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“Salvad la ortografía” por Norbert Bilbeny (La Vanguardia, 14-10-2020)
En la materia de Filosofía, dentro de las pruebas de acceso a la universidad, ha seguido sin importar la ortografía: “No se descontarán puntos por faltas de ortografía”. Tuve que frotarme los ojos para cerciorarme de lo que leía. Entraba Platón y un estudiante pudo escribir el “mito de la caberna”. Y otro, al referirse a Hume, anotar la importancia de la sensivilidad”.
¿Cómo debe puntuarse un examen en que se han contestado bien las pregunt6as, pero se han escrito mal? La misma normativa del acceso a la universidad prevé valorar “la madurez” del alumno, pero ya se ve que no entra en ella el escribir sin errores de ortografía. La prueba de Filosofía incluye además la realización de un comentario que puede ser difícil de calificar si incluye errores ortográficos. A mi juicio -he cumplido ya cuarenta años como profesor de universidad- en ninguna materia universitaria ni de acceso a la educación superior pueden admitirse las faltas de ortografía. Si en la prueba de Filosofía no cuentan esa clase de errores, no quiero ni pensar en el panorama analfabético que se puede producir en las otras.
Arrastrando esta falta de formación se puede llegar a puestos de trabajo o incluso a la misma profesión de docente escribiendo con faltas. Qué desprestigio. La responsabilidad recae en el profesorado de primaria, secundaria y bachillerato, y en último término, quizás en el principal, en el universitario. Desde el grado y después en el posgrado, y en particular cuando se trata del máster para formar a futuros profesores, se debe ser riguroso y no admitir que se cuele la dejadez ortográfica, que indica falta de lectura y de competencia en escritura. Hoy se es demasiado concesivo en ello y lo que se obtiene es una formación mediocre que no superará los baremos académicos internacionales.
El bien escribir es prueba del bien hablar y el buen leer, que lo son al fin del pensar bien.Todo, pues, empieza con la letra y el no cometer faltas. La culpa no es del estudiante, sino del sistema formativo, que ha cargado los currículos de materia y parece haberse olvidado de los cuatro puntos cardinales de la enseñanza: enseñar a leer, a escribir, a hablar y a escuchar. Esos son los pilares del aprender, en definitiva, a pensar, que recorre los cuatro, y cuyo principal instrumento son las matemáticas.
Norbert Bilbeny (La Vanguardia, 14-10-2020)
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“Salvad la ortografía” por Norbert Bilbeny (La Vanguardia, 14-10-2020)
En la materia de Filosofía, dentro de las pruebas de acceso a la universidad, ha seguido sin importar la ortografía: “No se descontarán puntos por faltas de ortografía”. Tuve que frotarme los ojos para cerciorarme de lo que leía. Entraba Platón y un estudiante pudo escribir el “mito de la caberna”. Y otro, al referirse a Hume, anotar la importancia de la sensivilidad”.
¿Cómo debe puntuarse un examen en que se han contestado bien las pregunt6as, pero se han escrito mal? La misma normativa del acceso a la universidad prevé valorar “la madurez” del alumno, pero ya se ve que no entra en ella el escribir sin errores de ortografía. La prueba de Filosofía incluye además la realización de un comentario que puede ser difícil de calificar si incluye errores ortográficos. A mi juicio -he cumplido ya cuarenta años como profesor de universidad- en ninguna materia universitaria ni de acceso a la educación superior pueden admitirse las faltas de ortografía. Si en la prueba de Filosofía no cuentan esa clase de errores, no quiero ni pensar en el panorama analfabético que se puede producir en las otras.
Arrastrando esta falta de formación se puede llegar a puestos de trabajo o incluso a la misma profesión de docente escribiendo con faltas. Qué desprestigio. La responsabilidad recae en el profesorado de primaria, secundaria y bachillerato, y en último término, quizás en el principal, en el universitario. Desde el grado y después en el posgrado, y en particular cuando se trata del máster para formar a futuros profesores, se debe ser riguroso y no admitir que se cuele la dejadez ortográfica, que indica falta de lectura y de competencia en escritura. Hoy se es demasiado concesivo en ello y lo que se obtiene es una formación mediocre que no superará los baremos académicos internacionales.
El bien escribir es prueba del bien hablar y el buen leer, que lo son al fin del pensar bien.Todo, pues, empieza con la letra y el no cometer faltas. La culpa no es del estudiante, sino del sistema formativo, que ha cargado los currículos de materia y parece haberse olvidado de los cuatro puntos cardinales de la enseñanza: enseñar a leer, a escribir, a hablar y a escuchar. Esos son los pilares del aprender, en definitiva, a pensar, que recorre los cuatro, y cuyo principal instrumento son las matemáticas.
Norbert Bilbeny (La Vanguardia, 14-10-2020)
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