Aires de Libertad

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    Eloy Sánchez Rosillo (1948-

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    Eloy Sánchez Rosillo (1948- Empty Eloy Sánchez Rosillo (1948-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Sáb 13 Mayo 2023, 13:35

    .


    Eloy Sánchez Rosillo (n. Murcia, 24 de junio de 1948) es un poeta español.

    Biografía

    Eloy Sánchez Rosillo nació en Murcia, el 24 de junio de 1948. Fueron sus padres Isidoro Sánchez Roca, aparejador, natural de El Albujón (Cartagena) y Celia Rosillo Sandoval, nacida en Chinchilla (Albacete). Hermanos: María Dolores, dos años mayor que el poeta, e Isidoro, dos años menor.

    Cuando Eloy tenía siete años (casi ocho), su padre murió de un infarto a los cuarenta y siete. Este hecho fulminante y terrible marcará su niñez con un profundo sentimiento de soledad, fugacidad y pérdida, y acaso tenga bastante que ver con el sostenido tono elegíaco que, muchos años más tarde, se advertirá en los cinco primeros libros del poeta.

    Fue un lector muy precoz.

    Lo mejor de las casi dos primeras décadas de su vida fueron los veranos en el campo. Transcurrían completos en una finca familiar —Casa del Teniente— perdida en las más apartadas latitudes de La Mancha. Aprendió allí con fascinación a conocer la naturaleza, que tanta relevancia habría de adquirir en su poesía.

    Tuvo una adolescencia y un inicio de la juventud complicados. Sus estudios de bachillerato fueron desastrosos. Pasó por varios colegios religiosos: maristas de Murcia, escolapios de Albacete (en régimen de internado) y capuchinos de Murcia. No conserva buenos recuerdos de ninguno de estos centros, pero sobre todo se acuerda con espanto del de los escolapios de Albacete: el padre Evencio, el padre Ceferino, el padre Lozano y otros atroces personajes dickensianos campaban sin trabas y sin escrúpulos en aquel siniestro caserón de la gélida ciudad manchega. Eloy, a sus doce años, hubo de permanecer en ese encierro todo un curso.

    Los suspensos en las distintas asignaturas (excepto en Lengua y Literatura) y las consiguientes repeticiones no cesaban. Fue alumno también del instituto Alfonso X el Sabio y de algún otro colegio de su ciudad natal.

    Su afición a la lectura, no obstante, iba incrementándose. Leía a todas horas.

    De los tiempos oscuros vino a redimirlo la poesía a los diecisiete años. El descubrimiento súbito de su vocación fue una luz poderosa que habría de acompañarlo ya, sin altibajos, a lo largo de su vida.

    Por fin, con notable retraso, pudo ingresar a los veintiún años (1969) en la Facultad de Filosofía y Letras de la universidad de Murcia. Contra todo pronóstico, cursó en ella brillantemente la especialidad de Filología Románica, obteniendo la licenciatura en 1974 con Premio Extraordinario. Esto posibilitó en 1975 la obtención de una beca de investigación que lo vinculó al Departamento de Literatura Española de la mencionada Facultad, en el que habría de transcurrir ya toda su vida profesional (como profesor titular a partir de cierto momento).

    En la universidad conoce a Emilia Bernal López, con la que se casa en 1979. En 1984 nace su hijo Eloy.

    De entre las diversas personas que han sido importantes en la formación y el devenir del autor, sin duda habría que destacar, para no extenderse en esta sumaria nota, a Ramón Gaya (se da la circunstancia, además, de que éste ha sido también fundamental para diversas personas muy próximas al poeta). A principios de 1979 lo conoció en Murcia, y comenzó enseguida una fructífera y maravillosa amistad que se prolongaría hasta la muerte de Gaya en 2005. La obra pictórica y literaria del creador murciano le proporcionaron y le siguen aportando al poeta verdades muy profundas y luminosas, que tal vez hayan contribuido al desarrollo de su propia obra.

    Ha publicado once libros de poesía. Los diez primeros están recogidos hoy, revisados, en Las cosas como fueron. Poesía completa, 1974-2017, Tusquets Editores, Barcelona (2018), y el último, La rama verde fue publicado por la misma editorial en 2020. Existen también varias antologías de su poesía.

    Coordinó un Homenaje a Ramón Gaya, el primero que se le hizo en España al gran pintor y escritor, ha publicado un libro sobre Luis Cernuda y tradujo y editó una antología de Giacomo Leopardi. A él se debe asimismo la selección y el prólogo de una antología poética de Andrés Trapiello.

    Ha colaborado en numerosos diarios y revistas y sus poemas figuran en las antologías más representativas de la poesía contemporánea. Alguno de sus libros y selecciones más o menos extensas de su poesía han sido traducidos.

    Durante los años de su dilatada trayectoria de poeta ha realizado numerosas lecturas comentadas de su obra en España, Hispanoamérica y otros países.

    Liberado ya de su actividad académica, Eloy Sánchez Rosillo reparte cada vez más su tiempo entre Murcia y la localidad costera de Puerto de Mazarrón, donde a lo largo de los años ha encontrado en prolongadas estancias de retiro la soledad y el sosiego necesarios para el cumplimiento de su poesía.

    (Sacado de https://es.wikipedia.org/wiki/Eloy_S%C3%A1nchez_Rosillo )


    *


    Algunos poemas de Eloy Sánchez Rosillo:


    De Maneras de estar solo (1974-1977):


    EL POEMA

    A veces me tropiezo con tu sonido. Escucho
    un eco que golpea las paredes del sueño
    y oigo en mi pulso un ritmo de aventura y de búsqueda.
    La noche se hace entonces laberinto. Mis pasos
    penetran en el bosque, presienten el encuentro.
    Me acerco a los lugares donde la muerte esconde
    el vértigo y la luz de su relámpago.
    Para todo soy ciego si este dolor me acecha:
    la destrucción buscada es la vida más honda.
    Y no puedo escapar. tu voz es cárcel;
    la noche es ya fulgor, llanto,semilla,
    lucidez y delirio, tiempo entero.
    Me rodean las cosas; en la penumbra laten
    y esperan que las nombre, que mis manos
    impriman un color a su destino,
    esculpan una forma en su carne reciente.
    Acaba aquí el silencio, poco a poco,
    la soledad se puebla de música y palabras;
    giran los signos y la sombra acoge
    mi fiebre sacudida, mi pasión, mi inocencia.
    Me pierdo en el camino. Pero de nuevo vuelvo
    al lugar del milagro. Al fin descifro
    la oscuridad que oculta la secreta escritura.
    Todo termina, y callo. Tiembla la noche. Cae
    una gota de lumbre sobre el papel en blanco.



    EL MAR ESTABA LEJOS

    El mar estaba lejos.
    Pero en el aire húmedo de la mañana
    se percibía un vago olor salado y rumoroso.

    Fue entonces cuando el hombre despertó.
    Guardó en su pecho las hermosas imágenes del sueño
    y emprendió su camino.

    Atrás fueron quedando
    las ciudades, los pueblos, las aldeas
    que el afán de los hombres levantara.
    Atravesó también bosques umbrosos,
    tierras resecas, valles pensativos.

    Pasaron muchas horas. Y ya el sol último
    arrojaba los restos de su incendio
    a las cimas de los montes más altos.

    Y el caminante se adentró en la noche
    como un dios en su soledad.

    Ahora la luna brilla en el centro del cielo
    y su plena mirada contempla con amor
    la juventud del hombre y su quimera.

    El mar estaba aún lejos. Pero ya podía oírse
    su canción misteriosa.
    ......................................La madrugada
    refrescaba las sienes fatigadas del hombre,
    que siguió caminando y advirtió
    una presencia humana en la lejana orilla.

    Una hermosa muchacha lo veía acercarse:
    eran grandes sus ojos;
    su cabello, oscuro como el viento nocturno:
    su cuerpo, silvestre y frágil.

    Intensamente se miraron,
    y el silencio les hizo comprenderse.
    Abandonaron sus ropas en la arena
    y juntos penetraron en las oscuras aguas.



    LA MUERTE DEL SILENCIO

    Como alguien que después de un largo tiempo de oscuridad
    descubre tras el rostro de la noche
    la inesperada presencia del amanecer,
    halló el adolescente en un repliegue de su vida
    un tesoro nimbado de misteriosos brillos:
    era la muerte del silencio. Y el muchacho
    penetró en el umbral de la poesía
    con paso decidido y fervor en su pecho:
    allí estaba la luz de la palabra,
    el extraño fulgor de cada hora,
    la ignorada expresión de la belleza
    en el regazo de lo conocido.

    Un día, con un libro bajo el brazo,
    anduvo por las calles soñolientas y tibias
    de una ciudad del sur, de su ciudad.
    Se sentó al fin en una plaza silenciosa
    y vio cómo las manos del sol acariciaban
    el oscuro verdor de los magnolios
    con más amor que en otras primaveras.

    Abrió entonces el libro. Y sólo dos palabras
    en su portada halló: Teócrito: Idilios.
    Y el pastor siciliano se aproximó al muchacho
    y le contó muchas historias, tan hermosas
    como frutas silvestres o el canto de un jilguero.
    Con voz muy dulce le hablaba largamente
    de los amores mitológicos, insondables y simples.
    Y cuando sus palabras se apagaron
    una flauta afligida se despertó a lo lejos.
    La luz mediterránea descansaba
    en la plata apacible del olivo,
    las cigarras cantaban en la sombra;
    cerca del mar crecían las adelfas.



    CAVIDAD PERMANENTE

    Eran tan sólo cuerpos asustados,
    carne del grito, fiebre insomne, alerta
    en la savia lunar de los rumores.
    Al llegar pronunciaron su oleaje,
    su ocupación cansada de la noche.
    Hincaron su raíz en la penumbra
    y en los atrios brillaron las señales
    de una claudicación predestinada.
    Nada dijeron de la luz herida,
    de las gargantas que se despertaron
    sobre la oscuridad de ciertas horas,
    ni del murmullo lento, arrodillado,
    al que se aproximaban sus edades.
    En el lugar de una sonrisa antigua
    creció la profecía de los nombres.
    Las calles se olvidaron de los ecos
    que en las horas oscuras se propagan,
    y la humedad trepó por la osamenta
    de una ciudad hundida en el verano.
    Nadie pudo advertir con su ternura
    la palabra que el tiempo edificaba
    sobre un reloj partido: la memoria.
    El Sur se levantó sobre la sangre
    y la sangre gimió en sus acueductos.
    Después volvió el dolor a los caminos
    y abrió sus espirales la costumbre.



    TIERRA DE SOLEDAD

    Con el tiempo los cuerpos se acostumbran
    a caminar completamente solos
    sobre la tierra de la soledad.
    Las vagas sensaciones, los recuerdos
    de los lugares en los que encontramos
    a alguien con quien hablar, a alguien que escuche
    nuestras palabras mientras cae la tarde,
    se van borrando lentamente, como
    huellas que el viento apaga y desordena.
    Y el eco tibio del antiguo encuentro
    no persiste en la voz, en el lenguaje
    con que aprendimos a nombrar las cosas.
    Sólo queda la noche. Y nos perdemos
    en el largo silencio de las calles
    vacías. Y al llegar la madrugada
    sentimos frío y respiramos muerte.



    DEJADME AQUÍ

    Dejadme aquí, sumido en la penumbra
    de esta habitación en la que tantas horas de mi vida transcurrieron.
    Es tarde ya. La noche se aproxima
    y hoy -no sé por qué- más que otras veces necesito
    quedarme solo y recordar muy lentamente
    algunas cosas del pasado,
    ciertas historias ya casi perdidas,
    mientras el sol se aleja y la ciudad va hundiéndose en la sombra.



    EL VIAJERO

    A veces me pregunto qué habría sido de mí
    sin los recuerdos que tan celosamente guardo:
    aquella callejuela que olía a madera y a fruta
    en un húmedo barrio de París,
    los árboles dormidos bajo el sol
    en una plaza antigua de Florencia,
    el órgano que hacía vibrar la catedral de Orvieto
    en un amanecer lejano,
    la lluvia golpeando en la ventana
    de una habitación en la que yo sufrí,
    unos ojos oscuros que me miran rendidos
    en un sitio olvidado o que soñé.

    Cuando la inmediatez de los oficios cotidianos
    se filtra hasta mis huesos y me impide
    respirar con amor los olores espesos,
    fríos, sin luz, de la costumbre,
    cierro los ojos, regreso lentamente
    a las tierras que en otro tiempo recorrí
    y en las que el olvido no impuso su silencio.
    Acaricio los días que pasaron,
    las horas que brillan en la distancia
    como ciudades recostadas en el centro de la noche.

    Y pienso con tristeza que fue hermoso andar tantos caminos,
    aunque sepa que ya sólo podré pisarlos
    -tal como yo era entonces-
    con una pobre ayuda: la memoria.



    TARDE DE JUNIO

    Ahora, juntos, vivimos la hermosura
    de esta tarde de junio,
    el fulgor de las horas en que nos entregamos
    al conocimiento de la verdad del amor,
    a la gran llamarada del encuentro.
    Ahora sabemos que toda la alegría
    cabe en el mundo breve de esta habitación,
    en el espacio ardiente y misterioso
    de la cama deshecha.
    de este lecho.
    La luz cansada del atardecer
    dibuja sobre el tiempo islas doradas.
    En un rincón del cuarto
    brilla la enredadera de la música.
    Un viento súbito sacude nuestros cuerpos,
    y lo olvidamos todo.
    Después regresan las miradas lentas,
    los gestos satisfechos, las sonrisas.
    Y luego contemplamos en silencio
    con qué dulzura va cayendo la noche
    sobre la indiferente ciudad que nos rodea.



    SENTIDO DEL CUERPO

    Dejadme a solas una noche entera
    con esta voz que tiembla decidida y mojada,
    con este cuerpo frágil que origina un incendio instantáneo,
    un fulgor que derriba las paredes del miedo.
    En la profundidad de esos ojos es posible encontrar la huella de un astro salvaje,
    de un vegetal orgulloso y persuasivo.

    Este presente es llave, libertad, cárcel, mundo que yo conozco:
    la arena misteriosa de una piel reencontrada,
    la posesión de un agua secreta.

    Calles con sed, desiertos de mi mano,
    oscuridad que palpa la suavidad del trigo.

    El vértigo que habita este minuto
    taladra el vidrio opaco de las soledades que dejamos atrás:
    oficios que mancharon con su cera abatida la frente de los metales más sonoros,
    ocupaciones que nos persiguieron,
    poderes que sembraron tristes banderas en mi carne.

    Ahora siento tu olor, ahora te escucho. Y sólo existe
    la voluntad madura de unos labios que cantan.
    Afuera quedó todo. No hay ventanas
    en esta habitación que nos acoge.



    DESPUÉS DE LA LLUVIA

    En el atardecer, después de la lluvia,
    el sol acariciaba las piedras de la antigua ciudad
    de una especial manera,
    con un profundo y triste y natural amor.

    Y al mirarnos supimos que éramos conscientes
    de aquel minuto prodigioso,
    de aquella intensa belleza inestable.



    ALABANZA DE LA NOCHE

    La luz los separaba. No podían
    acomodar sus ojos al dolor que la mañana
    derramaba en su mundo,
    en el tierno desorden de sus cosas.
    El día le dictaba a la indolencia normas de claridad,
    difíciles caminos bajo el sol.

    Malgastaban su tiempo en trabajos extraños,
    en tareas que las horas
    dejaban en sus manos de repente.
    Y transcurrían siglos de silencio, inacabables
    épocas de sed, grandes espacios de flores muertas.

    Pero al fin la triste respiración de la ciudad cansada
    les decía que comenzaba a regresar el atardecer.
    Posaban la mirada en las lejanas cumbres. Presentían
    que en el rumor oscuro de sus árboles
    ya estarían las aves buscando su cobijo,
    su humilde refugio de verdor apagado.

    Entonces olvidaban la larga separación,
    rompían las ataduras de la luz
    y se encontraban de nuevo en el límite exacto de la sombra.

    Porque la noche los unía, los empujaba suavemente
    al lecho de la alegría y de la inmediatez,
    al reino de la inocencia y de lo verdadero.



    LA CIUDAD PRESENTIDA

    La ciudad los acogió con las luces del alba
    y extendió ante su asombro el viejo laberinto de sus calles.
    Traspasaron el umbral de la mañana. Los ojos
    se habituaron pronto a la belleza de este día.
    Porque en otro lugar y en horas menos plenas
    supieron intuir lo que ven hoy:
    ese reloj que hace vibrar la plaza
    cuando deja caer trozos de tiempo sobre el mundo,
    el rincón soleado donde un hombre muy viejo
    vende objetos inútiles y hermosos...

      Ellos saben muy bien que las cosas que crecen
    bajo este cielo ajeno no son suyas. Y querrían
    tenderse para siempre sobre la hierba del verano
    y engañarse olvidando lo que fueron
    antes de estar aquí, antes de haber vivido
    de acuerdo con la vida, con arreglo a la luz.

    Piensan que pronto, en otra tierra, lejos,
    cuando de nuevo vuelvan a sus viejas costumbres
    y otra vez el invierno los habite y los venza,
    recordarán, oscuros, este sol, este sueño
    de libertad que quiso regalarles la vida.
    Pero deciden aplazar las sombras.
    ........................................................Ahora
    no dicen nada. Están aquí. Se miran.
    La mañana transcurre. Y son dichosos.



    PRELUDIO

    Ya no sé cuándo, pero una vez dijiste
    algo sobre la noche, algo acerca
    de los poderes de la oscuridad.
    y tus palabras, tan extrañas a ti, tan diferentes
    de tu esencial y conocida luz,
    me hicieron recordar los largos años
    que tardó este presente en madurar.

    Hubo un tiempo anterior. Hubo una ausencia
    de sol acariciando los lugares
    que después me ofrecieron su verdad más profunda.
    y fue lento el azar. Y fueron lentos
    los toscos argumentos del dolor,
    las oblicuas miradas de la sombra.

    Ahora escucho el sonido claro que en la mañana
    se alza sobre los cuerpos, los paisajes
    que antes fueron oscuros. Frente a mis ojos brillan
    realidades distintas, que hoy comprendo.

    Pero cuando la tarde se acerque a los confusos
    y trágicos colores de su fin,
    tal vez oiga de nuevo la voz que había olvidado
    y tenga que encontrar otras razones
    para pensar que esto tampoco es cierto.



    LAS SOMBRAS ANTERIORES

    Aquel brillo asustado de tus ojos, cuando la tarde
    derramaba su cansancio sobre la ciudad.
    Aquella impotencia del deseo, del amor amenazado,
    oprimido por un peso ajeno
    a nuestra capacidad para arrodillarnos ante el dolor.

    La luz cayó sobre tu piel, dejando
    en ella un sabor dorado, un halo de dulzura sin historia.
    Pero luego el recuerdo aproximó sus redes
    y el pasado alzó sus voces enterradas.

    No había nadie. Sin embargo,
    una impensada presencia, un implacable
    mandato de regreso a los orígenes
    se impuso de repente.

    .....................................Cuando calló la noche
    se nos hizo difícil avanzar por las calles,
    llegar hasta la cama en la que habrían
    de disputar sin tregua sus querellas
    el fuego más hermoso y el inclemente olvido.
    No era posible decir las palabras de siempre,
    porque tu país nos llegaba a través del olor de la lluvia,
    y el tiempo se negaba a ser piedra sin fecha,
    camino detenido, huella leve.

    Las tierras lejanas que yo había vivido
    se agolparon de pronto delante de cualquier sonrisa,
    y comenzaron a despertarse en mi memoria
    las temidas imágenes, los avisos
    de una costumbre que defendía su antigua conquista.

    Tuvimos que olvidar los hallazgos recientes,
    los rumores de la oscuridad deseada,
    de las cálidas luchas.

    Y vimos cómo iba creciendo la sombra junto a nuestro abrazo.
    Y cerramos los ojos porque teníamos miedo.



    VOLVER A AQUELLA PLAZA

    Ahora quiero volver a aquella plaza silenciosa y vacía
    y escuchar otra vez las palabras que entonces
    solías decir, mientras las luces de cada atardecer
    dejaban en tus manos una rosa encendida y efímera.

    Una pequeña fuente decía su canción en homenaje
    al dios de mármol blanco que se alzaba en su centro.
    Y tu voz se acercaba a mi callada forma de mirarte
    enredada en la música del agua.

    Yo me olvidaba allí de los tristes quehaceres
    que el mundo que circunda a aquella plaza
    dicta a los que recorren sus caminos.
    Las horas se dormían a tus pies. Y la noche
    se acercaba lentamente, envuelta en un perfume de sosiego.

    Hoy miro y nada queda. Ya pasaron los días
    que la vida nos dio para estar juntos.
    Pero es posible regresar, volver mil veces
    a los lugares del deseo, a los sitios que la pasión eligiera.
    Basta con que miremos hacia atrás, con que aprendamos
    que el tiempo pasa, pero permanece.



    ALREDEDORES DE LA LUZ

    Casi sin ver la realidad del día
    ni la certeza de su claridad,
    ando en busca de ti, de los vestigios
    de unos años, de un mar, de unos lugares.

    Porque la sombra avanza y los astros escriben
    sus órdenes fatales en mi frente,
    y es triste a solas proseguir la angustia
    de los caminos que iniciamos juntos.

    Pensar un cuerpo es inventar la noche
    de las islas perdidas.
    Qué difícil ahondar en el silencio,
    llenar de amor el hueco que el instante
    abre en el grito con que te pronuncio.

    No escucho la presencia de tus pasos
    vigilando la herida de los versos escritos,
    y el temblor desolado de la tarde
    deja en mi voz el poso ensimismado
    de lo que ardió y se fue y es ya elegía.

    Seguir es regresar, volver al borde
    del lecho aquel, de la blancura en llamas.
    La soledad me dicta letras anochecidas
    y las horas se duermen en el pulso del tiempo.

    Vuelve a llamarme. Esparce tus designios
    en las proximidades de otra hoguera.
    Se acabará el sonido del invierno, la sed de las palabras
    El deseo que recuerda el color de unos ojos
    descansará en la tierra que conoce.
    Las calles arderán a mediodía
    y cantará la luz entre mis manos.



    EL VERANO

    Mejor tal vez sería no recordar de nuevo
    los días que pasaron como caricias crueles
    por tu piel y mis manos.
    En la luz del deseo brillaron nuestros cuerpos
    y juntos escuchamos la voz ancha del mar.
    Las heridas fragantes de aquel tiempo persisten
    como antiguos dolores recientes en mi carne.
    Yo no quiero escuchar el lenguaje marchito
    de las cosas que ardieron.
    Pero sé que es inútil negarse. No es posible
    recurrir a un presente hecho de soledad
    para olvidar el canto de un verano, unos brazos,
    para dejar temblando en el camino
    el fuego que aún enciende sin querer mis palabras.



    CUERPO DORMIDO

    A veces recuerdo la tibieza de aquellos días,
    la gracia de aquel cuerpo dormido,
    la blancura del lecho en un rincón del cuarto,
    el libro abandonado, entreabierto,
    la lámpara sumisa, la ventana,
    el sonido lejano de la lluvia,
    los lentos rumores de la noche.

    Y pienso entonces que fue hermosa la vida,
    y acaricio en mi pecho las heridas del tiempo.



    CAMINO DEL SILENCIO

    Detente aquí. No agregues más palabras
    a las que ya has escrito. Que el silencio
    venga al papel y que tu voz se apague
    en la nocturna soledad. Tu libro
    está al fin terminado. En él, a salvo,
    ha de seguir latiendo la memoria
    de tu vivir, de lo que el tiempo quiso
    darte y quitarte, aquella intensidad,
    y el fulgor delos días que se fueron.

    Pascual Lopez Sanchez
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    Eloy Sánchez Rosillo (1948- Empty Re: Eloy Sánchez Rosillo (1948-

    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Dom 14 Mayo 2023, 00:18

    Te agradezco, profundamente, Pedro esa labor de difusión de los poetas de mi tierra (Carmen Conde; Vicente Medina... Eloy Sánchez Rosillo - inconmesurables OIR LA LUZ; EL SUEÑO CUMPLIDO...). El día 6 de este mismo mes (hace dos sábado, el Diario LA VERDAD DE MURCIA en su sección CULTURAS Y SOCIEDAD, ofrecía un entrevista de ANTONIO ARCO al autor que nos traes. Es una entrevista muy, muy interesante puesto que permite que nos adentremos - un poco - en la IDEA POÉTICA.  A mí me pareció siempre una persona humilde y hago esa caliificación por la usual abundancia de apariciones públicas y reivindicaciones (¿justas?) de lo suyo que solemos hacer los poetas - quizás yo también-. Él, por contra, sostiene el ÍNTIMO Y TRASCENDENTE VALOR DE LA POESÍA , en PARTICULAR, y la CULTURA, EN GENERAL:


    "El mundo es más grande desde que existen La Iliada y La Odisea, y se tornaría más pequeño si desaparecieran de pronto Cervantes, Velázquez, Mozart o Pessoa..."

    Siento no poder exponer la entrevista completa. Permíteme unos versos suyos  que ANTONIO ARCO recoge en la entrevista mencionada (*) :

    "LA DIOSA BLANCA

    Llegó la Diosa y lo encontré esperándola,
    pero no ante un altar, ni allí postrado;
    embebido en su luz, sueña palabras.

    Mira con devoción hacia lo alto
    en la noche serena, eterna y mágica.
    Y la luna le infunde el don del canto."

    Insisto en mi gratitud por tu exposición. Un abrazo.


    _________________
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    Eloy Sánchez Rosillo (1948- Empty Re: Eloy Sánchez Rosillo (1948-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Dom 14 Mayo 2023, 05:14

    Un gran poeta Eloy Sánchez Rosillo, Pascual, como los demás que citas de tu tierra. Merecen ser difundidos.

    Un abrazo.
    Pedro

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    Eloy Sánchez Rosillo (1948- Empty Re: Eloy Sánchez Rosillo (1948-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Dom 14 Mayo 2023, 08:18

    .


    De Páginas de un diario (1977-1980):


    ACUÉRDATE

    Cuando el azar o la costumbre, dentro de muchos años,
    de nuevo aquí te traigan, si vives, y la vida
    sea para ti tan  solo recuerdo desvaído
    de los antiguos días, acuérdate de que hubo un tiempo
    en que las cosas, milagrosamente, fueron de otra manera:
    acuérdate de que hoy este jardín
    te ha ofrecido su paz, de los rosales
    florecidos, del sol que te acompaña
    y que te ayuda con su luz tan tibia
    a ser dichoso y a saberte joven.



    LA ACACIA

    Después de tantos años, vuelvo a verte,
    cuando ya no esperaba que mis manos
    acariciaran otra vez tu viejo tronco, en el que el tiempo
    fue dejando las oscuras señales que dan fe de su paso
    y ennoblecen la esbeltez de tu serena decadencia.

    Hoy quiero estar contigo, al igual que en los días de la infancia
    o del desasosiego adolescente. Porque nunca he olvidado
    todo lo que te debo, ni la dicha tan pura que me diste
    en aquel paraíso que fue mío
    y que retorna intacto en ocasiones.

    Siempre estabas aquí, junto a la puerta
    de la casa de campo inabarcable y blanca
    que mis abuelos construyeron en medio de las tierras
    del patrimonio familiar, y aguardabas paciente
    nuestro regreso, cuando en los meses estivales
    el calor nos hacía salir de la ciudad
    y volver a tu lado buscando el aire fresco
    y la agreste quietud de estos lugares.

    Desde el viejo automóvil que avanzaba despacio,
    envuelto en nubes de polvo, por los difíciles caminos
    te descubrimos a lo lejos, mucho antes
    de que por fin el largo viaje concluyera.
    Y mi corazón se alegraba al divisar,
    en medio de los campos agobiados por el calor del mediodía,
    el verdor de tu copa sobre el fondo blanquísimo de la casa encalada.

    Cuánto jugué de niño junto a ti,
    con mi hermana y mi hermano y con los hijos
    de las gentes humildes que dejaron su vida
    en esta soledad. Sin apenas descanso, infatigables,
    cerca de ti corríamos de una parte a otra, afanándonos
    en mil pequeñas cosas que se nos ocurrían
    para hacer nuestro el mundo. Los días no acababan
    y ni una sola nube oscureció esa dicha que ahora vuelve
    con una luz muy viva a este poema.

    Mucho después, de pronto, en los años difíciles
    de la temible adolescencia, supe ver tu hermosura.
    Y mis ojos miraron de otro modo
    tus delicadas ramas y el temblor de tus hojas.

    En la ventana de mi habitación
    pasaba largos ratos observándote,
    y poco a poco luego,
    ...................................lentamente,
    iba escribiendo en un papel muy blanco
    las líneas inseguras de mis primeros versos.

    A la hora en que la tarde comenzaba
    a estar casi  vencida, junto a ti, haciendo corro, las mujeres
    se sentaban. Con placidez charlaban y cosían,
    y nos veían crecer, y eran felices.
    (Aún, al cerrar los ojos, contemplo allí a mi madre,
    tan hermosa y tan joven en los tiempos aquellos,
    sentada en el sillón de mimbre en que solía
    descansar de las domésticas tareas;
    y todavía oigo su risa, escucho sus palabras.)

    Más tarde, en los umbrales de la noche,
    regresaban del campo los hombres, a lomos de sus mulas,
    extenuados por las agotadoras faenas en las que se ocupaban
    desde el alba al crepúsculo.
    .............................................Y se acercaban sonriendo
    a las mujeres. Bebían agua fresca en los botijos,
    liaban sus cigarros, y gastaban bromas.

    A esas horas, también, con frecuencia se oían,
    en el silencio cárdeno de los atardeceres,
    los gritos del pastor y las esquilas taciturnas
    del ganado que ya se recogía.
    ..................................................Iba creciendo
    la oscuridad. Y algún perro ladraba.

    En noches como ésta, cuando todos
    estaban entregados con mucha paz al sueño
    y sólo se escuchaba el canto de los grillos,
    yo te vi, vieja acacia, bajo la luna, y eras
    un árbol refulgente de plata ensimismada
    que dulcemente meditaba a solas.
    También he visto en las amanecidas
    el temblor del rocío sobre el verde reciente
    de tu copa habitada, pues al primer albor,
    a veces, me sacaba de las brumas del cueño
    la algarabía de tus gorriones.
    Y te vi con el viento enredado en tus ramas,
    y en las súbitas luces del relámpago,
    bajo las gruesas gotas de la lluvia estival.
    Y siempre, en los rigores de la siesta,
    me acompañó tu sombra, mientras leía un libro
    o miraba los campos, la viña, los trabajos
    del sol y los quehaceres de los hombres,
    que aventaban los trigos en la era
    o trillaban las mieses y cantaban canciones
    sin que el calor los arredrara; a la vez que en las encinas
    las ruidosas cigarras que enardecen
    la furia del verano se vanagloriaban
    de su vivir ocioso.

    ...............................Son tantas las imágenes
    que al contemplarte en esta noche acuden
    a mi memoria, y es tanta la alegría
    de estar aquí, contigo, después de todos estos
    años en que he vivido sin ti, sin la ventura
    de tu fiel cercanía, que hoy parece
    de nuevo todo igual, y como entonces
    soy sencillo y dichoso, aunque no en vano
    haya pasado el tiempo y ahora estemos
    tan cambiados los dos, acacia recobrada,
    el más hermoso y mío de los árboles.



    LILAS BLANCAS EN UN JARDÍN NOCTURNO

    Eres la realidad que no busqué esta tarde
    y que el azar que mueve nuestros pasos
    tuvo a bien ofrecerme: tal vez necesitaba
    que alguien viniera a mí, la hermosura imprevista
    de un cuerpo que tan sólo fuera mío unas horas.

    Yo no sé si esa música, esos vasos de whisky
    que en la penumbra tibia del deseo
    sirvieron de pretexto, o la verdad profunda
    que luego conquistamos, te han dejado en las manos
    belleza suficiente. Para mí fue bastante,
    y con su luz llené mi eternidad de hoy.

    Ahora, en la madrugada,
    cuando después de todos salimos a la noche,
    la ciudad está dormida, y su silencio
    ya huele a primavera.

    Antes de que los días los marchiten,
    guarda en un libro para ti querido
    las lilas blancas que, furtivamente,
    cojo de este jardín y mi mano te entrega
    como recuerdo efímero de la efímera dicha.



    LA MUCHACHA DE ORÁN

    Durante todo el día fueron prisioneros
    del sol en aquel barco que con pereza hendía
    las aguas de este mar de antigua y suave música.
    Y ya al atardecer, cuando las huestes del crepúsculo
    luchaban con las sombras sobre la azul llanura,
    arribaron al puerto de destino.

    El mes de julio había
    apenas comenzado, y el verano reinaba
    en esas tierras como un monarca poderoso.

    Los jóvenes amigos vagaron sin rumbo por las calles,
    muy llenas ya de noche, de la ciudad desconocida,
    y a pesar del calor, de la fatiga del viaje
    y del dinero escaso que llevaban,
    se sentían dichosos de estar allí, tan lejos de su mundo.
    Iban charlando muy alegres acerca de las maravillas
    que la ilusión había soñado y que estaban ahora
    delante de sus ojos.
    .................................Más tarde se sentaron
    en la acera de una calle solitaria
    a descansar un rato y comer cualquier cosa.
    Y al poco vieron en un balcón cercano
    a una muchacha esbelta, envuelta en la blancura
    de sus ropas, que estaba allí y regaba
    con gusto unas macetas.
    ..........................................En el bochorno de la noche,
    la belleza de aquella imagen, unida a la frescura
    presentida del agua, era un regalo grande
    de la vida.

    ..................Cuando al fin la muchacha
    termino su quehacer y tras ella las puertas
    del balcón se cerraron, los amigos
    anduvieron de nuevo, hasta llegar al fin
    a un lugar apartado en las afueras.

    Luego, al pie de unos árboles,
    extendieron sus cuerpos.
    ..........................................Y hasta que el sueño vino,
    contemplaron en silencio la luna entre las ramas.



    SUPÓN QUE AÚN ES AGOSTO

    Pues aunque se halle ausente el ser amado,
    nos asedia su imagen, y resuena
    dulcemente su nombre en nuestro oído.                                                                                              LUCRECIO

    Supón que aún es agosto y que no estás tan lejos
    de esta ciudad que todavía guarda
    los últimos vestigios del verano,
    de aquella altiva llama que lentamente fue,
    como todo, apagándose;
    imagina que aún estas aquí, conmigo,
    en la paz de esta casa que la luz hace hermosa,
    y busca en tu memoria el esplendor dorado
    de los días perfectos que en ella -porque así
    lo dispuso el propicio acuerdo de los cielos-
    hemos vivido, ajenos a todo aquello que no fuera
    nuestra propia alegría de estar juntos.

    Recuerda.
    .................Mira. Mira esas gloriosas
    mañanas: hace un rato que tú te despertaste,
    y esperas en silencio a que yo abra los ojos
    para darme los buenos días y decirme -hoy también-
    que eres dichosa.
    ..............................Y me señalas luego
    ese rayo de sol que entra por la ventana
    y aquí, junto a la cama, en el suelo, dibuja
    un dulce charco de oro.

    ........................................
    No dejes que se borren
    de tu alma las risas de ese tiempo,
    las palabras ardientes que sonaban
    como un cristal finísimo y llenaban de música
    las horas del amor: el espacio inocente
    de la pasión cumplida en las radiantes noches
    que nuestros cuerpos conquistaron.

    ..........................................................
    Contempla estas imágenes,
    y olvídate de ese lugar que ahora
    a tu pesar y a mi pesar habitas:
    calles llenas de otoño, gentes que desconocen
    nuestra historia, tierras que no son tuyas,
    y ese río que en nada se parece
    a éste nuestro de aquí, que bajo el sol discurre
    a través de los huertos.

    .......................................Ojalá lleves siempre
    contigo, a cada instante, mi recuerdo,
    y estas palabras que en la noche escribo
    pensando en ti, para que tú las leas,
    te ayuden a estar sola,
    ......................................y te acompañen.



    LA CASA VACÍA

    Abre la puerta y da la luz.
    ..........................................Es ya muy tarde,
    y sabe que en su casa nadie lo espera.
    ..............................................................Todo
    sigue en su sitio y el silencio pesa
    sobre las mudas cosas que le ignoran.
    Va de aquí para allá, por el pasillo, por las vacías
    habitaciones, y no sabe qué hacer, por qué esta noche
    está tan lejos todo.
    ...............................Coge un libro.
    Pasa un rato leyendo. Luego, escucha
    con desgana una música.
    .........................................Mientras, la madrugada
    avanza lentamente.
    ................................Acaso alguna rosa
    de ese florero que hay sobre la mesa
    deja caer sus pétalos marchitos.



    LA ESPERA
    (Homenaje a Ramón Gaya)

    Ésta es mi soledad, verme rodeado de luz.
    NIETZSCHE

    Se acerca a la ventana, y a través del cristal sus ojos siguen
    el curso de esas nubes tan blancas que cruzan indolentes
    el cielo azul de la mañana. Y muy conforme observa
    cómo se duerme el sol en la quietud de los tejados,
    mientras todo está bien y apenas hay transcurso.

    La luz llena el estudio, y los pocos enseres
    que ha ido el vivir reuniendo en esta habitación
    están aquí en su sitio, y se diría que acompañan
    gustosamente con su silencio inanimado al hombre
    que ahora abandona la ventana y se acerca despacio
    a ese cuadro aún vacío, a los pinceles
    que aguardan el instante de dejarse llevar con mansedumbre
    por una mano limpia y conocida.

    Se ve sobre una mesa una copa con agua,
    y en ella unos jazmines. Él los mira, y quisiera
    entender el secreto de estas pequeñas flores, el enigma
    de su perfume leve, de su frágil blancura,
    para poder más tarde dejar temblando sobre el lienzo
    la cerrada belleza que lo conmueve y permanece
    ajena a su emoción, a sus afanes,
    inconquistada y sola, desvalida.

    Pero siente que el momento de hacer suya esta hermosura,
    de confundirse con su ser, no ha comenzado aún,
    y se retira con humildad, se aparta
    de ese lugar radiante. Y vaga por el cuarto,
    decidido a esperar a que madure el tiempo
    a la realidad palpitante que ansía,
    dulcemente, sin lucha, se le entregue.

    Se sienta en una silla. Abre un libro. Regresa
    a los versos sabidos de algún poeta amado.
    Después, durante un rato, lo acompaña la música,
    y perdido en la mágica intimidad de una sonata
    piensa tal vez, involuntariamente,
    en ciertas cosas del pasado, cosas que fueron suyas
    y fue perdiendo luego: la ciudad delicada
    y polvorienta, dormida bajo el sol,
    en la que vio la luz; los no olvidados huertos
    de su niñez; aquellos quietos días
    en que todo era simple, sin daño, consistente
    y estaba anclado en un rincón del paraíso.

    Cesó luego el encanto. La vida se echó a andar
    y dentro de ella germinó la muerte.
    El muchacho lo supo, y advirtió
    que en lo profundo de su pecho había
    una extraña inquietud, un anhelo infinito
    de fijar de algún modo —en un papel, acaso sobre un lienzo—
    los efímeros dones del mundo. Y desde entonces
    se entregó con pasión a su quimera, quiso arder para siempre
    en la llama intensísima de ese empeño exclusivo.

    La soledad le ha dado compañía, y lo ha ayudado
    a defender su fe, a no dejar jamás que se apagara
    la sagrada ilusión. Ella lo ha conducido
    —fiel a sí mismo siempre, intacto y puro—,
    a través de los años, hasta esa silla en la que hoy
    recuerda o tal vez sueña mientras suena la música.

    Todo se acalla al cabo. Y el profundo silencio
    despierta al soñador. Contempla de nuevo los jazmines,
    la transparencia de la copa y los alegres juegos de la luz
    en el cristal que brilla.

    .....................................
    Y de repente oye
    como un rumor de misteriosas aguas, y se siente invadido
    por la presencia súbita de un poder que lo impulsa
    a coger el pincel y aproximarse al lienzo.

    Y casi sin esfuerzo, casi a pesar de él mismo,
    su mano va sacando poco a poco de la oquedad del cuadro
    la verdad trascendida del cristal y las flores,
    que aquí, sobre la tela,
    salvados ya del tiempo y del olvido,
    ofrecen su inocencia temblorosa y son al fin
    imagen viva del amor, cifra del universo.

    Pedro Casas Serra
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    Eloy Sánchez Rosillo (1948- Empty Re: Eloy Sánchez Rosillo (1948-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Dom 14 Mayo 2023, 12:39

    .


    De Elegías (1980-1983)


    PRIMER AMOR

    Abro el balcón, y miro. En los balcones
    de la casa de enfrente el sol de junio
    juega con los geranios.
    .....................................Me saluda
    desde allí una muchacha:
    me hace señas, sonríe, y es más bella
    que el fulgor del verano.
    .......................................Los minutos
    se aquietan en el cielo y acaece
    mucha luz. Se diría
    que un raro sortilegio ha detenido
    el tiempo esta mañana.
    ......................................Pero cierro
    un instante los ojos, y al abrirlos
    nada queda: ni casa, ni muchacha,
    ni balcones con sol. De todo aquello
    hace ya veinte años.



    TODO TENDRÁ SENTIDO

    Ten dispuesto el  papel, y que la pluma
    esté junto al cuaderno. Siéntate aquí, en la estancia
    de siempre -una ventana, el sillón y la mesa,
    algún cuadro, la música, los libros,
    un jarrón con anémonas-, y aguarda, porque acaso,
    si eres paciente y lo mereces, halles
    lo que encontrar ansías: el poema,
    el alto don que el cielo
    entrega a veces a quien lo ha esperado
    con humildad y orgullo.
    ........................................La palabra
    acudirá quizás y, de repente,
    todo tendrá sentido: tú y las cosas
    que tus ojos verán como por vez primera
    y que en la luz propicia de ese momento único
    sabrás decir, de forma que lo dicho,
    venciendo al tiempo, en el papel perdure.



    AVISO DE CAMINANTES

    En la suma de días indistintos
    que el vivir nos depara, acaso hay uno
    en que el destino, trágico y hermoso,
    pasa por nuestro lado y el azar manifiesta
    una insólita luz, un desusado
    fulgor inconfundible.
    Pero no has de dudar. Ten el coraje,
    cuando llegue el momento,
    de abandonar las cosas con que siempre
    te engañó la costumbre, y sube pronto
    a ese carro de fuego.
    ..................................Poco dura
    el milagro.
    ...................Después, si te negaras
    a partir, sólo noche
    merecerás. Y nunca, aunque quisieras,
    podrás comprar la luz que despreciaste.



    A LO LEJOS

    Una niña -qué lejos- me sonríe.
    Y, desde allí, me mira.
    Infancia de mi madre.
    Vieja fotografía.



    DE LAS COSAS DEL CAMPO

    Iba yo por el campo. Era una tarde
    del mes de agosto y sobre mí pesaba
    el rigor de la siesta. Estaba el cielo
    completamente azul. Sólo alentaban
    los tenaces insectos, y decía
    su canción la cigarra en el silencio
    que el implacable sol había dejado
    caer sobre las cosas.

    .................................
    Una encina
    me ofrecía al fin su sombra, y, aturdido
    de tanta luz, echado allí, en la tierra,
    junto al tronco del árbol, contemplaba
    las lomas, los rastrojos, los barbechos
    y los lejanos montes calcinados
    por el fuego voraz de la canícula.
    Me pesaban los párpados y pronto
    cerró el sueño mis ojos.

    .......................................Dormí un rato,
    y cuando desperté ya todo era
    distinto: se agrupaban en el cielo
    nubes muy negras y se alzó de súbito
    un viento que gemía al enredarse
    en la copa de un árbol o en los brazos
    de la humilde y ascética retama.
    Brilló el primer relámpago; crujieron
    al poco las alturas, y la lluvia
    comenzó y fue arreciando. Descendía
    como una bendición. En los prodigios
    de la luz espectral se iluminaban
    fugazmente las cosas. Daba gozo
    ver el agua caer sobre los campos,
    escuchar su alboroto, oler la tierra.

    Y fui consciente allí, bajo el amparo
    de la encina, de aquel momento lleno
    de plenitud. No sé por qué las lágrimas
    brotaron de mis ojos.

    .................................Muchos años
    hace de esto que digo. Yo era entonces
    casi un niño, un muchacho que sabía
    ser libre y ser feliz, estar de acuerdo
    con la verdad sencilla y misteriosa
    de la naturaleza.

    ...........................
    El firmamento
    fue después aclarándose, y de golpe
    escampó.
    ................Cuánta calma.
    .........................................Era la hora
    íntima del crepúsculo. Se hundía
    tras los montes el sol como un monarca
    que ha perdido su cetro y su corona
    y está viejo y cansado. Se oyó un perro
    que ladraba a lo lejos y sonaban
    aún más distantes y desvanecidos
    los discordes cencerros de un rebaño.
    La oscuridad fraguaba. Olía el aire
    a tomillo y romero. Persiguiéndose,
    volaban por el cielo atardecido
    dos palomas torcaces.



    UN SUEÑO

    Como si nada hubiera sucedido
    desde entonces, dulcísima criatura,
    y no hubiese interpuesto el tiempo entre nosotros
    tantos años, de nuevo te acercaste
    esta noche a mi vida en un sueño.
    .......................................................Teníamos
    otra vez juventud, y transcurría
    lenta una tarde de verano. Estabas
    sentada junto a mí e ibas diciéndome
    las mismas cosas que solías decirme
    en los días aquellos. Sonreías
    de la misma manera. En tus ojos cantaba
    feliz la luz de agosto.
    ...................................Pero fue
    todo muy triste, porque yo, en el sueño,
    era consciente de que te soñaba.



    PALABRAS PARA ENTONCES

    A ti, que aún no has nacido,
    a ti te buscan estos cantos.
    WHITMAN

    No sé cuándo será. Quizá una tarde
    de junio como ésta. Cruzarán los vencejos
    el cielo azul de entonces y el verano
    ya casi habrá triunfado.
    ......................................Hacia tu casa
    te diriges. No sabes
    qué hacer por esas calles y deseas
    recogerte en tu cuarto.

    .....................................
    Un azar misterioso
    pone en tus manos jóvenes el libro
    en el que mis poemas tantos años
    han estado esperándote.
    .......................................Atardece
    muy despacio.
    ........................La luz irá cediendo
    sus efímeros reinos a la nocturna sombra.

    Y cuando la mirada
    poses en estos versos que hoy al papel confío,
    con emoción, para que tú los leas
    en un día futuro que no verán mis ojos,
    yo estaré vivo en ti y en ti mi espíritu
    habrá vencido al tiempo y a la muerte.



    EPITAFIO

    Detened, caminantes, vuestros pasos.
    Sabed que aquí reposa alguien que amara mucho
    La hermosura del mundo: los árboles, los libros,
    La música, el verano, las muchachas.
    No preguntéis quién fue, ni desde cuándo
    Es ya silencio, olvido de las cosas.
    En la tierra que cubre sus despojos
    Plácidamente descansad un rato.
    Y proseguid después vuestro camino
    Bajo el propicio sol que en su noche os desea.




    De Autorretratos (1948-1988)


    A CIERTA EDAD

    Ahora ves claramente que ya no te interesan
    tantas de aquellas cosas que hasta hace poco fueron
    el centro de tu vida. Casi todo
    lo que guardabas como si tuvieses
    un íntimo tesoro inagotable
    hoy es ceniza fría. En pocos años,
    cuánto has cambiado, Eloy. Este presente
    te hace ver tu indigencia. Y te sientes vacío
    en una lenta tarde de verano
    que habría sido hermosa si en el pecho albergaras
    tus antiguos fervores.
    ...................................Todo fluye
    como un río imposible de quiméricas aguas.
    Nada aquí se detiene.
    ..................................Las llamas del crpúsculo
    se apagan a lo lejos.
    .................................Y al fin cierras los ojos.
    Y te invade la noche.



    APUNTE DE UNA TARDE

    Que otros canten las armas y a los héroes,
    los abismos del ser
    o la complejidad del universo.

    Dejadme a mí que diga la gracia irrepetible
    de esta tarde de abril, la efímera hermosura
    de la luz, que es mi amiga y que plácidamente
    acaricia el papel en el que escribo.



    LA PLAYA

    Nadie podrá quitarme —me digo— la ilusión
    de soñar que ha existido esta mañana.
    Se ha detenido el tiempo. Oigo tu risa,
    tus palabras de niño. Nunca he estado
    tan conforme con todo, tan seguro
    de mi alegría. Juegas junto al agua, y te ayudo
    a recoger chapinas, a levantar castillos
    de arena. Vas corriendo de un sitio para otro,
    chapoteas, das gritos, te caes, corres de nuevo,
    y luego te detienes a mi lado y me abrazas
    y yo beso tu pelo, tus ojos, tus mejillas,
    tu niñez jubilosa. El mar está
    muy azul y muy plácido. A lo lejos,
    algunas velas blancas. El sol deja
    su oro violento en nuestra piel.
    .....................................................Me digo
    que es cierto este milagro, que es verdad
    el inmóvil fluir de la quieta mañana,
    la ilusión de soñar el remanso dulcísimo
    en el que acontecemos como seres
    dichosos de estar vivos, felices de estar juntos
    y de habitar la luz.

    ................................Pero escucho, de pronto,
    el ruido terrible y oscuro y velocísimo
    que hace el tiempo al pasar, y la firmeza
    de mi sueño se rompe; se hace añicos
    —como un cristal muy frágil— la ilusión
    de estar aquí, contigo, junto al agua.
    El cielo se oscurece, el mar se agita.
    Siento en mi sangre el vértigo espantoso
    de la edad: en un instante, transcurren muchos años.
    Y te veo crecer, y alejarte. Ya no eres
    el niño que jugaba con su padre en la playa.
    Eres un hombre ahora, y tú también comprendes
    que no existió, ni existe, ni existirá este día,
    la venturosa fábula de mis ojos mirándote,
    la leyenda imposible de tu infancia.
    Estás solo, y me buscas. Pero yo he muerto acaso.
    Somos sombras de un sueño, niebla, palabras, nada.



    UNA MUCHACHA

    Ha salido, tal vez, de su casa hace un rato.
    No va a ninguna parte. Da gusto, en primavera,
    pasear a estas horas sin rumbo, mientras cae
    la tarde lentamente y vuelan los vencejos
    en la luz que declina. Ha estado en un jardín;
    pasó por una plaza y por una alameda.
    Tiene ganas de andar.
    ...................................Ahora, el azar la trae,
    despacio, hasta mi calle. Yo, aburrido, me asomo
    a un balcón de mi casa, y, al mirar hacia abajo,
    la veo venir. Tendrá veinte años apenas.
    Camina con la gracia que regala la vida
    a quien es bello y joven: gloria breve del cuerpo;
    milagro de lo efímero, que cifra en su relámpago
    visos de eternidad.
    ...............................Ajena a mi mirada,
    se va acercando. El oro del sol último brilla
    en su piel, en sus ojos, en el dulce desorden
    oscuro de su pelo. En este instante, cruza
    de una acera a la otra. No sabe que la observo,
    que su fugaz presencia me hace feliz. Muy pronto
    pasará por la puerta de la casa en que vivo.
    Ya llega. Ya ha pasado. Y sigue. Y va alejándose.
    Dentro de unos momentos doblará aquella esquina.



    ESCRITO EN UN MAL DÍA

    Cuando pienso que pude hacer mejor las cosas
    que tanto me importaban
    y que con algo más de apasionada entrega,
    de locura y arrojo, hoy quizás aún llevase
    conmigo la ilusión que me sostuvo
    y los frutos dorados del árbol de la vida...

    (Pero, tal vez, Eloy, en verdad no debieras
    entregarte a la culpa, pues mucha parte tiene
    en lo que hiciste mal o a medias o no has hecho
    el temor que sentías
    de no estar a la altura de tus sueños.)

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    Eloy Sánchez Rosillo (1948- Empty Re: Eloy Sánchez Rosillo (1948-

    Mensaje por cecilia gargantini Dom 14 Mayo 2023, 15:15

    Claro que merece difusión este autor murciano...a mí me gustó mucho.
    Me gustaron todos pero "La casa vacía" y "Escrito en un mal día" me emocionaron fuertemente.
    Graciassssssssss Pedro!!!!!!!!!! Besossssssss
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    Eloy Sánchez Rosillo (1948- Empty Re: Eloy Sánchez Rosillo (1948-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Lun 15 Mayo 2023, 05:10

    Muchas gracias, Cecilia, por tus palabras.

    Un abrazo.
    Pedro

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    Eloy Sánchez Rosillo (1948- Empty Re: Eloy Sánchez Rosillo (1948-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Lun 15 Mayo 2023, 05:43

    .


    De La vida (1989-1995):


    DESDE AQUÍ

    Esta extraña pendiente por la que voy bajando
    discurre entre la niebla. Ya no recuerdo bien
    si hubo sol matinal en el ascenso,
    ni si era aquella cima en la que luego estuve
    el centro mismo de la luz. Ahora
    doy pasos con cuidado; todo es aquí confuso.
    Me he perdido en el tiempo. Avanzo y retrocedo,
    y no consigo asir las formas puras
    del existir en las que me apoyaba
    cuando era firme el mundo y las cosas tenían
    principio y fin, definición, contornos.
    No hay ayer, ni presente, ni mañana.
    ¿En qué lugar del tiempo va extendiéndose
    la bruma que me envuelve? El antes es después,
    lo que pasó no ha sido, lo que aún
    ha de venir acaso está ocurriendo.
    ¿Quién soy? ¿Quién desde dentro de mí me desconoce?
    ¿Fui niño un día, o fabulé una historia
    que en los malos momentos a vivir me ayudara?
    Entreveo a lo lejos un verano
    que no tuvo comienzo, y no termina
    (siempre es verano cuando rememoro
    desde la oscuridad la luz primera):
    una casa en el campo; estoy jugando junto
    a la acacia que da sombra a la puerta;
    mi madre cose o lee cerca de mí y me mira
    con los ojos más dulces y más limpios
    que yo haya visto nunca. Y de pronto no existen
    aquella casa blanca, los almendros, la viña,
    las galeras cargadas con costales de trigo
    bajo el fulgor de agosto, y no está ya mi madre
    mirándome. Un muchacho escribe en un cuaderno
    sus primeros poemas; es de noche; la luna
    entra por la ventana de su cuarto;
    miradle trabajar: qué emoción en su pecho,
    cómo en sus manos arde la vida que quisiera
    decir en el papel. Mas va llegando
    poco a poco la aurora a la ciudad,
    y el cuarto que hemos visto está vacío;
    parece que jamás se hubiera hallado
    en esta habitación aquel adolescente
    que en la noche escribía. Una muchacha pasa
    junto a mi, y se detiene; cuánta ilusión albergan
    sus ojos tan azules, su sonrisa. Empezamos
    a andar por un camino. ¿A qué sitio nos lleva?
    De súbito, transcurren muchos años.
    ¿Dónde surge el amor? ¿Cuándo se extingue?
    Un niño está sentado sobre esa alfombra; juega
    con sus juguetes; grita y hace palmas
    al contemplar la innumerable tropa
    de fieros monigotes que ha dispuesto
    ante sí en rigurosa formación de combate.
    Y yo asisto al milagro de su infancia; reímos
    con la risa más neta, y, abrazados,
    hijo y padre rodamos por el suelo
    mientras sucede lenta, lentamente,
    una mañana de la primavera.
    Pero en un solo instante se ha cerrado la noche;
    crecen las sombras, y es invierno, y llueve,
    y no hay nadie en mi casa. ¿Qué ha pasado?
    ¿Qué fue del niño aquel que con su risa
    me unía a una verdad tan verdadera?
    ¿Y qué ha sido de mí, de los seguros
    convencimientos que me sostenían?
    Un extraño me habita. En los espejos veo
    la mirada perpleja, interrogante,
    de un rostro ajeno, de alguien que en nada se parece
    al que fui alguna vez. No sé si estoy soñando,
    no sé si estoy despierto, si imagino o recuerdo.
    Quizás siempre soñamos. Vivo en la incertidumbre.
    Me he perdido en el tiempo. Doy pasos en la niebla
    y a tientas voy bajando la pendiente insegura.
    Todo acontece ahora deprisa, muy deprisa;
    imágenes, sucesos, entelequias,
    se apagan, se iluminan, van y vienen.
    ¿Qué es antes? ¿Qué es después? ¿Quién entrelaza,
    ordena y desordena las horas de mi vida?
    La realidad y el sueño y la memoria,
    ¿dónde empiezan y acaban?



    LA LUZ NO TE RECUERDA

    Entra la luz hoy en el cuarto como
    entraba la otra tarde. Y no nos ve
    aquí juntos de nuevo: no has venido.
    Yo puedo recordarte.
    Y te recuerdo, a solas, en esta habitación
    —llena de nada ahora— que entonces compartimos.
    Las palabras que hablamos, la música, tu risa,
    y lo que entre nosotros sucedió en esas horas,
    siguen viviendo en mí.

    Pero la luz no te recuerda, porque
    la luz ama el presente. Regresa sin memoria
    a la estancia vacía. Y ya no sabe
    que se enredó en tu pelo y que brilló en tus ojos,
    que, a la vez que mis manos minuciosas, anduvo
    despacio por tu cuerpo.

    ........................................No, la luz no recuerda
    haber estado aquí, contigo, con nosotros.
    Llega, alegre y dorada,
    al lugar en que ardiera la otra tarde la vida.
    Y únicamente encuentra en su silencio
    a un hombre recordando, recordándote:
    un hombre triste, y derrotado, y solo.



    VIEJA CANCIÓN

    He escuchado en la radio, por azar, hace un rato,
    una vieja canción,
    una canción romántica que estuvo muy de moda
    en la playa, durante los meses de un verano
    maravilloso de mi adolescencia.
    Muchas veces la oí entonces, junto a alguien
    que junio quiso darme y me quitó septiembre.


    Mientras la música sonaba,
    he sentido en el pecho
    la emoción de los días antiguos: tanta luz,
    tanta ilusión brotando, tanta vida;
    y he cerrado los ojos y he visto a una muchacha
    que a través de la niebla del tiempo me sonríe
    y con amor me mira.



    LA LUZ

    No se puede prever. Sucede siempre
    cuando menos lo esperas. Puede pasar que vayas
    por la calle, deprisa, porque se te hace tarde
    para echar una carta en correos, o que
    te encuentres en tu casa por la noche, leyendo
    un libro que no acaba de convencerte; puede
    acontecer también que sea verano
    y que te hayas sentado en la terraza
    de una cafetería, o que sea invierno y llueva
    y te duelan los huesos; que estés triste o cansado,
    que tengas treinta años o que tengas sesenta.
    Resulta imprevisible. Nunca sabes
    cuándo ni cómo ocurrirá.
    ........................................Transcurre
    tu vida igual que ayer, común y cotidiana.
    "Un día más", te dices. Y de pronto,
    se desata una luz poderosísima
    en tu interior, y dejas de ser el hombre que eras
    hace sólo un momento. El mundo, ahora,
    es para ti distinto. Se dilata
    mágicamente el tiempo, como en aquellos días
    tan largos de la infancia, y respiras al margen
    de su oscuro fluir y de su daño.
    Praderas del presente, por las que vagas libre
    de cuidados y culpas. Una acuidad insólita
    te habita el ser: todo está claro, todo
    ocupa su lugar, todo coincide, y tú,
    sin lucha, lo comprendes.
    ........................................Tal vez dura
    un instante el milagro; después las cosas vuelven
    a ser como eran antes de que esa luz te diera
    tanta verdad, tanta misericordia.
    Mas te sientes conforme, limpio, feliz, salvado,
    lleno de gratitud. Y cantas, cantas.



    EN MITAD DE LA NOCHE

    En mitad de la noche me desperté. Y había
    mucha luz en la casa. Oí, por el pasillo,
    ir y venir de pasos apresurados, voces
    tristes que lamentaban no sé qué y, a lo lejos,
    como un lento murmullo acaso de oraciones
    entre llanto y gemidos susurradas. Sin duda
    algo extraño ocurría. Asustado, confuso,
    llamé con insistencia a mi madre, aunque nadie
    acudió de momento. Porfié, y al fin vino
    a mi cuarto, afligida, la sirvienta, y después
    de acariciarme un poco y abrazarme, la pobre,
    me dijo como pudo que mi padre había muerto,
    que había muerto hacía un rato, de repente.
    .......................................................................Contaba
    siete años yo entonces y tenía mi padre
    cuando murió la misma edad que tengo ahora.
    Casi cuarenta años han pasado y aún
    respiro aquella angustia. Mientras mi mano intenta
    escribir estos versos voy viviendo de nuevo
    los momentos terribles de esa noche remota.
    Mi madre está sentada en un sillón, llorando
    con total desconsuelo junto al lecho en que yace
    el cuerpo de mi padre. Yo me acerco y la beso;
    le digo que no llore, que no llore. Su llanto,
    en verdad, me conmueve más aún que el cadáver
    —tan irreal, tan solo en su quietud— del hombre
    que hasta ayer mismo era el centro de esta casa
    y jugaba conmigo, con mi hermana y mi hermano.
    La muerte transfigura, traza súbitamente
    un enigma en su presa, y no reconocía
    apenas a mi padre en aquellos despojos
    misteriosos, herméticos.
    ........................................Entonces no lo supe.
    Pero hoy sé que esas horas en que tomé conciencia
    del tiempo y de la muerte arrasaron mi infancia:
    dejé allí de ser niño.
    .................................La casa fue llenándose
    poco a poco de gente. Familiares y amigos
    daban con su presencia lugar a repetidas
    escenas de dolor. La noche no avanzaba.
    Parecía que nunca iba a llegar la aurora.



    UN RECUERDO DE ENTONCES

    Te he esperado esta tarde como nunca he esperado
    a ninguna mujer: yo era tan sólo
    un pobre desgraciado que miraba el reloj.
    Pasaban los segundos, los minutos, las horas.
    Pero tú no llegabas.
    Y no sabía qué hacer. Y a cada instante
    me decía de nuevo que por fin llegarías.

    Pero no, no has llegado.
    Y ya es muy improbable que vengas. Se ha hecho tarde.
    Cae la noche. Y aún miro
    como un loco el reloj, pensando en ti, diciéndome
    que esto no puede ser, que tal vez aún podría
    suceder que llegaras.
    Pero da igual: no vienes. Ya no vendrás.
    ...................................................................Y sigo
    esperándote aquí desesperadamente.
    Lleno de amor, y de odio, y de tristeza.



    HOY

    Toqué entonces el mundo: lo hice mío, fue mío.
    Han pasado los años.
    ...................................Ahora ya sólo soy
    el que recuerda, el que vivió, el que escribe.



    EN EL ATARDECER

    Menos mal que de golpe lo imprevisto
    llega y nos reconcilia con la vida
    cuando sin esperanza caminamos,
    hartos de todo, y ya apenas nos quedan
    fuerzas para seguir. No, no es preciso
    que lo que de manera inesperada
    viene a salvarnos sea un gran suceso:
    basta a veces con algo que sería
    bien poca cosa para quien no tiene
    necesidad de ayuda.
    ..................................Hoy, por ejemplo,
    volvía yo, vencido, hacia mi casa,
    en el atardecer, después de un día
    de veras desastroso, un día de esos
    en los que las miserias cotidianas
    se acumulan en un fardo oscurísimo
    que nos dobla la espalda. Iba cayendo
    la noche. Y lentamente me llevaron
    mis pasos, por azar, hasta una calle
    solitaria y humilde. En ella vi
    una pared en la que el sol poniente
    se había demorado. Era tan sólo
    una pared casi ruinosa, un viejo
    muro con una mancha muy intensa
    de sol crepuscular que se negaba
    a dejar la ciudad y no quería
    rendirse ante el avance decidido
    de la nocturna sombra.
    .......................................Poca cosa,
    dirán, sin duda, algunos. Pero aquella
    luz rezagada, aquel fugaz regazo
    de sol marchito a punto de apagarse,
    me liberó de pronto de la angustia
    que llevaba conmigo.
    ..................................Y pude luego
    proseguir el camino hacia mi casa
    redimido, dichoso y, no sé, acaso,
    cantando en voz muy baja una canción.

    Pedro Casas Serra
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    Eloy Sánchez Rosillo (1948- Empty Re: Eloy Sánchez Rosillo (1948-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Mar 16 Mayo 2023, 04:35

    .


    De La certeza (1996-2004):


    LUZ QUE NUNCA SE EXTINGUE

    Te equivocas, sin duda. Alguna vez alcanzan
    tus manos el milagro;
    en medio de los días que idénticos transcurren
    tu indigencia, de pronto, toca un fulgor que vale
    más que el oro más puro:
    con plenitud respira tu pecho el raro don
    de la felicidad. Y bien quisieras
    que nunca se apagara la intensidad que vives.
    Después, cuando parece que todo se ha cumplido,
    te entregas cabizbajo a la añoranza
    del breve resplandor maravilloso
    que hizo hermosa tu vida y sortilegio el mundo.

    Tu error está en creer que la luz se termina.
    Al cabo de los años he llegado a saber
    que en la naturaleza del milagro
    se funden lo fugaz y lo perenne.
    Tras su apariencia efímera
    el relámpago sigue viviendo en quien lo vio.
    Porque su luz transforma y ya no eres
    el hombre aquel que fuiste antes de que en tus ojos,
    de que en el fondo oscuro de tu ser relumbrara.

    No, la luz no se acaba, si de verdad fue tuya.
    Jamás se extingue. Está ocurriendo siempre.
    Mira dentro de ti,
    con esperanza, sin melancolía.
    No conoce la muerte la luz del corazón.
    Contigo vivirá mientras tú seas:
    no en el recuerdo, sino en tu presente,
    en el día continuo del sueño de tu vida.



    ACERCA DEL JILGUERO

    Para empezar el día, anoto aquí
    que de todos los pájaros que yo he visto y oído
    el más mío de todos es sin duda el jilguero.
    Cuando digo su nombre mi infancia entera vuelve,
    y desando el camino y de nuevo retorno
    a aquella casa blanca que elevaba sus muros
    en medio de los campos, en el centro
    del corazón del mundo y del verano.
    Y me veo a mí mismo en la mañana de oro
    —igual que en el comienzo prometedor de un mito—
    por vez primera oyendo un canto que venía
    de dónde, de qué ser maravilloso y puro.
    Escucha, escucha, niño, y acércate despacio
    al lugar del que brota sin cesar
    esa música hermosa. No hagas ningún ruido.
    Y poco a poco llegas con tus pequeños pasos
    hasta el pie de un almendro. Alzas los ojos
    y no consigues ver más que hojas verdes
    y cielo azul. Insiste. No te muevas, y observa
    con atención. Insiste. Sí, ya veo, parece
    que algo se está moviendo en esa rama.
    Por fin, por fin lo ves: es un jilguero.
    Lo ves hoy y lo has visto para siempre.
    Quién podría olvidarlo. Lo viste, sí. Y yo ahora
    lo sigo viendo en esta claridad
    y apunto emocionado en mi cuaderno
    ese cuerpo menudo que al cantar se estremece,
    e intento dibujar también la gracia
    de su rojo antifaz y la delicadeza
    de su ropaje pardo que se adorna
    con pinceladas blancas, amarillas y negras.
    Canta, canta el jilguero en la mañana
    remota del origen. Y después alza el vuelo
    y se va por el aire. Pero aún vibra
    en tu oído, en mi oído y en la verdad más honda
    su canto de aquel día, su milagroso canto.



    EL DOLOR

    La vida pone a prueba constantemente el barro
    tan resistente del que estamos hechos.
    A cierta edad, apenas llegan días
    que no nos traigan junto al don del aire
    y a la misericordia de la luz
    algún percance oscuro, turbia zozobra al pecho.
    Y esto es así. Tenemos ya costumbre.
    No hay sobresalto en ello, miedo, lucha;
    hay un ceder, un inclinar la frente
    al vestirse el atuendo cotidiano
    de nuestra condición.
    ....................................Pero la vida
    golpea en ocasiones de forma más terrible
    con algo que no es hábito: el dolor,
    el dolor verdadero.
    ................................De repente, te encuentras
    sumido en un lugar que no sabes decir,
    porque no es de este mundo, y desconoces
    cómo hasta aquí has venido. Nadie te trajo, a nadie
    hallas en las vacías dependencias
    de esta casa cerrada a cal y canto. Estás
    contigo a solas. Se ha parado el tiempo.
    No recuerdas, ni esperas, no existe el sueño, todo
    es un presente ciego que no avanza
    y en el que sólo escuchas tus gemidos
    y el ruido que hacen al romperse una a una
    las fibras de tu ser.
    .................................Tal vez suceda
    –también sin saber cómo– que regreses,
    que como por milagro sobrevivas
    a esa nada que has sido.
    ........................................Y la la tremenda ausencia
    te hace volver cambiado.
    Cuesta trabajo respirar de nuevo,
    y la imprevista claridad del alba
    que mansamente acude a recibirte
    te hace daño en los ojos.



    UNA TEMPORADA EN EL INFIERNO

    Al final de la infancia -tenía doce años-
    estuve interno en uno de aquellos terroríficos
    colegios religiosos de la época. Era
    inhóspita y muy fría la ciudad en que alzaba
    ese centro sus muros carcelarios. Tras ellos
    pasé yo un curso entero, solo, desesperado,
    entre dómines crueles y extraños condiscípulos.
    Me acuerdo, más que nada, del larguísimo invierno:
    nieve triste que cae sobre unos patios tristes,
    humedad minuciosa que hasta los huesos cala.
    Sufrí allí lo indecible. El corazón de un niño
    puede albergar a veces todo el dolor del mundo.

    Pero también conservo de aquel infierno helado
    unos pocos recuerdos hermosos, cuya luz
    inagotable siempre me acompaña y me salva:
    una vez por trimestre me daban el aviso
    de que había venido mi madre a visitarme.
    Yo acudía corriendo a la sala sombría
    en la que me esperaba. Y tras abrir de golpe
    la puerta la veía. Era verdad, era ella,
    joven aún, bellísima, cerca de mí, a mi alcance,
    llena de abrazos, besos, risas, dulces palabras.



    MÁS ALLÁ DEL DOLOR

    Es cierto que he vivido en los últimos años
    cosas que no querría haber vivido nunca.
    Sin embargo, bendigo
    esta mañana de ámbar en mitad del invierno.

    Me siento en un jardín;
    son ahora las doce.
    El sol desciende delicadamente,
    se remansa a mi lado y comienza a decirme:

    "Eloy, abre los ojos;
    mira este cielo, tanta claridad.
    Respiras, estás vivo. Y si no desfalleces
    y en tu ser perseveras,
    más allá del dolor sabrá tu pecho
    de la alegría y la misericordia.

    La más honda verdad sólo es la luz,
    la luz que esta mañana te cobija.
    Mírala y hazla tuya, entiéndela.
    Siempre estará contigo
    para que no claudiques y que en ella te salves,
    para que en ti no acabe nunca el canto".




    TAN DECIDIDAMENTE

    El más seguro bien que yo poseo,
    el que más me conforma y más estimo,
    el más mío tal vez, siendo de todos,
    es esta milagrosa luz que tiene
    aquí la primavera cuando empieza.
    No sabe uno ni de dónde surge
    ni de qué modo crece y se abre paso
    entre las lobregueces del invierno.
    Y es un prodigio verla cómo llega
    no poco a poco, sino avasallando
    con inconsciente y juvenil arrojo
    cuanto encuentra en su avance, hasta que logra
    adueñarse del todo y sin remedio
    de este lugar del mundo en el que vivo.
    No son ya pocas, no, las ocasiones
    en que he asistido con perplejidad
    a su triunfal advenimiento, pero
    nunca aunque se reitere, se transforma
    el suceso que digo en mero hábito:
    es siempre asombro, primigenio asombro,
    esta luz que hasta el fondo nos redime
    de la miseria propia y de la ajena,
    que nos lava las culpas y nos hace
    criaturas que cantan y le oponen
    con invencible determinación
    su alegría a la muerte.



    ASÍ

    No ignores que en los sitios más hermosos
    y en los más apacibles
    ocurrieron sin duda o habrán de suceder
    las más terribles cosas a lo largo del tiempo.
    Luego, de nuevo, en la devastación,
    sobre la muerte misma, va creciendo la hierba.
    Regresan poco a poco
    junio, la lluvia, un pájaro,
    las palabras, las risas. Y el olvido.



    LUNA

    Luna llena que vas serenamente
    haciendo tu camino por el cielo de agosto,
    cuánto consuelo al corazón me traes,
    qué alivio siento al contemplarte hoy
    sobre este mar tan mío.
    Me he sentado a mirarte; te estoy viendo
    ascender en la noche
    y trazar tus efímeros enigmas refulgentes
    en las aguas que llegan a la arena
    con un leve murmullo.
    No hay nada semejante
    a tu luz compasiva, esa luz que restaña
    tan delicadamente las heridas
    inevitables y hondas del vivir.
    Con emoción te observo, y voy pensando
    que acaso sólo tú logras unir a veces
    los distintos momentos de mi vida
    con un hilo de plata:
    en ti se reconcilian y confluyen
    los seres diferentes que en mí se sucedieron,
    y el hombre que ahora soy, si tú lo quieres,
    encuentra en el amor de tu semblante mágico
    al niño que yo era y al muchacho que fui.
    Déjame que te cante,
    concédeme, señora, que mi voz te celebre
    con palabras muy puras,
    y no permitas nunca que mis versos traicionen
    la verdad que tú eres.
    Que tu fulgor me alumbre, que tu piedad me ampare.
    Y que cuando se acerque la hora final, mis ojos
    te busquen y te encuentren, o te recuerden, mientras
    va acabándose el tiempo
    y todo se sosiega.



    NUNCA

    Ya nunca oiré la voz
    de alguien joven diciendo para mí, también joven,
    las palabras aquellas que escuché algunas veces
    mientras duró la juventud, acaso
    las únicas palabras que merezcan oírse:
    «Amor mío, amor mío». Labios trémulos
    las pronunciaban. Sé que es imposible
    que ese tiempo regrese y que yo las escuche
    con estremecimiento como entonces.
    Lo sé, lo sé muy bien. Y qué terrible
    resulta esta desdicha sin remedio,
    esta verdad absurda y para siempre.



    CANCIÓN DE MARZO

    Abrí el balcón y vi la maravilla:
    estaba ahí la primavera.
    ¿Cómo pudo ser todo así, tan simple?
    Algo raro ocurrió.
    El balcón de una casa
    cualquiera, en una calle
    de una ciudad cualquiera.
    Abrí y miré. Eso tan sólo hice.
    Y sucedió el prodigio.
    Qué cosa tan extraña.
    Mi casa era un palacio.
    Yo era el rey de la vida.
    El balcón daba a marzo,
    a un día de jilgueros.



    UNAS POCAS PALABRAS VERDADERAS

    Abrir un libro y encontrar allí,
    en una pocas líneas desiguales,
    no el simple autorretrato de su autor
    ni una historia que a él solo le concierne,
    sino mi propio rostro y el recuento
    de mis desdichas y mis alegrías,
    ¿Cómo es posible? Qué misterio es siempre
    el poema que llega hasta nosotros
    no para entretenernos, sino para
    zarandearnos sin contemplaciones,
    para herirnos con toda su verdad
    y con la herida procurar consuelo.
    No es fácil encontrar este poema
    en un libro de versos, pero cuando
    el destino o el azar en sus vaivenes
    nos lo ponen delante de los ojos,
    qué bien acompañados nos sentimos,
    cuánto agradecimiento en nuestro pecho.



    LEJOS

    Cómo se desdibujan con los años
    los detalles precisos de la felicidad:
    el verdadero tono de tu voz, los matices
    de tu pelo y tu piel bajo la luz dorada
    de aquel febrero insólito, el acento
    con el que pronunciabas las palabras
    mágicas y usuales del amor, tu manera
    de reír, de mirarme. El recuerdo aproxima
    el agua a nuestros labios, pero el tiempo
    no nos deja beber. Tantean los ojos
    en la noche cerrada y la memoria es sueño
    que sólo vagamente me devuelve tu imagen.



    MÚSICOS CALLEJEROS

    Hay ya distancia y niebla
    entre los días aquellos y estos días de ahora.
    Pero quiero soñar que no fue un sueño
    este recuerdo que a lo lejos brilla
    con un fulgor tan vivo.
    Íbamos paseando por Venecia los tres
    -nuestro hijo, tú, yo- al final de una tarde
    de primeros de abril. Vagábamos sin rumbo,
    buscando la terraza de un café.
    Habíamos andado muchas horas
    y estábamos cansados.
    Entonces, desde el fondo de una calle
    que si mal no recuerdo da a la plaza
    maravillosa de San Zaccaria,
    nos empezó a llegar na música dulce,
    íntima, emocionante. Y fuimos acercándonos
    al mágico lugar del que surgía.
    Había allí tres músicos
    -un violín, una viola, un violonchelo-
    que interpretaban con delicadeza,
    con sentimiento grande, con espíritu,
    la melodía de un viejo concierto veneciano.
    Las notas que sonaban
    tan naturales, verdaderas y hondas
    en medio de la calle
    iban ganando nuestros corazones
    y el´de las gentes que como nosotros
    se detenían a escuchar. Miraba
    yo vuestros ojos y vuestro silencio.
    Contemplaba también cómo muy lenta
    se marchaba la tarde.
    Y conmovido me decía por dentro:
    "Que estos instantes duren, que no acabe este día".
    Pero al poco la música
    cesó y los tres seguimos -sosegados, dichosos-
    nuestro camino. Yo la escuchaba aún.
    ¿Y vosotros, la oís? Con amor, con cuidado,
    dejo sobre el papel los fugaces acordes
    de aquel momento hermoso,
    en un intento de ponerlos fuera
    del alcance del tiempo y de las manos
    irresponsables del olvido.

    Pedro Casas Serra
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    Eloy Sánchez Rosillo (1948- Empty Re: Eloy Sánchez Rosillo (1948-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Mar 16 Mayo 2023, 07:25

    .


    De Oír la luz (2005-2007):


    GALLOS

    Cuando yo era pequeño, en mi ciudad,
    cantaban muchos gallos en el alba.
    Las familias de entonces
    los solían criar en patios y terrados
    de sus propias viviendas,
    o en los cuidados huertos que ceñían
    los espacios urbanos con su verdor.

    ..........................................................A veces,
    antes de que mi madre me llamara
    para ir al colegio,
    me despertaban ellos con su canto,
    que crecía y crecía
    al tiempo que aumentaba la claridad y llegaba
    por fin a convertirse
    en un escandaloso guirigay.

    La pequeña ciudad vibraba toda
    al despuntar el sol
    por encima de torres y de cúpulas
    y sumarse a tan loca algarabía
    con su plumaje de oro
    y su cresta escarlata.

    No sé por qué esta tarde,
    al cabo de los años, el recuerdo me trae
    aquellos gallos del amanecer.
    Va mi vida de vuelta, y el olvido
    se lleva sin cesar hacia ninguna parte
    personas, cosas, sueños
    que tuve alguna vez y que perdí.

    Por eso es muy hermoso y tiene tanto
    que ver con la alegría
    que, inesperados y resplandecientes,
    hayan querido regresar ahora
    estos gallos que cantan en la luz del principio.



    PARA QUE TÚ LA OIGAS

    De las fuentes del sueño
    brotaron mis palabras,
    del manantial del tiempo.

    Compártelas conmigo;
    detente aquí un momento.
    Para que tú las oigas,
    sobre el papel las dejo.

    Son míos y son tuyos
    su esperanza y su miedo,
    la soledad que tienen,
    la luz que llevan dentro.

    Oye su leve música,
    escucha sus silencios,
    y vuelve a tus asuntos
    y a tu camino luego.

    Mis palabras brotaron
    de las fuentes del tiempo,
    del manantial del sueño.



    ME PREGUNTO

    A estas alturas del vivir, en este
    tiempo ya de recuentos y ciertas despedidas,
    me pregunto aún quién soy
    y por qué todavía
    al mirarme de cerca en el espejo
    sigo viendo un enigma,
    cómo es que desconozco tan minuciosamente
    las latitudes de mi geografía.
    Me pregunto también por qué no he sido
    más dichoso, teniendo lo que se necesita
    para serlo del todo a manos llenas
    y conocer a fondo la alegría.
    Tuve y tengo salud y bienestar,
    amor, algún amigo, y acaso alguien diría
    que hay en mí unas migajas de talento
    y unas gotas del don de hacer poesía.
    Pero nunca he logrado saber de dónde viene
    este desasosiego que me habita,
    ni por qué se amontonan en mi alma
    tantas melancolías,
    cuáles son las razones del dolor, que amenaza
    siempre con sus famélicas jaurías,
    por qué a pesar de todos los pesares
    amo tanto la vida.



    CONDICIÓN DE LO BELLO

    Qué extraña la belleza. Cuántas veces
    a un tiempo nos alegra y nos aflige;
    su luz te da en los ojos y te salva,
    pero en el pecho canta la elegía.



    EN LA MAÑANA

    Despertarse un buen día y descubrir
    que la turbia amenaza que tanta muerte puso
    durante tanto tiempo en nuestra vida
    ya no nos mira con sus ojos fijos,
    con sus ojos terribles.
    ...................................¿Qué sucede?
    ¿Cómo se hizo en mi casa este silencio puro,
    este sosiego que tenía olvidado?
    ¿Quién ha abierto el balcón y allí ha dispuesto
    esa maceta con geranios rojos?
    ¿Es cierto que se adentra por la estancia,
    despacio, un sol muy dulce y acaricia
    el suelo, este sillón, mis manos, mi cabeza,
    mi pecho que agradece, mi corazón que canta?



    CORRESPONDENCIAS

    Esta mañana de oro, ¿con qué dolor se paga?
    Tanta alegría, esa muchacha, el aire
    lleno de luz, ¿tendrán su precio luego
    en fatal y temible noche oscura?
    La dicha y la desdicha
    se corresponden misteriosamente
    y en nosotros ajustan su inestable balanza.



    ABRIL

    No se puede hacer nada.
    Algunos, aunque miren, nunca ven
    que abril no es sólo abril,
    sino algo más, inmenso, incalculable.
    Es muy fácil de ver, pero hay que verlo.
    ¿Cómo no se dan cuenta?
    ¿Dónde tienen los ojos?
    Están ciegos del todo. No hay remedio.



    PORQUE NADA TERMINA
    (Ramón Gaya)

    Es preciso que todo en apariencia acabe
    para que al fin comience.
    Sólo entonces los hechos
    de nuestro acontecer desordenado
    adquieren poco a poco
    la rara consistencia indestructible
    del sueño o la leyenda; sólo entonces podemos
    comprender lo vivido, completarlo,
    y soñar sin temores ni asechanzas,
    interminablemente,
    la maravilla cierta del vivir.

    Cuando pienso, Ramón —después del trance
    natural de tu muerte—, en los años aquellos
    en los que coincidimos en el mundo,
    siento que me estremece
    el misterio absoluto que es la vida.
    Qué suerte para mí tan inmensa y extraña,
    inexplicable y misericordiosa,
    fue el que nos condujeran nuestros pasos
    —a través de avatares cuyo oculto sentido
    cifrado permanece—
    al día y a la hora y al lugar
    en que nos conocimos;
    y qué providencial para el que soy
    resultó que en sí mismo llevara nuestro encuentro
    la bendita semilla
    de una amistad tan larga y luminosa.
    ¿Es esto mero arbitrio
    de la casualidad? Es destino y enigma.
    A cierta edad, un hombre no se engaña
    y sabe lo que ha sido en su existencia
    de veras decisivo. No ignoro que sin duda
    tú en la mía lo fuiste,
    y es imposible y triste imaginarla
    sin tu ejemplo constante,
    y sin la relación tan duradera
    que mantuve contigo y con tu obra.

    Sí, yo he estado muy cerca muchas veces
    de increíbles prodigios.
    Vi surgir tu pintura del abismo del lienzo
    y pude contemplar cómo sus formas vivas
    lentamente empezaban a respirar despacio
    al llegar a este mundo.
    Con frecuencia, asimismo,
    sabía del fulgor de tus escritos nuevos
    antes de publicarse,
    y tuve el privilegio de escuchártelos.

    Tu obra es patrimonio
    de cuantos quieran que les pertenezca.
    Pero, además de compartir tan fértil
    y tan bella heredad con los que la hacen suya,
    yo fui también testigo de tu vida,
    y eso sólo unos pocos lo hemos sido.
    Ineludible obligación gustosa
    y legítimo orgullo
    mueven y moverán mi ánimo y mi lengua
    al testimonio fiel.

    No encuentro en la memoria
    lances que te afectaran
    y en los que tu persona (aun teniendo sin duda
    sus flaquezas también)
    no rayase a la altura de la  imagen señera
    que en quienes te tratamos proyectabas.
    Hondura y gravedad no te impedían
    ser diáfano y alegre. Nunca he visto
    a nadie menos dado a complacerse
    en sus propias miserias y desdichas,
    aunque al igual que a todos,
    e incluso más que a muchos,
    la angustia y la tragedia te salieran al paso
    y en tu ser pretendieran en vano agazaparse.
    Severo y exigente contigo y con los otros
    hasta extremosos límites,
    mas generoso y comprensivo al cabo,
    sin componendas ni renunciaciones.
    Ahora estoy acordándome de tus ojos vivísimos,
    que hasta el fondo miraban con rigor y ternura.
    Y recuerdo tu voz tan íntima y serena,
    tu voz que por costumbre, sin excepciones, iba
    a buscar las palabras
    hasta el origen mismo sagrado de las cosas.

    Nada de cuanto digo
    se extingue con tu muerte.
    Tras esa puerta estrecha, oscura y necesaria
    que un día atravesaste,
    continúa el camino, ya sin riesgo ninguno
    de que discurra por lugar baldío
    ni de que, como pudo suceder,
    nos resultara ajeno su trazado.
    Que los muertos entierren a sus muertos
    y la ceniza vaya a la ceniza.
    Tu luz y tu verdad
    entre nosotros siguen
    y han de seguir, tan vivas y tan puras
    como en cualquier momento,
    limpias de escorias y de contingencias.

    Es preciso que todo transcurra y se remanse,
    que al parecer concluya para que al fin empiece.
    Porque todo está siempre comenzando.
    Porque nada termina.



    EN LA TERRAZA DE UN BAR

    Hojeo el periódico y contemplo
    cómo la luz del sol, muy decidida,
    avanza por la plaza y va ganándole
    la batalla a la sombra. Se diría
    que el mundo está bien hecho (y yo no sé
    si en día tan radiante alguien podría
    afirmar que verdad tan verdadera
    encierra una mentira).
    Zurean las palomas y en el suelo
    picotean inquietas, perseguidas
    por infantiles hordas. Van y vienen
    las gentes con sus prisas.
    Hay en mi mesa un libro y un Martini,
    el móvil, un cuaderno, una revista.
    En este instante pasa una muchacha
    por delante de mi melancolía.
    Es muy hermosa y anda sonriente,
    camino de las cosas de su vida.
    Recién duchada, con el pelo aún húmedo,
    llega tarde a una cita.
    Por supuesto, me ignora. Ni siquiera
    se percata de que este que la mira
    es sólo un desdichado que no es
    ese que está esperándola y agita
    impaciente su mano jubilosa
    allí, en aquella esquina.



    MUDANZA

    En la cumbre del júbilo,
    en las más altas cimas del amor y el deseo,
    entona oscuros cantos la elegía.

    En la carne del fruto ya maduro
    la corrupción fermenta con sigilo
    sus flores blanquiazules.

    En la mañana soleada y limpia
    del corazón sereno, van fraguando
    el odio, el golpe, el grito.

    Mas no cierres los ojos.
    Mira, ve.

    Tiene un fin la congoja.
    Y cuando acaba, surge del abismo
    una gran luna llena.

    Bajo la tierra dura del invierno,
    verde y frágil se afana, indestructible,
    la luz de marzo.

    La noche borrascosa y sin remedio
    del náufrago es también la noche inolvidable
    En las playas tranquilas del estío.

    Todo gira sin fin, y canta o gime,
    se mezcla, se transforma, se separa,
    muere, renace y torna
    y se muda de nuevo y recomienza.



    PALABRAS DE AMOR

    Las palabras de amor que pronunciaron
    tantos y tantos labios, ¿dónde están?
    Surgieron siempre como surgen hoy,
    vivas y arrebatadas, misteriosas
    ascuas del corazón que dan origen
    al más hermoso y poderoso fuego.
    Eran y son eternas, pero mueren
    a cada instante, cuando las apaga
    el tiempo en el ahora tan sombrío
    de quienes luminosos las dijeron.
    ¿Qué sucede con ellas? ¿En qué enigma
    se funda su fulgor inextinguible?
    ¿Qué ley las desbarata y las avienta?



    OÍR LA LUZ

    Debo decir que cuando yo era niño
    y en el campo veía la densa muchedumbre
    de estrellas en los cielos del verano,
    además de mirar tanto fulgor,
    podía oír la luz: se escuchaba allí arriba
    como un rumor de enjambre laborioso.



    ENTONCES

    Nadie nos escuchó, nadie lo supo.
    Pero tú sí me oíste hasta el fondo de ti
    y sin ninguna duda lo supiste.
    También yo estuve al tanto
    de aquel decir cifrado de tus ojos
    que, trémulo y audaz, iba llegándome
    para que yo tan sólo lograra comprenderlo.
    Y no, no pudo ser, no pudo ser,
    porque hay cosas que no deben cumplirse,
    aunque con tanta fuerza y anhelantes
    broten de lo más hondo.
    Qué tremenda verdad de luz tan triste
    y de tan lenta muerte.
    Muerte que nunca muere y que es también
    infinita alegría, pues nació
    de un centro eterno y puro.
    En algún otro mundo, en otra vida
    de las que nos aguardan en la rueda del tiempo,
    sucederá de nuevo y para siempre
    este fuego hermosísimo que ahora
    no alcanzó a propagarse
    sino en las galerías del deseo.
    Y entonces arderá como él disponga,
    con la voracidad de su albedrío,
    sin que nada ni nadie nos salve de sus llamas
    ni consiga impedir que nos calcine.



    LA CEGUERA

    Mirar no es sólo asunto de los ojos.
    Primero, ciérralos unos instantes
    y dentro de ti busca —en tu sosiego—
    la facultad de ver.
    Y ahora ábrelos, y mira.
    Es enero ahí afuera, pero está
    muy hermosa la vida esta mañana.
    Cuánto sol en los álamos
    que en trémulas hileras van creciendo
    en esta vieja plaza
    de tu ciudad. Un día y otro día,
    durante muchos años,
    a su lado pasaste y no los viste,
    ciego que dabas pena y que hoy, por fin,
    de milagro has sanado y puedes ver
    y en tu mirar te salvas.



    PLAYA

    Camina la muchacha por la arena
    distraída, en lo suyo,l indiferente
    -no de verdad: en apariencia sólo-
    a tantos ojos que al pasar la miran,
    pero muy sabedora a cada paso
    del inmenso poder que en sí acumula.
    Del todo rinde su belleza a todos.
    Hasta el mar se aproxima una vez y otra
    -yendo y viniendo como el que no quiere-
    y le lame los pies.



    EL MIRLO

    Al mirlo hay que observarlo y entenderlo,
    porque, si no, puede llamar a engaño
    ese pronto severo que presenta
    su enlutado plumaje. A poco que lo mires,
    verás que nada tiene que ver con un misántropo
    ni nada parecido. Es muy alegre
    debajo de un atuendo que sin ningún alivio
    persevera en el negro. Pasa el día
    realizando trabajos de zapa en el jardín
    con su afilado pico de color calabaza,
    y por cualquier gusano manifiesta
    interés minucioso. Al levantarme,
    suelo salir a la terraza a ver
    la mañana que hace. Yo madrugo,
    pero él se me adelanta. Cuando miro,
    se encuentra siempre allí con su pareja,
    saltando tan ufano por el césped,
    muy repeinado y con la cola alzada.
    Traza vuelos pequeños y redondos
    y entrelaza a intervalos sus reclamos
    y sus continuados parloteos
    con silbos intimistas muy sentidos.
    En algunos momentos desafina,
    y después va enmendando los deslices.
    Tantas veces lo veo que, sin duda,
    también a mí me ha visto y me conoce,
    y, al descubrirme aquí, de pie, meditabundo
    —no sé si, en ocasiones, incluso hablando solo—,
    seguro que a sí mismo se habrá dicho:
    «Qué tipo tan extraño. ¿Qué hará ahí
    un día y otro día casi a la misma hora?
    Desde luego, es bien serio, por más que a ratos silbe
    (ni por asomo, claro, raya en esto a mi altura).
    Parece inofensivo, con la pinta
    de soñador que tiene. Y qué curiosa
    su obstinada manía de mirarme».



    IRREPARABLEMENTE

    Cuánto lamento ahora -y ya qué tarde-
    las veces que dejé de ir a tu casa
    en tus últimos años, aun sabiendo
    que no era mucho el tiempo que quedaba.
    Los absurdos quehaceres cotidianos
    y las mentiras con que nos engaña
    la vida me impidieron a menudo
    verte y acompañarte, me alejaban
    del ámbito armonioso en que vivías,
    del cuarto aquel en el que siempre estabas,
    de tu bondad, de tu sonrisa hermosa,
    de tu alegre emoción cuando tomabas
    con tanto amor las manos ded tu hijo
    en tus manos de anciana.



    BALADA

    Balada de este día de noviembre,
    viendo en Lisboa cómo cae la tarde
    melancólicamente sobre el Tajo.

    Cruzan el cielo lentas gaviotas:;
    y el río, lentos barcos.

    Mi corazón lo cruzan los recuerdos
    de cuando yo era joven y el amor
    iba por estas calles a mi lado.

    Ahora la vida les sucede a otros
    y yo estoy solo con mi soledad.

    Íntima melodía de noviembre,
    balada de este río que aquí acaba
    y de la hermosa vida que se va.

    Pedro Casas Serra
    Pedro Casas Serra
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    Eloy Sánchez Rosillo (1948- Empty Re: Eloy Sánchez Rosillo (1948-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Miér 17 Mayo 2023, 05:00

    .


    De Sueño del origen (2007-2009):


    LUZ ENTREVISTA

    Mis días sólo han sido servidumbrE
    al tiempo fragmentado que aprendí:
    un manantial que brota vivo y claro,
    un río indetenible,
    y unas aguas perdiéndose sin pausa
    en la fatalidad de la mar última.

    Quise tenerlo todo, retenerlo,
    y nada, nada tuve.
    Un momento brillaban en mi mano
    las cosas que del alba procedían
    e iban luego cayendo en noche ciega.
    La propia vida puso en mí la fábula
    y yo la alimenté con mis lamentos.

    Pero ocurrió una vez que de repente,
    sin preguntarme, supe por amor,
    y todo desde entonces me acompaña
    y es simultáneo todo. No hay transcurso.

    Antes de aquel suceso
    hubo un despojamiento involuntario,
    una larga indigencia, una caída,
    algún hondo dolor.

    Mas vine a dar después sin saber cómo
    en la fulguración de esta pureza.
    Una puerta cerrada se abrió un poco
    y la luz que entreveo no declina



    SIEMPRE

    Haber tenido un bien como el  que tuve
    es poseer un don que no se agota nunca.
    No era mi madre un cuerpo, aquella forma
    que terminara de alentar un día
    y que el tiempo deshizo porque su hacer es ese.
    Su amado rostro, sus benignas manos,
    su sonrisa tan pura, aunque hayan sido
    muy dulces posesiones de mis ojos
    y de mi corazón, no eran al cabo
    -en los momentos tristes de las postrimerías—
    más que las desgastadas y confusas
    cáscaras de la luz, figuraciones
    declinantes de un fuego que no ha muerto,
    que no puede morir y que mantiene
    su vigencia de amor en cualquier sitio
    que mis pasos caminen.
    ........................................A veces veo a mi madre
    -inconfundiblemente, sin engaño ni rara
    ilusión del mirar o del deseo
    de tenerla conmigo- en la mañana tibia
    de un día muy dorado de diciembre,
    en una flor o un árbol, en un giro del aire.
    En ocasiones la descubro incluso
    en alguien que se cruza conmigo y al que yo
    no había visto jamás, pero que es ella;
    en mí mismo, en un gesto que le pertenecía
    y hallo en mi propio espejo con asombro, en algunas
    palabras que son suyas y pronuncian mis labios.
    Nos encontramos con verdad tan grande,
    con nitidez tan natural, que no
    es en manera alguna necesario
    decir, esta es mi madre que aquí sigue,
    o, este es el hijo que tenía y tengo.
    Ambos reconocemos que ese encuentro es la vida,
    el relámpago eterno de amor que nos fue dado
    del todo y para siempre. Y otra cosa no hay.



    MEDITACIÓN SOBRE UNAS MANOS

    Miro mis manos. Veo cómo cierran
    un libro, cómo abren
    este cuaderno. Muestran en su dorso
    las manchas pardas propias de la edad
    en la que de manera irremediable
    al parecer voy poco a poco entrando.
    En el silencio de la habitación
    todo está más o menos
    igual que suele. Afuera,
    la tarde soleada, azul y fría
    de un día más de enero
    va transcurriendo plácida.

    Al fijarme en mis manos
    por puro azar en estas horas lentas,
    inevitablemente las comparo
    con la imagen que tengo en la memoria
    de cómo fueron hasta no hace mucho.
    Las observé otras veces,
    sin inquietud ninguna: sólo eran
    las de alguien confiado,
    un hombre joven, lleno de ilusiones
    y voluntad de hacer, que se apartaba
    a escribir en su cuarto algunas veces.

    Pero de pronto, hoy,
    me han resultado por completo ajenas
    (las numerosas manchas
    que inadvertidamente ha dibujado
    el tiempo en su estragada superficie
    como triste archipiélago,
    estas venas azules que resaltan
    en el cansancio de la piel, el hueso
    que aquí y allá comienza a deformarse).
    No tienen la apariencia de mis manos,
    de las que tuvo aquel que antaño fui.

    Me hacen pensar. Y pienso
    en la vida que pasa.
    ................................Al otro lado
    del cristal del balcón, rápida, empieza
    a apagarse la tarde, que no ha sido,
    bien al contrario de lo que supuse,
    una tarde cualquiera,
    y en la que al ver mis manos
    -tan improbables e irreconocibles-
    he escrito estas palabras
    con desconcierto y con melancolía.



    AYER Y HOY

    Qué extraña y sorprendente,
    la prodigiosa vida.

    Antes vivía en el temor, y quise
    inútilmente disputarle al tiempo
    mis grandes y pequeñas posesiones,
    hasta llegar al ínfimo abalorio.

    Ahora dejo la puerta de mi casa
    de par en par abierta. Entran y salen
    las cosas de este mundo, pero aquellas
    que más amo conmigo permanecen.

    Nada acaba o se pierde: gira, y torna
    purificado a nuestro corazón;
    nube que luego es lluvia, fuente y río,
    nube otra vez, y lluvia y ancho mar.

    Supe de la añoranza y el lamento.
    Ahora celebro y canto.



    EL ALBA

    Que haya adquirido la costumbre el alba
    de venir cada día
    desde las fuentes puras del asombro
    y en la orilla del cielo ir levantando
    -despacio y muy deprisa-
    su árbol frágil y esbelto deluz tierna
    y arreboladas hojas,
    ¿no es prueba suficiente
    de que vivimos n un mundo mágico?



    CERCA

    Sucede la hermosura en cualquier parte.
    Si estás atento y miras y la esperas,
    no es preciso que vayas a buscarla
    a extrañas ni lejanas latitudes.

    Desde el silencio de mi casa, en esta
    noche fría y serena de un 22 de enero,
    sin moverme siquiera del cuarto en el que escribo,
    puedo ver cómo, mágica, en el cielo va alzándose
    una gran luna llena, y nada más ansía
    mi corazón rendido, nada más
    necesitan mis ojos.



    CON UN GRAN TRECHO DEL CAMINO ANDADO

    A estas alturas, nadie -ni yo mismo siquiera-
    podría ya quebrar ni desdecir
    aquel sueño que tuve cuando era adolescente
    y en el que desde entonces ha estado sustentada
    por entero mi vida, un sueño que en el sueño
    del existir razón de ser me ha dado
    y hoy es regazo y júbilo.

    .......................................
    Soñó
    el joven soñador que en mí habitaba
    con alguien que era él mismo al cabo de los años,
    muchos años (su pelo, blanco gris),
    y que hacia atrás miraba meditando conforme
    -hasta donde es posible hacerlo sin jactancia
    y sin los subterfugios de la falsa humildad-
    en la labor que había con amor realizado
    a lo largo del tiempo.

    .................................Esa ocasión
    entrevista en el sueño es la que vivo ahora,
    la que esta tarde ocurre. Y la tarea
    en la que meditaba el hombre imaginado,
    el que he llegado a ser, es la que ha sido
    más hondamente mía: este trabajo hermosos
    de encontrar las palabras verdaderas
    -inconfundibles en su ser, pues siempre
    nos hablan desde dentro de las cosas-;
    las que a su modo dicen el misterio que entraña
    cuanto alienta y se afirma;
    las que con claridad de agua o cristal pronuncian
    la alegría y las lágrimas del vivir y se posan
    temblando en el papel, junto a la música
    con la que van naciendo.

    ........................................Sé muy bien
    que no fui yo quien hizo los poemas
    que en mis libros figuran. Fueron ellos
    los que a mí me crearon, los que han ido
    poco a poco tejiendo el nombre que me nombra,
    la identidad que tengo.

    .....................................Y aunque tan sólo soy
    quien con el alma en vilo ayudó como pudo
    a que su luz posible aconteciera,
    cuánta satisfacción siento en mi pecho
    ahora que anduve ya gran parte del camino,
    qué compasivo el mundo y qué deseo
    de seguir en la brecha mientras la vida dure,
    para que el sueño aquel que soñé de muchacho
    hasta el final se cumpla.



    ODA A LA ALEGRÍA

    La alegría, ¿qué dice, qué persigue?,
    ¿por qué y cómo se acerca al corazón del hombre?
    Nos habla, intenta hablarnos,
    porque en su esencia pura y misteriosa,
    junto a las más hermosas melodías,
    alberga todas, todas las palabras
    como semilla o polen
    e incesante nos da ciento por uno.
    A cada ser humano se dirige
    en su lenguaje propio;
    sabe bien el idioma de cualquiera
    que abra el oído y deje que penetren
    por allí sus canciones
    hasta las lobregueces irredentas
    y ateridas del alma.

    En cuántas ocasiones me he visto en la desdicha
    por negarme a escuchar lo que sus labios
    inequívocamente pretendían decirme.
    Qué confundido estaba.
    La juventud ofusca y con frecuencia mueve
    de incomprensible modo a quien la ostenta
    hacia el dolor y la melancolía,
    la oscuridad y la perplejidad.
    No distinguía el hombre que yo he sido
    ni entre el negro y el blanco;
    lo que en la gracia crece y fulge y salva,
    de lo que enturbia el ojo.

    Pero ya no me engaño, y te discierno,
    suave o vibrante, arrebatada o dulce,
    irresistible y mágica alegría.
    Nací para la luz, con buena estrella.
    Y aunque me hayas faltado tantas veces,
    aunque un día me faltes,
    desde la fe y el sueño
    te proclamo señora de mi vida,
    de mi casa y los míos,
    la más cierta verdad de las verdades.
    Y sabiendo de ti tan sin ninguna duda,
    tan desde luego y siempre,
    afirmo emocionado y entregado:
    «Lo que dispongas quiero, digo, soy».



    HABER VIVIDO

    Haber vivido en este mundo hermoso
    inspira confianza. ¿Quién que tenga
    cierta experiencia del vivir dirá
    que todo fue engaño? Si escuchaste
    al jilguero cantar cuando eras niño,
    si has tocado la luz, si conociste
    el amor y el dolor, viste la luna,
    te dio su sombra un árbol, caminaste
    solo o con alguien junto al mar o un río,
    sabes de sobra que es verdad la vida
    y que somos misterio, que es misterio
    cuanto ha existido, o es, o existirá.
    También, que aquí te encuentras y que un día
    —un día milagroso como todos—
    digan que te has marchado y aún se escuchada
    tu canción a lo lejos.

    Pedro Casas Serra
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    Eloy Sánchez Rosillo (1948- Empty Re: Eloy Sánchez Rosillo (1948-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Miér 17 Mayo 2023, 07:58

    .


    De Antes del nombre (2009-2011)


    ANTES DEL NOMBRE

    Desperté y habitaba
    la instancia inacabable de la luz;
    supe del todo y siempre,
    y era yo nadie y nada y cada uno
    antes del nombre, el traje, la mirada.

    Pronto llegó el instante
    primero, y otro, y otro, y se apagó
    de golpe el sitio aquel del que ahora apenas
    tengo tan sólo unas migajas pobres.
    Y fui el que Eloy se llama, el que esto escribe,
    alguien con su tristeza y su alegría,
    su sol, su lluvia, su ansia, sus papeles.



    MANZANAS

    Iba yo caminando por la calle
    un día de este invierno,
    y en una frutería cochambrosa y oscura,
    sin detenerme, al paso,
    vi un cesto de manzanas de arrebolada luz
    y encendido perfume (hebras de esa fragancia
    me siguieron un poco por la acera).
    Estaban allí juntas, apretadas, conformes,
    y todas sonreían.



    EL CUARTO AQUEL

    Aquel cuarto que tuve yo en la vida.
    Allí, en la casa aquella, en esta casa,
    única casa, en la que el existir
    era un misterio hermoso.
    Daba a levante el cuarto.
    Y por la noche
    se llenaba de estrellas que venía
    a recogerse allí y a estar conmigo.
    En ese estancia entraba de igual modo,
    bien hasta el fondo y mucho,
    como si fuera de su propiedad,
    una luna muy grande que posaba
    la mano en mi cabeza.
    Era también la habitación del alba
    y relucía con el sol naciente
    como un palacio de oro.
    Aquel cuarto que tuve yo en la vida,
    que tuve yo en la vida,
    en el que fui dichoso casi siempre
    y en el que tantas veces sufrí tanto.
    Cómo es que lo he perdido,
    cómo es que no existió
    y estoy en él.
    Cómo es que desde aquí miro esta noche
    -única noche, noche que no acaba-
    el cielo fulgurante del estío.



    HILO DE ORO

    Une entre sí la luz todas las cosas
    con un hilo de oro.
    Y a mí mismo me incluye;
    me toma alegremente cada día
    y me hilvana con ellas.
    Lo puede ver cualquiera que se quede
    de vez en cuando a solas
    y con sosiego mire:
    no es el aire, es la luz la que nos suma
    a todos con el todo.
    El árbol me conoce,
    saben de mí la nube y la montaña,
    el gorrión, septiembre.
    Y yo los reconozco emocionado,
    y los dice mi boca.
    Formo parte del mundo y estoy vivo.
    Soy uno más, por suerte,
    en la gran cofradía de la luz.



    EL SILENCIO DEL ÁRBOL

    Por mucho que parezca que nos habla,
    está callado el árbol.
    Pero no es mudo su ensimismamiento:
    algo nos dice el ser como él se muestra.
    El mero estar ahí de cada cosa
    es suficiente luz, signo bastante.
    Hay que entender al árbol, escucharlo,
    en su madera viva,
    en el ciego abrazar de sus raíces
    y en el milagro de sus hojas verdes,
    en el zumbido oculto de la savia.
    Comprenderlo en lo suyo: ese latir
    que al fin nos une y pugna y no nos deja
    sobre la tierra solos.



    TODO

    Todo lo que he vivido ocurre hoy
    y hoy acontece todo lo que sueño.
    El corazón, al fin, comprende y sabe.
    Nada he perdido; tengo lo que aguardo
    y es alegría la melancolía.
    Transcurre una mañana de mi infancia
    y el sol dora las manos de mi madre;
    siento en mi piel la llamarada hermosa
    de otra piel, y me mira para siempre
    en el girar del mundo una muchacha;
    a mi lado, en mi casa, crece un niño:
    el sol toca mis manos y su pelo;
    la rosa que tendré ya sucedió
    y se completa floreciendo ahora.



    LEYENDA

    Dentro de un sueño acaso, y hace ya mucho tiempo,
    en un país remoto en el que era
    todo posible y verdadero todo,
    un hombre allí llegado por azar aparente
    -¿sabré escribirlo, lo podré decir?-
    se vio de pronto en manos del destino.
    Existió una mañana de comienzos de junio
    sin principio ni fin, única, ajena
    al fugaz parpadeo de las horas.
    Una lluvia menuda matizaba
    la liviandad del aire en una alta ciudad.
    Ahora de nuevo ocurre esa mañana
    que ya ocurrió, que en este mismo instante,
    inextinguible, empieza
    ......................................En su transcurso quieto
    no hay un encuentro fortuito: hay,
    al cabo de los siglos, sólo un reconocerse
    repentino y profundo de una mujer y un hombre
    en el origen puro de las cosas,
    en la verdad que un día determina
    que dos seres se acerquen y refuljan.
    Palabras nunca dichas del amor,
    brotando en esa luz por vez primera;
    fragilidad y abismo del abrazo,
    contra el que nunca nada prevalece.
    ¿Fue el don inacabable un dulce obsequio
    de la fuerza que mueve el sol y las estrellas
    a quien rendidamente, y siempre, quiso
    servirla, celebrarla?
    ................................Él así lo vivió,
    con emoción muy grande, y fervor, y alegría.
    Hace ya mucho tiempo, mucho tiempo
    -un tiempo de leyenda-, dentro de un sueño acaso.



    COMO EL VIENTO EN LA NOCHE

    Siendo tan sólo lo que soy, un hombre,
    y no el viento nocturno,
    y estando aquí, tan para siempre lejos,
    acudo —no sé cómo— ciertas noches de luna,
    igual que el viento, buen hermano suyo,
    hasta donde se alza la vieja acacia aquella,
    es decir, a mi infancia. Y allí sigue,
    esbelta, misteriosa y solitaria,
    en abandono triste, irremediable,
    perdida en el inmenso silencio de los campos
    junto al deshabitado caserón.
    Me acerco a ella en la noche como si fuera el viento,
    la miro desde arriba y me enredo en sus ramas,
    la hago sonar,
    divago por su copa, y luego me remanso
    al lado de los pájaros que duermen.
    Puedo ver cómo fluye entre sus hojas
    la delicada luz que desde el cielo cae:
    agua de luna pura,
    agua de estrellas de la madrugada.
    Aquí me tienes, vieja amiga, no es
    el viento el que ha venido.
    Soy yo, Eloy, el de entonces, que ahora vuelve
    —ya con el pelo blanco— a darte compañía.
    Alrededor de ti giro muy lentamente,
    y seguiré contigo, para que no estés sola,
    hasta que empiece a despuntar el alba.



    EN LO OSCURO

    Que se alce de ti un canto
    en la hora hermosa y fúlgida.
    Pero también que de tu adentro brote
    en el trance terrible y más amargo,
    cuando tus manos palpen en lo oscuro
    el lodazal del fondo.

    Busca tu voz entonces;
    búscala, y canta.

    Ése es el himno puro,
    un canto que no es música,
    que no tiene que ver con la alegría,
    con el sollozo ni con la plegaria.
    Vibra como un cristal delicadísimo
    y es sólo aceptación.





    Pedro Casas Serra
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    Eloy Sánchez Rosillo (1948- Empty Re: Eloy Sánchez Rosillo (1948-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Miér 17 Mayo 2023, 12:23

    .


    De Quién lo diría (2011-2014):


    UN VASO DE AGUA

    Qué suceso increíble:
    llené un vaso de agua y lo alcé hasta mi boca.
    Era ya media tarde. Me había detenido
    cerca de una ventana, aquí, en mi casa,
    en este día tan claro de febrero.
    Llegó el vaso a mis labios
    y en ese mismo instante lo atravesó de pronto
    un haz muy apretado y muy intenso
    de luz del sol poniente.
    Cuántos asombros. Todo rompió a arder
    con lumbre limpia y mágica:
    el agua y el cristal, el cuarto entero,
    mis ojos y mis manos y mi vida.
    Sin dar ni un solo paso estuve en todas partes.
    No sé cómo decir lo que ocurrió,
    cómo expresar que sucedieron siglos
    de redención y bienaventuranza.
    Oro licuado y tembloroso el mundo,
    astilla viva yo de un súbito diamante.



    UN MENDIGO

    Muchas veces morí por no tener.
    Yo era un mendigo y nadie me amparaba,
    hasta que supe un día, no sé cómo,
    la compasión del grillo y de la noche,
    la caridad del alba.



    JAZMINERO

    He salido hace un rato a pasear
    por los alrededores de mi casa,
    con el sol ya de puesta.
    Y me encuentro de pronto, derramándose
    por sobre el muro de un jardín privado,
    con este repentino jazminero
    que recoge en su ser
    toda la intensidad de la luz última.
    Regazo, confidencia, ascua de amor
    en el transcurso intenso del instante.



    INSISTENCIAS

    He hablado con frecuencia
    de la luna, del alba y de la lluvia,
    de las tardes de agosto o de febrero,
    de las muchachas y de tantas cosas.
    Pero siempre que vuelvo a alguna de ellas
    la respiro en su origen.
    Y me gana el deseo de expresarla,
    de decir su inocencia,
    el  temblor primigenio que germina
    irrepetiblemente ante mi asombro.
    La realidad se mueve, cambia, brota
    de su propia sustancia a cada instante.
    ¿Cómo podré callarme este espectáculo
    que está ocurriendo ahora?
    El único en verdad que mis ojos han visto,
    el primero y el último.
    Mientras sucede, siento
    su mágico trasiego de púrpura y jazmines,
    la avalancha imparable de la vida.



    MIENTRAS AMANECE

    Acude a mí, canción,
    dame tu ,levedad, ven con tu gracia.

    Yo pondré mi sentir,
    pues de poco me valen las palabras.

    ¿Lo ves?: despunta el día.
    Canción, ayúdame. Di con tu música
    la luz del alba.



    BAJO EL SOL DE LA TARDEE
    (Con Ramón Gaya)

    Hace viento esta tarde, un viento frío, del norte,
    pero que gira y se enmaraña a ratos. Es lo propio
    de un día como éste, ya el último de enero. Y hace
    a la vez mucho sol, lumbre alegre, insumisa
    a los dictados del invierno huraño.
    Sentado en este rincón de mi terraza
    que me pone al abrigo por completo
    del airazo cambiante, soy dichoso
    leyendo a Ramón Gaya, mientras del cielo llega
    hasta mi vida un bien que me redime.
    Son apenas las cinco. Me queda todavía
    una hora al menos antes de que comience
    a caer la humedad y a oscurecer, una hora inmensa
    para seguir con las anotaciones
    del Diario de un pintor, inagotable libro,
    recién escrito siempre cuando mis manos lo abren
    y se adentran despacio en su decir mis ojos;
    lleno también de sol en cada línea
    –el sol de la belleza y la verdad, de la obediencia–,
    oro joven de aurora o intenso de crepúsculo,
    fulgor de mediodía, por lo certero y por lo cenital.
    Su viva luz sin tacha entra en mí y me ilumina.
    Se oye el mar enojado consigo mismo; se oye el viento,
    que se enreda en las copas de los árboles y suena
    muy semejante al mar. En el pecho cobijo una por una
    las palabras de aquel que tantos años
    fue mi amigo y al que hoy tan cerca siento, tan aquí.
    La tarde ocurre lenta. Y todo va cumpliéndose.



    LA LLOVIZNA

    Estar allí otra vez, en la mañana
    de principios de junio,
    andando de tu mano
    por la gran plaza, en la que cae ahora
    una leve llovizna.
    Se desplazan solemnes por el cielo
    las grandes nubes, y de pronto se abre
    aquí y allá algún claro de oro vívido
    en la vieja ciudad de las alturas.
    Vienen y van las gentes
    de sus quehaceres hacia sus asuntos
    y no nos ven siquiera.
    A nuestro lado indiferentes pasan;
    qué saben de prodigios.
    Bajo el paraguas gira nuestro mundo,
    solamente por ti y por mí habitado.
    Estar allí de nuevo,
    en la mañana aquella.
    Tus labios rojos en el aire gris,
    y, entre risas, tus ojos que en lo oscuro
    reflejan un relámpago.



    ESPÍRITU DEL LUGAR

    El mirlo, sin saberlo, es gratitud.
    Cuando la tarde cede y todo va acallándose,
    él solo da las gracias por la luz de este día
    en nombre del lugar en el que entona
    su delicado silbo.



    SIN EDAD

    En este cuerpo mío que envejece
    habita el hombre sin edad que soy.
    Cuánta melancolía. Y cuánta dicha.
    No sabría decir si, de las dos,
    una descuella, pues ninguna acaso
    quiere imponerse: se entrelazan ambas
    en un sentir más hondo y sin origen.
    Los años han caído uno tras otro
    —o de golpe tal vez— sobre mi espalda,
    pero no sobre mí, que estoy a salvo
    en el ser interior que me sustenta.
    Miro la noche cálida y silente,
    cuajada de luceros que rebullen
    allí arriba, remotos, y transforman
    en luz también, en lumbre de sosiego,
    cuanto se acoge a sus rediles altos.
    Noche, noche secreta, noche oculta.
    ¿Tan secreta? Sí, hermética, enclaustrada
    en su abrirse ante todos, en su darse.
    Quien en mí la contempla no soy yo
    —que ando perdido en mis meditaciones
    y no sé cómo estoy balbuceándola—;
    es el de siempre y el de nunca, ese
    que fue muchacho y hombre adulto y ahora
    atisba ya el declive, sin edad,
    alguien que está en el mundo y que lo canta
    desde un asombro sucesivo y quieto.



    EN ESTA PÁGINA

    Pondré aquí de esta tarde de verano,
    aún próxima al solsticio,
    su viva luz que no se acaba nunca,
    la indolencia del mar
    y el desmayado ir y venir apenas
    de leve espuma, de murmullos leves.

    Sólo esto dejo en el papel, y callo,
    para no hablar ahora
    de mi melancolía sin porqué
    ante tanta hermosura.



    PREGUNTAS

    Nadie me da respuesta.
    Pregunto aquí, en el tiempo -en esta altura
    de intemperie enigmática-,
    por tu decir tan puro.
    Pero nadie parece saber nada.

    Madre, madre,
    ¿por qué hace hoy tanto frío
    y no oigo tu voz clara?
    Qué oscuro este lugar, cuánto silencio.
    ¿Dónde tu mano, dónde el niño aquel
    que en la luz del principio junto a ti caminaba?



    VIVIR

    Todo ocurrió en un sueño,
    porque el amor es sueño
    y vivir es amor.

    ¿Qué otra cosa, si no, pudo haber sido,
    pudiera estar hoy siendo
    o ser siempre la vida?

    Todo es posible en ella,
    en su luz que circula como un agua,
    en su aire que transcurre como luz.

    Todo en ella es posible
    y en cada instante suyo
    tiembla el prodigio.



    NO HABRÁ OCASIÓN

    No habrá ocasión ninguna de morir.
    Punto final no cabe en el comienzo.

    Luz muy viva del alba brotando de lo vivo,
    la muerte es nacimiento.

    Una madre te mece en sus brazos y canta,
    mientras sollozan los que te quisieron.


    ELOY SÁNCHEZ ROSILLO, Las cosas como fueron. Poesía completa, 1974-2017, Tusquets, 2018.


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