conocimiento emotivo de la vida.


    Y como el pensamiento, cuando alberga a la emoción, se vuelve más exigente con ella, el régimen de conciencia en que ha pasado a vivir lo que sentía me ha convertido en más cotidiana, más epidémica, más titilante, la manera como sentía.




    (Continuará)

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    Mensaje por Pedro Casas Serra 11.07.21 4:20

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    283


    Soy una de esas almas que las mujeres dicen que aman, y nunca reconocen cuando las encuentran; de ésas que, si ellas las reconocen, incluso así no las reconocerían. Sufro la delicadeza de mis sentimientos con una atención desdeñosa. Poseo todas las cualidades por las que son admirados los poetas románticos, incluso esa falta de esas cualidades mediante la cual se es /realmente/ poeta romántico. Me encuentro descrito (en parte) en varias novelas, como protagonista de varios enredos; pero lo esencial de mi vida, lo mismo que de mi alma, es no ser nunca protagonista.


    No tengo una idea de mí mismo; ni la que consiste en una falta de idea de mí mismo. Soy un nómada de la conciencia de mí mismo. /Se descarriaron durante la 1a guardia los rebaños de mi riqueza íntima./


    La única tragedia es no poder concebirnos trágicos. He visto siempre claramente mi coexistencia con el mundo. Nunca he sentido con claridad mi falta de coexistir con él; por eso nunca he sido normal.


    Hacer es descansar.


    Todos los problemas son insolubles. La esencia de que haya un problema es que no hay una solución. Buscar un dato significa no haber un dato. Pensar es no saber existir.




    (Continuará)

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    Mensaje por Pedro Casas Serra 12.07.21 2:59

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    284


    MILÍMETROS (SENSACIONES DE COSAS MÍNIMAS)


    Como el presente es antiquísimo, porque todo cuanto ha existido ha sido presente, tengo para todas las cosas, porque pertenecen al presente, cariños de anticuario, y furias de coleccionista precedido contra quien me saca de mis errores sobre las cosas con plausibles, y hasta verdaderas, explicaciones científicas y fundamentadas.


    Las varias posiciones que una mariposa que vuela ocupa sucesivamente en el espacio son para mis ojos maravillados varias cosas que permanecen en el espacio visiblemente. Mis reminiscencias son tan vividas que (…)


    Pero sólo las sensaciones mínimas, y de cosas pequeñísimas, son las que vivo intensamente. Será por mi amor a lo fútil por lo que esto me sucede. Puede que sea por mi escrúpulo en el detalle. Pero más bien creo —no lo sé, estas cosas nunca las analizo— que es porque lo mínimo, por no tener en absoluto importancia ninguna social o práctica, tiene, debido a la mera ausencia de esto, una independencia absoluta de asociaciones sucias con la realidad. Lo mínimo me sabe a irreal. Lo inútil es bello porque es menos real que lo útil, que se continúa y prolonga, al paso que lo maravilloso fútil, lo glorioso infinitesimal, se queda donde está, no pasa de ser lo que es, vive libre e independiente. Lo inútil y lo fútil abren en nuestra vida real intervalos de estática humilde. ¡Cuánto de sueño y amorosas delicias no me provoca en el alma la mera existencia insignificante de un alfiler clavado en una cinta! ¡Triste de quien no sabe la importancia que esto tiene!


    Después, entre las sensaciones que más penetrantemente duelen hasta ser agradables, el desasosiego del misterio es una de las más complejas y extensas. Y el misterio nunca se transparenta tanto como en la contemplación de las pequeñitas cosas, que, como no se mueven, son perfectamente translúcidas a él, pues se detienen para dejarlo pasar. Es más difícil poseer el sentimiento del misterio contemplando una batalla, y eso que pensar en lo absurdo que es que haya gente, y sociedades y combates entre ellas, es una de las cosas que más pueden desplegar dentro de nuestro pensamiento la bandera de conquista del misterio —que ante la contemplación de una piedrecita quieta en un camino, que, porque no provoca ninguna idea además de la de que existe, otra idea no puede provocar, si continuamos pensando, que, inmediatamente, la de su misterio de existir.


    ¡Benditos sean los instantes, y los milímetros, y las sombras de las cosas pequeñas, todavía más humildes que ellas! Los instantes, (...) Los milímetros —qué impresión de asombro y de osadía me causa su existencia, uno al lado del otro y muy cercana, en una cinta métrica. A veces sufro y gozo con estas cosas. Tengo un/orgullo tosco/ en esto.


    Soy una placa fotográfica prolijamente impresionable. Todos los detalles se me graban desproporcionadamente y forman parte de un todo. Sólo me ocupo de mí. El mundo exterior me resulta siempre evidentemente una sensación. Nunca olvido que siento.


    ¿1914?




    (Continuará)

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    Mensaje por Pedro Casas Serra 13.07.21 2:31

    285


    Saber que será mala la obra que no se hará nunca. Peor, sin embargo, será la que nunca se haga. La que se hace queda, por lo menos, hecha. Será pobre pero existe, como la planta mezquina en la maceta única de mi vecina tullida. Esta planta es su alegría, y a veces también la mía. Lo que escribo, y reconozco que es malo, puede también proporcionar unos momentos de distracción de algo peor a un u otro espíritu afligido o triste. Eso me basta, o no me basta, pero sirve de alguna manera, y así es toda la vida.


    Un tedio que incluye sólo la anticipación de más tedio; la pena, ya, de tener mañana pena de haber tenido pena hoy —grandes enmarañamientos sin utilidad ni verdad, grandes enmarañamientos…


    ...donde, encogido en un banco de espera de la estación apeadero, mi desprecio duerme entre el gabán de mi desaliento…


    ...el mundo de imágenes soñadas de que se compone, por igual, mi conocimiento y mi vida…


    Para nada me pesa o dura en mí el escrúpulo de la hora presente. Tengo hambre de la extensión del tiempo, y quiero ser yo sin condiciones.




    (Continuará)

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    Mensaje por Pedro Casas Serra 14.07.21 3:24

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    286


    Releo, lúcido, detenidamente, trecho a trecho, todo cuanto he escrito. Y encuentro que todo es vano y más valiera que no lo hubiese hecho. Las cosas conseguidas, sean imperios o frases, tienen, porque se han conseguido, esa peor parte de las cosas reales que es el saber que son perecederas. No es esto, sin embargo, lo que siento y me duele en lo que hice, en estos lentos momentos en que lo releo. Lo que me duele es que no ha valido la pena hacerlo, y que el tiempo que he perdido en lo que hice no lo he ganado sino con la ilusión, ahora destruida, de haber valido la pena hacerlo.


    Todo cuanto buscamos, lo buscamos debido a una ambición, pero esa ambición o no se consigue, y somos pobres, o creemos que la hemos conseguido, y somos unos locos ricos.


    Lo que me duele es que lo mejor es malo, y que otro, si lo hubiese, y que yo sueño, lo habría hecho mejor. Todo cuanto hacemos, en el arte o en la vida, es la copia imperfecta de lo que hemos pensado hacer. Desdice, no sólo de la perfección exterior, sino también de la perfección interior; falla, no sólo la regla de lo que debería ser, sino también la regla de lo que creíamos que podía ser. Estamos huecos, no sólo por dentro, sino también por fuera, parias de la anticipación y de la promesa.


    ¡Con qué vigor del alma solitaria hice página sobre página, viviendo sílaba a sílaba la magia falsa, no de lo que escribía, sino de lo que suponía que escribía!¡Con qué encantamiento de hechicería irónica me creí poeta de mi prosa, en el momento alado en que ella me nacía, más rápida que los movimientos de la pluma, como un desagravio falaz a los insultos de la vida! Y al final, hoy, releyendo, veo destriparse a mis muñecos, salírseles la paja por los rotos, vaciarse sin haber sido…




    (Continuará)


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