BIOGRAFÍA. (*)
FTE. BVMC
María Rosa de Gálvez una mujer de vida singular y sin duda poco ortodoxa para la época en la que se obstinó en ser dramaturga. Nació a finales del año 1768 -o quizá a principios del año siguiente- y falleció en 1806 a la edad de treinta y ocho años, dejando una lista asombrosa -por el número y la variedad- de obras dramáticas, que no iguala ninguna otra autora de su tiempo.
Sabemos de María Rosa Antonia de Gálvez y Ramírez de Velasco que fue hija adoptiva en el hogar de los Gálvez de Macharaviaya (Málaga), una ilustre e influyente familia andaluza de políticos y militares que consiguió reunir en apenas tres décadas (1769-1790) a dos Virreyes de Nueva España (Matías y Bernardo de Gálvez, tío y primo de María Rosa respectivamente), a un Ministro de Indias (José de Gálvez, tío de la autora), y a un Asesor de la Casa Real y Ministro del Consejo de Guerra (Miguel de Gálvez, hermano también de su padre). La reserva con la que el matrimonio Gálvez trató siempre el asunto de los orígenes de María Rosa, que pasó los primeros años de su vida en la casa de expósitos de Ronda, apunta a que podría haber sido hija natural de su padre adoptivo, Antonio de Gálvez y Gallardo.
Aunque apenas tenemos datos sobre sus años de formación, parece posible suponer, a la vista de la boyante situación familiar en las últimas décadas del siglo XVIII (en 1778 su padre es nombrado administrador del Puerto de Cádiz, con grado de Coronel de Infantería) y de la variada producción literaria legada por la autora, que María Rosa de Gálvez recibe una instrucción esmerada, propia de una familia ilustrada, educación que ella complementará más adelante con una notable inspiración dramática, una inagotable voluntad de trabajo y un afán de gloria desbordante, que destaca poderosamente sobre la humildad acostumbrada en las escritoras de su tiempo.
En 1789 contrae matrimonio con un primo lejano, José de Cabrera y Ramírez, también de ilustre familia oriunda de Macharaviaya, aunque de menor patrimonio. La residencia de la pareja se fija en Málaga, donde José de Cabrera, que había abandonado el ejército tras el enlace, se dedica a la administración de los bienes recibidos por su esposa como dote matrimonial y heredados tras la muerte del padre de esta, Antonio de Gálvez, en 1792. En la última década del siglo, María Rosa de Gálvez, que aún no ha publicado nada aunque ya ha comenzado a escribir sus poesías líricas, se enfrenta en Málaga a diversos litigios, tanto económicos –a causa de las numerosas deudas de juego contraídas por su marido, que van mermando el patrimonio familiar- como conyugales, pues las constantes ausencias de José de Cabrera y las desavenencias de la pareja conducen a repetidas rupturas, reconciliaciones y demandas ante los Tribunales. En estos años fallece también la única hija del matrimonio, nacida en 1793, y la autora se desplaza temporalmente a Madrid para seguir de cerca algunos de los pleitos en los que los Cabrera se encuentran enfrascados. En 1796, poco después de una reconciliación matrimonial y huyendo posiblemente de las deudas contraídas en Málaga por José de Cabrera, la pareja se traslada a Puerto Real (Cádiz), donde conserva diversas propiedades.
Lo cierto es que el matrimonio proporcionó a la escritora constantes sinsabores personales y económicos, que ni siquiera consiguió evitar su mudanza definitiva a la capital, efectuada alrededor del cambio de siglo. En el Madrid de Carlos IV, María Rosa de Gálvez se introduce en la alta sociedad cortesana a través de familiares (su prima, Condesa de Castro-Terreño y Marquesa de la Sonora, ya vivía en la capital) y amistades (como la de María Rita de Barrenechea, condesa del Carpio), y entabla una relación fluida con el propio Príncipe de la Paz, que la distingue con prebendas y ayudas destinadas a aligerar el coste económico de la publicación de sus obras o a sortear la censura previa a la representación de las mismas.
Precisamente en esos primeros años del cambio de siglo que preceden a la muerte de la escritora, acaecida en 1806, se condensa la mayor parte de su actividad literaria, que comprende, además de un discreto muestrario de poesía lírica, seis tragedias, dos piezas trágicas menores, cinco comedias originales y otras cuatro traducidas del francés.
Las dieciséis composiciones que integran el elenco poético de Gálvez (doce odas, una silva, una elegía, un romance heroico y una octava real) constituyen un magnífico ejemplo de la lírica de entresiglos, impregnada aún de los ideales didácticos y filosóficos de la Ilustración, pero también abierta a los primeros envites de la sensibilidad romántica. La mayor parte de sus poemas aparecieron en el primer tomo de sus Obras Poéticas, en 1804, y probablemente –no están fechados- fueron compuestos entre 1795 y 1801. Entre ellos encontramos poemas de circunstancias, dedicados a exaltar acontecimientos patrióticos (La campaña de Portugal, Las campañas de Buonaparte en Italia,) odas filosóficas impregnadas de sensualismo panteísta (Descripción filosófica del Real Sitio de San Ildefonso, En los días de un amigo de la autora, La noche) e incluso composiciones en la línea del reformismo moral ilustrado (La vanidad de los placeres, La beneficencia). Sus tres últimos poemas, Viaje al Teyde (1805), En elogio de las fumigaciones de Morvó (1806) y En elogio de la marina española (1806) se publican por separado, los dos primeros en sendas revistas (Variedades de ciencias, literatura y artes y Memorial Literario) y el último como suelto en la Imprenta de Repullés.
No es la poesía, sin embargo, la responsable de la pervivencia literaria de María Rosa de Gálvez, sino su indiscutible y sorprendente vocación teatral en una época hostil a las mujeres con aspiraciones dramáticas. Como autora de teatro original, debemos destacar su versatilidad a la hora de participar en diferentes géneros, con mayor o menor incidencia de elementos populares. Se entrega al cultivo de los géneros valorados por los neoclásicos, como la comedia de costumbres o la comedia sentimental, e incluso otros menos habituales aún en la pluma femenina, como la tragedia bíblica, la de inspiración histórica o el drama, y en todos ellos se esfuerza con especial interés en tratar de compaginar el canon neoclásico con una temática que gira de forma casi monográfica en torno a la experiencia femenina en general y más particularmente a la posición de las mujeres en los inicios del siglo XIX.
Como autora de comedias, María Rosa de Gálvez consigue que algunas de sus obras sean representadas con cierta fortuna en los coliseos más renombrados de la capital. Cinco de esas comedias son originales (Un loco hace ciento, La familia a la moda, Los figurones literarios, El egoísta y Las esclavas Amazonas) y otras cuatro son traducciones del francés (Catalina o la bella labradora, La intriga epistolar, Bion y La dama colérica o novia impaciente). Salvo Las esclavas amazonas, que persiste en el modelo de la comedia sentimental «exótica» con resabios del teatro áureo, el resto de obras anteriormente citadas podrían catalogarse como comedias de costumbres, con intención didáctica y ejemplarizante, triunfo del orden social y presencia comedida de recursos dramáticos de gusto popular, que se extienden desde el uso de ciertos procedimientos sainetescos a la puesta en escena de los resortes sentimentales.
En cualquier caso, aunque la crítica haya coincidido en resaltar su labor como escritora de comedias, es en realidad la tragedia, el más elevado entre los géneros clásicos y monopolio exclusivo de varones por tradición dramática, el que Gálvez cultiva con toda su dedicación y el que mejor muestra su deseo de labrarse un hueco como mujer escritora en la cumbre del Parnaso. Su teatro trágico comprende ocho obras; algunas de ellas se avienen al modelo convencional de la tragedia: Ali-Bek, Florinda, Blanca de Rossi, Amnón y La delirante; otras, sin embargo, ensayan géneros híbridos, posiblemente de mayor aceptación popular, como el melólogo Saúl o los dramas trágicos Safo y Zinda. En general, las tragedias de Gálvez, ambientadas en marcos históricos variados, se ajustan bastante bien a la preceptiva neoclásica, y muestran, a través del conflicto entre el placer y el deber consustancial al teatro trágico de su tiempo, una considerable vocación feminista, que revela la opresión sufrida históricamente por las mujeres en la sociedad patriarcal.
La producción dramática de María Rosa de Gálvez se publica y/o se representa en su totalidad en el lustro que se extiende entre 1801 y 1806. El 3 de agosto de 1801 se estrenan en el Teatro del Príncipe sus primeras obras, la tragedia Alí-Bek y la comedia Un loco hace ciento, en septiembre de ese año se pone en escena en el Teatro de Cruz su obra Catalina o la bella labradora, versión de la obra del mismo título de Amélie-Julie Candeille, y en noviembre se estrena en este coliseo su drama original Safo. Las tres primeras se imprimen ese mismo año y se recogen en el volumen quinto del Teatro Nuevo Español.
En agosto de 1802 y en mayo de 1803 se estrenan, respectivamente, las traducciones de Gálvez de la comedia La intriga epistolar de Fabre d’Églantine y de la opereta Bion (con libreto de Hoffman y música de Méhul). Ese mismo año José de Cabrera obtiene, por mediación de Godoy, un puesto en la legación española en los Estados Unidos, y su marcha al extranjero sella la separación definitiva del matrimonio, que no se reunirá nunca más. El final del episodio americano de Cabrera resulta notablemente accidentado, ya que apenas dos años después de su llegada es encarcelado y finalmente expulsado del país en 1805 por falsificación de la firma del embajador español para el cobro de cheques bancarios.
Por fin en 1804 ven la luz los tres volúmenes (primero, segundo y tercero) de sus Obras Poéticas, que incluyen dramas, comedias y poemas sueltos. Al año siguiente se estrenan las comedias La familia a la moda y Las esclavas amazonas, y se publica la composición poética Viaje al Teyde en la revista Variedades de Ciencias, Literatura y Artes. Sus últimos trabajos poéticos, la Oda a las fumigaciones de Morvó y la Oda en elogio a la marina española, aparecen en 1806, año en el que se representa también en los Caños del Peral su última traducción del francés, la comedia de Étienne titulada La dama colérica o novia impaciente.
Helena Establier Pérez
Universidad de Alicante
(*) Aunque la autora pertenezca más al Siglo XVIII que al XIX, fallece en este último, y no tiene espacio abierto. Hemos considerado de interés que se conozca y difunda su obra.
Última edición por Pascual Lopez Sanchez el Dom 25 Oct 2020, 00:44, editado 1 vez
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