Ángeles Mora (Rute, provincia de Córdoba, 1952) es una escritora española. Miembro de la Academia de Buenas Letras de Granada desde 2003, en 2016 recibió el Premio Nacional de la Crítica y el Premio Nacional de Poesía de España.
Biografía
Se licenció en Filosofía y Letras por la Universidad de Granada y es acreedora de un máster en "Metodología de la Enseñanza del Español como Lengua Extranjera" por la Universidad de Granada, donde ha sido profesora de Lengua y Literatura Española en el Centro de Lenguas Modernas. También ha colaborado en el periódico Granada Hoy. Es presidenta de la Asociación de Mujer y Literatura Verso libre; estuvo casada con el profesor Juan Carlos Rodríguez y es madre de tres hijos.
Trayectoria poética
Su primer libro publicado fue Pensando que el camino iba derecho (1982), con un título tomado de un verso de Garcilaso de la Vega. Aunque, en realidad, los poemas de su libro Caligrafía de ayer (2000) son anteriores. Obtuvo el premio «Ciudad de Melilla» con su libro Contradicciones, pájaros en 2001. Antes, había efectuado una primera recapitulación literaria en La guerra de los treinta años (1990), que obtuvo en su momento el premio «Rafael Alberti». También hay que mencionar recopilaciones de su obra como Antología poética (1982-1995) (1995), en edición de Luis Muñoz, y ¿Las mujeres son mágicas? (2000), introducida por Miguel Ángel García. En 2016 publicó Ficciones para una autobiografía (Bartleby Editores), obra galardonada con el premio Nacional de la Crítica en el mes de abril, y el premio Nacional de Poesía, en noviembre.
(Sacado de https://es.wikipedia.org/wiki/%C3%81ngeles_Mora )
*
Algunos poemas de Ángeles Mora, de su l,ibro Ficciones para una autobiografía, Bartleby Editores, 2015:
A DESTIEMPO
Nací una noche vieja
del frío de diciembre.
Nervios, carreras en la casa,
vapor de agua caliente,
prisas, lágrimas, gritos,
susurros y pañales.
Las luces de aquel cuarto
se fueron apagando con mi llanto
mientras crecía
el bullir de la gente por las calles.
Calma adentro y afuera algarabía,
recordaba mi madre como un sueño.
En aquel desajuste
- todo un presagio -
he vivido por siempre.
Fuera del mundo yo,
aquella habitación, aquellos brazos,
aquella cuna.
Llegué muy tarde al año que se iba
y el que venía me encontró dormida.
PLANCHANDO LAS CAMISAS DEL INVIERNO
Cuando la primavera dio su tercer aviso,
ya en junio.
Cuando los días se volvieron
definitivamente azules
y la luz dulce se expandió
interminable
como las margaritas del jardín,
salpicando en el césped las manchas
amarillas y blancas de su vestido limpio.
Cuando la primavera vino a quedarse
y la sierra se desnudó a lo lejos,
...............................................ella
estaba en el salón, abierta la ventana,
respirando cierta tristeza,
como quien gana y pierde al mismo tiempo,
viendo brillar la tarde, al paso de los años,
antes de que el verano nos aplaste,
suavemente estirando las arrugas
del corazón,
planchando las camisas del invierno.
NOCHE Y DÍA
Se apaga el día mientras llega
la noche lenta
de la que no quiero salir...
Prolongarla
hasta que me cierre los ojos
es un encargo irresistible
de mi temperamento sosegado.
Quizá me niego a que la vida pase
o llegue la mañana y sus mandatos.
La casa es un desorden rendido,
en la cocina duermen
los platos, cacerolas desmadejadas.
En cambio libros por leer me llaman,
vivos, desde la mesa,
folios en blanco.
Quiero tan solo que el reloj se olvide.
Recuerdo las cuartillas
donde mi padre escribía cartas
por las noches, mi madre
las firmaba también, dejando
un instante botones y zurcidos
o el ganchillo de las veladas mustias.
Nunca quise hacer ganchillo,
prefería leer el periódico
o escribir garabatos a la luz de la lámpara.
Aprendí a amar lo quieto, ser dueña de mis noches.
Los hombres no barrían la casa,
mi hermano entraba poco en la cocina,
yo hacía la mayonesa
o limpiaba el polvo para ayudar:
de día.
SOLA NO ESTÁS
No es cuestión de palabras,
es un rumor de fondo
queriendo aparecer.
Se entrecruzan las voces
como peces revueltos
dentro del pecho. Duelen,
hacen daño.
Fuera cantan los pájaros
y tú cierras los ojos.
Engaña la quietud del momento.
Pero a ti no te ciega
esta postal de vida retirada.
Sola no estás, el pensamiento
no deja de latir, da golpes, bulle,
igual que si la tierra se moviera.
Tú eres la tierra que se mueve,
que tiembla con el fuego de otra música.
No estás sola.
El río de la historia sobreviene.
Un murmullo se acerca.
Has de saber qué dicen esas voces
que ya no se conforman,
mujeres que callaron tanto tiempo,
razones que traen luz,
para nunca estar solas.
EMBOSCADAS
Cuando llegó el príncipe azul
era tan azul, tan azul
que caía sobre mi rojo
apagándolo.
Qué peligrosa tinta
me trajo en sus pupilas.
No conviene mezclar en la colada
ropas que puedan desteñir, me dije.
Antes de despedirlo
tuvimos que lavarnos
por separado.
EL ORDENADOR, LA LECTURA Y EL TIEMPO
Por la mañana abro un libro de poemas
y leo un ratito - me dice -
para aliviar la espera
mientras se enciende el ordenador.
Y luego, a lo largo del día,
ya no lo cierro
(el ordenador)
lo dejo en suspenso,
para no perder más tiempo...
-¿leyendo poemas?
Pregunto.
LUGARES DE LA ESCRITURA
Las palabras se buscan
o te encuentran.
Se entretejen
- siempre distintas -
donde menos lo esperas
para alcanzar migajas
de realidad, a veces
un suculento almuerzo.
Mientras lavo los platos,
como pájaros,
nuevos versos me rondan,
entre el jabón y el agua,
exigiendo cobijo, letra escrita
(que luego borraré seguramente
para empezar de nuevo).
También revolotean
aves y versos
en lugares más clásicos,
como el mar en verano, las noches
de insomnio,
el tren, el autobús
o el recuerdo importuno,
mas bellísimo acaso,
de algo que no ocurrió tal vez como creemos
o el tiempo a su manera ya deshizo,
pero aguarda el trazado de las líneas
para ser otro,
cobrar sentido en un papel cualquiera.
Escribir es un vicio que nunca se detiene.
HOY ES MI DÍA
This is Just to Say
WILLIAM CARLOS WILLIAM
Salí a la calle y dije:
hoy es mi día.
El sol es un pozo de fuego,
nubes ligeras
me acompañan.
Elcuerpo no quiere pesar
como no pesa la alegría.
El aire deja en mis labios
el azul de tus besos.
Miro a la gente
que no me mira,
cruzo el puente y nadie
se detiene. Yo paso
feliz
(te siento).
La vida es como un río.
Y me lleva.
CUMPLIENDO AÑOS
Señalé el día en el calendario
solo por resaltar en rojo
las fechas que nos unen.
Aunque lo que nos une
es una línea fina que se alarga
hacia el pasado y el futuro
con principio y sin fin
que vislumbremos.
Y el calendario va colgando sus días
como las cuentas de un collar en el hilo del tiempo.
El timpo somos tú y yo que caminamos juntos
por esa línea frágil de la vida.
En el amor el tiempo se escribe en compañía,
y el collar va creciendo cada noche
como la hiedra enreda la pared de una casa.
Señalé el día en el calendario,
aunque sabemos
que la felicidad a lo largo
no necesita fechas.
Lo que importa es la viva sensación
de compartir,
ese fuego llenando el corazón.
No, no hace falta resaltar las fechas
cuando dos viven juntos
el vuelo cotidiano del amor.
Pero brindemos, sin embargo,
cada año por el día del comienzo,
la noche que aún deslumbra.
TUS LARGOS DEDOS
Cuándo me peinarán tus largos dedos...
decía en la penumbra
la lengua del deseo
en el justo momento
en que los dioses aparecieron
derramando su gracia.
Así nos regaló el destino
un minuto de eternidad.
Lástima tantas horas amontonadas
una cayendo sobre la otra,
que pasaron y pasarán
sin conmovernos
ante la indiferencia del cielo:
lluvia fina
resbalando en la tela del paraguas.
EL HUECO DE LO VIVIDO
El río, "la calle más larga de Londres"...
ANNE PERRY
Y tras decir adiós despedimos la tarde.
Desde entonces un río
arrastra para siempre entre sus aguas turbias
aquel trozo de vida que quisimos guardar
en una imagen quieta.
Una foto pretende ser testigo del pasado,
de una tarde fugaz,
de un instante de luz.
No es lo que más me importa:
la verdadera foto ha quedado en el aire.
La imagen que mas hiere
está pasando siempre, otra y la misma,
repitiéndose en mí,
igual que el Támesis escribe sin cesar
el corazón de Londres.
He vuelto del viaje y sin embargo
no regresé del todo,
algo me dejé atrás y algo me traje
que no entró en la maleta.
No me duele esta foto con su luz,
con su tarde brillando por mis ojos
y los tuyos, me duele aquel instante eterno
que no se fija ni se va,
aquel momento nuestro para siempre:
tú y yo, el río
y sus aguas revueltas.
El tiempo
corriendo con el día entrenublado
y el leve azul del norte.
AL AIRE LIBRE
Gary Cooper que estás en los cielos
PILAR MIRÓ
El cine de verano era un gran solar al raso,
abierto a un callejón donde acampábamos.
No sé el porqué de aquel espacio abandonado
en el centro del pueblo.
Lo rodearon de una tapia encalada
y colocaron sillas de madera
que cojeaban en la tierra seca.
Una enorme pantalla recogía
imágenes, sonidos y fulgores,
como relámpagos acompañando
nuestras correrías al margen.
Voces rotas o dulces, agrias o estremecidas,
volaban en la noche bajo la luna.
Nosotros sin parar
jugábamos al escondite
o a pillarnos, distantes en apariencia,
pero soliviantados por aquellos regueros
de luz que atravesaban el gran patio
de la noche ajena.
De pronto la ocasión surgía
tras el descuido del portero,
y los más avispados
entrábamos veloces como flechas
a perdernos entre las sombras mágicas.
Muchas veces alcancé la ventura.
Pero solo una imagen conservo
inolvidable: Gary Cooper
llenando la pantalla, caminando
con su sombrero, su pistola, su estrella,
en medio de la calle,
bajo una melodía fastuosa,
solo ante el peligro.
EN EL DESVÁN
Es la casa un palomar
MIGUEL HERNÁNDEZ
Estoy en el desván, he abierto un libro
igual que si unos ojos secretos me miraran.
Es la hora de la siesta, yo tengo pocos años
y una ventana al campo donde el sol se pasea.
En el desván los libros levantan casa propia
de la que tengo llave.
........Hace calor
y el fuego de las páginas que pasan
me arrastra hacia la noche junto a un perito en lunas.
Caigo por laberintos encendidos
de palabras sonoras que me enredan
y bajo por la escala de la tarde,
como la luna, sola,
al pie de los espinos, las pitas y las eras.
Estoy en un desván, acaso un palomar
donde se arrullan versos,
en el cajón de una mesa gastada
guardo mis borradores escondidos.
Si lo abro, un alboroto de alas y de letras
dirá su nombre sin haberlo escrito.
ÁNGELES MORA, Ficciones para una autobiografía, Bartleby Editores, 2015
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