METAMORFOSIS
TRADUCCIÓN: ANA PÉREZ VEGA
LIBRO SÉPTIMO
La Huida de Medea
huye alta sobre el Pelión
sombrío, del Filireo los techos, y sobre el Otris,
y por el suceso del viejo Cerambo esos lugares conocidos:
él, con ayuda de las ninfas sostenido en el aire con alas,
cuando la pesada tierra fuera enterrada por el ponto que la inundaba,
huyó, él no enterrado, de las ondas de Deucalión.
La eolia Pítane por la parte izquierda deja,
y hechos de piedra los simulacros de un largo dragón,
y del Ida el bosque, en el que los hurtos de su nacido, un novillo,
ocultó Líber bajo la imagen de un falso ciervo,
y en donde el padre de Córito enterrado en un poco de arena fue,
y los campos que Mera con su nuevo ladrido aterrorizó,
y de Eurípilo la ciudad, en donde las madres de Cos cuernos
llevaron, entonces, cuando se alejaba de Hércules la tropa,
y la Rodas de Febo, y de Iáliso los Telquines,
cuyos ojos, que con su misma visión arruinaban todas las cosas,
Júpiter lleno de odio a las ondas de su hermano sometió.
Atravesó también las murallas carteas de la antigua Cea,
en donde su padre Alcidamante se habría de asombrar de que pudiera
nacer plácida, del cuerpo de su hija, un paloma.
Desde ahí el lago de Hirie la ve, y de Cigno el Tempe,
que un súbito cisne frecuentó: pues Filio allí,
por mandato del muchacho, unas aves y un fiero león
había entregado domados; a un toro también vencer siéndole ordenado
lo había vencido, y enconado por su amor tantas veces despreciado,
al que esos premios supremos demandaba del toro, le negaba.
Él indignado: «Desearás dármelo», dijo y de su alta
roca saltó. Todos que había caído muerto creían:
hecho cisne con unas níveas alas se suspendía en el aire.
Mas su genetriz Hirie, de su salvación ignorante, llorando
se delicueció y un pantano de su nombre se hizo.
Junta yace a ello Pleurón, en la cual con trepidantes alas
la Ofíade huyó, Combe, de las heridas de sus nacidos.
De ahí de Calaurea los campos la Letoide contempla,
de ese rey, vuelto ave junto con su esposa, cómplices.
Diestra Cilene está, en la cual con su madre Menefron
de acostarse había, al modo de las salvajes fieras.
Al Cefiso lejos de aquí, que lloraba los hados de su nieto,
vuelve su mirada, en una henchida foca por Apolo convertido,
y de Eumelo a la casa, haciendo duelo en el aire de su nacido.
Finalmente con sus vipéreas plumas la Éfira Pirénide,
alcanza: aquí los antiguos divulgaron que en la edad primera
mortales cuerpos de unos pluviales hongos habían nacido.
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