PEDRO CASALDALIGA (1928 - 2020)
EL VUELO DEL QUETZAL
VII. PASTORAL CON ESPÍRITU
C / PASTORAL EN UNA REVOLUCIÓN AGREDIDA
Estoy pensando cuál sería realmente la pastoral de la Iglesia de Jesús hoy en Nicaragua. Apuntaría yo como tres actitudes fundamentales de pastoral.
Primero, la pastoral de la consolación, tan bíblica. Tan del propio Jesús. Tan espontáneamente fruto del Espíritu: consolar a las madres de los caídos, esas madres que llenan a Nicaragua ("Nicaragua madrea por todos los costados"...). Las tres palabras que más he oído en Nicaragua son: Dios, madre, paz. Consolar a estas madres, consolar a los hijos mutilados, en el hospital, en su silla de ruedas, como viendo mutiladamente también el horizonte de sus propias vidas. Consolar a un pueblo entero que vive en la zozobra, en la agresión, en la precariedad, que ha de afrontar no sólo el escándalo político sino también el escándalo eclesiástico. Consolar a estos tres hermanos que tengo yo aquí a mi lado, que podrían ser como prototipos de tantos otros sacerdotes, religiosos, religiosas, agentes de pastoral ... incomprendidos por su fidelidad a la Iglesia, incomprendidos por la misma Iglesia; hablo de Ernesto Cardenal, de Fernando Cardenal, de Miguel D'Escoto. Piensen en todos los que en Nicaragua necesitan de la consolación en el sentido más espiritual, más cristiano de la palabra. Consolar a todo un pueblo.
En segundo lugar, la pastoral de la frontera. Quisiera dar a esta palabra sus varias significaciones. La frontera de la frontera: estas montañas que hacen el horizonte, el peligro y la esperanza de Nicaragua. En la "mera frontera". Y esas otras fronteras que Nicaragua y la Iglesia de Nicaragua libre han de vivir: la frontera ideológica. Girardi ha publicado su libro sobre "Sandinismo, marxismo, cristianismo": todo eso ya es mucha frontera, ¿no? Piensen ustedes en la frontera de los nicaragüenses, en la militancia, en la dirección, en la experiencia fronteriza de las comunidades, de los delegados de la Palabra, hoy a veces explícitamente prohibidos, o sintiendo ya que la propia jerarquía crea delegados alternativos, con carnet. Piensen en el conflicto de frontera que viven muchos jóvenes nicaragüenses, como divididos entre la Patria y su proceso por una parte, y una fe que recibieron en casa, por otra. Sé perfectamente que cuando se habla de frontera se habla de riesgos. Se puede incluso hablar de contrabando. Quién sabe si la Iglesia de Jesús solo tendría derecho a estar en la frontera siempre ... en cualquier lugar del mundo, en cualquier cultura, en cualquier pueblo, en cualquier movimiento histórico.
Pienso que con la pastoral de la consolación y la pastoral de la frontera la Iglesia de Nicaragua, de Centroamérica, la Iglesia toda, conseguiría lo que quizá le está fallando más a nuestra Iglesia de hoy, por lo menos en su condición más estructural, en lo más jerárquico, en lo más público en estas horas, que sería la pastoral de la credibilidad. Posiblemente, con otras palabras más antiguas, más de raíz: el propio testimonio. Cuando vine a Nicaragua dije -quizá sin pensarlo tanto como lo estoy pensando ahora- que venía también para ayudar un poco a la credibilidad de la Iglesia. La credibilidad de la Iglesia está en juego. Sin quitarle nada a la Iglesia de Jesús, yo creo en la Iglesia, me siento Iglesia, hago Iglesia, respondo por la Iglesia, como cristiano y como obispo, Como obispo soy obispo de la Iglesia universal, siendo obispo de São Felix do Araguaia. Aun preocupándome muchísimo, sin embargo, la credibilidad de la Iglesia como instrumento del Reino, me preocupa muchísimo más la credibilidad del propio evangelio que llevamos en nuestra boca, en nuestras manos, o en nuestros altares, hasta en nuestras estructuras... La credibilidad del propio Jesucristo, y en última instancia la credibilidad del Dios vivo.
He tenido estos días experiencias conmovedoras, comprometedoras también. Hoy me contaba por el camino un hombre joven de treinta y pocos años que fue cristiano y que dejó de serlo, pero que en estos días de la insurrección evangélica siente de nuevo una gran inquietud de búsqueda, la necesidad de reencontrar su fe. He hablado incluso con varios dirigentes, con jóvenes, con padres y madres de familia que tienen ya sus hijos caídos o secuestrados, con algún intelectual poeta, he hablado con esta nueva Nicaragua, y me parece que esa credibilidad de Dios, de Cristo, de la Iglesia, está realmente en juego. Lo que se elabore teológicamente ahora aquí en Nicaragua de un modo estructural, con creatividad, y, más aún, lo que se diga espiritualmente aquí en Nicaragua -y es bueno recordar que la teología, la pastoral y la espiritualidad no pueden disociarse- debe tener un objetivo, que no es proselitista sino muy evangélico y muy evangelizador: la misma misión de la Iglesia. La credibilidad de la misión de Jesús que anunciamos, que pretendemos vivir. Me parece que el evangelio respalda esta preocupación mía, nuestra.
Ustedes son una luz encima del candelero. Son una nueva sal que no se guarda en el salero. Son una profecía que se debe gritar sobre los tejados de Centroamérica, de América Latina, del mundo.
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