PEDRO CASALDÁLIGA (1928 - 2020)
ANTOLOGÍA MARIANA
EPÍLOGO
UN POETA MÍSTICO A QUIEN LE DUELE EL MUNDO. CONT.
No se trata, pues, en el caso de nuestro vate, de la etérea poesía de una simplemente lúdica imaginación. La suya revela la existencia no como algo pensado en general, sino como algo vivido una y muchas veces. Y por eso revela una aguda sensibilidad y honda inquietud, en las que ni la ternura esconde vergonzosamente el sufrimiento de un mundo que le duele al poeta en el alma, ni el dolor ahoga la esperanza: una esperanza que no nace del simple optimismo psicológico o de una confianza meramente sociológica en las fuerzas de la historia, sino de la Pascua, es decir, de quien, en pos de la Señora de la esperanza, cree, como ella, en la Pascua, palpa y come la Pascua, es Pascua en la Pascua.
Cabalmente, por eso, su dolor y su esperanza y hasta su ternura se convierten en combate, en espera ardiente, en apoyo a la causa del Reino, en colaboración con todos cuantos luchan por la justicia y la fraternidad universal. Es, tal vez, este apasionamiento ante todo por el hombre sufriente y esta esperanza de su liberación lo que confiere a su palabra poética fuerza de arrastre y de seducción. Y, acaso, sea ésta, precisamente, su originalidad: una originalidad que, con independencia de las clásicas formas poéticas, brota de la llamada a expresar su compleja personalidad -humana, sacerdotal, misionera- en todas sus relaciones, Casaldáliga nos brinda aquí todo un mundo personalizado, el mundo entero hecho hombre, el verbo hecho mundo. Ese es, en el fondo, el misterio de la Encarnación, que parece estar sirviendo aquí para ejemplificar el proyecto e intención de su poesía. Y así es cómo, desde el valor estético y el sentido religioso-mariano hasta el valor más humano y social, todo resulta enriquecedor. Sean pocos o muchos quienes se decidan a leerlo, con toda certeza se puede afirmar que su lectura -fácil y sugestiva- tendrá ya ahí su recompensa.
Puestos, pues, a calificarlos, diríamos -utilizando de nuevo una expresión de Unamuno, con quien tanta sintonía deja transparentar Casaldáliga- que son poemas de una «castísima desnudez espiritual», en los que se acompasan y hasta se funden sinfónicamente su límpida cadenciosidad y su eufonía dinámica, su secreto ritmo interior y su misma acústica musicalidad, dentro de una exigencia simetría nunca demasiado sistemática.
Ya lo hemos dicho: estos poemas son la traducción, en verbo poético, de una experiencia que ve a María «sacramentalizada» en la
«aldeana de una colonia siempre sospechosa,
campesina anónimo de un valle del Pirineo,
rezadora sobresaltada de la Lituania prohibida,
indiecita masacrada de el Quiché,
favelada de Río de Janeiro,
negra segregada en el Apartheid,
harijan de la India,
gitanilla del mundo,
obrera sin cualificación, madre soltera, monjita de clausura,
niña, novia, madre, viuda, MUJER».
Y es que la experiencia -religiosa y humana, aquí una y otra formando unidad- encuentra mejor expresión en el lenguaje poético-lírico que en el puramente lógico o conceptual, siempre demasiado frío e impersonal¡zado. Como muy bien se ha dicho, a propósito precisamente de Casaldáliga, «su poesía constituye como un estado térmico del lenguaje que permite expresar la plusvalía de sentido que el discurso meramente racional no puede soportar». Leyendo estos poemas, se comprende mejor por qué un teólogo como Rahner llegara a afirmar que al poeta le han sido confiadas palabras originales o «protopalabras», preñadas de sentido y que permiten que las cosas sean ellas mismas aun dentro de ese ámbito en que las contempla el poeta.
Más que expresar poéticamente unas doctrinas teológicas de mariología, Casaldáliga aparece aquí verbalizando poéticamente, a través de «protopalabras», su experiencia del misterio de María con toda su fuerza humanizadora y liberadora y con todo su hálito espiritualizante. Y espiritualizante no sólo porque desde las sensaciones haya podido saltar a lo espiritual, sino también -y hasta, aquí, sobre todo- porque desde lo más espiritual ha sabido llegar a lo material, con lo que lo espiritual -nuevo reflejo del misterio de la Encarnación- se «materializa» en su poesía y lo material se trascendentaliza.
A veces, se tiene la impresión de estar escuchando un diálogo entre el poeta y María, del que nos llega su parte más humana y hasta más dramática: un diálogo a lo divino desde lo humano, y a lo humano desde lo divino. Cabalmente, merced a esa unidad entre lo espiritual y lo material entre lo divino y lo humano, Casaldáliga poeta es el demiurgo que dota a sus creaciones -sus poemas- de realidad corpórea y espiritual, como reflejo de la auténtica existencia humana.
CONT.
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