PEDRO CASALDALIGA (1928 - 2020)
CLAMOR ELEMENTAL (1971)
NOTA PRELIMINAR
Vivo ahora al Norte del Mato Grosso, más exactamente entre el Araguaia y el Xingú, en el corazón geográfico del Brasil. De Misión, en una área de 150.000 kilómetros cuadrados; con otros cuatro compañeros, españoles también: Manuel, José María, Leopoldo, Pedro Mary.
En una zona de latifundios escalofriantes, destinados a la explotación agropecuaria, y a la explotación del hombre por el hombre. Tierra sin ley, aún ahora con frecuencia. Una especie de Far-West amazónico, muy semejante al norteamericano en la violencia y en la voluntad de "desbravar" terrenos vírgenes.
Ríos. Floresta. Selva. Grandes pastizales. Zonas pantanosas. Plantaciones de mandioca, arroz, maíz y frutas tropicales.
A 10 grados del Ecuador. Con el año dividido en dos estaciones únicas: las lluvias y la seca.
Con un buen sol crudo, de día. Y con la maravillosa luna característica de las "noites de luar".
Puerta del "Infierno Verde". Objetivo final de la "Marcha hacia el Oeste", que es consigna hace unos años de la política y de la codicia de los poderosos del Brasil y del exterior. Polo de desarrollo, muy desigualmente repartido en beneficios y en durezas.
Entre indios de varias razas. Algunos en estado primitivo aún, y confinados. Otros en contacto bienhechor con misiones cristianas y puestos indígenas, más o menos discutibles aquellas y éstos en procedimientos y aciertos. Y otros, finalmente, ya deteriorados por el acoso irresponsable de la llamada civilización: comercio, organismos oficiales, turismo.
Y también entre "sertanejos" emigrantes del duro Nordeste del país. Gentes sufridas, "retirantes" de sus regiones de origen áridas y hambrientas en busca del mínimum vital: tierra libre (?), agua y una casa de palmas y barro.
Más que hablar a los posibles "lectores amigos", como se acostumbra en los prólogos -innominada y aventuradamente-, yo me dirijo a "amigos lectores", sustantivados como amigos, con nombre propio y con lugar concreto en la geografía del corazón.
Estas páginas son una carta de amistad y de gratitud. Un deber hasta cierto punto. (También un derecho: el derecho de gritar, siquiera en solfa. Pensé publicar el diario en que voy recogiendo mis impresiones de permanencia y misión por estas tierras y estos ríos del Mato Grosso. Pero he tenido que aceptar, con otros muchos, la evidencia de que el horno del Brasil no está para ciertos bollos...).
En una página de ese diario -comprometedor por culpa de la vida y por culpa del Evangelio- escribí un día: "Danos, Señor, una ira dulce, una pacífica rabia".
Sé que estos poemas podrán parecer, a veces, iracundos, amargos, tristes. Pienso que también esto es evangélico. Lo social no es moda en estas pobres palabras mías. Y la amargura o la tristeza no niegan la Esperanza: la purifican, le dan su razón de ser desde abajo, la multiplican repartiéndola. Quien no compartió el dolor ¿cómo podría compartir la Esperanza?
América Latina -y, más en general, todo ese mal llamado Tercer Mundo- es motivo suficiente de coraje para cualquier espíritu medianamente humano. Para un cristiano es una carga infinita de remordimiento y de vocación.
Mi primer librejo de poemas -adolescente y clerical- lo titulé "Palabra fingida". Pienso que el Clamor Elemental de este libro no es menos espiritual que aquella palabra primera; al mismo tiempo que es más cristianamente humano, más terrestre, más de quien vive entre hombres -que son pobres, por añadidura- y entre animales y plantas y ríos; y camina todavía.
Los espíritus fuertes me perdonarán la nostalgia, el embebecimiento, las minucias.
Los eficaces me perdonarán esta lamentable pérdida de tiempo.
Los técnicos me habrían de perdonar -si me leyeran- la algarabía sentimental, ideológica e idiomática, entre la cual estos poemas han nacido, como una fauna amazónica incontrolable.
Algunos poemas están en catalán, mi lengua nativa. Y algunos otros en portugués.
Joan Maragall, el querido catalán universal, escribió:
"que si per llei d'amor la Ibèria és una,
per la llei del parlar és una i trina".
En medio de la renuncia que supone el vivir y hablar una lengua extraña, hablar catalán, castellano y portugués, al mismo tiempo, significa también un complemento enriquecedor; un recuperar viejos tesoros de familia; como un oír a la vez las voces de todos los rincones de la casa.
Doy la equivalencia de algunas palabras brasileñas que aparecen en el libro -a veces intraducibles, a veces entrañablemente incorporadas al propio pensamiento, espontáneas como la vida diaria-. Otras palabras que no traduzco aquí, se traducen fácilmente o se interpretan por el contexto.
"Sertão", descampado; tierras del interior, infinitas y duras.
"Sertanejo", habitante o propio del "sertão".
"Carajá", "Xavante", "Tapirapé", tribus de indios que viven en esta región.
"Retirante", emigrante dentro del propio país; nortista, generalmente.
"Mato", bosque, floresta.
"Mata", selva.
"Cachaça", "pinga", un aguardiante bravío, extraído de la caña de azúcar.
"Jacaré", caimán.
"Mangueira", mango: árbol exuberante, de fruto muy jugoso.
"Capim", hierba.
"Fazenda", compañía latifundiaria; a veces, casa de campo simplemente.
"Voadeira", lancha a motor, generalmente todavía con el casco de madera.
"Muriçoca", el mosquito impertinente y voraz de las tardes y noches de estas latitudes.
"Brinquedo", juguete.
"Farinheira", cuenco, de madera o de otro material, para servir a la mesa la harina de mandioca.
"Farofa", harina de mandioca tostada o escaldada.
"Sotaque", acento, deje.
"Bandeirante", explorador paulista, conquistador de las regiones interiores y, entre ellas, principalmente, el Mato Grosso.
"Piranha", pez voracísimo.
"Gado", ganado vacuno.
"Estrada", carretera.
"Enchente", la crecida de los ríos, en la época de las lluvias.
"Roça", tierra de cultivo.
"Banzeiro", oleaje, bandazos del agua.
"Criança", "criançada", niño, chiquillería.
"Cobra", serpiente, culebra.
"Jeito", manera, traza, estilo.
"Pote", vasija de barro labrada por los indios carajás.
"Beró", "Berocà", el río Araguaia en idioma carajá.
"Aruaná", casa de iniciación y fiesta de los carajás.
"Fumo", tabaco.
"Vovó", abuela.
"Maloca", choza indígena.
"Jenipapo", fruto de un árbol cuyo zumo sirve a muchos indios del Brasil para marcarse de negro el rostro y el cuerpo.
"Lavoura", plantación, agricultura.
Acentúo gráficamente las palabras agudas terminadas en "i" o en "u" -indígenas, de ordinario, y que en brasileiro no se acentúan- para facilitar su correcta dicción y el ritmo del verso.
Estamos aquí, en el Mato Grosso, de Misión, he dicho antes. Por motivos de Fe. Por causa del Evangelio. Por eso pido -otra vez- a los "amigos lectores" que no dejen de acompañarnos también con su oración. Y por eso me atrevo a exigirles que acojan con responsabilidad cristiana estas palabras frágiles (¡versos, ¿para qué versos?), este Clamor Elemental salido de un bello rincón de la tierra, habitado por hijos de Dios muy olvidados de otros hombres, muy oprimidos por los propios hermanos.
São Félix, julio de 1970
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